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Mis días siendo forzado: Capítulo 3 (2 de 2)

en Trios

CAPÍTULO 3: Una noche para olvidar (2 de 2)

 

Mike la acompañó dócilmente de vuelta a la mesa y contempló irritado cómo Linda le susurraba al oído a Bill cuando se sentó al lado suyo en el sofá. Observó todo el proceso detenida, paulatina e impotentemente. Debía de cumplir con su papel de mero espectador y dejar que aquella tortura llegara a su fin.

Vio cómo Linda se alzaba un poco la falda y asentía pícaramente con la cabeza, mirando por el rabillo del ojo a su esposo. También observó la expresión perversa y divertida de aquel mentecato al ver las medias de su esposa y sus muslos desnudos. Pero quizás Linda (o incluso el propio Mike) no llegó a esperarse lo que sucedió a continuación. Bill le dio un suave toquecito en la rodilla a Bob y le comentó la traviesa idea de Linda en voz baja. Luego Bob se levantó del asiento y se colocó al otro lado de Linda, que lo miró algo desconcertada y curiosa, dejándola en medio de los dos hombres que la observaban divertidos.

Intercambiaron una mirada y (como si fueran una pareja de baile sincronizado) posaron simultáneamente sus manos sobre las rodillas de Linda. Sus dedos trazaron pequeños círculos en el nylon que cubría sus piernas y con suma delicadeza fueron separándolas.

La mano de Bill se deslizó lentamente hacia arriba recorriendo el interior de sus muslos, hasta llegar por debajo de su falda y luego más allá. Linda se puso tensa de inmediato al notar una caricia que había conectado directamente con su sistema nervioso.

De pronto sus manos apretujaron el tejido del asiento y su respiración se hizo más profunda. Sus párpados se cerraron así como también los párpados de los dos hombres que, trabajando al unísono, encontraron los puntos más sensibles de ella a medida que iban ahondando en el interior de sus muslos.

Bob alcanzó la entrepierna de Linda y su dedo se hundió profundamente en ella uniéndose al de su compañero. La boca de Linda se abrió en una mueca de puro placer y emitió un hondo suspiro. Su cuerpo se puso completamente rígido y los músculos de sus piernas comenzaron a temblar, cuando los dos empezaron a masajear sin contemplaciones su clítoris.

Mike no podía apartar la mirada de aquella sórdida exhibición. Primero había sido la resignación la que le había permitido mantener una actitud estoica, pero gradualmente fue sustituida por la incredulidad. Y luego después por una desconcertante curiosidad. Bob-y-Bill (todo junto, pues al parecer se compenetraban entre sí como uno solo) rodearon la cintura de Linda con sus manos libres y se aproximaron más a ella, redoblando la intensidad de sus movimientos. La esposa de Mike hizo visibles esfuerzos para no ponerse a gemir y se mordía los labios intentado contenerse. De pronto Linda abrió los ojos y rodeó prestamente con sus brazos los cuellos de Bob-y-Bill, descansando su cabeza sobre el hombro de Bob. Éste se arrimó lentamente, como tanteándola para besarla y Linda, después de cierta vacilación, le respondió con sus labios. Mientras tanto la mano libre de Bill había escalado poco a poco el vestido de Linda y se había aupado al escote para acariciar uno de sus senos.

Mike se dio cuenta de que no era el único público que tenía Bob-y-Bill, su amigo Roger los observaba con una expresión de hastío y el bufido que emitió fue lo que sacó a Mike de su ensimismamiento. Otros asistentes del bar intentaban disimuladamente echar miraditas al oscuro rincón en el que se encontraban las mesas, pero el barman sí que no apartaba la mirada mientras secaba insistentemente un vaso de cristal desde hacía varios minutos. Por un segundo temió que acudiera a la seguridad del hotel para hacer una llamada de atención…

Sin sus gafas de lejos, Mike no pudo ver la sonrisa traviesa del camarero.

Cuando volvió de nuevo la mirada a su esposa. Bob estaba besando el cuello de Linda, justo detrás de la oreja (algo que a ella le volvía loca en la cama, aunque en su vida Mike nunca hubiera imaginado ver a otro hombre haciendo eso con su esposa) y esta vez era Bill el que la besaba metiéndole la lengua hasta el fondo de la garganta. Los brazos de Linda fueron descendiendo progresivamente, mientras se retorcía sensualmente en el asiento como si debatiera entre los dos sin decidirse.

Cuando sus manos descendieron hasta los pantalones de Bob-y-Bill, Mike creyó oír con claridad diáfana el sonido de dos cremalleras bajándose, aunque la música de fondo debería de haber ahogado el ruido.

Linda se separó un poco de los labios Bill y le lanzó una desafiante mirada a Mike por el rabillo del ojo, Roger escogió ese preciso e inoportuno momento para pedirle de nuevo un baile. Aunque Mike no le prestó la más mínima atención la primera vez que se lo dijo.

—¿Quieres bailar? —repitió posando su mano sobre el hombro de Mike.

—Yo… Quizás… —dudó un momento Mike, intentando recuperar el tono de voz de Rita. Linda le había dejado claro que no dejara de mirarla, pero la imagen de Bob-y-Bill magreándose con su esposa se le había grabado en su cerebro a fuego. Pensó en darse un respiro y calmarse, así que acabó aceptando la oferta.

* * * * *

«Oh, my God! », rezó extasiada Linda, con la respiración acelerada y el rostro encendido, mientras Bob y Bill seguían explorando su cuerpo con sus caricias y sus besos. «¡¿Qué demonios estoy haciendo?!». Ella sabía que Mike estaba observándola en todo momento, comportándose de esa lujuriosa manera, pero ese vergonzoso pensamiento no le impedía proseguir. Quería castigarle por el daño que había sufrido. Sin embargo Linda descubrió que le excitaba morbosamente hacerle sufrir de esa manera.

Linda pudo comprobar de primera mano que las herramientas de Bob y de Bill harían ponerse verde de envidia a Mike en cuanto a tamaño. Pero se sentía asqueada de sí misma, en cinco años de matrimonio no había vuelto a estar con ningún otro hombre (se había comportado íntegramente como una esposa fiel) y en ese preciso momento agarraba con fuerza los miembros viriles de dos perfectos desconocidos.

«¡Yo no soy así! ¡No soy…! ¿O quizás sí?».

Un nuevo estallido de exquisito placer procedente de su entrepierna barrió de su mente esas absurdas dudas. Aunque quisiera parar todo su cuerpo enardecido por la pasión le gritaba que prosiguiera. Empezó a masturbarlos moviendo rítmicamente las manos como si fueran maracas y los dos hombres continuaron con su faena. En medio del calentón de los tres le vino a la mente la imagen de Mike (de cuando era adolescente) follando una y otra vez con esos chicos y chicas en aquel oscuro sótano. Y abrió los ojos una vez más para contemplar a su marido travestido de mujer.

Sin embargo, lo que vio la dejó boquiabierta.

* * * * *

Mike pensaba tan sólo en bailar un rato para alejarse del sillón, pero su compañero de baile tenía otra idea muy distinta en mente. No habían llegado siquiera a la pista de baile, cuando Roger le pescó de la cintura y antes de que pudiera reaccionar giró el rostro de Mike y le besó con gran intensidad en la boca.

«Pero… ¡¿Qué coño?!». La lengua de Roger buscó veloz un resquicio entre los vacilantes labios pintados de Mike y se adentró intrépidamente dentro de la caverna de su boca. Con la otra mano le aferró por el hombro y le rodeó el cuello para estrecharle contra su cálido y fornido cuerpo.

A medida que el beso se fue prolongando, Mike se fue resistiendo cada vez menos y cerró los ojos. No podía pensar ni actuar con claridad debido a su embriaguez y al sobresalto inicial. Aquello era tan sumamente violento y apabullante que no sabía cómo reaccionar apropiadamente. De hecho no se dio cuenta de que la mano que estaba rodeando su cintura se había deslizado hacia abajo del vestido y estaba acariciándole suavemente su trasero cubierto por las bragas rojas.

Roger le izó un poco para ponerle de puntillas y besarle mejor. Sin embargo, Mike no podía encontrar la manera de romper ese beso por su parte, estaba completamente aturdido. Podía percibir cada roce y cada tanteo de su tórrida y húmeda lengua, cada vez que chocaba con la suya, como una explosión de miles de sensaciones desconcertantes y traumáticas.

—¿No te ha gustado? —preguntó Roger al despegar sus labios con un sonido de ventosa, cuando terminó la canción y vio la expresión aturdida de su rostro.

Mike no supo qué decir (realmente no podía decir nada coherente en ese instante) pues aquella experiencia había sido para él espantosa, inconcebible y abrumadora a partes iguales. Agitó un poco la cabeza para despejarse la borrachera, pero lo único que logró fue perder el equilibrio sobre los vertiginosos tacones y provocar que Roger le sostuviera de los hombros:

—Si quieres podemos tener un poco de intimidad, no como tu amiga y ellos.

—Mi amiga es… —Mike dudó entre desvelar la verdad acerca de su matrimonio y mantener la farsa para salvar el pellejo—… mi amiga no es como yo.

—¡Ah, ya entiendo! —exclamó Roger, decepcionado.

Mike sonrió ante la ironía de aquella respuesta.

Dudaba que Roger realmente entendiera de qué iba todo, no es que le estuviera dando largas una mujer, sino que quería ahorrarle la vergüenza de descubrir que acababa de besar de tornillo a un hombre.

Linda todavía seguía ocupada con Bob-y-Bill cuando ellos volvieron a la mesa, de hecho ella tenía una mano en cada regazo de los dos hombres y estaba masturbándoles con una tenaz cadencia. Justo al mismo tiempo (como si hubieran esperado exactamente a que Mike se acercara) los tres llegaron al clímax entre ahogados estremecimientos de pasión. Linda fue la primera en recobrar el sentido y volvió a posar sus manos relajadamente en el cuero del asiento. Los dos hombres se dejaron hundir en el sillón y se subieron las cremalleras profundamente satisfechos.

En una brusca sorpresa, Mike sintió el cálido aliento de Roger en su oreja antes de que le besara en la mejilla repentinamente: —También podría hacer eso por ti, si cambiaras de opinión. Mi habitación es tu habitación —dijo sensualmente, mientras sus dedos rozaron la rodilla de Mike y avanzaron correteando muslo arriba, por la inconveniente raja del vestido.

Aquella oferta sonó tan tentadora por culpa del embriague del alcohol que, por un breve momento, Mike dudó. Pero rápidamente puso una mano sobre su regazo y le frenó a tiempo en su corto trayecto hacia la meta.

—Creo que deberías ayudar a tus amigos —exclamó Mike humedeciéndose inadvertidamente los labios secos y mirando de soslayo los de Roger a la vez—, tienen una pinta horrible.

Él observó con reproche a sus dos colegas de viaje (unas evidentes manchas oscuras empapaban sus pantalones por la entrepierna) así que Roger frunció el ceño, se levantó y se dirigió a ellos para ayudarles. Les susurró un comentario mordaz sobre su aspecto y luego se levantaron de camino al baño para limpiarse aquel estropicio.

Con igual presteza que ellos, Mike se levantó de su asiento en cuanto desaparecieron de la vista y se acercó hacia Linda. Su mirada todavía estaba perdida en la lejanía, como deleitándose en la experiencia.

—Linda, tenemos que irnos de aquí. ¡Ya! —Le zarandeó un poco para sacarla de su embelesamiento—. Mientras ellos no se den cuenta. Si no lo hacemos, seguro que a ti te van a violar y a mí… —Se le atragantaron las palabras ante la idea—. ¡A mí no sé qué demonios van a hacerme si me descubren, pero no quiero saberlo! ¡Por favor, vámonos!

* * * * *

Linda miró a su alrededor con aire ausente y gradualmente fue recobrando la sensatez. Aún sentía fluir la adrenalina por sus venas y la bruma del alcohol no dejaba que pensara con fluidez. Pero Mike tenía razón con la idea de huir, todo aquello se le había escapado literalmente de las manos.

Los dos se levantaron de la mesa con fingida tranquilidad y se encaminaron hacia la salida sin mirar atrás. Cuando llegaron a los aparcamientos del hotel. Mike sacó las llaves del coche de su bolso y apuntó con el mando en la oscuridad hasta que encontró las luces parpadeantes de su vehículo. Recordó el dichoso periódico que le había pedido a su esposo, pero cerró la boca y no se lo exigió. Por nada del mundo quería volver a entrar en el Holiday Inn.

Linda había tenido un par de orgasmos (en realidad, orgasmos por duplicado) esa noche y había disfrutado como nunca. Sin embargo, su único pensamiento era regresar a la seguridad de su casa junto con Mike. Mike arrancó el motor del coche, cuando apenas se había puesto el cinturón de seguridad y se alejaron a toda velocidad de aquel lugar. Bajo el brillo de las farolas pudo captar que su marido tenía el rimel corrido y unas gruesas lágrimas surcaban sus ojos.

—Mike, yo… —murmuró con la voz ebria, a Linda le pesaban los párpados y su mente estaba hecha un batiburrillo tal que no encontró las palabras para calmar a su marido.

—Olvídalo, sweetie —exclamó Mike sorbiéndose la nariz. Esbozó una sonrisa y miró a Linda más animado—. No hace falta que me digas ‘lo siento’.

El confortable y oscuro silencio les dio la bienvenida cuando los dos cruzaron el umbral de la puerta. Las piernas de Linda apenas la sostenían y Mike tuvo que llevarla de los hombros para que subiera las escaleras. Aunque aquella tranquilidad sólo era una breve prórroga para Linda.

—Si crees que he olvidado tu maldita promesa, te equivocas —emitió medio hipando y se tiró de espaldas sobre la cama de matrimonio. Por un segundo estuvo a punto de dormirse profundamente in situ, pero abrió los ojos y se incorporó a medias encima del colchón.

Ella le observó de arriba abajo una vez más, la ceñida peluca, el logrado maquillaje echado a perder, los falsos senos de látex acentuando su estampa femenina, las piernas bien torneadas y bellas acabadas en los brillantes zapatos.

Era una fascinante farsa. «¿O no?»

—Todavía tienes algo que hacer para mí.

—¡Ya esta bien! ¿Qué demonios quieres que haga ahora? —preguntó Mike antes de que pudiera empezar a quitarse aquel odioso vestido rojo.

* * * * *

«¡Ya no aguanto más!». La paciencia de Mike estaba a punto de venirse a pique. Pero al girarse para contemplar a su esposa, su pícara mirada le hizo dudar. Jugueteaba con el vuelo del vestido ocultando y enseñando sus muslos y con un gesto de la mano le hizo señas para que se acercara.

—Ven aquí y quítame la ropa —le ordenó repentinamente lúcida—. Vamos a follar tú y yo.

Mike por un momento pensó en negarse en redondo. Linda le había hecho pasar una de las peores noches de toda su vida y había tenido que contemplar sus jueguecitos sexuales con esos mamones del hotel vestido como un Drag-queen el día del Orgullo Gay. Estaba muy cansado y quería echarse a dormir a pierna suelta. Pero después pensó en los cinco días que llevaba sin verla y sin hablar con ella, en cómo deseaba volver a tenerla entre sus brazos y besarla.

«Damn it! ¡Siempre logra hacer lo que quiera conmigo!». Se lamentó en vano Mike mientras se acercaba con cautela al colchón. Se tumbó a su lado y fue desabrochando los botones delanteros del vestido, uno a uno, lentamente. Linda rodó sobre la cama cuando Mike le bajó el vestido por las rodillas y lo lanzó al vuelo por la habitación.

—Ayúdame a quitarme el sujetador. —El cierre de los corchetes le costó unos preciados segundos más de lo habitual a Mike. Ella se giró de nuevo dejando al aire sus fabulosos senos—. Ahora quiero que me beses las tetas como si nunca lo hubieras hecho antes… pero no te quites la peluca, por favor —añadió al ver que él estaba a punto de arrancársela de la cabeza y tirarla al suelo.

Mike la estrechó con los brazos abiertos y apretó los labios en busca de su ardiente cuerpo. No se detuvo ni un momento mientras paladeaba el delicioso sabor de su piel de alabastro, sino que cambió de un pezón a otro una y otra vez con avidez.

Linda comenzó a gemir y a retorcerse de placer, mientras Mike le acariciaba con lujuria. Ella agarraba la falsa cabellera con desesperada ansia restregándole contra sus turgentes pechos. Después de unos interminables minutos, le apartó de su lado y dijo con voz entrecortada por la agitada respiración.

—Siempre he tenido la fantasía de acostarme con una mujer. Así que quiero que me folles con tu boca como lo hiciste con la chica de las fotos.

Bajó la mirada hacia su entrepierna y se abrió de piernas insinuantemente. Luego besó sus labios pintados de rojo carmín. Mike no sabía si Linda actuaba de esa manera por los efectos del alcohol o porque esa noche había sufrido un episodio de histeria sexual irreprimible.

Nunca le había revelado antes que hubiera tenido fantasías lésbicas, ni fantasías de cualquier otro tipo, de hecho. —¿Eso es lo que quieres de verdad? —le preguntó con malicia él.

Linda asintió tácitamente.

Obedientemente Mike descendió poco a poco con sus besos, primero en el cuello, entre sus pechos, luego su vientre aterciopelado coronado por su ombligo, hasta donde comenzaba aquella mata de pelo corto y crespo. Se detuvo a propósito en ese preciso punto, regocijándose con la creciente impaciencia de Linda. Aún seguía húmeda y caliente debido a las manos de Bob-y-Bill. Mike apartó como pudo de su mente aquella perturbadora idea. Se zambulló de cabeza en su tórrida entrepierna y le dio un lametazo que estremeció todo su cuerpo.

—For God’s sake! —blasfemó Linda gritando como una mala bestia cuando la primera sacudida le arremetió. Sus piernas sufrieron un espasmo tan fuerte que casi tiraron a Mike de la cama—. ¡Sigue, puta mentirosa, quiero que sigas hasta que me corra! —le insultó de pronto rodeándole el cuello con las piernas cubiertas todavía por las medias. Sus dedos se enredaron en los cabellos de la peluca y empujó la cabeza de Mike más adentro—. ¡Cómemelo todo, Zorra! ¡Chúpalo con tu maldita boca…! ¡No pares… No!

Continuará...

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Oh, my God!: en inglés, se traduce como ¡Oh, Dios mío!

For God’s sake!: en inglés, se traduce como ¡Por el amor de Dios!

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Ésta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, marcas registradas, lugares, acontecimientos o hechos que aparecen en la misma son producto de la imaginación del autor o bien se emplean en el marco de la ficción. Cualquier parecido con personas (vivas o muertas) o hechos reales es pura coincidencia.

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Os agradecería mucho que hicierais algunos comentarios y pusieseis puntuaciones, aunque sea más que nada para saber si está siendo seguido el relato o las visitas sólo son accidentalmente. Disculpad, una vez más, que no ponga como contacto mi dirección de email personal y que la única vía de comunicación sea a través de la web de Todorelatos.com, pero intento mantenerme fuera del radar de los Trolls.

 

 

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