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Lisa y yo

en Hetero: General

Vamos me dice Lisa. Viven en una casa grande y vieja, muy vieja. Seguro que tiene más de 100 años. El polvo con ella la noche anterior no me permite contradecirle.

Sale a recibirnos Julie, una hermosa chica de 17 años no más, con una hermosa cabellera castaña que casi le llega a la cintura. Su cuerpo está repleto de curvas letales, como aquellas curvas que besaba a Lisa anoche. Esta abraza cariñosamente a Julie y soy presentado como su novio. Jamás había estado con una mujer tan bella y ahora me presentaban como el oficial. Alegre melodía del amor, verdad?

La amistosa Julie, ese es su nombre, me saluda afectivamente.

-Pasen, Guillermo y Carli están adentro.

Los 2 muchachos se encuentran en un gigantesco living, decorado con toques de locura; hay 2 sillones franceses antiguos amarillos sobre una alfombra de color rojo intenso, como mis ojos, y enfrente, un asiento de Ford Falcon tapizado perfectamente en pana verde. En la mesa ratona hecha de madera vieja reciclada, hay una máquina de cocer vieja, que ha sido convertida en lámpara. La mezcla es psicodélica, centenares de cosas raras; un reloj dentro de un ladrillo, una silla tapizada con un gato, una hamaca como repisa que soporta una linda colección de Playboy. Me cayeron bien ambos. Estaban tomando cocaína.

-Querés un pase?- Me dice uno.

-No gracias, no es mi honda. Fumo mariguana y bebo alcohol solamente.

-Entendido.

Aunque casi nadie me cae bien, estos extraños seres me gustaron. No querían demostrar nada, y por ende no juzgaban al prójimo; cada cuál hacía lo que se le antojaba.

Guillermo era escritor. Había publicado unos cuentos relatos cortos en un diario local. Aún no le pagaban. El se ríe de sus dotes elocuentes del lenguaje escrito. Mientras me tomo un té de coca, para probar sus efectos leves leo un cuento de este joven escritor. Realmente era interesante. El cuento habla de una mujer gorda que no tiene relaciones durante años y, caída en la desesperación de su líbido, secuestra a un niño de 14 años. El maduro infante, desafortunadamente tiene un pene demasiado pequeño y no llega en su totalidad a penetrar el orificio vaginal. La gorda se enloquece y hace un montón de cosas pervertidas con el cuerpo del pequeño, finalmente, lo mata y se lo come. Interesante historia.

Carli es hijo de un juez. Había sido desterrado de su casa por 2 motivos. Primero, el padre del drogón lo encuentra teniendo relaciones con el jardinero de la casa y segundo, por descubrir 2 días más tardes cinco gramos de cocaína en su mesita de luz. Su padre paga todo; sus estudios que nunca atiende, la comida, su ropa. La casa, también había sido conseguida por el juez en persona, era en efecto, un patrimonio histórico convertida en su casa, un verdadero patrimonio de drogas. A veces la realidad supera la ficción. Todo esta información, fue amablemente proporcionado de antemano por mi buena amiga Lisa.

-Donde vas con esa mochila?- me pregunta Carli.

-No tengo un destino, voy a donde me lleva la intuición.

-Ah, como kung fu!

-No, como el increíble Hulk.

-Muy rica pala, de verdad no querés probar, esta tiene muy poco corte.- Me dice Guillermo, extendiéndome un pequeño espejo redondo con dos gruesas líneas de una muy blanca cocaína.

-No me gustan los efectos pero si decís que es casi pura, dame.

La cocaína no es de mi predilecciones. Aborrezco sus mortíferos bajones. No veo la gracia en drogarte para sentirte mal. Sus efectos de aceleración, de fatuidad, de potencia, seguido a una fuerte depresión de nerviosismo, un estado de pánico, ansiedad de más cocaína para matar los bajones, no es lo que yo llamo momentos felices. La mariguana si me hace feliz. Sin embargo, en mi cultura drogona jamás había consumido cocaína en este nivel de pureza.

Fue placentero mientras duraba cada pase; 30 minutos de una sensación que combinaba la majestuosidad y el poder, me sentía lo máximo, era superior, y el bajón casi ni se sentía. Tuvimos tomando todo la tarde.

Las mujeres estuvieron todo el tiempo bebiendo vino fino tinto. Estaban muy alcoholizadas.

Lentamente llegó la noche y la substancia fina y cara se liquidó. Para matar los efectos traicioneros de la pala, fumamos de mi mariguana un porro muy culón cada uno, dejándonos sumamente idiotas, muy idiotas, muy, muy, muy distendidamente narcotizados.

De costumbre, como en todas partes del mundo, no, en algunos países los hombres conservan aún la autoridad, las mujeres decidieron qué podríamos hacer: salir a caminar y a pasear alrededor de la somnolienta plaza cafayateña. Además, mi chica Lisa tocaba a la medianoche.

Me paré luego de estar sentado 6 horas seguidas y un golpe interno muy punzante golpea casi con bronca mi anímico cerebro. Me quedé quieto un momento, siempre de pie, y comencé lentamente la caminata hacia la puerta. Las mujeres, detrás de mí, mientras me dirigía hacia la puerta se reían con muchas ganas, estaban dipsómanas y muy borrachas. Me doy vuelta para cargar con las risas creyendo que se reían de mi estado de confusión pero no, se reían por que ninguno de los otros dos zaparrastrosos pudo ponerse de pie. Estaban sentados con una estúpida sonrisa en sus caras, muy drogados, demasiados ofuscados. Hacían muecas de que no podían más, mi mariguana poderosa los había noqueado. Flojos!

Julie me miró con su picardía adolescente y rozó su rosada lengua sobre su labio superior. Lisa la vió y le dice:

-Querés que nos divirtamos con él? No sabés las cosas que hace con su sexo.

Ambas soltaron unas estúpidas risas cargadas de excitación. Julie con su larga caballera y su aliento a uva y alcohol se me aproximó y me dijo:

-Te ha dicho Lisa que nosotros compartimos absolutamente todo, pero todo todo?

Risas.

-Comparten el papel higiénico también?- le digo.

-Si, y cuando nos quedamos sin papel, utilizamos nuestras lenguas.

Pensé, mierda que esta chica es juguetona!

Ahí nomás se arrodilló, bajó mi bragueta y empezó a chupar con vehemencia mi fláccido pene; se lo metía todo dentro de la boca, su lengua subía y bajaba. Tiraba el cuero hacia atrás y dejaba la cabeza bien al descubierto y dulcemente lamía debajo de esta. Lentamente mi pene iba erigiéndose. La succión era de lo mejor. Realmente la mocosa sabía chupar.

Lisa, que estaba mirando todo el tiempo, en su alcohólico estado irreal, se acercó a Guillermo y empezó a besarlo. Este, demasiado drogado no respondió. Entonces se lanzó sobre Carli pero el gay la rechazó. De pronto nos mira a nosotros. Julie seguía poseída chupando mi pene. Sus castaños cabellos me hacían cosquillas en los huevos. Lisa se acercó y empezó a besarme con su larga y rica lengua. Tomó mi mano derecha y la apoyó sobre su firme teta izquierda.

A pesar de estar muy compenetrado en lo que estaba haciendo, me pasmé por el comportamiento de estas chicas, sobretodo por Lisa, tan distinta se me había presentado que paulatinamente me estaba cautivando, y a la vez asustando.

En ese momento de reflexión, mi mente abatió mi apetito sexual y me congeló. Lentamente comencé a sentir como mi pene se iba achicando, poniéndose cada vez más blando y adoptando la forma de un pequeño chorizo casero. Julie ponía cada vez mayor esfuerzo por resucitar a mi compinche, pero él había decidido descansar. Al fin, la succión y los besos cesaron.

Ambas se fueron a sentar al lado de los 2 marmotas. En medio de la sala, vistiéndome con la humillación hostigándome, me sentía una vergüenza humana, una desgracia viril, un intento de hombre. Maldije todas esas revistas hippies que decían que la mariguana no acarreaba problemas de impotencia.

Sin embargo, pude superar ese momento de angustia, reflexioné y me dí cuenta que todo fue producto de mi mente y la cantidad masiva de droga que había ingerido.

Las chicas, para consuelo mío, empezaron a besarse y tocarse. Lisa me miró.

-Ya que los hombres no se comportan como tales...

-Es por toda la droga, anoche la pasamos muy bien.

-Ya sé, todo bien.

Siguieron haciéndolo con tanta naturalidad, que enseguida me di cuenta de que no era la primera vez que lo hacían. Sus lenguas ardientes se peleaban, las babas lujuriosas mojaban todas sus caras, y la calentura hacía que se besen con extrema pasión. Confieso que era sublime esa vivencia. Jamás antes había presenciado algo semejante, solo en mis sueños y fantasías! Apresuradamente cada una empezó a sacarse la ropa. Una vez completamente desnudas, siguieron besándose libidinosamente, solo que estaba vez se metían mutuamente en la vagina todos los dedos de la mano salvo el pulgar. Sus gemidos eran adorables. Mi pene se paró y estaba más duro que nunca. Como a Lisa ya la había poseído la noche anterior, la agarro a Julie por atrás y lucho contra su agujero anal. Me costaba y la sequedad de la zona me lastimaba. Lentamente iba cediendo su cuero, mientras empujaba con rabia y fuerza hasta que la penetración se completó de un violento empujón. Un fuerte grito agudo lleno de sensualidad pegó, y empezó a moverse con ritmo vertiginoso. Mientras envestía con extrema pasión, las mujeres seguían besándose y mastrubándose. Julie ahora le metía la mano completa hasta la muñeca a Lisa. Era un momento de pura calentura. Lisa se inclinaba más, hacia mi, y empezó a lamerme toda la cara. Su salvajismo me enloquecía. Sacudí más enérgicamente que nunca el culo blanco de Lisa: estaba por llegar al orgasmo. Aguanté unos pocos segundos más y la inundé internamente de semen. SI! Era el éxtasis: la más descollante desenvoltura.

Continuará.

gabriel soto sautú

donatien_ss@hotmail.com