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Dominando a Amelia (I)

en Dominación

Había llegado la hora de presentar a Amelia en sociedad. Tras un par de años de duro adiestramiento hoy, en el día de su dieciséis cumpleaños, recibiría su collar de esclava y la marca que la distinguiría como de mi propiedad. Estaba realmente guapa. El corsé de cuero negro realzaba sus operadas tetas mientras las dejaba al aire para que se vieran. Sus pezoncitos agujereados y unidos por un cordón de fino oro se encontraban enhiestos, al contacto con el frió metal. El tamaño de la prenda también dejaba ver su coñito perfectamente depilado a laser, listo para la larga e intensa noche que le esperaba, mientras las ligas sujetaban las medias de rejilla que mostraría en su puesta de largo. Su pelo negro se encontraba recogido en una cola alta, perfectamente trenzada, como un animal de pura sangre ha de tener. El bocado que llevaba puesto le impediría pronunciar ni una sola palabra hasta que fuera liberado de él y una vez con la boca libre, lo que menos haría seria hablar. La posición a la espera de que llegaran los invitados, como no podía ser de otra manera, de rodillas, sentada sobre sus talones, con la espalda recta y las palmas de las manos extendidas sobre sus muslos. La típica posición de espera que tantas horas había entrenado durante este tiempo, sin embargo esta vez no estaba sentada sobre ningún consolador o plug anal. Unos zapatos de brillante material y tacón de aguja remataban el conjunto.

Nada quedaba en ella de la muchachita tímida que conocí en un Chat de tendencia Sm. Tras hablar muchos días con ella, se decidió a confesarme que realmente sentía curiosidad por la estética Sado y todo el mundo que la rodeaba. Le dije que tenía unos cuantos trajes, que sabia donde se podían comprar bien de precio y le explique que un traje, sin un sentimiento con el que llenarlo, solo es un trozo de cuero. Por su parte me contó que había salido con un par de chicos. Ambos mayores que ella, con los que había mantenido unas relaciones sexuales muy pobres, puesto que no había llegado nunca a tener un orgasmo. También me contó  que el segundo la había tratado muy mal, era muy celoso y que había convertido su vida en un control constante. No la dejaba salir con sus amigas ni hacer ninguna cosa si él no estaba incluso alguna vez, la había dado alguna bofetada, eso si, siempre en privado y sin testigos

Carlos: Vaya ¿Y como es que te pego?

Amelia: Pues por que según él, me había portado mal.

Carlos: ¿Qué habías hecho?

Amelia: Interrumpirle mientras estaba hablando con sus amigos en el parque

Carlos: ¿Y por eso le dejaste?

Amelia: No.

Carlos: ¿Entonces?

Amelia: Por que vi que tenía razón. No tendría que haberle interrumpido.

Carlos: ¿Lo justificas?

Amelia: Si. En ocasiones, no se comportarme, ya me lo dicen mis padres.

Carlos: Es mejor un buen escarmiento antes de que la cosa vaya a mas.

Amelia: Es lo que dice mi padre.

Carlos: ¿Te pego muchas veces?

Amelia: Algunas, pero solo cuando me portaba mal.

Carlos: ¿Y lo dejaste por eso?

Amelia: No. Lo deje por que una vez me dio en la cara tan fuerte que me abrió el labio. Mi padre se enfado mucho y me dijo que no quería que lo volviera a ver, pero a mi me gustaba mucho.

Carlos: ¿Lo seguiste viendo?

Amelia: Si.

Carlos: Niña mala. Cuando te vea, te tendré que pegar en el culo por desobediente.

Amelia: Si consideras que es justo…

Carlos: ¿Tu no?

Amelia: …

Carlos: Eso no es una respuesta. Me gusta que me contesten a las preguntas que hago

Amelia: Perdón.

Carlos: Me lo pensare. Ahora, contesta ¿Seria justo si te pegara en el culo por no obedecer a tu padre?

Amelia: Si. Seria lo justo. No hay que desobedecer a los mayores cuando te dicen algo

Carlos: Bien. Me gusta esa respuesta, me la apunto ;)

Amelia: Gracias

Carlos: si no lo dejaste cuando tu padre te dijo ¿como es que lo hiciste mas tarde?

Amelia: por que volví un día a casa otra vez con sangre en la boca y mi padre me quito el teléfono, le llamo y le dijo que la próxima vez que su hija volviera a llegar a casa con daño, le denunciaría.

Carlos: Vamos, que lo dejo tu padre por ti.

Amelia: Si

Carlos: ¿Le volviste a ver?

Amelia: No. Le llame un par de veces, porque estaba dispuesta a volver a desobedecer a mi padre, pero él dijo que pasaba, que no quería problemas con una mal educada como yo y que me buscara a otro.

Carlos: ¿Qué sentías cuando te pegaba?

Amelia: Al principio, me enfade mucho, pero cuando me explico que tenia que aprender modales, lo entendí. A fin de cuentas, era por mi bien.

Carlos: ¿Y no has encontrado a nadie que te siga educando?

Amelia: Lo dejamos hace un par de meses. He estado estudiando por que tenia exámenes y si no los apruebo, mi madre me azota

Carlos: ¿Te azota? ¿Todavía te pegan?

Amelia: si, claro. Si me porto mal, es una forma que no lo vuelva a hacer

Carlos: ¿y que piensas de eso?

Amelia: Que me lo merezco.

Carlos: ¿Ha sido así siempre?

Amelia: si, desde que recuerdo

Tras mucho hablar, contarle como habían ido mis sesiones con las otras chicas que tenia en la cuadra y a las que estaba adiestrando o con las que ya tenia adiestradas, un día me dijo que le gustaría conocerme en persona, que sentía curiosidad por ponerle voz a las palabras que leía tan a menudo en su pantalla y que había ayudado en su desarrollo de la idea de la sumisión.

Amelia: Me gustaría quedar. ¿Te apetecería tomar algo?

Carlos: Estaría bien, si, pero soy un hombre bastante ocupado.

Amelia: No pasa nada. Yo me adapto a los horarios que tengas. Eso si, me tendrás que venir a buscar en coche si tenemos que ir muy lejos

Carlos: ¿Si tenemos que ir muy lejos?

Amelia: a tomar algo o a lo que quieras

Carlos: “a lo que quieras”… ¿me estas proponiendo algo, Amelia?

Amelia: bueno… hemos hablado mucho y la verdad es que hace tiempo que no estoy con un chico, así que…

Carlos: así que… no te importaría que tuviéramos sexo

Amelia: me gustaría

Carlos: ¿desde cuando hace que hablamos?

Amelia: desde hace tiempo

Carlos: ¿Y no has aprendido cuales son mis tendencias sexuales?

Amelia: Las conozco. Por eso te digo que me gustaría

Carlos: sabes lo que pasa… que no me gustan las relaciones cortas. Me gustan las cosas con una programación a largo plazo. No soy de los que llegan, someten y se van

Amelia: no estoy por nadie, si es lo que quieres decir

Carlos: No. Eso ha de quedar claro. No seremos novios ni amantes ni nada parecido. Si estamos juntos es por tu voluntad, sin esperar nada a cambio a parte de que te eduque en este mundo que tanto te intriga

Amelia: ¿No seremos novios?

Carlos: No. Te he explicado muchas veces como funciona la sumisión y me has dicho que lo entendías

Amelia: Si, vale, sin problemas

Carlos: ¿Estas segura? No quiero tampoco ningún problema

Amelia: Segura, perdona

Carlos: Bien. Genial.

Amelia: Disculpa, no quería molestarte

Carlos: Bueno, no pasa nada, encontraremos la forma que no se repita ;)

Amelia: Gracias

Carlos: entonces quedamos mañana en... a las nueve de la mañana

Amelia: tendré que hacer campana a clase, pero de acuerdo

Carlos: ¿representara un problema para ti?

Amelia: No. Llamare haciéndome pasar por mi madre y todo bien. Ya lo hice otras veces

Carlos: Perfecto. ¿Algo más?

Amelia: ¿como quieres que venga a la cita?

Carlos: como vas cada día a clase, por supuesto.

Amelia: Muy bien, pues hasta mañana.

Carlos: Adiós

Al día siguiente llegue al bar donde habíamos quedado con un rato de antelación. Me gusta observar el panorama y controlar a la gente que puede haber en el sitio. Como era un bar de currantes, no tenia demasiada clientela, por que todo el mundo ya había empezado a trabajar a aquella hora. Pedí una cerveza y me fui a un rincón tranquilo, lejos de la puerta. Amelia llego diez minutos tarde. Su uniforme escolar, con camisa blanca, falda gris hasta un poquito más abajo de las rodillas, medias largas y sus zapatos negros no pegaban en absoluto con el resto de la decoración del garito. Parecía un animalito domestico al que alguien hubiera soltado en medio de la jungla. Como todavía no me había visto nunca, no sabía que cara tenia, pese que ella me había mandado alguna foto para que la reconociera. Las faltas de puntualidad denotan poco interés en la cita a la que se va a asistir, así que la deje sudar un rato en la barra, mientras se pedía un zumo. Estaba muy nerviosa puesto que miraba hacia todos lados, esperando que alguno de los que allí se encontraban fuera la persona con la que había chateado tantas horas.

Quince minutos después de entrar en el bar y de haber consumido su zumo, Amelia empezó a estar realmente preocupada. Ahora era el foco de atención de dos obreros marroquíes que habían entrado a comerse un bocadillo y se habían sentado a su lado, mientras no paraban de hacer comentarios en árabe y de preguntarle cosas como si tenía novio o si buscaba compañía. Mire mi copa y comprobé que ya estaba vacía, así que me levante de la mesa, me acerque a la barra y sacando un billete le dije al camarero que me cobrara. Cuando me dio el cambio mire a los ojos de aquella frágil muchachita y le dije “has llegado diez minutos tarde. Es una pena, te hubiera enseñado muchas cosas”. Guarde el dinero en la cartera y salí por la puerta.

- Espera, por favor - dijo aquella chiquilla, siguiéndome al exterior del restaurante - Es que, el metro… no ha sido culpa mía, yo…

- No hay excusas Amelia. Cuando alguien se compromete a hacer una cosa, incluso a llegar puntual a una cita, lo único que se espera de ella es que cumpla. Evidentemente, tú no lo has hecho.

- Ya pero es que…

- No quiero una palabra mas, Amelia. Si te hubiera interesado realmente la cita, te hubieras preocupado por llegar a la hora o incluso antes. Veo que no tienes puntualidad y eso significa que no hay compromiso ni ganas de aprender - Su cara era un poema. Estaba roja, no se si de vergüenza o de ira - Si alguna vez estas realmente dispuesta a hacer lo que se te mande, dímelo. Les deseo suerte a tus padres para educarte, por que por lo visto, no lo han conseguido todavía.

- Por favor… - dijo con la voz temblorosa. Parecía que estaba a punto de echar a llorar

- ¿Qué hubiera hecho tu chico si llegas tarde? - Le pregunte. Intuía la respuesta.

- Me hubiera pegado dos tortas cuando hubiéramos salido del bar - Me contesto

- ¿Consideras justo que yo te las pegue ahora?

- No eres mi chico, tu mismo me lo dijiste

- Cierto. Adiós -  Me volví a girar y entre en mi coche. Amelia permaneció de pie, mirando mientras subía a mí vehiculo y arrancaba el motor. Antes de engranar primera, baje la ventanilla - cuando alguien decide que quiere entrar en ese mundo, ha de ser consecuente con sus pensamientos. No puedes quedar conmigo y no mostrar respeto a mis instrucciones desde el primer momento, por que eso nos hace perder el tiempo a los dos y como te dije, el mío es muy valioso.

- Dame una segunda oportunidad, no pasara más, de verdad.

- Esta bien… - Respondí, mientras hacia cara de replantearme la situación- si vuelves a llegar tarde a cualquier cita, no me veras allí cuando pises el lugar.

Apague el motor del coche, subí la ventanilla y me baje. Era una pequeña prueba que se le tenía que hacer para ver el nivel de compromiso al que estaba dispuesta a llegar. No se puede hacer un buen anillo sin un buen oro y no soy de los que empiezan un trabajo si no lo pueden acabar. De momento, parecía que era una buena calidad. Evidentemente, no estaba ni mucho menos preparada para las cosas que tenía reservadas para ella, pero al menos parecía tener ganas de entrar en este mundo. Lamentablemente, cuando uno entra, es como el tabaco, deshabituarse es muy complicado.

Volvimos a entrar al mismo bar y a sentarnos en la mesa que había elegido anteriormente. Tras pedir, el camarero nos sirvió y se alejo de nosotros. Los dos moritos seguían mirando esporádicamente a la chavalita y esto hacia que se incrementara su nerviosismo.

- Amelia ¿Por qué estas aquí? - le pregunte a bocajarro

- ¿Como dices?

- Te pregunto que qué haces aquí, tomándote un zumo con un hombre al que le faltan pocos años para triplicarte la edad. Sabes que soy un Master con algunas esclavas en su cuadra y que no ha ocultado nunca que te adiestraría si sientes verdaderos deseos de meterte en este mundo.

- Quiero que me tomes bajo tu tutela - Me dijo sin mirarme y con un hilo de voz. Sus ojos estaban absortos con el fondo de la bebida que tenia entre manos y parecía que todo lo que decía le salía de la garganta después de haber recorrido un largo camino desde algún remoto rincón de su cerebro.

- Esto es un camino de una sola dirección. Si te tomo bajo mi tutela, será para convertirte en una esclava por tu propia voluntad. Durante un periodo de tiempo, estarás a prueba. Si decido que no eres lo suficientemente maleable o disciplinada, no dudare en rescindir el acuerdo por el que te convertirás en mi aprendiz y mandarte a freír espárragos sin pensármelo dos veces. ¿Eres consciente y capaz?

- Yo… bueno, creo… que si… que soy capaz. Lo intentare.

- No lo intentes. Eso es lo que dicen siempre todos los fracasados. Hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes. Te he hablado muchas veces como son las sesiones conmigo; como trato a mis pupilas y lo que espero de ellas.

- Lo se - me contesto - me lo has explicado muchas veces y siempre me he puesto con ello.

- ¿Te has puesto? ¿Contenta? ¿cachonda? ¿En fuga? ¿Como te has puesto, Amelia? No me gustan los rodeos ni las palabras a medias. Exijo de mis aprendices total transparencia y como parte de ella, espero que me hablen con toda la crudeza de sus pensamientos. Si no puedes, allí tienes la puerta. No cruces una raya tras la cual no estas dispuesta a permanecer. No me gustan las niñas asustadizas.

- Cachonda. Me pone cachonda leer como tratas a tus chicas y muchas veces he querido ser una de ellas.

- Mis discípulas obedecen sin pensar, en cualquier momento o lugar  ¿Serás capaz de ello?

- Si

- Así me gusta. Sin vacilaciones. Está bien. Quítate las bragas y ponlas encima de la mesa

- ¿Queeee? ¿Ahora quieres que…?

No deje que terminara de formular su pregunta. Con un movimiento pausado me levante de la silla. Era la segunda vez que veía una duda en sus ojos y no estaba dispuesto a perder mas el tiempo. Ella miro a todos lados, su cabeza temblaba y su rostro reflejaba miedo. Pese a todo, con un rápido movimiento, despego su culo de la silla mientras metía las manos debajo de la falda gris y se quito las bragas. Luego las dejo hechas una bola encima de la mesa.

- Bueno, no esta mal - le comente mientras volvía a sentarme - No te he dicho como quería que las pusieras encima de la mesa y las has puesto como has querido. Tranquila. Normalmente soy mas explicito en mis instrucciones.

Sus ojos seguían agachados, tal como le dije en su día que tenia que tenerlos una sumisa ante la presencia de su amo. Sin embargo, de tanto en tanto se volvían hacia los marroquíes y el camarero, como temiendo que vinieran o escucharan algo de nuestra conversación. Mire la bola de tela que había dejado sobre la mesa y me pareció adivinar que tenía algún dibujo de “hello kitty”. Metí mi mano en la bolsa y saque una sorpresita que le tenía reservada, mientras dejaba un mando a distancia sobre la mesa.

- Muy bien, Amelia, esto es lo que vas a hacer: cojeras tus braguitas y las extenderás completamente sobre la mesa, como si las fueras a planchar. Luego, llamaras al camarero y le pedirás que te traiga otro zumo de piña y cuando este viniendo hacia aquí con la consumición, te meterás este huevito vibrador en el coñito ¿ha quedado claro? Por cierto, a partir de ahora y hasta que decida que no eres digna o te diga otra cosa, me llamaras Amo.

- Si, Amo.

- Bien. Empecemos.

La cara de la cría estaba totalmente roja por la vergüenza que estaba pasando, pero hizo exactamente lo que le dije: agarro su infantil braga de color blanco, con un dibujito inocente en la parte anterior, la extendió ante sí como para plancharla y cuando estuvo boca arriba, llamo al camarero. Pude observar como la entrepierna de la blanca prenda se encontraba húmeda, señal de su excitación. Cuando este llego a la mesa puso cara de extrañado al ver la prenda intima, pero no dijo nada. Se limito a preguntar si el zumo lo quería natural o frío. Cuando regreso con la consumición, Amelia cumplió la segunda parte de la orden e introdujo el huevo en su coñito peludo. Lo hizo sin demasiada exhibición (otra cosa que cambiaria en poco tiempo) y con un movimiento rápido, facilitado por los flujos que salían de su interior.

- Su zumo, señorita - Dijo con una educación que hasta entonces no había mostrado - ¿necesita alguna cosa mas en la que la pueda ayudar?

Evidentemente, se había dado cuenta que Amelia se había metido algo en el coño, por que había sumado las bragas y el mando a distancia sobre la mesa junto al movimiento de la chiquilla. Adema, ella no le miraba y estaba totalmente sudada, pese al aire acondicionado del local

- Disculpe - le dije mientras le alcanzaba el mando al trabajador - ya que se ha ofrecido, ¿le importaría elegir programa?

- Faltaría mas, caballero - Me contesto, entrando en el juego hasta las cejas - igual tardo un poco en elegir el que me guste mas, pero es que es la primera vez que veo el aparatito.

Cuando el camarero pulso el botón de “On”, Amelia dio un gritito a la vez que saltaba de la silla, como si esta se hubiera incendiado de repente. Miro al camarero que le devolvió la mirada con una sonrisa, ahora totalmente seguro que la pequeña tenia algún juguete escondido. Tampoco paso desapercibido a los dos mustafas, que seguían tomando un miserable cortado desde hacia mas de veinte minutos y se giraron para ver si podían pescar alguna cosa

- Cuanto mas alto es el programa, mas vibra el huevo - explique al camarero - así que observando a mi amiga, espero que será capaz de ver cuando ha de cambiar la intensidad.

El dueño del restaurante estuvo un buen rato subiendo y bajando la intensidad del aparatito. Cada vez que Amelia se empezaba a congestionar, hacia que la vibración decreciese y cuando parecía tranquilizarse un poquito, la incrementaba otra vez. Ni que decir tiene que ese bar fue elegido por una razón muy especial que con el tiempo conocería mi nueva pupila, pero en aquel momento, su coñito estaba siendo agitado por un perfecto desconocido, que la llevaba al limite y justo cuando estaba a punto de sucumbir a él, rebajaba la tensión lo suficiente como para que no alcanzara el deseado orgasmo. Veinte minutos después, mi nueva adquisición me suplico:.

- Por favor Amo, dígale a este tío que deje el aparato al máximo, Estoy muy caliente y quiero correrme. Por favor.

Dirigiéndome al camarero, le dije que fuera incrementando la vibración de menos a más hasta que yo se lo dijera y que no la bajara. Me gire hacia ella y le dije que se subiera la falda, que quería ver su coñito mientras llegaba al orgasmo. Amelia me miro con cara de sorpresa y se puso más roja todavía por la vergüenza que le provocaba que yo, el camarero y los dos moros que había en el local le viéramos el coño, pero su necesidad de placer era mas grande que su timidez e hizo lo que le ordene. Con cara de vicio y satisfacción, subió la falda hasta su cintura, dejando ver un coño totalmente peludo, absolutamente negro y sin ningún tipo de arreglo. Separo las piernas, se agarro con la mano izquierda a la mesa, cerro los ojos y se preparo para recibir su orgasmo.

- Estoy a punto. Mmmmmmmmmmmm. Si, si si - gemía la niñata mientras el huevo hacia su trabajo, excitando las paredes internas de su coñito. El camarero había ido siguiendo mis indicaciones y ahora el artilugio estaba al máximo rendimiento - Me corro, me corro, me…

Con un pitido digital, el mando informaba que el huevo había sido desconectado. Amelia abrió los ojos, furiosa con el trabajador por que le había negado el orgasmo que estaba a punto de experimentar, pero vio que el mando estaba en mi mano. Me miro con cara de asombro y de no entender nada.

- Recuerda Amelia, solo te correrás cuando yo lo considere oportuno. Tus orgasmos son míos y por tanto, los administrare como considere oportuno. Hoy has llegado tarde y por lo tanto, no tienes derecho a experimentar mas placer del que ya tienes. Cuando te lo ganes, veremos si te lo concedo. Ahora, ponte en pie y vámonos.

No había soltado todavía la mano de la mesa cuando noto que una sustancia liquida y templada salpicaba su desnuda pierna. Se giro y vio a los dos moros mientras se masturbaban  mirando su peludo coño. Uno de ellos, el más joven, no había podido resistir lo que sus ojos veían y se había pajeado hasta que sus huevos obsequiaron a mi aprendiz con su contenido.

- ¡Que asco! - casi gritó Amelia, ignorando la regla que le explique en su día que si no era requerida, durante una sesión, no hablaría.

- ¿No te gusta el contacto del semen, pequeña? - Inquirí

- No, Amo. Lo encuentro asqueroso.

- Perfecto - le dije a tan remilgada aprendiz. Me gire hacia el marroquí que todavía estaba masturbándose y le dije - eh, Mohamed ¿Te apetece que esta niñita acabe el trabajo por ti?

El morito no desaprovecho la oportunidad y se puso delante de Amelia, colocando su rabo a escasos centímetros de la boca. Sin embargo, no sabia cuando tiempo llevaba aquella polla sin limpiarse y no quería que mi nuevo juguete pillara una infección, así que le ordene que le hiciera una paja, eso si, sin poner mas distancia entre el capullo y su nariz, es decir, unos cuatro dedos. Amelia agarro la polla con su derecha e inicio una masturbación muy torpe. Pese a todo, esté casi de inmediato empezó a gemir y a resoplar como una locomotora.

“Mas deprisa. No quiero que apartes la cara hasta que yo te lo diga” le ordene a mi aprendiz. Obedeció en el acto e incremento el ritmo. Que una cría, con uniforme de colegiala le estuviera meneando la polla a escasos centímetros de su angelical cara fue demasiado para el pobre currante y empezó a soltar cuajos de leche sobre la cara y pelo de Amelia. Pese a todo, la chica demostró madera y no lo dejo de masturbar incluso cuando el marroquí ya se había vaciado totalmente sobre ella, llenándole a parte de la cara, el pecho de la camisa de leche espesa y amarillenta. Había hecho un buen trabajo y fue la primera vez que me sentí orgulloso de ella. Seguramente por eso, mi mano busco en el bolsillo el mando a distancia y lo puso a máxima potencia.

Mientras Amelia experimentaba el orgasmo mas intenso de su corta vida, con la polla del moro todavía sujeta en su joven mano, el propietario del bar recogió la braga de encima de la mesa y después de olerla, se la guardo en el bolsillo. Sabia que aquella era la primera visita de una larga serie y no quería forzar la situación intentando hacer algo con la cría. Sabía perfectamente que tanto Amelia como yo, volveríamos a visitar su establecimiento, y que personalmente comprobaría los progresos de la niñita,  tal como había pasado con el resto de las potrillas de mi cuadra.