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Buscando nuevos aires (i parte).

en Intercambios

Hola, somos una pareja de Madrid muy moderna, que creemos estar bastante al día de todo lo que acontece, y más aún en lo referente al mundo del sexo.

Desde que nos casamos hemos ido probando los dos, todas las técnicas posibles y además también nos hemos ido comprando todos los juguetes sexuales que han ido saliendo al mercado, por lo que creemos haberlo probado ya casi todo en el mundillo del sexo.

También hemos experimentado lo de los tríos, el glori-hole, etc. Tan solo nos falta hacer lo de los intercambios de pareja, lo cual no hemos realizado todavía debido a que no estamos muy convencidos, o tal vez porque no nos ha surgido la ocasión de hacerlo. Tampoco hemos practicado la zoofilia ni el sado, ya que nunca nos ha atraído a ninguno, aunque respetamos a quien lo haga. Pero aun así, quizás por haberlo probado ya casi todo, hemos llegado como pareja en el plan sexual a un punto ya de rutina, y nos va faltando esa llama o morbo que desde siempre nos había acompañado.

Es por eso que ahora que los dos hemos cogido unas breves vacaciones, hemos decidido aceptar la invitación de unos amigos para pasar unos días en su pueblo de la sierra de Madrid, en el cual residen. Quizás así al cambiar de aires, podamos volver a reavivar esa llama que entre los dos hemos ido dejando apagar poco a poco.

Con todo ya preparado nos hemos puesto en camino, y al cabo de unas horas hemos llegado a nuestro destino. Una vez en el pueblo y encontrado la casa, nos vimos con Marisa y Pedro, que así se llaman nuestros queridos amigos. Los cuatro nos saludamos muy efusivamente, pudiendo comprobar que realmente los dos se alegraban mucho de vernos.

Después cogieron nuestro equipaje y nos hicieron pasar hacia el interior de la casa. Una vez entramos vimos que estaba toda muy bien decorada, con un aspecto rural muy representativo. Además nos dimos cuenta de que aun siendo verano, allí se estaba muy fresquito. A continuación nos enseñaron nuestra habitación, la cual como la de ellos, estaba en la planta de arriba.

Después nos dijeron que si queríamos podíamos darnos una buena ducha y ponernos cómodos, mientras ellos nos preparaban un pequeño refrigerio en el salón. Así lo hicimos, y mi esposa y yo entramos juntos en la ducha, aún a sabiendas que ella querría que le hiciera el amor allí como de costumbre, pero yo, aunque me costó convencerla, le dije que en esta ocasión sería mejor que lo dejásemos para otro momento, ya que ellos nos estaban esperando abajo. Después le comenté que ya tendríamos más ocasiones para hacerlo durante los días que pasaríamos allí.

Entonces mi esposa ya convencida, aunque con cara de viciosa, me dijo que seguro que sí, ya que incluso sin yo saberlo, se había traído en su maleta parte de los juguetitos sexuales que tenemos en nuestra casa por si nos aburríamos aun con el cambio de aires. Luego, tras aquel morbo que se había creado en ese momento, decidimos volver con ellos. Después estuvimos bebiendo, tapeando y hablando durante bastante rato hasta antes de comer. Luego nos estuvieron enseñando el resto de la casa, el pueblo, y sus alrededores. Todo era muy bonito y nos gustó bastante a los dos.

Se respiraba un aire de montaña muy sano, además de sentirse una paz y una tranquilidad muy grande. Quizás hasta demasiada para unos urbanitas como nosotros. Según nos explicaron Pedro y Marisa, en aquella zona no había mucho ambiente y además habían pocas posibilidades para irse de marcha, por lo que la fiesta y el desenfreno lo tenían que realizar siempre entre ellos dos, y eso, día tras día, acaba en una monotonía en la cual estaban ya inmersos desde hacía tiempo. Por eso se ve que pensaron que el pasar unos días con nosotros, le iría muy bien en su relación de pareja.

Después estuvimos comiendo y al cabo de un rato, con la excusa de hacer bajar la comida, las dos mujeres salieron a dar una vuelta por los alrededores, mientras que nosotros nos quedamos en casa tomando el café y alguna que otra copa. Entonces Pedro al quedarnos solos, aprovechó para sincerarse conmigo. Según me dijo, estaban pasando por un mal momento. Me contó que hacían ya muy poco el amor porque se les había apagado la llama que hasta entonces les encendía la pasión y les hacía encontrarse a menudo sexualmente, y a veces hasta viendo alguna película porno, ya que eso era lo único que se podía conseguir por allí para tratar de romper con su monotonía.

Yo entonces le comenté que no por hacerlo más o por tenerlo todo en el plan sexual, se podía mantener siempre encendida esa llama, ya que nosotros en la capital, habíamos llegado a probarlo casi todo y aun así estábamos notando también que habíamos caído en la misma rutina que ellos. Y así, cuando más animados estábamos los dos aireando nuestras intimidades, llegaron ellas y decidimos entonces irnos todos a descansar.

Una vez en la habitación le comenté a Laura, que así se llama mi esposa, todo lo que me había contado Pedro, y entonces ella me dijo que Marisa también le había dicho casi lo mismo, por lo que pudimos comprobar que los cuatro, por una razón o por otra, estábamos en la misma situación y debíamos tratar de ayudarnos mutuamente durante nuestra estancia allí.

Pasado un rato y tras descansar, volvimos todos otra vez a reunirnos en el salón, dándonos cuenta de que tras habernos sincerado,  nos mirábamos algo diferente. Entonces decidimos ir a dar una vuelta por el pueblo antes de cenar. Marisa y Pedro se habían adelantado unos pasos de nosotros. Entonces mi esposa y yo pudimos comprobar lo bien que se conservaban y lo buenos que estaban todavía, aun siendo algo más mayores que nosotros, por lo que así se lo hicimos saber. Ellos, volviéndose hacia nosotros, tan solo contestaron que debía de ser por aquel aire tan puro, o tal vez por lo bien que se cuidaban el uno al otro.

Yo por mi parte, pude comprobar que ella tenía unos buenos pechos, al igual que un culo redondo y presumiblemente muy apretado, seguido de unos potentes muslos. Mi esposa seguramente se habría fijado en él, con su espalda atlética y su culo respingón. Después, pensando que ellos también tenían derecho de vernos y juzgarnos a nosotros, nos adelantamos cogidos de la mano, a la vez que mi esposa iba besándome de vez en cuando en la boca.

Estoy seguro de que en aquel instante él, estaría mirándole el culo a mi esposa y ella haría también lo propio conmigo. Y así, con ese pensamiento morboso de sentirme observado, me fui poniendo poco a poco como una moto.

Al llegar a casa y ya en nuestra habitación, le comenté a Laura lo que me había ocurrido y me dijo que a ella le había pasado casi lo mismo. Ellos eran una pareja muy interesante, casi sin estrenar en cuestión de sexo, y nosotros estábamos buscando una nueva experiencia de intercambio, por lo que decidimos a partir de entonces, idear un plan para poder pasárnoslo bien con los dos. Lo próximo era la cena, por lo que mi esposa se puso todo lo sexi que pudo, y yo, que por cierto me llamo Luis, hice lo mismo.

Entonces bajamos a encontrarnos con ellos y vimos que ya tenían todo preparado. Luego estuvimos comiendo y la verdad es que todo estuvo estupendo. Después pasamos a sentarnos en un gran sofá que tenían en el salón. Allí estuvimos hablando de todo en general y Pedro aunque disimuladamente, no paraba de mirarle el escote y las piernas a mi esposa. Yo por mi parte, no paraba también de mirar, aunque con más descaro, aquellas tetas con canalillo y aquellos muslos que tenía Marisa.

Ellas aunque de reojo, veía que ponían de vez en cuando su vista en nuestros pectorales y como no, en nuestros respectivos paquetes, los cuales debido a los pensamientos impuros que estábamos teniendo, no paraban de aumentar. Entonces mi esposa empezó a tantearlos preguntándoles si habían practicado alguna vez algo extramatrimonial o conjuntamente con otras personas, a lo que le contestaron los dos muy nerviosos que no, que por allí esas cosas no eran nada normales porque se conocían todos y además no había posibilidad de hacerlo.

Tampoco habían tenido nunca aquellos aparatitos sexuales que a veces veían usar en alguna película porno y que tanto placer parecía que les proporcionaba igual a mujeres que  a hombres según se podía ver. Entonces nos explicaron que ellos desde siempre se habían dado placer el uno al otro de la forma tradicional, por eso estaban ya más que hartos de hacer siempre lo mismo. Y así, tras hablar un buen rato todos de esas cosas y de otras, nos fuimos a dormir.

Al día siguiente estuve hablando con Laura y le pregunté seriamente si a ella le gustaba Pedro como pareja, a lo que me contestó que sí, que físicamente lo veía muy bien. Luego ella me devolvió la pregunta a mí y yo le dije que desde que había llegado, Marisa me atraía mucho sexualmente y que tan solo pensar en ello me daba un morbo tremendo, además de unas constantes erecciones como podía comprobar en ese momento. Y así, al estar los dos ya decididos, empezamos a idear en serio nuestro plan.

Para la hora de la comida, Laura se vistió en plan picarona, con una faldita muy corta y una camisa apretada, con una fila de botones a punto de estallar. Yo  por mi parte me puse también muy sexi y así en plan provocativo bajamos los dos a la otra planta. Al llegar pudimos comprobar que ellos tal vez habrían pensado igual ya que Marisa se había puesto unos pantaloncitos cortos y una camiseta muy ajustada, la cual le hacía resaltar aún más las tetas y como no, sus abultados pezones. Pedro al igual que yo, se había puesto unos tejanos ceñidos, con una camisa medio abierta para tratar de enseñar pecho.

Durante la comida Pedro no paraba de mirarle el escote a mi esposa y yo aquellos pezones tiesos a la suya, que debido tal vez al fresquito del aire acondicionado, se le habían puesto como dos grandes garbanzos.

Al acabar pasamos al sofá sentándonos juntos aunque en parejas, o sea uno al lado del otro. Entonces pasé mi brazo por encima del hombro de mi esposa y empecé a darle besos en el cuello. Después busqué su boca y ahí empecé con unos cuantos contactitos en sus labios, para seguir después dándole todo un recital de besos. Ellos tan solo se miraban el uno al otro y nos miraban extrañados a nosotros, por lo que mi esposa les dijo que trataran también de hacer lo mismo entre ellos y que no se preocupasen por nosotros, que fueran probando y que ya verían como esa sensación de sentirse observados les iba a encantar y a la vez a calentar mucho.

Poco a poco lo fueron haciendo y las mejillas de Marisa se fueron enrojeciendo tal  como íbamos comprobando los dos de reojo. Entonces mi esposa siguió acariciándome y le hizo el ofrecimiento de que probase a hacerlo ella también con su marido. Entonces Pedro que estaba ya como una moto, le cogió una mano a Marisa y se la llevó a su entrepierna. Ella empezó a hacerle con reparo unos leves masajes y él, echando su cabeza hacia atrás, cerró los ojos dejándose llevar por la situación. Laura entonces siguió con su tarea y animada al ver que yo no podía más, empezó a desabrocharme la bragueta dejando toda mi polla al aire en un momento, la cual saltó hacia fuera como si fuese un resorte. Entonces empezó a hacerme una paja, seguida de una buena mamada. Pero en ese momento, Marisa que había estado siguiendo todo lo que hacíamos con la mirada, se levantó de golpe muy nerviosa y sin mediar palabra se fue corriendo a la habitación, llevándose también con ella a su marido.

Entonces le dije a mi esposa que ya que había empezado ella todo aquello, ahora no me podía dejar así, aunque el final no hubiese sido el deseado, ya que nos habíamos quedado solos los dos en el salón. Así que mirándome a los ojos, se arrodilló y acabó haciéndome una completa y magistral mamada. Yo no sé si ellos estarían también haciendo lo mismo en su habitación, pero lo que sí sé es que por lo menos ella todavía no estaba realmente preparada para algo así, o sea que por ahora no debíamos de tensar más la situación.

Entonces debido a la hora que ya era y tras haber comido tan bien, decidimos descansar y nos pusimos los dos a dormir la siesta. Al cabo de unas horas, Laura se despertó con ganas de beber y se fue a la cocina. Allí se encontró con Marisa, la cual estaba con la puerta de la nevera abierta cogiéndose un zumo. Al ver a Laura se puso bastante nerviosa y trataba por todos los medios de evitar su mirada. Entonces mi esposa quiso disculparse por lo ocurrido anteriormente y le pidió perdón, a lo que ella le contestó que no tenía importancia. Que la culpa de todo era solo de ella por ser tan tonta y anticuada, ya que además reconocía que nos había estado mirando todo el rato con mucho disimulo y morbo, y que se había puesto hasta cachonda, pero al no estar acostumbrada a todo eso, le pudieron los nervios y por eso fue el espectáculo de salir corriendo. Dijo también que Pedro después de lo ocurrido en el salón le había estado haciendo el amor como hacía mucho tiempo que no se lo había hecho, debido al gran calentón que había cogido.

Después ya más relajada, hasta se atrevió a decirle que debía de estar muy contenta conmigo, por ser tan fogoso y por tener además una polla tan grande como ya había podido comprobar. Laura entonces se puso a reír y dijo que no se podía quejar, que yo siempre había sido muy bueno con ella en todo y que además le solía comprar todos y cada uno de los juguetitos sexuales que iban saliendo al mercado, para que de esa forma disfrutase mucho más.

Luego al ver que el diálogo era ya más abierto y distendido, mi esposa se atrevió a decirle que ella siempre junto a su equipaje, llevaba en su maleta algunos consoladores como los que seguro que habría podido ver ya en alguna de esas películas porno que a veces miraban y que si quería ver alguno de cerca, le podía enseñar después los que se había traído en esta ocasión. Entonces Marisa con las mejillas sonrojadas, se atrevió a decir con voz entrecortada que sí, que luego cuando estuviese también Pedro, le gustaría verlos con él, aunque solo por curiosidad. Entonces Laura volvió a nuestra habitación dando saltos de alegría y me estuvo contando todo lo ocurrido. Según ella ese podría ser un paso muy importante para lo que estábamos tramando. De nosotros dependía hacerles perder aquella vergüenza y que poco a poco se decidieran a probar ese algo nuevo en su relación.

El resto del tiempo estuvimos algo nerviosos los dos. Mi esposa fue metiendo en una bolsa algunos de sus juguetitos y otros también de los míos. La idea era calentarlos al máximo para así intentar que diesen el siguiente paso.

Por la tarde, después de la siesta, bajamos al salón y allí nos encontramos de nuevo con ellos. Nos ofrecieron una copa y pasamos a sentarnos en el sofá. Ellos se pusieron juntos y yo me quedé al lado de Marisa. Entonces mi esposa que seguía de pie y recordando lo que habían estado hablando las dos en la cocina, le guiñó un ojo a Marisa y le dijo que iba a buscar una bolsa que se había dejado en la habitación y que ahora venía.

Entonces a Marisa se le cambió la cara y empezó a ponerse muy nerviosa. Seguidamente le cogió una mano a Pedro, al cual seguro que ya se lo había contado todo, y esperó a que regresase mi esposa. Al hacerlo puso la bolsa encima de la mesita junto a las bebidas y para quitarle hierro al asunto, empezó diciéndoles que en la capital, tener esos juguetitos sexuales que les iba a enseñar, era de lo más normal del mudo, y que casi todas las mujeres guardaban uno en el cajón de su mesita de noche.

Entonces viendo cómo se miraban Pedro y Marisa, sacó un consolador de medidas considerables y tras enseñárselo a los dos, se lo ofreció a Marisa, la cual empezó a moverlo y a tocarlo con una risa nerviosa, para poder así apreciar su textura y su tamaño. Luego se lo dio a su esposo, el cual afirmó que su tacto era realmente casi perfecto. Al momento Laura sacó otro diferente que además vibraba mucho, y a continuación una vagina de látex. Después sacó también un anillo vibrador para la polla, y como no, unas estupendas bolas chinas. Entonces con todo aquel arsenal allí en la mesa, y una vez ya roto el hielo, empezaron los dos con las bromas y las declaraciones.

Pedro y Marisa confesaron que se habían puesto muy calientes con todo aquello y debía de ser verdad puesto que él, al igual que yo, estábamos con las pollas a punto de reventar como en la otra ocasión. Entonces para no dejar enfriar la situación, empecé a besar a mi esposa que se había sentado a mi lado, y ella empezó a acariciarme el pecho y las tetillas. Pedro le había pasado el brazo por encima a Marisa, la cual no había soltado todavía el primer consolador que le había ofrecido Laura y empezó también a darle besos a ella por todas partes. Mi esposa siguió jugando conmigo y fue bajando una de sus manos hasta mi entrepierna. Por su parte Marisa iba mirándola de reojo a la vez que iba ya besando como una loca a Pedro, el cual se había recostado en ese momento hacia atrás.

Entonces mi esposa se atrevió a coger con su mano una mano de Marisa, y conjuntamente, se la llevó hasta mi abultado paquete. Marisa al principio fue un poco reacia a todo aquello, pero el sentir la mano de mi mujer sobre la suya, le dio mucha confianza y la dejó allí.

Poco a poco mi esposa vio que me la iba apretando para sentir lo dura que estaba, pero aún no se atrevía a hacer mucho más. Entonces, cuando vio por fin que ya lo iba haciendo con más decisión la dejó sola, y poco a poco ella, me fue desabrochando los botones de la bragueta, dejando al descubierto toda aquella polla que tanto la había puesto nerviosa hacía tan solo unas horas.

CONTINUARÁ EN EL RELATO: BUSCANDO NUEVOS AIRES (II PARTE).

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