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Therese y Lucette III Parte Lucette

en Amor filial

Therese y Lucette

III Parte Lucette

La carpeta de Lucette no estaba tan impecable como la de Therese, Jaques, al abrirla, se encontró con una foto de Lucette, parecía de estudio por lo bien que estaba tomada, se maravilló de la belleza de esta jovencita, era algo único, una cara angelical con un cabello largo y rubio, pensó que podría ser modelo de cualquier revista o marca publicitaria. Notó que al final había un sobre cerrado pero su ética le contuvo de abrirlo por el momento.

Jaques percibió inmediatamente la escritura no tan estudiada como la de Therese, su expresión era más libre y empezó a leerla con verdadero interés.

“Mi nombre es Lucette, nací en Toulouse en 1938, mi madre se llama Therese y mi padre se llamó Charles Dupont, quedé huérfana de padre a muy temprana edad.

Soy una puta y me gusta serlo, es más, siempre fui puta desde pequeña, esto no me avergüenza, al contrario, me siento orgullosa de ser la más putas de las putas, como me lo han dicho muchos hombres, también reconozco que me gusta ser humillada, nada me da más placer que el sentirme degradada, y me atraen los hombres sucios y mayores, de esos que llevan la perversión en la sangre y que les gusta usar a jovencitas como yo para satisfacer sus deseos más impuros.

Desde pequeña fui una niña precoz, mi imagen despedía algo que atraía a los hombres, y a mí me gustaba mucho saberme admirada y deseada, sin saber a ciencia cierta qué era lo que todos miraban en mí y que despertaban su lujuria y su morbo, siempre fui bonita, tengo los ojos color turquesa y el pelo dorado, mi cara siempre fue de niña traviesa, lo que despertaba mucho morbo. Recuerdo que siempre fui muy guarra, tenía una amiguita de la misma edad que yo, nos encerrábamos en mi cuarto y nos metíamos mutuamente el dedo en nuestra cuquita y en el culo para luego chuparnos mutuamente. Como fui muy bonita (eso decían todos) era el orgullo de mi padre que me consentía de sobremanera, le gustaba llevarme de paseo y ver como todos se admiraban de mi belleza.

 En el colegio me gustaba excitar a mis amiguitos y me dejaba meter mano por todas partes, pero en especial me gustaban los hombres mayores, esto lo notaban ellos y me gustaba, mi madre me reñía diciendo que era muy coqueta y que eso no era bueno. Siempre fui una niña feliz y me logré sobreponer cuando mi padre enfermó y estuvo mucho tiempo sin poder moverse y ya no salía a pasear con él cómo solíamos, pero entonces llegó mi abuelo, que durante el tiempo que estuvo enfermo mi padre nos visitaba cada dos o tres semanas y permanecía con nosotros tres o cuatro días, entonces me sacaba a pasear e iba al cole por mí y me llevaba a comprar algún helado y luego me llevaba al hotel en donde se hospedaba y me contaba cosas, pero sobre todo, me gustaba cuando me tocaba la cuca y mi culito y me decía que era muy bonita, yo me sentía muy mujercita cuando hacia esto y me gustaba estar cada vez más tiempo con él. Fue él, quien me enseñó las cosas de sexo que tanto me gustan, me besaba el chochito y mi culito y me decía que me iba a enseñar a ser una mujercita. Recuerdo que una vez, después de haber lamido mi coñito y darme placer, le pregunté  si yo le podía hacer lo mismo, él se puso muy contento y sacando su miembro me enseñó como tomarlo y moverlo para darle placer e incluso me enseñó a chupárselo, cosa que me gustó mucho y a lo que me aficioné, especialmente me gustaba cuando se corría en mi boquita y yo lo bebía todo, él me decía que era lechita de hombre y que haría muy feliz a todos los hombres porque lo hacía muy bien, yo me sentía muy orgullosa, y así, todos los días en los que estaba de visita, hacíamos estos juegos, después de varias semanas yo me había aficionado tanto a estas caricias morbosas, que, cuando él se despedía me quedaba llorando, fue entonces cuando extrañando a mi abuelo decidí que debía probar con mis compañeros de escuela, me iba a los aseos de niños y cuando se sacaban su verguita para mear yo se las agarraba y se las chupaba, no me gustaba tanto como me gustaba la de mi abuelo, pues eran muy chiquitas y no olían a macho , sin embargo me tuve que conformar.

Después de unas semanas ya se había dispersado entre todos los alumnos lo que hacía, y todos querían una mamada, era la niña más popular de la escuela, a veces se las mamaba a cinco o seis chicos durante el recreo. Una vez, estando arrodillada mamándosela a un niño, entró el bedel y nos sorprendió, los niños salieron despavoridos y yo me quedé sola en los aseos con el bedel, este era un hombre muy feo y todos le tenían miedo y decían que olía muy mal pues nunca se bañaba, tenía como cincuenta años y tenía una gran barriga. Cuando me vio, me tomó de una oreja y jalándola me puso de pie, yo empecé a llorar cuando me dijo que me iba  a acusar con el director y me iban a expulsar de la escuela, yo le supliqué que no lo hiciera y que haría cualquier cosa con tal de que no me acusara, el hombre me miró con cara de sádico y me dijo que estaba bien, que al salir de clase y sin que nadie me viera, fuera a su cuarto, que estaba en el sótano de la escuela, yo le aseguré que ahí estaría.

Cuando salí de clases, obedientemente fui al sótano y entré a su cuarto, ahí estaba esperándome, le pregunté qué cosa quería que hiciera (aunque ya me lo imaginaba) y entonces me dijo:

--“Primero te voy a pegar unas nalgadas para que se te quite lo marrana, así que levántate la falda y quítate las bragas”—

Yo me sentí muy asustada y lo obedecí, él se sentó y me acostó en sus piernas boca abajo, me levantó la falda y empezó a azotarme las nalgas, yo empecé a llorar, pues nadie me había azotado de esa manera, pero lo extraño fue, que después de un rato me empezó a gustar y a excitarme, y cuando paró, le dije que me pegara más para que aprendiera a ser buena niña, él se rio y me dijo que era una putita, esa palabra me gustó y le dije que sí, que era una putita, así me azotó un poco más, pero después me dijo que también le tenía que hacer lo que le estaba haciendo a los niños en el aseo, yo ya estaba húmeda del placer que me habían dado las nalgadas, así que me baje de sus piernas y me arrodille delante de él, este se levantó de inmediato y bajándose el pantalón sacó una verga enorme, más grande que la del abuelo y olía más fuerte, yo  la tomé con mis manos dulcemente y le empecé a subir el pellejo como me había enseñado el abuelo, el olor era más fuerte, como de orines con mejillones, y me extrañó que tenía todo alrededor de la cabeza una especie de mantequilla amarillenta y que olía todavía más fuerte, y le pregunté qué cosa era, y él me dijo que era el queso de los hombres y que tenía que comerlo, como decía, yo era muy guarrilla, así que empecé a lamer y chupar hasta comerme todo el queso, me gustó mucho hacerlo y cuando subía la vista, veía la cara de placer sádico que ponía, el ya no aguantó más y me metió casi toda la verga en mi boquita que dieron muchas arcadas, pero me aguanté y me empezó a echar una gran cantidad de leche que yo apenas pude tragar. El pobre hombre quedó casi exhausto y yo me vestí y le pregunté si ya me podía ir, pues en mi casa me estarían esperando y que me prometiera que no iba a acusarme con el director, él me dijo que no, pero que cada vez que me dijera tenía que bajar a hacerle una mamada. Yo se lo prometí, y la verdad era que me había gustado mucho, pero no se lo dije. Vrias fueron las veces que bajé después de clases aunque él no me lo pidiera, y cada vez me enseñaba más guarrerias que me gustaban, me enseñó a lamerle las pelotas y bajar con mi lengua lamiéndole hasta el culo, que siempre lo tenía sucio ( yo creo que nunca se limpiaba después de cagar), yo me hacia la que no quería, para que me azotara las nalgas, el después se dio cuenta de que era mi vicio ser azotada, así que, cada vez que llegaba lo primero que hacía era azotarme.

Durante ese tiempo me pusieron el mote de Lucette la mamona, y a mí me enorgullecía, la mayoría de mis amiguitas que eran unas envidiosas me decían de cosas y murmuraban de mí, pero yo sabía que era de envidia.

Cuando llegó el abuelo, y después de darnos nuestras mutuas caricias, le conté todas mis aventuras del colegio, y a él le gustó mucho saberlo, y también lo excitó tanto, que quiso que se la chupara otra vez y me dijo que me estaba convirtiendo en toda una mujercita, que siguiera así, y que le contara todas las cosas que yo hacía.

Una vez estando sola en mi casa, descubrí que mi madre tenía guardadas unas revistas debajo de su cama y la estuve espiando para ver como  disfrutaba viéndolas y después cerraba la puerta y oía  que gemía igual que yo lo hacía cuando me lamia el coño el abuelo, así que, aprovechando una ausencia de mi madre, saqué las revistas y las estuve leyendo y viendo, vi fotografías de jovencitas muy bonitas folladas por uno o varios hombres y como le metían la verga en el coño y aun en el culo y parecía que gozaban mucho, incluso había escenas de algunas mujeres copulando con perros y de dos  rubias mamando una verga gigantesca a un negro, o de otras, follando con varios mendigos, todo esto me excitó mucho y me propuse preguntarle al abuelo cuando podría hacer cosas como esas.

 La siguiente vez que vi al abuelo, le conté de las revistas y de que me habían excitado mucho y que cuando, podría hacer esas cosas, él me dijo que el coño era el instrumento más grande de placer y que tenía que saber utilizarlo muy bien para sacarle el mayor provecho, pues con eso podría tener a los hombres que yo quisiera a mis pies, pero que también tenía que tener cuidado pues si depositaban su semilla dentro, podía quedar embarazada y eso tenía que esperar más tiempo, pero que iba a empezar a enseñarme como usar mi otro agujero, que también me daría placer y no tenía ningún riesgo y ese era mi ojete. Yo le dije que era muy pequeño y como podría entrarme alguna verga grande, pero él me explicó que era cuestión de práctica para que se me pusiera más grande, pero que él me enseñaría unas técnicas, así fue como, empezaron mis enseñanzas para utilizar mi culo.

 Al día siguiente, me mostró una serie de velas de distintos tamaños y grosores, me dijo que cada día me iría metiendo una vela, empezando por la más pequeña, que tenía que llevarla todo el día en la escuela y al regresar me la sacaría. Yo me asusté al principio, pues, aunque la vela pequeña no estaba tan gruesa, la última de ellas era del grueso de la muñeca del abuelo y tan larga como su mano.

Desgraciadamente para mis enseñanzas y para mi vida, esa semana falleció mi padre, yo le quería mucho y fue un gran golpe, lo mismo para mi madre, aunque para ella fue una liberación, pues él ya no era ni la sombra de lo que había sido, además de estar sufriendo todo el tiempo, así fue como quede huérfana de padre. Para nuestra fortuna mi abuelo se hizo cargo de nosotras y nos llevó con él a Marsella.

Esto marcó un paréntesis en mi educación del sexo anal, pues no solamente fue cambiar de colegio, casa  y amigos, sino también, yo vi cómo, mi madre se empezó a liar con el abuelo, y claro, yo pasé a segundo término.

Durante varios meses casi no hablaba con él, en ese tiempo mi cuerpo empezó a cambiar rápidamente hasta llegar a tener un cuerpo de señorita a muy temprana edad, mi pubis se empezó a cubrir con una pelusa dorada que se veía muy sexi, mis hormonas también empezaron a afectarme, y así, siendo desde pequeña una niña precoz y morbosa, ahora, en mi pre adolescencia se había recrudecido mi hambre de sexo, todo el tiempo no hacía más que pensar en vergas y culos, sin embargo, permanecía virgen, aunque la afición por chupar vergas no había cesado y me volví a ganar el mote de Lucette la mamona en mi nueva escuela.

Al pasar el tiempo y tener ese cuerpo sensual, me empecé a dar cuenta de que mi abuelo, se volvía a fijar en mi de la manera lujuriosa que lo hacía en el pasado, así que, aprovechando una vez que lo vi solo, le recordé que había quedado pendiente mi lección de cómo ser mujercita por el culo, sobre todo, que ahora que me había hecho mayor, era más necesaria esa educación, él se acordó, y riendo, me preguntó si aún era virgen, yo le dije que sí, pero que ya quería iniciarme como mujer, él se puso muy contento, y al día siguiente me llevó a un cuarto que utilizaba como bodega cerca del puerto, ahí tenía una cama toda sucia y me enseñó las velas que me había mostrado tiempo antes.

A partir de entonces, me metía una vela cada día antes de ir al colegio y me la sacaba a mi regreso.  cada día me metía una más grande y yo la aguantaba cada vez mejor y gozaba cuando me la estaba metiendo, una vez, al regresar del colegio, cuando sacó la vela, la agarró y la chupó, yo me reí y le pregunté a que sabía, y él me dijo que le gustaba, que era guarro y que le gustaban las guarrerias, y me preguntó si quería probar, yo no me hice del rogar, es más, se me hizo excitante, así que tomé la vela y la chupé, me supo amarga y astringente ( me acordé cuando le lamí el ojete hace años al bedel de la escuela), pero era algo que me daba mucho morbo, entonces, le pregunté si me dejaba meterle la vela y chuparla, él puso una mirada muy perversa y me dijo que lo estaba esperando, así que se desnudó y se puso acostado de espaldas mientras se agarraba las piernas hacia arriba y mostraba su negro y apestoso ojete, esto me excitó mucho y le metí la vela, se le introdujo con suma facilidad, yo creo que fue porque lo hacía con frecuencia , y luego la saqué y la chupe, lo hice varias veces y cada vez me daba más morbo.

Varias semanas estuvimos con las velas, hasta que logre ensartarme la más grande y gruesa y conservarla las seis horas del colegio en mi culo. Cuando esto sucedió, me dijo que ya era hora de recibir una verga, y así fue, como tuve la primera enculada con la verga de mi abuelo, gocé como nunca, me corrí dos veces y recibí la leche del abuelo en mis intestinos, cuando terminó, le dije que había gozado como nunca y que quería que me azotara, esto nunca me había atrevido a pedírselo, pero vi cómo se le iluminaron los ojos y empezó a azotarme mientras yo le pedía más.

Sobra decir que después de esto, también ejercitaba mi nueva técnica con varios de los jovencitos del colegio, especialmente con los de cursos más adelantados y con uno que otro profesor, esto hizo que siempre sacara notable en todas mis asignaturas y mi madre estaba muy orgullosa del talento de su hijita.

Una tarde, estando con el abuelo, le pregunté cuándo podría follar por el coño, pero él me dijo que esto tendría que ser más adelante y me dio varias revistas como las que le había visto a mi madre y me dijo que eso me daría más ideas de que follar por el coño no es todo y que ya platicaríamos al día siguiente. Esa noche me devoré las revistas, había de todo y me masturbé varias veces viéndolas, especialmente me gustaba una en donde una jovencita apenas más grande que yo, estaba mamándole las vergas a un grupo de malvivientes y también una en donde una mujer muy guapa estaba ensartada con un perro. Eso se lo conté al abuelo al día siguiente y me puse muy contenta pues me dijo que me iba a complacer dentro de poco.

Pasaron las semanas y yo cada día le preguntaba por lo que me había prometido, hasta que me dijo que necesitaría estar más tiempo fuera de casa sin que se diera cuenta mi madre en donde estaba, y que podría ser el siguiente viernes, me dijo que le pidiera permiso a mi madre de pasar la noche con una amiguita, y que él se iba a ofrecer a llevarme a su casa, pero que en realidad iríamos a su almacén. Yo estaba sumamente emocionada, y ese jueves, cuando salí del cole, ya me estaba esperando, me dijo que me iba a enseñar algo que me iba a gustar para el día siguiente, yo me puse muy contenta y empezamos a caminar hacia su bodega , pero antes de llegar nos metimos por unos callejones en donde había muchos mendigos y borrachos y también muchas putas baratas, yo le pregunté porque me llevaba por esos rumbos, y me dijo que se había acordado de lo que me había excitado de las revistas de ver a jovencitas violadas por mendigos, así que me iba a conceder ese deseo, a mí me dio un poco de temor, pues una cosa es la fantasía y otra la realidad, pero la verdad es que siempre fui muy valiente y muy morbosa, así que le dije que me encantaría. Esa noche me masturbe imaginándome ser azotada y enculada por algunos de los hombres que había visto en ese callejón.

Al día siguiente después del colegio, le dije la mentira a mi madre, ella al principio se negó, pero mi abuelo que estaba cerca le dijo que me dejara ir, que él, personalmente, me acompañaría a la casa de mi amiga y que me recogería al día siguiente, así, con remilgos aceptó.

Me fui con el abuelo al almacén y allí me dijo que, para hacerlo más excitante, me iba a atar a la cama desnuda para que me vieran los invitados cuando llegaran, que les iba a decir que era su esclava y que podrían hacer de todo conmigo, además, me enseñó una correa de perro que me dijo que me la pusiera y también me mostró un fuete como los que salían en las revistas de SM que me había comprado y con lo que azotaban a las mujeres. Eso me puso todavía más predispuesta, me ató a la cama desnuda y acomodó una pequeña mesa con cuatro sillas que me dijo eran para los invitados y sacó una botella de licor con varios vasos mientras reía perversamente.

No tardó mucho en que se oyeron unos toques en la puerta, yo no cabía en mi ansiedad por ver a mis amantes de esa noche. Y cuando entraron no pude menos de contener la respiración, eran tres mendigos muy sucios y rudos, dos pasaban de los cincuenta años y el otro era ligeramente más joven, todos tenían barbas descuidadas y el pelo largo y grasiento, y el olor que despedían inundó el cuarto. Cuando me vieron no daban crédito a sus ojos, una joven bonita y desnuda a su disposición, mi abuelo les ordenó que se desnudaran y les invitó a beber, aquellos infelices nunca en su vida habían siquiera imaginado tener a una chica como yo, él les dijo que yo era su esclava y que me había portado mal, por lo que tenían que azotarme para que aprendiera, no se tomaron mucho tiempo en tomar el fuete y azotarme las nalgas, después les dijo que se turnaran metiéndome la verga en la boca, para que aprendiera a hacer mamadas correctamente, y que ellos eran mis amos de esa noche, nunca había visto, olido  y saboreado vergas tan sucias, pero eso me daba mucho morbo y las chupé como si de mis amantes se tratara, después de haber eyaculado copiosamente en mi boca, uno de ellos se acostó en la cama boca arriba y alzando las piernas me ordenó lamerle los huevos y el culo, yo me arrodille y empecé a lamerlo como si fuera mi vida en ello, mientras el otro me abrió las nalgas y penetro mi culo que estaba esperando ansiosamente, después de haberme penetrado el culo cada uno de ellos y haber eyaculado dentro, mi ojete había quedado tan distendido, que a uno de ellos se le ocurrió mear dentro, esto nunca me lo habían hecho y me excitó muchísimo, el mismo efecto le causó al abuelo, por lo que me ordenó que me arrodillara en el centro del cuarto y les indicó a los tres indigentes que se pusieran a mi alrededor, él también se colocó junto a ellos, y apuntando su  verga a mi cara empezó a soltar un gran chorro de orina, los otros tres hicieron lo mismo y yo estuve recibiendo la ducha dorada de los cuatro mientras abría la boca tratando de alcanzar algo del preciado líquido ambarino, antes de terminar, cada uno me metía la verga completamente en la boca y terminaba de orinar en mi garganta.

Esa noche bebí orines de todos, me sentí satisfecha, humillada y usada por todos estos malvivientes, esto me hizo estar más consciente de mi naturaleza masoquista y de los actos que me causaban más placer.

Terminamos cuatro horas después, yo estaba completamente embarrada de semen y orina y olía espantosamente, cuando salimos, mi abuelo primeramente me llevó a unos baños públicos para asearme y no despertar sospechas a mi madre, me preguntó si había gozado, yo le dije que sí, que había gozado como nunca, me dijo que la siguiente vez iba a perder la virginidad de mi coño, yo me puse muy contenta y le pregunté si no había peligro alguno de quedar preñada, me respondió con una risa sarcástica que los perros no podían fertilizar a las mujeres, esa noche y durante los diez días siguientes que tardé en verlo otra vez, me masturbé pensando en lo último que me dijo.”

Jaques, no pudo seguir leyendo más esa noche, no podía dejar de pensar como, una jovencita tan bella pudiera llegar a tales excesos, y a pesar de estar locamente enamorado de Therese, quedó prendado de ella y se le volvió una obsesión.

Continuará….