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La invitada (ii parte)

en Trios

CONTINUACIÓN DEL RELATO: LA INVITADA (I PARTE)

Al día siguiente Teresa no comentó nada de lo ocurrido, por lo que me quedé con la incertidumbre de saber si estaba o no dormida esa noche. Una vez desayunamos nos fuimos a trabajar esperando que por fin llegase el día siguiente, el cual tendríamos fiesta los dos. Cuando cumplimos con nuestras obligaciones de trabajo volvimos a casa y nuestra sorpresa fue mayúscula ya que al entrar vimos que no había nadie y en la cocina teníamos la mesa puesta con sus velas y sus flores, además de una nota que decía: “disfrutar de vuestro momento de sexo hasta cansaros, ya que yo por las circunstancias que sabéis no puedo hacerlo”. Volveré dentro de unas horas. Besos, Teresa.    En ése  instante nos quedamos los dos alucinados porque la verdad es que aquella nota tenía su morbo y nos había puesto como una moto a ambos. Entonces empezamos a besarnos y a quitarnos la ropa como pudimos y Ana se puso enseguida de rodillas delante de mí. Me sacó la polla que estaba ya más tiesa que un palo y se puso a chuparla como una loca. Después nos seguimos besando mientras a su vez le iba sobando las tetas. A continuación le dejé el coño bien lubricado con mi lengua y enseguida empecé a follarla con más ganas que nunca. En ése momento nos encontrábamos ya los dos en el séptimo cielo, tanto que mi esposa tras tener varios orgasmos me pidió que por favor se la metiese por el culo cosa que hasta entonces nunca me había permitido hacer. Eso demostraba el alto grado de calentura que tenía, y yo naturalmente no quise defraudarla. Así que me puse a chupárselo como un poseso hasta dejárselo bien lubricado. Después con cuidado y poco a poco fui intentando taladrar aquél redondito agujero metiéndole centímetro a centímetro toda la polla hasta hacerla gritar de placer, acabando por pedirme cada vez más, hasta que llegó a notar como mis huevos chocaban una y otra vez contra sus nalgas. La verdad es que aquello para los dos fue maravilloso ya que nos acabamos corriendo varias veces de forma brutal como hasta entonces no lo habíamos hecho nunca. En ése momento tan sólo pude pensar que si Teresa había sido la causante de todo aquello, pues bienvenida fuera, aunque a su vez los dos sintiésemos pena por ella, por la situación que estaba pasando y nos diese lástima que un cuerpo como el suyo estuviese tan desaprovechado desde hacía tanto tiempo.   Luego, una vez de haberlo hecho por todos los agujeros posibles y de habernos corrido varias veces, decidimos darnos una buena ducha juntos para después ya más relajados, ponernos a saborear aquellos platos tan ricos que nos había preparado nuestra buena amiga. Al cabo de un rato apareció Teresa por la puerta trayendo en su mano una bolsa con cosas que se había comprado.  Entonces nos saludó efusivamente a los dos y fue a llevarla a la habitación. Luego al volver nos preguntó cómo nos lo habíamos pasado, a lo que Ana le contestó que no se lo podía llegar a imaginar. Le dijo también que como siempre yo me había portado como todo un semental y que la lástima de todo aquello es que ella no hubiese podido también hacer o sentir lo mismo. En ése momento la cosa quedó así y como el día siguiente era fiesta y ninguno teníamos que madrugar, decidimos salir a bailar los tres esa misma noche.

Llegada la hora y una vez ya preparados salimos de casa y nos fuimos paseando. Tras recorrer varios bares, al final acabamos en una especie de discoteca que más bien parecía un bar musical, ya que allí se podía beber tranquilamente, conversar y como no, también bailar.

Para ello había una pequeña pista la cual estaba rodeada por unos reservados de los cuales en uno de ellos nos encontrábamos nosotros. En un momento yo me levanté y me dirigí a la barra para buscar las bebidas. Luego las llevé a la mesa y mientras nos las íbamos tomando fuimos hablando de nuestros tiempos de juventud. Entonces volvió a salir otra vez la conversación que habían venido manteniendo las dos en el coche el día de su llegada y Teresa volvió a reconocer que sí, que durante aquellos años yo había sido para ella su chico preferido, aunque nunca había podido estar conmigo. Después en plan confidencial nos llegó a decir que en más de una ocasión había acabado masturbándose como una loca en su habitación pensando tan solo en mí. Por descontado que aquella declaración nos dejó a los dos sin palabras y más aun cuando siguió diciendo que yo tras los años, al igual que el buen vino seguía estando cada vez mejor. Luego lo quiso arreglar argumentando que me veía muy buena persona y que Ana había tenido mucha suerte al haberme encontrado. Entonces yo me sonrojé y me puse un poco nervioso ante aquellas palabras, así que para disimular un poco me levanté y saqué a bailar a mi esposa.

En ése instante estaba sonando una canción lenta y como las baladas nos encantan a los dos, nos quedamos muy pegados el uno al otro allí en la pista, dándonos un sensual beso en la boca a la vez que Ana iba moviendo su cintura de mimbre con gran maestría. Luego, mirando a su amiga me comentó al oído que en el fondo le daba mucha pena de que no hubiera tenido suerte en el amor y de que no hubiese podido disfrutar aún de los buenos momentos en general. Entonces al ver que Teresa no paraba de mirarnos y seguía allí sola, Ana me dijo que porque no la sacaba a bailar, así ella descansaría y se podría tomar tranquilamente su consumición. Yo le contesté que si eso es lo que quería, por mí no había inconveniente, así que dirigiéndonos hacia la mesa, la invité a bailar. Teresa no se hizo de rogar ya que según me dijo después riendo, hacía mucho pero que mucho tiempo, que no lo hacía con nadie además de otras muchas cosas. Entonces yo hice como si no la hubiese oído y me dediqué tan sólo a seguir bailando. Poco a poco ella, quizás sin pretenderlo se fue pegando a mí cada vez más. Sus enormes tetas presionaban ya mi pecho y mi entrepierna aún sin quererlo, rozaba con la suya en cada movimiento que hacíamos.

Ésa escena se prolongó durante dos canciones más y la verdad es que el tener aquellos labios carnosos tan cerca de los míos y aquél cuerpazo tan pegado a mí me había dejado muy caliente, por eso al acabar de bailar ella se fue a nuestra mesa junto a Ana y yo disimuladamente me tuve que ir al lavabo para dar un poco de tiempo a que se me bajase aquél gran bulto que se había formado bajo el pantalón.

Después al regresar junto a ellas vi que no paraban de reírse y la verdad es que no sabía porque lo hacían. Entonces Ana me contó que Teresa se había dado cuenta del porqué me había tenido que ir al lavabo y se lo había estado contando. Se ve que también le había dicho que eso me había pasado por la falta de costumbre ya que siempre bailaba solo con ella.

A continuación empezó a sonar la música rápida y como los tres estábamos ya muy alegres nos pusimos a bailar en la pista sin parar.

Yo me quedé enfrente de las dos, por eso podía ver como en cada salto que daban sus tetas se les movían un montón, hasta el punto de que a Teresa casi se le salían por el escote que llevaba. Entonces sí que me di cuenta de verdad de lo buenas que estaban las dos.

De altura diría que eran casi iguales. Ana tenía el pelo castaño y corto y unas tetas tiesas y redondeadas. Su cintura muy estrecha iba seguida de unas caderas y unos muslos muy bien moldeados, además de unas piernas estupendas.

Teresa por su parte era rubia y tenía media melena. Sus tetas eran según se podía ver, algo más grande que las de Ana y con un estupendo canalillo que las separaba. Sus caderas eran también más anchas aunque las tenía muy bien perfiladas. Sus muslos eran una pasada ya que me los imaginaba bien duros y a la vez suaves al tacto, seguidos también de unas bonitas y potentes piernas. A su vez, las dos tenían un culo estupendo, aunque el de Teresa era más respingón que el de Ana.

Yo nunca me había fijado tanto en ellas como en aquella ocasión, quizás fuese debido a lo que ya habíamos bebido esa noche. Pero desde luego lo que estaba viendo me gustaba y estaba sintiendo algo dentro de mí diferente a lo que hasta ahora había sentido. Después una vez nos cansamos de bailar, decidimos ir a otro sitio. Allí tomamos algo más y al final sintiéndonos ya todos un poco mareados decidimos volver a casa.

Entonces para que nos fuese dando el aire decidimos regresar caminando ya que no estábamos muy lejos de casa. Durante el recorrido, cada una se cogió de mi brazo para así poder seguir hablando mejor los tres. Entonces con el movimiento del caminar se iba produciendo todo el rato por ambos lados una continua fricción de sus tetas contra mi cuerpo, por lo que aunque en ése momento no pensaba en ello, poco a poco me iba poniendo cada vez más cachondo y sentía como mi polla iba creciendo ya a pasos agigantados bajo el pantalón.

Cuando llegamos a casa Teresa fue al baño y Ana se puso a preparar una última copa. Yo por mi parte me fui rápido a sentar en el sofá y cogiendo uno de los cojines, traté de tapar aquella gran erección creada tras el recorrido que habíamos venido haciendo hasta casa. En un momento Ana apareció con las bebidas dejándolas sobre la mesa. Teresa vino también del baño y después se sentaron las dos conmigo en el sofá dejándome a mí en medio.

A continuación estuvimos brindando por lo bien que nos lo habíamos pasado y al ver que yo seguía con el cojín todo el rato puesto sobre mi entrepierna, mi esposa que me conoce muy bien, empezó a reírse a carcajadas y mirándome a los ojos me preguntó en plan picarona…

¿Cariño…no estarás otra vez empalmado como en la discoteca, verdad ¿… entonces le contesté que sí, y las dos se pusieron a reír sin parar. Seguidamente Teresa quitándome el cojín de encima me dijo que de una cosa así nunca tenía que avergonzarme ya que muchos hombres quisieran poder encontrarse así a cada momento y con tanta facilidad como yo.

Entonces Ana volvió a llenar otra vez las copas y así casi sin darse cuenta de que no estábamos solos, empezó a besarme en la boca con unos leves contactos de labios que acabaron en un gran beso con lengua que parecía no tener fin. En ése momento Teresa que no paraba de mirarnos decidió retirarse a descansar para así dejarnos a los dos solos.

Entonces, una vez nos dio las buenas noches trató de darme el beso de rigor en la mejilla, pero debido quizás a lo que ya había bebido, casi me lo dio en la comisura de los labios. Después quiso hacer lo mismo con Ana pero en vez de levantarse, lo hizo por encima de mí. Entonces se cogió a ella por el cuello queriendo abrazarla y también trató de besarla, aunque debido a la posición en la que se encontraba, aquí sí que se encontró con sus labios y aunque los tres sabíamos que aquello había sido hecho sin ninguna intención, la verdad es que las dos llegaron a notarlo, por lo que empezaron a reírse muy nerviosamente a la vez que se miraban la una a la otra con cara de incredulidad.

Mientras Teresa seguía con sus muslos justo encima de mi polla, la cual no paraba de crecer y me pedía ya a gritos que la dejase libre de una vez. Por eso cuando Teresa volvió a su sitio y dejó mi entrepierna al descubierto, las dos se dieron cuenta de la gran tienda de campaña que allí se había montado. Entonces Teresa volvió a despedirse de nosotros, no sin antes recordarle a mi esposa la suerte que tenía de poder tener a su disposición una cosa tan fabulosa y grande como aquella, ya que ella hacía muchísimo tiempo que no la había podido probar ni tan solo por encima del pantalón. Entonces, cuando intentaba levantarse, mi esposa me miró fijamente a los ojos como pidiendo mi aprobación y le cogió una mano a Teresa.

Después junto a la de ella se la llevó hasta mi polla. En ése momento quedé muy sorprendido.

No sabía en realidad lo que pretendía hasta que empezó a apretar y a mover su mano bajo la suya. Entonces sí me di cuenta y me puse aún más caliente. Por fin sin buscarlo estaba viviendo el sueño más erótico de cualquier hombre. El de tener a dos preciosidades como aquellas dándome placer a la vez.

Luego Ana sin dejarme reaccionar mucho siguió dándome besos en la boca sin parar mientras Teresa sintiéndose avergonzada con todo aquello, retiró su mano enseguida de mi entrepierna dejándonos que siguiéramos los dos solos. Pero cuando mi esposa se dio cuenta, volvió a ponerle otra vez la mano en el mismo sitio y junto a la suya siguieron masajeándome toda la zona, hasta que fue notando que era ya solo Teresa sin ninguna ayuda, la que estaba  dándome placer. Yo desde siempre había oído decir que el alcohol hacía estragos, pero hasta ése día no sabía cuánto.

Resulta que mi esposa por tratar de hacerle un favor a su amiga, me estaba entregando a ella como si fuese un regalo para tratar de aliviar así su necesidad. Y la verdad es que eso sin estar bebida creo que jamás lo hubiese hecho. Además estoy seguro de que por lo menos ella, mañana se iba a arrepentir de todo aquello, pero hoy era hoy y yo no iba a ser quien estropease aquel gran momento de placer que se preveía. Así que las dejé que fueran haciendo y al poco tiempo mi polla estaba ya a punto de reventar bajo el pantalón, debido a los sobeteos de Teresa y a los continuos besos de Ana. Entonces mi esposa que estaba ya muy caliente no se lo pensó dos veces y me bajó la cremallera del pantalón. A continuación hizo lo mismo con el slip y dejó por fin al descubierto mi polla ante los atónitos ojos de su amiga. En ese momento Teresa se echó hacia atrás en el sofá intentando ser tan sólo una espectadora de todo lo que allí iba a ocurrir y dejando sola a mi esposa para que siguiera con aquello.

Entonces Ana bajó su cabeza poco a poco y con su boca buscó la punta de mi polla. Seguidamente empezó a lamerla con su lengua y se la fue introduciendo poco a poco hasta hacerla casi desaparecer dentro de ella, sin dejar de mirar en ningún momento a su amiga Teresa. A continuación empezó a hacerme una paja con su mano y fue entonces cuando volvió otra vez a buscar la mano de Teresa para llevársela hasta mi abultada polla. En ésta ocasión ya no tuvo que animarla a seguir ya que enseguida empezó a realizar unos movimientos rotativos y de arriba abajo con gran maestría que me estaban volviendo loco de placer. Ahora era ella la que miraba a mi esposa como pidiéndole su aprobación para poder continuar.

FIN.

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