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La Venganza de las Mercedes

en Fantasías Eróticas

La Venganza de las Mercedes

El fuerte sonido del gran reloj del comedor, con sus diez particulares campanadas, anunció la hora punta por toda la casa. Lo recibí con la ya para mí común mezcla de nervios, temor y alegría que desde hacía nueve meses me tenía casi constantemente embargado. Era el momento, pensé, procediendo a vestirme. Mientras me abotonaba la camisa miré hacia el escritorio, donde reposaba mi móvil, que con su mudez me indicaba que el plan seguía en marcha. Ya vestido, me senté un momento en mi cama, esperando que llegase. Me froté las manos, como si tuviera frío, y me dispuse a reunir toda la paciencia que pudiera. Sabía que los nervios me impedirían concentrarme en cualquier cosa, por lo que no intenté leer, jugar a la consola, ni siquiera ver la tele o perder el tiempo en el ordenador. Sólo los recuerdos fluían con constancia en mi mente...

Y es que todo había empezado de una forma muy singular hacía ya un año, casi de forma accidental. Fue una fría mañana de finales de enero, todavía de noche, cuando llegué a la universidad para la primera clase del día, que tenía la mala suerte de que fuera a las ocho. Recuerdo que había salido de casa con mucho tiempo de sobra y que todavía faltaban veinte minutos para que empezara el horario lectivo.

Mientras pensaba en las clases del día, decidí ir al servicio. Pensé que era mejor ir ahora que luego entre clases. Los aseos para hombres estaban al final de uno de los dos grandes pasillos que, cruzando de lado a lado, articulaban la estructura del aulario, por lo que me dirigí hacia ellos. Sin embargo, cuando llegue, había junto a la puerta un carrito de la limpieza, por lo que supuse que una de las empleadas estaría limpiando.

Aunque dudé, me asomé, por ver si realmente había alguien. El suelo no se veía húmedo y tampoco se oía a nadie. A la izquierda, los lavabos y a la derecha, una pequeña galería en la que se veían, enfilados y contrapuestos, los urinarios y las puertas de los retretes. Parecía no haber nadie, por lo que entré y me dirigí a la primera puerta. Pero aún no había llegado cuando resonaron pasos a mi espalda. Me giré y vi entrando, tirando del carrito, a una mujer. Éste llevaba el uniforme de empleada de la limpieza. No me fijé mucho en ella en ese primer momento, pero pensé que debía rondar los cuarenta. Lo único que pensé en ese momento era en salir de allí.

-Lo siento-empecé disculpándome por la intrusión-Es que no he visto a nadie y debía usar el servicio-le expliqué.

-¡Oh, no pasa nada!-dijo ella, desechando mis excusas con un gesto de la mano-Puedes usarlo si quieres, todavía no me he puesto con este baño.

-Gracias-asentí, dirigiéndome de nuevo a la primera puerta, en cuyo retreta, tras cerrar con pestillo como acostumbraba, oriné. Mientras hacía esto y pensaba en mi primera clase, le escuché reponiendo el papel que había junto a los lavabos para secarse las manos.

Lo cierto es que, hasta entonces, no había pasado nada extraordinario, pero cuando me dirigí a lavarme las manos, ella, que estaba preparando lo que supuse era el agua para fregar, comentó:

-Empezamos pronto, ¿eh?

Que se dirigiera a mí me sorprendió. Estaba ya en tercero de carrera y nunca antes me había hablado una mujer de la limpieza. En cualquier caso, no quería ser maleducado y, pensando en ser agradable, le dije al ir a por papel para secarme:

-No antes que usted.

-Sí, cierto-río con un tono juvenil-Y qué pesado resulta levantarse de la cama.

-Mucho-asentí.

Fue entonces cuando me fije en ella de verdad. Como había visto antes, era una mujer adulta pero no mayor, sobre los cuarenta como mucho. Su piel, ligeramente morena y el tono de su voz me decían claramente que era de algún país de Iberoamérica, aunque no me atrevería a decir cual, además, por otra parte, su vocabulario y sus expresiones no parecían de ningún país de allí. Su pelo era castaño y corto y le caía alrededor del rostro con una bonita disposición. Éste último, de piel algo más clara, parecía esculpido en mármol, destacando sus labios finos pero sensuales, su nariz y sus dos ojos verdes. No dejaba de de denotar su edad, pero conservaba gran parte de lo que debió ser una exuberante belleza juvenil. Su cuerpo se veía un poco rollizo, pero no gordo, y la ropa dejaba entrever un perfil que no tenía nada que envidiar a nadie.

-Te veo todas las mañanas por aquí, puntual como un reloj suizo-me comentó.

-Bueno,..., intento ser puntual y no faltar a clase.

-Eres un chico responsable. Eso está bien.

-...-no sabía que decir ante aquel inesperado halago-Es que ahora tengo clase de historia de oriente y es una asignatura que me interesa-le dije, como justificándome.

-Sí que parece interesante. A mí siempre me gustó la historia, pero no tuve la oportunidad de estudiar.

-Ah-pensé en que debía decir, pero no tuve que hacerlo, ya que ella siguió hablando.

-Aunque leo mucho, a veces con mi hija, que también le gusta la historia. Ella llegó a pensar en hacer la carrera pero yo le aconseje, aunque me parecía bien su idea, que era mejor que hiciera algo más práctico. Este año ha empezado derecho.

-Sí-concedí-Tiene más salidas.

-Eso es lo que creo. Aunque por lo que me cuenta es una carrera muy aburrida.

-¡Ah! Algo bueno tenía que tener la historia en comparación-comenté alegre, ante lo que ella volvió a reír-Aunque también hay algunas asignaturas que son un tostón, como la paleografía.

-Sí. ¿Qué es la paleografía?-preguntó con curiosidad.

-Es la ciencia que estudia la escritura y los soportes de la escritura-le expliqué lo más sencillamente que pude.

-¡Oh!-parecía impresionada-Parece muy difícil.

-Bueno, intentar leer un texto en letra cursiva castellana del siglo XIV puede ser muy difícil, sí-asentí, recordando que llevaba esa asignatura pendiente.

-¡Oh!-saltó de pronto-Chico, son y cinco, vas a llegar tarde.

Tenía razón, eran las ocho y cinco, estaba llegando tarde a clase.

-Menos mal que me ha avisado-le agradecí-¡Nos vemos!-me despedí, saliendo del baño.

-¡Hasta mañana!

Mi madre, entrando en mi habitación, me volvió a traer al presente.

-¿Entonces no vas a estar de vuelta para comer?-me preguntó por tercera vez en lo que iba de día.

-No, mamá-le contesté, igualmente por tercera vez.

-¿Comes otra vez en casa de tu novia?

-Sí, mamá.

-Su madre debe de cocinar muy bien.

-Y ella también.

Puede que no sabiendo que pregunta más repetir, decidió retirarse nuevamente. Siempre que iba a salir para pasar el día fuera me agobiaba una y otra vez con estas sesiones, con las mismas preguntas, una y otra vez. Me parecía que se preocupaba demasiado, pero claro, ella tampoco podía evitarlo...

Y seguí esperando, y recordando...

Al día siguiente de aquel extraño encuentro, a la misma hora, volvimos a coincidir. Lo cierto es que yo había vuelto a ir con antelación precisamente por si eso ocurría, por lo que en parte lo busqué. Ni de lejos imaginaba en lo que derivaría aquello. Al subir hasta la segunda planta fui directo al baño y al ver la puerta cerrada y la luz apagada pensé que no iba a tener suerte, pero me equivocaba, puesto que, precisamente después de orinar, al salir del cubículo del retrete, me encontré con ella, que estaba entrando.

-¡Buenos días!-me saludó.

-Buenas-le correspondí mientras me lavaba las manos.

-¿Qué tal la mañana? ¿Tuviste un buen día ayer?-su tono alegre era contagioso.

-Sí, bastante. ¿Y tú?

-¡Oh, sí!-contestó-¡Ah, por cierto! Busqué eso que comentaste de escritura castellana del XV y sí, menudo embrollo. Parecen más garabatos que letras.

-Ya ve-asentí, algo impresionado de que hubiera tenido la curiosidad de buscarlo.

-Por cierto. Creo que ayer con las prisas ni nos presentamos. Yo me llamo Mercedes.

-Mi nombre es Francisco-me presente también-Pero me suelen llamar Fran.

-Encantada-replicó, y, acercándoseme, me estampó dos besos en las mejillas. Yo me quede un poco cortado, pero como ella se quedó inclinada, esperando que le correspondiera, igualmente besé sus mejillas. Note su piel suave y fresca-Fran.

-Igualmente.

-¿Sabes? Ayer, en casa, le conté a mi hija que había conocido a un chico mono, encantador e inteligente-yo noté como mis mejillas se ruborizaban de repente al escuchar-Y ella me dijo que sí era así, que se lo debería presentar-río brevemente-Como hace ya meses que no sale con nadie.

-Si se parece a su madre no debe de ser por falta de ganas-comenté, por devolverle el halago.

-¡Oh! ¡Qué caballeroso! Oye, mira, supongo que te pareceré un poco loca...-paró como para ver mi reacción.

-¡No!-rechacé la idea con un tono de “¡qué dices!, ¡en absoluto!”.

-Pero quizá querrías conocer a mi hija.

-Eh...-realmente no me esperaba que me lo fuera a pedir en serio.

-Sí-dijo-Soy una mujer a la que conociste ayer y con la que apenas has intercambiado unas frases, pero es que mi intuición me dice que eres el tipo de chico que mi pequeña necesita, no esos novios que se estuvo buscando hace tiempo-dijo con un tono de voz que dejaba claro lo que esos chicos le parecían-Mira, Fran, sólo te pido que lo pienses. Podría venir alguna mañana si se lo pido-esperó mi respuesta, pero yo realmente estaba desconcertado. Y creo que no era para menos, una señora a la que acababa de conocer parecía de repente querer liarme con su hija-¿Qué? ¿Te parezco un poco loca, no?

-¡No!-lo negué rápidamente-Sólo que me parece una situación muy extraña, pero no quiero que piense que quiero ofenderla-dije rápidamente, casi atropellando las palabras.

-No te preocupes, no me ofendo. Además, si hubieras dicho enseguida que sí-me guiñó un ojo-Me habría parecido sospechoso-puso tono serio para añadir-Pero, en serio, ¿lo pensarás?

-Sí-respondí tras pensarlo un momento.

Finalmente lo estuve pensando por dos largas semanas. La idea de conocer a la hija de Mercedes, por un lado, me atraía, sobre todo si era una chica guapa y de trato agradable como su madre. Por otro no dejaba de recelar de lo rato que me parecía lo que había pasado... Todas las mañanas que iba a la universidad me encontraba con Mercedes y todas nos quedábamos hablando. Era una mujer bastante amigable y, aunque yo no tenía mucho ánimo, ella sí, y además era abierta para tratar de cualquier tema con desparpajo. Le hablaba de mis estudios, de mis hobbies, etc., ella de su trabajo, de su marido, de sus aficiones...

De sus hijos también hablaba. Tenía dos, la hija universitaria y un chico de catorce. Y siempre me preguntaba si había pensando lo de conocer a la primera. Yo siempre le respondía que estaba en ello. Una vez me enseñó una foto de ella y, conformando mis mejores expectativas, comprobé que era guapísima...Realmente era como si la hubiera visto, pues era casi igual que su madre pero con casi veinte años menos...Una auténtica belleza. El día que me enseñó aquella foto casi le dije que sí, que quería conocerla, pero no sé como resistí la tentación. Pero había pasado el tiempo y Mercedes, quitada esa rara manía de ver en mí a la pareja ideal de su hija, manía que no me perjudicaba precisamente, me pareció una buena mujer y pensé que no perdía nada si me presentaba a la que llamaba “su niña”.

Recuerdo que al día siguiente, cuando debía conocerla, estaba muy nervioso. Cuando llegué, un poco tarde por el tráfico, y vi a Mercedes ya en la puerta del aseo, casi pensé que me daba algo entre la tensión y el haber subido corriendo las escaleras. Pero ella parecía estar sola.

-Buenas-saludé-He llegado un poco tarde por el tráfico-me disculpé.

-No pasa nada-respondió ella-Mi hija, casualmente, también ha ido al baño-el baño de mujeres estaba al otro lado del pasillo-Le he dicho que podía usar éste, pero ha preferido ir al otro.

-Ah-asentí-Pues yo sí voy a usar éste.

-¡Claro!-rió-Seguro que te va a caer bien.

-Seguro-dije entrando, ella me siguió y se puso a sus tareas-Pero-empecé a decir, comunicándole una idea que hacía tiempo mascaba-A lo mejor yo no a ella. Creo que las chicas prefieren a los novios que no les gustan a sus madres y viceversa.

-Eso parece pasar mucho, sí-sonrió-Pero no es el caso. Te lo aseguro.

Parecía muy seguro, y me pregunté que tipo de relación madre hija tendrían, como para que la primera se dedicase a buscarle pareja a la otra. Pero todas mis cabalas se fueron abajo cuando salí y, ahora sí, las vi juntas... ¡Eran tan parecidas! Era como si Mercedes hubiera viajado en el tiempo y estuviera junto a su yo del pasado. Y sí, se veía más guapa al natural que en la foto.

-¡Hola!-me saludó, acercándose-¿Tú eres Fran, no?

-Sí-contesté. Iba a tenderle la mano, pero como su madre al presentarnos formalmente, fue directa a mis mejillas. Esta vez dude menos para devolverle el saludo-¿Y tú? Tu madre no me ha dicho tu nombre.

-Pues me llamo Mercedes, como ella-contestó.

-¿Las dos Mercedes?-pregunté sorprendido.

-Así es-dijo la madre-Es que somos así de originales-ante el comentario las dos rieron y me dije en que también el sonido de su risa era bastante parecido.

-Bueno, puedes llamarme Merche-me dijo la hija-Para no liarte.

-Vale-asentí.

-¿Sabes? Con todo lo que mi madre me ha dicho de ti-no pude evitar dirigirle una mirada a Mercedes, que, ajena o aparentemente ajena al menos, se había puesto a trabajar-Es como si ya te conociera-me cogió de la mano y me sacó fuera del baño, como buscando intimidad-Espero que ella no se pusiera muy pesada contigo.

-Y yo espero-dije, queriendo no ser menos considerado-Que tampoco contigo.

-¡Oh, no!-respondió-Yo estoy acostumbrada. De vez en cuando me busca chicos que sean de su agrado.

-Ah-tardé un poco en saber que decir-Yo desde luego no quiero molestarte, por lo que...

-¡No, no, no!-me interrumpió ella, como leyendo mis temores-No estoy aquí obligada ni estoy mal. De hecho, quiero conocerte por ver si lo que me ha dicho mi madre es cierto o no. Porque sí lo es...

-Bueno, seguro que algo ha exagerado.

-Mi madre nunca exagera con estos temas. Ella siempre ha tenido muy buen ojo para estas cosas.

-¿Muy bueno?

-Infalible.

-Ah...

-Supongo que ahora tienes clase.

-Sí. Lo cierto es que sí.

-¿Y si quedamos para tomar algo? ¿Podrías a la una?

-...-recordé mi horario-Sí, podría.

-Pues nos vemos a la una aquí mismo. ¿De acuerdo?

-De acuerdo-dije, contento de tener una cita con una chica tan guapa...Lo cierto es que nunca había tenido una cita...Estaba emocionado.

El agudo sonido del timbre, resonando repentinamente, me indicó que por fin había llegado. No tardé en levantarme y en ir, casi corriendo, hasta la puerta. Y cuando abrí, sí, allí estaba ella. Y, ¡uf!, llevaba una ropa que conocía muy bien: un ajustado top blanco y una minifalda a cuadros rojos y verdes. Era la ropa que llevaba la primera vez que habíamos hecho el amor y desde una ocasión en que lo comenté al vérsela puesta de nuevo siempre se la ponía cuando estaba contenta y cuando quería asegurarse de contagiármela. Apasionada como era siempre, se abalanzó sobre mí nada más abrir y su boca, ansiosa, buscó la mía. A mí me solía dar corte las muestras de cariño en público pero, aprovechando que no había nadie cerca, no dude en corresponderle y durante un momento nos fundimos en un apasionado beso en que nuestras lenguas luchaban por poseer la casa de la otra.

-¿Estás listo, papito?-me preguntó.

-Claro-le contesté-Sólo deja que vaya a por el móvil y las llaves.

-Vale. No tardes.

-No-asentí, yendo rápidamente a mi cuarto por los dos objetos.

Al recorrer, ida y vuelta, el pasillo, temblé un poco...Cuando llegáramos y lo viera...La cosa estaría sellada definitivamente...Bueno, pensé, la “cosa” llevaba siendo definitiva mucho más tiempo, aunque sólo ahora que se me iba a e exponer claramente los resultados delante de mí me lo terminara de creer.

-¿Estás bien, Fran?-me preguntó ella cuando volví-No te preocupes. Tener nervios es normal-me dijo, como solía, antes de que dijera nada. Ella siempre tenía el don de saber que decir, algo que había apreciado y agradecido desde el día que la conocí.

-Es que-no encontraba las palabras.

-Sí. Es algo grande-confirmó ella-Pero también es algo maravilloso, como un milagro. Vamos a ser muy felices. Ya verás.

-Sí-asentí, queriendo creerlo. Lo cierto es que, teniéndola al lado, no me parecía imposible.

-Y a mi madre la has hecho muy feliz-siguió diciendo Merche cuando ya andábamos camino del coche-Habla tanto de ti que casi me pone celosa-rió.

Llegamos a la calle y nos montamos en el coche. Suspiré. La casa de Mercedes estaba bastante lejos...

-Por cierto. Perdona el retraso-me dijo-Ha habido un accidente en la autovía y se ha armado un atasco enorme. Por eso ahora voy a tomar una vía alternativa, un poco más larga, pero espero que no tengamos problemas.

-No hay problemas-dije.

Pero realmente pensaba que el viaje iba a parecerme eterno...Porque Merche, entre todas las rarezas y manías que la hacían perfecta, tenía algunas más bien malas, como era la que hacía que nadie pudiera hablarle mientras conducía...Así que me acomodé como pude y deje de nuevo que mi memoria volviera a vagar...

Y recordé aquel día que había provocado todo esto...Habían pasado ya nueve meses que me parecían ahora nueve días, cuando Merche y yo apenas llevábamos dos meses como novios “oficiales” y podo más desde que salíamos... ¡Y qué dos meses habían sido! Ella era lanzada, directa, apasionada... Pero lo que más me sorprendió era lo liberal que eran las dos, madre e hija, en cuanto al sexo. Hasta el punto de que una mañana nos liamos en el aseo mientras su madre no tuvo ningún problema de vigilar para que tuviéramos intimidad...Me puse rojo como un tomate cuando Merche se lo pidió, pero las dos hablaron del asunto como de lo más normal...Y qué morboso fue follar en uno de esos pequeños cubículos...Todo parecía ir bien. Era una novia estupenda, y no sólo en el sexo sino más allá. Y además su madre bendecía nuestra unión y además me caía simpática. No tenía ninguna queja y por un momento la vida se me presentaba de color de rosa.

Hasta aquel día. Era viernes y había llegado, temprano como solía a la universidad. Y encontré a Mercedes sentada en un banco en el pasillo, cabizbaja. No necesitaba más para saber que algo malo había pasado, pero no podía imaginar qué. Ayer noche había estado con Merche y ella no me había dicho nada. Cuado alzó la cabeza, vi que había estado llorando, pero una chispa de leve alegría pareció iluminarse cuando me vio:

-¡Ah, mi niño!-me llamó. Solía decirme lo de “mi niño” casi desde que Merche y yo decidimos que éramos ya una pareja oficial.

Yo fui hacia ella, que se levantó, y deje que me estrujara con sus brazos...La oí sollozar junto a mí oído...Por un momento temí que hubiera pasado algo muy malo. Tuve miedo de saber que era, pero por otro lado sentí que debía preguntar.

-¿Qué te pasa, Mercedes?

-¡Ahí!-se separó para mirarme cara a cara, logrando sonreír a pesar de que claramente le pasaba algo-Siempre te digo que me llames mamá.

Era cierto. Desde que ella decidió llamarme “niño”, pero yo no me acostumbraba.

-¿Qué te pasa?-insistí.

-En realidad no es nada-dijo-Sólo que soy muy melodramática...Eso dice el muy cerdo.

-¿Quién?-le pregunté.

-Mi Mercedes ha tenido suerte, pero yo no, yo he estado con un cerdo toda mi vida y no lo había descubierto hasta ahora.

-¿Pablo?-era evidente que hablaba de su marido.

-Sí. Anoche le sorprendí con una zorra en el trabajo-me contó.

-¡No!-no me lo podía creer-Sí que es un cerdo-asintió-Y muy estúpido si de verdad ha sido capaz de irse con otra teniendo lo que tiene en casa-añadí, intentando animarla. No sé si mis palabras fueron adecuadas, pero por lo menos ella debió aceptar mi buena intención y me sonrió.

-Sabía que mi instinto no fallaba contigo.

-¿Os vais a divorciar?-le pregunté, aún temiendo que fuera una pregunta sin mucho tacto.

-Si no fuera por mi Raúl-hablaba de su hijo pequeño-Se lo pediría...

No sabía que decir, y así se lo dije, pero que de verdad compartía su malestar. Ella me caía más que bien, le tenía sincero apreció, y la canallada que le había hecho ese cerdo...

-Tranquilo, mi niño-me dijo, sentándose y arrastrándome para que me sentara a su lado-Sé que estás de mi lado. Sólo necesito un tiempo para terminar de superar el haber descubierto que le he dado mis mejores años a un bastardo.

-Tus mejores años no han llegado, mamá-dije, queriendo alegrarle.

-No estoy segura, pero quizá tengas razón, cariño-me sonrió-Sé que Merche y tú lleváis razón en lo que decís, pero no sé que hacer...Me gustaría vengarme, fastidiarle lo más que pudiera...Merche dice que divorciarme y hacerle pasarme una pensión sería al menos un primer buen golpe...Pero sólo serían cuatro años, hasta que Raúl tuviera dieciocho...Muy poco para exprimir y amargar a ese puerco tacaño.

-Sí-confirmé, intentando pensar algo para ellas, pero no sé me ocurría nada-Si se me ocurre algo-le dije-Te lo diré, pero ahora es temprano y no estoy muy maquiavélico.

-Yo tampoco lo estoy-casi rió-En fin, Fran. Tengo que trabajar y tú que ir a clase.

-Sí. ¡Nos vemos!

-¡Nos vemos, mi niño!

-¡Qué hijo de...!

Aquella tarde, cuando quedamos en su casa Merche y yo, ella se desahogó por completo contra su padre:

-¿Cómo ha podido hacerle eso a mamá? ¡Es un cerdo, un gusano, un bicho asqueroso que aplastar!-yo sólo asentía, un tanto nervioso ante su comprensible pero aterradora ira-Ojala pudiera sacarle los ojos con una cucharilla.

Yo miré hacia otro lado un momento, intentando en vano no imaginar esa peculiar e imaginativa escena.

-Le he dicho a mi madre que se divorcié y le cruja, y la saque una pensión por Raúl, pero ella dice que no se siente segura con la idea... ¡Y a mí no se me ocurre nada mejor! Sería peor si le dejamos pedirlo a él para irse con esa furcia... ¡Ojala se pudran para siempre en el infierno!

Yo me estrujaba la cabeza, pero no se me ocurría ninguna idea que me pareciera útil. Ella se quedó mirándome y supe que esperaba que hablara... Temí seriamente decir algo que le pareciera muy tonto y se enfadara también conmigo, y precisamente, eso fue a decir, una tontería:

-Si Raúl tuviera un año o menos al menos serían diecisiete años en que tendría que pasarle una pensión a tu madre.

-¡Ya!-lo que temía parecía cumplirse, su tono decía que mi comentario no le había caído en gracia-¡Y si mi abuela tuviera...!-se quedó repentinamente callada-Si tuviera...-repitió, ya no gritaba-Ya no...-me miró, ahora de forma distinta-¡Eso es!

-¿Eso es? ¿El qué?-le pregunté.

-He tenido una idea-dijo metiendo sus cosas en el bolso-He de ir a ver a mi madre urgentemente-yo iba a decir algo, pero ella se me acercó corriendo, me estampó un beso en la boca y dijo, sin dejarme hablar-Menos mal que tengo un novio inteligente.

No podía imaginarme a que me iban a llevar las tontas palabras que había pronunciado.

El sonido del claxon me distrajo momentáneamente de mis pensamientos. Merche le estaba pintando al coche de delante, que seguía parado ante un semáforo en verde.

-Ya sabía que no tomaba este camino por el pueblo por algo-masculló.

Yo, sabiendo que una sola palabra la molestaría, no dije nada y seguí con lo mío.

Estuve toda la tarde y la mañana siguiente pensando en cual podría ser el plan que se le había ocurrido a Merche. Realmente no había nada en lo que yo había dicho que fuera útil. Lo cierto es que estaba preocupado, por ella y por su madre, y por eso, aprovechando que era sábado y no tenía clases, tomé el autobús y fui hacia su casa. No sabía que aquel día me iba a deparar algo que nunca hubiera imaginado.

Cuando llegué llamé a la puerta, aunque tenía llaves, pues en la situación del momento pensé que era lo mejor. Tuve que esperar un rato e insistir hasta que, justo cuando iba a usar las llaves, Merche me abrió. Tenía en su rostro una conocida expresión de ira que, al verme, se desvaneció en un segundo.

-¡Ah, Fran!-exclamó, claramente sorprendida-Perdona, pensábamos que era,..., “otra persona”-por su tono supe intuir quien-¿Por qué no has usado tus llaves?-me preguntó, tirándome de mí hacia dentro y cerrando después.

-Pensé que era mejor llamar en vez de entrar así,..., sin avisar-musité.

-¡No me digas!-rió-No seas tonto. Tú eres uno más de la familia. No hacen falta tantos miramientos. ¡Venga, pasa! Estamos solas mi madre y yo.

-¿Y tu hermano?

-Pasará el fin de semana en casa de un amigo.

-Ah.

-Además, estaba a punto de llamarte, por lo que vienes muy oportunamente.

-Ah-volví a decir, aunque me sentía un poco tonto al limitarme a decir eso.

Mercedes estaba sentada en el salón cuando entramos. La primera

-¡Ah, Fran, mi niño!-me saludó-Precisamente estábamos hablando de ti.

-Eso le estaba diciendo-dijo Merche.

-Ven, siéntate aquí-Mercedes se movió, dejándome el centro del sofá, en el que me senté, quedando rodeado por las dos al ponerse Merche al otro lado-Verás, hemos tenido idea para fastidiar al...a ese tío. Bueno, Merche la ha tenido.

-Sí-asintió ella-Se me ocurrió por el cometario que hiciste ayer y desde entonces casi no hemos otra cosa que pensar como llevarlo a cabo.

-Vaya-dije-¿Y en qué consiste en plan?

-¿Te acuerdas de que me comentaste que si Raúl tuviera un año o menos quizá le podríamos sacar sobre diecisiete años de pensión alimenticia?

-Supongo que es así-asentí.

-Pues es eso.

-¿Cómo?-no la entendía-Exactamente que vais a hacer.

-Evidentemente, a Raúl no podemos hacerle retroceder en el tiempo-comentó Mercedes-Pero puede haber otro.

-¿Otro?

-Otro hijo-intervino Merche-Si mi madre tuviera otro hijo, pues tendría que pagarle una pensión. ¿No?

-Según lo que tengo entendido, sí-respondí-Pero, ¿es que,..., estás embarazada?-le pregunté a Mercedes.

-No.

-¿Y entonces?-no terminaba de entender su plan.

-Lo de la pensión es sólo parte del castigo-explicó Merche-La otra es que el hijo que le haremos mantener no será suyo, sino de otro.

-Ah-entendí-Pero, ¿no pediría un análisis de sangre para no hacerse cargo?

-¿Pablo?-se rió Mercedes-¿Y que sus amigos sepan que su mujer le fue infiel mientras aún estaban casados? No. Para él es muy importante su imagen de cara a los idiotas con los que se junta.

-Bueno. Pues entonces parecería un buen plan, pero...

-¿Pero?-Merche parecía molesta porque fuera a poner una objeción.

-Lo de tener un hijo sólo por venganza,..., no sé, es mucho, ¿no?

-Ah. Por eso no hay de que preocuparse. Mi madre no tendrá problemas, y para nosotros será una buena práctica.

-¿Para nosotros?-le pregunté.

-Claro-me dijo Merche como si fuera algo de cajón-Para ti y para mí.

-¿Y qué dirá el padre?-pregunté.

Viéndolo con retrospectiva, debería haber caído antes en la cuenta, pero sólo entonces, al verlas sonreírse mutuamente, ¡coloradas cuando nunca las había visto así!, sospeché inmediatamente.

-Verás, Francisco-que Merche usara mi nombre completo quería decir que iba muy en serio en lo que decía-Hemos pensado que tú eres el mejor candidato.

-No hablarás en serio-no me lo podía creer. ¿De verdad me estaban pidiendo lo que me estaban pidiendo?

-Tú le caes bien a mi madre, eres de confianza por ser mi novio, y además nos ahorramos problemas en el caso de buscar a otro. Eres la opción perfecta. Por eso te pedimos que lo hagas-Merche me cogió la mano izquierda-¿No lo harás por mí? Para nosotras es muy importante.

-Yo...

-Mi niño-Mercedes me cogió la otra mano-Esto te uniría de forma definitiva a nuestra familia. Es un favor que siempre te agradecería.

-Es que...

-¡Venga!-insistió Merche, pero su madre con un gesto la contuvo.

-Démosle un día-dijo-Que lo piense tranquilamente.

-Esta noche-me susurró Merche al oído-Ven a las ocho. Por mí.

No pensé en otra cosa en todo el día...No terminaba de creérmelo...Merche me había pedido que me acostara con su madre, ¡que la dejara embarazada!, y ésta estaba de acuerdo... ¿Qué debía hacer? Era una decisión muy importante... ¡Un hijo! Nada más y nada menos. Y, como Mercedes había dicho, era algo que me uniría de forma definitiva a ellas.... Una decisión para la que necesitaría más del medio día que tenía. ¿Pero qué pasaría si me negaba? ¿Me dejaría Merche? Lo cierto es que sentía un profundo afecto por ella y, si lo que pasara fuera que ella quería un hijo, habría dudado menos,..., pero esto de pedirme que me, con su madre..., era arena de otro costal.

Las dudas estuvieron atormentándome durante todo el día. Pero, finalmente, a las ocho, estaba en la puerta de su casa, llamando. ¿Por qué fui finalmente? Fundamentalmente porque Merche me lo había pedido y yo no podía negarle algo que estaba en mi mano darle y que sabía que quería...Y, pensándolo bien, también por algo de morbo. Merche me abrió y, al verme, habiendo ido elegante, sonrió, adivinado que estaba dispuesto a hacer lo que me habían pedido.

-No te acostumbras a usar las llaves-dijo con voz suave, aparentando un reproche-Mi madre está preparando algo en la cocina para que cenéis.

-¿Cenéis? ¿Y tú?

-Esta noche eres sólo para ella-me replicó-Me quedaré en casa de una amiga.

-Ah. Vale-tuve que aceptar, aunque pensándolo bien ni siquiera me había parado a pensar qué iba a hacer ella mientras su madre y yo...

-De hecho, me voy ya-cogió su bolso que colgaba de una silla cercana-Me he quedado sólo para esperarte, pero ya os dejo, con la casa toda para vosotros.

Se acerco para darme un beso y, después, me susurró al oído:

-Sé el esfuerzo que haces-empezó-Y te lo recompensaré. Pero ahora, piensa sólo en satisfacerla.

-Lo haré-fue todo lo que dije.

-Eso esperaba oír-añadió Merche en tono de despedida antes de cruzar la puerta principal y cerrarla tras ella.

Suspiré, un tanto nervioso. Estábamos definitivamente solos en casa, Mercedes y yo. Me parecía oírla desde la cocina y, tras un momento que me tome, en silencio, en el recibidor sin pensar en nada, queriendo mantener la mente en blanco, tomé aire y fui a la cocina. Allí, en efecto, estaba ella, contemplando como hervían unos espagueti. Por encima de la mesa vi que llevaba una camiseta vieja y por encima, un delantal blanco. Me miró cuando entré y sonrió:

-¡Ah! ¡Mi niño! Ya has llegado.

-Sí.

-Los espaguetis casi están. Espero que tengas hambre.

-Un poco-lo cierto es que no tenía mucha y es que aquel día no había pensado mucho en comer precisamente.

-Pareces poco animado-comentó.

-Estoy un tanto nervioso-confesé.

-Entiendo-asintió ella, comprensiva-Pero te aseguro que si te relajas, como yo, los dos lo pasaremos muy bien...Esto ya está-apagó el fuego y apartó la olla-Dejémoslo reposar un momento-siguió diciendo mientras preparaba un par de platos y sacaba los cubiertos de uno de los cajones-Para mí esto tampoco es el pan de cada día, ¿sabes?-rió, y noté algunos nervios bajo su habitual y sencilla risa-No es que les vaya pidiendo a cada uno de los novios que ha tenido Merche que pasen “por cama”-nuevas risas, ésta vez no note nervios-Pero bueno. Lo cierto es que he tenido suerte de que estuviera contigo justo cuando he descubierto lo de ese...Ese idiota.

Yo me acerqué, dando la vuelta a la mesa y me sorprendió ver entonces sus esculturales piernas...La camiseta, de aspecto algo roído en el borde, le cubría hasta arriba de los muslos, pero debajo no llevaba nada más que el delantal, que sólo le cubría por delante, siendo por detrás perfectamente visibles unas nada despreciables piernas...

-Vaya piernas-no pude evitar comentar. En parte para alegrarla, en parte para ir entrando en motivación y en parte para que la conversación no fuera por derroteros desagradables.

-¿Qué, te gustan? La verdad es que me he depilado esta tarde-me sonrió. Ella le estaba dando vueltas a los espaguetis con una cuchara de madera, supuse que o para evitar que se pegaran en la olla o para que se enfriarán un poco más rápido-Esto ya se puede servir.

Mientras ella se ponía a ello y servía dos platos, yo me coloqué tras ella. Sus formas en todo me recordaban a las de su hija y a pesar de la edad seguía siendo una mujer muy atractiva. No llevaba nada precisamente sexy ni sus movimientos eran seductores, pero eso era parte del morbo que encontré en aquella escena...Lo cierto es que me estaba excitando y pensé que no me sería posible contenerme...Y en efecto, no quise esforzarme mucho y, mientras ella seguía con lo que hacía, me acerqué hasta que casi estaba pegado a ella y puse mis manos suavemente en su cintura. Ella, giró la cabeza para mirarme, una chispa brillaba en sus ojos.

-¿Estás contento con lo que ves?-me preguntó-Lo cierto es que esperaba cambiarme antes de la cena, ponerme algún vestido sexy...-dijo con tono picante-Pero al final no he tenido tiempo y me he quedado vigilando la cena así.

-Yo te veo perfecta-le dije.

-¡Que ricura!-dijo. Me estremecí, me sentía a cada segundo más embriagado de un deseo que me estaba haciendo olvidar cualquier otra cosa que no fuera pensar en que tenía a una mujer madura y estupenda al alcance, sin que nada más pareciera importante.

-No tan rico como lo que veo ante mí-dije, introduciendo mis manos por debajo de su camiseta, y acariciando ya directamente sus caderas y después su vientre, introduciendo un dedo en su ombligo...Ella se quedó quieta, dejándome hacer al principio, moviéndose después ligeramente hacia atrás para quedar pegada contra mí y yo, ayudándole, me adelante hacia ella y mi miembro ya erecto bajo mi pantalón, se rozó sin disimulo contra su desnudo culito.

-¡Uh! ¡Creo que noto algo por ahí!-dijo, alegre.

Yo le restregué aún más el paquete por su culito mientras mis manos subían, recorriendo cada centímetro de su suave piel, hasta que alcancé sus pechos, que acaricié por encima de su sujetador...Estaban firmes y sus pezones ya duritos por debajo de la tela, parecían esperar ya ansiosos caricias y besos. Estuvimos unos segundos más en esa posición, pero poco. Estaba claro que los dos nos habíamos encendido y no nos íbamos a conformar ya con esos juegos.

Ella tomó la iniciativa y, dándose la vuelta, fue directa a besarme. Sus labios rodearon los míos y su lengua se metió en mi boca, con una serie de movimientos rápidos exploraba y relamía mis dientes, jugaba con la mía...Notaba mi boca llenándose con su saliva...Mientras me besaba así, me abrazó y me estrecho contra ella. Yo me dejé hacer y me limité a acariciar su culito mientras intentaba mantener con mi lengua el experimentado ritmo de la suya.

Estuvimos un buen rato así, fundidos en aquel beso en que nuestras bocas llegaron a parecer ser sólo una. Nuestras lenguas chocaban y se frotaban la una a la otra y al compás nuestros cuerpos se apretaban igualmente...Podía sentir su calor, su piel, su sudor,..., y todo servía para enervar más mi deseo de ella.

Ella también parecía estar cada vez más ansiosa. Sin dejar de besarnos, de comernos mutuamente nuestras bocas, más que breves segundos para respirar, ella se alejó lo justo para llevar sus manos a mi pecho y comenzar, un poco torpemente por las prisas, a desabotonarme la camisa. Cuando ya estuvieron todos sueltos me ayudó a quitármela, casi arrancándola, y no mucho más tarde en quitarme la camiseta interior, que acompañó a la otra rumbo al suelo de la cocina.

De repente, la tenía en mi cuello, que comenzó, llevada por una increíble lujuria que nunca me hubiera esperado, a besar y a lamer. ¡Uf! ¡Cómo me ponía! Noté su lengua recorrer desde mi cuello hasta mi ombligo en línea recta y luego en camino inverso. Sus manos acariciaban mi pecho y al poco sus labios primero y sus dientes después tomaron mis pezones. Sus movimientos eran rápidos y seguros y yo sólo podía dejarme hacer, apoyándome contra la mesa, mientras ella “banqueteaba”, lamiendo y relamiendo mi piel.

-Quiero comerte todito, mi niño-me dijo, con una chispa de lujuria en sus ojos del color de la esmeralda, mientras ya sus manos bajaban la cremallera de mi pantalón y soltaban el botón, haciéndolo caer... Por encima de los calzoncillos, que delataban claramente mi erección, palpo con su mano mi miembro, que no tardo en liberar...Este salió, quedando firme ante su rostro, aun parecía crecer, erecto, recto, duro, mientras un carnoso glande se asomaba a través de una piel en retroceso...-Veo que mi niña no exageraba nada-dijo, con tono de admiración-Mi instinto siempre acierta.

Sin decir nada más, cogió mi polla con la mano y, tras unas suaves primeras caricias, comenzó, suave, a masturbarme. Iba lenta, como si quisiera notar, palpar y conocer hasta el último rasgo de mi mástil con sus dedos. Su otra mano acarició mis testículos, primero como si les hiciera cosquillas, y luego, amasándolos... Parecía repentinamente seria, concentrada en lo que hacía...Y lo hacía muy bien.

-¿Le gusta a mi niño lo que hago?-me preguntó, picara.

-Sí, mamita-le contesté y supe por su mirada que aquella palabra le había parecido morbosa.

-Hoy mamita necesita a su niñito para algo importante-siguió hablando-Algo de hombres. ¿Podrá mamita contar con su niñito?

-Siempre, mamita-asentí, con una extraña seguridad en ello, llevando por la pasión sólo a querer complacerla en todo.

-Eso esperaba, mi niñito.

Sin más, se acercó a mi miembro y besó suavemente su punta, en la que alguna pequeña gota ya había hecho su aparición. Mantuvo los labios contra mi glande durante unos segundos y, después, fue abriéndolos lentamente mientras se agachaba para, de una vez pero pausadamente, se tragó toda mi verga, introduciéndosela en la boca... ¡Buf! ¡La tenía toda dentro, envuelta por el calor y la humedad de su boca, con su lengua restregándose a su alrededor...Ella tenía los ojos cerrados, como concentrada en disfrutar de lo que tenía en la boca y yo no pude menos que imitarla...Antes de Merche había tenido algunas novias y ninguna me la había chupado como ahora me la estaba mamando Mercedes...Era increíble...Aunque de hecho, Mercedes mostraba la misma pasión y las mismas técnicas que Merche y me pregunté, morboso, cómo y de que manera habría enseñado, si mis sospechas eran ciertas, la madre a la hija sus técnicas amatorias. En cualquier caso, la madre conservaba el toque propio de la maestra.

Cuando finalmente se la sacó vi que todo mi mástil parecía brillar, bañado en saliva como había quedado. Ella volvió a masturbarme suavemente mientras con la otra mano me quitó con mi ayuda los zapatos y terminaba de sacarme los pantalones y los calzoncillos, dejándome sólo con los calcetines.

Quise recuperar al menos parte de la iniciativa y, tras poner mis manos sobre sus hombros, acariciándoselos, suavemente la impulsé para que se levantara. Ella lo hizo y una vez de pie fui directo a por su boca para que nos volviéramos a fundir en un apasionado beso...Ella me dejo hacer y me correspondió, sin dejar de agitar la piel de mi duro miembro, pero yo pensaba que ella estaba siendo demasiado e injustamente descuidada, por lo que fui directo al borde de su vieja camiseta, decidido a quitársela. Ella, aunque durante un primer momento pareció preferir otros caminos, finalmente me dejo y subió los brazos, ayudándome.

Una vez que su vieja camiseta siguió el camino de mi ropa me agaché para quedar frente a su vientre. No era de esos, seductor y espigado, de aquellas que hacen esas danzas exóticas y lo cierto es que tenía algunos kilos de más, pero casi la prefería así, me resultaba más morboso. Metí la lengua en su ombligo y volví a acariciar su piel mientras percibí como ella se desprendía de su sujetador y dejaba a la vista sus firmes y gordas tetas.

Incitado por la visión, me fui levantando, subiendo al tiempo que lamía su cuerpo, hasta que alcancé sus pechos...Primero los acaricie con las manos, agarrándolos, queriendo sentirlos en su plenitud.

-Veo que a mi nene le gustan mucho las tetitas de mamá-comentó.

-¡Sí!-asentí.

-Pues no dudes, pequeño, sáciate de ellas.

No necesité que repitiera la invitación. Fui a por su pezón derecho y lo rodeé, como un bebe hambriento con mis labios, encontrándolo carnoso y durito. Pasé más allá, buscando abarcar, abriendo la boca, toda aquella gran masa, como queriendo tenerla toda dentro, mientras lamía su piel...Su mano me acariciaba la cabeza, como una madre que se la sujetara al bebe lactante, y además, decía:

-Así, así, mi bebito-me excitaba oír esas cosas, que me llamara todo aquello-Toma la leche que tiene para ti tu mamita.

Succionaba su pezón y alternativamente recorría todo aquella teta con la lengua, queriendo haber probado cada centímetro de su orbe...Ella incluso me fue dirigiendo con sus manos, haciéndome en un momento pasar a su otro pecho diciendo:

-Ésta también es para ti, no la olvides.

Un rato más estuve, pero al poco, recordé que había algo más que me requería. Por eso volví a recorrer, desde su canalillo, su vientre, pasando por su ombligo, camino de su fuente. Ésta, por debajo de sus braguitas, se palpaba ya húmeda y lo mismo sentí cuando la bese a través de la tela. Pero no me quedé, claro, ahí, sino que enseguida procedí a bajárselas, dejando su depilada conchita a mi vista. Mientras mis manos iban ya por sus rodillas mis labios se posaron suavemente en su monte de Venus, que bese delicadamente mientras ella, alzando un pie tras otro, me permitía quitarle del todo la ropa interior.

Sin dejar de lamer y succionar con mis labios la dulce colina de Afrodita, mis dedos empezaron a acariciar su húmedo surco, que parecía pedir ya la entrada del arado. Acaricié sus labios y los recorrí con mis dedos, empezando a explorar su interior directamente mientras, suavemente con mis dientes, mordisqueé su clítoris. Sus piernas temblaron suavemente y un pequeño gemido escapó de su boca mientras ella, con sus manos, me apretó contra su rajita, como si quisiera meterme en su interior.

Intercambié mis posiciones y pasé a acariciar y a jugar con su rojo botoncito mientras mi lengua exploró su carnosa rajita, cuya humedad recogía en mi boca, sediento de ella. Al tiempo, un dedo de mi mano izquierda, tras chuparlo un momento, fue a investigar sus nalgas y pronto lo tuve curioseando en la entrada de su culito...

-¡Oh, mi niño!-me dijo entonces-Cuidado con esa puerta, que nunca ha sido abierta.

-¿De verdad?-dije, sonriendo ante la improvisada rima y perplejo por su revelación. No lo esperaba en una mujer que parecía tan apasionada en el sexo.

-El puerco de mi ex era un soso y decía que le daba cosa meterla por ahí-explicó ella.

-Ya sé ve que era muy tonto-repliqué-Pero yo no tengo ese problema.

-Ya veo, bebito-comentó ella, sonriéndome con gesto aprobador.

Seguí lamiendo y explorando con mis dedos su coñito mientras en su culito uno de mis dedos empezaba, empujando, a entrar en su ano. Ella cerró los ojos y contuvo un pequeño quejido, pero en cualquier caso yo no me detuve y enseguida lo tenía totalmente dentro y al segundo lo empecé sacar y a meter con mayor fluidez. Ella apretaba los labios y no dejaba nada, pero estaba claro que el morbo y el placer comenzaban...Y yo aproveché para girar mi dedo en su túnel, buscando ensanchar su entrada para, poco después, meter un segundo dedo.

-¡Ay!-no pudo contenerse en este nuevo caso-¡Que travieso es mi niñito!

Pero no tuve tiempo de serlo mucho más, ya que segundos después, como yo antes con ella pero con más energía, me cogía de los hombres y me hacía ponerme de pie para fundirnos nuevamente en un beso mientras, abrazados nuevamente, sentíamos apretarse mutuamente nuestros cuerpos calientes y deseosos.

-No puedo más, cariño-me dijo finalmente al separarnos-Hacía mucho que no estaba tan caliente. ¡Vamos ya a la cama!

-Sí, mamá-asentí.

Su dormitorio estaba en el segundo piso, por lo que, un poco torpemente porque no podíamos dejar de besarnos casi a cada paso, fuimos al pasillo y luego por la escalera... Al llegar a su cuarto fuimos directos a su gran cama de matrimonio. Pensé en lo idiota que era el marido que, teniendo una mujer encantadora y fiera en la cama, se había buscado a otra...Y yo ahora, en su misma cama me la iba a follar. La idea me calentó aún más si es que eso era posible. Ella se tumbó en la cama, abierta de piernas, esperando para acogerme en su interior. Con su mirada me llamaba:

-Vamos, niño-dijo-Mamá te espera.

-Sí-asentí.

Fui al pie de la cama y subí, poniéndome primero a cuatro patas, para avanzar hacia la cabecera. Mis manos pasaron en su camino por sus piernas, su coñito y sus brazos, que me rodearon cuando mi cuerpo quedo sobre el suyo...Estábamos los dos en la cama, yo encima de ella, al borde del culmen. Su mano derecha en mi nuca presionó para unirnos en otro beso mientras la izquierda entre nuestros cuerpos, que ya empezaban a exhalar sudor por el creciente calor, agarró mi miembro y lo dirigió a su entrada. Note sus carnosos labios rodeando mi glande. Sus ojos estaban clavados en los míos, ansiosa:

-Venga, pequeño, entra en mamá.

Lo hice lentamente. Note sus labios, acogedores, abrirse al paso de mi verga, y luego noté su caluroso interior, suave, en torno a mi polla, apretándola. ¡Uf! No dejamos de mirarnos a los ojos en ningún momento mientras por primera vez la fui penetrando, hasta que mis huevos chocaron contra su piel. Así, con mi verga totalmente dentro de ella, nos quedamos quietos un largo momento, disfrutando de aquellos excitantes segundos. Me sentí en ese instante como si estuviéramos unidos de una forma especial... algo que sólo me había pasado hasta tal punto con su hija. Nuestros cuerpos, unidos en la carne, parecían transpirar bañados con un mismo sudor, ardiendo por un mismo calor, entregados y consumidos por una misma pasión...Resultaba algo casi místico...Me sentía entregado a ella hasta el último suspiro de mi cuerpo. Y me gustaba.

Y entonces, reaccionando un poco y recordando nuestro propósito, comencé a moverme, a penetrarla. Ella me ayudó, agitándose debajo de mí. Salía lentamente, como si temiera, como si me negará a abandonar su dulce cobijo, para luego entrar nuevamente con fuerza y rapidez. Era estupendo y delicioso sentir su caliente y estrechito conejito alrededor de mi mástil, estrujándolo, en cierta manera “exprimiéndolo”.

Casi al mismo tiempo, como si fuésemos miembros de una orquesta que tuvieran que ir al compás, comenzamos a gemir...Yo jadeaba, queriendo ir más y más rápido, y ella, cerrando los ojos y las manos alrededor de las sábanas, queriendo centrarse sólo en el placer, también dio rienda suelta su boca... Como la más dulce música llegaban a mis oídos sus expresiones de placer, cada vez más incontenidas.

Nuestros cuerpos, moviéndose cada vez más rápidos, bailaban al compás de la erótica melodía. Sus tetas botaban al compás de las embestidas y sus piernas me atraparon repentinamente, envolviéndome como tenazas al rededor de mí cuerpo, como queriendo asegurarse de que no iba a escapar...Pero desde luego no pensaba hacerlo. Estaba más que cómodo en su dulce vagina, cogiéndola más y más duramente cada vez. Y de repente, sus gemidos aumentaron mucho de volumen y casi eran ya gritos. Ella empezó a estremecerse debajo de mí, como si la recorriera una corriente eléctrica.

-¡Sí! ¡Más, más!-apenas pudo pronunciar estas palabras entre sus ya claras exclamaciones de placer, predecesoras del orgasmo.

Y éste no le tardó en llegar, y de repente sentí su coñito mucho más húmedo y a mi mástil bañado por sus jugos, que pugnaban por escapar a través de la bloqueada salida.

-¡Oh!-suspiró finalmente, relajándose, casi agarrándose a mí como si temiera caerse a algún lado.

Y yo mismo no pude aguantar mucho más y al poco de su orgasmo le anuncié que llegaba el mío, que se anunciaba con una fuerte sensación que manaba de mi mástil y se extendía como una corriente por todo el resto de mi cuerpo:

-¡Oh, mamita!-dije-Tu niño va a terminar.

-¡Sí!-me instó ella-Venga, mi niño, mi pequeño, lléname con tu semilla, siembra en tu mami una nueva vida, ¡dame tu leche!

Finalmente y con un estremecedor orgasmo como había conocido pocos en mi vida, terminé y eyaculé...Sentí mi pene descargar todo lo que llevaba dentro del coñito de Mercedes: borbotón tras borbotón de semen, fueron saliendo con fuerza y sentí como su conejito se llenaba con el fruto de mi polla. Lo cierto es que acabar a pelo en un coñito era una sensación morbosa como nunca la había conocido al hacerlo con condón con Merche...Notar mi verga latiendo, expulsando la lefa directa a las entrañas de mi suegra... ¡Dios! Una de las mejores corridas de mi vida.

Aún durante unos minutos seguimos sin movernos después de haber culminado los dos en el orgasmo...Pese a que notaba mi pene quedarse progresivamente más flácido, no me moví y seguí sobre ella...Nuestras respiraciones eran lentas y se percibía claramente las gotas de sudor que bañaban nuestros cuerpos. Ella, me miraba y en sus ojos veía satisfacción y felicidad.

-Gracias, mi niño-dijo.

-No ha sido nada, mamá-repliqué.

-En realidad sabes que sí-me contradijo, mientras cogía una de mis manos y la llevaba a su vientre, que acaricie suavemente-Aquí-siguió diciendo-Mi instinto me lo dice. Aquí está nuestro pequeño.

Yo me estremecí ligeramente. No sé por qué, pero algo me hizo creerla y convencerme de que estaba en lo cierto. Una nueva criatura había comenzado su andadura aquella noche,..., y era mi hijo. Realmente no terminaba de asimilarlo, pero ahora ya si que no había marcha atrás y, en cierta forma, eso me tranquilizaba de alguna forma.

-Um-parecía pensativa-Creo que va a ser una linda niña.

-¿Te lo dice tu instinto?-le pregunté.

-Sí-me sonrió-Habrá que buscarle un bonito nombre.

-Sí.

-Y, ¿tú estás bien?

-¿Yo?

-Sí.

-Has sido bueno accediendo a nuestra petición. Sé que era algo rara para alguien no acostumbrado a las rarezas de mi familia.

-Por esas rarezas me gustáis-le repliqué-Por ellas estoy enamorado de tu hija.

Ella asintió, sonriendo tierna y maternalmente.

-¿Entonces, no te arrepientes?

-No-dije-Lo único que podría lamentar es no haber probado tu culito-bromeé para relajar el ambiente.

-Mañana podrás-fue su sorprendente respuesta, y ante mi desconcierto, dijo-Mi niño, hay que asegurarse de que me quedo embarazada, y esa es la única forma.

-¿Pero no has dicho...?

-Pero es mejor asegurarse. Además-se alzó un poco para hablarme susurrante, como si conspirásemos-Por una vez que mi niña va a aceptar prestarte, no la voy a desaprovechar.

-Que pillina eres, mamá-no pude evitar comentar, sorprendido y excitado por sus palabras.

-Sí que lo soy-asintió ella. Y tras un momento de silencio, dijo-Oye.

-¿Sí?

-Pensando en lo del nombre de nuestra pequeña-parecía pensar algo-¿Cómo decías que se llamaba tu madre?

-Bueno, parece que la calle está llena-comentó Merche de repente, trayéndome de nuevo hasta el coche, que ya estaba frente a la casa de ellas-Será mejor que bajes y vayas entrando mientras yo voy a aparcar.

Así lo hice, quedando al lado de la puerta mientras el coche de Merche desaparecía rápidamente, en busca de un lugar para estacionar. Miré la puerta... Mercedes nos esperaba...Con ella.

Recordaba el día, hacia ya más de ocho meses, en que nos había reunido a Merche y a mí y nos había dado la noticia. En efecto, se había quedado embarazada. Madre e hija estaban exultantes de alegría. Yo también, por haber puesto mi granito de arena en su venganza contra Pablo y por el mismo hecho en sí, aunque también bastante nervioso por las repercusiones que iba a tener para mi vida. ¡Un hijo!

Entonces ellas, que habían estado hablando y riéndose de lo mal que le había sentado a Pablo la noticia y de como a solas Mercedes se lo había restregado, fijándose en mí, me habían animado. Oficialmente el hijo sería de Mercedes y de su próximo ex-marido y ella se encargaría de todo, nosotros la ayudaríamos y, como había dicho Merche y repitió aquel día, sería una buena práctica para cuando...tuviéramos los nuestros.

Recordaba como ella se había descubierto el vientre, que no presentaba aún ninguna señal, y como los dos nos habíamos pegado a él...Recordaba el tacto de éste contra mi mejilla mientras Mercedes jugaba con mi pelo y Merche nos miraba, sonriendo.

-Que tierna escena-comentó cuando, antes de separarme de su madre, besé su ombligo.

-Bueno, ya estoy aquí-dijo Merche llegando-He tenido suerte y había aparcamiento cerca.

-Sí.

-¿No has entrado todavía?

-Te esperaba.

-¡Vamos, no seas tontito!

Finalmente, los dos cruzamos el umbral de la casa. Encontramos a Mercedes sentada en un sillón en el salón. Y en sus brazos acunaba a una linda niña. Era la primera vez que la veía, pues no habíamos considerado prudente, por si acaso, que fuera al hospital, y lo cierto es que los nervios me había facilitado esa tarea al par que me mortificaban por las ganas de verla. Sonrió cuando aparecimos y, dirigiéndose a la pequeña, le dijo, con tono amoroso:

-¡Mira quienes han llegado!-le tocó la naricilla con un dedo que ella, con sus pequeñas manitas, intentó agarrar-¡Mira!-insistió-Es tu hermana, Merche-dijo lentamente, como para hacerse entender por el bebe-Y ese que viene con ella, ¿le ves, Sandrita?-la llamó por su nombre-Ese hombrecito tan guapo es tu papá. 

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