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Reconversión III

en No Consentido

Mientras escuchaba el tono de llamada por quinta vez en veinte minutos, pensaba que los de la compañía de telefonía eran una verdadera pasada. Allí estaba yo, en un supermercado de un pequeño pueblecito de la costa, escuchando ya el séptimo tono de llamada a un móvil del pleistoceno que se encontraba en medio de un parque natural, introducido en un condón que lo protegía de los gérmenes que podría tener en el coño una okupa y el muy cabrón seguía teniendo cobertura. Me encanta el siglo XXI.

Cuando alcanzo los quince tonos, mi aparato me dijo que no había contestación y cortó la llamada. Bueno, al menos Peggy sabría que no me olvidaba de ella. Tras comprar unas provisiones y algunas cervezas (bueno, la verdad es que fueron muchas) me dirigí a un Sex Shop de Sitges. El dueño era un amíguete mío que había participado en alguna de las orgías que montaba en la casita.

El local estaba decorado con gusto, tenia de todo lo que se necesitaba para cualquier grupo de personas, desde una a más de cinco, con buen gusto para el sexo. Siendo Sitges la capital gay, tenia un gran surtido de consoladores, desde los finitos, para principiantes hasta los brazos de látex para los fist fuck mas animales, pasando por una surtida gama de dilatadores anales, vaselinas y otros productos parecidos. También tenia al fondo una sección muy interesante (mi preferida) donde se podrían haber satisfecho los caprichos mas refinados del mismo marques de Sade.

- Juan, chavalote ¿Qué tal va el negocio del sexo? – le pregunte a mi amigo, un hombre de unos cincuenta años, con unas espaldas de levantador de pesas impresionantes y la cabeza totalmente rapada.

- Coño, Carlos! Cuanto tiempo. ¿Qué has estado haciendo que no se te ve el pelo por aquí desde hace siglos.

- El trabajo. Demasiados sitios para controlar y pocos días libres.

- Eso no esta bien. Demasiado curro y poca jodienda, hacen que se le seque a uno el cerebro.

- Jajaja. Por eso estoy por aquí – seguí conversando con él – precisamente tengo una gran jodienda entre manos y necesito unos cuantos productos de su selecto establecimiento.

- Sabes que mi tienda esta a tu disposición. Mira, rebusca y si no encuentras algo, es que no existe, así que no tienes mas que preguntármelo y haré que se materialice – Me dijo mientras guiñaba un ojo.

- Me doy una vuelta. Luego te digo lo que me llevare y ya me harás precio de amigo.

- Bueno, ya sabes que siempre esta la oferta para los grandes clientes como tu de que si me dejan participar en el uso de los productos, estos salen casi regalados – comento mientras me guiñaba un ojo.

- Pues voy a buscar algunos productos pero solo para entrenamiento, cuando este preparada la fiesta, serás uno de los que participara y seguro que no solo una vez.

- Jajaja – se rió el colega – conociéndote a ti y a tus fiestas, llevate lo que te de la gana, que seguro que me saldrá mucho mas barato esperar a que lo organices que irme diez veces de putas.

- Como me conoces...

Si dispones de una perra a la que quieres hacer desaparecer lo suyo es ir directamente a la sección de sado y elegir entre los cientos de productos específicos de la especialidad algunos que te ayuden a ello, así que como estaba al fondo de la tienda, me dirigí hacia allí y empecé con mi selección. Al cabo de quince minutos, me dirigí otra vez al mostrador

- ¿Qué Carlitos? ¿Has encontrado lo que andabas buscando? – me pregunto mi amigo.

- Pues si, mas o menos… Tengo muchas ideas, pero tengo que ir viendo como las pongo en marcha.

- Veamos… Capucha de cuero, pinzas de presión, vibrador, otro vibrador mas grande, cuatro paquetes de cuerda de cáñamo, dos de fibra – Iba contando el colega y poniendo media sonrisa - bozal, bocado, látigo, gato, fusta… Bueno… ¿Que pasa, te has comprado una yegua y la vas a domesticar o que?

- Jajaja, como me conoces, cabrón… digamos que me ha sonreído la fortuna y alguien del pasado ha vuelto para expiar sus culpas.

- Pues con todo ese material, las va expiar, pero a base de bien. Yo creo que incluso en la próxima reencarnación podrá hacer lo que quiera, que tendrá crédito. – Rió Juan – Llévatelo y cuando este preparada ese nueva pony, me lo dices, que espero darme una vuelta en ella.

- Si las cosas van como quiero, te cansaras de montarla.

- Pues quedamos así. Llévate lo que consideres necesario y ya me lo pagaras. O mejor… ya me lo pagara tu perra, en especies, claro.

Salí de la tienda con un par de bolsas de buenas dimensiones. Cualquiera que hubiera podido ver el contenido de las mismas hubiera pensado que era el productor de una superproducción porno haciendo acopio de material. De camino a la masía, recibí la llamada de mi colega, el sargento.

- Carlos, cabrito! Tengo un buen par de noticias para ti. La primera es que los dos perroflautas que hemos pillado tenían un ingreso en prisión por no se que mierda y no han pasado ni por comisaría, que se han ido directos a cuatro caminos, así que hasta que no puedan ponerse en contacto con los de su piara pasaran unos días y por lo tanto, se enfriara la pista de la preñada “que se llevo la nacional” – su tono de voz sonó totalmente sarcástico – y la otra… que coño, si solo tenia una buena noticia que darte – dijo mientras se partía el pecho - ¿Qué tal esta la cachorra?

Le conté por encima como había sido el primer contacto de Peggy con su nueva vida y de cómo había recibido una serie tremenda de hostias en el culo hasta que comprendió que tenia que empezar a olvidarse de que era humana. Luego le di una pequeña pincelada de todo lo que llevaba en las bolsas. Tras desearme suerte en la reconversión, colgó.

Puesto que estaba parado en un sitio tranquilo decidí volver a llamar a Peggy. Cuando el teléfono sonó por quinta vez, la voz de Fernando me contesto.

- Socio! Que pasa tío? Solo a ti se te ocurre ponerle un teléfono a Peggy en el higo y llamarla. No veas como ha puesto la mesa. Entre espuma de flujo  y meada, esto es una guarrada. – Comento mi colega con el móvil que acababa de sacar del coño de nuestra perra – tengo aquí a mis colegas de las ambulancias y esta aparcando el tatuador aquel que comentamos. Les dejo que entren y empiecen a trabajar con ella?

- No – conteste firmemente – déjalos fuera y espera a que llegue yo. Estoy a 10 minutos.

Por supuesto que mi intención no era dificultar su trabajo, únicamente que no le vieran la cara. Si vas a hacer desaparecer a una perra, cuanta menos gente sepa donde ha estado, mucho mejor. Me puse el casco y me apresure a llegar a la masía por un camino forestal que conocía bien. Al cabo de 8 minutos, ya estaba allí viendo una ambulancia de asistencia avanzada (con lo que llevaria todo lo adecuado para el parto cuando llegara el momento) y una ranchera. El primer vehiculo supe que pertenecía a la colega doctora de Nando. El segundo, supuse que era del tatuador. Les salude a todos y entre en la casa. Peggy seguía atada tal como la había dejado, con el teléfono metido otra vez y con mi colega jugando con los émbolos de las jeringuillas que nuestra perra tenia en los pezones y clítoris.

- Joder tío, como se le estiran los pezones a esta cerdita – me dijo Nando sin dejar de jugar con ellos -  ¿tu crees que se le pondrán mucho mas gordos cuando le de de mamar a lo que venga?

- Coño, claro… - le conteste – en tres meses esos pezones serán casi negros y tendrán el tamaño de la primera falange de tu meñique. Y a la que los aprietes, soltaran chorretones de leche materna. Venga, deja de vaguear y ayúdame a ponerle esto a Peggy.

Saque de la bolsa la mascara de cuero que había comprado. Era una capucha entera con fijaciones para poder unir a la misma un antifaz, lo que dejaba a la sumisa sin poder ver nada. A parte de eso, aquella mascara en concreto no tenia más orificios a parte de dos pequeñas aberturas donde iba la nariz, por lo que la boca, quedaba oculta. Aprovechando esta característica, había comprado una bola de goma con una cuerda, a modo de bocado para que la cerdita no pudiera emitir ningún sonido más que mugidos y así no pudiera poner en conocimiento de nuestros “nuevos amigos” su identidad.

- Abre la boca, Peggy. Te voy a poner un bocado – le dije mientras le quitaba el trapo de los caballos.

Su reacción fue inmediata: empezó a gritar y a pedir auxilio. Por supuesto, yo la deje. Ya le había dicho que nadie la iba a socorrer ahí en medio, pero quería que se convenciera. Además, la frustración me ayudaría a doblar su espíritu. Cuando al cabo de unos minutos paro y se me quedo mirando solo pude hacer que sonreír. Y darle un buen par de hostias en las tetas que le hicieron volar los prolongadores de pezón. Bueno… ya que estábamos, probaríamos las pinzas que había comprado. Y tras quitarle las protecciones de goma, las fije a sus pezones. A los animales desobedientes se les ha de hacer ver que con esa actitud, no llegaran lejos.

- Que abras la boca, puta escoria de mierda! – chillo Fernando al tiempo que le agarraba el cuello y apretaba. Al notar que se quedaba sin aire, nuestra pequeña cachorra abrió la boca para inspirar y se encontró con una gran bola de goma incrustada hasta más allá de los dientes.

Después de atarle el bocado y ponerle la capucha, sin quitarle el antifaz, por supuesto, hice pasar al personal medico. La primera reacción que tuvieron al verla ahí encima, atada, con la capucha puesta y las pinzas en sus zonas sensibles fue la de sorpresa, pero inmediatamente la doctora se avanzo y acariciando la panza de la esclava pregunto

- Así que esta es la pequeña putita embarazada que habéis decidido adoptar. No se si me alegro por vosotros, pero desde luego, por ella no. Lo va a pasar realmente mal porque os conozco a los dos y se que ha entrado una persona y va a salir una cosa totalmente diferente, pero… que se joda. No haber provocado a mis amigos – y dirigiéndose a la okupa le dijo – zorra, lo vas a pasar muy, muy mal. Te van a arrancar el alma y la van a moldear como les de la gana. Y cuando terminen serás una mierda con la forma que ellos decidan darte. Has de estar agradecida porque yo no hubiera sido tan suave en vuestro primer “encuentro”

La hembra que hablaba así a nuestra pequeña aprendiz se llamaba Mar. Doctora desde hacia muchísimos años también era una de las asistentes habituales a mis fiestas. Tenía ya sus cincuenta y largos años. Pelo castaño y rizado, con un brillo morboso permanente en los ojos y unas tetas cuyos pezones denotaban la lactancia de sus dos hijas. Había sido siempre una sumisa extraordinaria, pero como todas las swich, cuando tomaba el mando se convertía en un a Ama perversa que no dudaba en recurrir a todo lo que considerara necesario para conseguir sus fines.

- Bueno, ya me ha contado Nando (Le llamaba Amo Fernando cuando estaba con el collar puesto, pero ahora actuaba sin entrar en rol) que esta pequeña fulana no ha sido revisada o al menos no tenéis constancia de ello. Si os parece bien, le voy a pegar una buena exploración y ya que estamos, hare una ecografía a esa tripa. A ver si el bastardo que espera está en perfectas condiciones o si tendremos que tomar medidas para que no sea una carga.

Y como aquel que se prepara para hacer algo que lleva años practicando, dejo las bolsas que llevaba colgadas. Botiquín, equipo de ecografías, saturador, equipos de extracción de sangre… y empezó a trabajar sobre peggy como si fuera natural hacerlo sobre una embarazada atada sobre una mesa con una capucha en la cabeza. Empezó por el cuello, la palpo, la examino en busca de ganglios inflamados, bultos que no tuvieran que estar ahí y fue bajando. Brazos, tetas, abdomen, piernas y pies.

- Bueno… - Dijo Mar – externamente parece que está bien, ahora vamos a verla por dentro – Y de sus múltiples bolsas saco un ecógrafo vaginal y un condón, que puso con maestría – Zorra. Estate quieta porque a ti me importa una mierda hacerte daño, es más, voy a disfrutar haciéndotelo, pero al feto, hasta que tus Amos decidan qué hacer con él, no se le puede molestar.

Y sin más, le introdujo la sonda en el coño. Lo hizo sin ninguna delicadeza. Como quien explora a una vaca para ver que tal esta su ternero. En pocos segundos se formo una imagen definida en la pantalla del equipo. Mar lo movió de un lado para otro a la vez que iba soltando pequeñas expresiones de aprobación. Fuera lo que fuera lo que estaba viendo, le gustaba. Se tiro un buen rato, más de veinte minutos y de tanto en tanto, la doctora, iba tocándose su propio coño y apretándoselo con ganas. Cuando termino con aquella sonda la extrajo del coño de peggy y la introdujo del tirón en su ojete. Nos la quedamos mirando sin saber bien a qué se debía ese gesto. Todos sabíamos que ese equipo no está diseñado para la exploración anal.

- No me miréis así, joder – Dijo Mar - ¿Qué queréis que os diga? Me he puesto cachonda hundiéndole la sonda en el coño a esta puta y mas sabiendo que es una esclava con kit de recambio. Así que me ha apetecido hundirle el trasto en el ojete antes de daros la buena noticia.

- ¿Una esclava con kit de recambio? – Pregunto tontamente Nando mientras miraba a la sanitario con cara de imbécil - ¿A qué te refieres?

- Joder Fernando. A veces pareces tonto – le soltó a bocajarro Mar – Mira como sonríe Carlos. El muy hijo de puta lo ha pillado a la primera. Resulta que esta cerda ¿peggy le habéis puesto? Está embarazada de una niña, así que cuando terminéis su domesticación, podréis empezar con la de la próxima generación prácticamente desde el principio.

- Perfecto – Dije sin poder sacarme la idea de la cabeza que la pequeña cerda venia con un regalo de extraordinario valor entre las piernas – Pero dime, preciosa ¿Está bien el “recambio”? – comente remarcando a posta lo de “recambio”

-Por lo que parece a primera vista, está sana como una pera. Ahora le pondré las correas, le sacare sangre para las analíticas y tomare muestras para los cultivos y lo cursare con extremada urgencia en el laboratorio – relato las pruebas que le haría de inmediato, entre las que aparecían las principales enfermedades de transmisión sexual y demás patógenos que podían detectarse con un kit rápido – En un par de horas máximo vamos a saber si es una cerda sana o si habrá que sacrificarla – apostillo con frialdad.

Cuando termino de recoger las muestras, ponerlas en tubos de ensayo, placas de petri y en diferentes recipientes, habían pasado más de esas horas. Cuando la última prueba dio negativo, dando un par de golpecitos al frasco para ver si la areaccion era correcta o había fallado el test nos anuncio el resultado:

- Os felicito, chicos – Dijo Mar – habéis adquirido un ejemplar de cerda italiana perfectamente sana. La muy puta no tiene nada que os pueda contagiar le metáis la polla por donde se la metáis y además, la cabrona lleva dentro una niña que según parece será de lo mas “amado” del planeta porque está perfectamente sana y sin malformaciones congénitas. En cuanto tenga los resultados del laboratorio sabré hasta que ceno anoche esta cerda.

- Buenas noticias entonces – Dije mirando a Nando – Parece que la podremos follar por fin sin ningún tipo de riesgo. Muchas gracias doctora ¿Cómo se lo podríamos agradecer? – Pregunte con sorna. Evidentemente sabía lo que me iba a pedir la galena.

- Bueno… ya sabes cómo me gusta usar los juguetes que tienes en el armario de la segunda habitación. – Respondió Mar con cara de pervertida. Allí era donde se guardaban los artilugios sexuales de todo tipo que había en la casa. Mas que un “armario” era un vestidor, repleto de estanterías con todo tipo de artilugios sexuales. Algunos para dar placer, otros dolor y la mayoría, ambas cosas a la vez. - ¿Me dejas elegir alguno para usarlo con la nueva mascota del grupo?

- Claro que si, preciosa – No podía negarle el deseo después de todo el curro que se había pegado de forma gratuita – ve y elige lo que te mas te apetezca. Tomate tu tiempo porque mientras, aquí nuestro amigo hará su trabajo.

Evidentemente no me refería a otro “amigo” que el colega tatuador de Nando. Un tío grandote, cincuentón, con un chaleco de cuero que le identificaba como miembro “sénior” de uno de los grupos de moteros más reconocidos a nivel nacional. Desde la punta de los dedos se extendían una serie de intrincados tatuajes que le subían por los brazos como si fueran serpientes y desaparecían debajo de las mangas de su camisa para volver a asomar por su cuello y subirle por el cuello hasta su afeitada cabeza. Durante el tiempo que había estado haciendo la doctora su trabajo había permanecido callado y a la expectativa. Parecía estudiar la orografía del cuerpo de peggy como aquel artista que mira el lienzo en blanco antes de empezar a trabajar en él. Cuando Mar se quito los guantes y se encamino a la escalera en busca de los juguetes que tanto le gustaban, se puso en pie y se unió a nosotros.

- Buenas tardes – Dijo con una voz ronca y serena que parecía salida de mas allá del infierno al tiempo que extendía su brazo, ofreciendo una gran mano – Soy Oscar y Fernando me ha contado que habéis “adquirido” una esclava y queréis decorarla.

- Así es – Le dije mientras le estrechaba la mano. La verdad es que el abuelo estaba fuerte por la forma que tenia de apretar – ella es peggy y como habrás comprobado en el tiempo que has estado aquí, ella no tiene ni voz ni voto en lo que se haga con su cuerpo o su mente.

“soy de los que cuando lleva el coche al taller le pide la opinión al mecánico sobre que se le tiene que hacer a la maquina – Continúe – y puesto que aquí tu eres el “mecánico” me gustaría saber tu opinión sobre lo que tenemos encima de la mesa.

- Si te soy franco – respondió – no es un animal que me haya causado demasiada impresión, la verdad. Se nota que le falta ejercicio pese a estar delgada y se ha de tonificar mucho para que sea aceptable. Estando preñada no se le puede hacer un buen tatuaje porque suelen estar con retención de liquidos y si haces un trabajo sobre ella, se suelen adelgazar después del parto y parece que se haya hecho con tinta y luego se le haya echado agua encima: formara ondas y quedara como el culo.

“Lo que no hay problema por hacer pese a estar preñada es ponerle unos piercings – prosiguió – el hierro no se deforma y depende de donde los quieras poner, se mantendrán en su sitio, tenga solo una cría o si la pones a darte un harén.

- Habíamos pensado algo que fuera excitante y a la vez practico – Intervino Nando – Algo que le recordara que es un animal domestico a diario y que a la vez, pudiera servirnos para castigarla o para humillarla

- En ese caso, os aconsejo los aros – dijo mientras extendía sobre la mesa una manta con una serie de bolsillos. En cada uno de ellos, una serie de piercings con diferentes tamaños de aro, desde los diminutos hasta los que podían albergar dos dedos en su interior. – Son la mejor forma de colgar cosas o de fijar cuerdas o cadenas en ellos para que, al tirar, la cerda interprete vuestras instrucciones. Yo me decantaría por estos – Dijo al tiempo que extraía de la funda unos aros metálicos del diámetro de un pulgar. – Más anchos resultan más decorativos que otra cosa y más pequeños, pueden causar problemas para fijar cadenas o carga.

- Perfecto – Respondí. Me gustaba la idea de las cargas y las cadenas – Estos – dije señalando los aros seleccionados - Ahora te digo donde los quiero. Los primeros serán en sus pezones. Luego otro en la caperuza que le cubre el clítoris y uno en cada uno de esos labios tan deliciosos que tiene en el coño. Cuando dé a luz y recupere su volumen normal, le pondrás otro en el ombligo.

- Buena elección – dijo Oscar - voy a por el líquido anestesiante al coche y ahora vuelvo.

- ¿Qué coño anestesia? – Dijo el animal de Fernando – A lo vivo! ¿No ves que está atada? Pues nos ha jodido… Lo de los picotazos de los piercings va a ser una caricia comparado con lo que va a soportar a diario peggy.

- Jajajaja – Rió la ocurrencia el tatuador  - Coño. Es verdad. Pero si solo es un cacho que tenéis sobre la mesa… venga, empecemos.

Y sin más preámbulos, agarro la base de una de las tetas de nuestra pequeña cerda y pego un buen par de tirones al pezón. “es para que se pongan tiesos” explico. Otro par de tirones más y un pulverizado de la zona con desinfectante dejaron listo y preparada a la “paciente”.

Oscar se giro y extrajo de otra de sus bolsas una aguja quirúrgica. Tenía una medida bastante inferior al diámetro elegido para el piercing, pero como buen “mecánico” confié en que sabía lo que hacía. Volvió a tirar del pezón y estudio la mejor posición para poner la agarradera. Verle trabajar era ver a un artista estudiando el bloque de granito del que va a sacar la escoria para dejar solo la obra de arte que contiene. Cuando lo tuvo decidido, agarro un tope y poniéndolo en la parte opuesta del pezón hinco la aguja hasta que esta apareció por el lado opuesto.

Peggy rio un tirón a sus ataduras mientras el frio metal quirúrgico atravesaba su sensible pezón y emitió un mugido como si fuera una vaca pariendo. Nuestro experto, pasó la aguja hasta la mitad y luego puso unas pinzas de auto cierre sobre él. Cuando estuvieron fijadas, retiro la aguja con un seco tirón (Se veía que él también estaba actuando para causar más daño del habitual) y luego, coloco el piercing, ajustándolo con unas tenacillas. Luego, limpio una diminuta gota de sangre que escapaba por el agujero.

- Es importante que se vaya rotando el aro cada pocas horas mientras se limpia a menos que queráis que se quede fijado por las plaquetas de la sangre – Comento Oscar – En una persona, hay que irlo vigilando para que no se infecte y tocarlo lo menos posible para que no haga daño. En este animal… hacer lo que os dé la gana. Me da a mí que no os importara una mierda si le duele o no. Habitualmente, se limpia con agua y jabón, pero si la queréis que no se infecte de verdad, le ponéis alcohol y le dais vueltas al aro para que entre en el pezón. Le molestara pero que se joda. Luego le ponéis esta crema cicatrizante. ¿Está claro? Si veis que se complica, me lo decís y vengo a echar un vistazo.

Y tras acabar la frase procedió de la misma manera con el otro pezón de peggy. En menos de un minuto nuestra cerdita tenia ambos pezones perforados con unos piercings circulares de 2.5 cm de diámetro.

- Ahora, para el clítoris – dijo – voy a necesitar que la atéis por las rodillas, sin dejarle los tobillos. He de abrirla como una rana y que no suelte ni una patada.

Abrí la bolsa del sex shop y saque una de las cuerdas de cáñamo que había comprado. Todavía no estaba lavada y por lo tanto picaría bastante y posiblemente tendría aristas que se clavarían a la piel de la cerdita, pero… ¿A quién importaba eso? Ate una de las rodillas de nuestra cerda con un nudo corredizo y pase la cuerda por debajo de la mesa. Cuando llegue a su rodilla, pase el resto de la cuerda que quedaba por ella. A mi señal Nando aflojo las cuerdas de los tobillos y al instante, con unos fuertes tirones,  hice que la presión es incrementara y sus rodillas se acercaran a la mesa, casi tocándola. Cuando la tuve bien abierta, mi colega volvió a fijar las cuerdas de los tobillos lo más tensas posible. Vista ahora, parecía una rana a la que se va a diseccionar de un momento a otro.

- Joder. Me encantan los chochazos de las preñadas – Dijo el tatuador – Cuando se preparan para parir se abren tanto… Se ponen tan jugosos… ¿Me permitís pegarle unos lengüetazos? – Pregunto con todo el respeto del mundo.

- Por supuesto! – Contestamos casi al unisonó Nando y yo – Úsala como quieras. Ahora, eso sí – advertí -  si te la quieres follar, que sea con goma. De que ella está limpia, estamos seguros, pero, con todos los respetos, de ti, no.

- Sin problemas, colega – Dijo Oscar y hundió la boca en el chocho de peggy

La verdad es que tuvo un par de cojones amorrarse a la exokupa. Pese a haberle depilado el chocho y pasado jabón para limpiárselo, todavía olía bastante fuerte, pero al tío no pareció importarle. Empezó a comerle el clítoris y a meterle un par de dedos en el coño como si no hubiera un mañana, usando la saliva para ayudar a que entraran cada vez más profundo y termino metiéndole tres dedos hasta el fondo. En un momento dado, roto la muñeca y con el meñique encarado con el ojete, de un golpe seco se lo hundió hasta el tope dejándole tres dedos en el interior del coño, otro en el ojete y el pulgar apretándole el clítoris. Se veía que el tío era un maquina en otras que no eran tatuar… y de repente, empezó a meter y sacar los dedos cada vez mas rápido del coño de peggy.

- ¿Tenéis hielo? – pregunto Oscar como si se encontrara en medio de una barbacoa

- Si claro – le respondí y salí en dirección a la cocina. Al minuto regresaba al lado de nuestro amigo, que seguía con los dedos dentro del coño de la cerda, moviéndolos frenéticamente.

- Gracias – me dijo al agarrar el hielo ­­- ¿Te importa si la enculo?

- No, sin problemas. Pero como te dije antes, ha de ser con goma – le conteste

- Por supuesto! – Respondió – tu cerda, tus normas. Ahora, tendréis que volver a ayudarme a recolocarla. Tal como esta, es imposible que se la clave por el ojete.

Siguiendo las indicaciones del motero, pusimos unos cojines tras los riñones de la preñada, lo que le marcaba todavía más la barriga ya que la dejaba suspendida por la espalda y no por el culo, que quedaba separado unos cuatro dedos de la mesa. Cuando estuvo así, nuestro amigo preparo todo el instrumental a su lado, para tenerlo a mano y se bajo los pantalones, dejando ver una polla de un tamaño mas que respetable y que en la parte media de la caña presentaba un bulto

- Joder, socio – Dijo Fernando - ¿Tienes un quiste en la polla?

- Que burro eres, tío! – le respondió Oscar – Es un piercing. Esta colocado para que cuando te follas a una tía a 4 patas le roce la entrada del coño y le machaque el clítoris. A ellas les encanta. Bueno, va, al rollo, que se nos va la tarde

Y diciendo esto, se sentó con las piernas abiertas en ángulo invertido con peggy, se puso un condón y tras escupirse en la punta de la goma se la metió por el culo a la cerda sin demasiadas ceremonias, lo que provoco un mugido apagado por la bola que llevaba en la boca la cerda.

- Calla, cacho mierda – Le dijo el tatuador a nuestra cerda, metido ya de pleno en el papel, mientras le daba una torta de las buenas en la teta izquierda- esto es solo una caricia. Ahora si que te vas a enterar. Quiero que te concentres en tu coño. Veras como nos divertimos con él.

Oscar agarro uno de los labios de peggy y tiro fuertemente de él. El labio se estiro y cuando estuvo bien tenso el motero le clavo una aguja como las que antes habían taladrado los pezones de la cerda. La cerda pego otro mugido y el tatuador un suspiro de placer.

- Me encanta – dijo a la vez que nos sonreía – siempre que les haces daño, el acto reflejo hace que tensen el ojete y si tienes la polla dentro es como si se la clavaras a una cría de cinco años. En caso de que supiera lo que es eso – dijo en tono irónico y guiño un ojo.

Con la misma eficacia de la que había hecho gala en el anillado de los pezones, Oscar trabajo los labios del coño hasta ponerle los dos aros que se habían solicitado. Por la forma que tenia de moverlos y de gemir, le estaba haciendo todo el daño posible para que peggy le apretara la polla al máximo. Cuando termino con los labios, agarro la base del clítoris y son la otra mano, juntando su dedo pulgar y el medio, le dio un fuerte golpe. Otro mugido y otro gemido siguieron al gesto. Tres o cuatro golpes más como ese y Oscar soltó el clítoris para agarrar a la cerda por las caderas y clavarle la polla hasta el fondo a la vez que descargaba los huevos en el fondo del condón.

- Madre mía, que ojete tiene la puta – dijo el tatuador una vez recuperado del orgasmo – Si la alquiláis, estoy seguro que sacareis mucha pasta.

Y mientras decía esto, con la experiencia que da la práctica, en menos de 30 segundos, le puso un piercing vertical que consistía en una pequeña barrita de metal, con dos bolas. Una de ellas impedía que el piercing cayera y la otra, colocada justo sobre el centro del clítoris lo estimulaba constantemente.

- Ya la tenéis – Dijo el tatuador -¿Alguno más? – Pregunto con interés.

Y mientras Nando y yo nos mirábamos, se me ocurrieron unos cuantos más que ponerle a mi cerda.