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Cuatro Días (Capítulo 5)

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Capítulo 5

Aquella tarde ya no pude pensar en otra cosa.

¿Qué había pasado? ¿Qué había dicho? ¿Tan mal me había expresado? ¿Tan mal le había hecho el amor?... ¿Por qué había reaccionado, marchándose así? Habría podido comprender que me rechazará, que me dijera que no, pero esto. Que folláramos y luego se fuera sin decir nada…No lo había imaginado, y eso que mi mente había visionado multitud de posibilidades de respuesta a mi declaración. Pero que lo hiciéramos para que después saliera corriendo… No. Aún no me lo podía creer del todo.

Quizás sencillamente lo primero había sido un calentón y luego no había encontrado las palabras para rechazarme con,…, “amabilidad”. Pero en cualquier caso, me dije, no debo seguir dándole vueltas. Sea lo que sea, lo que esta claro es que tal vez no me corresponde. Puede interpretarse su marcha de muchas maneras, pero ninguna buena para mí. Era, pues, el momento de superarlo y seguir con mi vida.

 

Llegue a mi casa cabizbajo y me encerré en mi cuarto. No podía pensar en nada. Solo la veía en mi cabeza, una y otra vez, como un video que se rebobinará en un ciclo sin fin, emitiendo sin cesar la misma escena, como habíamos hecho el amor y cómo luego no estaba cuando me desperté. Pensaba que tenía asumida la posibilidad del rechazo, pero ahora veía que no. En el fondo esperaba un sí. Todos me habían animado, pero en el fondo se habían equivocado. Yo había querido creer en ellos, poniendo en duda las sensatas razones que me decían que era imposible, y al final, había apostado por el caballo perdedor. Me tiré sobre mí cama y lloré amargamente.

Unos golpes en la puerta llamaron mi atención:

-¡Adelante!

Mi madre abrió la puerta:

-Izzy, cielo, una amiga ha venido a verte.

-¿Una amiga?-pregunté-¿Quién?

-No me lo ha dicho, ¿le digo qué pasa?

-Sí-dije, pensando que sería Sora. Desde luego no esperaba que fuese Mimi. Pero me equivoqué: Lo era. Apareció al irse mi madre… Era como el sol saliendo entre las montañas, así aparecía a mis ojos. Me los froté, fingí que acababa de despertarme y que por eso los tenía enrojecidos.

-Hola, Izzy-me saludó ella con tono apesadumbrado.

-Hola, Mimi-le repliqué. No me imaginaba que podía pasar.

-Perdona que antes me fuera así, de un modo tan extraño.

-No pasa nada.

-Tú me declaras que me quieres y yo me voy.

-Bueno… Fue más desconcertante por el hecho anterior-dije con cautela. Me daba cosa recordarlo.

-¿Qué hecho anterior?-preguntó ella como si supiese a qué me refería.

-Ya lo sabes… A lo que hemos hecho.

-No hicimos nada, me fui y ya está.

-¿Cómo qué no? ¿Es qué me imaginé lo que pasó?

-¿Qué pasó?

-Pues, cuando…, cuando lo hicimos.

-Nosotros nunca lo hemos hecho, querido Izzy.

-¿No me estarás gastando una broma, no?-no sabía a que venía todo aquello.

-Ni siquiera me has visto desnuda nunca, y por eso, mi miedo.

-¿Por qué?-no entendía lo que decía. Negaba la realidad de lo que había pasado y decía cosas raras.

-Tengo un oscuro secreto y te lo voy a desvelar, pero temo que me odies cuando lo veas.

-No podría odiarte, Mimi-le dije.

-¿De verdad me quieres?

-Sí.

-¿Te gustaría que hiciéramos el amor?-esa pregunta a bocajarro me desconcertó, pero respondí también:

-Claro.

-Me prometes que me querrás a pesar de mi secreto.

-Sí-dije con la voz más firme que pude.

-Prepárate-me dijo. Yo no sabía que estaba a punto de suceder, ¿cuál sería su secreto?-Cierra los ojos.

Lo hice. Oigo el ruido de unos vaqueros que se desprenden. Luego de una prenda íntima, una blusa,…, se estaba desnudando delante de mí. Ahora quería abrir los ojos y ver ese magnífico cuerpo que ella decía nunca había visto. Pero al tiempo temía encontrar algo terrible.

-Abre los ojos, cariño-me dice finalmente.

Abrí, en efecto los ojos, y entonces pude ver el secreto que escondía. De hecho me quede de piedra. Nunca me hubiera imaginado nada igual…

Allí donde debía estar la vagina de Mimi, esa que esta tarde había tenido para mis labios y mi mástil, había un grueso miembro masculino. Mimi era una de esas transexuales… No lo podía creer, y durante un momento, mis prejuicios, incluso un poco de asco, se debieron reflejar en mi rostro, porque ella reacción llorando.

-Sabía que te daría asco-dice, gimiendo. Sus lágrimas me conmovieron y me acerque a ella. Aunque se alejo, yo abrace su cuerpo desnudo y lo apreté contra el mío.

-No me das asco-le dije, con la voz más tierna que pude-Es verdad que me he sorprendido-le dije-Pero-y al mismo tiempo empecé a acariciar sus caderas-Tú nunca podrías darme asco.

Lo cierto es que poco a poco, con su bello cuerpo ante mis ojos, a pesar del descubrimiento de su “instrumento”, con el calor, el morbo,…, la cosa me parecía muy excitante.

-Izzy,…, ¿me sigues queriendo?

-Sí, Mimi-replique. La miré a los ojos y ella notó que le decía la verdad.

 

Acercando sus labios a los míos, pregunto, ya con un tono jovial, seductor:

-Izzy,…, ¿sigues queriendo que hagamos el amor?

-Eso siempre-le contesté.

Empezamos a besarnos. Su boca era caliente y su lengua jugaba y dominaba a la mía. Recorría mis dientes y entraba en mi cavidad bucal.

Coloca sus manos en mis hombros, y, son una suave presión, me hace agacharme poco a poco. Sus pechos quedan a mi altura y empiezo a lamerlos, succionando sus pezones como si fuera un bebe, mis manos los acarician, amasan esas excitantes montañas de rosada carne. Ella gime de placer.

-Ah, así mi pequeño, así…-ella me acaricia con una mano el pelo. La otra desciende y noto aunque no veo que se empieza a tocar. Noto la punta de su miembro cada vez más duro contra una de mis piernas. Lo cierto es que la situación me pone cada vez más cachondo.

De nuevo, sus manos me incitan a descender. Recorro su pecho, entre sus tetas, por su vientre hasta el ombligo. La miro a sus ojos. Me dicen lo que quiere, su miembro esta ya casi frente a mi cara,…, pero no, no me atrevo. Noto esa verga, ya totalmente erecta… Nunca me había imaginado que estaría ante una, yo, que no desde luego no era gay y nunca había tenido ningún impulso en ese sentido. Me retiro un poco, alejándome. Ella me detiene con sus manos en mi cabeza.

-¿Qué pasa, cielo?

-Es que, Mimi…

-¡Shh!-me silenció-Tú déjame hacer ¿Confías en mí?

-Sí, Mimi, pero…

-Tranquilo, cariño. Tú déjate hacer, déjate llevar.

Ella se mueve hacía mí, con una mano impide que retroceda si lo intento, con la otra, dirige el rumbo de su duro miembro. Noto la punta, ya algo húmeda, sobre mis labios. Noto el sabor de su líquido seminal. Beso su punta, pero impido que avance. Su mano avanza desde mi nuca hasta mis labios, acariciando mis mejillas…

Su dedo gordo fuerza la entrada a mis labios. Yo estoy demasiado embriagado para resistir. Una vez que la mano ha abierto la entrada, esta no se volverá a cerrar.

Su glande, pegajoso, sigue el rumbo del dedo y Mimi, poco a poco, entierra su miembro en mi boca… Noto mi polla, bajo la ropa, cada vez más dura. Siento como si mi cabeza estuviese siendo profanada, su miembro, duro, firme, cruzado por una gruesa vena, de tacto húmedo, entra hasta mi garganta.

La va sacando y deja solamente la cabeza dentro, luego, la mete. La saca, la mete. Me esta follando la boca.

-¡Oh, Izzy! ¡Qué boquita tienes!

Su miembro caliente, acaba resultando agradable a mi boca. Mis manos van a sus nalgas, acariciándolas y ayudando a su penetración bucal.

-¿Lo ves, cielo?-me dice al fijarse-Sabía que te gustaría si le dabas una oportunidad.

Lleva mis manos a su verga y me hace masturbarla y lamerla. Ahora la recorro desde fuera con mi lengua y a veces me meto su cabecita en la boca,…,

-Oh… Lo haces muy bien, cielo.

De repente, me levanta. No sé porque, yo quería seguir. Ella me guiña un ojo y se arrodilla ante mí. Me baja los pantalones y los calzoncillos. Mi miembro, durísimo, sale disparado al bajar el calzoncillo.

Ella empieza a besarlo y a lamerlo suavemente. ¡Oh, que placer! Pensaba que iba a devolverme lo mismo, pero de repente  noto sus manos en mis caderas, moviéndome, haciéndome dar la vuelta. Quedo dándole la espalda. Sus manos aparecen desde detrás y me empiezan a masturbar, cada vez más rápido, y de repente, noto su lengua en mi culo… Y empiezo a ver sus intenciones… Vuelvo a estar nervioso, y más cuando ella me introduce un dedo por el ano.

-Mimi,…, creo que no estoy preparado ¡Agg!

-Tranquilo, bebé-la oigo desde abajo-Ya te estoy metiendo dos deditos.

Dos dedos a los que pronto acompaña un tercero. Aunque estos preliminares no duraran mucho. Pronto se levanta y empieza a besar mi cuello…

-¡Oh Izzy! Hace días que sueño con tenerte así…

Sus palabras me hacen temblar, de placer, amor y temor ante lo que va a pasar. Pero no tengo ganas ni fuerzas para evitarlo.

-Ahora vas a ser mí dulce nenita-me dice, sensual, al oído.

Noto la punta de su verga contra mi húmedo orificio.

-¿Estás preparado?

De hecho, el morbo era tal que casi lo deseaba.

-Sí, Mimi-digo, empezando a masturbarme-Adelante.

Dicho y hecho. La cabecita de su miembro aparece entre mis nalgas con la pretensión de una dueña. Pronto está contra mi ano, y empieza a apretar…¡Oh!, que dolor cuando la carne empieza a abrirse y su miembro a entrar.

-Me duele, Mimi-le digo.

-Aguanta, mi niña-me dice. Que me hable en femenino aumenta mí excitación.

Su cabeza finalmente esta dentro. Una de mis manos va hacia allí y nota que, a pesar de que el dolor me decía que me la había clavado entera, solamente ha entrado la punta.

-Solamente tengo la punta en tu interior, bebé-me dice al ver mi tanteo-Pronto tendrás todo mi mástil ensartando tu ser.

Esa enorme barra de carne sigue, poco a poco, centímetro a centímetro, arrebatándome una virginidad que nunca esperaba perder, que ni me imagina perder…

Gimo de dolor. Cada segundo es un suplicio… Pero, de pronto, empiezo a notar algo de placer,…, y una de sus manos sustituye a la mía masturbándome…A pesar del dolor, noto mi poya cada vez más dura…

-¡Oh, Mimi!

-¿Ya empiezas a gozar, eh?-me dice, como victoriosa-Eres todo una guarrilla.

Eso me excita más y…de repente, ¡Ah! Mimi me había clavado toda su verga de un golpe…

-Ya la tienes toda, pequeña-me dice.

-¡Oh!-no puedo dejar de gemir. Noto como su verga entra y sale, cada vez más rápido, taladrando mis entrañas.

Una de sus manos en mis caderas, la otra me masturba. Yo me inclino sobre mi escritorio…abriéndome más de piernas y ella me sodomiza más fuerte, a duras y largas estacadas ahora.

Entonces, de repente, me siento llegar al orgasmo…

-¡Oh Mimi! Voy a correrme…

-¡Sí!, vente niña mía…

Ella no deja de masturbarme y, de repente, empiezo a correrme… Ella sigue en su empeño mientras eyaculo con fuerza y mi semen cae sobre mi escritorio…

-¡Oh!...-jadeo mientras mi miembro queda flácido entre las manos de ella.

-Yo también voy-me dice de repente, sacándola.

Me doy la vuelta a tiempo de que me obligue a arrodillarme para volver a introducirme su verga en mi boca, follándola ahora casi con desesperación…

-¡Oh, Izzy!, prepárate a tomar la leche de tu mami…

Yo apenas pude asentir cuando de repente, vibrando su miembro, empezó a soltar chorros de un espeso y caliente néctar que llena e inunda mi boca… Sabe raro, y su gusto es casi… me recuerda al zumo natural con diminutos grumos… El hecho de que hubiera acabado en mi boca me la volvía a poner tiesa, de hecho, notaba como si yo mismo me estuviera corriendo otra vez…

El techo de mi habitación me dio la bienvenida a la realidad. De repente, me encontré tumbado en mi cama… Me alcé un poco. Desde luego no había ahora rastro de Mimi. Antes de que pudiera pensar que estaba pasando ya note mi calzoncillo manchado, me baje la ropa para ver que pasaba y, como temí al sentirlo, había tenido una polución nocturna…, había sido un nuevo sueño…

Había vuelto de casa de Sora todavía tan cansado que me había dormido otra vez…, y que sueño más extraño había tenido… ¿Por qué había soñado que Mimi era transexual? Quizás la experiencia de ver lo que Kari le hacía a T.K. la detonó…En cualquier caso, fui con cuidado al baño para limpiarme y volví a mi cuarto. Me volví a acostar, aunque no tenía nada de sueño. Pero no tenía nada mejor que hacer y prefería intentar no pensar en Mimi.

Llevaba lo que me parecía una eternidad tirado sobre mi cama, limitándome a contemplar el techo, cuando mi madre llamó a mi puerta:

-¡Izzy!, un amigo ha venido ha verte.

¿Un amigo? ¿Quién sería? Miré el reloj, me sorprendí al ver que señalaba ya las dos y media. Seguramente mi madre ya estaría a punto de poner la mesa para comer. Deje eso de lado, además de que no tenía nada de apetito, salí al pasillo y fui al salón.

Allí estaba Tai.

¿Tai? ¿A qué habría venido?

-Buenos días, Tai, ¿qué tal?-le saludo.

-Buenos días, Izzy, muy bien, gracias-me respondió.

Me senté y le indique un asiento. Estábamos solos en el salón. Él, me fije, parecía querer decir algo pero no saber cómo, parecía estar buscando las palabras apropiadas.

-¿Puedo ofrecerte algo?, ¿agua o un refresco, una cerveza…?-pregunté, por romper el hielo.

-No, gracias, no tengo sed. Además, ahora en unos minutos, cuando me vaya tengo que coger el coche para ir al aeropuerto, este fin de semana tengo partido de liga en Sapporo.

-Ah-me limito a decir.

-Mira, no sé muy bien por qué he venido, pero he tenido el impulso cuando,…, bueno, cuando Sora me lo ha comentado-concluyó finalmente tras la duda inicial. “¿Qué Sora se lo ha comentado? ¿Se refiere a mi encuentro con Mimi y a la reacción extraña de ella?” No estaba seguro de querer hablar de ello. Y menos con Tai.

-Entiendo-me limité a decir-Te agradezco el gesto, Tai, pero no era necesario.

-Sora es una chica estupenda, ¿sabes?

Esa pregunta me sorprendió. Pensé que era retórica o algo así, pero se quedo de tal forma, como esperando mi respuesta, que no pude menos que confirmarlo.

-Claro que lo es-y sabía que no mentía.

-Es perfecta en todos los sentidos. Es guapa, muy guapa, responsable e inteligente, agradable en el trato, una dulce compañía y tan tierna como una madre. Y pelirroja. Siempre me han gustado pelirrojas. Siempre me ha gustado ella. Hubo un tiempo en que me parecía tan perfecta que sencillamente consideré que era imposible que acabáramos juntos. Fue un tiempo muy duro aquel año en que nos distanciamos. Y cuando oía que salía una noche con Matt, con Jack, o con cualquier otro chico,…, me torturaba peor que mil agujas clavadas en mi cuerpo. Era horrible. Pero al volver a encontrarnos, cuando yo estaba haciendo las pruebas para entrar en el equipo de fútbol y ella iba a ingresar en la universidad, decidí que debía intentarlo, que merecía la pena. Quedamos un día, para cenar. Como amigos. Aún recuerdo la fecha, nunca se me olvidará aquel cinco de septiembre. Fue una noche muy agradable. Recordamos nuestras aventuras, nuestra amistad, y nos reímos muchos, estuve gracioso en la cena, pero ya te lo puedes imaginar…-hizo amago de reírse-Aquella noche la pasé en su apartamento. No dormimos, haciendo el amor sin parar. Y a la semana, ya éramos novios. Nunca he sido bueno para expresarme, ni sé decir estas cosas tan cursis, pero no hay forma de describir la maravilla, el paraíso que supone para mi tenerla en mi vida. ¿Sabes lo que digo?

-Me lo imagino-no sabía que decir, pero entendía perfectamente lo que quería decir: Que debía luchar por Mimi. Pero tras su reacción no estaba con ánimo guerrero.

-Tú sabes que merece la pena.

-Sí, lo sé,…, pero ella reaccionó de esa forma…yéndose, despareciendo de esa manera

-No te dijo que no, ¿verdad? No te dijo que te rechazara ni nada.

-No.

-No te puedo decir el por qué reaccionó así, para empezar porque no lo sé, pero creo que aún vale la pena mantener la esperanza. No sé mucho de esas cosas, pero Sora sí, y ella dice que esta casi segura de que te corresponde.

-¿Sora entiende por qué ha reaccionado así?

-Si lo sabe no me lo ha dicho, pero creo que solo lo intuye.

-¿Qué intuye?

-Tampoco lo sé.

Nos quedamos un momento en silencio. Yo pensaba en lo que me había dicho, y meditaba sobre la posible razón de la extraña reacción de Mimi.

-Dices que no debo darme por vencido todavía.

-¿Mañana tenéis una cita, no?

-Sí. Aunque no sé si sigue en pie.

-Seguro. Además, hay que luchar por lo que se quiero-sentenció.

Hubo un nuevo momento de silencio. Al poco, Tai se levantó.

-Bueno-dijo-He de irme al aeropuerto. Te deseo que tengas suerte.

-Gracias. Hasta luego-me despedí.

Después de su marcha apenas tuve tiempo de pensar en nada cuando mí madre me llamó para comer. Como todos los días, comíamos solos mi madre y yo, pues mi padre nunca volvía antes de las siete de la tarde. Los pensamientos opuestos se agolpaban en mi mente: por un lado quería mantener esperanzas de una posibilidad con Mimi, pero por otro… me decía que debía superarlo de una vez, que insistir sería peor y traería peores consecuencias. Mi madre intento darme conversación, pero yo no tenía ganas de hablar, así que no insistió. Sin terminar de comer, pues apenas tenía apetito, volví a mí habitación, decidido a seguir sin hacer nada salvo, quizás, esperar una señal. “¿Esperar una señal?” No sé de dónde vino esa idea de repente en mi cabeza, que debía esperar una señal. Me pareció ridículo, debía estar divagando…

La señal si llegó, o al menos me pareció. Me sobresaltó el sonido del móvil cuando apenas me había tumbado sobre la cama. Cuando lo cogí y mire la destellante pantalla vi su nombre: “Recibiendo llamada de Mimi”.

¿Mimi me estaba llamando? Reaccioné como un resorte y quede sentado en la cama. Lentamente descolgué el teléfono y me lo lleve a la oreja. ¿Para que llamaría?

-¿Diga?-pregunte con voz temblorosa.

-Hola, Izzy-oí su voz, clara a través de la línea.

-Hola, Mimi, ¿qué tal estás?-pregunte.

-Mal. Me siento mal por lo que ha pasado esta mañana.

-Bueno…-no sabía exactamente que decir-No pasa nada.

-Sí, sí que pasa, Izzy. Tú,…, tú te atreviste a dar el paso y yo no supe reaccionar bien. Primero me deje llevar y luego me fui sin decirte nada.

-No pienso nada malo-me apresuré a aclarar.

-Lo sé-por un momento casi pude imaginarme una de sus bellas sonrisas, casi la había oído junto con sus palabras. ¿Estaría sonriendo de verdad o era mi imaginación? ¿Y que quería decir con que no me correspondió? ¿Se refería solo a que no me respondió o a que no correspondía mis sentimientos por ella? Hubo unos segundos de silencio que me parecieron eternos-Izzy, ¿sigues ahí?

-Sí, estoy aquí.

-Tengo algo importante que decirte, pero no puede ser por teléfono.

“¿Qué sería?”

-¿Quieres que lo hablemos mañana en la cena?-le pregunte, aprovechando para saber si seguía queriendo cenar conmigo. Todavía no lo había pensado, pero quizás ya no estuviera interesada.

-No puedo esperar. Tiene que ser hoy.

-¿Hoy? Vale

-Ahora tengo que hacer una cosa, pero a las cinco nos vemos en nuestro parque, ¿vale?

-Sí.

-Espero verte, cielo.

-Y yo.

Colgó el teléfono y el silencio sustituyo a su dulce voz. ¿Había vuelto a llamarme cielo? Sé que era una tontería, pero quería ver en ello una buena señal. ¿Pero que podría querer decirme? La verdad es que fuera bueno o malo tenía ganas de superar aquello. Desde aquél sueño que le torturó llevaba una semana insufrible, la peor de su vida. Y si al final tuviera que olvidarla ¿Cómo iba a hacerlo? ¿Cómo olvidaría su bello cabello, sus ojos castaños, su suave piel, su cuello de cisne, sus dulces labios, su seductor cuerpo…? Cuando cerraba los ojos, estaba allí. Incluso cuando los abría permanecía. La tenía nadando en mi sangre y reinando en mi corazón. Perderla sería como perder media alma.

Estaba tan distraído que no oí a Tentomon llegar por la ventana.

-Hola, Izzy, ¿qué tal?-oí la voz desde lo alto del armario, dónde le gustaba posarse.

-Bien-me limité a decir sin dejar de pensar en mis cosas ni abrir los ojos.

-Hola, Izzy.

Ahora si que abría los ojos. Esa voz no era la de Tentomon. Miré hacia el armario: al lado de mi compañero estaba Biyomon.

-Hola, Biyomon-saludé-¿Qué tal estás?

-Muy gracias, dando una vuelta.

-Ah, bien.

-Ha venido porque quería decirte algo-dijo Tentomon.

¿Biyomon quería decirme algo a mí? No entendía que podía ser.

-¿Qué?

-Bueno-empezó diciendo con voz dudosa-Es algo de lo que no entiendo mucho, así que perdona si a veces me equivoco.

-Claro-empezaba a imaginarme a que se refería.

-Fue hace ya unas horas-empezó a contar-Sora estaba estudiando y yo veía la tele cuando Mimi llegó. Estaba llorando cuando entró.

“¿Llorando?”

-Sora le preguntó que le pasaba-siguió contando-Ella le contó lo que le habías dicho y que no supo reaccionar y que estaba echa un lió y,…, bueno, no me entere mucho. Yo estaba en la puerta, admito que espiando, y al tiempo me llegaba el sonido de la televisión.

-¿Qué más?-pregunte, nervioso, sin saber si realmente quería oír lo que pasó a continuación.

-Ellas hablaron, y Mimi pareció tranquilizarse, incluso animarse un poco. Le dijo a Sora que te llamaría y que te lo explicaría todo. Estuvieron hablando de ti un buen rato.

-¿Qué decían?-no pude evitar preguntar, por curiosidad.

-No me entere mucho-la verdad es que no sabía si decía la verdad o no se atrevía a decirlo todo. Pero había una pregunta que debía hacerle:

-¿Y por qué has venido?

-Bueno, la verdad es que quería ayudarte, y pensé que si te contaba esto ayudaría a tu relación con Mimi… Yo no entiendo del todo esa costumbre de emparejaros que tenéis los humanos, pero puesto que Sora y Tai, T.K. y Kari, Yolei y Ken, Joe y Suzu,…, parecen tan felices y todo eso que, bueno,…

Entendía perfectamente su razonamiento. Parecía haber venido por propia iniciativa, sin consultar a Sora, algo que me sorprendía en alguien tan dependiente como Biyomon.

-Así que eres una celestina-le dije, bromeando.

-¿Una qué?

-Celestina, una persona que se dedica a buscar parejas a los demás-le explique.

-Ah.

-¿Sora sabe que has venido?-le pregunté directamente.

-No, le dije que iba a dar una vuelta, y creo que debería volver o sospechará. ¡Nos vemos, Izzy!, ¡hasta mañana, Tentomon!

-¡Hasta luego!-nos despedimos Tentomon y yo al unísono.

La verdad es que la información que me había dado Biyomon me servía de muy poco. Miré el reloj de reojo y vi que las manecillas apuntaban a las cuatro de la tarde. Quedaba tan solo una hora para aquel crucial encuentro con Mimi. Decidí buscar una distracción o la espera se me haría eterna e insoportable. Puede que hubiera encontrado la respuesta a la pregunta que le formule. No sabía si sería buena o mala, pero al menos sería una respuesta, una respuesta que me permitiría avanzar, ya junto a ella, ya para olvidarla, pero que pondría fin a esta dolorosa esperanza y duda que albergaba mi corazón y que me perturbaba el corazón. No podía dejar de pensar en ella cuando estaba despierto ni de verla en sueños cuando dormía.

Cogí un libro e intente leer, una novela de Verne que llevaba mucho tiempo sin tocar sobre mi mesilla. Hubo un tiempo en que amaba todos y cada uno de los libros del francés y los devoraba con afición. Obras como “La Vuelta al Mundo en 80 Días”, “De la Tierra a la Luna”, “Viaje alrededor de la Luna”, “Cinco semanas en globo”, “Aventuras de tres ingleses y tres rusos en el África Austral”,…, pero ahora algo había cambiado. Yo había visto la obra de Verne como un canto en pro de los éxitos de la ciencia y del progreso, algo con lo que concordaba. Ahora, al leer el último libro que había comprado: “Las Tribulaciones de un chino en China”,…, no sé, solo podía sentir la frialdad de sus personajes. Los personajes de Verne eran esquemáticos, bases de hielo cargadas de atributos prototipos. Quizás mi percepción había cambiado a causa de mis sentimientos por Mimi.

¿Y qué pasaría si me rechaza? ¿Podría seguir viéndola, podríamos seguir viéndonos después de esto? La idea de perderla era terrible, pero, ¿podría luego verla si acabará saliendo con otro? Vi en mi mente la escena, ella presentándome a un chico guapo, atlético, puede que deportista, actor o algo así, como su novio. ¿Claro qué, ella seguiría viéndome como un amigo más o preferiría también distanciarse? Yo lo tenía claro, dolorosamente claro desde hace unos días. La conclusión para mí era inevitable. La quería, claro, y la quería como algo más que un amigo. La relación que habíamos mantenido hasta ahora era buena y había disfrutado de todos los ratos que habíamos pasado juntos, pero no me bastaba ya solo con eso. Necesitaba que tuviéramos algo más. Quería abrazarla y besar su cuello de cisne, sus suaves mejillas y sus labios. Quería… Había tenido mucho tiempo la copa ante mí y ahora quería beber el dulce néctar de los dioses que contenía.

Eran las cuatro y media. Decidí ducharme y arreglarme un poco más. Era un momento crucial y merecía la pena. Cuando terminé faltaban todavía casi veinte minutos para la hora señalada, pero decidí ir ya. Al menos, en la calle, el aire fresco me despejaría la cabeza. No quería pensar en nada más de momento. Quería un rato de paz. Así que me despedí de mi madre y salí del edificio.

Hacía un poco de frío, pero no me importo. Ande lentamente en dirección al parque donde tendría lugar el encuentro. Caminaba despacio, tenía tiempo y tampoco quería llegar con mucha antelación. Fui mirando los carteles y la publicidad. Recuerdo que me dijeron que Tokio era el área urbana más grande del mundo, con treinta y cinco millones de habitantes. Calcule mentalmente que eso suponía que más de un cuarto de la población del país residía en la capital. Y pensar que solo ciento cincuenta años antes, un suspiro en comparación a la historia de Japón, el país vivía prácticamente en el Medievo. Entonces Tokio se llamaba Edo y era la sede de los shogunes Tokuwaga. Hasta que ese capitán americano, ¿cuál era su nombre, Perry? Entró con cuatro barcos de guerra en la bahía de Tokio exigiendo entregar al emperador una carta del presidente americano, ¿qué era Filmore? Lo cierto es que la historia no me interesaba mucho, pero al menos me permitía distraerme. Para cuando me di cuenta, ya había llegado al punto de la reunión. Ella todavía no estaba allí, así que me senté en un banco a esperar. Miré mí reloj de pulsera y vi que quedaban apenas cinco minutos para la hora.

Ella no tardó mucho en llegar una vez me hube sentado. La vi llegar con expresión seria, no era habitual en ella y empecé a sentirme intranquilo. Me levante y me dirigí hacia ella.

-Buenas tardes, Mimi-saludé, intentando parecer tranquilo.

-Hola, Izzy-su voz sonaba suave pero sin emoción. Estaba cada vez más intranquilo.

-¿Nos sentamos?-le pregunté, señalando el banco. 

-No-dijo-Vamos hacia mi casa.

¿A su casa? Eso me sorprendió, pero quise ver una buena señal en eso. Así que asentí con la cabeza y empezamos a andar en esa dirección.

-Tengo que decirte algo-dijo al poco.

-Dime.

-¿Sabes que ser actriz era un sueño que tuve ya desde la infancia, no?

-Sí-respondí.

Todos sabemos que ya desde primaria a Mimi la idea de actuar le había fascinado. Desde las simples obras del colegio hasta el taller de teatro en el que participó en el instituto había sido su gran sueño. Ser actriz, famosa, protagonizar grandes películas y ganar un Oscar en Hollywood. Cuando empezó a trabajar en aquella serie debió ser de los días más felices de su vida. Todos lo sabíamos, y yo especialmente. Me hablaba mucho de ello cada día.

-Verás, Michael tiene un amigo que es sobrino de un productor.

-Ah-me limité a asentir. Al principio me había desconcertado, pero de repente las ideas se aclaraban en mi mente. Parecía anunciarse una conclusión que no quería oír, pero sabía también que ignorar la realidad no iba a hacer que cambiase.

-Ese productor dice que tengo talento y me ha ofrecido un papel. Es secundario, pero es en una serie de Estados Unidos. Es para la siguiente temporada de “Castle”, ¿conoces esa serie?

-No-admito. ¿Estados Unidos? ¿Se iba a ir a Estados Unidos? “Mira, ya no tendrás que preocuparte de cómo podrás verla después de que te rechace, no la verás porque se habrá ido” sonó la voz en mi cabeza con un restallido de crueldad-Entonces, ese papel mejor que me dijiste y que yo te recomendé aceptar, ¿es en América?

-Sí. Sería un gran paso para mi carrera.

-Sí.

Nos quedamos un momento en silencio. Bullen los pensamientos en mi cabeza, sepultando hasta los ruidos de la ciudad.

-Pero hay una cosa que me hace dudar-dijo al poco.

-¿Qué?

-Tú.

No sé que pero algo saltó en mí. ¿Estaba diciendo lo que yo creía, que me correspondía? Seguí mirando al suelo mientras caminaba a su lado. No me giré, no quería que viera la chispa de esperanza que esa simple palabra debía haber encendido en mis ojos. Ella siguió hablando.

-Por unos días temí que llegará el momento en que debería aceptar o rechazar la oferta y no supiera lo que sientes por mí. Es verdad que tenía indicios, y Sora me decía que sí, todos me lo decían, pero es qué, no estaba segura. Si no me querías ir a América podría ser la mejor forma para superarlo, pero si me correspondías, yo tenía claro dónde quería estar. Necesitaba saberlo. Estos días especialmente me ha consumido la ansiedad. El plazo acaba el sábado al mediodía, por eso necesitaba una cita contigo, pero la puse el viernes por la noche precisamente porque me puse ese limité. Si entonces no sabía nada tendría que abordarte yo misma. Era el límite. En la cita del martes intente insinuarme, y aunque creo que lo notaste no dijiste nada y yo no me atreví a hacer mucho. Bueno, quizás para ti que me masturbara delante de ti no sería poco, pero lo que yo hubiera querido hubiera sido que fuera tu mano. También note tu mirada-al oír eso me puse extrañamente más rojo que con lo anterior-Saber que me habías estado observando fue mi respuesta. Entonces me convencí de que Sora tenía razón, y juntas tramamos que debías acompañarme a casa. Yo había esperado que esa noche me dijeras lo que sientes, que yo te invitaría a subir y que, bueno, ya sabes, pasaríamos la noche juntos, pero no pasó. Y todavía no me aclaro por qué. Entre eso y tu desaparición ayer por la noche…, las dudas volvieron a atormentarme. Pensé que si sabías lo de la oferta que había recibido darías el paso y por eso quise presentarte a Michael. Él debía hablar contigo en privado para sondear lo que sentías por mí y dejar caer el tema. Además, como también es amante de la informática pensé que podría hablar contigo del tema y le sería más fácil romper tu timidez. Y finalmente, tras toda la espera, las dudas, las frustraciones y la ansiedad por la oferta, me llamaste aquel jueves. Querías hablar de algo importante. Yo me imagine que era, pero no quería hacerme ilusiones. Llevaba mucho tiempo soñando con oírte esas palabras. Quizás algo más románticas-rió-Pero bueno, lo que importa era el fondo, no la forma. Pensé que estaba preparada, pero al oírte decirlo, al oírte decir que querías que fuéramos algo más que amigos,…, todo se me vino encima. No supe reaccionar ni que decir. Solo pude dejarme llevar, quería sentirme poseída de inmediato, como para que no pudieras escapar de mi cerco, qué me hicieras el amor,…, y luego solamente se me ocurrió salir corriendo, huir, escapar. No me preguntes de qué, ni yo misma lo sé ni creo que lo sepa nunca.

Hizo una breve pausa, dio un suspiro y continuó:

-Cuando entré en casa recuerdo que estaba llorando, pensaba que te había perdido. Sora y Tai estaban en la cocina. Les sorprendí a ellos también en pleno juego…, ya sabes que acostumbro a eso-dijo con sonrisa pícara- Tai la estaba cogiendo sobre la encimera…, si no hubiera sido por lo que estaba pasando, me hubiera puesto muy caliente. Lo cierto es que ellos no esperaban que llegara tan pronto por lo visto… Bueno, Sora, cuando me vio con las mejillas enrojecidas y los ojos llorosos enseguida me llevo a su habitación y, mientras se vestía yo le conté lo que había pasado…

Hizo una nueva pausa. Yo solo pensé en lo que difería lo que me estaba contando de lo que me había dicho Biyomon. Antes de que pudiera pensar sobre ello ella siguió hablando.

-Sora es una buena amiga. Siempre he podido contar con ella cuando he tenido un problema. Me ha apoyado en todo, en mi carrera, en la universidad, cuando rechacé ser modelo o tuve que soportar el “cortejo” de Matt,…, ahora también pude contar con ella. Ella me convenció de que no debía darte por perdido. Y por eso decidí llamarte. Pero no podía decirte todo esto por teléfono, debía ser en persona.

Llegamos al portal del edificio en que vivía justo cuando acabo de decir esas palabras. Ella se volvió hacía mí. Yo no sabía exactamente que decir. Era tan verdaderamente inesperado, tan,…, no sabía exactamente que sentía. Mi corazón estaba como si un huracán estuviera convirtiéndolo todo en un caos y no había orden alguno. Solo sabía una cosa: Que por encima de todo era feliz. El sol estaba en el cielo por encima de la tormenta. Ella, la luz de mi alma me correspondía como nunca había podido soñar, y se iba a quedar en Japón por mí. No sé que me contuvo inexpresable y clavado en el suelo cuando quería saltar sobre ella, abrazarla y besarla.

-¿Sigues queriendo que seamos más que amigos?-me preguntó al cabo de un rato de silencio.

-Sí-dije. Estaba nervioso. No quería parecer frío en este momento tan crucial, en este momento de felicidad, pero no podía moverme de la impresión-Mimi-me costaba una gran esfuerzo sobrehumano abrir solo los labios para hablar. Ahora mismo me sentía el centro del mundo y me parecía que todos los demás transeúntes escuchaban mis palabras. ¿Pero por qué debía darme vergüenza de que me oyeran? Mimi era una chica estupenda, buena, dulce y guapa. Y me correspondía, eso era lo único que debía importarme-Mimi-repetí-Te quiero-la palabra escapo rápida de mi boca, en un susurro.

Ella no me respondió con palabras, sino que se acerco lentamente a mí y me besó. No en la mejilla como tantas veces había hecho. Fue en los labios. Ahora si que me parecía sentir las miradas de la gente, pero no me importaba. Estaba con los ojos cerrados porque quería sentir plenamente el contacto de sus labios junto con los míos. Eran suaves, dulces y sabían a fresa. El beso fue casto, pero largo. Creo que estuvimos al menos cinco minutos. Sentía su rostro sobre el mío y sus manos se posaron en mis caderas y las mías en las suyas. Fue algo casi mágico. No se puede expresar en palabras.

Nuestros ojos se encontraron cuando nos separamos. Esos bellos ojos castaños que eran como dos lagos cristalinos me miraban y en sus pupilas pude ver la llama del amor.

-Espero que no nos detengan por escándalo público-bromeo con su voz cristalina.

Yo también sonreí. La tensión se había desecho como un bloque de hielo ante el fuego de aquel beso.

-En media hora tengo una reunión con mi agente-me dijo-Le diré que prefiero seguir mi carrera en Japón. Él me había hablado de varios papeles menores en películas que iban a producirse el año que viene, aunque lo dejó de lado cuando me hicieron la oferta estadounidense. Pero le diré que prefiero tirar por ahí, que América no me interesa, y que prefiero intentar despegar en el cine a estancarme en la televisión.

-Me siento un poco mal-admití-De que tengas que dejar esa oportunidad.

-No lo hagas-me dijo suavemente-Dejo esa oportunidad porque quiero, porque tú eres una oportunidad más grande que todo Hollywood para mí. Porque estar entre tus brazos es mejor que recoger una estatuilla de los Oscar.

-Vas a hacer que me sonrojé-le dije, y era cierto, estaba todo colorado-Pero esas cosas debería decírtelas yo a ti.

-¿Por qué?

-Porque se supone que es el chico el que tiene que cortejar a la chica-le dije sin pestañear, siempre lo había considerado así.

-Pero es que yo soy una chica moderna y me gusta llevar la iniciativa-dijo-Así que espero que no te importe. Por cierto, llevo toda la semana esperando a que me invites a ir juntos al concierto de Matt de esta noche.

 

 

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