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Ya no sé, si soy hetero.

en Confesiones

Hola, mi nombre es Miguel, y os escribo para contaros una anécdota que me ocurrió hace ya un tiempo pero que hasta ahora, tal vez debido a la vergüenza que me causaba, no me había atrevido nunca a contársela a nadie.

Resulta que, por aquel entonces, yo me había comprado un apartamento de segunda mano, el cual estaba bastante deteriorado, por lo cual, tuve que hacerle varias reformas, entre las cuales estuvo la de cambiar el suelo para colocar parquet.

Entonces, cuando contacté con la empresa que me lo iba a hacer, me aconsejaron que como en unos días no se podría pisar sobre él, me fuese a vivir a casa de algún familiar o a algún hotel, cosa que hubiese tenido que hacer de no ser por un amigo mío, el cual en cuanto se enteró se ofreció para que me fuese con él a su casa durante esos breves días hasta que acabase todo.

Así que, como tampoco tenía mucho donde elegir y a él lo conocía ya desde hacía mucho tiempo, enseguida acepté su oferta, aunque con la condición de que me dejase pagarle parte de su alquiler, a lo que él en plan de broma me contestó que, de acuerdo, pero que estuviese al tanto, puesto que él siempre tenía la costumbre de cobrárselo todo en carne, y no sabía bien si yo estaría dispuesto a pagarle así.

Entonces, al oírle decir aquello y sin saber por qué, los dos nos pusimos a reír como tontos. Al día siguiente como empezaban ya las obras en mi casa, me fui para allá con la maleta preparada y una vez llegué a su casa, me recibió estupendamente Enrique, que así se llama mi amigo.

Luego, una vez descansé un poco en el salón y nos tomamos una cerveza, me comentó que si quería podía darme una ducha para relajarme un poco más, cosa que acepté encantado. A continuación, estuve guardando toda la ropa en mi habitación y después, mientras me iba duchando me fui fijando en todo lo que tenía por allí.

Así pude ver que tenía muchos botes de cremas sobre las estanterías, al igual que de otros productos más. También vi allí un artilugio muy raro con forma fálica, el cual no supe adivinar bien para qué podría servir, aunque sus medidas eran espectaculares.

Después, una vez acabé de ducharme y me arreglé, lo invité a tomar unas cañas por allí antes de comer, y una vez aceptó, nos fuimos un rato a la calle. Luego al regresar, él se puso todo lo cómodo que pudo para estar por casa, y cuando digo cómodo, es que se quedó tan solo con un pequeño slip puesto, cosa que a mí en aquel momento, me hizo sentir algo incómodo estando allí a su lado, aunque ya me había dicho anteriormente que si quería, yo podía hacer lo mismo, aunque de momento lo único que hice fue quitarme tan solo la camisa, dejando así al descubierto mis pectorales, cosa que enseguida alabó mi amigo diciéndome que estaba muy bien formado y lo fibroso que se me veía.

A continuación, estuvimos comiendo unas pizzas, y tras jugar un poco con la consola, nos fuimos a descansar un rato a nuestras respectivas habitaciones. En aquel tiempo los días eran muy calurosos, aunque él tenía instalado aire acondicionad en el salón y en su habitación para estar mejor.

Aún así, al cabo de un rato intenté dormir un poco y casi lo consigo, de no ser por el ruido que provenía de la ducha, ya que, al parecer, a Enrique se le había ocurrido la idea de darse un remojón, para así mitigar mejor el calor bajo los chorros del agua.

Debido a ese calor, yo había dejado abierta la puerta de mi habitación y ya me había quedado tan solo con el slip puesto allí sobre la cama. La habitación de mi amigo estaba justo al lado de la mía, y el lavabo donde se encontraba la ducha estaba justo enfrente de mi puerta, por lo que al no haberse cerrado él tampoco, desde mi cama podía ver como se duchaba, aunque la mampara de la ducha no me dejara verle bien, debido al vaho que se había producido, aunque lo que sí podía ver aún sin pretenderlo, era toda su silueta moviéndose detrás de ella mientras se iba enjabonando todo el cuerpo.

Fue así como pude verle cuando se puso de lado, una cosa muy larga colgándole por allí entre las piernas, lo cual hizo que, por primera vez en mi vida, me pusiera muy nervioso viendo a un hombre desnudo, y a la vez muy pero que muy caliente.

Eso originó enseguida que tuviese que llevar mi mano hasta la polla y empezara a sobármela y a apretármela como nunca lo había hecho así, ante mi propia extrañeza. Luego ya, cuando fui consiguiendo de ella unas medidas más que considerables tanto en longitud como en grosor tras aquellas vistas, mi amigo terminó de ducharse y tras el espectáculo que me ofreció aún sin saberlo (o tal vez sí) mientras se iba secando con la toalla, todas las partes de su cuerpo, se puso su albornoz blanco y se fue hacia su habitación.

Al pasar ante mi puerta y aunque no miró para adentro, yo traté de taparme como pude todo aquel pedazo de bulto que se me había formado entre mis piernas, y una vez escuché que entró en su habitación, cerré bien mi puerta y empecé a masturbarme como un loco, pensando en todo aquello que me acababa de pasar.

Así, al cabo de un rato y tras acelerar bastante los movimientos de mi mano me corrí sobre ella como hacía tiempo que no lo hacía. A continuación, traté de dormir, pero mis pensamientos estaban centrados ya en todo lo que había visto y me había pasado, puesto que desde siempre me había sentido muy hetero y como tal había actuado. Pero ahora después de aquello, ya no sabía qué pensar, ya que jamás en mi vida me había fijado en ningún hombre.

Luego, cuando nos levantamos, me preguntó si quería que saliésemos a dar una vuelta, y aunque acepté, mi cabeza seguía dándole vueltas a todo lo sucedido. Al día siguiente volvimos a salir, pero ya con la intención de ir a ligar. Para ello entramos en un bar musical que había por allí y estuvimos tomándonos unas copas. La verdad es que al ser los dos muy bien parecidos, no nos costó mucho enrollarnos con dos chicas que estaban en el local.

Allí estuvimos bebiendo y bailando con ellas durante mucho tiempo, aunque cuando llegó el momento de irnos a un sitio más tranquilo con ellas para rematar la faena, Enrique puso una excusa tonta y se rajó en el último momento dejando que se marchasen, así que tuvimos que irnos para casa los dos, más solos que la una, ante mi gran incredulidad.

En realidad, no sé por qué lo hizo, tal vez es que no quería llevar ninguna chica a su casa. No obstante, no le dije nada y una vez llegamos a su piso y nos pusimos cómodos, estuvimos tomando una última copa y después jugamos un rato con la consola. Luego también vimos un poco la tele y a continuación, decidimos irnos a dormir.

Entonces Enrique me comentó que antes de hacerlo se iba a dar una ducha rápida para relajarse, a lo que yo le contesté que hiciera lo que quisiera, ya que estaba en su casa. Así que, tras irse a su habitación y yo a la mía, al cabo de unos minutos salió con su albornoz puesto, mientras que yo permanecía allí sobre la cama tan solo ya con el slip puesto debido al calor que allí hacía.

Por eso como casi siempre, volví a dejar la puerta de mi habitación abierta, al igual que hizo él con la del lavabo, el cual, tras entrar, colgó su albornoz en la percha y seguidamente se quitó el slip para entrar en la ducha. Yo desde mi sitio privilegiado, como aún no se había empañado el cristal de la mampara, podía verlo todo al completo, así que de nuevo volví a verle aquella grandísima polla que tenía, la cual era casi el doble que la mía, tanto en longitud como en grosor, y empecé a ponerme tan cachondo como la otra vez al ver todo aquel espectáculo.

Luego vi que empezó a enjabonarse todo el cuerpo, poniendo mucho más énfasis en su polla y en sus huevos, así como hizo también con sus nalgas, las cuales a su vez se las iba masajeando una y otra vez como todo un profesional.

Yo ante aquella visión, seguía tocándome todo el paquete, hasta que al final me atreví a sacarme la polla fuera del slip y empecé a meneármela poco a poco viendo como él, seguía enjabonándose allí dentro muy sensualmente. A continuación, tuve que parar de golpe para no ser visto, ya que mi amigo salió de repente de la ducha y se fue hacia una de aquellas estanterías, de la cual cogió aquel extraño artilugio de forma fálica y volvió a meterse dentro, aunque con él en la mano.

Al cabo de un instante y aunque la mampara se empezó a empañar con el vaho, empecé a ver que iba haciendo unos movimientos muy raros por allí entre sus nalgas, a la vez que le escuchaba como iba soltando unos suaves pero intensos gemidos, los cuales fue acrecentando, conforme sus movimientos se fueron haciendo más rápidos. Dichos movimientos provenían de su parte trasera ya que desde mi habitación podía ir viendo cómo iba moviendo sus nalgas sin parar de atrás hacia delante, mientras que con su otra mano se iba meneando su polla.

Y así se pasó un buen rato bajo los chorros del agua, mientras que yo seguía llevando mi mano arriba y abajo a todo lo largo de mi herramienta, para intentar conseguir un nuevo orgasmo. De esa manera lo logré enseguida y dejé mi mano toda pegajosa tras los disparos de leche que solté sobre ella, al igual que hizo Enrique allí bajo los chorros del agua, después de soltar unos cuantos gemidos más, producidos por aquel fantástico artilugio que se había ido metiendo y sacando de entre sus nalgas.

Entonces yo me estuve limpiando con unas toallitas disimuladamente, mientras que él, pasó por mi puerta sin mirar ni decir nada y se metió en su habitación. Ahora por fin ya sabía que aquel aparatito era un consolador, aunque camuflado, y que a él le gustaba mucho metérselo por el culo y al parecer le encantaba, puesto que no paraba de gemir en cuanto lo tenía dentro de él.

A mí, todas aquellas cosas en su conjunto me habían calentado mucho, y eso, unido al calor que hacía allí, sabía que me iba a resultar casi imposible pegar ojo esa noche, como así pasó, puesto que eran las tantas y aún no había podido conciliar el sueño.

Así que me fui al lavabo a mear y una vez allí cerré la puerta y me puse a mirar bien aquel consolador. La verdad es que sus medidas eran considerables y su textura y suavidad también, por eso no me extrañaba que mi amigo se lo pasase tan bien con él entrando y saliendo de su culo hasta correrse. Por eso tuve la tentación de probarlo, pero la parte hetera de mi cuerpo me lo impidió por el momento, aunque mi otro yo me decía que no sabía hasta cuando iba a poder aguantar sin probarlo.

 Por el momento lo dejé otra vez en su sitio y decidí irme a la cocina a por un vaso de leche, a ver si así me relajaba y podía dormir de una vez. Entonces, Una vez lo hice, al pasar ante la puerta de Enrique se ve que lo debí despertar y al verme me preguntó qué me pasaba. Yo le estuve explicando que debido al calor no podía conciliar el sueño y él enseguida me dijo que, si quería, me podía quedar con él allí en su habitación, ya que tenía aire acondicionado y por lo tanto se estaba muy fresquito.

Aunque también me dijo que como podía ver, la cama no era muy grande, pero que, si nos juntábamos bien y no nos movíamos mucho durante la noche, podríamos estar bien. Así que, aunque al principio me quedé un poco pensativo, al final accedí, siendo esa para mí la primera vez que iba a dormir con un hombre.

Seguidamente me fui para allá con mi vaso de leche en la mano y tras subirme con él en la cama, a continuación, me lo bebí. En ese momento Enrique en plan de guasa me dijo que haber que hacía con él durante la noche, ya que había visto que acababa de llenar mi depósito de leche. Entonces al oírle decir eso, me puse aún más nervioso todavía y a la vez mucho más caliente de lo que estaba, por eso no iba a poder pegar ojo después de todo.

No obstante, lo intenté, al igual que lo hizo él, y durante unas horas lo conseguí hasta que de pronto empecé a notar entre mis nalgas, un tremendo bulto caliente, el cual se iba pegando cada vez más a mí, y es que se ve que mi amigo, aunque seguía dormido, se había dado la vuelta y ahora lo tenía muy pegado a mí y justo detrás. Así que intenté separarme como pude de él, aunque al no haber sitio suficiente para hacerlo, me fue del todo imposible así que decidí quedarme allí pegado a él esperando acontecimientos.

A mí todo aquello cada vez me estaba calentando más y mi amigo seguía dormido, así que lo que hice fue aprovechar la ocasión por muy raro que me pareciera y disimuladamente me eché hacia un lado el slip para dejar al descubierto mis nalgas y las acerqué aún más a aquel gran bulto de carne, el cual no sé si fue por lo que él pudiese estar soñando o tal vez por el simple calorcito que yo le proporcionaba, que cada vez se estaba poniendo más grande y me iba gustando aún más sentirlo allí entre la raja del culo.

Así me pasé un buen rato, mientras que a la vez, me iba acariciando también mi polla, hasta que empecé a darme cuenta, de que ya no era yo quien dominaba la situación, ya que, al parecer, con tanto movimiento, mi amigo se había despertado y además con una erección de caballo entre sus piernas, por lo que al ver todo aquello que yo le ofrecía como eran mis nalgas, se había puesto disimuladamente también a actuar por su cuenta.

Entonces ya paré mis movimientos y haciéndome el dormido, me fui dejando hacer, ya que en aquel momento me encontraba excitadísimo. Él al verme allí pegado a su cuerpo con las nalgas casi al descubierto junto a su polla, hizo disimuladamente como yo y se echó también hacia un lado el slip, dejando así su polla al aire.

A continuación, y tras comprobar que yo seguía dormido, me la puso justo entre la raja de mis nalgas y en ese momento noté ya algo muy caliente entre ellas, lo cual me puso a cien por hora, aunque aún así, seguí haciéndome el dormido, aunque intenté echar algo más hacia atrás mis nalgas, para facilitar que aquella gran barra de carne se acoplase mejor en la raja de mi culo.

Él por su parte y con disimulo, empezó a restregármela una y otra vez sobre ella, consiguiendo así que poco a poco se fuese mojando con aquel líquido pre-seminal que le iba saliendo ya por la punta de su polla. Así se estuvo un buen rato, y cada vez se iba animando más con sus movimientos, ya que yo seguía haciéndome el dormido. Tanto se animó, que, en una de las veces que iba hacia arriba, casi me metió toda la punta de su glande en el orificio del culo, lo cual, aunque me gustó un montón, a la vez me hizo coger miedo, por eso decidí dejar ya de disimular e hice como que me despertaba de repente.

Entonces Enrique al verme despierto, intentó disimular tapándose la polla como pudo, aunque le fue imposible, así que como yo la tenía también hasta más tiesa que él, para bajar la tensión le dije entre risas que qué habríamos estado soñando los dos, para despertarnos así con aquellas erecciones tan descomunales.

En ese momento los dos nos pusimos a reír, sabiendo ambos que aquello ya no se bajaba, por eso decidimos hacernos una buena paja allí tumbados boca arriba en la cama. Seguidamente empezamos a masturbarnos cada uno por nuestra cuenta y una vez más pude comprobar que su polla era casi el doble de grande que la mía, por lo que, en tono de admiración, le dije que vaya cacho de herramienta que tenía y que debía de ser una pasada sentir algo así entre las piernas. A lo que él me contestó mirándome a los ojos, que si quería podíamos hacernos una paja el uno al otro y así por lo menos yo podría tener en mi mano durante un rato, una polla como aquella. Dicho esto, y con lo caliente que me encontraba, no supe decirle que no y enseguida acepté.

Así que, a partir de ahí, nuestras manos empezaron ya a subir y a bajar sobre la polla del otro, y aunque la sensación era algo rara, la verdad es que sentir otra mano en mi polla o la mía en la de otro, me estaba resultando toda una pasada. Luego, una vez perdí ya la vergüenza, me atreví a preguntarle sobre aquel consolador que tenía en el lavabo, y él, en vez de ruborizarse, me dijo que sí, que lo solía usar bastante, porque le gustaba mucho sentirlo dentro de su culo.

Después me preguntó si alguna vez yo había probado con alguno de ellos o me había metido por lo menos los dedos dentro de él, y al contestarle que no, porque desde siempre me había sentido muy hetero, me dijo muy serio que eso no tenía nada que ver y que no sabía lo que me estaba perdiendo. Dicho eso y al verme que ya estaba a punto de eyacular tras sus hábiles movimientos se paró, y de repente y sin tapujos me dijo, si quería y no me importaba que le diese por el culo, ya que él lo había probado con aquel aparato que era maravilloso, pero siempre le había quedado la duda de saber como sería el hacerlo con una polla de verdad, así que si quería yo le podía hacer ese favor y darle la oportunidad de averiguarlo, aunque él se sintiese también desde siempre un tío muy hetero.

Entonces tras meditarlo un poco y como tenía ya mi polla a punto de estallar, le dije excusándome un poco que sí, pero que para mí tan solo se trataría de metérsela en su agujero para hacerle un favor, ya que la verdad, es que a mí los hombres nunca me habían gustado. En ese momento Enrique en cuanto me escuchó decir eso, se puso muy contento y antes de que me lo pensase de nuevo, se puso a cuatro patas sobre la cama, y con sus manos empezó a separarse aquellas nalgas tan rasuradas que tenía, para dejar al descubierto ante mis ojos aquella oscura diana con su orificio central, el cual parecía estar invitándome a que lo perforase cuanto antes, con aquellos continuos movimientos de abrirse y de cerrarse que iba haciendo.

Después desde atrás le puse ya la punta de mi bien ensalivado glande justo en la entrada de su culo, y una vez se la llené toda de saliva por fuera y por dentro, empecé a presionar sobre ella hasta lograr metérselo todo dentro de su apretado culo. Luego poco a poco fui metiéndole todo lo demás centímetro a centímetro, hasta que noté como mis huevos iban chocando ya en todas sus nalgas.

Seguidamente me paré un momento y le pregunté a él qué sensación le estaba produciendo y si le estaba gustando lo que le hacía. Entonces, echándose más hacia atrás para sentir mejor mi polla, tan solo me dijo que le parecía estupendo y que empezara ya a bombear fuerte sobre él, ya que quería sentir mi polla hasta lo más profundo de su ser.

Así que le obedecí enseguida y empecé a entrar y a salir sin parar de aquel apretado agujero que tenía, hasta que, al cabo de un rato se la saqué y mi polla empezó a disparar toda la leche almacenada que tenía, sobre sus rasuradas nalgas.

Después al acabar nos estuvimos aseando los dos, aún sin saber muy bien lo que nos había llevado a ambos a hacer todo aquello, puesto que desde siempre habíamos sabido que éramos heteros. Aún así, él me preguntó a continuación, si ahora yo quería probar también, puesto que su polla aún no se había vaciado y antes mientras dormía y casi sin querer, estuvo a punto de clavármela en el culo y desde entonces se había quedado con las ganas.

Luego dicho eso, empezó a meneársela de nuevo ante mí, y al cabo de un instante, la tenía ya tan grande como al principio. Entonces me quedé algo pensativo, más que nada por el tamaño de su polla y el daño que me podría ocasionar al hacerlo, ya que por lo demás y aunque yo insistía ante él de que era hetero, desde que se la vi por primera vez y vi que se metía aquel artilugio dentro de su culo y le daba tanto placer, no sé porqué, pero estaba deseando probar yo también, para ver qué se sentía realmente para que gimiese tanto.

Así que, aunque traté de disimular en todo momento, al final acepté. Entonces Enrique me dijo que me tranquilizara y me hizo poner de espaldas sobre la cama con las piernas bien abiertas. Luego empezó a lamerme con su lengua la oscura aureola de mi culo, la cual, jamás me la había lamido nunca nadie, y realmente me estaba encantando, por eso, le cogí su cabeza con mis manos y le animé a que siguiese dándome placer de aquella forma. A continuación, hizo lo mismo con la punta de su lengua, pero justo en el agujero de mi culo, el cual fue lubricando por dentro y por fuera hasta que por fin pudo meterme uno de sus dedos, cosa que me pareció estupendo y más aún cuando fueron ya dos los que sentí dentro de mi virginal culo.

Seguidamente noté ya como la punta de su polla presionaba una y otra vez sobre mi redondo orificio, y aunque yo era novato en todo eso, y sin saber porque, se me ocurrió separarme bien las nalgas con mis manos, para facilitarle aún más la faena a mi amigo, el cual me lo agradeció, metiéndome entonces casi de golpe, todo su rosado y suave glande.

Entonces, tras soltar un leve quejido por mi parte, se paró un instante y después, cuando vio que el esfínter de mi culo lo dejaba ya pasar sin ningún problema, empezó a ir metiéndome poco a poco, todo aquel pedazo de carne caliente y palpitante que tenía entre sus piernas, en mi apretado agujero, en el cual hasta entonces nadie había entrado jamás, de lo cual, ahora que ya sabía el placer que aquello proporcionaba, me arrepentía un montón de no haberlo probado antes, aunque a mi amigo no le comenté nada de eso y le dejé que siguiese bombeando una y otra vez dentro de él, para poder seguir así sintiendo sus testículos chocando en mis nalgas.

Después me dijo que más a más, me empezara yo mismo a masturbar, mientras que él iba a seguir dándome por el culo. Una vez le obedecí, mi polla se volvió a poner de nuevo más tiesa y dura que un poste. Y así nos pasamos los dos un buen rato, y la verdad es que por lo menos yo, jamás había sentido tanto placer por ambas partes, por eso al igual que él, estaba ya a punto de eyacular y así se lo hice saber a mi amigo, el cual, tras unos cuantos bombeos más, me la sacó del culo y empezó a disparar sobre mi vientre, toda aquella cantidad leche caliente y pegajosa que tenía en sus huevos, al igual que hice yo también casi al unísono, haciendo así que se juntasen allí sobre mí, la leche de ambos.

Seguidamente y sin saber todavía los dos como habíamos llegado hasta ese punto, nos quedamos allí sobre la cama extasiados y alegres tras haber podido cumplir (o no) nuestro sueño. Luego ya nos fuimos a asear, y tras fumarnos un cigarrillo, volvimos a la normalidad.

Al poco tiempo los de la obra me comunicaron que ya podía volver a casa cuando quisiera puesto que ya estaba todo listo, así que, tras comunicárselo a Enrique, preparé mi maleta y tras agradecerle todo lo que había hecho por mí durante aquellos días, le quise abonar mi parte del alquiler como le había dicho.

Entonces él se puso a reír como un loco y no quiso aceptarlo, alegando que como bien me había dicho, él siempre solía cobrárselo en carne, y creía que yo ya le había pagado lo suficiente. Así que como veis, a los dos nos fue muy bien todo aquello, y heteros o no, con mamadas o sin mamadas, la verdad es que aquellos breves días que pasé en su casa, por lo menos para mí, fueron maravillosos.

FIN.

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