miprimita.com

Mis dias siendo forzado: Capítulo 6 (1 de 3)

en Bisexuales

Intentaré corresponder a todos los comentarios que pueda, pero no os molestéis​ mucho si a veces me salte a alguien. Es que los habré ignorado por accidente.

 

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

CAPÍTULO 6: Girl’s Day Out! (1 de 3)

Memorial Day, Lunes, 31 de mayo

Al día siguiente Linda cumplió fielmente con su palabra y liberó su trasero de aquel insoportable tampón de madrugada temprano. De todas maneras a medida que habían ido pasando las horas de la tarde, el malestar de su abdomen fue reduciéndose hasta casi desaparecer para cuando se fueron a dormir.

Extraerlo resultó mucho más sencillo que introducirlo, durante unos segundos Mike se sintió aliviado y desinflado cuando su esposa tiró del fino cordel. El estado del tampón resultaba ser tan lamentable y nauseabundo, que le arrancó una exclamación de puro asco visceral. Linda ya esperaba aquel contratiempo (como mujer que era) y había pensado en una posible solución de cara al futuro.

—Antes de volver a reemplazar el tampón por uno nuevo y limpio, debo de prepararte debidamente —le explicó brevemente Linda antes de salir del lavabo.

«¿Prepararme? ¿A qué se refiere?». Por segunda noche consecutiva había transcurrido sin apenas dormir y la mente de Mike estaba extenuada.

—¿Qué es eso? —preguntó Mike, cuando Linda regresó al baño y le mostró lo que parecía una bolsa de agua caliente con un pitorro de plástico unido a un largo tubo. Su esposa sacó un frasco de vaselina del botiquín y empezó a aplicarlo en la boca del pitorro tras abrirlo. Fue entonces cuando Mike cayó en la cuenta de lo que era aquél curioso artilugio:

Una bolsa de enemas anales.

—Esto es para limpiarte por ahí dentro, Amy —le explicó Linda dándole la vuelta y obligándole de nuevo a poner el culo en pompa—. No te preocupes, es completamente inofensivo, y te vendrá bien un purga intestinal —añadió incrustándoselo en el trasero con paciencia. Mike recordó que su esposa había tenido que usar ese aparato montones de veces, cuando su madre se vio empotrada en la cama por culpa del cáncer de pecho. Su suegra, que en paz descanse, había sufrido largos periodos de estreñimiento crónico por su debilidad y Linda la había estado cuidando atentamente cuando tuvo que recibir la quimioterapia.

Cuando Linda puso bocabajo la bolsa de enemas y abrió la válvula de paso, Mike sintió cómo el torrente de agua suave y cálida entraba a chorro en sus intestinos. Luego percibió una molesta y creciente sensación de hinchazón y unas ganas tremendas de defecar.

—Tienes que aguantar al menos diez minutos para que haga efecto —le informó su esposa mientras se lo retiraba.

Mike se contuvo todo el tiempo que le indicó Linda, apretando con fuerza las nalgas mientras gruesos goterones de sudor recorrían su frente, hasta que por fin pudo aliviarse en el retrete.

«¡Menudo puente que estoy teniendo!», pensó para sí mismo Mike.

No era ni por asomo el maravilloso plan que había llegado a esperar para pasar aquellas fiestas. Salió del lavabo llevando puesto lencería fina al cabo de media hora y Linda terminó de adecentarle. Ella le había bañado con mimo en la ducha, le había afeitado con cuidado el vello que había vuelto a aflorar en sus piernas y por último le había vuelto a colocar un nuevo tampón en el ano.

Linda invirtió las siguientes horas en “pulir” (usando sus palabras) la feminidad de Mike y pasar juntas las dos un tiempo. Le estuvo haciendo la manicura y la pedicura para que lucieran mejor sus uñas arregladas. Y le aplicó diversas cremas por el cuerpo, las piernas y la cara, de todos los tipos habidos y por haber: exfoliantes, revitalizantes, calmantes, tonificantes, reafirmantes, hidratantes y un largo etcétera más que Mike no llegó a enumerar.

También Linda insistió en que practicara constantemente con su voz leyendo en alto algunas páginas de diferentes libros escogidos al azar de la estantería de su estudio. Y además le mandó que fuera deambulando de un lugar a otro de la casa, calzado con suelas y tacones de diferentes alturas para que se acostumbrara a usarlos.

—Deberías de estar muy orgullosa de tus resultados, Amy. —Le aplaudió su esposa cuando desfiló sin perder el equilibrio por todo el largo pasillo del piso inferior, con unas sandalias de plataforma de diez centímetros y un pesado libro encima de la peluca—. Has conseguido hacerlo mejor que muchas de nosotras con más años de práctica a sus espaldas. —A Mike se le hacía muy raro que ella no parara de referírsele en femenino desde el día anterior, pero no le dio apenas importancia pues toda su atención estaba centrada en no romperse la crisma contra el suelo de parqué.

* * * * *

«Es sólo cuestión de perseverancia», recapacitó Linda pidiendo a su marido repetir el trayecto una vez más y dándole ánimos. No se trataba de un simple juego cruel en el que él sufriera. Su intención era sumergirlo de lleno en la vida de una mujer. Por ello pensó que debía de tratar a Mike en todo momento como una.

Tal vez un psicólogo hubiera opinado de Linda que intentaba recrear una figura femenina que sustituyera emocionalmente a la de su esposo para bloquear sus sentimientos opuestos de amor-odio por su insoportable infidelidad. Tal vez habría tenido razón al diagnosticarle una misandria subyacente debido al mal ejemplo de su figura paterna durante su infancia.

Tal vez ese mismo especialista habría concluido que Mike empezaba a manifestar síntomas de identificación patológica para sobrellevar el duro maltrato a su psique o un brote de síndrome de Estocolmo. Tal vez incluso habría considerado la posibilidad de que él aceptaba voluntariamente aquel intercambio de roles de poder impuesto por Linda para evadirse temporalmente de la realidad.

Sin embargo a Linda le traían sin cuidado esas paparruchadas indescifrables de los loqueros y decidió no pensar en profundidad sobre el tema. Porque si se paraba tan sólo un segundo, temía volver a echarse a llorar desconsoladamente como en la vieja casa de su madre en Sacramento.

—Vamos a salir juntas, Amy —exclamó muy contenta Linda para la hora de la comida, cuando terminaron de vestirse y maquillarse—. Tenemos que disfrutar las dos de un merecido premio, ha sido un fin de semana muy duro, ¿no crees?

—¿Quieres que salga por ahí fuera vestido de ésta manera? —se quejó Mike plantándose delante suyo con los brazos cruzados. Él creía firmemente que el castigo abarcaba sólo a la casa, pero por lo visto no era así. La sesión de belleza doméstica iba a convertirse en otro desfile público por las calles de Los Ángeles.

—Mírate bien en el espejo y dime qué hay de malo en lo que ves —le preguntó Linda poniéndose también con los brazos cruzados a la defensiva.

Mike se giró para contemplar su reflejo con un gesto crítico. Llevaba puesto unos pantalones de pitillo negros muy ceñidos. El talle era demasiado bajo para su gusto personal, pero le hacían unas piernas muy largas y delgadas. También llevaba unos botines de tacón de aguja granates y una blusa blanca de manga larga, cuyo escote tenía multitud de drapeados ondulados unos encima de otros.

La blusa encubría muy bien sus falsos pechos, pero no así la silueta del corsé que llevaba debajo. Linda había remediado en gran parte el problema con un chaleco de cuero rojo oscuro que destacaba aún más la voluptuosidad de las protuberancias de látex. Igualmente había anudado la peluca en una gruesa coleta con un broche y había dejado algunos bucles de pelo para que cayeran sobre sendos lados de su rostro como pequeñas cortinillas de cabello.

—¿Lo ves? Tu aspecto es sencillamente perfecto —exclamó con llaneza Linda apoyando su barbilla en el hombro de él y cogiéndole con ternura de la mano—. No te reconocería ni la madre que te parió.

* * * * *

«No me reconocería ni mi propia madre». Repitió para sus adentros Mike, todavía un poco molesto consigo mismo.

Mike tuvo que admitir que si hubiera visto a una mujer con ese aspecto por la calle habría pensado que estaba completamente fuera de su alcance. Pero imaginarse lo que hubiera opinado su difunto padre al verle vestido de esa indecente manera, le arrancó una socarrona carcajada que silenció con su mano.

—Tienes una sonrisa preciosa, Amy. No la escondas —comentó Linda rodeándole por la cintura y besando su mejilla afectuosamente.

Mike descubrió sus pequeños y redondos dientes de blanco marfil, el rojo oscuro de los labios los hacía tan vistosos y seductores que casi se enamoró de su propio reflejo. Luego caminó delante del espejo para ver el equilibrio de sus pasos con los tacones y la forma en que se movía. A su juicio personal, sus andares seguían siendo muy bastos y rudos en comparación con los fluidos movimientos felinos de Linda.

«¡Oh, sí! ¡Esto le haría revolverse en su tumba al General!», se refociló Mike.

Desde que había tenido uso de razón el “General” (mote de su padre, aunque jamás superó el grado de Coronel) le había tratado con el más profundo desprecio. Mike siempre había estado a la sombra de su hermano mayor, Ian, quien había seguido la tradición militar de los Brewster y acabó ingresando en el cuerpo de los Marines. Mike, sin embargo, siempre había sido un motivo vergüenza para él y le había llevado la contraria en todo desde bien joven. Sólo en sus últimos años el “General” empezó a mostrarse más considerado con él y se le reblandeció el duro corazón. Pero ya era demasiado tarde para cerrar viejas heridas del pasado con Mike, su muy querido hijo primogénito había fallecido en una emboscada de las fuerzas insurgentes en Afganistán y él no quiso hablar con su padre el resto de su vida.

Si alguno de sus vecinos hubiera estado pendiente de las idas y venidas de los Brewster, se habría preguntado quién era la despampanante mujer vestida de negro, rojo y blanco que acompañaba a Linda en su coche y dónde demonios estaba Mike. Pero, por fortuna, la única persona que había estado siguiendo los pasos de Mike Brewster atentamente se encontraba a varios kilómetros de distancia.

A Mike le embargó una mezcla a partes iguales de vergüenza y osadía cuando se contempló en el espejo retrovisor del vehículo. Vergüenza por verse tan expuesto a las miradas de la gente en pleno día y osadía por esconderse a la vista de todos, pero era una experiencia que resultaba sumamente interesante.

—¿Adónde vamos a ir? ¿Otra vez al Holiday Inn? ¿No querrás volver a ver a Bob-y-Bill? —preguntó Mike con una voz que no se oyó ni femenina, ni masculina. Linda adivinó sus temores enseguida y sacudió la cabeza negando firmemente.

—No, no te preocupes. No habrá más humillaciones, hoy nos divertiremos las dos juntas —afirmó ella. Linda había escogido un vestido turquesa de tubo, que era su favorito y estaba realmente preciosa.

Sin embargo Mike empezó a preguntarse cuales eran las verdaderas intenciones de Linda al girar en Hollywood Boulevard y enfilar la transitada calle.

—Creo que tenemos conceptos muy diferentes sobre lo que es humillante y lo que no —exclamó Mike retrepándose en el asiento del automóvil.

—Créeme, estás lo suficientemente preparada —le aseguró Linda.

Poco a poco, avanzaron por el boulevard hacia su objetivo. Mike apenas lograba ver más que borrones en la distancia sin sus gafas de pasta. Pero reconoció de inmediato el parking del Hollywood & Highland Center aunque hacía mucho tiempo que no había entrado en el centro comercial.

—Pues yo creo que no estoy preparada en absoluto —repuso Mike, refiriéndose a sí mismo en femenino de un modo sarcástico e intencionado.

—Te va a encantar ir de shopping, Amy —comentó Linda emocionada cuando subieron por las escaleras mecánicas hacia el vestíbulo—. Nadie sospechará nada si te mantienes en el papel y no llamas la atención.

Y así fue en realidad, la clientela que abarrotaba los grandes almacenes no se fijó en ellos en absoluto, salvo algunos solteros que no paraban de echar impertinentes miradas al descocado vestido de Linda cuando creían que ella no se daría cuenta. Pero por lo demás parecían sólo dos amigas que estaban disfrutando de una tarde viendo los escaparates de las tiendas.

Mike comenzó a reír entre dientes cuando se sentaron a almorzar en el Hard Rock Cafe. Al principio se había sentido tenso y algo nervioso pero a medida que habían pasado por delante de cientos de personas sin que se percataran de su disfraz, empezó a tomar más confianza. Sin embargo no paraba de mirar a todos lados con el rabillo de los ojos esperando que de un momento a otro se armara un escándalo.

—¿De qué te ríes, honey? —Quiso saber Linda.

—No, de nada. Sólo es una tontería —exclamó Mike agitando la mano como para quitarle importancia.

—¡Venga, dímelo! —le suplicó juguetonamente.

—Es que acabo de darme cuenta de que ese hombre del fondo —señaló discretamente con la mirada al tipo en cuestión—, no te miraba a ti, sino a mí.

Linda echó un vistazo con disimulo y pudo comprobar que se trataba de un joven de unos veintitantos años, vestido con ropa vaquera y con una barba de un par de días. El chaleco sin mangas que llevaba dejaba al descubierto unos ejercitados bíceps tatuados y efectivamente su atención estaba centrada en Mike.

—¿Y cuál es el chiste? —preguntó intrigada.

—Pues… siempre que te miran a ti otros hombres me he sentido celoso e inseguro —confesó Mike dando un sorbo a su batido—. Pero nunca había pensado en qué sentías tú al ser observada de esa manera…

—Sigue, sigue. —Le animó Linda cuando notó que su marido se cohibía.

Parecía muy interesada en sus palabras, pero Mike no sabía cómo continuar sin herir su sensibilidad, ni llevarla a equívocos raros.

—Quiero decir, obsérvale —señaló de nuevo al joven del fondo—. Ese tipo me está mirando y sé cuál es su único pensamiento. Lo sé de primera mano. Seguramente huiría con el rabo entre las piernas si supiera lo que escondo dentro de estos pantalones. Pero el ser observado por él no me hace sentir avergonzado como me temía que ocurriese de nuevo, es difícil de explicar. Es como si… como si fuera…

—Como si fuera lo más natural —remató ella sonriendo de oreja a oreja.

Mike asintió con la cabeza. Estaba estupefacto de que su mujer se tomara tan serenamente esas palabras.

—¡Creo que me estoy volviendo loco! —se burló.

—No, ni por asomo. —Linda bebió un sorbo de su Cola Light—. Quizás no te hayas dado cuenta, porque eres muy despistada. Pero debo decirte que, vestida de mujer, eres muy atractiva. Y es perfectamente normal que los hombres se fijen en ti —añadió al ver que estaba sacándole los colores a su marido.

—Ya, supongo que así es —se sorprendió Mike al tener que admitirlo—. Pero, dime, Linda, ¿cómo haces tú para aguantar esas miradas?

Linda le miró dulcemente y esbozó una sonrisa. Resultaba divertida la curiosidad de Mike acerca de un tema que él jamás se habría atrevido a preguntar.

—Bueno, en mi caso siempre he podido ignorar a mi antojo las miradas de los hombres que querían ligar conmigo —explicó Linda inclinándose hacia adelante en el asiento para hablar con más intimidad con él—, pero tu fuiste la excepción, honey.

—Aún recuerdas la primera vez que nos conocimos en el parque del observatorio Griffith, ¿verdad? —le preguntó Mike, con una mueca de agobio.

—¡Como para olvidarlo! Resultaste de lo más irritante. —Le echó en cara su esposa con una media sonrisa en los labios—. Te juro que hubo un momento en el que quise sacarte los ojos.

—Aún hoy sigo sin saber cómo narices pude lograr tu número de teléfono —admitió sin reservas.

—Me pareciste interesante. Eras diferente a todos los demás hombres que había visto antes. Quería conocerte mejor y ver en qué acababa todo.

«¡Pues vaya cómo he acabado!», pensó con ironía Mike contemplando su reflejo en el servilletero brevemente. Pero al mirar al fondo del establecimiento de nuevo se percató de que el chico que había desencadenado la conversación estaba mirando a otra mujer que acababa de sentarse.

—Adiós al problema —Mike se limitó a encogerse de hombros, pero su mujer le examinaba con suspicacia.

—Dime cómo te sientes, ¿aliviada o decepcionada?

—¿Por qué iba sentir decepción de que un hombre aparte la mirada de mí? —preguntó con desconcierto.

—¡Oh, todavía tienes mucho que aprender del lado oscuro de la fuerza, joven Luke! —Linda agravó la voz todo lo que pudo y se tapó la boca para imitar la respiración de Darth Vader en el Retorno de los Jedi. Una de las pocas cosas que Mike había logrado inculcar a su mujer durante su matrimonio había sido su pasión por la saga Stars Wars. De hecho, Linda era más fan que él mismo y se había visto todas las películas (versiones remasterizadas incluidas) varias veces.

—¿De qué hablas? ¿Qué tengo que aprender?

—Las mujeres no sólo percibimos cuando los hombres nos están observando —dijo Linda con el tono de profesora de una escuela de primer grado—, sino que también nos fijamos a qué otras mujeres están observando cuando no lo hacen a nosotras.

—¿Quieres decir que, aunque no le prestéis la más mínima atención a un tío, os molesta que no os esté mirando? —Mike comenzó a replantearse seriamente todas sus ideas preconcebidas sobre el género femenino.

—¡Por supuesto que sí! Somos mucho más competitivas sexualmente entre nosotras de lo que son los hombres, aunque ellos casi nunca se dan cuenta de que rivalizamos por su atención —le aclaró debidamente Linda—. Siempre nos estamos fijando en otras mujeres y comparándonos con ellas de manera inconsciente. Preocupándonos por lo que no nos parece atractivo de nosotras mismas y reprochando los defectos de las demás.

«¡Las mujeres están como una cabra!». Recapacitó Mike, pero no se atrevió a verbalizar sus pensamientos para no volver a estropear de nuevo su conversación.

—¡Y yo que pensaba que no te creías esos estereotipos sexistas! —le comentó Mike con sarcasmo.

—De lo que te hablo no son de discrepancias entre mujeres y hombres, sino de hechos constatados personalmente. Y no es que no me los crea, es que los estereotipos se desmontan por sí solos —repuso su mujer haciendo un mohín con la nariz—. Tú, por ejemplo, eres capaz de distinguir dos tonalidades del mismo color perfectamente y yo soy buena en matemáticas desde que iba al jardín de infancia.

Después de eso permanecieron unos minutos terminando la comida que habían pedido y observando la afluencia del local. Linda parecía estar muy a gusto consigo misma después de haber instruido a su marido en su primera lección sobre las mujeres. Mike, sin embargo, seguía cavilando durante ese tiempo hasta que llegó a una curiosa conclusión lógica.

—Así que según tus propias palabras has sentido un poco de envidia cuando ese hombre se ha fijado en mí en lugar de en ti. —A medida que iba formulando la frase en voz alta Mike empezó a ver más claramente lo absurdo que sonaba. Linda se quedó unos segundos con la boca abierta y los párpados sin pestañear.

—Tanto como decir “envidia” no sé… —Logró articular Linda—… supongo que sí… puede que me haya sentido un poco celosa… No es que me atrajera ese joven, honey, pero ya sabes… Son cosas de mujeres.

—¿Sabes lo más irónico, Linda? —Mike todavía estaba asombrado de que su mujer acabara de confesar que había tenido celos de él, y no paraba de reír entre dientes—. ¡Ese joven ni siquiera podía evitar mirarme, igual que no ha podido evitar mirar a otra! —Linda no entendió el significado de sus palabras al principio—. Si algo sé de los hombres es que no podemos dejar de mirar a una mujer si no nos concentramos en evitarla. No nos damos cuenta de que estamos mirando lo que no debemos hasta que alguien nos lo dice.

—¡Nunca me lo había planteado desde esa perspectiva! —exclamó Linda con desconcierto, y seguidamente se echó a reír junto con Mike.

Continuará...

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

Memorial Day: en inglés, se podría traducir como Día de la memoria o Día de los Caídos. Es el último lunes del mes de mayo.

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

Ésta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, marcas registradas, lugares, acontecimientos o hechos que aparecen en la misma son producto de la imaginación del autor o bien se emplean en el marco de la ficción. Cualquier parecido con personas (vivas o muertas) o hechos reales es pura coincidencia.

Aviso a navegantes: En ningún caso se ha obtenido beneficio (económico o de otros tipos) alguno a través de esta obra, ni se ha hecho publicidad alguna de ninguna editorial. Esta es una obra amparada por una licencia Creative Commons completamente libre, desinteresada y, por supuesto, gratuita. Si estás pagando por leerla deberías denunciarlo como corresponde.

https://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/

Licencia Creative Commons – Reconocimiento – NoComercial – NoDerivadas (CC BY-NC-ND): No se permite un uso comercial de la obra original ni la generación de obras derivadas.

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

¡Hasta que nos leamos!

 

 

Mas de PeterSolomon

Los Diez Mandamientos de Todorelatos.com

Mis días siendo forzado: Capítulo 7 (4 de 4)

Mis días siendo forzado: Capítulo 7 (3 de 4)

Mis días siendo forzado: Capítulo 7 (2 de 4)

Mis días siendo forzado: Capítulo 6 (3 de 3)

Mis días siendo forzado: Capítulo 7 (1 de 4)

Mis días siendo forzado: Capítulo 6 (2 de 3)

Mis días siendo forzado: Capítulo 5 (1 de 2)

Mis días siendo forzado: Capítulo 5 (2 de 2)

Mis días siendo forzado: Capítulo 4 (2 de 2)

Mis días siendo forzado: Capítulo 4 (1 de 2)

Mis días siendo forzado: Capítulo 3 (2 de 2)

Mis días siendo forzado: Capítulo 3 (1 de 2)

Mis días siendo forzado: Capítulo 2 (2 de 2)

Mis días siendo forzado: Capítulo 2 (1 de 2)

Mis días siendo forzado: Capítulo 1

Mis días siendo forzado: Prólogo (3 de 3)

Mis días siendo forzado: Prólogo (2 de 3)

Mis días siendo forzado: Prólogo

Tras la mirilla del Voyeur

Contando orgasmos

Un penique por tus pensamientos

Mis días siendo forzado: Capítulo 7

Mis días siendo forzado: Capítulo 6

Mis días siendo forzado: Capítulo 5

Máquina automática de acotaciones

El guión largo (—) y los diálogos de los personaje

Mis días siendo forzado: Capítulo 3

Mis días siendo forzado: Capítulo 3

Mis días siendo forzado: Capítulo 2

Mis días siendo forzado: Capítulo 1

Mis días siendo forzado: Prólogo

Mis días siendo forzado: Capítulo 7

Mis días siendo forzado: Capítulo 6

Mis días siendo forzado: Capítulo 5

Mis días siendo forzado: Capítulo 4

Mis días siendo forzado: Capítulo 3

Mis días siendo forzado: Capítulo 2

Mis días siendo forzado: Capítulo 1

Mis días siendo forzado: Prólogo

Mis Días Siendo Forzado (Capítulo 7)

Mis Días Siendo Forzado (Capítulo 6)

Mis Días Siendo Forzado (Capítulo 5)

Mis Días Siendo Forzado (Capítulo 4)

Mis Días Siendo Forzado (Capítulo 3)

Mis Días Siendo Forzado (Capítulo 2)

Mis Días Siendo Forzado (Capítulo 1)

Mis Días Siendo Forzado (Prólogo)