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Rocío, ¿la criada? (7. Madre e Hija)

en Dominación

7. Madre e Hija

Me encontraba durmiendo, tranquila, cuando de repente me desperté y me encontré con que alguien me estaba zarandeando. Tardé un poco en abrir los ojos y en recordar donde estaba… Y todavía no me había podido quitarme las legañas cuando los hechos de ayer se agolparon en mi mente, pasando a la velocidad de la luz… Vi a mi Ama entrando con mi madre, la vi propinándole un bofetón, las vi en la cama, vi todo lo que habíamos hecho… Con mi madre… Al recordarlo me sentí… Ni bien ni mal… Era algo extraño… No me sentía culpable ni nada de eso por el incesto, pero tampoco terminaba de verlo bien.

-Cielo-escuché una voz que, casi en un susurro, me llamaba-¿Estás despierto?

La figura de mi madre surgió casi sobre mí, reconocible a pesar de la poca luz que había en la habitación. No me costó ver que estábamos en el salón, en penumbra, aunque a través del balcón y de las ventanas llegaba algo de iluminación de las farolas de la calle. Sí… Nuestra Ama nos había hecho dormir en el salón… Ella, claro, se había quedado con la cama de mi madre y había dado la mía a Sonia. A mí me mandó al sofá y a mi madre a un saco de dormir sobre el suelo… En aquel momento nadie había protestado.

-Sí, mamá-pude finalmente musitar. Levantándome para quedar sentada, con las piernas todavía extendidas sobre el sofá… Había dormido bastante aunque me encontraba un poco… Agarrotada. Por un momento casi me ruboricé al encontrarme sólo en ropa interior pero, volviendo a tener en mente lo sucedido ayer, deseché rápidamente cualquier atisbo de vergüenza.

-¿Cómo estás, cariño?-me preguntó ella. Su voz sonaba preocupada, casi angustiada.

Y entonces me dí cuenta… Ahora que había pasado el rato de excitación y el efecto del alcohol… ¿Qué pensaría ella de lo que había pasado anoche y de lo que había descubierto sobre mí? Empecé a preocuparme y mucho.

-Estoy bien, mamá-le contesté lentamente, con un tono neutro. No quería que pensara que estaba alegre por lo sucedido… Al menos no mientras yo mismo no lo supiese y mientras no viera como reaccionaba ella.

-Hazme sitio-me pidió.

-Claro-accedí, moviéndome para quedar sentado contra el brazo del sillón y con las piernas recogidas, para que ella tuviera sitio de sobra para acomodarse. Fue en ese momento, al verla levantarse y tomar asiento, cuando me fije en que ella también iba en ropa interior. Solamente llevaba unas braguitas y un sujetador los cuales resaltaban con su color blanco sobre su piel.

Una vez que las dos estuvimos sentadas nos quedamos envueltas en un pesado silencio. El reloj de la pared marcaba las cinco menos veinte de la mañana… Era muy temprano, pero no sé como no tenía ganas de seguir durmiendo. Estuve observándola, buscando cualquier indicio de enfado, pudor o arrepentimiento… Pero no vi nada. Aunque sí es cierto que no me había pasado inadvertido el hecho de que se había dirigido a mí de nuevo en masculino. Sencillamente esperé a que ella rompiera el hielo, ya que yo no me atrevía.

-Anoche…-su voz tembló cuando finalmente había parecido que se había decidido-No sé como pudo pasar lo de anoche-su voz era lastimosa, parecía casi al borde de un shock, impasible, pero al menos, pensé, no estaba enfada… Aunque viéndola no podía asegurar que eso hubiera sido menos inquietante-Ni entiendo del todo lo que vi.

Yo permanecí en silencio. No me imaginaba que podría decirle… Yo no había buscado lo que pasó anoche pero desde luego no dudé al complacer a mi Ama… Y, lo cierto es que, por mucho que pudiera decir que había sido ésta la que me había metido la idea del incesto en la cabeza, no podía negar que yo la había acogido muy favorablemente.

-Lo de ayer… Tú y yo…-continuó diciendo ella-Soy tu madre. Es incorrecto lo que hicimos-hizo una nueva pausa-Aunque debo admitir que Rocío tenía razón: lo disfrute…

-¿Rocío?-pregunté. ¿A qué se referiría?

-Ayer,…, cuando salí me la encontré en la calle-dijo, respondiéndome-Hablamos… Ella me dijo que conocía un buen bar y fuimos a tomar unas copas… Y, entre una y otra cosa acabamos llegando al tema del sexo… Ella me contó que de un tiempo a esta parte, en ocasiones lo hacía con su hijo… Yo no me lo creía, me parecía que debía ser algo imposible… Pero ella me dijo que les había unido más que nunca y que lo disfrutaban… Yo no creía que eso fuera posible entre nosotros… Rocío solamente se río cuando se lo comenté y cambió de tema… No entendí entonces esa actitud… Aunque…Bueno… Se supone que la idea debería causarme rechazo… Y en principio lo hacía… Hasta que comenzaste a besarme y entonces comprendí lo que ella me había explicado: los hijos también son hombres y se les puede tratar como tal. Y me deje llevar. Quizá hice mal, pero no pude evitarlo.

-Mamá…-le había escuchado atentamente y ahora buscaba las palabras adecuadas… Quería poder hacerle sentirse mejor-La culpa también es mía… Yo también perdí el control, también perdí el sentido de tabú que había hecho que nunca te viera como una mujer. Es más culpa mía que tuya. Lo siento-concluí.

-Tranquilo-ella me acercó una mano y me acarició la mejilla-No hay culpables. De hecho, me siento extraña por lo hecho… Pero realmente no me siento mal por ello. Quizá Rocío tenía razón.

-Quizá-asentí… Aunque lo cierto es que albergaba dudas… ¿Sería real la historia del Ama o un truco para engatusar a mi madre? En cualquier caso, por mucho que supiera lo que ella era… El tabú había caído, el día anterior la había tenido y, teniéndola a mi lado, casi desnuda y mostrando sus encantos… No parecía que pudiera volver a verla como antes.

-¿Cómo te sientes? Eso es lo que más me preocupa.

-Yo estoy bien, mamá… También me noto algo raro, pero en ningún caso mal… Y la verdad es que…

-¿Qué?

-Mamá, yo…-no sabía como expresarlo… Nunca había hablado de cosas como está con mi madre-Yo te sigo queriendo como siempre… Sólo que ahora además te veo… Digamos que ahora sé que eres una mujer… Y una mujer muy atractiva-añadí, intentando relajar la pesadez del ambiente.

-Que caballeroso eres-me replicó, sonriendo y yo me sentí un poco aliviada al ver que no había metido la pata-Y tú eres un jovencito muy guapo… Me recuerdas a tu padre cuando le conocí… Lo hiciste muy bien anoche, hacía tiempo que no disfrutaba de un rato tan placentero.

Sus palabras casi me hicieron sonrojar…

-Entonces, ninguno de los dos se encuentra mal, ¿no?-afirmó más que preguntó-Lo importante es que no lo pasemos mal por lo que hicimos.

-Yo no me arrepiento, mamá-me atreví a confesar. Lo cierto es que, teniendo en mente las palabras de Rocío, la sensación de extrañeza había desaparecido… Yo había visto muchos relatos de incesto por Internet, y seguro que había más personas que lo cometían… Probablemente, los tabúes al sexo entre parientes no eran más que formas de represión, como otras que a lo largo de la historia habían condenado las relaciones entre personas del mismo sexo o fuera del matrimonio… O puede que sólo quisiera pensarlo para sentirme mejor… Pero no, me dí cuenta de que verdaderamente no podía arrepentirme… Mi madre seguía siendo mi madre y la quería como tal… Cuanto más lo pensaba, menos malo veía lo que habíamos hecho… Quizá era mi deseo el que me imponía esa visión… Pero bueno, pensé, la vida es para disfrutarla y no le hemos hecho daño a nadie al hacerlo. Cuanto menos, lo mínimo que deberíamos es dejarlo correr…-No hemos hecho daño a nadie y los dos lo pasamos bien. No tiene más consecuencias y creo que, una vez sucedido, lo mejor es aceptarlo, ver el lado positivo y seguir adelante con nuestras vidas.

-Sí. Tienes razón-asintió ella-Lo hecho, hecho está… Y no parece tan terrible. Quizá sea sólo un miedo, un rechazo sin sentido lo que tienen la gente a la idea del incesto. No estamos peor y, como tú mismo has dicho, no hemos dañado a nadie. Sentirse mal no nos va ayudar para nada-añadió, tras lo cual se hizo un momento de silencio.

-Mamá-la llamé suavemente. Ella, que había estado mirando al vacío, quizá pensando en algo de lo que acabábamos de hablar, volvió la vista hacia mí. A mí me había surgido una pregunta, una duda quizá tonta pero crucial.

-¿Sí, cielo?

-Tú me sigues queriendo, ¿verdad?

-¡Pues claro, cielo!-respondió, para mi alegría, claramente sonriente y, acercándose, me dio un beso en la mejilla… Y muy cerca mis labios-Y, ahora que te veo mejor, hay otro asunto del que debemos hablar…

-¿Cuál?-pregunté. Me encontraba en ese momento realmente perdida.

-Me gustaría saber que es lo que ha estado pasando con Rocío y tú en estos días y quien es el que está durmiendo en tu cama.

-Ah…-eso es todo lo que pude decir…-Es que, mamá… Es una historia un algo complicada… Y creo que un poco larga.

-Tenemos tiempo-replicó ella-Quiero saber que es eso de Silvia… Si es un mero juego o algo más serio y cómo se ha llegado a él.

Yo, avergonzando, intente desviar la mirada, pero ella me sujeto la barbilla y me hizo mirarla.

-Cariño-dijo suavemente-Eres mi hijo, mi pequeño y dulce amorcito, te acepto y quiero como eres, pero necesito que me digas la verdad. Y si la verdad fuera que has descubierto que te sientes mujer… Lo aceptaría. Pero sé sincero… O más bien, supongo que debería pedirte que fueras sincera-añadió sonriendo, supongo que para darme más confianza…

Y lo cierto es que ella se merecía saberlo, me dije, sobre todo después de lo de ayer y tras lo que acabábamos de hablar… De todas formas, lo más probable es que pronto lo sabría, se lo dijera o no… Así que tomé aire y empecé a relatarle la historia, todo lo que había pasado entre Rocío, mi Ama, y yo desde el lunes…

Fui narrando a trompicones… Algunos detalles hubiera preferido ocultarlos y, de hecho, el encuentro con Manuel intenté omitirlo, pero ella no se limitaba a escuchar, expectante, mi relato, sino que preguntaba, me interrogaba y no me permitía saltarme ningún detalle. Recordándolo todo veía, yo misma estaba asombrada, lo rápido que había ido todo… El lunes me había despertado con normalidad y me había acostado llevando unas braguitas y teniendo un Ama… El martes, cuando fuimos a la tienda de Clara y ella se cobró sus servicios tomándose la virginidad de mi culito… El miércoles, limpiando, vestida de doncella y luego siendo de colegiala ejerciendo de putita… Y el jueves, con Sergio y luego por la noche… Y al mismo tiempo como fue naciendo en mi interior… La sensación y el gusto de encarnar a Silvia… Había trascendido del mero juego sexual… Realmente me sentía y me gustaba ser Silvia.

Cuando terminé mi relato quedé en silencio. La verdad es que sentía liberada tras aquella larga confesión, pero no por eso sentía menos vergüenza… Estaba cabizbaja, muda y abrazándome las rodillas. En ningún momento desde que empecé a hablar me  había atrevido a mirarla y, por suerte y en esta ocasión, ella no me había obligado a hacerlo… Ahora esperaba su reacción.

-Admito-empezó diciendo-Que me ha cogido totalmente por sorpresa. No me lo esperaba de ti. Pero en cualquier caso me mantengo en mi palabra-afirmó-Sigues siendo para mí, repito, mi pequeño y dulce amorcito, y te acepto y te quiero como eres. ¿Qué has descubierto o, más bien, te han hecho descubrir que te gusta ponerte braguitas y que te sientes mejor con el nombre de Silvia? Pues, aplicando la misma filosofía que antes, lo mejor y más fácil es aceptarlo y seguir adelante. Como nuestro tema, me parece raro, raro, pero no mal.

-¿De verdad?-acerté a preguntar aunque casi me sentía temblar… Me parecía que era demasiado bueno lo que decía para que fuera real… Tenía que haber alguna pega en algún lado.

-Sí-en este momento su mano, en mi barbilla, sí me hizo mirarla-Silvia-me llamó, yo trague saliva… Algo inquieta, nerviosa… Pero excitada y estremecida de haberle oído llamarme por ese nombre y… con un tono…-Creo que las dos nos hemos estado reprimiendo demasiado durante estos años, desconociendo lo que de verdad podía hacernos más felices… ¿Pero, sabes qué?

-¿Qué, mamá?

-Que te acepto plenamente como eres. Te acepto como hija-yo me sentía derretirme ante sus palabras-Y te acepto como amante-sentenció acercándose y besándome en los labios suave y dulcemente-Hija mía-sólo oírla me estaba excitando hasta límites que no conocía-Te amo.

Yo durante un momento ni siquiera supe reaccionar… Me sentía como bloqueada por todas las emociones que se estaban agolpando sobre mí, incluido el deseo y la lujuria, que ya habían puesto en marcha mi cuerpo y a mi miembro, ya erecto.

Mi madre volvió a besarme suavemente en los labios. Sentí su dulce boquita contra la mía, abriéndomela y con su lengua buscando entrar en mí. Le dí paso y la recibí con la mía, comenzando ambas a jugar mientras el calor de ella entraba en mí y me hacía probar su saliva. Ella me rodeo con los brazos y se colocó sobre mí mientras yo, dejando nuevamente libres mis piernas, iba quedando tumbada boca arriba. Así hasta que ella estaba totalmente encima de mí… Notaba su cuerpo, duro, firme y también suave y caliente sobre el mío. Sus manos pasaron a acariciar mis mejillas mientras nos seguíamos, más tierna que pasionalmente, besando. Me gustaba la sensación de estar debajo de ella, sentir el calor, el tacto de su piel, el gusto de su boca, la caricia de su flequillo rubio en la frente…

-Mamá-no pude evitar hablar en un breve momento en que nuestras bocas se dieron un respiro, llevado por la cascada de emociones que estaba sintiendo… Era algo que trascendía el mero acto físico. El hecho de estar a punto de hacer el amor con mi madre, de sentirme desnuda, ella para mí, yo para ella… Me parecía casi… Como algo místico… Era una sensación casi sobrecogedora pero placentera y agradable… En cualquier caso, sólo pude decir-Te amo.

-Yo también te quiero, mi pequeña-respondió y, como si leyera mi mente o pensara lo mismo, añadió-Y la verdad es que, viendo lo que siento cuando lo vamos a hacer… No puedo creer que sea malo.

-Creo lo mismo-asentí.

Y no pude decir nada más, pues volvió a besarme más apasionadamente, como si buscara probar con la punta de su lengua el sabor de mi garganta. Yo, mientras ella se adueñaba de mi boca, fui llevando mis manos a sus caderas, comenzando a acariciar su sedosa piel…

Entonces ella llevó mis manos a sus senos, que veía redonditos,…, quizá no muy grandes, pero bien formados y que parecían muy hermosos y,…, apetecibles. Comencé a acariciarlos y amasarlos por encima del sujetador mientras se movía para quedar de rodilla y a cuatro patas sobre mí, con sus pechos casi encima de mi cara.

Su sujetador cayó entonces y yo lo aparté, arrojándolo al suelo. Así aquellas tetas volvieron a quedar expuestas para mí.

-Hace mucho, mi bebé, que no te daba el pecho-me dijo, cogiéndose el izquierdo y acercando el ya durito pezón a mis labios-Ayer los volviste a probar y creo que es una buena costumbre que deberíamos retomar.

Yo respondí  rodeando la punta del seno que me ofrecía con mis labios, empezando de inmediato a acariciar con mi lengua la punta del pezón y la carnosa cumbre, intentando por otro lado saborear cuanto más mejor. Mi madre, mientras con el brazo derecho se sujetaba, pasó la mano izquierda tras mi cabeza, para apretarme contra ella, que respiraba todavía suave, pero más rápidamente.

-Así, así, mi pequeña-me decía con voz ansiosa-Como me excita volver a sentir tus labios de nuevo en mis tetas.

No necesitaba realmente más estímulos. El poder chupar y disfrutar los ricos pechos de mi madre era bastante. Los chupaba, los lamía, succionaba los pezones como si esperase que brotase de nuevo la leche con la que esos mismos pezones me alimentaron en la infancia… Ella me fue llevando, con la mano, de una teta a la otra, de un pezón al otro… Y yo gozaba comiéndome aquellos dos sabrosos pechos.

Hasta que ella, repentinamente, se alejó y dejó caer mi cabeza sobre el cojín. Me pilló por sorpresa, pero supuse de inmediato que quería pasar a otra cosa… Y no me equivocaba. Se colocó de rodillas y así, sobre el sofá, avanzó sobre mí hasta que mi cabeza quedo bajó su entrepierna. La tela de sus blancas braguitas rozaba la punta de mi nariz y su suave olor, que ya conocía y me parecía en ese momento la más gozosa fragancia que había probado nunca, me llegaba con gran claridad.

Su mano apareció, acariciándose por encima de la tela.

-Mi bebé…-dijo soltando un pequeño gemido-Por aquí hace ya veinte años llegaste al mundo tras gestarte aquí-su otra mano apareció sobre su vientre-En mi vientre, en mi interior… Y hoy parte de ti va a volver a acogerse en mí…-la vi relamerse los labios al terminar de decir eso y a mí también el morbo me iba a hacer estallar.

Sus manos volvieron a mi nuca y acercaron mi cabeza a sus braguitas. Primero me permití aspirar fuerte junto a ellas… Quería captar bien el excitante aroma que se desprendía de la tela húmeda y de la carne… Y, cuando hube inhalado tres veces aquel perfume, dio un paso más, comenzando a lamer aquella tela y, a través de ella, la carnosa entrada que se ocultaba tras ella. Así fui, intercalando besos y lamidas, hasta que, en un momento dado, ella se levantó, para quitarse las braguitas y volverse a poner en posición.

-Mi bebita-dijo-Vuelve a besarme aquí como tú sabes.

-Sí, mamá.

No necesitaba que me repitiera la orden. Yo también estaba ansioso por poder disfrutar nuevamente de esa rica conchita. Su entrada, entre mis lamidas y sus propios jugos, ya estaba muy mojada. Así volví a tener aquel sabor que me entusiasmaba llenándome la boquita.

Su vulva estaba hinchada, como su clítoris, y yo me centré en lamer la rajita, de abajo arriba y concentrándome luego en succionar el monte de Venus, aprisionándolo con mis labios y aspirando lo más fuerte que me era posible. Lo iba intentando hacer cada vez más fuerte y más rápido, con más intensidad. Al mismo tiempo al poco usaba los dientes para presionar ligeramente, sobre todo el clítoris… Los jugos brotaban de su interior y mis labios, mi lengua, mis dientes se humedecían… Ella estaba ya gimiendo. Lo hacía suavemente, para no despertar a los demás, mi Ama y Sonia, que seguían durmiendo en nuestras camas, de las que nos habían echado. Y al tiempo, me apretaba contra su coñito, queriendo más y más de mi habilidad.

Entonces me humedecí en un momento los dos índices y, con las manos, empecé a explorar su entrepierna. Mi mano derecha acarició entrepierna, el triángulo de rubio pelo que se había dejado sobre su conchita, la piel, los labios, su interior… La izquierda profundizó entre sus nalgas y al poco mi dedo pugnaba por entrar en su ano. Como en la noche anterior, estaba tan húmeda y se lubricaba tanto con sus jugos que mis dedos eran tragados con facilidad… Al poco ya tenía tres dedos en cada orificio, entrando y saliendo mientras no dejaba de devorarle y mordisquearle suavemente el clítoris… Ella gemía y la veía apretar los labios por no gemir y delatarnos.

-¡Sigue, sigue, no pares ahora!-dijo de repente, jadeante…

No necesitaba que se explicase. Supe por su forma de suspirar y agitarse, temblando, que estaba a punto de alcanzar el orgasmo. Yo aceleré mis movimientos y, aunque temía el efecto contario, apreté un poco más el cerco de mis dientes sobre su monte de Venus, sin dejar de introducirle tres dedos en cada puerta… Y de repente, con un silencioso orgasmo que, sin embargo, se notó perfectamente en la expresión de su rostro y en su conchita, llena de efluvios que brotaban,  llegó al culmen del placer. Sus manos me apretaron intensamente durante unos segundos y luego las sentí relajarse mientras su cuerpo, levemente estremecido, se movía apenas imperceptiblemente, como si lo desplazara sólo una breve brisa. Estuvo un rato así, quieta, sobre mí, degustando el orgasmo alcanzado mientras yo seguí tomando y chupando aquella rica conchita.

Sin decir ni una palabra, se levantó y se dirigió hacia mis piernas. Yo no le pregunté y, aunque me lo imaginaba, no estaba seguro de que pensaba hacer… Se colocó al otro lado del sofá, a mis pies y, poniéndose nuevamente sobre mí sus manos rodearon y acariciaron mi cintura. Con suavidad recorrieron sus dedos mi cuerpo, pasando a mis braguitas, que deslizo lentamente por mis piernas… Me encantaba sentir el roce de la tela al bajar, la sensación de ir desvelándome, de entrega que había en ese simple gesto… Y cuando me las hubo quitado, se coloco entre mis piernas y sus dedos no tardaron en rodear su siguiente presa.

Mi pene ya estaba completamente duro y listo cuando su mano me lo cogió, haciendo bajar en el acto la piel y dejando el rosado glande totalmente al descubierto. Estuvo así un momento, supongo que disfrutando del morbo del instante… Igual que yo… Ya lo había hecho el día anterior, pero entonces estaba más serena para saborear mejor la escena… Y yo también. Ahí estaba mi madre, con mi pene en la mano y a punto de masturbarme…

Y empezó. Primero fue suave, deslizando casi con maternal cariño la piel a lo largo del erecto y firme músculo: arriba y abajo, arriba y abajo… ¡Oh! A continuación fue a más, acelerando, presionando al tiempo que con la otra mano comenzó a acariciarme los testículos. Me cogía los dos huevos y me los acariciaba con los dedos de una mano mientras me masturbaba con la otra.

-¿Te gusta lo que te hace tu mami?-preguntó.

-Mucho, mamá…

No pude terminar de hablar cuando, sin verlo venir, ella de repente se introdujo toda mi pollita en su boca. Note mi barra de carne desaparecer de repente devorada por esa cálida y húmeda cavidad. Percibir mi verga rodeada de esa atmósfera calentita y mojada, con la lengua jugando alrededor… ¡Dios! ¡Que placer!

Ella empezó a devorar mi polla con afán… Recorría el mástil lamiéndolo con la lengua, subiendo casi en espiral por el trono hasta la cabeza, que relamía un segundo con abundante saliva antes de introducírsela toda en la boca hasta la garganta durante un instante, luego bajaba a los huevos a los que daba dos o tres lametones antes de volver a empezar otra vez… Me hacía derretirme de placer. Yo acariciaba sus cabellos rubios mientras apenas podía apagar el sonido de mis gemidos…

E, instantes después, de repente su dedo apareció hurgando en mi culito. Primero fue uno, rondando mi entradita e introduciéndose con algo de dificultad. Luego dos, que fueron abriéndome y dilatándome… Y finalmente hasta tres y cuatro… Estimulaban mi culito mientras mi madre no dejaba de chupar… Y cada vez con mayor ritmo…

En ese estado perdí casi la noción del tiempo… Sólo sentí que tras una oleada de corrientes y corrientes de intenso placer, el orgasmo se anunció…

-Mamá… ¡Ya!-pude advertirle-¡Ya voy!

Ella volvió entonces a masturbarme, con mano rápida, mientras dejaba mi glande en su boquita… Jugando con su lengua en mi cabecita… Y al poco, me corrí… Oh… Notaba mi leche brotar fuerte, sobre su lengua… Me vacíe por completo en su boca y ella no dejo escapar nada. Y mientras mi pene echaba lo suyo y ella se lo iba tomando, no dejó de mirarme con sus bellos ojos azules. Así hasta que, cuando se separó, me la había dejado totalmente limpia.

Yo estaba jadeante, recuperándome tras el éxtasis de placer, cuando ella volvió a pasar sobre mí para besarme de nuevo en la boca. Y cuando nuestras lenguas y labios se volvieron a encontrar, un nuevo sabor acompañaba a los suyos… Y es que mientras me besaba, en esta ocasión, me pasó parte de mi propia venida que yo, claro, tome encantada.

Pero si por un momento podría haber pensado que habíamos acabado, me equivocada. Ella se levantó y por un momento, no la vi... Y cuando volvió a mi campo de visión… Me quedé asombrada: No sé de dónde lo podía haber sacado, pero llevaba un consolador ajustado con un cinto… Por un momento me quedé atónita sin saber que pensar, pero pronto rectifiqué… Y sonreí.

-No hace falta que te muevas, mi niña-me dijo.

Volvió ella a colocarse en el sofá, entre mis piernas y, cogiendo un cojín del otro lado, el que quedaba a su espalda, me lo puso bajo el culo, para que éste quedara más elevado. Pasó a sujetarme las piernas, poniéndome los tobillos sobre sus hombros, y entonces empecé a notar como la punta de aquel consolador se acercaba, entrando entre mis nalgas, apoyándose en mi pequeña entradita… Yo deseaba que entrara y que entrara ya… Me llegué a relamer los labios en espera del momento. Mi madre iba a penetrarme, a follarme… Me concentré para guardar este excitante y morboso acto en mi memoria.

Y entonces, apretó. Ella lo hizo lenta, pausadamente. Lo fue haciendo con “maternal dulzura”, primero el glande, y luego, saliendo y metiendo, llegando cada vez más profundo. A la quinta vez, por fin, todo aquel falo fue tragado por mi culito… Ya había cogido pleno gusto a la sensación de estar totalmente llena y poseída por una polla y me encantaba volver a experimentarla.

-Esta es la primera vez que hago esto-confesó ella cuando empezó las lentas pero firmes embestidas en las que sacaba y metía todo aquella gran polla de mi culito, haciéndomela sentir metida hasta el ombligo-Tu padre nunca quiso ni que le metiera un dedito… Pero cuando ayer vi a Rocío cogerte… Me entraron ganas de probarlo… Y he pensado, ¿por qué no ahora contigo?

-Pues lo haces muy bien para ser tu primera vez-dije…

Y era verdad… Y mientras le decía eso y después ella había ido acelerando sus embestidas con las que me taladraba por completo. Notaba su cuerpo chocar contra el mío cada vez con más fuerza mientras su falso pene enseñoreaba de mi culito… Ah… Me sentía totalmente abierta y llena y el morbo que daba que fuera mi madre la que me estuviera cogiendo con tanta fuerza… Mi polla no tardo mucho en ir volviendo a dar señales de vida.

-¡Oh, sí,…, sí, mamá!-no pude contenerme cuando ella, en una de sus penetraciones, me la clavo duramente hasta el fondo, apretando durante unos momentos… Parecía que realmente me quería romper, atravesar… Sentí una brusca corriente de dolor, pero más todavía de placer… De todas formas no pude pronunciar mucho más, pues ella me metió el dedo gordo de su mano derecha en la boca, que yo empecé a lamer mientras ella no desistía de su aparente deseo de partirme. Su otra mano, por otro lado, rodeo mi pene y comenzó a masturbarlo rápida y duramente.

Y cuando finalmente dejo de apretar y mi integridad volvió a estar “segura” hizo algo que todavía me sorprendió más. Se desabrochó el consolador, que dejó dentro de mi culito, y ella se puso sobre mí, sobre mi vientre, comenzando a frotarse sobre mi vientre y,…, sobre mi entrepierna…

-¡Oh, mamá!-exclamé.

-Dime, pequeña, ¿estás lista para el gran final?

-¡Sí!

Ella entonces se colocó sobre mi pene, situándose en posición, y cayó sobre mí, introduciéndoselo por completo y de una sola vez en su vagina. ¡Oh! La sensación de volver a estar en su cálido y suave coñito era maravillosa… Sentía mi pene estar rodeado, sumergido en un suave y celestial paraíso… Ella, con los ojos cerrados y la cabeza alzada al cielo, se quedó un momento quieta sobre mí, con toda mi polla clavada en su interior y mis huevos a las puertas de su tierna rajita. Y al tiempo, yo seguía teniendo aquel consolador en mi entradita propia, llenándome el recto, estimulándome por atrás…

Y empezó a cabalgarme, saltando, botando sobre mí… Ella se apoyaba en mi pecho para moverse mejor y yo aprovechaba para volver a acariciar sus senos… Notaba su caliente cuerpo elevarse y volver a caer sobre mí… Me parecía que mi polla se ponía incluso más y más dura en su interior… Las corrientes de placer me llegaban como intermedias pero explosivas…

Las dos gemíamos, apenas pudiendo contenernos, y el ambiente del salón estaba dominado por el sonido de nuestros jadeos, del sonido de la carne chocando contra la carne, del aroma del sudor, de los jugos,…, del sexo…

Y entonces ella cayó sobre mí y sus manos aparecieron repentinamente en mi nuca y su boca sobre la mía… Ahora éramos las dos las que debíamos movernos para unirnos… ¡Oh! Pero apagábamos nuestros gemidos con nuestros besos… En ese momento. Penetrándola y besándola… De repente me sentí unida a ella de una manera especial… Seguía siendo mi madre, claro… Pero ahora también era una mujer a la que quería expresarle mi afecto a través del deseo.

Y cuando el placer era tal que ni siquiera podíamos besarnos, pues apenas podíamos contener los aullidos de placer entre nuestros labios, encontré refugió en sus pechos, contra los que ella maternalmente me abrazó… Y estábamos así cuando llegó el orgasmo… Ella fue la primera en notar y alcanzar el cenit, con un estremecimiento que la hizo quedar casi quieta, jadeante y sudorosa sobre mí… Pero yo no paré y ella me animaba a seguir hasta que una nueva corrida me anunció su salida…

-Voy de nuevo-le avisé.

-En mí, mi niña-me dijo de repente nada más pronuncié mis palabras. Le miré extrañada-En mí… En mis entrañas… Vacíate en mis entrañas, mi vida.

-Pero, mamá…

-¡En mis entrañas!-se limitó a repetir.

Yo no pude menos que obedecerle y pocos segundos después llegaron los espasmos de un nuevo orgasmo me hicieron temblar ligeramente cuando mi pene palpitó dentro de la vagina materna, soltando un nuevo torrente de semen… ¡Oh! Que descarga más placentera… Y morbosa. Justo aquí había terminado mi padre en una eyaculación que me daría la vida… Ese pensamiento me excitaba tanto como me preocupaba, pero bueno, mi madre debía saber lo que hacía. Note como si su coñito se tomase, bebiese con ansiedad mi leche… Haberme corrido en ese lugar tan delicioso había sido estupendo…

Y estábamos las dos, poco después de nuestros mutuos orgasmos, quietas, ella encima de mí, desnuditas, disfrutando de la relajación tras el éxtasis… Cuando de repente un flash iluminó la estancia…

Como un resorte, reaccionamos los dos, quedando sentadas en el sofá. No tardé en encontrar la causa: Mi Ama estaba de pie junto al sofá con una cámara de fotos.

-Qué estampa más bonita-comentó-Madre e hija reposando tras un acto de amor.

Yo no dije nada, cabizbaja, pero me inquiete cuando oí a mi madre saltar:

-Supongo que borrarás esa foto-por su tono estaba claro que no era una pregunta.

-Ana, mi querida Ana-ella se acercó con esa sonrisa maternal que yo tan bien conocía. Yo hubiera querido poder hacer algo, pero no se me ocurrió qué… Y mi madre no vio a tiempo el bofetón para apartarse-Aún no has entendido la nueva posición que te corresponden en esta casa.

-¿Cómo…?-apenas pudo preguntar ella antes de recibir un segundo bofetón.

-Verás…-le decía nuestra Ama-Como recordarás, ahora yo soy tu Ama y tú eres mi esclava. Y más te vale asumirlo… Aunque siempre queda la opción de que en tu empresa vean cierto video.

-¿Qué video?-preguntó mi madre, claramente alarmada.

-El video que ayer grabamos… Mi esclavita Sonia había puesto una cámara oculta en tu dormitorio… Todo lo que hicimos quedó grabado.

-No puede ser verdad-mi madre intentó levantarse, pero mi Ama la cogió de los brazos y la obligó a sentarse de nuevo.

-Está tarde mismo tendrás una copia del video para ti, esclavita-le dijo-Pero ahora ve a ducharte y a arreglarte. Tienes que ir a trabajar.

Miré el reloj… Sí. Eran las seis y cinco… Hora de levantarse. Mi madre, tras mirar el reloj se levantó. Ésta vez nuestra Ama no se lo impidió.

-Y mientras estás fuera, será mejor que recapacites y vayas asimilando tu nueva posición-le dijo nuestra Ama.

Mi madre la miró un momento… Su mejilla se veía algo enrojecida… No entendía bien la impasibilidad de mi madre… Parecía que Rocío era capaz de tener un efecto más efectivo del que esperaba y que yo no era un caso particular. Mi madre, sin decir nada, asintió y se marchó a su cuarto.

Volvió entonces a mí la vista mi Ama.

-Buenos días, mi Ama-la salude, levantándome.

-Veo que has disfrutado de un agradable despertar-comentó. Por lo menos, pensé, no estaba enfadada.

-Sí, mi Ama-asentí.

-No está mal… Bueno. Hoy, aparte de limpiar, tendremos que hacer varias cosas, y está noche tendrás otro trabajo especial.

-Sí, mi Ama-asentí.

“Otro trabajo especial”… ¿Nunca acabarían las sorpresas? ¿Qué querría ahora mi Ama?

-Bueno-siguió diciendo-Silvia, esclavita mía… Ve a ducharte y ponte tu uniforme. Yo me echaré un rato más en la cama, pero quiero que me lleves allí el desayuno en menos de veinte minutos. ¿Entendido?

-Sí, mi Ama.

-Pues a trabajar. Y con animo, que hoy será otro gran día.

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