Pilar
Una sábado a la noche en Pilar
la tenía que pasar a buscar
por su casa a la medianoche.
Eran las 10.
Tenía tiempo libre y gratuito.
Me puse a circular el centro
de Pilar
con mi Senda azul
gasolero y conservador.
La magia de la noche sería mía
hasta que ella estuviese conmigo,
arruinaba el tiempo,
pero su sexo era
cabalgata calcinante
inagotable.
Por lo tanto, su cara
deforme y su gran nariz
ni se notaba al lado de unas tetazas
y piernas degollantes.
Valía la pena.
La gente se daba vuelta cuando pasábamos.
Una gacela con un orangután.
Quemé el tiempo fumándome
un puro de mi sustancia alucinógena preferida.
El tiempo no era nada, o era todo.
Después de fumar, no existía el espacio temporal,
todo se mezclaba y detenía,
los segundos eran minutos
y con este razonamiento, los minutos
eran
horas.
Nelly (la
narigona se llamaba Nelly)
vivía en Palermo viejo, en un
bonito edificio en el
octavo piso.
Ya estuviste fumando? sin
saludar me pregunta.
Es solo para relajar
los nervios, hoy fue
un día complicado,
jodido.
Y así empezaban
las discusiones que durarían hasta
que la pasión quemara
y exterminara la mala conexión
que había entre nosotros.
Y en ese momento me
pregunté algo que me volvería
a preguntar una y
otra vez.
No será la mujer
solo un ser que se
lleva naturalmente bien con el hombre
exclusivamente
en la cama?
Y a veces llego
a la respuesta, y
me río porque
todos la sabemos.
Gabriel Soto Sautú