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Lisa y yo (II)

en Hetero: General

Como si algún creyente mentiroso nos hubiese denunciado por comportamiento libidinoso, indebido y de mala vida, sentimos unos firmes golpes en la puerta.

-Abra policía.

-Un momento.- Le dice Julie, mientras se viste apresuradamente.

Mierda. Yo tenía en mi mochila un montón de faso, mío y de Lisa. Corro a pesar de mi estado hasta mi mochila. Para mayor desgracia, no encuentro donde está, y cuando la encuentro, olvidé en qué bolsillo estaba.

-Vamos, abran o tiramos la puerta. ABRAN YA, CARAJO!

Carli y Guillermo no se podían despertar. Julie y Lisa estaban escondiendo su mierda y yo luchando empedernidamente para encontrar el maldito faso y airarlo por el inodoro. Finalmente me di cuenta que no estaba nada en la mochila: lo había dejado arriba de la mesa ratona, cuando armé más temprano. En ese momento derribaron la puerta y muchos policías entraron apuntándonos a todos como si fuésemos terroristas. Un policía muy joven me miró con mucho odio y dijo:

-Tirate al piso, hijo de puta, y poné las manos atrás.

Las esposas al tener yo las manos pequeñas no me molestaban. Nos llevaron a la comisaría de Cafayate. Al llegar, nos separaron. Las mujeres en una celda, Carli en una sola celda para él, y Guillermo y yo en otra, juntos.

A Guillermo, el peligro, lo había despertado de su sueño embaucado.

Según me informó un policía, nos trajeron por una denuncia anónima de que en ese lugar se vendía droga y que, efectivamente, encontraron mariguana y LSD. Por lo visto, la situación no era buena para ninguno. Me preguntaba quién se haría cargo. En definitiva, todos éramos culpables, pero, si realmente se nos acusaba de narcotraficantes, qué hacer. Y yo, si debía pagar un abogado, se me acababa el viaje.

La charla con Guillermo se hacía penosa. Él decía que estábamos cagados; las mujeres, dejándose, iban a salir en libertad; Carli, con un soborno del padre estaría libre, pero nosotros, estábamos cagados. Yo aún tenía esperanzas, pero me asustaba la coherencia de sus palabras. Eso de una denuncia anónima me parecía absurdo. Mejor se me presentaba la perspectiva de que nos encerraron a todos sólo buscando una buena coima del padre de Carli.

La noche se manifestó más oscura que nunca. Hacía 3 horas que estábamos y ya se me hacía insoportable. Salí en busca de la libertad y como si fuese el mayor perdedor de todo el mundo había encontrado el encarcelamiento.

Me desperté muy temprano, por los nervios, el frío y el encerramiento, dormí muy poco. Guillermo estaba asustado. Parecía que él vislumbra el oscuro porvenir, como si ya estuviera sintiendo en la piel, la brutal condena perpetua.

Un policía que bien podría ser boliviano, nos abrió la puerta.

-Salgan que van a hablar con el comisario.

En nuestra travesía por el patio de la comisaría, vemos a las chicas en su celda que daba al patio. Estaban en un deplorable estado, su noche fue muy cruel se ve. Pero si Guillermo tenía razón, tal vez hoy ya salgan en libertad. Lisa me miró con consternación. Su particular brillo se había extinguido. Movió sus labios sin emitir sonido y me dijo SUERTE. Gracias, presiento que las necesitaré

.

La oficina era grande y muy alta. Había una biblioteca con 3 libros solamente. Arriba de una estufa a kerosén había un escudo y al lado, un gigante cuadro de Perón.

El comisario nos observó minuciosamente, analizando nuestro comportamiento, atento ante cualquier gesto que indique la culpabilidad o la inocencia. Tenía una cara muy alargada, de un color similar al de la materia fecal. Los ojos negros encenagados que hace que uno desconfíe de su honestidad e integridad profesional. Si este sujeto representaba la autoridad máxima del bien imperioso, estoy realmente cagado, pensé. Estúpidamente no me animaba a decir nada. Pero pensé que si nos quedábamos callados asumíamos nuestra falla. Entonces le dije:

-Me podría decir oficialmente por qué se nos retiene, comisario?

-Si, pero cómo no. Por poseer 2 kilos de mariguana y una considerable cantidad de LSD. Aquí en Salta eso es ilegal. Se los acusa de tenencia de estupefacientes por el momento, estamos investigando, y algún otro delito puede surgir. Les voy a ser directo. Las chicas ya lo contaron todo. La falopa es de ustedes dos y de Carlos Bartorelli. O me equivoco?

Decidí asumir mi culpa y confesé que la mariguana era mía.

-Bien, ahora vamos aclarando todo, vamos a hacer esa confesión oficial.

El sucio comisario tomaba mis declaraciones. Asumí la tenencia de 2 kilos de mariguana para consumo personal, sin tener bajo ningún punto de vista la mera intención de distribuir, vender o intercambiar la droga, bla, bla, bla.

Resumiendo vastos hechos; Guillermo se hizo cargo del LSD y fue condenado a no menos de 6 meses y no más de un año y debe someterse a un estricto programa de rehabilitación dentro de la cárcel de Salta. Carli logró que su padre soborne a los policías y salga en libertad. Julie y Lisa después de haber chupado y soportado 24 penes, obtuvieron su libertad, aunque también deban someterse a un programa de rehabilitación, y si no desean el programa, una vez por semana deben pasar por la comisaría a joder con el comisario. Yo, realmente cagué: 2 kilos no está considerado lógico para consumo personal y me tocará sufrir una condena no menos de 3 años y no mayor a los 6. Qué mierda es la vida, uno nunca sabe qué le va a ocurrir al día siguiente.

Temo las peleas de la cárcel, las violaciones, los robos, los asesinatos. Me dirijo al basural social y esa mugre me infectara y cuando salga no seré más el chico boludo y bueno que soy ahora; seré un arpía desconfiado de la humanidad, que se encuentra enojado y loco y rabioso y quiere castigar a la comunidad en general. Pero para eso debo empezar con algún inocente y provocar y causar tremendo dolor agonizante en venganza por el daño que injustamente me ocasionaron a mí. Alguien pagará.

Serás tú?

Fin

Donatien_ss@hotmail.com

Gabriel Soto Sautú