miprimita.com

Mis días siendo forzado: Prólogo (2 de 3)

en Hetero: Infidelidad

Ésta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, marcas registradas, lugares, acontecimientos o hechos que aparecen en la misma son producto de la imaginación del autor o bien se emplean en el marco de la ficción. Cualquier parecido con personas (vivas o muertas) o hechos reales es pura coincidencia.

Aviso a navegantes: En ningún caso se ha obtenido beneficio (económico o de otros tipos) alguno a través de esta obra, ni se ha hecho publicidad alguna de ninguna editorial. Esta es una obra amparada por una licencia Creative Commons completamente libre, desinteresada y, por supuesto, gratuita. Si estás pagando por leerla deberías denunciarlo como corresponde.

https://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/

Licencia Creative Commons – Reconocimiento – NoComercial – NoDerivadas (CC BY-NC-ND): No se permite un uso comercial de la obra original ni la generación de obras derivadas.

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

PRÓLOGO: Un día como otro cualquiera (2 de 3)

—Creo que lo hemos logrado otra vez —exclamó Vic, soltando un hondo suspiro. Le dio una palmada en el hombro a Mike tras recuperar la confianza—. Por un segundo he pensado que estaba en medio de un tribunal de mujeres y que me iban a juzgar a muerte. Se me han puesto los huevos de corbata, Mike.

—La idea es buena, se vende sola —comentó Mike convenciéndose de lo que Victor había dicho innumerables veces.

—¿La idea? Querrás decir tu idea —exclamó mirando la sala de presentaciones sumida en la oscuridad—. Tú solito te has montado una campaña de publicidad para promocionar pañales de bebé que va a triunfar. A nadie se le habría ocurrido nunca utilizar de fondo el llanto de un bebé en los spots como si fuera una sirena de bomberos.

—Pero el slogan ‘código rojo, culito irritado’ no fue idea mía, se me ocurrió por ese comentario que hiciste el otro día sobre tu último ligue. —Atajó Mike descorriendo las ventanas y arrojando luz a la habitación—. Se trata de un ataque desde diferente bandas al subconsciente femenino, para que las madres comparen su propio bienestar con el de sus bebes.

«Sólo espero que no se hayan sentido ofendidas las directivas». Se achicó un poco Mike ante esa posibilidad. Cuando terminó la reunión y su jefa salió acompañando a las de WCS, su rostro se alzaba de orgullo. Esa era una señal inequívoca de que habían firmado el acuerdo.

—Brewster, Sterling, venid a mi despacho, de inmediato —mandó Mrs. Bledsoe lo más amablemente que pudo expresar. Con Mrs. Bledsoe presente Mike siempre se sentía incomodo. Era una empresaria muy dura con todos sus subordinados. Por lo que, incluso cuando estaba de buen humor, provocaba que su carácter serio y seco bajara la temperatura ambiental de la habitación un par de grados.

Debido a ello se había ganado el sobrenombre de la “Reina de Hielo” dentro del círculo de oficinistas de la empresa. Por si fuera poco, le sacaba un par de centímetros de altura a Mike que le imponían cierto respeto y miedo.

Sus ojos azules de un tono eléctrico contrastaban enormemente con su intenso bronceado de los trópicos, fruto de vivir en una casita a primera línea de playa en Malibu. Y el cabello de intenso tono negro azulado que relucía, lo llevaba recogido en una coleta muy prieta que agudizaba sus ya de por sí afiladas y duras facciones. A menudo a Mike le recordaba su perfil al de un cuervo, como sacado de los oscuros versos del célebre poema de Edgar Allan Poe.

Pero donde más se demostraba su imponente porte de autoridad era sentada en su escritorio. Su lado de la oficina estaba estratégicamente alzado unos imperceptibles centímetros, para que cualquiera que se sentara delante se viera repentinamente empequeñecido ante su presencia.

—Habéis hecho un trabajo magnifico, chicos. Han firmado por un espacio de tres años al menos. —Los elogió tras situarse detrás de su parapeto de madera de caoba—. La cuenta de WCS es la guinda del pastel de este trimestre. Sé que últimamente os he estado exigiendo mucho, con las horas extras y las presiones. Pero esta agencia de publicidad es muy pequeña y estamos ganándonos nuestra cuota de mercado mes a mes…

«Ahora comenzará con el discurso de que es un duro pulso con las grandes agencias que llevan mucho más tiempo…», pensó Mike oyéndola distraído, al fijarse en que Vic estaba sonriendo para sus adentros y mirando a Mrs. Bledsoe casi sin parpadear.

Sus ojos brillaban de ansia y supo, como siempre que su amigo miraba así a cualquier mujer, ya sea dentro del trabajo o fuera, que estaba desnudando a Mrs. Bledsoe con la mirada. Casi soltó una carcajada al pensar que a su jefa pudiera descongelársele el corazón y mostrar un poco de ardor por algo que no fuera el balance de beneficios trimestral.

—¿He dicho algo que fuera gracioso, Brewster? —añadió Mrs. Bledsoe sin variar un ápice el tono de su voz al captar su sonrisa comedida.

—No, no, sólo estaba recordando un chiste que oí fuera de la oficina, Mrs. Bledsoe —improvisó Mike al perder algo de color en la cara—. Siga, por favor.

—Bien, como iba diciendo, nuestro incremento patrimonial ha sido muy superior al proyectado en el ejercicio pasado y pienso que ha llegado el momento de una reestructuración. —Aquello alarmó a Vic y a Mike de inmediato. Si estaba hablando de despidos, la razón por la que los había llamado era evidente. Mrs. Bledsoe continuó invariablemente con su parloteo, como la insensible voz artificial de un contestador automático—. Hablo de una ampliación tanto en infraestructuras como en personal. Ello me obliga a delegar algunas de mis responsabilidades actuales, habilitar nuevos cargos de dirección y crear nuevos departamentos.

«¡Menudo susto nos ha dado!». Suspiraron los dos en silencio al ver que era una falsa alarma y la tenebrosa sombra del despido no se cernía sobre ellos.

—Al final de la semana lo haré público a toda la plantilla, pero quería informaros por adelantado a vosotros dos. La nueva ampliación incluirá el ala oeste de la planta, que actualmente está desocupada y un esperado ascenso dentro del personal… —Desde hacía varios meses Mrs. Bledsoe se encargaba personalmente de la administración del departamento de cuentas, pues el anterior director había sido despedido de su puesto fulminantemente tras descubrirse que estaba planeando llevarse su cartera de clientes a otra agencia—. Enhorabuena, Sterling. Serás el nuevo director del departamento de cuentas —añadió dirigiéndose a Vic, después de mirar a Mike durante unos instantes como dudando, y extendió su mano para felicitarle.

«¿¡A él!? ¡Le ascienden justo a él!». Se quedó patidifuso Mike.

Vic no era muy dado a acatar órdenes a menos que se le presionase constantemente. Y era el menos indicado para darlas a los demás.

—Gra… gracias —contestó sorprendido el compañero de Mike ante aquel inesperado ascenso—. Le prometo que no le defraudaré, Mrs. Bledsoe.

—No me des las gracias tan a la ligera. Exijo mucho, lo sabes. Ahora, volved a vuestros trabajos. —Se mantuvo gélida como un témpano de hielo ante la efusividad que derrochaba Vic—. Espera, Brewster, quisiera hablar a solas contigo un momento. —El gesto de Mrs. Bledsoe seguía hermético cuando Vic los dejó cerrando la puerta tras de sí—. Piensas que no ha sido una buena idea esa elección, ¿verdad, Michael? —En contadas ocasiones su jefa se dirigía a él por el nombre de pila, normalmente no era muy buena señal que se tomara esas familiaridades—. No es que piense que no te mereces un premio, pero ascenderte no es lo idóneo para ti.

—¿Y lo es para Vic? —contestó Mike con un deje de envidia en su voz—. No es por hablar mal de mis compañeros, pero usted sabe que él es muy irreverente. —Llevaba trabajando mucho más tiempo que Vic en esa empresa y no entendía aquella injusticia.

—Sí, lo sé. Le conozco muy bien, y te conozco a ti. Tu lugar está en el diseño artístico y en el desarrollo de campañas, no con los clientes —respondió Mrs. Bledsoe, cruzando los dedos sobre el escritorio y mirándole de frente con frialdad—. Siento decírtelo, pero no tienes el instinto de depredador necesario para los negocios. No miraría por el bien de esta compañía poniéndote al mando, porque no está en tu forma de ser el convencer a los demás. Sé que habéis hecho un trabajo estupendo con la campaña de WCS, no lo discuto. Pero cuando llega la hora de defender tus ideas ante el cliente todo tu ímpetu desaparece.

Mike la miró con ojos desencajados, pensando en que sus expectativas dentro de la empresa eran pésimas. No es que tratase de ser negativa, pero su jefa no podía evitar ser tan hiriente y sincera.

—¿Algo más que quiera decirme, Mrs. Bledsoe? —Mike quería regresar de inmediato a su despacho y olvidarse de esa conversación, centrarse en alguno de los otros proyectos que tenía pendientes. Quizás ella tenía mucha razón y no era capaz de enfrentarse a los clientes, no tenía carisma ni autoridad para llegar a ser director de ningún departamento. Al salir de su despacho no estalló en un arrebato de furia sorda como habría hecho cualquier otro. Ni cerró de un sonoro portazo la puerta. Ni avanzó hecho un basilisco por el pasillo hacia su despacho.

«Me jode tanto porque tiene toda la razón del mundo». Por mucho que lo intentara, Mike no podía negar que Vic era la mejor elección para ese puesto. Pero se sentía un poco traicionado por no haber sido recompensado por la campaña de WCS. Se encontró con que tenía la puerta cerrada del despacho y echado el cerrojo. Y al no ver a su secretaria en su mesa, abrió con la llave pensando que estaba vacío.

Jessica Phillis y Victor Sterling se vieron sorprendidos de golpe al ver a Mike en el quicio de la puerta.

—¡Joder, Mike! ¡Qué inoportuno que eres siempre! ¡Podrías hacer el favor de llamar antes de entrar! —exclamó Vic con la respiración entrecortada mirando de lado. Estaba apoyando su brazo sobre la mesa y con el otro rodeando la cintura de la secretaria de Mike. Phillis abrió mucho sus ojos castaños y se pasó el dorso de la chaqueta sobre sus labios, mientras se retiraba un paso hacia atrás de Vic. El rostro le ardía palpitante, pero no sabía si de vergüenza o de excitación, y su blusa tenía un par de botones desabrochados de más.

—Si ya lo decía yo… —murmuró Mike inaudiblemente al ver que acababa de pillarlos con “las manos en la masa”. Vic había estado toda la semana intentando camelarla, con toda clase de excusas para ir al despacho de Mike y hablar con ella.

«¿Qué demonios tenía él que podía llamar la atención de todas las mujeres?». La envidia no le corroía por dentro a Mike, era más que nada una morbosa curiosidad. Vic Sterling era alto, le sacaba veinte centímetros con facilidad, era bien parecido y de una complexión atlética como de jugador de rugby profesional. Pero su trato con las mujeres era prepotente y sexista hasta el punto de provocarle vergüenza ajena. Jessica Phillis se excusó inmediatamente con una pobre disculpa sobre unos informes antiguos que debía de fotocopiar.

—Me encanta cuando se aleja así, meneando de esa manera las caderas —comentó Vic chabacanamente, sonrió de oreja a oreja y le guiñó un ojo a su compañero—. Tienes suerte, colega, ya te digo.

—Phillis no es tan sólo un bonito trasero que contemplar —comentó Mike agriado—. Si me disculpas, tengo mucho trabajo que realizar.

—No he venido a propósito para verla a ella, tu secretaria me había llamado por una buena razón. Acaba de llegar esto de los chicos de contabilidad —se disculpó sacudiendo los hombros como quitándole toda la importancia al asunto. Con un gesto despreocupado tendió a Mike uno de los talones que llevaba en la mano, e hizo un soniquete parecido al de una máquina tragaperras eructando monedas—. Hoy es día de paga. La comisión por la cuenta de WCS es de veinticinco mil por cabeza. ¡Hey, colega! ¿¡Estás disgustado por algo!? —añadió al ver que Mike no mostraba ni una mísera sonrisa por semejante premio.

—No estoy disgustado por nada —respondió con evasivas, pasando a su lado y rodeando el escritorio.

—Ya veo, ya veo… —Sacudió su dedo índice delante de él—. Es por lo del ascenso. Soy el más sorprendido, por un segundo pensé que esa pécora me iba a despedir… Pero eso de ser el director del departamento es una tontería, no voy a cambiar nada de nada de mi —Vic le dio un amistoso apretón de hombros y las gafas de Mike se menearon de su sitio.

—Sí, de eso estoy seguro —comentó Mike ajustando la montura de sus lentes de nuevo. Al poco que Vic abandonara el despacho se desplomó repanchingado en la silla de oficina y se echó las manos a la cabeza. No debía de reprochar la insolente conducta de Vic y cuestionar las decisiones de su jefa.

* * * * *

Zack Brett, el hermano pequeño de Linda, le ofreció una caja de Klínex para que se secara las lágrimas. En sus veintisiete años de vida, jamás había visto a su querida hermana tan abatida e impotente.

Incluso cuando la madre de ambos falleció tras sobrevivir durante dos años al cáncer, ella mantuvo la entereza en todo momento. En ese aspecto de su personalidad, Linda Brett se parecía terriblemente al padre que no soportaba ver.

—Gracias, Zack —exclamó sorbiéndose las lágrimas y convirtiendo el pañuelo en un amasijo húmedo de papel. Su teléfono BlackBerry volvió a sonar por quinta vez desde que había llegado a su casa y Linda estuvo sin mover un solo músculo contemplando cómo temblaba el aparato. Cuando dejó de sonar ella tenía los nervios a flor de piel.

—Deberías de contestar —exclamó Zack en un tono compasivo. No le gustaba ver a su hermana convertida en un mar de lágrimas. Sentía la necesidad de partirle la cara a su cuñado, Michael Brewster, pero no tenía ni idea de si realmente se lo merecía. Linda apenas se había explicado desde que había llegado. La visita había sido toda una sorpresa para Zack. Cuando había vuelto del turno de guardia en el hospital había encontrado a su hermana sentada en el porche de su casa. Con todos sus pertrechos tirados a un lado y el rostro congestionado. Antes de que pudiera llegar a saludarla o preguntar qué le ocurría, Linda comenzó a sollozar y gimotear como una niña pequeña y le abrazó desesperada del cuello. Entre sollozo y sollozo sólo pudo captar unas cuantas palabras “Mike”, “no me lo puedo creer” y “soy una tonta”. De entre todos los hombres del mundo, Zack jamás hubiera creído que su cuñado fuera capaz de engañar a su esposa, pero después del shock de ver a su hermana tan hundida, ya no pondría la mano en el fuego por él.

—Toma, te relajará un poco. —Le ofreció una tila que ella bebió con parsimonia y en silencio. Linda tenía un sobre beige aferrado entre sus dedos con tanta fuerza, que le costó desprenderse de él para tomar la infusión.

—No sé qué haría yo sin ti, hermanito —Pudo contestar sin un nudo en la garganta tras beberse la taza y lograr calmarse—. Espero no molestaros a ninguno de los dos si me quedo un par de días con vosotros. No quiero ser una carga para Ellen y para ti. —Su mirada se volvió de nuevo hacia el sobre beige grande con cierto nerviosismo.

—No te preocupes por Ellen, puedes quedarte todo el tiempo que quieras —contestó dirigiendo una mirada interrogativa hacia el sobre que estaba sobre la mesita, pero no hizo amago alguno de cogerlo—. Pero, ¿se puede saber qué te ha pasado con Mike, para que vengas así?

—Tú no lo comprenderías —respondió Linda cogiendo de nuevo el sobre—. Eres un hombre.

Zack fingió no haber oído el comentario sexista de su hermana, y procuró mantener una actitud compasiva. Que estuviera resentida con todo el género masculino no era muy buena señal, Linda solía ser más racional que la mayoría de las mujeres y jamás había pensado que pudiera llegar a ser tan melodramática.

—¿Habéis discutido por algún asunto?

Linda negó con la cabeza.

—¿Te ha maltratado u ofendido? —Zack seguía interrogándole, pero dudaba mucho que lograra sacarle una respuesta en claro. Linda titubeó un poco, se pellizcó un labio como para evitar responder y negó con la cabeza con testarudez.

«¡Así que es eso!». Zack contempló a su hermana más detenidamente, esta vez desde un punto de vista profesional como médico. No tenía moratones en las muñecas y golpes visibles, no se mostraba reacia cuando le tendió la mano para estrechar la suya y darle consuelo. Aparentemente no había signos de malos tratos, ni físicos ni de otros tipos, como los que recordaba haber visto en el pabellón de urgencias por casos de violencia de género. Sin embargo, era evidente que Linda había sido herida en su orgullo y en su confianza.

—¿Te ha engañado con otra mujer?

Linda abrió los párpados desmesuradamente, como si sus ojos fueran a salírsele de las cuencas.

—No, no es eso. —Negó su hermana con el rostro convertido en un mar de dudas—. Pero él ha… —Dejó en el aire la frase inacabada que había comenzado con voz trémula y volvió a desviar la mirada inconscientemente hacia el sobre beige grande.

—¿Pero él ha hecho qué? —preguntó Zack con impaciencia. Linda se aclaró la garganta e inspiró profundamente para reunir fuerzas.

—He descubierto una… una cosa de él —exclamó con titubeos—. Algo de su pasado que él no me había contado jamás. Y yo… —carraspeó con fuerza—… yo no sé qué clase de persona es él en realidad. Es como si durante estos cinco años hubiera estado casada con un completo desconocido.

—¿Qué puedes haber descubierto para…?

—No, no me pidas que te lo diga, por favor —le cortó Linda—. Él, bueno, digamos que esa cosa que he descubierto es algo vergonzoso, algo que puede arruinar la vida de una persona si sale a la luz. Un secreto muy oscuro.

—¿Y ese secreto tiene que ver con alguna mujer?

—Sí, no… ¡Mierda, Zack! —soltó el exabrupto como si le hubieran cazado en un juego—. Te he dicho que no me hagas hablar sobre ello. Sólo te puedo decir que me ha hecho dudar de todo lo que creía sobre él.

—Vale. No te preguntaré nada sobre ese oscuro secreto de tu marido —exclamó su hermano—. Pero supongo que tiene que ver con el contenido de ese sobre, ¿verdad? —Linda no dijo ni una palabra, tan solo afirmó secamente con la cabeza—. ¿Él sabe que tú conoces ese secreto de él?

—Creo que no, no llegó a ver el sobre… —dudó Linda y después de unos segundos dijo con firmeza—. No lo sabe.

—Ya veo, hermanita. Contéstame sinceramente a una pregunta. ¿Crees que yo no tengo también algunos secretos para Ellen? —Linda se vio en una encrucijada ante esa repentina pregunta trampa de Zack y titubeó claramente. Tanto si contestaba afirmativa o negativamente, él tendría buenos argumentos para hacerla entrar en razón.

—¡Venga ya, hermanito, no estamos hablando de ti! Tú no sería capaz… —Ella se volvió a morder la lengua, incapaz de expresar con palabras aquello que la hacía temblar.

—¿Pero por qué crees que te lo ha escondido? —A Zack le estaba costando mucho seguir el hilo de aquella conversación. No quería hacer de abogado del diablo para con su cuñado, sobre todo sin tener ni idea de la clase de esqueletos que debía esconder en su armario para trastornar a su hermana de esa manera. Tan sólo quería que ella volviera a recobrar su carácter racional y sopesara las cosas con calma.

—Porque es un sucio mentiroso, un maldito depravado, un ruin… un… un… —se estaba aturullando de nuevo.

—Un hombre como todos los demás. Como yo mismo, quieres decir —le atajó Zack cruzándose de brazos. Ella iba a volver a repetir que su caso no tenía nada que ver con él, pero le silenció a Linda con un gesto de la mano—. Por lo que he entendido, quieres crucificarle sin antes dejarle que se defienda. Personalmente sólo veo dos razones por las que un hombre engañaría a la mujer que quiere. La primera es porque realmente no la quiere, y por tanto no confía en ella. Y la segunda es porque siente vergüenza de lo que quiere ocultar y no quiere que decepcionarla.

—No es tan sencillo, Zack —Linda soltó un bufido.

—Para mí sí lo es, Linda. ¿Qué clase de hombre crees que es tu marido? ¿Un hombre que desconfía de ti, que no te ama? ¿O un hombre que no quiere defraudarte y está avergonzado?

Linda se quedó pensativa unos instantes dándole vueltas a la idea en su mente. Puede que su cuñado no se mereciera una segunda oportunidad, pero quería que su hermana viera otro punto de vista más sensato. Antes de que llegara a pronunciar una palabra el móvil de Linda volvió a zumbar. En esta ocasión, ella cogió el aparato con mano firme y miró el número de teléfono que aparecía. Una fracción de segundo después, soltó un hondo suspiro de alivio.

—Tan sólo es mi jefe —explicó Linda, de pronto dio un bote y atendió a la llamada—. ¡Ivan…! ¡Sí, soy yo…! Estoy bien. Lo siento, pero… ¿Estabas preocupado por mí? ¿Qué dónde estoy…? En Sacramento… Es una larga historia. —Tapó el auricular del móvil un segundo para decirle a Zack—. ¡Dios mío! Con las prisas me largué de casa sin llamarle. ¡Espero que no me despida! Sí, sigo aquí… —Su hermana volvió a ponerse al teléfono. Zack Brett se levantó del sillón y agitó la cabeza en señal de incredulidad—. He tenido problemas personales… con mi marido… He ido a visitar a mi hermano que vive aquí en Sacramento. Sí… No, no te preocupes, estoy bien… No es grave. Siento mucho haberme olvidado… —Estuvo unos largos segundos en silencio, mientras hablaba su superior—. Sí, me tomaré unos días de descanso… No, no creo que haya algún problema… Sí, muchas gracias, Ivan.

—¿Qué tal ha ido? —preguntó Zack divertido.

—Bien, bien —exclamó ensimismada—. Me ha dado permiso para que descanse unos días. Creo que los necesitaré más de lo que imaginaba.

«Espero que todo acabe bien entre ellos dos».

Aunque nunca se lo había dicho a su hermana, el matrimonio entre Mike y Linda era el único modelo aceptable de Zack Brett de una relación sana y madura. Ninguno de sus otros tres hermanos y ni su propio padre habían sido buenos ejemplos de su trato con las mujeres. Todos ellos habían sido repetidamente irrespetuosos o infieles con sus parejas y la mayoría se había divorciado por culpa de ello.

—¿Zack…? —le llamó Linda.

—¿Sí? ¿Qué quieres?

—Con respecto a lo que has dicho antes. ¿Puede que un hombre mienta a su mujer porque realmente se engaña a sí mismo? —preguntó Linda. Entonces fue el turno de Zack de quedarse sin palabras.

 

 

Continuará...

Mas de PeterSolomon

Los Diez Mandamientos de Todorelatos.com

Mis días siendo forzado: Capítulo 7 (4 de 4)

Mis días siendo forzado: Capítulo 7 (2 de 4)

Mis días siendo forzado: Capítulo 7 (3 de 4)

Mis días siendo forzado: Capítulo 7 (1 de 4)

Mis días siendo forzado: Capítulo 6 (3 de 3)

Mis días siendo forzado: Capítulo 6 (2 de 3)

Mis dias siendo forzado: Capítulo 6 (1 de 3)

Mis días siendo forzado: Capítulo 5 (2 de 2)

Mis días siendo forzado: Capítulo 5 (1 de 2)

Mis días siendo forzado: Capítulo 4 (2 de 2)

Mis días siendo forzado: Capítulo 4 (1 de 2)

Mis días siendo forzado: Capítulo 3 (2 de 2)

Mis días siendo forzado: Capítulo 3 (1 de 2)

Mis días siendo forzado: Capítulo 2 (2 de 2)

Mis días siendo forzado: Capítulo 2 (1 de 2)

Mis días siendo forzado: Capítulo 1

Mis días siendo forzado: Prólogo (3 de 3)

Mis días siendo forzado: Prólogo

Tras la mirilla del Voyeur

Contando orgasmos

Un penique por tus pensamientos

Mis días siendo forzado: Capítulo 7

Mis días siendo forzado: Capítulo 6

Mis días siendo forzado: Capítulo 5

Máquina automática de acotaciones

Mis días siendo forzado: Capítulo 3

El guión largo (—) y los diálogos de los personaje

Mis días siendo forzado: Capítulo 3

Mis días siendo forzado: Capítulo 2

Mis días siendo forzado: Capítulo 1

Mis días siendo forzado: Prólogo

Mis días siendo forzado: Capítulo 7

Mis días siendo forzado: Capítulo 6

Mis días siendo forzado: Capítulo 5

Mis días siendo forzado: Capítulo 4

Mis días siendo forzado: Capítulo 3

Mis días siendo forzado: Capítulo 2

Mis días siendo forzado: Capítulo 1

Mis días siendo forzado: Prólogo

Mis Días Siendo Forzado (Capítulo 7)

Mis Días Siendo Forzado (Capítulo 6)

Mis Días Siendo Forzado (Capítulo 5)

Mis Días Siendo Forzado (Capítulo 4)

Mis Días Siendo Forzado (Capítulo 3)

Mis Días Siendo Forzado (Capítulo 2)

Mis Días Siendo Forzado (Capítulo 1)

Mis Días Siendo Forzado (Prólogo)