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Mis días siendo forzado: Capítulo 7 (3 de 4)

en Sexo Oral

CAPÍTULO 7: Fuera de juego (3 de 4)

 

Los planes para el castigo de Mike estaban tomando forma y profundidad a medida que Linda iba investigando más y más sobre el tema. Pero para alcanzar su propósito, enseñarle cómo ser una mujer, necesitaba tomar medidas más radicales que todo lo que había hecho hasta entonces.

—Espero que hayas pasado un buen día en la oficina, Mike. Y bienvenida seas, Amy —exclamó de manera burlona Linda cuando llegó su marido del trabajo, alzando con una mano la peluca de su madre y con la otra una falda corta vaquera y una camiseta ancha de muchos colores al estilo hippie para que se la pusiera. Una vez más, Mike accedió voluntariamente por la excéntrica tortura de verse convertido en Amy de manos de su mujer. No obstante se hizo el remolón unos minutos antes de subir las escaleras, plantarse delante del espejo del dormitorio y comenzar a desvestirse para satisfacer los caprichos de Linda.

—Enséñame tu precioso trasero, Amy —le ordenó antes de bajarle los pantalones y las bragas.

Linda se aseguró de que el tampón que le había puesto esa mañana seguía en su lugar y que no se había deshecho de él a la primera oportunidad. Sin embargo, tanto Mike como ella llegaron a la conclusión de que resultaba poco práctico tener que cambiar el tampón personalmente cada vez que lo requería.

Linda no se replanteó el tema (como Mike habría esperado que sucediera) sino que le instruyó en otra de las grandiosas lecciones sobre las mujeres:

—Levanta una pierna y apóyala en el inodoro. Así, muy bien. —Le fue guiando paso a paso cuando se desnudó en el cuarto de baño. Mike sostenía el tampón extendido entre sus dedos con miedo y angustia, como si se tratara de una bomba de relojería que fuera a estallarle en las manos. Lo acercó a su trasero que mantenía abierto con la otra mano y titubeó un poco. Linda supuso que no sería capaz así que le instigó—. Puedes hacerlo, Amy. Tan sólo relájate e introdúcelo despacio sin hacerte daño. Cuando llegues al final empuja suavemente el tubo interior hasta el fondo. Y después retira la cánula de plástico lentamente y con cuidado.

Mike ejecutó sus órdenes al pie de la letra y admitió que era mucho menos violento y doloroso de esa manera que con la ayuda de Linda. Pero su rostro no mostró alivio alguno al ver el cordón de algodón del tampón sobresaliendo de su ano de nuevo.

Las tareas domésticas también prosiguieron inexorablemente. Después de que Mike se vistiera de mujer le tuvo enfrascado fregando los suelos, quitándole el polvo a los muebles del salón y aprendiéndose algunas recetas de cocina para la cena. Linda quería introducirle en su papel de esposa complaciente gradualmente. Sin embargo ese día Mike dejó de mostrar su habitual actitud estoica y resignada ante el castigo como al principio del mismo. Más bien era todo lo contrario, se comportaba de una manera enérgica y muy servicial a todo lo que le pedía Linda.

No tuvo que esperar mucho para descubrir qué era lo que motivaba tanto a su marido, para la hora de preparar la cena comenzó a relatarle su día en el trabajo mientras cocinaba junto con ella. Y al poco tiempo comentó sutilmente que su colega Vic había conseguido dos tickets para un partido de baloncesto.

—Tiene unas entradas de a pie de pista extraordinarias, se pueden ver a los jugadores a poca distancia, como te estoy viendo ahora mismo —Mike empezó a picar la cebolla y el resto de las verduras para el sofrito mientras hablaba animadamente—. Normalmente Vic suele reservarlas para los clientes de la agencia y para sus ligues, pero el otro día estuvimos charlando acerca de la final del campeonato del año pasado y pensó que me gustaría asistir con él y…

Linda en realidad no le prestaba mucha atención. Desde que había leído la noticia de la muerte de Tom Vasili había tenido un mal presentimiento retorciéndose en sus tripas. Una terrible e inconcebible posibilidad se estaba gestando en su mente. Asentía a lo que Mike decía de manera totalmente inconsciente.

—… se trata de la final y de un Boston Celtics contra Los Angeles Lakers, son rivales acérrimos. Es todo un clásico dentro de la historia del baloncesto. Además es el partido inaugural y no me gustaría perderme la oportunidad de verlos en vivo. Así que… Así que me preguntaba si me dejarías ir, por favor, el jueves después de salir del trabajo con Vic.

Linda viajó de regreso a la Tierra justo a tiempo de captar el sentido de la última frase. Sabía que su marido era un devoto fan de los Lakers desde bien pequeñito. En su estudio de trabajo tenía enmarcada una camiseta de baloncesto del equipo con el número 32 firmada a mano por el mismísimo “Magic” Johnson en el año 1991.

Linda había mirado en eBay en cuánto dinero se podría tasar, pero Mike no quería por nada del mundo venderla o deshacerse de ella.

—No, ni hablar, honey. —Terció su desaprobación cruzándose de brazos.

Mike estaba cumpliendo una penitencia precisamente por culpa de salir de marcha con su “amigo” Vic en Salt Lake City.

—Porfa, Linda —Mike dejó el cuchillo sobre la encimera y puso las manos en actitud de súplica.

—Es que el jueves quería que saliéramos juntas, las dos de compras a un sitio —mintió Linda a medias. No había hecho planes concretos para ese día, ni tampoco tenía motivos de peso para negarle que no fuera al partido, pero quería darle un pequeño escarmiento a su marido. Hacerle sufrir con la idea de perderse ese evento deportivo que tanto deseaba ver.

—Podemos ir los dos cualquier otro día que quieras a donde sea —le prometió de inmediato.

—¡¿Quieres negociar con esto?! —exclamó con falsa indignación Linda—. Perdona que te lo diga, pero tu castigo no es un acuerdo bilateral. ¿Acaso te tengo que recordar una vez más porqué lo haces?

—¡Sólo se trata de un partido de baloncesto, no es que me vaya a ir a un after-hours a ligar! —se burló Mike alzando los brazos como clamando a los cielos.

—No intentes hacerte el gracioso —le reprochó suspirando hondo—. ¿Y qué hay del local de stripteases ese del que no me hablaste? Cada vez que te juntas con tu colega Vic no puede salir nada bueno.

—Si no me crees, podrás vernos en el partido sentados en la primera fila, seguramente saldremos en la televisión —propuso sensatamente—. Por favor, déjame ir.

Mike puso unos convincentes ojos de cordero degollado que le hicieron dudar seriamente. En realidad no podía culparle de intentarlo con tanta vehemencia. Los últimos días su marido había bailado al son de la canción que ella había querido, obedeciéndole en todo lo que le había pedido. El pacto al que habían llegado no impedía terminantemente que él continuara haciendo su vida social como de costumbre. Linda tuvo que ceder en esta ocasión.

No obstante aprovechó la oportunidad para imponer sus propias condiciones.

—Vale, puedes ir a ese dichoso partido. —Capituló volviendo de nuevo la atención a la cocina. Mike empezó a celebrar su victoria demasiado pronto, bailó de alegría como un niño pequeño en Navidad—. Pero…

—¿Pero qué? —Dejó de bailotear de golpe.

Por la expresión alarmada que tenía su rostro, Linda supuso que se estaba imaginando algún escarnio público como, por ejemplo, presentarse en el partido vestido de Amy o algo por el estilo.

Empezaba a disfrutar mucho poniéndole en un aprieto una y otra vez, pero tampoco quería que se volviera muy susceptible con ella.

—Me gustaría mucho que me trajeras algo de regalo, ya sabes, un souvenir. Tan sólo eso.

—¿Tan sólo eso? Te recuerdo que la última vez que me pediste que te trajera algo, acabé en el Hollywood Inn disfrazado de Rita.

—No estoy enfadada contigo, honey —apostilló de manera franca Linda mientras atendía rápidamente a la sartén—. Tienes mucha razón. Es un inocente partido de baloncesto y sé que te gustaría mucho ir. Estás en tu perfecto derecho de tener un día para disfrutarlo sin mi compañía. No es que cancele tu castigo, pero tampoco es que tenga motivos para dudar de tu promesa. Además, si fuera a pasar algo entre Vic y tú…

—¡Y dale con la monserga! —murmuró Mike.

—Si fuera a pasar algo entre Vic y tú de lo que creas que tengas que sentir vergüenza —insistió una vez más, alzando un poco el volumen de la voz—. No tienes ningún motivo por el que ocultármelo.

—¡Lo dices como si fuera a acostarme con él!

—Puedo soportar que me hayas sido infiel, pero no pienso tolerar que me lo escondas una vez más.

—¿Cuántas veces tendré que insistir en que no me gustan los hombres?

—Vale, lo que tú digas. —Le siguió la corriente Linda como si no le atendiese—. Pero quiero que vuelvas lo más pronto que puedas del partido, ¿de acuerdo?

—Sí, de acuerdo —Mike se hundió de hombros un poco, como rindiéndose a las exigencias de ella y no mostrando demasiada euforia como antes. Pero en sus ojos brillaba la alegría. Linda se recreó unos minutos contemplando a su marido, disfrazado de Amy y animado ante la idea de ir a un partido de Los Angeles Lakers, no quiso estropearle el momento comunicándole la muerte de Tom Vasili, ni tampoco el resto de indagaciones que había realizado.

* * * * *

Mike cayó a plomo encima de la cama después de cenar y se quedó grogui de inmediato, sin apenas poder darle un beso de buenas noches a su esposa.

«¡Echo de menos mis bóxer!». Fue la última idea coherente que tuvo en su mente antes de que la bruma del sueño hiciera mella en él.

Se había acostumbrado tanto a llevar las bragas como ropa interior que apenas se daba cuenta de que las llevaba puestas, ni le molestaba llevar los genitales empaquetados con esparadrapo dentro de casa. Pero al ponerse el espantoso camisón para irse a dormir, tuvo un pequeño brote de nostalgia por la ropa varonil.

En el trabajo había tenido una sensación de angustia presente durante toda la jornada. Sabía que racionalmente no tenía nada que temer, nadie en el curro le bajaría los pantalones para hacerle una jugarreta, ni se interesaría en él por entrar en uno de los cubículos del baño en lugar de orinar como de costumbre en la fila de retretes.

Pero eso no quitaba que se sintiera inquieto ante esa ridícula posibilidad.

Lo más chocante es que en vez de tener miedo de que descubrieran que en realidad era un hombre, como le había pasado mientras estaba disfrazado de Rita o de Amy, tenía pánico de que alguno de sus compañeros de trabajo descubrieran el disfraz de mujer que se escondía debajo del hombre que era.

Sentía cómo si sus habituales ropas masculinas fueran un engaño.

Mike durmió toda la noche de un tirón, sin pesadillas ni apenas agitarse en la cama, de lo agotado que estaba. Había sobrevivido al primer día de castigo en la oficina convencido de que su tiempo dentro de Emmerich & Covington estaba llegando a su fin. Mrs. Bledsoe se encontraba en New York de viaje y seguramente anunciaría el ascenso de Eric Jenkins en la reunión que su secretaria había programado con el resto del grupo creativo para el viernes próximo en el que regresaba.

Antes de que rayara el alba Mike se despertó con una grata sorpresa por parte de Linda. Se encontraba debajo de las sábanas con la cabeza a la altura de su entrepierna y, de algún modo que no logró explicarse, le había bajado sus bragas y quitado los esparadrapos de sus genitales.

El cosquilleo de su cabello sobre sus muslos le sacó ligeramente de su inconsciencia, pero lo que lo despertó definitivamente fue cuando se enterró de lleno debajo del camisón de franela e introdujo el extremo del miembro de Mike (empalmado por la típica erección matutina masculina) en su húmeda y tórrida boca.

«¡Es mejor que un toque de diana!», pensó Mike recordando súbitamente los años de su juventud en los que el “General” le despertaba a gritos.

La cabeza de Linda bajaba y subía repetidamente debajo de las arrugas de la sábana, mientras iba metiéndosela más y más adentro de su garganta. Mike no pudo evitar agitarse cuando comenzó ella a chupar su polla con entusiasmo y sus piernas se arquearon levemente. Linda le agarró de los tobillos, le obligó a flexionar sus rodillas para apoyarlas sobre sus hombros y reanudó su extraordinaria sesión matinal de sexo oral.

Mike intentó destapar las sabanas para verle el rostro, pero un gruñido de protesta que ella emitió con la voz sofocada, vibró en su entrepierna de una manera muy desagradable. Era sumamente excitante no verse las caras, además de toda una práctica novedosa para los dos. No es que su vida sexual fuese monótona y aburrida, pero Linda habitualmente se había comportado en la cama de una manera muy straight. Las suaves manos de su esposa se aferraron a sus firmes nalgas para profundizar todavía más con sus delirantes labios y llevarlo al éxtasis en cuestión de minutos. Mike se mordió suavemente un dedo para evitar exclamar un bramido cuando notó que iba a correrse.

Linda no se apartó de su entrepierna, como de costumbre, sino que agarró la base del pene y lo apretó ligeramente con sus manos para retrasarle el orgasmo. Y después de unos segundos dejó de apretar en ese preciso punto para que su corrida se derramara dentro de su boca abierta, como si hubiera abierto un grifo.

La sintió maniobrar sobre su más que complacido miembro, lamiéndolo con un deleite que de ningún modo habría sospechado que tuviera ella. Y seguidamente su rostro risueño surgió de debajo de las sábanas con los labios ligeramente manchados.

—¡Buenos dí…! —Logró decir Mike antes de que su esposa le plantara un beso de tornillo en toda la boca.

No le dio un ataque escrúpulos el sabor de su semen que ella le devolvió con la punta de la lengua. Era salado y ligeramente dulce, a la vez que espeso y le inquietaba un poco que no le produjera ninguna arcada. En su lugar la abrazó del cuello para besarle con más profundidad y devolverle la corrida como si fuera una pelota en un partido de ping-pong.

—¡Buenos días! —le respondió Linda después de lamer una gota que le pendía a él del labio—. Siempre digo que el desayuno es la comida más importante del día.

—¡¿Dónde narices has aprendido a hacer eso… eso de frenarme el orgasmo?! —no pudo evitar preguntarle atónito con la voz de Amy.

—¿Por qué te interesa? ¿Es que quieres usarlo con alguien? —le retó Linda riéndose de su desconcierto unos momentos—. ¡Oh, honey, no te enfades! Lo leí en un número antiguo del Cosmo, en un artículo que trataba sobre trucos sexuales. Aunque, sinceramente, nunca lo había puesto en práctica hasta hoy.

—¡Pues ha sido genial!

—Ya lo sé —exclamó Linda con orgullo descarado, antes de marcharse de la habitación para conectarse online a tiempo para la apertura de la bolsa de New York. Mike miró el reloj de la mesita y soltó un reproche de disgusto, apenas eran las seis de la mañana.

«¡Hoy va a ser otro día muy largo!». Se dijo cuando se levantó de la cama y vio su reflejo en el espejo.

Continuará...

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After hour: en ingles, se traduce como Después de la hora. Local, pub o discoteca que abre después de la medianoche o la madrugada.

Straight: en inglés, rígido en el sentido sexual, en contra de liberal.

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Ésta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, marcas registradas, lugares, acontecimientos o hechos que aparecen en la misma son producto de la imaginación del autor o bien se emplean en el marco de la ficción. Cualquier parecido con personas (vivas o muertas) o hechos reales es pura coincidencia.

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¡Hasta que nos leamos!

 

 

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