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Cristina y los visitadores, capitulo 14.

en Sexo con maduros

Al regresar a la habitación , comprobó aliviada que Don Paco no había vuelto todavía , y se dispuso a cambiarse para dormir.

Al entrar en el baño, una visión inesperada la hizo sentirse terriblemente incómoda, y  rápidamente comprobó que  la ropa de montar de Don Paco, que permanecía tirada en el suelo , allí , de cualquier manera, en un montón en el que se podían apreciar las botas de montar , y sobre ellas, un revoltijo formado por los pantalones, la camisa, y  la ropa interior, dejaba un recuerdo del paso del delegado por el baño .

Un acceso de furia , provocado por aquella demostración de desorden y dejadez, tan propio de los hombres maduros , la hizo tomar todo aquel montón del suelo , con la firme determinación de arrojarlo sobre la cama del jefe de Don Rafael; al hacerlo, una oleada de un olor almizclado casi la dejó tumbada , al no esperarlo.

Y es que la envergadura del montón de ropa y calzado , al tomarla entre sus brazos, había hecho que casi llegase a su cara, de modo que el aroma que había dejado impregnada la tela , alcanzó su pituitaria directamente, cual si hubiese ido a elegir un perfume; era una mezcla de olor acre y dulce a la vez, que en un principio no supo identificar, hasta que su cerebro estableció una analogía con la puesta de lavadoras en su casa, cuando recogía las mudas de su padre , que en cuanto a orden, se parecía bastante a su nuevo compañero de habitación.

Y no era otra cosa que el olor a cojones, a ropa interior usada , sudada y restregada por aquellos genitales que aquella tarde había tenido la oportunidad de vislumbrar.

Y una sensación , mezcla de arrepentimiento, de voluptuosidad y de rechazo, la invadió, al recordar cómo sus bragas se habían empapado ante aquella visión de aquel vejestorio que se rascaba los huevos , y además tenía la osadía de dejar la ropa tirada, para que fuera ella detrás recogiéndola, como si fuese su criada.

-          Bah…qué asco- se dijo a sí misma, en un arrebato que se parecía más a un exorcismo  que a un refuerzo de sus principios- menudo mostrenco, pobre mujer, lo que tendrá que aguantar viviendo con él….- y arrojó las prendas sobre la cama que hasta hacia pocas horas, había ocupado su querido Don Rafael.

Pero de nuevo , a su pesar, comenzó a sentir su entrepierna húmeda…y es que de nuevo el recuerdo de aquellos atributos al aire, salvajemente rascados por aquellas manazas , unido a la percepción de aquel penetrante olor que la estaba casi mareando…

Su mujer…se imaginaba a la mujer de Don Paco, acostándose con él, siendo follada por aquel hombre, con aquel olor…que aquellas manos la acariciasen…aquellas manos que se habían rascado los huevos , impregnadas de aquel olor, le acariciasen , o le rascasen el coño…

Y  la analogía con los calzoncillos de su padre, que le provocaba una sensación incestuosa que casi le impedía respirar, ahora le parecía que se acoplaba perfectamente con aquella imagen paternal que se estaba forjando de Don Paco.

Así que no dudó un instante en volver a acercarse al montón de ropa , y eligió tomar la prenda que emitía aquellas dulces señales, y que no era otra que los calzoncillos de Don Paco.

Los tomó, y se los acercó, casi furiosa, a la nariz, sintiéndose deliciosamente invadida por aquel olor, provocando un nuevo empape de sus bragas; se imaginó oliendo directamente aquellos genitales , que habían sido albergados por aquellos afortunados slips, y sacó la lengua , lamiendo la tela, como si lo hiciese sobre tan nobles atributos; los  estiró  entre sus manos, observando su color ( celestes casi blancos ) , de estilo tan retro como los de Don Rafael …igual ambas esposas compraban juntas lo calzoncillos de sus maridos, pensó divertida…

Y le pareció que casi habían quedado dibujados sobre el celeste algodón , la forma y el tamaño de los huevos y al polla de Don Paco , estableciendo una analogía con la fugaz pero intensa visión del rascado de huevos , y descubriendo, gozosa, un vello púbico que había quedado adherido a la prenda, comprobando que era bastante oscuro, casi negro.

Presa de una febril excitación, se bajó las bragas casi de un tirón , y , tumbándose en la cama, se aplicó los slips de Don Paco sobre su húmeda vulva, dejando que el algodón absorbiese sus fluidos, para a continuación , masturbarse con frenesí mientras recordaba a Don Paco durante su rascado y exhibición de cojones , y relamiéndose de gusto con aquel olor de cojones que la llenaba entera ; percibió especialmente la costura de los calzoncillos sobre su clítoris, justo donde se encontraba la apertura lateral por la que el delegado jefe debía sacarse aquella morcillona polla para mear, y se dejó invadir por un orgasmo delicioso, mientras musitaba el nombre de su nuevo compañero de habitación.

-          Don Paco….Don Paco….hmmmmm……

Tras el intenso día y aquel no menos intenso orgasmo, se quedó dormida profundamente , con los calzoncillos de Don Paco sobre su satisfecho coño.

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