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Un verano con Bea

en Sexo con maduros

Un verano con Bea

Espero que el siguiente relato sea del agrado de mis lectores, se sale un poco de la tónica de mis relatos anteriores y les agradeceré su valoración y comentarios que son muy importantes para mí, sean positivos o negativos. Pierre

 

Todo transcurrió durante un verano a principios de los años ochenta en una isla de las baleares.

Ese verano la pasé en mi casa de veraneo, estaba solo, pues mi mujer se había tenido que quedar en la península a terminar un trabajo importante, yo aproveché para descansar y pasar un tiempo de ocio y soltería.

Recuerdo aquella tarde que pasé a visitar a mi amigo de la infancia, éramos como hermanos, tenía un chalet cerca de mi casa y también pasaba los veranos en la isla.

Estaba tomando una copa de vino en la terraza junto a su esposa Barbara y platicábamos de tontería y media recordando épocas pasadas, cuando la vi, estaba asoleándose en el jardín junto a la piscina, me pareció estar viendo a Sue Lyon en la hermosa película  “Lolita” de Stanley Kubrick, llevaba un minúsculo bikini que acentuaba su cuerpo juvenil, cuando me vio, se levantó, se echó un chapuzón y se encaminó hacia nosotros, se acercó, mojada, esbelta, bronceada, con el sol que iluminaba su vello ambarino finísimo, era un ser extraordinario en que las mujeres se convierten durante ese breve espacio de sus vidas, antes de entrar en plena adolescencia y recién salidas de la crisálida infantil.

Me miró y sonrió, ¡como sonreía!, su mirada azul me desnudó por completo. Su padre  me presentó una vez más.

¿Te acuerdas de Bea?, Ha pegado un estirón, ¿verdad?

La última vez que la había visto había sido un año antes, entonces era todavía una niña.

Ella se acercó y me besó en la mejilla, rozando ligeramente mi boca y sentí un calor que me abrasaba. Estaba claro que sabía lo que quería cuando su boca rozó la mía.

La flecha que me atravesó nada más al contemplar el espectáculo majestuoso de su cuerpo semi desnudo avanzando hacia mí, fue suficiente para abrir una herida de esas que no cierran, Aún hoy, a tanta distancia de aquel día, todavía se me ponen los pelos de punta.

Yo, obviamente me quedé petrificado, mirándola, me miró desde el infierno, respiré hondo y me serví otra copa de vino.

Toda esa tarde noté dificultades en mi respiración y falta de coordinación en mis movimientos, no podía quitarle la vista de encima ni quitarla de mi cabeza. Y es que Bea era una de esas criaturas consagradas a lo extraordinario.

Cuando nos encontramos, nos dimos cuenta de inmediato que juntos podíamos tocar nuestros sueños.

Como el talento, ella no tenía explicación, desde el primer instante supe que estábamos destinados a enloquecer juntos, a llevar al límite nuestros sentidos.

Se sentó junto a mi mientras se secaba los muslos, me miró con esa mirada infinita, mientras tiraba la toalla y tomaba una coca cola, tiró una gota en su vientre dorado y la extendió con una mano mientras me miraba coquetamente, entonces rompió el hielo:

--Me dijo mi mamá que tienes una casa muy bonita, llena de cosas hermosas, tienes que enseñármela un día.

--Si—dijo su padre, tienes que enseñársela un día, Bea quiere ser arquitecta, le gustan mucho los libros y las películas clásicas y esas cosas, y después del BUP estudiará arquitectura en la universidad.

Ella volvió a sorber la pajita de la coca cola y mirándome le dio un toque casi imperceptible con la punta de la lengua.

--Un día de estos—dije yo, mirando el abultamiento de su pubis en el bañador, la miré a sus ojos y mirándome se sonrió, y bajó los ojos descaradamente hacia mi entrepierna que mi verga iba hinchando.

--Mañana no tengo nada que hacer—dijo—si quieres me acerco con la bicicleta hasta tu casa.

Yo me dije, que era ella, la que aparecía en mis fantasías más eróticas, pensé que tenía tantas ganas como yo de estar juntos, soñé con su desnudez, y la vi acariciándome y acariciando ese cuerpo hermoso. Pensé en cuantos grandes del arte habían enloquecido por criaturas como ella. Dante se enamoró de una Beatriz de nueve años, Petrarca de Laura de doce, la misma edad que el Marqués de Sade adjudica a Justine, y Nabokov en su Lolita, la describe de quince o dieciséis, de la cual era su encarnación.

Entonces decidí, aunque mi vida se volviera un infierno, que tenía que tenerla.

Al día siguiente fue a verme, y comprobé que mi casa la emocionaba.

Nos convertimos en amantes sin titubeos. No tuvimos que decirnos nada, le enseñé mi biblioteca y la dejé hojeando un libro ilustrado de “Afrodita”, fui a poner un disco de Roberta Flack “Killing me softly” y me senté en el diván a beber una copa de vino.

--¿Quieres beber algo? —Le pregunté.

Ella asintió, y acercándose sin dejar de sonreír, me quitó la copa y se sentó en mis rodillas, y me besó larga y suavemente. Abrió mi boca con su lengua y sus brazos me abrazaban, mientras Roberta Flack cantaba, entonces mi mano tocó sus piernas y la metí por el pantaloncillo, no llevaba bragas, así que sentí la pelusa de su pubis y la abertura de su vagina juvenil que ya estaba húmeda de deseo.

--Soy virgen—me dijo con un susurro.

--¿No lo has hecho nunca?

Si, unas veces con un compañero de escuela, pero nada más tocando, y aun soy virgen.

--Me gusta que lo seas—le dije.

Le quité el short y la tendí en el sofá.

--¿Sabes que más de una vez me he masturbado pensando en ti?, pensando que me follabas –me dijo.

Estaba mojada y contemplé su sexo desnudo, me agaché y lo besé, ella se estremeció, lo abrí con mis dedos y hundí mi cara y tuve su sabor en mi boca.

Este es el manjar más exquisito—le dije.

Ella me levantó la cabeza y besándome me dijo:

--Tenemos que buscar un sitio para nosotros, aquí no puede ser.

Tenía razón, necesitábamos un templo para nosotros únicamente.

--Tengo un apartamento que está vacío, lo alquilamos en verano, pero lo han desocupado recientemente, mi mujer no tiene que saber que se ha desocupado, si quieres vamos mañana

--sí, me dijiste.

Durante un rato estuvimos tumbados abrazándonos, ella notaba el bulto que, hacia mi verga en el pantalón, pero se limitaba a acariciarla por encima.

--es más grande que la de tu amigo del colegio. —le dije.

Ella sonrió, y entonces me abrí la bragueta y la saqué, ella la miró largamente.

--es preciosa—me dijo

La tomó en sus manos y empezó a pasar los dedos alrededor de la cabeza esparciendo el líquido que salía, alzó sus dedos y los lamió.

--exquisito—me dijo, y empezó a bajar y subir su mano por el tronco.

--bésala—le dije. Cerró los ojos y acercó sus labios para besarla con dulzura.

--¿Se la has chupado a alguien alguna vez? —le pregunté.

---No, pero lo he soñado más de una vez—me dijo como esperando una orden.

--empieza a darme con la lengua como hacías con tu dedo, alrededor de la punta—le dije.

Empezó entonces a lamer y mi polla se ponía cada vez más dura, empezó a bajar el prepucio y descubrir el glande y empezó a lamer todo alrededor degustando el poco esmegma acumulado por la calentura.

--me gusta—me dijo mirándome lascivamente. --¿Qué es?

--Esmegma o comúnmente queso de hombre—le dije aguantando su cabello para que siguiera.

--ahora baja la lengua por todo el tronco hasta llegar a mis huevos.

Lo hacia todo con tal perfección que parecía haber nacido para eso, sentí como el esperma empezaba a subir.

--Métetela toda y chupa—le dije.

Empezó a chupar con fuerza sin lastimarme con los dientes, aprendía rápidamente y metía la verga todo lo que podía, parecía querer comérsela toda, chupaba como si fuera un chupa chups.

--Ahora, ahora ¡chúpala entera!

--estoy por correrme—le dije--¿Quieres que lo haga en tu boca?

--Si, hazlo en la boca. Córrete.

Me corrí intensamente, sentí que me vaciaba mientras Bea tragaba y no dejaba de chupar, se quedó un rato con mi verga en la boca.

--Fue maravilloso—dijo—me corrí yo también, creo que la podía estar chupando toda la tarde.

Después de esto volvió a su casa en su bicicleta, y quedamos de vernos al día siguiente en el apartamento, que no quedaba lejos de ahí.

Llegó como a las tres de la tarde, la esperaba con ansias, cuando le abrí la puerta, me besó intensamente, la lleve a la cama y me senté en la orilla, ella se paró enfrente de mí y reposé mi cabeza en su vientre, mientras mis manos exploraban sus muslos hasta apretar su culo, le quite la falda y le bajé las bragas, su pubis se enredó en mis labios mientras presionaba mi cara. La tumbé en la cama y empecé a acariciar su coño, cuando llegaba a su clítoris se agarraba y arañaba las sabanas, como si no resistiera el placer que le causaba, poco a poco fui metiendo mis dedos en su coño hasta ensancharlo suficiente, cuando supe que estaba preparada me tendí boca arriba y le indique que se montara encima de mí.

---deja que vaya entrando poco a poco, no te fuerces, y si te hace daño paramos—le dije.

La metí despacio, me aceptaba como si fuera su boca, sentí como penetraba hasta lo más profundo, mientras ella gemía de placer, sin darnos cuenta nos movíamos acompasadamente

--Te siento adentro, es maravilloso, te amo, métela lo más que puedas. —

Yo no quería correrme rápido, así que la saque y empecé a besar su coño lleno de fluidos que sabían a néctar de su cuerpo, le di la vuelta y empecé a besar sus nalgas hasta llegar a su culo en donde mi lengua hizo el papel de verga y la metí todo lo que podía, mientras ella se estremecía de placer.

---Así, así, mete tu lengua en mi culo, me fascina—dijo casi llorando de placer.

La volteé, y se la volví a meter.

--me matas de gusto—dijo—dime que te gusta, para que yo te lo haga.

--me gusta todo—le dije.

--¿quieres que te mame la verga y el culo?

Yo no aguanté más y eyaculé con todas mis fuerzas llenándola de mi semen.

--¡fue maravilloso—dijo mientras tomaba mi verga ya ligeramente flácida y la metía en su boca, lamiendo los residuos de mi corrida.

Esa primera vez fue hermoso. Descansamos y abrazados escuchamos música un rato largo.

Todas las tardes llegaba a la misma hora, hacíamos el amor de muchas formas, siempre con la misma pasión. Un día estando acostados, en los preámbulos me dijo al oído.

--Métemela por el culo, quiero sentirte en mi culo. —dijo.

_--¿Esta segura?, puede dolerte—le dije.

--No me importa, lastímame si quieres, pero quiero sentirte dentro.

Empecé metiéndole los dedos uno por uno, hasta meter tres de ellos, tenía aceite bronceador que usé para lubricarla----, dime si te duele—le dije. Ella se puso en cuatro patas y se abrió las nalgas con sus manos.

--esto lo he soñado muchas veces. —me dijo.

Empecé a meter mi verga lentamente, para mi asombro se deslizó con facilidad y sin pensarlo lo tenía casi toda adentro.

--¡más, métela más—gritaba.

Dio un pequeño grito cuando alcancé a meterla en su totalidad. Estuvimos en esa posición un buen rato, yo le empecé a acariciar el clítoris hasta que sentí sus estertores orgásmicos.

--¡córrete dentro, por favor, lléname de tu leche!

Cuando terminamos caí hacia un lado, y ella, para mi sorpresa, tomó mi verga así como estaba y la empezó a chupar.

--¿Te gustó? —me dijo.

--fue apoteósico-- le dije riendo.

Durante varias tardes estuvimos sin salir del departamento, algunas veces salíamos a un bar cercano, a Bea le gustaba pasar como mi hija y siempre se refería a mi como Papito, a las dos semanas salimos a una cala cercana a pasar el día. Como todos los veranos la playa estaba a reventar, pusimos nuestra sombrilla en un lugar un poco apartado y nos tiramos a tomar el sol. Ella estaba como siempre, resplandeciente, con un diminuto bikini el cual se volvió monokini, pues le gustaba tomar el sol casi integral.

--¿Te molesta si me quedo en pelotas? —me preguntó.

--La verdad soy un poco tradicional, pero si quieres por mí no hay inconveniente—Ella se rio y se quedó con la tanga puesta.

Le estaba poniendo un aceite bronceador en la espalda, cuando pasó un hippie vendiendo tangas, era un hombre joven con una barba larga y pelo hasta los hombros, bastante descuidado en su higiene pues despedía un tufo muy fuerte,

--Hola guapa, quieres un tanga, están baratos, dile a papa que te lo compre.

--Bea se volteó hacia mí sonriendo y me dijo, ¿Me lo compras papi?

Le compré dos tangas diminutas, y el hippie se fue muy contento, no sin antes darle una dirección a Bea diciéndole que cuando quisiera pasar, le enseñaría más cosas.

Bea me acarició el pelo y me dijo.

--¿Sabes qué cosa me da mucho morbo?

--No-- le respondí---

--Chuparle la polla a uno de estos hippies, así, bien marranos y que huelan a distancia, como este. Ja, ja. -- Y me dio un beso muy húmedo.

--Dime, ¿No te gustaría verme con otro hombre? ¿Por ejemplo un hippie como estos que no se bañan nunca?

--No especialmente, le dije—

--¿Te pondrías celoso?

--No—mentí—Tu eres joven, ávida de nuevas experiencias y tienes la vida por delante, yo tengo mi vida hecha, no quiero nunca ser un impedimento para que realices tus deseos.

En realidad, me estaba consumiendo de celos, pero no quería demostrarlo.

--A mi si me gustaría verte con otra mujer y hacer un “menage a trois”, dos, para ti solito, ja, ja.

--Estas loca, Bea—le dije riendo.

Esa tarde regresamos al apartamento e hicimos el amor como siempre. Bea cada vez era más curiosa respecto al sexo, y estaba ávida de nuevas experiencias, una vez, después de hacer el amor, me levanté a orinar, ella me acompañó y se puso en cuclillas a un lado del váter.

--Déjame ver como meas—me dijo,

Empezó a ver atónita como salía el chorro ámbar, entonces, ya para terminar, tomó mi verga y se la metió en la boca chupando las ultimas gotas.

--Me encanta, de aquí en adelante, cada vez que vengas a mear quiero limpiarte con la boca, mejor, quiero que te mees en mi boca de vez en cuando.

La levanté y le di un beso apasionado, su boca conservaba el sabor de los orines.

Todas las tardes, nos desnudábamos y permanecíamos horas leyendo, oyendo música o viendo algún video, tenía una colección de peliculas clásicas eróticos, “Bella de dia”, “Enmanuelle” “ Historia de O” y una en especial que le gustó mucho “El Imperio de los Sentidos”,   una tarde preparé mejillones a la marinera con vino blanco para la cena y de postre unos higos de la región recién cortados estupendos, era la época de los higos. Como siempre pasé una mesilla a la orilla de la cama, los dos desnudos, al terminar los mejillones, agarré un higo y lo partí con los dedos.

--Mira, es como una vagina, húmeda y pidiendo ser comida—le dije.

Entonces ella se recostó en la cama y doblo sus piernas con las rodillas hacia arriba y colocó una almohada en su culo.

--Quiero que me metas el higo—me dijo con una mirada lasciva.

Tomé la mitad del higo, y la introduje en su coño rebosante de mi semen y sus jugos, se estremeció con la sensación del higo y me dijo.

--embárralo bien y dámelo en la boca. —

Lo metí y lo froté en su interior, el higo salió como si estuviera en miel.se lo puse en la boca y la abrió sensualmente para después darle una pequeña mordida.

--¡Está delicioso!, me encanta su sabor, me comería una docena. —me dijo antes de comérselo completamente.

--¿No quieres probarlo? —me sugirió

Metí otro y lo comí con lascivia, nos comimos otros seis, al terminar me dio un beso todavía con sabor de higo macerado en semen.

--Me encanta el semen, un día quiero que me bañes con él.

--No me alcanzaría—le dije sonriendo.

--No importa, traerías a seis u ocho más—me dijo.

No sabía si estaba bromeando, en todo caso fue una tarde sumamente erótica, y el festín afrodisiaco lo repetimos varias veces.

En otra ocasión, me dijo que quería que me corriera en su cara, se arrodilló y me empezó a dar una mamada, cuando estaba listo se la saque de la boca y me corrí profusamente en su cara, al terminar quedó un rato con los ojos cerrados y se relamió los labios, la imagen de esa mujer bellísima, bañada en semen resultaba sumamente excitante.

--Me fascina estar así, con tu semen en mi cara, hoy no me lavaré en la noche, quiero mantener tu olor cuando me duerma, prométeme que un día traerás a varios hombres para que se corran en mi cara. —me dijo seriamente.

El nivel de pasión iba aumentando con el tiempo, una tarde me confesó que todos los días se iba a su casa con el coño rebosando de semen, no se lavaba, le gustaba dormir sintiendo la humedad y el olor que se volvía más fuerte a medida que pasaba el tiempo, y al día siguiente le gustaba meterse los dedos y chupar el semen y sus jugos, que tenían un sabor más intenso y le hacía tener un orgasmo.

La siguiente semana me dijo que la habían invitado sus compañeras de clase a la playa y pasar la noche el siguiente fin de semana, y si quería acompañarla, le dije que no, que tenía que hacer unos trabajos atrasados, la verdad no me apetecía ir de papá cuidador. Fue la primera vez que deje de verla y hacer el amor por dos días consecutivos. El domingo llegó al medio día, estaba radiante y bella, me besó como siempre, tomándome de la nuca y acariciando mi cabello mientras su lengua penetraba en mi boca, nunca más me han besado como besaba Bea.

Me dijo que tenia un hambre voraz, pues no había comido nada solido desde el día anterior.

--Solo líquidos y…bueno, leche también—me dijo riendo.

--Por cierto, una leche tan densa que parecía nata, ja, ja.

Nos fuimos a la cama y la desnudé, tenia ganas de ver su cuerpo y de acariciarla. Me llegó de inmediato un olor fuerte de sexo sediento. Ya desnudos, llevé a la mesilla de cama, la cubeta con los mejillones, y una botella fría de vino blanco verdejo.

Bea materialmente los devoró, me estaba levantando para traer los higos cuando me tomó del brazo y me dijo.

--¿Quieres que te cuente que pasó en la playa?

--sí, claro, dime. –

--Cuando llegamos a la playa me tumbé a tomar el sol, no podía dejar de pensar en ti, quería tocarte, quería sentirte dentro de mí, estaba tan excitada con mis pensamientos que mojé toda la tanga. –

--¿Y que más?, ¿no tuviste muchos pretendientes que hayas deslumbrado con tu belleza?

--Pues, si, ¿te acuerdas del hippie que me vendió las tangas?, pues ahí estaba, y me preguntó si no había ido con mi papá, cuando le dije que no, que estaba sola, me invitó a su cabaña para enseñarme más cosas. Como te acordarás, te platiqué que me daba mucho morbo fantasear con hippies sucios y malolientes, así que acepté, pues se asemejaba mucho al hippie de mis fantasías perversas, se presentó como John, me dijo que había nacido en américa, caminamos como doscientos metros adentro del bosque en donde se localizaba su covacha, cuando llegamos, estaba un amigo suyo, Jeremy, era bastante flaco y barbudo y muy feo, estaba fumando un porro y me dijo que si quería acompañarlo, que era una hierba muy buena, me dio curiosidad y acepté, estuvimos durante un rato fumando y tomando un licor raro que me dieron, entonces me empezó a dar vueltas la cabeza y después no recuerdo nada, pasaron algunas horas y desperté en la cama de John completamente desnuda, ya era de noche y oí ruido de risas y guitarra en el patio. Me puse una vieja playera que estaba en una silla y salí, estaban John y Jeremy acompañados de otro amigo, este era un poco mayor, parecía un vagabundo pero no lo era , tenia una gran barba y un pelo que le caía hasta los hombros, estaba muy sucio y después me percaté del olor a mugre que despedía, pero era muy simpático, se llamaba Frank y sabia de muchas cosas, estuvimos platicando y me preguntó si alguna vez había probado el té de cannabis, le dije que no, entonces sacó una bolsa en donde estaba un gran manojo de hierbas y me dijo:

---Te voy a preparar uno, tiene un alto poder afrodisiaco y de desinhibición—-Enseguida tomó una pequeña vasija y le puso varias hojas de cannabis, después  para mi asombro empezó a mearse en ella hasta casi llenarla, luego le puso una cucharada de miel y la puso al fuego, cuando vieron mi cara de asombro empezaron a reír y me dijeron que ese era la preparación para mujeres, para ellos tenia que poner yo el ingrediente, así tomaron otra vasija , le pusieron las hojas y me dijeron que meara, yo estaba muy turbada pero me acuclille sobre el tarro y solté una gran meada pues ya tenia muchas ganas, todos aplaudieron y lo pusieron al fuego después de ponerle la miel. La pócima sabia mejor de lo que olía, me la acabe toda, después empecé a sentir un calor en todo el cuerpo, y todos mis poros me pedían una verga, acabé mamándoselas a los tres, mi sueño de chupar pijas sucias de hippies se había cumplido, ¡ Y de que manera!, las vergas de todos especialmente la de Jack estaban mugrosisimas, llenas de queso y con un olor entre meados y marisco, pero con lo que había tomado me supieron exquisitas, se las chupé y me follaron dos veces cada uno, al final ya me dolía el coño y la mandíbula, ja, ja.

--Ahora si puedes ir por los higos—me dijo.

Cuando llegué con la fruta, ya estaba recostada con las piernas separadas y las rodillas arriba.

--Ya estoy lista y ansiosa, no aguanto las ganas de mis higos con miel—me dijo.

---Falta que le ponga mi ingrediente—le dije.

--No hace falta, mi coño esta rebosante—

Y tenia razón, su coño estaba rebosante de esperma de los tres hippies, y ese era el olor a marisco que despedía, partí el higo y se lo metí, sacándolo escurriendo de la lefa acumulada, se lo di en la boca y me tomo de la nuca para compartirlo boca a boca, me dijo que nunca había experimentado algo mas perverso. No aguanté más, y antes de meter otro higo me abalancé y la poseí pasionalmente. Sentí como mi verga entraba resbalando por la vagina de Bea, la sacaba constantemente para que ella la chupara toda embarrada con mis jugos y el esperma de los hippies, no aguantaba la avalancha de esperma que derramé copiosamente en su coño.

Estuvimos largo rato tendidos, le dije que en tres días me tenia que ir a Madrid por asuntos de trabajo, y que como faltaba poco para el inicio de sus clases, este podría ser una despedida.

Bea me abrazó y lloro sobre mi pecho, entonces se levantó rápidamente y cogió el teléfono para llamar a su padre, le dijo que una amiga le había invitado a estar en su casa para preparar un examen que debía, y que estaría fuera tres días. Al colgar me dijo que esos tres días los quería pasar conmigo algo así como en la película japonesa “El imperio de los sentidos”. Le dije bromeando que sí, pero sin un final como el de la película. Ella sacó una bolsa llena de hierba de cannabis y me dijo que prepararía el té para los tres días, para ella y para mí. Efectivamente, aquel té era en extremo afrodisiaco, hacíamos el amor dos o tres veces al día, de todas las formas, estábamos hambrientos el uno del otro. La comida la encargaba y llagaba a mi puerta, sobra decir que diario nos surtían de higos.

Pasaron tres años, hasta que la volví a ver, acababa de entrar a la universidad de Barcelona a estudiar arquitectura, cuando supe esto a través de sus padres, busqué que me invitaran en la universidad a dar una conferencia sobre arte. Allí la vi, inmediatamente la reconocí entre la audiencia, no podía pasar desapercibida, bella como siempre, había dejado ya esa candidez infantil, ahora era una mujer de belleza inigualable. Cuando terminó mi platica se acercó a mí y dándome un abrazo me besó en la mejilla con amor.

--Mira, tío, te presento a mi novio Carlos, estudia también arquitectura—

Me imaginé que me había dicho tío, para justificar el beso amoroso delante del muchacho.

Me preguntó en donde me alojaba, pues tenía que dejarme un regalo de sus padres.

Esa noche la esperé ansioso, llegó a mi habitación cerca de las nueve, iba sola, en cuanto entró nos abrazamos amorosamente mientras nos quitábamos la ropa con ansiedad. Hicimos el amor dos veces esa noche, estuvimos dos días juntos, mi amor no solamente se conservaba, sino que había aumentado.

Desde ese día cada dos meses doy una conferencia en Barcelona.