miprimita.com

La tercer teta

en Otros Textos

La tercer teta.

Estaba tocando Adiós Nonino. Sentía que me miraba de manera extraña desde que se detuvo a escucharme. Como si algo de esa música desgarrante la tocara o le llegara a sus más recónditos sentimientos.

Entre la pequeña multitud de oficinistas de camisa uniforme, que habían terminado su jornada laboral y marchaban de regreso a sus aburridas casas, y los cadetes que quemaban el tiempo alargando el momento antes de volver a sus jefes, y los bancarios de mirada superior y de raciocinio burocrático, estables, rígidos ante el arte, y estudiantes de origen proletario que se habían hecho la rata, y no tenían a dónde ir, y turistas que les llamaba la atención el tango y me sacaban fotos, ella, con su pelo negro, largo, lacio, sus ojos verdes oliva, su atuendo informal de jean ajustado, gastado, y una remera corta que dejaba al descubierto su ombligo, se destacaba entre la gentuza como la vida entre la inercia, como la luz en la oscuridad. Ella parecía entender la música, sufrirla, como si la melodía naciera en su corazón en vez de en mi guitarra. Y me miraba de manera especial, diferente a los demás. Los oficinistas, y los banqueros, por ejemplo, me miraban desde arriba, y mi situación de música callejero les despertaba lástima y siempre me tiraban unas monedas y me guiñaban el ojo, como deseándome suerte, un mejor laburo. Los turistas, por el contrario, no entendían el tango y me miraban como si yo fuese un mono de zoológico. Yo era para ellos una atracción turística del lugar más. Incluso algunos me sacaban fotos, y siempre había sonrisas despreocupadas en su bocas y su andar era lento, relajado, pero en su mirada tenían toda la prepotencia de las clases superiores. Los más fervientes fanáticos eran los estudiantes o los cadetes: me miraban con admiración, yo era el bohemio que se ganaba la vida con su arte. Generalmente nunca me tiraban una moneda, aunque una vez un estudiante de música, me dio un billete de diez. Algún día, ojalá toque como vos, me dijo, y esas palabras me gratificaron más que su considerable renumeración material.

El final del tema es muy quejado, las notas son lágrimas y lágrimas había en su vista. Me miraba directamente a los ojos y la música era ella: desolación, melancolía, tristeza gris. Toqué como nunca el final, y cuando terminé, hubo muchos aplausos, salvo ella, que agachó la cabeza y siguió su camino.

Pasaban los días y buscaba entre el público pasajero su figura, su rostro fascinante. Toqué muchas más veces de lo habitual Adiós Nonino, esperando que ella oyera la triste melodía que tanto le había llegado. Un mes después, un domingo que había decidido ir a Parque Rivadavia a tocar, la ví pasar abrazada a un hombre mucho mayor que ella. Presumí que podría ser su padre. Ella no me miró. Tal vez no me vio, o no quiso verme, dejándome escondido y guardado en la sombra de sus secretos incomprensibles e inaccesibles. Pero al final, quién era yo, para formar parte de su vida?

A pesar de haberla visto solamente dos veces, su imagen me obsesionaba. Pensaba en ella cada vez que tocaba. Tanto fue la inspiración que me provocaba que le componía un tema diferente todas las noches. Esto fue así como un año. Había veces que componía dos o tres temas en el día. Había visto en sus ojos la verdad de la música, el secreto de la magia sonora. Accidentalmente había descubierto la fórmula perfecta de la composición, había encontrado por el azar, gracias a una hermosa mujer desconocida y misteriosa, la propia manera de transcribir a lo musical las percepciones racionales de los sentimientos. Fue sin duda mi etapa más brillante y creativa. Esos temas, permitieron que el representante de los Rolling Stones, que estaba acompañando a la banda en su gira mundial, oyera las melodías desalmadas y se enamorara para siempre de ellas. Esa misma semana firmamos un contrato y junto a cinco músicos virtuosos más, formamos la banda y salimos de teloneros de los Rollings, grabamos para Emi y escalamos todos los puestos de América, Europa y Oceanía. EMI había arreglado mis temas, transformándolos en cultos comerciales de buen gusto, y se llevaba casi toda la torta, y yo chillé y me peleé con el gerente, pero ya había vendido hace tiempo mi alma al demonio.

Fue en Barcelona, cuando U2 tocó de teloneros nuestros, que la volví a ver. Yo la verdad, ya la había olvidado. En esos días solo me preocupaba por fornicar con varias fanáticas por día y fumar mucha mariguana y tomar mucha cerveza y tocar inspirado por los astros. Faltaba una hora para que tocáramos, y desde el camarín podía escuchar como el público acompañaba la fuerza de los británicos. Ya había afinado la guitarra y estaba por comenzar a calentar los dedos cuando Manolo, uno de nuestros guardaespaldas, me avisaba que había una mujer que deseaba hablar conmigo, que decía conocerme de Buenos Aires. Cuándo la vi entrar al camarín, mis ojos no creían lo que veían. Era ella, la fuente de mi inspiración que yo había abandonado en el olvido. Me sonrió. Vi por primera vez su sana dentadura. Esta vez no había lágrimas en sus ojos verdes oliva, había felicidad y orgullo, entremezclados con una sensación pura y desinteresada de admiración, a un músico genial y sumamente exitoso.

-Hola. Me dijo. -Seguro que muchas mujeres se te acercarán y te contarán historias solamente para seducirte y conversar con vos. Pero yo, te vi tocar un par de veces cuando tocabas en Buenos Aires en las peatonales-.

-Oh si! Te recuerdo, una vez lloraste cuando tocaba Adiós Nonino-.

-Jajaja. Si, recuerdo. La música triste hizo que mi corazón latiera más a prisa de lo normal, y cuando eso pasa, o cuando me pongo muy nerviosa, o me asustó, o excito, mi tercer teta vibra y su placer me hace llorar. Jajajaja-.

-Qué?-.

-Si tengo una tercer teta, o al menos, yo le llamo asi. Hablo de mi clítoris.

Y no alcanzó a terminar de hablar que sacó su corta pollera y su calzón blanco de encaje y quedó ante mi mirada una desproporcional clítoris arrugada. Enchufé mi guitarra a un equipo, y comencé a ejecutar la obra de Piazzolla. Empecé tocando el tema con nostalgia, con firmeza y gracia a la vez. Noté enseguida como su cara se tensionaba y parecía de porcelana. En la parte triste del tema, aumenté el volumen y la intensidad de las notas en un relento intempore, y ella no aguantó más y comenzó a masturbarse mirándome. Metía el pulgar, el dedo índice y el del medio en su vagina, y los otros dos restantes en su culo, y con su la palma de la mano derecha frotaba semejante clítoris. Qué inverosímil se me hacía la realidad. No puede ser que esto esté sucediendo, pensaba. Llegué a sospechar que alguien había puesto LSD en mi whisky y estuviera alucinado en un mundo morboso, propio y solamente real en mi imaginación.. Seguí tocando el tema, y ya simplemente improvizaba y ella verdaderamente lloraba, tanto era su placer. Comenzó a temblar, y su cuerpo en una convulsión agitadísima que no cesaba, llegó a un terrible orgasmo y gritó tan fuerte sobre la música de U2 y los gritos de la falange inmadura, que Bono paró de tocar y preguntó What the fuck was that?

Ella se dio cuenta de semejantes alaridos, y enseguida se vistió, dejándome un charco de flujo y lágrimas en el piso, y tan inesperadamente como vino, se marchó.

Nunca más volví a verla.

Fin.