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Erasmo sentado en un banco de la plaza de Pilar

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Erasmo sentado en un banco de la plaza de Pilar.

Estaba sentado en un banco de la plaza de Pilar, enfrente del cine, mirando el paso de la gente; caminaban sin preocupaciones, libres o absortos de problemas económicos, sonrientes, como si la vida fuera feliz; la gente reflejaba su conformismo y el exceso de idiotez que cargaba. Yo no soy uno de estos, pensé. Pero lo era? Qué hago yo, para que el mañana sea distinto a hoy, para que sea mejor? Me estoy conformando con una fatídica supervivencia, nada más, pero definitivamente me distingo de todos, no es que sea mejor ni peor, el bien y el mal son solo una concepción irreal de un hecho, una invención cultural que sirve para oprimir a otros de que su acción es mala, y que es lícito actuar con la misma maldad para acribillarla, pero no quiero cabalgar por axiomas metafísicos e irme por otro lado, simplemente deseo ubicarme sobre estas dos concepciones falsas, para que no existan confusiones de soberbia o falta de humildad. Decía, me distingo, no por mi grandiosidad inexistente, sino por la perspectiva que tengo de la realidad, o sea, de la sublimación de lo irreal. Para digerir los secretos de la existencia, debemos comprender previamente la realidad y el tiempo; substancias desvariada de una lógica utopía. Empecemos por definir la realidad. Se podrá hablar de una realidad subjetiva y una realidad objetiva, pero limitémonos a comprender la esencia de la realidad como lo que conforma solamente las partículas concretas de algo real, existente, que perdura en el tiempo como materia sólida sin importar su corrupción incesante. Debemos por una cuestión muy evidente, agregar que la realidad está compuesta por todo lo abstracto, por ejemplo, un pensamiento individual, será un fragmento de una realidad parcial, porque la totalidad de la realidad sería la suma de todas las realidades parciales de los individuos. Y así podría seguir sobre estas trivialidades, pero veo que me voy demasiado del tema principal en este relato corto que será publicado en la red y cuyo lectores onanistas no apreciarán por falta de escenas explícitas de sexo o pornografía. En fin, mientras estaba disfrutando de mi artificial realidad sentado en el banco de plaza, algo muy irreal, o al menos muy inusual me ocurrió. Una muchacha, que pisaría su segunda década de vida, me pregunta muy tímidamente la hora. Maldigo el partido de fútbol de ayer y defeco en el boludo de Juan que me arrancó el reloj en una jugada que le hacía un caño. Hora de que nos conozcamos, le dije. Y un terremoto cayó en mi alma. Y ella luego, fue totalmente mía.

Fin