miprimita.com

Anis árabe

en Hetero: General

Aguardé unos instantes, volteé mi cabeza en su dirección. Me miró y dulcemente sonrió. "Disculpame" le digo, "estás esperando a alguien?"

"No, vine solo a tomar algo"

"Te puedo acompañar?" Le pregunto, comprobando que la ginebra deshinibe mi timidez.

"Bueno, por qué no?"

Me levanté de mi silla, y con paso estable y valeroso me dirigí hacia ella. Pidió un whisky mientras que mis nervios me obligaron a pedir un anís árabe. Esta bebida solía transformarme en un padrillo pura sangre.

"En los últimos 4 meses que vivo acá, ningún hombre se me acercó. Piensan que como soy una diosa total, no tiene ninguna posibilidad. Jajajaja. Vos cómo te atreviste a hablar conmigo? Flaco, narigón, feo, y mal peinado. No me digas nada... no me importa, te voy a premiar por demostrar que tenés algo de coraje... o muchas ganas de jugar... jajaja... en fin, algo debés tener para animarte a estar conmigo, eh?. Te voy a conceder una noche conmigo. Mi nombre es Silvía, el tuyo?".

"Erasmo".

En un sorbo bajó su trago. A mí me quedaba casi la mitad. No podía creer lo que me estaba sucediendo, esto solo pasaba en las películas y en los malos relatos cortos. Decidí apurar mi suerte y de un violento trago fulminé el contenido arábico. Al instante sentí un calor que me calcinaba internamente. "En marcha" le digo, "Mi casa o tu casa?".

Llegamos a su hogar, vivía en un fastuoso departamento en el piso 26. Todo aparentaba ser una alucinación morbosa, pero no, era la vida mundana dándome una palmada de amigo, luego de haber estropeado mi matrimonio. Desde la ventana veía muchas luces y me pregunté dónde estaría mi ex. Me quedé inconscientemente pensando en ella, pero un suspiro sensual detrás de mí hizo colapsar la melancolía. Me di vuelta y contemplé la diosa mortal sin prenda que cubra sus pudores, tal como la naturaleza la trajo a la vida.

"Qué estás esperando? Vení, o te asusté?"

Para cuando llegue a la cama, me encontré tan desnudo como ella. Plácidamente desatamos la batalla carnal, de besos y caricias atrevidas, sustentando un placer incesante que se prolongaba en un inacabable hechizo lascivo, repleto de sentimientos fuertes, de un goce natural. Me entretuve con su capullo, adornando con mi aliento sentimientos eróticos, rozando con mi lengua su satisfacción, engalanando su deseo con mis ansias, calmando su frenesí con mis aventureros dedos, mientras que ella, en posición invertida, producía en mi sensaciones abstractas de maravillas célicas. La velada era increíble, solo los instintos nos guiaban. Retraídamente llegó el momento en que se iniciaba la penetración. Lentamente, para no estropear el ritmo sensual, la coloco de rodillas, tipo perrito, la postura que más me agrada, de esta forma puedo manejarla a voluntad y dominar cada aprehensión de placer.

PRRRRRR

PRRRRRR

PRRRRRR

Escuchamos sin prestar oídos al portero (maldito timbre de los edificios que tiene un intercomunicador). No le hagamos caso, le dije, y ella asintió. Pero la maldita insistencia la condujo a que contestara.

"Quién es?" Pregunta a través del ridículo teléfono.

"Policía. Es usted Silvia Iarmush, madre de Javier Spinola?"

"Si, que sucede?" Pregunta exasperada.

"Lamento tener que venir ante estas circunstancias. Su hijo tuvo un accidente y ha recibido cuatro balazos mientras era tenido como rehén. Él se encuentra ahora en un estado de coma en el hospital de clínica. Si desea podemos alcanzarla ahora mismo hasta el lugar".

Atónita me miró, no podía creer lo que acababan de decirle. "Señora Iarmush, se encuentra bien?" Le pregunta el policía.

"Si, si, bueno... este... ahora bajo", entre sollozos contestó.

Supe por su desdoblada cara que el bautismo de mi miembro con ella, se iba a postergar. Mil injurias lancé sobre mi fiel desgracia, digna de seguirme desde mi nacimiento. "Lo siento" me dice "mi hijo tuvo un accidente, tengo que irme". "Ya, ya".

Mierda, necesito un trago.

El retorcido destino quiso que enfrente del edificio, se encontrara un modesto bar. Entré en él, había una sola mesa ocupada; era una pareja de adictos que gozaba de júbilo, que gozaba de poseer unos originales y glamourosos ojos rojos. Se acercó el mozo, su bigote negro inundado de canas cubría una jeta sucia, esa boca me pregunta "que desea tomar señor?".

"Deme anís árabe".

 

Fin

gabriel soto sautú

donatien_ss@hotmail.com