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Reconversión (Noche de marcha II)

en Dominación

No habíamos recorrido  ni diez metros cuando nuestra obligación cívica nos hizo llamar a la policía local. Lo que estaba haciendo aquella preñada iba claramente contra las ordenanzas municipales. Se veía que estaba embarazada, pero aquella cría ya había delinquido al intentar robarle el ordenador a nuestro amigo hacia siete meses y ahora lo seguía haciendo. Afortunadamente, es bueno tener amigos en todas partes y más si son policías. Así pues, saque el móvil, busque el número adecuado y lo marque. Después de un rato, una voz familiar me contesto.

-¿Diga?

-¿Sebastián? Soy Carlos, el del gimnasio.

-¿Que pasa chavalote? ¿Cómo va la vida?

-Bien. Oye, estoy delante del Hipercor y estamos viendo a una Okupa  preñada haciendo juegos malabares junto a otros piojosos.

- Estos hijos de puta se buscan la vida como pueden. Si no es robando, es mendigando. Si no te ha intentado robar, pasa de ella.

-Bueno, si estás trabajando por aquí y el compañero que llevas es de confianza, podríamos sacar un poco de basura de la calle - Le dije a mi amigo policía, mientras sonreía a Nando.

-Jajaja, que cabrón - se rió Sebas - si la rata es una chica y tú tienes interés en ella, esta jodida. En dos minutos estamos allí.

Efectivamente, no habíamos terminado de aparcar el coche cuando un vehículo de la policía local aparecía en escena. Su sola presencia hizo que el grupo variopinto de okupas empezaran a correr en todas direcciones. Con la experiencia que dan los años de servicio, el sargento de la urbana cerro el paso a dos ratas que escapaban en dirección contraria a su llegada y en un momento, su compañero y el, habían tirado al suelo y esposado a los fugitivos. Mientras, otro peludo y nuestra "amiga" huyeron hacia el otro lado, justo hacia nosotros.

Cinco metros antes de llegar a nuestra posición, la preñada nos reconoció. Lamentablemente, ya era tarde para ella.

-Alto, policía! -chille al tiempo que abría por la mitad mi  cartera y se la ponía en los morros a los prófugos. Evidentemente, no tenía ninguna placa dentro, pero lo hice con tanta velocidad que se lo creyeron.

Pararon en seco. Los dos parecían muy asustados. Sabrina lucia sus sempiternas botas militares, unos pantalones "cagones", un yérsey que podría haber sido de su abuela y por la forma en la que se le marcaban los pezones, sin sujetador. Parecía que se había adelantado a nuestros deseos y también lucia un bonito collar perruno, de los de Castigo, pero con los pinchos hacia fuera. Su acompañante era también muy joven. Tenía el mismo aspecto sucio y desaliñado que la malabarista ocasional.

- Policía -repetí yo, metido en mi papel - estáis detenidos por...

Sin darme tiempo a decir nada mas, el niñato empujo a su compañera contra nosotros y salió corriendo, perdiéndose entre un grupo de personas que salían del metro.

-Hola zorrita. -Saludo Fernando a nuestra "detenida", al tiempo que la cogía fuertemente por los brazos- Cuanto tiempo. ¿Te acuerdas de nosotros?

Sabrina tenía los ojos abiertos como platos. El terror a la policía y el recuerdo de nuestro último encuentro, hizo que se quedara totalmente rígida. Mientras, al otro extremo de la calle, Sebastián y su compañero ya habían metido en el patrulla a los dos detenidos, bajo la acusación de intento de agresión a dos policías al  intentar identificarlos. Tras cerrar la puerta del coche, el fornido sargento se acerco a nosotros

-Así que esta es la perrita que ha provocado que me tenga que pasar las próximas dos horas inventándome una denuncia por agredirme para sus compañeros - pregunto divertido mi amigo - las manos contra el coche, golfilla.

Solo cuando se dirigió a ella, Sabrina salió de su estado de pánico.

-Ayúdeme, por favor - le dijo, con un hilo de voz, al sargento de la policía local - ayúdeme. No deje que lo vuelvan a hacer.

-Tu nivel de castellano ha mejorado mucho desde nuestra última cita -comente a la italiana.

Ella me miro y al reconocerme también, torció la boca, en un gesto de profundo miedo, al tiempo que se le humedecían los ojos.

-Por favor - le repitió a Sebastián

-He dicho que las manos contra el coche - le repitió el sargento, y con la experiencia que da la práctica, le soltó un guantazo que la hizo girar sobre sus talones.

Antes de que la niñata supiera de donde había venido la galleta, ya tenía las manos sobre el coche y el policía iniciaba su registro. Otra vez demostró los años de servicio y tras unos segundos de cacheo, localizo una navaja automática en el bolsillo del pantalón.

- Vaya, que sorpresa - dijo con ironía Sebastián mientras ponía el pincho sobre el coche -si la rata tiene dientes. La has cagado llevando un arma oculta. Seguro que lleva más cosas escondidas ¿Donde llevas la droga, golfa?

La veteranía le decía que estos elementos solo llevan un arma para defenderse y una vez localizada, son bastante inofensivos. Así pues, se dedico a "registrarle" a fondo las tetas, estrujándoselas y tirando de los pezones, eso si, visto desde fuera, parecía un cacheo totalmente normal. Tras este magreo en los pechos, bajo por la cintura para proseguir su "tarea".

Todavía hoy no estoy totalmente seguro de lo que vi, pero hubiera jurado que un segundo antes de meter su mano dentro del pantalón de nuestra "detenida", Sebas había cogido algo de su bolsillo.

-aquí esta. Lo sabia - comento triunfante el sargento - estos perros siempre llevan droga para colocarse. La  muy pilla lo llevaba en el coño. A ver si lleva más...

Su mano desapareció otra vez bajo el pantalón, pero ahora se entretuvo en el coñito de Sabrina y por la cara que puso, esta vez, el policía había metido los dedos hasta el fondo. Cuando despejo la parte anterior, cambio el área de registro y tras palpar las piernas de la okupa, su diestra se volvió  a introducir  en los pantalones. Los ojos desmesuradamente abiertos de la chica me hicieron sospechar de donde había metido los dedos mi amigo. Cuando el sargento saco la mano del pantalón y se la restregó por la cara, dejando un rastro marrón, mis sospechas  se confirmaron: había visitado el ojete que hacia pocos meses, nosotros mismos, habíamos estrenado con gran placer.

-Joder con la hija de puta ¿pues no lleva droga para vender y ha intentado atacar a un policía con una navaja? - pregunto con una sonrisa irónica Sebas - ¿queréis que la detenga y la joda un rato?

-Gracias machote, pero si no tienes problemas, de eso nos encargaremos nosotros - Le conteste mientras la esposaba - y no será precisamente un rato corto.

-Jajaja. Que hijos de puta. Bueno, para mi informe constara que la mujer fue detenida por dos agentes de la policía nacional por tráfico de drogas a gran escala. Eso frenara las preguntas de mis jefes y, si esta aparece en una cuneta, les dará una pista falsa para buscar, pero no creo que investiguen mucho la muerte de una extranjera.

- Perfecto Sebas. Nos la llevaremos y le enseñaremos buenos modales. Si quieres participar...

-Esta complicado hoy... Lástima, me hubiera gustado enseñarle algunos trucos nuevos a esta cachorrita.

- No se preocupe sargento, si conozco bien al cabrito que tengo a mi lado, yo  diría que incluso si tiene ocupado el próximo mes, llegara a tiempo de probar a la espagueti - le comento en tono jocoso Fernando al policía - ¿no es cierto, pichabrava?

- jajaja, ya te digo. Incluso podrá comparar como folla cuando está preñada y cuando no.

-No me jodas que vas a adoptar a la criatura y todo - pregunto mi colega, sorprendido.

- Bueno... Todo depende si es una hembra o no - dije con una sonrisa.

- Lo dicho, eres un perfecto hijo de la grandísima puta, Carlitos - contesto el chico de azul - Anda, llévatela y dale toda la educación y amor que no ha tenido nunca.

- Si, amor en barra le vamos a dar ¿he  Carlos?

- por supuesto. MUCHO amor en barra. Se va a convertir en la preñada mas amada de Europa. Y luego... ya veremos. Pasa para el coche, delincuente.

Diciendo esto, la agarre por los pelos y la lance dentro del vehículo. Fernando se sentó al volante y yo me acomode detrás, con nuestra "prisionera". Para evitar que nadie la viera dentro del coche, una vez en marcha, la tumbe en el suelo y le puse el pie en la cabeza. La pequeña zorrita, viéndose realmente jodida, empezó a chillar y no me quedo más remedio que quitarle el collar de castigo que lucía y ponérselo al revés. Cuando noto las primeras puntas mordiéndole el cuello, se callo de golpe. Acababa de descubrir un método que facilitaría enormemente su adiestramiento.

Una vez recuperado el tan apreciado silencio, le dije a Fernando que se dirigiera al Garraf; es un parque natural donde está prohibido edificar actualmente, pero que conserva las casas que había antes de que fuera dictada esa ley. Allí mi familia tiene una casa tradicional donde suelo montar algunas fiestas de lo más desmadrado. La ventaja que tiene aquello es que esta en el culo del mundo y queda lejos de los caminos frecuentados por los excursionistas. Es el lugar ideal para amansar y adiestrar a una fiera salvaje como Sabrina.

-¿Que quieres hacer con ella? - pregunto mi amigo después de un rato de viaje- ¿nos divertiremos otra vez?

- !Por supuesto! No te creas que la he recogido de la calle para darle una educación simplemente por compasión. Nos vamos a divertir mucho de aquí en adelante. - conteste

La verdad es que, al principio, había llamado al sargento solo para reírme un rato. Para ver cuál era la reacción de aquella preñada cuando un policía la hacía correr, pero las cosas habían discurrido por otros cauces. Cuando Sebastián insinuó con tanta frialdad que le daría igual si aparecía en una cuneta o no y que la investigación no sería muy a fondo, se me encendió una luz: si la policía le prestaría poca atención al homicidio de una extranjera, no le prestaría ninguno a su desaparición.

Veinte minutos después, abandonábamos la autopista y tras otros quince de pista forestal, llegábamos a la masía. Cuando paramos y bajamos del coche, nuestra pequeña amiga intento salir corriendo, pero una eficaz zancadilla de Nando evito que llegara demasiado lejos, haciéndola caer al suelo. Al ver frustrada su fuga, la okupa empezó a chillar como una cerda.

Resoplando, me acerque hasta ella, la cogí por las rastas y le pegue un tirón que la puso en pie. Todavía tenía las manos esposadas a la espalda y mientras le pellizcaba un pezón, aproveche para ponerla al día de su situación:

- Vamos a ver, pequeña golfa... Estas en una masía aislada en medio de un parque natural. El alma más cercana esta a mas de una hora andando y los que estamos aquí no tenemos la mas mínima intención de acercarte a la civilización. Quiero que hagas una prueba: grita a todo pulmón pidiendo ayuda.

No se lo tuve que repetir. Sabrina profirió un berrido digno de concurso. "Otra vez" le dije y para motivarla,  retorcí con verdaderas ganas su cautivo pezón. Este, al percibir presión, actuó como tenía que hacerlo en una futura mama y libero una pequeña cantidad de leche que humedeció mis dedos. El chillido volvió a resonar en la casa, pero como la vez anterior, no paso absolutamente nada.

- ¿Te convences ahora? Nadie te escuchara por mucho que chilles y por muy fuerte que lo hagas. Ahora eres de nuestra propiedad y cuando antes lo asumas, antes estarás lista para el próximo paso en tu adiestramiento.

"hasta ahora no has tenido una educación. Has hecho lo que te ha dado la gana y por eso de ves así ahora: sucia, andrajosa y embarazada. Corregiremos todo eso y cuando terminemos, te preguntaras como podías vivir antes así. Será un trabajo duro, porque ya tienes una edad donde los vicios son difíciles de borrar, pero te garantizo que dentro de un año, serás una preciosa sumisa que se correrá con solo imaginar que nos das placer; si te lo permitimos, claro."

"La primera lección es muy sencilla: siempre que uno de nosotros este cerca y si no recibes ordenes en contra, estarás de rodillas, así que al suelo"

Sabrina eligió el peor momento para intentar mostrar su espíritu indomable, me miro desafiante y se negó a postrarse tal como se le había ordenado. Afortunadamente, he domado a muchas perras de dos y cuatro patas y conocía el procedimiento a seguir. Una fuerte torta en la cara, con el dorso de la mano, la desoriento lo suficiente como para que la segunda la hiciera caer al suelo, de rodillas. Una vez allí, puse su cabeza entre mis botas y sacándome el cinturón, le di diez fuertes correazos en las nalgas. Los impactos restallaron en el silencio del paraje y tras cada uno de ellos, un grito agónico de la alumna.

- Observa bien tu posición, pequeña - le dije a la llorona de tenia inmovilizada entre las botas - hace un momento, te he ordenado que te pusieras  de rodillas y tú, te has negado. Me has obligado a usar la fuerza para que cumplieras lo que te he mandado y a castigarte muy suavemente por ser tu primera falta.

"Creo que todavía no lo has visto. Te lo explicare: ahora estas tal como te había ordenado al principio, pero con dos caricias en la cara y otras diez en el culo. Te las habrías podido evitar si hubieras obedecido sin pensar al recibir la primera orden."

" En el adiestramiento se actuara como con los animales de tu inteligencia, es decir, si actúas bien y cumples sin pensar lo que se te manda, simplemente , no se te castigara. Si tu obediencia es constante, se te podrá llegar a recompensar, pero si no haces de inmediato lo que se te ordena, serás castigada severamente y al instante."

“Cuando se te haga una pregunta, responderás siempre la verdad, sin rodeos y siempre usando la figura  "Amo" al dirigirte a nosotros. Si no cumples, se te aplicara la medida correctora que se considere adecuada y se volverá a hacer la pregunta. Si la segunda respuesta no es satisfactoria, se te multiplicara el castigo por dos, luego por cuatro e iremos subiendo . Esta es la segunda lección. ¿La has entendido?

Silencio. No obtuve respuesta de la okupa, que solo usaba la boca para gemir como un perro enjaulado por malo. Evidentemente, esa no era la contestación indicada y no tuve más remedio que aplicarle otra serie de diez latigazos en el culo. Repetí la pregunta y la misma respuesta: lloros y gemidos, así que doble la ración: veinte

-Llevamos 20. Me estoy empezando a calentar - le dije mientras movía el hombro - la próxima tanda es de 40. Soy consciente de que eres una perra maleducada, pero tengo que confesarte que no me gusta el castigo más que cuando es necesario. Así pues, te repito antes de empezar la tercera tanda ¿has entendido la primera lección?

- sí, hijo de puta -respondió desafiante Sabrina-

-Ñec! Respuesta incorrecta - se burlo Nando desde su espalda. Ya tenía el cinturón en la mano y comprendí que le apetecía darse el trabajo de ayudar a encarrilar a la italiana - Hay tías a las que les va la marcha

Sin pronunciar ni una sola palabra más, descargo su primer golpe. El aire retumbo, seguido de otro berrido. Dos, tres... Diez, once, doce...con el vigesimosetxo correazo se rompió el pantalón y se deslizo hasta las rodillas, dejando a la vista un culo absolutamente rojo, donde las partes mas expuestas y que mas castigo habían recibido ya tenían un tono violeta. El vigésimo séptimo arranco un chillido más agudo si cabe del joven aprendiz, pero no fue hasta el trigésimo segundo que se obro el milagro

- Lo he entendido, Amo! - berreo Sabrina - por tutto los santos, no me pegue mas!!!.

-Ole! Muy bien! Pero si la preñada tiene lengua y orejas para escuchar - le dijo Nando con evidente sarcasmo, suspendiendo el castigo - ¿Así que has asimilado la primera lección ?

- Si, Amo - volvió a contestar

- Bien. Vamos progresando. ¿Ves como no es difícil? Sabíamos que lo entenderías. Ahora fíjate bien, porque te voy a dar la segunda

Y mientras el cinturón de piel volvía a surcar el aire, Nando le explico que cuando se empieza un castigo, no se para hasta terminarlo.