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El Regalo de Mamá

en Fantasías Eróticas

El Regalo de Mamá

Siendo sincero he de admitir que ya intuía con antelación que aquel no sería un día como los demás. Al ser mi cumpleaños -alcanzaba los dieciocho- podría pensarse que tal dato no tiene nada de asombroso. Pero aunque tuve la convicción de que mi madre, que siempre se encarga de estos temas, prepararía algo especial, nunca habría ni soñado con lo que dispondría en esa ocasión para mí. Todavía aún, pensándolo, me resulta tan increíble que no puedo evitar preguntarme si no fue sólo una mera fantasía, fruto de mi calenturienta mente…Pero siempre me complazco recordando que se trató de una excitante y morbosa realidad.

A mi madre le gustaban las sorpresas y las escapadas. Hacía mucho tiempo que no se llevaba demasiado bien con mi padre y que su matrimonio estaba tan vacío como una lata después de ser bebida. Estoy seguro de que era por eso por lo que nunca se encontraba cómoda en casa y siempre que podía me llevaba fuera, a cualquier sitio. Ella siempre quiso tenerme a su lado y yo desde luego estaba complacido de tener toda su atención para mí. Lo cierto es que no tenía mucho más. Mi padre nunca me prestó mucha atención y, siendo bastante tímido, apenas tenía uno o dos amigos en la escuela y luego en el instituto. Nuestra relación era de total confianza y no había casi nada que le ocultara sobre mí ni sobre mi vida. Y lo cierto es que descubriría que ella me comprendía incluso mejor de lo que yo mismo pensaba conocerme.

Aquella mañana me desperté temprano. El reloj de mi mesilla de noche señala que apenas eran las seis de la mañana. Muy temprano para mí, especialmente un domingo, pero mis nervios me hicieron saber que no podría volverme a dormir. Mi madre llegaría, no sabía exactamente cuándo, a despertarme, y decidí esperarla allí mismo. No habíamos hablado ni una sola palabra de la fecha especial que finalmente había llegado, pero es que nunca lo hacíamos. Desde la última vez que intenté averiguar algo de lo que estaba preparado, a los doce años, nunca más le había hablado sobre ello y ella tampoco me contó jamás nada. A los dieciocho eso no fue una excepción.

Me acomodé en la cama, bajo las sábanas, y me centré un momento en los sonidos de la casa. Mi madre era silenciosa como una gata pero ciertos sordos y leves ruidos me hicieron saber que estaba en la cocina, posiblemente desayunando y empezando a hacer los preparativos para luego hacer la comida. Mi padre tardaría, como solía, varias horas en levantarse…Tras un rato deduje que pasarían varias horas aún antes de que viniera a por mí, por lo que podía entretenerme…

Deslice mi mano entre las sábanas y palpe sobre el pantalón del pijama mi miembro, duro, erecto. Aquella misma noche, para mi satisfacción, había vuelto a tener un sueño con Pablo. Él era mi mejor y casi mi único amigo desde la infancia. Un joven sublime, de mechones rubios, ojos azules y un apolíneo cuerpo de ensueño…Ya no podía recordar cuándo fue la primera vez que me fije en el así, la primera vez que soñé con su cuerpo desnudo, que había podido contemplar varias veces en el gimnasio, la primera vez que le vi en sueños conmigo, en mi cama, haciéndome el amor…Al principio me había sentido incluso asqueado por esas ideas que no podía reprimir, pero con el tiempo había acabado aceptando, no sin cierto pesar, mi homosexualidad. Lo que si había hecho era guardarme de compartir tal dato con nadie. Ni siquiera me había atrevido a decirle nada a mi madre. Era probablemente el único secreto que nunca tendría fuerza ni ganas de revelare.

Y estaba pensando precisamente en ese último sueño que había tenido con Pablo, viéndolo en mi imaginación tomándome en la ducha, ya rodeaban mis dedos mi miembro, cuando me tuve que detener. Repentinamente escuché pasos que se acercaban. Sólo podían ser de mi madre, aunque lo cierto es que no esperaba que me viniera a despertar tan temprano. En cualquier caso opté por la prudencia: me recompuse la ropa y me acomodé, fingiendo estar dormido.

Hice bien en hacerlo pues a los pocos segundos la puerta se abrió y un gran halo de luz penetró de inmediato, iluminando por completo la cama. Tenía los ojos cerrados, pero no necesitaba mirar para sentir a mi madre entrar en mi cuarto y acercarse hasta mi lado. Como hacía a veces se sentó a mi lado y pude notar su mirada en mi rostro. Con un leve gesto acarició mi mejilla, deslizando su dedo hasta la comisura de los labios, que recorrió suavemente por encima mientras yo fingía despertarme…Aunque ella seguramente sabía que no dormía. Me sonrió dulcemente antes de posarse sobre mí y besar mi frente.

-Hora de levantarse, cariño-me saludó con su cálida voz-Hoy tenemos que hacer un corto viaje y debemos partir pronto.

-¿Un viaje?-repetí-¿A dónde?

-Ya lo verás-se encogió de hombros-Pero he estado preparando algo especial para ti, por este importante día. Y es que ya eres un hombrecito-añadió, contemplándome-Aunque para mí siempre serás mi bebe… ¡Levanta!-insistió, con voz más animada-Tienes el desayuno en la cocina, después lávate y vístete. Te aseguro que lo de hoy te parece más que memorable.

-Sí, mamá-dije finalmente, obedeciendo.

***

Lo cierto es que, todavía una hora después, apenas había amanecido cuando mi madre puso finalmente en marcha el coche. Personalmente yo estaba un tanto intranquilo. Desde siempre había sido mucho más hogareño que mi madre y, aunque nunca me negaba a ir donde ella me llevaba, nunca podía evitar por completo la inquietud. Ella me miró al ajustar la palanca de cambio y, poniendo su mano sobre mi rodilla izquierda, me pregunto, como solía:

-¿Te encuentras bien, bebe?

-Sí-respondí secamente.

-Bien-asintió ella, volviéndose hacia delante y haciendo que el coche saliera lentamente del aparcamiento-Ya verás el regalo especial que mamá te ha preparado. Te aseguro que no habrás visto a ninguna madre hacer algo así por su hijo…Es muy especial, casi arriesgado, pero por lo mucho que te amo creo que merece la pena.

-¿Arriesgado?-mi voz no ocultó mi suspicacia.

-No seas temeroso-replicó sonriente, como maliciosa, con el tono que solía mostrar cuando ocultaba una gran sorpresa-Te aseguro que te espera algo muy delicioso...Lo vas a disfrutar.

Yo no intuí para nada aquello de lo que podía estar hablando, pero me pareció muy llamativo el vocabulario que empleó: “delicioso”, “disfrutar”. No sé, pero algo me sonaba extraño en esos términos. Estuve pensando en ello unos minutos mientras mi madre, totalmente absorta –o eso parecía-, llevaba el coche a buen ritmo a través de una de las avenidas centrales de la ciudad. Yo no conocía mucho la ciudad y el callejero, pero sí lo suficiente como para saber que nos alejábamos del centro y no al revés. No sabía por qué, pero habría imaginado lo contrario si lo hubiera pensando antes de verlo.

-¿A dónde vamos?-volví a preguntarle.

-¿No querrás que te desvele realmente la sorpresa, verdad?-me miró un momento, aprovechando que tuvo que frenar ante un semáforo en rojo, y viendo mi gesto insistente reaccionó:-No voy a decirte mucho, además de que lo vas a ver en breve-siguió hablando mientras retomaba la conducción-Pero supongo que algo puedo decirte.

Yo me acomodé más en el asiento, atento a lo que me fuera a revelar por fin, tras casi una hora sin querer soltar palabra alguna.

-Digamos que mamá conoce a alguien-cuando medía sus palabras para no revelar más de lo que quería tendía a hablarme como si siguiera siendo un niño pequeño…De hecho y por lo visto para ella seguiría siendo un niño para siempre-Ese alguien es un amigo con que ayuda a mamá con…ciertas cosas. Y ahora está de acuerdo en ayudarte a ti-concluyó.

-¿Un amigo?-pregunté en voz alta, aunque más como reflexión propia que a ella, pues sabía que no obtendría más de lo que había dicho hasta ahora. Algunas ideas me rondaron por la cabeza pero con esfuerzo deseché cualquier especulación. No merecía la pena perder el tiempo en fantasías extrañas.

-Ya le conocerás…-se limitó ella a decir y, tras unos segundos de silencio, cambio de tema-Bueno. Creo que tendremos ocupada toda la mañana…Pero tú no tendrías ningún plan, ¿eh? ¿No habrías preparado algo con alguna chica que tengas por ahí escondida?

-Mamá. No tengo ni tendría a ninguna chica escondida y lo sabes.

-Cierto-asintió ella-Lo cual me agrada por un lado, por la confianza, aunque me disgusta por otro… ¿No hay nadie de verdad que te guste?

-No, mamá-le respondí con el tono más normal que pude, intentando no pensar en Pablo en ese momento, aunque no pude evitarlo completamente.

-Bueno…Quizá deberías empezar a buscar entonces, ¿eh? Si no has tenido necesidad pronto la tendrás, aunque me extrañaría que no la conocieras todavía.

-¿Necesidad de qué?

-Una necesidad que yo tenía pero de la que también me libré hace unos pocos años-se limitó a sonreír-Tú tendrás que buscarte un apaño también…Quizá pueda ayudarte un poco, pero no estaré aquí para hacerlo siempre-rió.

-No sé de qué hablas-le dije sinceramente y no quería ni imaginarlo…Quizá fuera por el calentamiento que no había podido sofocar al levantarme pero por un segundo me pareció que se refería a…

-Por suerte está cerca-dijo de repente, cortando mis reflexiones y, dada su naturaleza, se lo agradecí-Es una de las ventajas de mi amigo. Pronto lo comprobarás.

Mientras hablábamos nos habíamos introducido por diversas calles, cada vez menores, y por callejones estrechos. Finalmente llegamos a una plazoleta rodeada de altos bloques de pisos y cuyas aceras aparecieran prácticamente atestadas de coches aparcadas. Por suerte mi madre encontró un oportuno hueco en el que pudo aparcar.

-Hemos llegado-comunicó finalmente mientras maniobraba para dejar el vehículo-Estoy deseosa de presentártelo y ver que te parece-añadió y por un momento me pareció que se había relamido los labios.

-La verdad es que no sé…-empecé a decir no sabía qué exactamente…Me había dejado llevar hasta allí sin pensar realmente en qué me estaba diciendo mi madre, pero ahora, cuando llegaba el momento de la verdad, dudaba y me sentía cada vez más nervioso ante lo que hubiera preparado y ante su amigo.

-No digas tonterías, cariño-me cortó en seco-Haz lo que digo y no te arrepentirás. Te lo aseguro.

-Sí, mamá-asentí sencillamente.

-Así me gusta-abrió la puerta-Y ahora baja. Le avisé con un toque cuando salíamos, así que debe de estar preparado.

Hice como me decía y salimos ambos del coche, que ella cerro con llave. Luego me limité a seguirle cuando cruzo la pequeña plaza y la calle, mirando por si venían coches, hasta un pequeño bloque de pisos de un pálido color azul, de tres o cuatro plantas. Entramos en el rellano. Una estancia reducida y aún más estrecha por la presencia de unos grandes buzones y de una desvencijada silla y una mesa que parecían reposar bajo un cartel colgante en el que ponía “Portería”. Pensé que era un poco cutre.

No había ascensor, cosa que no me sorprendió, y emprendimos la subida por unas empinadas escaleras amarillentas. Mi madre sonreía de una forma extraña y se veía inquieta. Realmente, pensé, debía ser algo bastante increíble lo que hubiera preparado. No quise volver a preguntar pero en este caso, poco antes de llegar al primer rellano, fue ella la que me reveló algunos datos más:

-Te voy a confiar, en este momento, un secreto-me dijo susurrando, aprovechando lo cerca que andábamos, codo con codo, y para que ninguna oreja cercana curioseará-Lo cierto es que no siempre he sido tan sincera contigo.

No me sorprendí. Pensando que yo mismo le había ocultado nada más y nada menos que mi homosexualidad no me parecía raro ni mal que se hubiera reservado para sí un recoveco de intimidad. Pero lo cierto es que lo que me dijo me dejo de piedra un momento:

-Tengo un amante.

-¿Un amante?-repetí, como un loro…Lo primero que pensé es que no lo habría imaginado jamás…Sabía que mi padre y ella estaban distanciados, pero eso…Tampoco es que lo condenara, más bien lo comprendía…Pero…Y por otro lado, ¿por qué me lo contaba?, y, sobre todo, ¿por qué ahora? ¿Qué relación tenía con el amigo al que íbamos a visitar y con el regalo especial que me había prometido?

-Sí-dijo con tono serio poco antes de detenerse frente a una puerta señalado como 3º B-Y ahora lo vas a conocer. Está es su casa-me explicó-Vive con su hija.

-Ah-no sabía que decir.

-Ahora te preguntarás qué tiene que ver todo esto contigo, ¿no?

-Sí.

-Pronto lo verás-volvió a dejarme con la intriga mientras llamaba al timbre.

Sin embargo en los minutos que estuvimos ahí plantados no pude dejar de pensar, más que en lo que a mí me concernía y a lo que habíamos ido allí, en la revelación de mi madre y en cómo sería su amante, al que estaba a punto de conocer. Miré a mi madre de pies a cabeza…Es verdad que pese a la edad se conservaba bastante bien. No era delgada, pero estaba lejos de ser gorda y aunque no lucía las curvas de una modelo aún tenía una figura suficiente para despertar, suponía, la lujuria de un hombre…Entre que no me gustaban las mujeres y que con todo no me veía ni quería verme capaz de verla así, nunca había pensado en ello, pero lo cierto es que era guapa, con sus ojos verdes y sus rizos morenos, casi todavía juveniles, y un rostro de apariencia aún fresca… Al pensarlo bien no me extrañaría que, con un poco de iniciativa, hubiera tenido a quien hubiera querido.

A su lado yo me parecía más a mi padre…Era más bajo y con tendencia a ser un tanto menos delgado, aunque tampoco y ni mucho menos gordo, pero se me veía menos espigado por la menor altura. Mis ojos eran marrones y mis rasgos un poco menos delicados…Lo único que tenía de ellas era el pelo. El mío era corto, pero igualmente negro y rizado, difícilmente sometido por el peine.

Estaba pensando en eso, imaginando al tiempo cómo sería el amigo de mi madre, cuando éste –supuse que era él- abrió la puerta. Y lo cierto es que me impresionó… Él ni siquiera llevaba camiseta y lo primero que me encontré fue su desnudo torso, musculoso, como forjado por un genio escultórico y del color del dulce chocolate con leche…A pesar de que mi instinto quería mirar en la otra dirección me obligué a subir los ojos y vi su rostro. Era agradable y apuesto, con el cabello negro tremendamente rizado en grandes bucles sobre su cabello y cayendo sobre sus hombros, con unos claros ojos azul-verdosos que destacaban en su moreno rostro y unos labios rojos que hacía lo mismo…Nadie, salvo Pablo, me habían gustado tanto a simple vista…El pensar que se acostaba con mi madre, pesé a que supuse que debería hacerme rechazarlo, sólo me provocaba más morbo en mí…

-¡Buenos días, Serena!-saludó a mi madre, alegre-Veo que no has tardado tanto como esperaba. Y este chico debe ser tu hijo, del que tanto me has hablado, el pequeño Federico.

Movió su mano hacia mí, pellizcándome la mejilla derecha. Yo me debatí entre el morbo y el rechazo a lo desconocido, pero lo primero se impuso, aunque fuera sólo porque moverme también me daba un tanto de vergüenza, aún para esquivarlo.

-¿Está todo listo, Armando?-le preguntó mi madre.

-¡Claro, pasad! Id al salón, creo que será el mejor lugar-dijo.

-Bien-asintió mi madre.

Éste entró y yo, un tanto turbado, le seguí. Era un pequeño pasillo y, saliendo por la tercera puerta, nos hallamos ante una agradable sala de estar. Dos sillones se extendían, en ángulo, pegados a la entrada y a los muros que de ella salían. El centro de la estancia estaba despejado y por eso parecía más grande. Un estante con libros y un televisor cubría la pared frente a la puerta y la de la izquierda era en realidad un gran ventanal que daba paso a raudales de luz que iluminaban por completo la estancia. Por fortuna frente al edificio por ese lado había un pequeño parque y no otro edificio. Mi madre y yo nos sentamos en uno de los sofás. Yo estaba pensando en qué se suponía que el amigo de mi madre iba a ayudarme y en qué consistiría mi regalo…Mi imaginación me decía algo, pero no me atrevía a creerme que eso fuera posible, a pesar de las apariencias. Hasta que mi madre me preguntó:

-¿Qué te ha parecido Armando? ¿Guapo, eh?-me miró y noté un brillo extraño en los ojos.

-No sabría decirlo… ¿Por qué estamos aquí?-le pregunté a su vez.

-¿No imaginas nada? Pensaba que ya lo habría tenido que confesar todo, pero te muestras o más obtuso o más tímido de lo que podría haber imaginado. Ni una ni otra cosa te convienen ya, al menos conmigo.

-No entiendo…

-Sí que lo entiendes-me miró-Está claro que es la timidez y la impresión. Yo misma he admitido que esto no es algo que muchas madres hagan por sus hijos, pero nuestra relación siempre ha sido excepcional.

-Sigo sin…

-¿Te ha gustado Armando o no?

-Parece majo, supongo.

-Ya, majo-rió-Pero no te pregunto por ello, si no por si te…-hizo una pausa y se acercó a mí, para susurrarme con un tono que me pareció sensual al oído y que me provocó un escalofrío-…si te la pone dura.

-¡Mamá!-protesté.

-¿Qué? Es más que atractivo, ¿no?...Y potente, te lo aseguro-y en está ocasión si la vi con claridad relamerse.

-Me estás asustando-confesé.

-No digas tonterías. Te dije que Armando te ayudaría igual que a mí y ya deberías saber a qué clase de ayuda me refiero. Yo he estado muchos años sin satisfacción por culpa de tu padre y tú, mientras no te lances con Pablo, también le necesitarás.

-¿Con Pablo?

-¿No creerás que de verdad ignoraba tu condición y que te gustaba los tíos, no?-me miró con aires satisfechos, como alegres de echarme a la cara que había sido siempre consciente de mi secreto mientras yo jamás intuí el suyo-Al principio me extraño…Pero luego pensé que tenía un hijo con mi mismo gusto…-sonrió, pícara-Y eso no lo veo mal e incluso lo entiendo muy bien…

-…-lo cierto es que me sentía un tanto mal por lo que estaba pasando y por lo que me decía mi madre…De verdad nunca lo habría imaginado ni en mis más extraños sueños.

-Tú no te preocupes. Soy tu madre y te comprendo-se inclinó sobre mí para besarme en la mejilla-Y siempre cuidaré y velaré por ti. Y por eso te he traído aquí para que conozcas a Armando…

-¿Qué tiene que ver tu amante con lo mío?-no pude evitar preguntare después de que se quedará unos minutos en silencio, sin decir nada.

-¿Eres virgen, verdad?-me espetó sin más.

-Sí.

-Pronto ya no…A menos que Armando no te haya gustado…Todavía no me has dicho si te parece guapo o no.

-¿Con Armando?-le vi nuevamente en mi mente y le imaginé en lugar de Pablo en mis fantasías…Lo cierto es que era guapo y, sino hubiera sido por las extrañas circunstancias en las que había llegado a su puerta, habría soñado con él sin más problemas…

-Claro…A él le gustan los chicos tanto como las mujeres. Ya verás…Él es mi especial regalo, pues desde ahora tendrás a alguien, como yo, a quien acudir…Compartiremos amante-rió-Lo cierto es que en parte lo hago por mí…Sería muy morboso estar con él pensando que satisface también a mi bebe.

-Yo lo veo un poco raro-comenté, aunque también lo veía morboso.

-Ya…

Pero no pudo mi madre decir nada más, pues finalmente Armando apareció en el salón, trayendo en una bandeja tres largos vasos de cristal con una extraña bebida anaranjada. En un primer momento pensé que sería fanta, pero cuando me pasó una de las copas y olí su interior, el olor a alcohol fue inconfundible. Mi madre, por el contrario, mientras yo dudada, vació medio vaso de un trago.

-¿No pruebas mi cóctel especial?-me preguntó Armando con amable voz por la que no parecía ni llegar a la treintena.

Yo observe con suspicacia el licor pero mi madre, tomando la iniciativa, me arrebató el vaso y llevándolo a mi boca me obligó a vaciarlo, tomándomelo todo de un trago…No me gustó demasiado y me calentó la garganta, pero me resigné antes de intentar resistirme a mi madre.

-Así-sentenció ella-Todo-e igualmente ella vacío su vaso y dejó ambos junto a una pequeña mesilla de cristal que había junto al sofá…-Cada vez que lo tomo me gusta más-comentó.

-Me alegro, Serena-asintió Armando, tomándose la suya a su vez, para ir a dejarla con las demás…Pude observar su cuerpo…Supuse que era latino en parte por el deje de su voz y, aunque nunca había fantaseado con ellos, pensé que hacerlo con él podría tener un morbo especial…Estaba vez no evité la tentación de mirar más abajo: llevaba un pantalón corto que  le permitía lucir sus piernas, igual de bien formadas y esculturales que su torso y sus brazos…Pero mis ojos buscaron por instinto su entrepierna y el bulto, bastante marcado, que había allí…Hubiera querido ser discreto, pero mi madre se dio cuenta de lo que me llamaba la atención.

-¡Vaya, vaya!-saltó-Creí que haría algo de tiempo y buena mano para despertar a mi niño, pero veo que él sólo sabe ya lo que quiere sin que tengamos que trabajar demasiado para ello.

-Ya veo, ya veo-asintió Armando mientras yo no podía evitar ruborizarme.

-Pero mira si es lo que te gusta-mi madre se pegó a mí y, rodeándome con sus brazos y con sus manos en mis mejillas me hizo fijarme de nuevo en los bajos de Armando, que por su parte su puso ante mí, teniendo ante mi mirada ese mercado miembro a través del fino pantalón…-Parece grande, ¿eh?-me habló al oído mi madre-Pero te aseguro que lo que te parece ahora no es nada-una de sus manos se separó de mi cara y se fue a posar, sin más, sobre aquel bulto-A mí me vuelve totalmente loca…

-Ya lo creo, mami-afirmó Armando-Pero creí que hoy sería para tu nene.

-Es verdad-asintió ella, retirando la mano-Hoy es para ti, mi bebe-me dijo y, tomando mi mano la dirigió hacia dónde estaba la suya…Por un momento pensé en resistir, pero mi natural pasivo y, sinceramente, el morbo y el deseo que cada vez crecían con mayor fuerza en mí, me impidieron cualquier resistencia o atisbo de ella.

Lo primero que sentí fue calor. Algo caliente bajo aquella tela…Y cada vez más grande y más duro. Aunque no pude hacerme una idea del tamaño cuando mi madre dirigió mis dedos como para que la cogieran a través de la tela si pude notar con claridad que era bastante gorda…Note como un surco que cruzaba aquel mástil por el centro…Por primera vez estaba tocando la polla de otro hombre, aunque fuera a través de un bañador,…, de un hombre atractivo y que era además amante de mi madre…Mi propio pene empezó, sin que pudiera ya contenerlo, a asomar…

-¿Qué, que te parece el regalito especial de mamá?-me preguntó mi madre. Sentía sus labios, húmedos, en el lóbulo…-Espero haber acertado.

-Creo que sí-fue la única respuesta que pude murmurar mientras empezaba a tantear por mi cuenta ese falo…Empezaba a hacérseme la boca agua…Hacía mucho tiempo que fantaseaba que un hombre me cogiera la boca e intuía, feliz, que pronto conocería esa sensación tan ansiada. Por un momento temí que todo fuera un extraño sueño dado lo increíble que era, pero al tiempo era demasiado real para sospechar…Por imposible que me hubiera parecido nunca de haberlo pensado.

A pesar de todo no sabía que hacer y aunque pensé en intentar bajarle el pantalón no me atreví a hacerlo. Por suerte no tuve que tomar la iniciativa. Al poco, mientras aún palpaba deseoso, las manos de Armando sustituyeron a las de mi madre en mis mejillas. Se notaban suaves y cálidas y él comenzó a acariciarme suavemente y me obligó a elevar la vista para mirarle a la cara…Entonces se fue agachando y aproximando hasta que casi le tenía justo sobre mí.

-Me gusta-le dijo a mi madre-Es más guapo de lo que me dijiste…Claro que ha salido a ti.

Mi madre no respondió aunque pude casi sentir como sonrió al escucharlo. Él se volvió nuevamente hacia mí. Su rostro ya estaba casi sobre el mío y podía catar su aliento sin esfuerzo. Poco a poco posó sus labios sobre los míos…Había llegado el momento y me quedé paralizado…Lo cierto es que no estaba preparado, pero él se hizo cargo de mi apuro y en ese momento sólo beso tiernamente mi boca. Sus labios eran cálidos y tenían algo como…tropical…No sabía qué, pero me gustó la sensación.

-No temas nada-me susurró mi madre al oído-Abre la boca, cariño. Déjale entrar.

Obedecí sin dudar y entonces los labios abiertos de Armando se acoplaron a los míos y su lengua entró en mi boca. Era una sensación nueva y desconocida para mí. Cálida y húmeda jugó con ella, saboreando la mía…Me sentí un poco invadido y me gustó sentirme progresivamente más entregado, según él se atrevía a ir más dentro y más rápido. No tenía pies ni base para corresponder a su juego pero cuando me acostumbre intenté devolverle las juguetonas caricias y por un momento nuestras lenguas se juntaron, bailando en mi boca, envueltas en nuestras salivas. No sé cuánto estuvimos así, fundidos en aquel delicioso beso, el primero de mi vida, pero cuándo finalmente se separó se me hizo demasiado breve…No habría imaginado nunca que alto tan simple podría ser tan placentero…Y mi mástil ya estaba totalmente erguido bajo mi ropa. Él se volvió a colocar sobre mí, nuestras miradas se cruzaron. La suya era tierna, pero firme y segura, y sentí una declaración de qué me iba a poseer…La mía, si transmitió, como creo, lo que sentía, debió indicarle lo deseoso que estaba de sentirme suyo…En ese momento, sin que lo hubiera imaginado, abrió la boca y un hilillo cada vez más espeso de saliva se le deslizo, cayendo lentamente…No supe reaccionar pero una mano de mi madre en mi mentón me hizo abrir la mía y la saliva que fue soltando Armando entró en mi boca…Excitante era lo que sentía al tomar lo que me iba dando…

-Saboréala y trágatela-mi madre seguía ahí, susurrándome cosas…No pude evitar preguntarme cuándo nos dejaría solos…Aunque Armando no parecía molesto por su presencia. De todas formas la obedecí y saboree ese jugo mientras Armando, tras terminar, me observo sonriente-Eso es sólo un primer aperitivo por lo que está por llegar-añadió mi madre.

Entonces Armando hizo algo que no me esperaba. Deseaba que me mostrara ya su lista herramienta y que reclamara mi boca para ese menester, pero en realidad se agachó, poniéndose de cuclillas ante mí para ir desatándome los cordones de los zapatos. Le ayudé levantando los pies sucesivamente para que les pudiera quitar y al poco les siguieron los calcetines…Por suerte había una suave alfombra y no el frío suelo. Y para mi sorpresa, mi madre, que esperaba que se iría al poco para dejarnos con más intimidad, lejos de eso y sin dudar agarró los bordes de mi suéter y tiró hacia arriba, a la vez que la camiseta interior que llevaba, para sacar ambas. La idea de quedar desnudo ya sólo con Armando me hubiera dado, de caer en ello, bastante vergüenza, y con mi madre delante era mayor. Ella no tuvo, sin embargo, reparo ninguno en acariciar mi torso desnudo y, yendo a más, a desabrocharme el pantalón.

En eso Armando le tomó el relevo y con suaves gestos fue cogiendo mi pantalón y bajándolo poco a poco. Ya casi estaba totalmente desnudo. Una vez que me los quitó me acarició lentamente las piernas desde los tobillos y repitió el proceso con mis calzoncillos. Así mi miembro erecto quedó a la vista los dos. Estaba rojo como un tomate al sentir como ambos la miraban…Aquello me parecía raro pero no tenía voz para hablar. Mi madre por fin pareció notarlo:

-¿Qué pasa, mi niño, te da cosa que Armando te veo o quizá soy yo la que te incomoda?

-…-no tuve valor para contestarle que ella me incomodaba más…No era un asunto de confianza, pero era…raro.

-Tranquilo, que no soy tan diferente de las demás madres-rió-Sólo quiero observar la primera vez de mi niño porque es un momento especial. Además, ya te he visto desnudo otras veces, así que no me seas tonto.

Ni corta ni perezosa tendió su mano y me la agarró sin más miramientos, retirando la piel y dejando la rosada cabeza a la vista, aprovechando para acariciarlo con el dedo gordo… ¡Oh! Armando contemplaba la escena y estaba claramente excitado al ver lo que hacía mi madre…Él se arrodillo delante del sofá y se acomodó entre mis piernas mientras mi madre masajeaba suavemente mi miembro. A pesar de mis dudas la excitación lo mantenía firmemente en pie. Él lo observo un momento, mirándolo con detalle, cada vez más cerca, hasta que mi madre le llamó:

-Deja de mirarlo, amigo, y devóralo-le incitó sin más.

Él empezó besando la rosada cabeza del glande y sentí así sus labios posarse suavemente sobre ella. Estos se abrieron y la punta de su lengua se posó igualmente sobre la punta de mi pene. Estuvo quieto en esa posición unos segundos mientras mi madre seguía sosteniendo mi polla y dirigiéndola hacia su boca. Poco después la mano de Armando la sustituyó mientras colocaba sus labios ciñendo el glande y fui viendo como mi miembro desaparecía lentamente hasta estar completamente dentro de su boca. Nunca había sentido nada semejante. Un placer inimaginable que casi podría haberme hecho retorcerme… Sentir su lengua juguetear, como bailando alrededor de mi mástil, lamiéndolo, recorriéndolo…Era una sensación cálida y deliciosa el sentir mi polla en su boquita… ¡Oh!

-¡Sí, disfruta!-me susurró mi madre al verme cerrar los ojos para centrarme en el placer que estaba recibiendo, eso mientras ella acariciaba mi desnudo vientre, lo que, sumergido ya en el sexo, sólo me parecía lentamente morboso, habiendo superado, no sabía cómo, mis anteriores reticencias.

Después de estar un momento en esa posición, Armando se acomodó mejor entre mis piernas y se retiró levemente para centrarse en lamer mi cabecita mientras me masturbaba ahora lentamente, acariciando casi la piel. Su lengua giraba en torno a mi cabecita las agujas de un reloj, lentamente, como si le deleitara lamer y relamer cada centímetro…Por mi parte si disfrutaba al máximo cada segundo. Su otra mano se apropió de mis testículos y los masajeo, agarrándolos, mientras no dejo las demás tareas… ¡Ah!... Temblé de placer al sentir nuevamente su garganta con el glande cuando volvió a comérsela por completa, mientras masajeaba y apretaba mis huevos como si pretendiera servirse mi leche directamente en su boca.

Yo pretendía aguantar lo más posible aunque tal era el placer que pensé que duraría poco. Él, sin embargo, fue acelerando cada vez más en sus movimientos, chupando con fruición y recorriendo sin pausa mi verga con su lengua, subiendo y bajando entre la cabeza y los huevos, a los que no olvidaba y que relamía por encima, aunque sin llegar a más. Pero no le hizo falta. Pese a mi voluntad sentí llegar pronto la llegada de mi orgasmo. Intenté contenerlo, pero la excitación, el morbo y el placer eran demasiado intensos… Sentí mi corrida y a duras penas la detuve… Mi madre se dio cuenta y me regañó:

-No te aguantes, bebe, suéltalo todo-me instó-¡Córrete, venga!

Le obedecí y al instante sentí los deliciosos y electrizantes movimientos de la eyaculación y, al compás de un insondable placer, me vine en la boca de Armando. Él no se apartó y mi leche inundó su garganta y su boca. Pude prácticamente oírle tragar mientras su lengua, empapada por mi semen, lamía y relamía, golosa…Cuando la sacó de su boca no había casi rastro de mi corrida más allá de unas dos gotas que aún se liberaban de mi interior y por la evidencia de mi pene, que se quedaba flácido por segundos.

Me quedé quieto por un segundo, limitándome a respirar, satisfecho tras aquel primer profundo orgasmo al que Armando me había llevado. Mi madre sonreía de una forma un tanto misteriosa mientras seguía acariciando mi pecho y mi vientre, agitados por mi rápida respiración y algo humedecidos por el sudor…Armando, mientras, se había vuelto a poner en pie.

-Bueno, Armando-le dijo mi madre-Creo que es tu turno y no debemos dejar que tu amigo tenga ninguna envidia…

-Así es-asintió él, y al punto comenzó a bajarse los pantalones, mostrando que no llevaba nada debajo…Y así finalmente pude contemplar lo que ya había palpado por encima de la ropa…Era aún más grande de lo que la había imaginado…Y muy gruesa… Finalmente iba a cumplir mi fantasía de chupar una polla y lo iba a lograr con una de primera categoría. Sólo con pensarlo se me hacía la boca agua.

La sujetó para enfocarla hacia mi cara y la fue acercando poco a poco. Mi madre, por su lado, acarició otra vez mis mejillas y me impulsó lentamente hacia ella. Le deje porque, aunque no lo consideré necesario, me parecía muy morboso. Lo cierto es que no estaba completamente seguro pero finalmente mis labios se posaron sobre su glande. Lo noté suave y firme…Y delicioso. Yo hubiera preferido ir poco a poco, pero mi madre tenía otra idea y siguió presionando mi cabeza…Tuve que abrir la boca y dejar que ese grueso mástil se fuera abriendo paso en mi boca todo lo que pude…Sentí la gruesa punta de su polla en mi garganta, sin dejar ningún hueco entre ésta y mis labios…Y aún así no logré que entrara completamente…Aún quedaba un poco fuera…Apenas podía mover la lengua con ese gran trozo de carne dentro, hasta la campanilla. Una gozada.

Pero no estuvimos así mucho tiempo. A los pocos segundos Armando la fue sacando nuevamente y pude contemplar cada centímetro de su gran lanza mientras la iba extrayendo de mi boca. Brillaba un poco por el manto de saliva que iba dejando…Sólo esperaba poder disfrutar más de ella, pues apenas me habían dejado empezar…Él, sin embargo, terminó de quitarse los pantalones, que se había dejado por los tobillos, y se dirigió al sofá, dónde se sentó con las piernas abiertas en un gesto de invitación.

-Ve-me indicó mi madre.

Yo me levanté y fui hacia Armando, arrodillándome y entrando entre sus piernas como había hecho él antes. Él me observó pausadamente mientras me acomodaba y me dirigía a su erecta espada. Apoyé mis antebrazos en sus muslos y acaricié su duro miembro, que agarré con mis manos…Se sentía duro y palpitante. No tenía ganas ni necesidad de esperar, por lo que lo enfoqué hacia mí…

Sin más comencé lamerlo. Al principio me centré en la cabecita como lo había visto hacer a él, gustando de su delicioso glande, mientras mis manos le masturbaban. Por un momento me había preguntado qué haría si realmente no me gustara chupara una polla, pero lo cierto es que descubrí que no había hecho nada más excitante y delicioso en mi vida. Empecé a descender, recorriendo el ancho tronco que no era totalmente liso sino que lo cruzaba una gruesa y mercada vena por su superficie, y después subí otra vez sin despegarme ni un milímetro de mi caramelo. Finalmente y sin dejar de masturbarle me centré en sus huevos que chupe primero por encima y que después intenté introducirme en la boca, aunque eran demasiado gordos…Él gimió levemente y me acarició el cabello mientras seguía con lo mío…Podía sentir los ojos de mi madre fijos en mi boca, contemplando como introducía uno de sus testículos en ella y lo bañaba en saliva.

Sus manos me agarraron poco después y el asumió el control, haciendo bajar y subir mi cabeza a su antojo, cogiéndome así la boca mientras su polla se hundía y salía con cada vez mayor rapidez. Me deje hacer por completo lo que quiso mientras me llevó cada vez más rápido. Apenas podía recorrer su miembro con mi lengua al ritmo de sus embestidas, pero fue suficiente para hacerle gemir levemente de placer.

-Sí, sí…-musitó más para sí que para mí-No te está saliendo mal para ser tu primera vez.

Estuvo un rato más follándome la boca mientras yo me limité a saborear su dura verga todo lo que podía. No me cansaba para nada y pensé que podría seguir así incluso horas…Pero también me dije a mí mismo que, más tarde o más temprano, tendría que correrse…El morbo de imaginar por anticipado qué sentiría cuando eyaculara sobre mi lengua, cómo sabría su leche…Cada vez estuve más impaciente para experimentar ese sensación. Él, sin embargo, aunque gemía suavemente, no parecía pronto a terminar.

Y yo hubiera querido seguir y seguir hasta que él terminará…Sentí mi polla reaccionando ante esta deliciosa fantasía. Pero por más que su cada vez más húmeda verga entraba y salía a placer de mi boca no parecía tener prisas por complacerme. Yo lo hacía lo mejor que podía, jugando con mi lengua sobre su carnoso y sabroso mástil según me horadaba la garganta, pero no obtenía nada. Y no había terminado cuando, dejándome de momento sediento de su semen, me hizo alzar la cabeza del todo… Sonreía de forma viciosa cuando nuestras miradas se cruzaron.

-Bien, Federico-me dijo-Vas a probar algo todavía mejor.

Era evidente a lo que se refería y, aunque imaginaba que la entrada de su grueso mástil no sería indolora, el morbo me empujaba a ello. Armando me acarició las mejillas y sus manos descendieron por mi cuello, mis hombros, hasta mis brazos. Me hizo alzarme y tiró de mí sobre él, que seguía sentado. Quede así sobre él, de rodillas, mis piernas rodeando las suyas y notando ya la punta húmeda de su verga cerca de mis nalgas… Sus manos sujetaron las mías y las colocaron sobre sus hombros antes de dirigirse a mi culito. Mientras su mirada se hundía en la mía se chupó un dedo que luego sentí buscando la entrada al final de mi espalda…

Y entonces lo metió. Su dedo encontró lo que buscaba y al segundo estaba hurgando en mi interior…Al principio entró de forma tímida, muy lentamente y muy poco, pero en seguida se envalentonó y se introdujo en toda su extensión…Alguna vez yo había tanteado de una forma similar pero nunca había hecho nada parecido a lo que él paso a hacer a continuación: comenzó a sacarlo y a volver a meterlo muy rápido al tiempo que lo hacía girar, como dando vueltas, buscando ampliar la oscura puerta. Y al poco lo logró para meter dos y tres dedos. Estuvo un rato así, jugando con sus tres “emisarios” en mi culito…Lo cierto es que había ido tan lenta y pausadamente que en ningún momento había sentido molestia alguna.

No tardó en querer ir a más y lo cierto es que yo lo deseaba. Sus dedos desaparecieron y en su lugar apareció, rozándome desde debajo, su dura verga. Su mano la sujetaba y apuntaba hacia mí. “Adelante”, noté que me instaba con su mirada y yo, igualmente sin pronunciar palabra, accedí. Apoyándome en sus hombros me moví para ir bajando poco a poco. Su polla fue quedando entre mis nalgas y “chocó” contra mi agujerito. Éste estaba abierto, pero no lo suficiente para su mástil.

“Llegó el momento”, pensé. Y seguí el descenso. Sentí el primer punto de dolor intenso cuando su glande logró abrirse paso y tener acceso a mí. ¡Dios! Lo cierto es que no había imaginado que pudiera doler tanto aunque lo había leído en muchos relatos, pero en ese momento ninguna palabra ni descripción parecía hacerle justicia y la idea del placer quedó de pronto muy lejana…Como un taladro al rojo vivo sentí su pene introducirse en mí, que seguía descendiendo y siendo empalado…El placer estaba lejos pero el morbo me hizo continuar mientras sentía como me desvirgaba y me llenaba… ¡Oh! Cerré los ojos para concentrarme en esa sensación…A pesar del dolor sentí como volvía a tener una erección para cuando, tras un lento tormento, me encontré sentado sobre Armando con toda su polla dentro de mi culito.

Me quedé quieto un momento con aquel falo introduciéndose hasta lo más hondo de mis entrañas. Quería quedarme con cada una de las múltiples sensaciones que me llenaban. Según mi culito se acostumbraba el dolor cedía y sí, ese placer tan inimaginable hacía unos dos segundos empezaba a llegar. Me relamí los labios. Era tremendamente morboso. Él me sodomizaba y sentía su cuerpo calido y sudoroso debajo de mí…Yo también tenía calor y el sudor me cubría la frente. Armando había pasado sus manos en mis costados, que acariciaba lentamente. Me había dejado ir a mi paso, sin apresurarme ni llevarme y había contemplado en su rostro el placer que le daba el metérmela. Una de sus manos subió a mi boca y uno de sus dedos apareció en mi boca. Si hubiera pensado fríamente no lo habría hecho, pensando de dónde vendría ese dedo, pero en el calor de la acción no dude en lamerlo y chuparlo como un caramelo…No lo tuve mucho, en seguida su mano fue a mi nuca y me empujó hacía sí para volver a unirnos en un profundo y húmedo beso.

-Que culito más tierno-comentó cuando nos separamos-¿Sigo así, suave, o le tomó con pasión?

Por un momento iba a pensar que responder a esa pregunta cuando me di cuenta de que no me hablaba a mí, si no a mi madre, que seguía con interés creciente la escena. Antes de que pudiera imaginar que diría escuché su voz:

-Dale duro, que sepa lo que vales.

-Muy bien-asintió él.

No tuve tiempo ni de imaginar qué significaría eso. Él me sujeto de las piernas y, sin esfuerzo, se levantó del sofá. Tuve que agarrarme fuertemente a los hombros para no caerme. Me pregunté qué iba a hacer. Armando avanzó un par de pasos sobre la alfombra y descendió lentamente. Me había alzado un tanto en el proceso, pero aún tenía la mitad de su verga dentro de mí cuando finalmente me dejo sobre el suelo.

De repente me encontré tumbado en la alfombra boca arriba. Él cogió mis piernas y las colocó sobre sus hombros mientras colocaba bajo mi culito un cojín que le tendió mi madre. El propósito era evidente. Había decidido no dejarme seguir con mi pausado y lentísimo movimiento e iba a asumir el control total…Como le había dicho mi madre.

De un rápido empujón volvió a introducirme su polla entera en mi culo. El dolor fue mínimo en este momento pero sólo era el primer asalto. Se acomodó sobre mí, su cuerpo sobre el mío y mis piernas rodeándole por la espalda, como si me aferrara a él por no caer. Y en ese instante comenzó las embestidas.

No pude contenerme y gemí de placer. Me la metía hasta las más estrechas profundidades con directas embestidas que me reventaban para luego salir muy lentamente, con su miembro firme embotando mi culito. Al principio fue lento, dejando su polla enterrada su tiempo en mi interior para mi delicia, pero fue acelerando y golpeando con mayor contundencia en sus embestidas… ¡Oh! Tanto como me había dolido los primeros segundos ahora lo estaba disfrutando… El morbo fue a más cuando mi mano derecha tanteo mi propia polla para masturbarme y Armando me detuvo:

-Tu madre tiene las manos libres-comentó, pícaro-Tú dedícate a gozar como yo con tu estrecho caminito.

Y mi madre no hizo oídos sordos y mientras él siguió follándome con fuerza se sentó a nuestro lado y su mano enseguida alcanzó mi miembro, que estaba erecto…No pude dejar de pensar que eso era ir, quizá, demasiado lejos, pero tampoco podía parar en ese momento. Era tarde para cualquier pudor.

Así mi madre me masturbó con rapidez, su mano me la agarraba con dureza aunque no sin delicadeza, mientras Armando me poseía como un semental, cada empuje más fuerte y, de no ser imposible, diría que más profundo, como si quisiera atravesarme, partirme en dos. Estaba llegando a un culmen nuevo de excitación y temí volver a acabar demasiado pronto.

Pero fue Armando quien, apenas unos momentos después, anunció que estaba a punto de terminar. Mi madre rápidamente dispuso, antes de que yo pudiera hablar, que debía correrse sobre mi cara, aunque yo lo hubiera querido directamente en mi boquita. Él se soltó de mis piernas y salió de mí, dejando un triste vacío en mi culito y no tardó en colocarse sobre mi pecho, sus piernas flanqueando mis brazos y la punta de su polla pronto estuvo a unos pocos centímetros por encima de mi boca. Yo me prepare y tuve un último momento de duda, pero no dije nada ni me moví. Apenas podía hacer otra cosa que jadear suavemente, pues mi madre seguía masturbándome mientras no perdía ojo de lo que ocurría.

Y Armando finalmente terminó y eyaculó y vi su semen salir con fuerza de su polla y noté como regaba mi cara. Al poco cerré los ojos, por si acaso, pero no hubo “peligro”: La mayor parte cayó, derramado más que lanzado, sobre mis labios y sobre mi comisura. Cuando abrí los ojos ya estaba quedándose flácido su pene y apenas un gordo pero corto hilillo sobresalía de su glande.

-Ahora tienes que tomártelo todo-me dijo mi madre y, con la mano libre, enfocó la goteante polla de Armando a mi boca. Lo que le restaba de su corrida en ella fue el primer semen que probé. Era muy líquido y blanco…No dulce, pero no supo mal y con el morbo lo tomé como si fuera una deliciosa bebida… Lamí su polla hasta dejarla limpia y luego la leche que los dedos de mi madre arrastraron a mi boca… Fue suficiente morbo como para que yo mismo no aguantara más y llegué a mi segundo orgasmo de la noche…Me corrí con gran placer mientras saboreaba el semen de Armando aún en mi boca y mi nueva venida cubrió la mano de mi madre, que no dudo en lamer mi leche… Si me hubieran gustado las mujeres creo que a partir de ese momento habría tenido una figura más para mis fantasías nocturnas.

Armando se levantó y se acarició el pene flácido mientras yo me arrastraba lo poco que quedaba de su leche a mi boca y mi madre hacía lo propio con el mío…Lo cierto es que había sido el día más morboso de mi vida hasta ese momento y el mejor regalo que recibí jamás (y posiblemente que recibiré). Reposé un momento más, desnudo, con el sabor del semen de Armando en la boca y la mano de mi madre acariciando mi vientre…Me sentía más que bien.

-La verdad, Serena-habló Armando a mi madre-Ojalá lo hubieras traído antes. 

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