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Ella, Claudia (6. Noche con Sabrina)

en Dominación

Capítulo 6. Noche con Sabrina

Estuve toda la tarde del sábado ocupado fantaseando lo que habría ocurrido en el 3º B después de marcharme yo. Lo último que había visto, una imagen que pensé que nunca se me borraría de la mente, era a aquellas dos sensuales mujeres, mi Ama Claudia y su amiga Rocío, unidas en apasionado beso en el salón. ¿Qué habrían seguido haciendo después? Recordando lo que contenía la caja que había traído la primera a su regreso era más que evidente que no se iba a dedicar a hablar tranquilamente mientras tomaban un té con pastitas.

Las veía perfectamente en mi calenturienta mente, acariciando y lamiéndose mutuamente, usando ese juguete bicéfalo, que exploraría al mismo tiempo las dos gratas y cálidas cavernas que tenían ambas entre sus piernas, uniendo sus gemidos en una erótica melodía que habría continuado hasta que se fundieran las dos en el placer del orgasmo y que de sus fuentes, una junto a la otra, brotaran las aguas internas y se mezclaran en un jugo de amor mientras ellas quedaban, tendidas, agotadas pero satisfechas.

Todo eso y más imaginaba, en mi cuarto...Lamentando que mi Ama no me hubiera dejado ni siquiera mirar...Pero había quedado claro que las dos habían preferido la intimidad. Y yo, a pesar de que Rocío me había llevado hasta un gozoso orgasmo, había llegado a mi casa más que caliente...Por un momento, antes de Claudia volviera, había imaginado que su amiga y yo llegaríamos a más y que en ese mismo sofá ella se abriría de piernas para mí. Pero no pasó nada de eso y me quedé con las ganas.

Al recordar lo que había hecho con Rocío, pensaba también en lo que ella me había contado. Me había dicho que ella podría haberme convertido en una “esclavita” y que sus habilidades de “jardinera” le hacían saber hacer “florecer la feminidad”. No tenía ni idea de a qué se referiría, pero me sonaba bastante morboso...”Mi feminidad”...Una idea que me trajo de inmediato a la memoria otra imagen del pasado reciente: yo, apoyado en un escritorio, siendo sodomizado por mi Ama, Claudia.

Con esas escenas en la cabeza no pude evitar masturbarme, recostado en mi cama...Me relamía los labios mientras, como si tuviera un cine erótico frente a mí, veía a Claudia y a Rocío con aquel juguete...Y yo con ellas...Me imaginaba teniéndolas a cuatro patas ante mí...Y, una fantasía que hasta entonces nunca había tenido: Rocío y Claudia, con sendos consoladores, cogiéndome y turnándose para cogerme por la boquita y por el culito...Me corrí, llegando al orgasmo, con mi yo de ensueño siendo sodomizado por Rocío mientras Claudia me hacía comerle su húmedo conejito... ¡Oh, sí!

Pero una vez que me hube relajado fueron otros pensamientos los que coparon mi mente. Ideas acuciantes pero que hasta ese momento no se me habían pasado casi por la cabeza y, desde luego, a las que no les había prestado la suficiente atención. Pero tres días habían pasado desde que Claudia se había declarado mi Ama, amenazándome con enseñar unas comprometedoras fotos a mi madre y al día siguiente me había hecho limpiarle la casa antes de sodomizarme. En cada momento me había mostrado acobardado, sumiso. Ni siquiera le habría respondido cuando me había abofeteado... ¿Qué había pasado? Realmente todo había sido bastante difuso, como un sueño, y yo me había dejado llevar, aunque realmente no era muy consciente de lo que estaba pasando... Y eso no podía seguir.

Y, ¿realmente que tenía Claudia para que tuviera que obedecerla? ¿Un par de fotos? Es cierto que preferiría que nadie las viera, ¿pero qué pasaría si mi madre las viera? Sólo vería que tenía un hijo algo pervertido. ¿Qué sería mejor que no lo supiera, al menos tan abiertamente? Sin duda, pero, ¿era razón para dejarme chantajear? Claro que también podía colgarlas en Internet y podrían verlas los compañeros de la universidad. No era seguro, pero tampoco imposible. ¿Y eso importaba? No lo sabía. No me había preguntado en serio nada de esto hasta ahora, sólo me había sometido a su voluntad sin preguntar si de verdad no había otra opción.

¿Y por qué lo había hecho? No podía negarlo: Claudia me había atraído casi desde el mismo momento en que la había visto por primera vez. No era precisamente una jovencita, pero me había excitado y se había convertido en objeto preferente de mis más eróticas fantasías. Verme dominado por ella de esa forma...Nunca lo hubiera imaginado, pero considerándolo y recordando cada uno de los hechos que habíamos protagonizado... Me gustaba. Incluso de lo tratarla de “Mi Ama” tenía su especial morbo...El aire de dueña que exhibía, tan dura y dominante, me hacía sentirme encogido cuando estaba ante ella...No le habían hecho falta trajes de cuero negros ni látigos, ella sólo con su presencia y su actitud había logrado que deseara ponerme a sus pies...Y es que lo deseaba. Cuanto más lo pensaba, menos me importaba que las fotos que tenía fueran o no relevantes: disfrutaba siendo su esclavito. Cierto que limpiar no me hacía mucha ilusión, pero si complacerla...Complacer a mi Ama. Me sonreí, diciéndome que eso es lo que sentiría un “buen esclavito”. Fantaseé pensando en que si la servía bien al día siguiente, volvería a cogerme como el día anterior...Ahora esa era mi gran fantasía. Y así mis pensamientos me hicieron tener que “relajarme” de nuevo.

.

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Cuando aquella noche entré en la cocina y vi la mesa preparada para cenar y que había lasaña supe que mi madre quería pedirme algo. No por nada, sino porque la lasaña es mi plato preferido y, de un tiempo a esta parte, siempre que la teníamos para comer, sin falta, siempre quería que hiciera algo.

-¡Ah, cariño!-me dijo ella cuando me vio entrar, mientras sacaba algo de la nevera-Ve sentándote-me indicó-Estaba justo a puntito de llamarte para cenar. ¿Quieres que te saque la botella de coca-cola?-me preguntó, atenta.

-No, gracias-le respondí, tomando asiento. Lo cierto es que no tenía sed.

-Espero que tengas hambre-comentó, sentándose finalmente a su vez-Porque ya ves que tenemos hoy-sonreía y su voz denotaba alegría...Me preguntaba cuál sería la razón por la que estaba tan inusitadamente alegre.

-Sí, claro-contesté.

-¡Pues a comer!-me ánimo.

Admito que pensé entonces que estaba siendo demasiado suspicaz y que me sentí un poco mal por sospechar por algo tan banal. Me quise decir que mi madre debía de haber tenido un buen día, que estaba contenta y que por eso había preparado un plato que sabía que me encantaba. Pero mi instinto me decía que, cualquier otra cosa aparte, había algo más. No me imaginé entonces que, aunque podría haberlo adivinado, pero el sexto sentido que da el conocer a alguien por la convivencia, no me dejaba creerme la explicación sencilla de un día feliz. Después de pensarlo mucho y tras unos pocos comentarios intrascendentes mientras disfrutábamos de la cena, cuando acabé de comer, le pregunté, tanteando:

-¿Has tenido un buen día, mamá?

-Bueno...-dijo, como con tono misterioso-Podemos decir que sí. Digamos que tenía proyectos que poco a poco se van cumpliendo como yo querría.

-¡Ah!-asentí-¿Y son proyectos que puedo conocer?

-Uno sí-respondió-Porque te atañe.

-¿Cuál?-le pregunté, empezando a escamarme.

-¿Ya lo has olvidado?

-¿Qué he olvidado?

-Ya hemos hablado varias veces de ello.

-No sé que dices.

-Hablo de Sabrina.

-¿...? ¡Ah!-dije cuando entendí finalmente a lo que se refería.

-¿De verdad no te acordabas o pensabas como escabullirte?

-¿Escabullirme? ¿De qué querría escabullirme?

-De la cita que tienes con ella.

-¿Cómo?-me tenía verdaderamente perplejo-¿Cómo voy a tener una cita con ella si ni siquiera la conozco?

-¿No te dije esta mañana que quedaríais? Yo sé que te lo dije, así que no lo vayas a negar-me advirtió-Y lo he preparado todo para que mañana por la noche podáis salir. Su madre, Lucía, está de acuerdo.

-¿Pero...? ¿Lo dices en serio?

-Por supuesto. Y cuando más lo pienso, mejor idea me parece.

Yo, sencillamente, tenía tantas objeciones que no sabía por donde empezar. Veía muchos inconvenientes en su plan, empezando por lo extraño que me parecía que de repente mi madre se preocupara de mi vida “emocional”.

-No voy a aceptar ninguna excusa-se anticipó ella, cortándome incluso antes de hablar-Tú pareces no estar apañándote bien: no te conozco amigos y nunca has salido con una chica. Y eres joven, tus hormonas te hacen necesidades que debes satisfacer. Como tú no haces nada, yo, como una buena madre, tendré que encargarme.

-Sólo diré que me parece bastante surrealista.

-Dilo, me da igual, pero mañana, a las siete, Lucía va a traer a Sabrina, y tú serás encantador. He pensado que podéis cenar aquí, yo lo dispondría, pero luego saldréis, la invitarás a algo, beberéis para animar un poco la cosa...Y todo lo que no digo para que no te sonrojes-concluyó-Aunque eso sí: recuerda usar protección, que es pronto para que me hagas abuela.

-¡Mamá!-no pude evitarlo.

-¡Es broma! Eso es todavía pronto para pedírtelo-río. Aunque a mí no me hacía mucha gracia.

.

.

Al día siguiente me levanté temprano. Me desperté a las seis y cuarto y no pude volver a dormirme, aunque me pasé una hora más en la cama. Después de pasar rápidamente por la cocina a fin de evitar otra extraña charla con mi madre para que no me volviera a hablar de las necesidades de mis hormonas, me encerré en mi cuarto e intenté ponerme a estudiar. Pero era difícil concentrarse en la más mínima cuestión después de la semana que había tenido y lo que suponía tenía por delante. Por un lado, mi nueva esclavitud con mi sensual Ama, y por otro, el repentino interés de mi madre por mis relaciones con las chicas, que a saber de donde venía.

Aún estaba, horas más tarde, pensando en eso, cuando me encontré, puntual y a la hora fijada, ante la puerta de la casa de mi Ama, que no tardó en aparecer una vez llamé a la puerta. Yo iba a saludarla de acuerdo al protocolo que me había indicado cuando, el sonido de la puerta del ascensor abriéndose me hizo precipitarme dentro del piso. No sabía quien podía ser, pero evidentemente prefería que ningún vecino chismoso supiera de mis visitas al piso de enfrente. Sólo cuando ya mi Ama había cerrado la puerta tras mi paso, me postré ante ella y besé sus píes. Me sorprendió encontrarme excitado incluso por eso.

-Buenos días, mi Ama-le saludé, todavía postrado.

-Buenos días, mi pequeño esclavito-asintió ella, yo la miré, alzando la vista, casi como un perrito que mirara a su dueña. No llevaba nada que se pudiera considerar realmente “sexy”, de abajo arriba unas zapatillas y luego, tras sus esculturales piernas, un camisón rosado-¿Sabes? Hoy estoy especialmente contenta-comentó, moviendo ligeramente el pie para quitarse el calzado.

Yo, imaginado lo que quería, cogí suavemente su pie con mis manos y lo empecé, sin más a lamerlo, dedicándome sobre todo a su dedo gordo, que en un momento, como si fuera un chupete, me metí entero en la boca para succionarlo...Nunca había sido precisamente un fetichista, pero me encantaba la situación...Y además pensé que, si nada más llegar ya mi Ama parecía tan dispuesta, quizá pasarían cosas muy agradables.

-Porque me parece que hoy, gracias a tu madre, vamos a tener una noche divertida-concluyó. Yo, repentinamente sorprendido por sus palabras, dejé lo que estaba haciendo. Ella, como ignorando el efecto de sus palabras, se limitó a mover suavemente el pie frente a mi cara-¿Por qué paras, bebito? Continúa.

Yo hubiera querido interrogarle a qué se refería, pero recordando que para ella “Preguntar de más también está sancionado”, me limité a obedecer su orden y, aunque estaba algo inquieto, logré controlarme y centrarme en complacerla. Me tuvo un pequeño rato más así, postrado, lamiendo su pies hasta que, con un gesto, me indicó que podía levantarme, mientras ella se dirigía hacia una de las ventanas, desde la que se veía un bonito parque que había al lado de nuestro edificio.

-Hoy tendrás que poner en práctica las enseñanzas de ayer, así que espero que estuvieras muy atento a las indicaciones de Rocío.

-Sí, mi Ama.

-Como soy comprensiva no dejo de tener presente que no tienes mucha experiencia en este tipo de labores, pero eso no servirá de excusa para tus errores.

-Sí, mi Ama.

-Aunque se hagan por primera vez, es exigible un mínimo de eficacia. Lo mismo te digo para esta noche.

-Sí, mi Ama.

-Ayer por la noche me encontré, por casualidad, con tu madre. Me ha contado que tienes una cita con una chica llamada Sabrina. Dime, ¿es que tienes a Susana buscándote novias? Estás hecho un niño muy perezoso.

-Mi Ama, es mi madre la que libremente ha decidido, pese a que yo le dije que no, buscarme pareja.

-Una madre con gran iniciativa, por lo visto. ¿Y dónde os veréis?

-La madre de ella, según me ha dicho mi madre, la traerá por la noche. Cenaremos en casa y luego saldremos a tomar algo.

-¿Y el sexo, dónde?-preguntó directamente.

-...-no había podido evitar ruborizarme, quedando como un tomate, y eso después de lo que había experimentado con mi Ama-Eso...No me ha quedado claro-respondí finalmente, intentando aparentar indiferencia.

-Bien. Así pues, mi plan puede llevarse a cabo.

-Mi Ama... ¿Podría preguntar cuál es el plan?-dije, titubeando, pues tenía mucha curiosidad por lo que tuviera en mente hacer.

Ella, como primera respuesta, se giró y, dirigiéndose hacia mí, sin mudar el rostro, me propinó un severo bofetón. Esta vez ni siquiera me atrevía a llevarme a la mejilla dolorida.

-Pareces algo lento para aprender, cosa que sólo te perjudicará. Será mejor que te esfuerces más de aquí en adelante. ¿Entendido?

-Sí, mi Ama.

-Lo que yo considere que debes saber te lo diré, y lo que no, pues no. Preguntar es atentar contra mi autoridad. No lo volveré a explicar con palabras.

-Sí, mi Ama.

-Ahora, ponte a trabajar.

-Sí, mi Ama.

.

.

Mientras estuve ocupado a lo largo de varias horas, que me parecieron mucho más tiempo, en las tareas en la casa de mi Ama, tuve que esforzarme por no distraerme y meter la pata a la hora de cumplir con mis obligaciones... A los nervios que ya venían sólo por el hecho de tener una cita con una desconocida y que tenía la extraña causa de haber sido concertada por mi madre, se le sumaba aquello que mi Ama hubiese estado cavilando en su mente...

¿Y por qué mi madre se lo había dicho?... Por un momento pensé algo raro, pero lo deseché. Mi madre no tenía ni idea de lo que pasaba entre Claudia y yo, si se lo comentó no debió ser con otras intenciones que el cualquier otro cotilleo. ¿Estaría mi Ama detrás del repentino interés de mi madre por mi vida “sentimental”? Esta duda sí que prendió como un incendio en mi mente, perturbándome profundamente.

¿Y cómo sería Sabrina?... ¿Vendría ella también obligada por su madre? ¿Sería guapa?... Intenté recordar lo que me había dicho mi madre de ella... “Buena chica”, “simpática”, “agradable”, “extrovertida”, “lanzada”... y “muy guapa”...Esos eran los términos que me vinieron a mi memoria y que ella había usado para describirla. El conjunto del cuadro no parecía nada malo, pero sabía que hasta que la viera en persona no me lo creería.

Sólo cuando me puse a limpiar el dormitorio, mientras hacía la cama, olvidé todos esos pensamientos cuando comencé a imaginar lo que en el día de ayer habrían hecho ahí mismo Rocío y mi Ama...Me pregunté que ganas tendría mi Ama, que, después de mi llegada y de las palabras que habíamos intercambiado se había limitado a ver la televisión, recostada en el sofá, sin que pudiera ver en ella ninguna muestra de deseo sexual...Yo intenté ir lo más rápidamente posible, esperando que cuando terminará mi Ama me compensaría de alguna manera por mis esfuerzos... ¿Qué podría querer?...Ella, claro, sería la activa y yo su sumiso y pasivo esclavito, pero era eso precisamente lo que en esos momentos más dura me la ponía.

Pero en cualquier caso no tuve más remedio, de momento, que de volver a quedarme con las ganas. Cuando le dije a mi Ama que había, ¡por fin!, terminado, ésta en un primer momento no se inmutó. Yo me había quedado de pie, al lado del sofá, hasta que ella, más con un gesto que con palabras, sencillamente me despidió. Ni una palabra ni nada que pareciera hacer creer que iba a revisar mi trabajo, lo que me sorprendió, ni tampoco nada respecto a lo de esta noche y, desde luego, nada de sexo. Y yo, caliente, sólo pude volver a casa.

Una vez allí y para mi asombro y fastidio iría a descubrir que, si yo estaba algo nervioso cuando recordaba lo de mi cita, mi madre estaba auténticamente extasiada y era yo el que lo pagaba. Me hablaba, o más bien discutía consigo, desde lo que debería preparar de cena hasta aconsejarme la ropa que me debería poner, pasando por las cuestiones más intrascendentes. Durante la comida y a lo largo de toda la tarde ya no hubo otra cosa en mi casa...Tanto que ver que había llegado la hora, que en principio habría sido el momento más crítico, me sintió casi como una “liberación”.

Apenas eran las siete y cinco cuando llamaron a la puerta, que abrió mi madre. Yo me quedé en la boca del pasillo, observando desde la esquina. La primera en entrar, que supuse era Lucía, era una mujer adulta, aunque más joven que mi madre. Rondaría los treinta y ocho, aunque estaba muy bien conservada. Aunque su vestido era sencillo, insinuaba claramente unas buenas y cuidadas formas. Su rostro tenía unas líneas suaves y delicadas y la piel blanca se combinaba con los ojos azules y con una suave y pulida melena morena. Detrás entró una chica a la que le faltaría poco, dos años como mucho, para tener mi edad y que en todo se parecía a la primera. Estaba claro que era Sabrina. Y sí que era guapa. No llevaba nada especial, me fije al recorrer su cuerpo de pies a cabeza: unos zapatos negros, una minifalda que no le cubría las rodillas y un top que dejaba ver sus onduladas y suaves curvas.

-¡Buenas noches a las dos!-les saludó mi madre-¿Qué tal, Lucía?

-Muy bien, Susana-contestó aquella-¿Y tú?

-Igual, aunque el día ha sido muy atareado.

-Bueno. Ya conoces a mi hija, Sabrina.

-Hola, señora-le saludó aquélla.

-¿Qué tal, Sabrina?

-Bien, señora.

-No hace falta que me llames “señora”-le dijo riendo mi madre-Mi nombre es Susana.

-¿Y dónde está tu hijo, Federico?-le preguntó Lucía.

-Debe de...-empezó a decir mi madre pero, no sin tomar aire antes, aparecí finalmente en el salón-¡Ah! Aquí está. Federico-me dijo-Estás son Lucía y su hija Sabrina.

-Buenas noches-me limité a decir como saludo, un poco incómodo al sentirme repentinamente el centro de atención, observado al detalle por las tres mujeres.

-Veo que es tan tímido como me habías dicho-comentó Lucía-Y eso que pensé que exagerarías-yo no sabía como tomarme lo que decía-Pero sí, tampoco lo hacías cuando decías que era bastante guapo.

Un incómodo silencio siguió a esas palabras. Por lo visto, Lucía y mi madre esperaban que alguno de nosotros tomara la palabra, pero noté, no sin cierto alivio, que Sabrina estaba casi tan cortada como yo ante la situación, a pesar de que la había descrito como “extrovertida”. Finalmente, fue mi madre la que rompió el hielo:

-Bueno, pues nosotras nos vamos a ir yendo.

-¿Cómo?-pregunté, reaccionando rápidamente.

-Así tendréis la casa para vosotros solos-intervino Lucía.

Eso no era ni mucho menos lo que había esperado que pasara. ¿Mi madre y Lucía nos iban a dejar a Sabrina y a mí solos en casa? Me fije en que ella y yo ni siquiera habíamos cruzado una palabra todavía.

-Bueno, ¡nos vamos!-dijo mi madre, sacándome de mis reflexiones, y antes de que pudiera reaccionar, ya habían desaparecido por la puerta, sin decir nada más, y dejando únicamente el sonido de sus pasos, apagados y cada vez menos audibles, por el pasillo, hasta que supongo se apagaron en el ascensor.

Y quedamos los dos, Sabrina y yo, en el salón junto a la puerta. Me pregunte qué sería lo mejor... ¿Ofrecerle algo para beber, asiento? ¿Hacer algún comentario del tipo “Parece que estamos solos” o “Que rápido se han ido”? Me sentía bastante ridículo ahí plantado, de pie, quieto, sin saber que hacer. Pero finalmente fue ella la primera que hablo:

-Veo que es verdad que eres bastante tímido-comentó, aunque me las había “arreglado” para que fuera patente nada más conocerla-Me gustan los chicos tímidos-agregó, y lo cierto es que me gustó oírlo, aunque no por eso quise imaginar demasiado. Ahora podría haberle dicho algo como “Pues yo te voy a encantar”, en tono humorístico, pero no me atreví. Me limité a:

-¿Quieres algo para beber?-le ofrecí.

-Sí, gracias-contestó-¿Tienes fanta?

-Sí...Y la cena también está lista en la cocina-le dije-Pero no sé si tendrás hambre.

-¡Oh, mucha!-asintió ella.

No hizo falta más para que los dos fuéramos directos a la cocina. Mi madre, poco antes, ya lo había dejado todo dispuesto. Ella tomó asiento en uno de los lados de la mesa y yo, mientras, le saque un refresco de la nevera. En la mesa, aparte de los platos y los cubiertos, había una bandeja con filetes de ternera y una fuente con puré.

-Es curioso-dijo de repente, mientras se echaba de este último en su plato.

-¿El qué?-le pregunté.

-Que si no fuera por nuestras madres no nos habríamos nunca ni cruzado la palabra, y eso que recuerdo haberte visto por la universidad.

-Mi madre me dijo que eras de mi misma clase, pero lo cierto es que no te recuerdo-le dije sinceramente mientras ella me pasaba la fuente.

-Bueno, eso no tiene realmente importancia-me contempló mientras me sentaba, enfrente suyo-Tengo entendido que es la primera vez que tienes una cita con una chica, ¿es cierto?

-Sí.

-Me sorprende. Eres guapito y pareces amable.

-Bueno...-dije, modesto-Me parece que tú eres la amable.

-¡Ja, ja!-su risa era suave y fluida-¿Y entonces nunca lo has hecho, no?-preguntó, con tono a la vez curioso y sugerente.

-Lo cierto es que no-respondí, pensando que sería lo que mejor me dejaría y más fácil sería de creer, a pesar de que sí había tenido experiencias, aunque supuse que no del tipo de las que ella, al hacerme esa pregunta, tenía en mente.

-Y eso que ahora hasta con 15 e incluso menos ya hay algunos espabilados.

-Bueno. Esos tendrán más suerte que yo, supongo-me limité a decir.

-Cada uno tiene su ritmo.

-Eso creo.

-Estamos, pues de acuerdo.

-¿Y tú...?-no estaba seguro de como preguntarlo...A mí no me parecía tan normal interrogar a otra persona por su vida amorosa.

-¿Qué si he estado con otros chicos? ¿Eso es lo que me preguntas?

-Bueno...-estuve a punto de decir algo así que ella había preguntado primero, pero me limité a un:-Sí.

-No te voy a engañar. He estado con algunos, pero ninguna relación seria. No he encontrado todavía a mi media naranja.

-Ah-me limité a decir, a falta de una ocurrencia mejor, mientras masticaba un trozo de ternera.

-Bueno-saltó-¿Qué tal te va a ti en las clase?-cambió repentina y bruscamente de tema-A mí la vedad es que bastante regular...

La conversación cogió algo más de impulso, desviándose por cuestiones sobre la universidad, el plan Bolonia, Italia, viajes, cine, televisión, etc. El tiempo pasó volando mientras dábamos cuenta de la cena, del postre y de un par de botellas de vino que mi madre, dudas mías aparte, había preparado para acompañar a la cena. Y conforme en la charla aparecían cada vez más menciones picantes y el alcohol se nos subía a la cabeza y sobre todo a la suya, empecé a pesar que no tardaría en llegar el momento oportuno para que fuéramos...a hacerlo. Y lo cierto es que no tenía ni idea de cómo se hacía eso. Sólo esperaba que ella tomara la iniciativa.

Estaba pensando en eso cuando ella, que estaba diciendo algo sobre el último concurso que presentaba Carlos Sobera en Antena 3, se interrumpió de repente:

-Perdona. ¿Podría usar el baño?

-Claro-fue mi respuesta-Por el pasillo-le señalé con la mano-Es la primera puerta a la izquierda, no tiene perdida.

-Gracias-dijo saliendo a toda prisa.

Aproveché su ausencia para recoger de la mesa los platos vacíos y colocarlos en el fregadero. Sentí cierta inquietud. Notaba, o me parecía percibir, como se acercaba el momento decisivo. Si de verdad quería algo con ella aquella noche iba a tener que dar el paso...Lo cierto es que no estaba seguro ni siquiera de querer...Era la primera vez que iba a estar de forma “normal” con una chica y el estomago me estaba atormentando: no tendría que haber cenado tanto.

En eso estaba precisamente pensando cuando el hilo de mis pensamientos fue abruptamente cortado: llamaban a la puerta. No tuve que pensar mucho para pensar quien podía ser. Sin duda sería mi Ama, intuí recordando sus palabras de aquella mañana y la mención de “un plan”, del que no me había dicho nada. Dudé durante un segundo, pero me dije que no podía dejarle en la puerta si era ella, por lo que fui a abrirle la puerta. Efectivamente, era ella, e iba vestida de una forma muy sugerente: unos grandes zapatos negros de tacón de aguja, unas largas medias y un vestido que se adaptaba a su bien conservada figura.

-¡Hola, Federico!-me saludó, cerrando a su paso, alzando más la voz de lo que parecía necesario-¿Está tu madre?

-No...-no sabía si añadir “mi Ama” o dejarlo así, por temor a que Sabrina apareciera de repente, saliendo del servicio y me oyera. En cualquier caso, como mi Ama no dijo nada, continué diciendo:-Se ha ido hace ya un rato. No sé cuando volverá.

-¡Ah! ¿Estás sólo en casa, entonces?

-No-le empecé a contestar, y justo entonces, apareció Sabrina-Es una amiga-se la presenté-Se llama Sabrina.

-¡Ah!-asintió mi Ama-Encantada, Sabrina.

-Ella-le dije a ésta-Es la vecina de enfrente, Claudia.

-Hola-la saludó.

-Vaya. ¿Así que solitos en casa?-comentó mi Ama con tono picante-¿No he interrumpido nada, verdad?-rió levemente.

-Todavía no-le respondió con igual todo, cosa que no me esperaba, Sabrina-Sólo hemos acabado de cenar, sin ver todavía si vamos a hacer algo más esta noche.

Yo, algo colorado por ese comentario, quise decir algo, aunque no se me ocurría muy bien que, pero mi Ama se me adelantó:

-No me creo que, siendo jóvenes como sois, sólo tuvierais “hambre de comida”.

-Ese, desde luego, no es mi caso-le replicó ella con total naturalidad-Pero no sé que apetitos tendrá él.

-¿No lo sabes?-me miró, examinándome, como si fuera un extraterrestre verde y con antenas en la cabeza.

-Es que es demasiado tímido y, claro-siguió diciendo Sabrina mientras yo ya me limitaba a mirar el suelo, deseando que se abriera y me tragara-Siendo su primera vez, parece que no sabe manejarse.

-Vaya. Pues alguna vez tiene que aprender.

-Eso digo yo.

Aparte de que me parecía asombroso que hubieran congeniado tan pronto y de que hablaran de ese modo de mí como si no estuviera ausente, lo cierto es que sólo podía preguntarme qué era lo que se proponía mi Ama.

-¿No querréis que os traiga una botella de whisky o algo así para animaros un poquito, eh?-rió.

-Yo no la necesito-dijo Sabrina, a la que de pronto sentí sobre mí, ya que apareció abrazándome por detrás. Yo estaba quieto, callado, sin saber como actuar ni como reaccionar ante esa inesperada situación y limitándome a oírlas, no terminándome de creer que de verdad estuviera pasando-¿Y tú, Federico?-me preguntó antes de morder suavemente mi lóbulo izquierdo, lo que hizo que lo que parecía una pequeña corriente me recorriera todo el cuerpo desde la cabeza hasta los pies, mientras sus manos recorrían mis caderas y se detenían, con un movimiento circular, sobre mi vientre.

-¡Bueno, bueno...!-mi Ama hizo ademán de retroceder hacia la puerta-Creo que ya es hora de que os deje solitos-alargó su mano derecho hacia el pomo-A menos, claro, que no os importen los mirones-dijo, como en broma, pero yo intuí que había algo más en esas palabras.

En esos momentos me sentía un tanto incómodo, pero a pesar del intercambio de insinuaciones entre Sabrina y Claudia, que no me hacía mucha gracia, no había podido dejar de excitarme, pues la primera no dejaba de manosearme, y sentirme rodeado por ella, el contacto de sus manos, que casi parecía un pulpo, me estaba calentando más y más.

-Bueno...-Sabrina parecía meditar-¿Tú que opinas, Fede?-me preguntó al oído antes de lamerlo...Yo temblé ligeramente, nunca había notado nunca una sensación como esa, tan excitante-¿Te importan los mirones...o las mironas?

-...-no sabía que responder. Lo cierto es que me parecía que me sería más fácil sin “público”, pero por otro lado no necesitaba que me lo dijera claramente para saber que mi Ama no había venido para nada y que esto formaba parte de los planes de los que me había hablado por la mañana. No tenía elección, y lo cierto es que eso simplificaba mucho las cosas y no dejaba de ser un alivio-A mí no me importan-pude hablar finalmente.

Ella, ya sin más, me hizo girarme para quedar de cara y fue directa a por mi boca. Yo, por completo inexperto en esto, me limité a dejarle hacer a su antojo, limitándome a concentrarme en las nuevas sensaciones que estaba descubriendo. Ella me besó. Su lengua, cálida y húmeda, entró en mi boca, restregándose, luchando contra la mía. Sus manos, mientras tanto, no se estaban quitas, sino que, bajando desde el cuello, fueron desabrochando uno a uno los botones de mi camisa. Intenté quitar alguno, por ayudarla, pero mis dedos temblaban tanto, por los nervios y la emoción, que no lo logré.

-Parece que alguien está un poco nervioso por aquí-comentó ella, comprensiva, apartando mis manos para quitar el último botón-Déjame a mí y no te preocupes-continuó diciendo-Que yo sé como relajarte.

Abierta mi camisa ella se inclinó para besar mi pecho, recorriendo luego, con sus labios sin apenas despegarse mi piel, hasta mi ombligo, en el que hundió su lengua. Mi Ama apareció entonces a mi espalda:

-Deja que te ayude-me dijo, cogiendo mi camisa, que me moví para que pudiera quitarme-Así está mucho mejor.

Mientras, Sabrina había hecho el recorrido inverso y ahora se había desviado para rodear con sus dulces labios uno de mis pezones, alrededor del cual jugaba con su lengua, humedeciéndolo, y también me parecía notar, muy levemente, el tacto del borde de sus dientes...Su vanguardia, constituida por sus manos, ya acariciaba mis muslos mientras entre éstos, ya totalmente erecta, aguardaba mi espada.

Y ella no tardó en ir en esa dirección. Después de haber seguido jugueteando con su lengua de un pezón a otro, volvió a bajar hasta el vientre mientras sus manos se deslizaban hacia mi entrepierna. Por encima de la tela del pantalón ella palpó mi duro miembro, acariciándolo...Se arrodilló ante mí y besó el ya claramente marcado bulto...Estaba esperando que continuase cuando mi Ama volvió a intervenir, pegándose a mi espalda fue directa a desabrocharme el pantalón y a bajarme la cremallera. Sus manos, ahora en mi entrepierna, iba rápidas y pronto mi pantalón había caído hasta mis rodillas...Acto seguido, mi Ama procedió a bajar el calzoncillo lo suficiente como para liberar mi miembro, encargándose Sabrina de tirar de él hasta que toda la ropa llegó a mis tobillos...Yo no podía pensar claramente en lo que estaba pasando, sólo en que quería que de una vez Sabrina me la chupara.

Claudia agarró mi ya totalmente duro miembro y lo masajeó suavemente con la derecha mientras que con la otra mano buscaba agarrar mis testículos. Sabrina seguía de rodillas ante mí, dejando a mi Ama hacer lo que quisiera. Pero ella, tras apenas haberme masturbado un momento, casi como para asegurarse que estaba a tono, enfocó mi mástil hacia la boquita de Sabrina, empujándome ligeramente para que me acercara a ella. La punta rosada de mi glande sentía ya su aliento cuando mi Ama la instó:

-Vamos, ¿qué conejita se va a comer esta rica zanahoria?

Sabrina no respondió a estas palabras, pero sí se inclinó para rodear mi glande con sus labios. Sentía mis nervios casi arder de la emoción, iba a ser la primera que me la chuparan, por fin iba a saber lo que se era...Ella no abrió su boca para comérsela de una vez, sino que, sus labios contra mi piel, fue recorriendo con ellos el largo de mi verga hasta que casi me pareció notar su garganta con la punta. Se sentía estrechita, cálida y, desde luego, muy húmeda, mientras su lengua jugaba, conforme podía, alrededor de mi tronco. ¡Oh! Cerré los ojos para centrarme en aquella placentera sensación.

-¡Muy bien!-oí a mi espalda a Claudia.

Tras un rato así Sabrina comenzó el recorrido inverso. Sentí sus labios presionando sobre mi mástil, como si se intentarán a agarrar para no soltarlo y se vieran arrastrados por una fuerza ajena contra su voluntad. Un sonido, seco y sordo, casi como el del corcho de una botella al salir, se escuchó cuando finalmente mi polla quedó libre por completo de su boca...Estaba casi por completo bañada por su saliva.

Suspiré, satisfecho, pero para mi alegría pronto vi que eso apenas había sido sólo el principio. Agarró mi mástil y fue tirando hacia atrás de mi piel, como buscando descubrir todo mi glande, pero no llegó al final antes de comenzar a recorrer éste con la lengua, girándola alrededor de la misma, buscando lamer cada centímetro de la misma mientras, al tiempo, fue levemente masturbándome. Sin dejar de meneármela, rodeó la cabeza con sus labios y succionó, como una lactante, siguiendo recorriendo la descubierta carne con la punta de la lengua. Su mano izquierda fue, por su lado, hasta mis huevos, que comenzó a masajear.

Me estremecí levemente por el placer. Realmente era una de las mejores experiencias que había tenido hasta el momento y durante un segundo casi temí que no podría tenerme en pie. Y mientras Sabrina me hacía disfrutar con su boquita y con sus manos, mi Ama, por su lado, se interesó por el otro lado. La había sentido agacharse cuando la otra había comenzado a succionar mi glande y, aunque no la veía, intuía que se había arrodillado detrás de mí. Sentí al poco sus manos abrir mis nalgas y a uno de sus dedos, humedecido sin duda por su propia saliva, ir directo a explorar mi culito. Se encontró una primera resistencia que, ante su empuje, pronto cedió, y así me encontré con uno de los dedos de mi Ama que entraba y salía a voluntad de mi culito. En otro momento me habría preguntado que pensaría de eso a Sabrina y lo raro que me hubiera  parecido la situación, pero, encontrándome de verdad en escena, sólo podía disfrutas de lo que consideraba más que suerte.

Entonces, la mano izquierda de Claudia apareció en torno a mi verga, apartando la de Sabrina. Mi Ama alzó mi verga, pegándola contra mi cuerpo en vertical.

-No te olvides de ninguna parte-le dijo, aunque no intuí, en un primer momento, a que podía referirse mi Ama.

Pero nuestra joven amiga sí debió entenderlo y pronto me lo mostraría. Al poco sentí su lengua sobre mis testículos, ¡oh cielos!, que empezó a recorrer y a lamer mientras Claudia me fue masturbando suavemente. Por otro lado, cogió con su otra mano la diestra de Sabrina y la llevó, por debajo de mi entrepierna, hasta mi culito. Ella no necesitó más instrucciones y pronto imitó a mi Ama, introduciéndome uno de sus deditos en mi culito...Los suyos eran un poco más finos aunque más largos, por lo que pronto pasó a meterme dos.

Mi Ama se levantó, dejando a Sabrina comiéndome los huevos y explorando mi culito, centrándose ella en masturbarme, ahora cada vez más rápido. El placer que sentía se iba acumulando hasta límites que nunca había conocido. Me conocía demasiado bien para saber que, a ese ritmo, pronto acabaría. Y así, segundos después, sin poder evitar unos jadeos de placer, noté la llegada del orgasmo.

-Voy a terminar-les avisé.

Ninguna de las dos dijo nada, pero Claudia aumentó el ritmo de su mano masturbándome, mientras con la otra aparto a Sabrina de mi entrepierna. Ella, intuyendo lo que quería, se quedó quieta ante mí y mi Ama dirigió la punta de mi miembro hacia su boca, que ella rodeó con sus labios, volviendo a jugar con su lengua sobre la rosada cabecita, explorando el pequeño agujerito...Así estaba cuando me llegó el éxtasis del mejor orgasmo que había tenido hasta la fecha, en el que el place recorrió todo mi cuerpo con la intensidad de un rayo mientras sentía como me corría en la boca de Sabrina, a la que veía tragar...No dejo de mirarme a los ojos mientras lo hacía y en esos bellos estanques que eran sus pupilas azules relucía claramente la lujuria y el deseo. Ella siguió lamiendo incluso cuando ya había terminado, parecía que no quería dejar sin tomar ni uno de los borbotones de leche que había expulsado.

Estuvimos quietos un momento, los tres. Yo respiraba pausadamente. Había sido una experiencia increíble y necesitaba un momento de relax antes de poder siquiera pensar en otra cosa. Sentía mi pene debilitándose pesé a que Sabrina me la seguía lamiendo y besando y podía casi percibir cada movimiento de mi respiración y el latido de mi corazón...Pero, ¿era la desolación tras el huracán o la paz que precedía a la tormenta? El silencio fue finalmente roto por mi Ama:

-Creo que nuestro amigo está ya menos nervioso.

-Sí-asintió Sabrina, levantándose. Me fijé entonces en que, de su labio, cerca de la comisura izquierda, pendía un hilillo blanco, de aspecto acuoso y relativamente espeso... Estaba claro lo que era. Claudia también lo vio y, alargando la mano, acarició la barbilla de ella, recogiéndolo con uno de sus dedos. Me pregunté que pensaba hacer, si tomárselo ella o hacérmelo tragar a mí. Dejó suspendida la mano entre Sabrina y yo, como no sabiendo que hacer, pero ésta sí decidió. Cogiendo la mano de Claudia la dirigió a mi boca-Dime, Federico-me dijo-¿Has probado alguna vez tu propio semen?

-Me parece que no-contestó Claudia por mí, que no dije nada, pensando si mentir o decir que sí.

-Pues está vez si lo hará-replicó Sabrina dirigiendo el dedo de mi Ama hacia mi boca, que, sin más remedio, abrí para recibirla. La vi sonreír mientras rodeaba con mis labios el índice de Claudia y retenía, al sacarlo ella, el blanco borbotón entre ellos. Ya conocía su sabor y lo cierto es que me apresuré, de todas formas, a tragarlo. Al verlo ella, tras sonreír con picardía y relamerse los labios, me dijo-¡Ay, no sabes lo que es bueno! Lo delicioso es saborearlo lentamente-hablaba despacio, como si quisiera recrear esa forma de hacerlo con sus palabras-, no engullirlo así sin más.

-En cualquier caso-intervino mi Ama-Él ya ha disfrutado esta noche, pero nosotras dos todavía nada de nada. Creo que está en deuda y debemos exigirle ese pago.

-Estoy de acuerdo, Claudia-asintió Sabrina, alejándose-Y la verdad es que estoy no con pocas ganas de cobrar lo que me debe-añadió mientras, sin más, se quitó con un rápido movimiento el top que llevaba. Sus seductoras y bien formadas curvas quedaron ante nuestra vista, sobre todo las de sus dos no demasiado grandes pero si perfectos pechos, ya que no se había puesto sujetador. No sé si Claudia se fijo ni si a ella le gustaban también las chicas, pero yo quedé, al menos por un momento, casi totalmente hipnotizado por esas curvadas colinas. Ella, para ir todavía a más, se las acarició suavemente, mirándome, parecía divertida del efecto que tenía sus sencillos gestos sobre mí. Finalmente, me instó-Deja de mirar y ven a por ellas si las quieres.

No tarde en terminar de quitarme calzado, pantalones y calzoncillos a fin de poder andar bien y me dirigí directo a mi objetivo. Rodee su rosadito pezón derecho con mis labios, aprisionándolo suavemente con el borde de mis dientes mientras mis manos acariciaban aquellas colinas, suaves y firmes bajo mis dedos. Lo cierto es que hasta ese día y salvo por el show de mi Ama nunca me había excitado sólo por unas tetas y desde luego estas no me decepcionaron. Succionaba los pezones y recorría toda aquella extensión con mi lengua, queriendo comérmelas por completo. Me pareció oír la puerta en algún momento, pero no pude girarme a mirar, pues Sabrina me tenía sujeta la cabeza, llevándome de uno a otro de sus pechos según quería que me dedicase a uno o a otro.

-Creo que ya hay que ir a más-comentó Claudia a mi espalda.

-Tienes razón-asintió Sabrina, que me hizo alzarme para besar mis labios-Guíanos a tu cuarto-me dijo.

Yo, sin decir nada y sólo pensando en proseguir, corrí casi más que ande, hacia mi dormitorio. Nada más entrar, Sabrina se arrojó sobre mi cama, acomodándose boca arriba y con la cabeza apoyada sobre la almohada, en la que apilo los cojines para quedar más alzada.

-Como ha sugerido Claudia, vamos a ponernos serios-me dijo, procediendo a bajarse la minifalda y tras ella, las braguitas. No me perdió de vista mientras hacía a esas prendas deslizarse por sus largas y finas piernas, hasta que se las quitó por completo-Esto ya está listo-añadió abriéndose de piernas-Estos labios-siguió hablando mientras se rozaba su rajita, que estaba depilada por completo-Esperan los tuyos.

Antes de hacerlo miré a Claudia, que estaba en la puerta. No sé por qué, pero sospechaba algo...Juraría que se había ido y había vuelto sin que yo la viera mientras estaba ocupado en los pechos de Sabrina...Y si era así, lo habría hecho para algo...Notaba algo raro.

Pero en cualquier caso, eso no me importaba lo suficiente como para no proseguir con el delicioso juego. Me subí a la cama, acomodándome para quedar entre las piernas de Sabrina, que acarició mi cabello casi con ternura maternal cuando alcancé su coñito con mi boca. Ya había tenido experiencia al respecto, lamiendo la rajita de mi Ama, y sabía mejor que hacer. La rica almejita de Sabrina resultaba como más dulce y de sabor más suave a mi gusto. Empecé recorriendo la rajita con mi lengua, al principio sin profundizar mucho, pero con mucha saliva.

Mi Ama apareció, sentándose a mi lado. Cogiendo mi mano la llevó a la entrada de Sabrina, guiando mis dedos hacia su monte de Venus, que, siguiendo sus mudas indicaciones, empecé, primero suave y luego más fuertemente, a apretar. Mi otra mano la usé para recorrer y abrir sus labios al acceso de mi lengua, con la que profundicé todo lo que pude en su oscura caverna, que cada vez se iba humedeciendo más.

Al poco, Claudia se levantó de mi lado, pero yo seguí con la misma técnica, presionando y jugando con mis dedos sobre su colina de Afrodita mientras mi lengua escarbaba en su coñito, buscando llegar cada vez más adentro, sin dejar de recorrer sus carnosos pliegues y puertas. Ella empezó a gemir suavemente, notaba sus piernas moverse, mientras su mano en mi cabeza ya no me acariciaba sino que me apretaba contra su conejito, como si quisiera meterme dentro.

-¡Um!, ¡sí, sí, así!-la oía apenas articular, entre suaves jadeos-¡Así me gusta, sí!

Sin dejar de lamer la carnosa entradita, empecé a introducirle primero un dedo y luego hasta dos y tres, cada vez más rápidamente, sin abandonar su clítoris.

-Toma-mi Ama volvió a sentarse a mi lado, tendiéndome un grueso consolador-Usa esto.

Estaba extrañado de la actitud que llevaba mi Ama, pero no por eso deje de cumplir con lo que me decía. Cogí de su mano el juguete y no dude en enfilarlo por su coñito, ya húmero y parcialmente abierto, por el cual se abrió paso con rapidez y sencillez, arrancándole un pequeño grito, no sé si de dolor o de placer, aunque pronto volvería a gemir por éste.

Mientras yo, aunque creía que las cosas se habían acelerado tal vez demasiado, la iba penetrando con aquella falsa verga cada vez más rápido, note la mano de Claudia pasar bajo mi vientre y hasta mi miembro, que poco a poco, se había ido recuperando y ya casi estaba de nuevo por completo en pie de guerra. Me la rodeó con sus dedos, apretándola más que masturbándome, mientras con su otra mano fue a mis nalgas, haciéndome sentir sus dedos nuevamente dilatando mi culito.

-Venga, Fede-me susurró mi Ama más que me dijo-Es la hora de meterla en caliente.

Yo asentí y me dispuse a ello. Saque el consolador del coñito de Sabrina y, andando lentamente sobre la cama, me coloqué sobre ella, que no dijo nada mientras me posicionaba, aunque se abrió de piernas todo lo que pudo. Cuando nuestras cabezas se encontraron me incliné para besarla, atrapando su lengua con mis labios mientras mi Ama guiaba mi pene al encuentro con la rajita de Sabrina.

Me detuve un segundo cuando note los carnosos labios alrededor de mi glande. Iba a ser la primera vez que poseyera a una chica y quería quedarme bien con la impresión. Pero tampoco me detuve demasiado y a los pocos segundos notaba como mi barra se sumergía en una cálida, dulce y estrecha caverna que presionaba, acogedora, en un cálido abrazo a mi miembro.

-¡Sí!-dijo ella cuando me sintió completamente dentro, sus manos en mis nalgas tiraban de mí, empujando para que la penetrara más y más rápido-¡Tómame, cógeme hasta el fondo!

No dudé un segundo en cumplir con lo que me pedía, gozando del placer de penetrar su estrecho conejito. Siguiendo un consejo que había leído no recordaba donde, iba saliendo lentamente, como resistiéndome, para luego entrar casi de un golpe.

-¡Vas bien, vas bien!-me señaló mi Ama-Y ahora, Sabrina, vamos a por tu culito.

Me giré, sin dejar de penetrarla, para ver que hacía mi Ama y pude ver a Claudia arrodillarse detrás de nosotros. Pude ver una de sus manos por el culito de Sabrina, supuse que metiéndole un dedo, pero no seguí mucho tiempo más antes de volverme. Me imaginé que estaba a punto de usar el consolador en el ano de Sabrina y, por un gesto en el resto de ésta, supe cuando se lo metió.

-¡Sí, sí!-dijo entonces-¡Folladme!

No sé si era algo exagerada, pero sus gemidos poco a poco se fueron convirtiendo en casi gritos de placer. Yo intentaba ir cada vez más y más rápido cuando, en consonancia con sus expresiones de placer, Sabrina tembló, casi como en convulsiones...Había llegado y muy rápidamente a un brutal orgasmo.

-¡Síiiiiiii!-apenas pude entender de entre el ristre de palabras que soltó al compás de sus temblores...Sentí su coñito apretándome, como queriendo exprimirlo, mi miembro, al tiempo que lo notaba mucho más caliente y húmero.

Cuando ella se quedó quieta, apenas notándose su pecho subiendo y bajando por la respiración, me detuve también. Lo cierto es que todo me parecía haber ido muy rápido, pero desde luego lo había estado gozando...Me fije en que su cuerpo estaba totalmente empapado, bañado en sudor...Yo estaba igual.

-Sal-me dijo entonces Claudia al oído.

Yo me alcé, quedando de rodillas ante Sabrina, y la saqué...Estaba todavía totalmente firme, dura y húmeda por los jugos de ésta. Y entonces Claudia se agachó y sin más se la introdujo por completo en la boca, pasando a chuparla mientras con una de sus manos me rodeó y apretó los testículos... ¡Uf! No lo hacía con tanta parsimonia como Sabrina, pero desde luego lo hacía bien...Su gran boca engullía completamente mi miembro y su lengua se movía con agilidad, recorriendo mi mástil. Con sus dientes mordisqueaba suavemente mi glande...Había fantaseado desde hacia muchos días con mi Ama haciéndome una felación pero mis mejores y más eróticos sueños se habían quedado cortos en comparación...Y lo cierto es que no pude aguantar mucho. Apenas llevaba unos momentos de completo placer cuando sentí, a mi pesar, un segundo orgasmo que no logré contener:

-Mi Ama-dije, sintiendo en mi garganta unos jadeos que a duras penas silencié-Creo que no aguantó más... ¡Ah!

Pero ella pareció no inmutarse y tampoco lo hizo cuando finalmente eyaculé. Como si no se estuviera dando cuenta, siguió sus juegos son su lengua y sus caricias con los dientes mientras mi polla estaba echando los borbotones de leche de mi corrida en su boca...Eso sí que nunca me lo hubiera imaginado nunca...Y siguió así un buen rato, aún cuando mi pene se quedó pronto flácido, ya totalmente descargado. Finalmente se levantó y, mirándonos a los dos, dijo:

-Ha estado divertido, ¿verdad, chicos?

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