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Rocío, ¿la criada? (5. Los Preparativos)

en Dominación

5. Los Preparativos

Lo cierto es que aquella mañana y de repente empecé a preocuparme. Fue después de despertarme, de desayunar, de que mi madre se fuera al trabajo, cuando fui a mi cuarto tras darme una rápida ducha y me fui a vestir con mi uniforme de doncella…

Ayer había estado demasiado excitado primero y demasiado cansado después para pensar realmente con claridad, pero en ese momento, mientras me ajustaba las medias y el liguero, lo recordé todo con nitidez. Las cosas estaban yendo muy lejos y muy deprisa… Al fin y al cabo no habían terminado de pasar tres días desde el primer momento en que mi Ama me convirtió en su esclavo. Pero lo que realmente me preocupaba, casi podría decir que me asustaba, no eran los hechos, sino mi reacción hacia ellos…

Con un hombre. Lo había hecho o, como sería más correcto expresarlo, había dejado que un hombre me lo hiciera… Que me follara. Mi conciencia, o tal vez debería decir, mi sentido de la masculinidad podía consolarse pensando en que lo había hecho por obligación. Mi Ama tenía esos videos que podían perjudicarme, yo estaba en el deber de hacer lo que me dijera… Sencillamente eso. Pero no, no era así, no era tan sencillo ni tampoco era lo que me hacía estar nervioso…

La cuestión es que había disfrutado haciéndolo… Desde la primera vez que mi Ama me sometió,…, luego aquella experiencia con Clara,…, ayer con mi Ama poseyéndome sobre la cama de mi madre y, finalmente,…, con un hombre. Me veía perfectamente, chupando aquella polla, siendo penetrado, corriéndome contra la pared, tragándome, al final, su corrida…

Que mi pene reaccionará al recordarle cogiéndome y casi me relamiera los labios al pensar en el tacto y sabor de su polla llenándome la boca y en su leche bajando por mi garganta fue otro motivo de preocupación…

Pero todavía había algo más… Lo que de verdad empezaba a inquietarme. Porque, pensándolo bien y con tranquilidad, sabía que no había ningún problema en aceptar todo lo anterior. De la mano de mi Ama había aprendido a apreciar y a gozar siendo pasivo, e incluso a hacerlo con un hombre… Eso solamente me convertía en bisexual. Y aunque siempre me había tenido por un hetero completo, tampoco debía ser un gran cambio y menos dramático el descubrir mi bisexualidad. Podría haberlo considerado incluso una mejoría.

Y lo que quedaba era el tema de la ropa. Bueno, ya era algo más que eso… Primero había sido el morbo de ponerme las bragas de mi Ama, luego las braguitas que me compró y el traje de doncella, ayer el de colegiala… Y como cierre, la fantasía de aquel pervertido y su obstinación en llamarme “Silvia”. Todo eso perturbaba a “mi hombría”, por expresarlo de forma sencilla. Mi Ama me había asegurado que sus planes no pasaban por transformarme en chica, pero eso no terminaba de tranquilizarme.

Y eso es porque era yo el que me estaba perdiendo… Era yo el que se había sorprendido corriendo nada más irse mi madre para vestirse, a pesar de que hoy se había ido muy temprano y podría haberme esperado, era yo el que se encontraba cada vez más cómodo vestido de mujer, el que había estado diez minutos ante el cajón de mis nuevas prendas íntimas para decidir cuáles me gustaban más para ponérmelas, el que de hecho, ya pensaba en aquellas prendas como sus “nuevas prendas”,…, y lo de “Silvia” al final me había gustado más de lo que yo mismo quería y podía aceptar.

Y cuando todo eso fue brotando, hirviendo en mi cabeza… Temí que, fuera o no lo que mi Ama planeara, era un hecho que estaba siendo demasiado femenino. Y el problema es que cada vez me encontraba más a gusto con ello. Y no quería. ¿No quería? Bueno, realmente eso es lo que mi consciencia parecía decirme. No había hecho nunca nada así hasta que mi Ama me obligó… Claro que ella no pudo ni podría haberme obligado a disfrutarlo cada vez más como lo estaba haciendo…

Intente olvidar esos pensamientos pensando en las tareas de la casa. Fui recorriendo mentalmente cada habitación, recordando las “lección” del martes y mis errores de ayer. Estaba decidido a hacerlo lo mejor posible para contentar a mi Ama.

Ésta finalmente llegó, como era su costumbre, puntual. El reloj del salón marcaba con sus agujas las ocho en punto de la mañana cuando oí llamar a la puerta. Rápidamente, ya acostumbrado a los tacones, fui a abrir. Por precaución, sobra decir que constaté que fuera ella antes.

-Bienvenida, mi Ama-la salude, como ya era casi protocolario.

-Saludos, esclavo-me respondió ella, entrando. Yo cerré la puerta detrás de ella-Ve preparándome el desayuno-ordenó-Hoy quiero un café y un par de tostadas con mantequilla.

-Sí, mi Ama.

Me puse a ello en el acto. Lo cierto es que casi agradecía poder hacer cosas de inmediato. No quería volver a caer en los pensamientos que hacía un rato me habían atormentado. Lo hice lo más rápido que pude y se lo lleve, sirviéndolo sobre una bandeja.

Ella había vuelto a sentarse en el sillón de mi madre. Yo dejé la bandeja en la mesa, frente a ella, y me quedé de pie a su lado, como ayer recordaba haber tenido que hacer en la comida, por si quería encargarme o mandarme a por algo.

-Hoy va a ser un día largo-dijo ella, cogiendo el café y antes de darle un primer sorbo-Los dos vamos a tener cosas que hacer.

-Sí, mi Ama.

-Ahora, cuando terminé mi desayuno, podrás ponerte a trabajar en la limpieza general, pero hoy vas a dejar sin tocar la habitación de tu madre.

-Sí, mi Ama-asentí. No entendía por qué, pero no iba a preguntar y, lo cierto, es que de entrada era menos trabajo y eso era bueno, pensé.

-Para esta noche tengo un plan importante y quiero hacer algunos  preparativos en ella. Te anuncio que va a venir un amigo mío, digamos que una especie de mezcla entre obrero y técnico, que estará un rato trabajando allí… Lo dejará todo bastante sucio, pero no tienes que preocuparte. Yo me encargaré de limpiarlo. Ayer hiciste un buen trabajo en general, pero de ese modo podré revisar que todo haya quedado como yo quiero.

-Sí, mi Ama.

-¿Sabes si tu madre saldrá hoy?

-No puedo afirmarlo, mi Ama, pero es probable. Todos los jueves y viernes suele salir, mi Ama.

-Bien.

¿Obras en la habitación de mi madre? Me pregunta además si mi madre va a salir… Eso y recordando lo que ayer había pasado al sacar el tema… ¿Tenía algo que ver el plan de mi Ama con mi madre? ¿Qué podía desear mi Ama de mi madre? En cualquier caso, aunque todas esas y más dudas llenaban mi mente, no me atreví a preguntar.

-Esta noche será especial-dijo de repente, tras haber dado algunos mordiscos a una de las tostadas-Pero ya te iré informando según lo necesites.

-Sí, mi Ama.

-Por cierto. Cuando llegué mi amigo yo me iré. Tengo algunas cosas que hacer fuera. Para entonces ya deberías haber terminado de limpiar y yo haber pasado revista a tu trabajo.

-Sí, mi Ama.

Ella siguió entonces desayunando, terminándose las dos tostadas y bebiéndose el resto del café.

-Muy bien, esclavito-dijo, cogiendo el mando para encender la televisión-Ponte a trabajar.

Aún con una habitación menos para limpiar, el trabajo me pareció igual de duro que ayer, aunque tardé menos, solamente poco más de dos horas. Claro que, me repetí, era una habitación menos. Y mientras estuve trabajando no pude dejar de pensar en qué estaría planeando mi Ama, qué tendría pensado para mi madre,…, y, sobre todo, en quién y cómo sería el amigo con el que me iba a dejar sólo… ¿Sería otro pervertido como el de ayer?... Lo cierto es que, imaginando, me había excitado… Pensaba en otro tipo como el de ayer: un gordo asqueroso y sudoroso, lo imaginaba como había visto alguna vez en las obras al ir por la calle,…, le veía quitándose la camiseta, mojada de sudor como si se hubiera duchado con ella, enseñando michelines,…, se acercaba a mí, bajándose la cremallera del pantalón y sacando una todavía blanda pero ya morcillona polla, gorda, muy gorda y sabrosa…Poniéndola en mi limpia boquita y diciéndome que la chupe… Y me veía a mí, comiéndosela con afán mientras sus sucias manos, de haber estado trabajando, me cogían del pelo y me tiraban para hacerme ir más rápido… Y luego cogiéndome, follándome también, de forma más salvaje que el de ayer… Lo imaginé una y otra vez, intentando hacerlo en mi mente cada vez más guarro, cada vez morboso… ¡Dios! Que caliente estaba… Sí que era toda una putita, una gatita sedienta de leche… Al oír eso detuve mis pensamientos. En realidad esas palabras no significaban nada, me dije,…, pero bueno, era mejor concentrarse en el trabajo.

Cuando terminé por fin y fui al salón a comunicárselo a mi Ama ella no estaba allí. La encontré en la habitación de mi madre, parecía estar pensando o calculando algo de cabeza.

-¿Has terminado con la limpieza?-me preguntó cuando entré.

-Sí, mi Ama.

-Bien. Ahora iré a comprobar tu trabajo. ¿Recordaste los errores que cometiste ayer?

-Sí, mi Ama.

Ella asintió, y siguió un rato en silencio. No sabía que estaba planeando, pero debía tener relación con lo que quería que su amigo hiciese allí. Mirando el reloj que reposaba en la mesita junto a la cama de mi madre vi que eran las once y cuarto, poco más. ¿A qué hora vendría aquel hombre? Y, ahora que lo pensaba…

-Mi Ama,…, ¿puedo hacer una pregunta?

-Adelante.

-Cuando llegué…-no sabía bien como referirme a él-El técnico,…, ¿debo seguir con esta ropa?

-Veo que sigue preocupándote tu masculinidad.

Lo cierto es que era así, pero no era por eso, al menos no completamente, por lo que le había hecho la pregunta.

-En cuanto a tu otro motivo para preguntarme, lo cierto es que él ya ha tenido oportunidad de conocer a algunos de mis esclavos. No se va a sorprender ni a escandalizar. Así que sí, estás trabajando y llevarás tu uniforme.

-Sí, mi Ama.

-Imagino que le habrás dado muchas vueltas a lo de ayer.

-Un poco, mi Ama.

-Sigues siendo muy predecible en eso-afirmó-Deberías quitarte esas tonterías y dejar de preocuparte.

-Sí, mi Ama.

-No te calentaste la cabeza ayer cuando se la comías a Manuel, ¿verdad?

-No, mi Ama.

-Disfrutando no tenías tiempo para tonterías, ¿eh?

-No, mi Ama.

-Pues eso.

-Sí, mi Ama.

-Y tengo un video más sobre tus proezas, ¿qué te parece?

Yo, no sé como pude, le contesté:

-Pues, mi Ama, con sinceridad lo que me parece es que yo también querría una copia.

-¡Ah!, ¿sí? ¿Te gustaría verla?

-Sí, mi Ama.

-Estuviste muy bien…, sí. Pero, ¿opinaría lo mismo tu madre?

-No lo sé, mi Ama.

-Te corriste casi sin tocarte, ¿eh?

-Sí, mi Ama.

Ella se acercó a mí y, casi abrazándome, sus manos, pasando bajo mis faldas, me agarraron las nalgas, apretando mi culito. 

-Me gustó mucho, te estás haciendo muy putita…

-Lo sé, mi Ama.

Sus manos subieron, pasando sobre mi vestido y se detuvieron en mi gargantilla, acariciando mi cuello.

-Debes afeitarte mejor-me dijo entonces-De hecho, ¿sabes qué? Debería depilarte enterito.

-¿Depilarme, mi Ama?

-No digas nada-me corto-Ya lo he decidido.

No me hizo gracia la idea. Pero tampoco tenía voto si mi Ama ya estaba convencida.

-Sí. Esta semana, no se me olvidará.

Entonces sus manos, puestas ahora sobra mis hombros, me empujaron, haciéndome agachar hasta que quedé,…, poco por debajo de su entrepierna. No necesitaba preguntar para saber que quería, y ella tampoco dijo nada. Se limitó a subirse el vestido.

Con suavidad pero rápidamente le baje las braguitas, dejando a la vista su magnífica conchita. Tenía ganas de volver a comérmela… Y también de poseerla, pero a estas alturas sabía que era poco probable que mi Ama algún día me la ofreciera.

No me detuve en eso y me concentré en lo que sí podía. Me acerqué y comencé a besar su vulva, ya hinchadita y caliente. Volví a saborear otra vez con mis labios sus pliegues, entre los cuales ya había floreciente humedad. Mi lengua buscó recorrer toda su abertura, desde los bordes hasta el profundo interior.

-Así me gusta, putita,…, sigue…-dijo ella, comenzando a gemir.

No necesitaba que me lo dijera, desde luego, pero me encantaba que me dijera cosas. Seguí con mi tarea, recorriendo, lamiendo, buscando catar hasta el último matiz de sabor de aquella abertura, de aquellos carnosos pliegues,…, dirigiéndome después al monte de Venus, al que succione como un bebé haría con su biberón.

-Dime, putita-volvió a hablar-¿Sabrías hacérselo a tu mami así? Imagina que es a tu mami, que soy tu mami y quiero que beses y me hagas gozar en el sitio por el que te eché hace ya tiempo al mundo.

Sus palabras terminaron de ponerme a mil… El morbo y nuestras palabras de ayer hacían que todo los prejuicios que hubiera podido tener antes contra el incesto hubieran desaparecido y me encintré, de repente, imaginando realmente que me estaba comiendo el chochito de mi madre… Era excitante.

Me volqué en hacerlo todavía mejor, moviendo más rápidamente la lengua e intentando ser ingenioso a la hora de jugar con ella. Luego, acerqué mis dedos y comencé a acariciarle sin dejar de chupar. Ella se estremecía, temblando sobre sus piernas, apretando mi cabeza contra su entrepierna…

-Así, así… Cómemelo, cómele el conejito a tu mami… Sí, bebé… Como me haces gozar…

Me encantaba como se había metido en el papel y yo realmente veía a mi madre, abierta de piernas ante mí… Una parte de mi consciencia me decía que no estaba bien, pero era una minoría que mayormente era acallada por la gran excitación y el morbo que sentía.

-De aquí saliste, a aquí tenías que volver tarde o temprano-siguió diciendo entre jadeos-Mi bebé, sí,…, quiero que me comas todo mi coño, que te nutras de mis jugos…

Entonces le empecé a introducir un dedo. Poco a poco. Y luego fueron dos… Estaba realmente húmeda y entraban con facilidad. Se notaba el interior carnoso y calentito… Era estupendo. Al poco le estaba metiendo tres e incluso arriesgué y le metí cuatro. Pensé en llenarla con todo mi mano, pero no estaba seguro…

Pero decidí que merecía la pena intentarlo. Puse los dedos todo lo juntos que pude y como consideré mejor y, poniéndolo sobre su coñito, apreté. Fue muy morboso ver mis dedos, mi mano, sumergirse en el interior de mi Ama hasta casi la muñeca.

-Así, cariño-seguía, ya casi gritando-Vuelve, vuelve a meterte en mi, vuelve a mi vientre, pequeña…

Ese “pequeña” me desconcertó un momento, pero lo deje pasar y seguí con la mano en su interior, moviendo los dedos, sintiendo abrirse sus entrañas para dejarme acceso… Al tiempo, me lamí tres dedos y los dirigí a su culito. Pensé que a lo mejor me detendría, pero me dejo hacer y al poco tiempo otros tres dedos exploraban su ano mientras mi mano penetraba en su almejita….

-Vas a hacer terminar a tu mami-gritó más que dijo-¡Sí!

Y entonces sentí en mi mano las contracciones de su interior y los jugos brotar de ella como si fuera una fuente. Yo, claro, limpie mi mano, lamiéndola y luego tomándome los jugos de su coñito… Ella me sonrió desde lo alto y me acarició el cabello:

-Tu mami estaría muy satisfecha-afirmó.

Yo ya estaba totalmente empalmado, pero justo cuando pensé que me compensaría de alguna forma, entonces llamaron a la puerta.

Sergio, que es como se llamaba el amigo de mi Ama, resultó ser muy diferente de cómo lo había imaginado. No tenía nada que ver con el tal Manuel…

Rubio, cabellos rizados, ojos verdes, perfecto rostro, cuerpo que se notaba atlético y bien formado por debajo de su camiseta de “Los Simpson” y de su pantalón corto. En una palabra: apolíneo, era un Apolo de rubios cabellos cien por cien. No parecía mucho más mayor que yo. Probablemente no superaría los veinticinco.

Cuando le había abierto la puerta él me había sonreído y me saludado con total normalidad. Mi Ama había ido con él a la habitación de mi madre y debió explicarle lo que quería que hiciese o lo que había estado pensando, no sé. No pude estar presente.

Y luego mi Ama se fue, dejándome solo con él. Estaba algo nervioso, era cierto, por haberme quedado con un desconocido en casa… La idea, repentinamente surgida en mi mente, de que mi madre volviera de improviso por cualquier cosa y nos sorprendiera, a mi vestido de doncella y con un tío desconocido en casa… Me hizo estremecerme…

Yo estaba en el salón, sentado en el suelo y viendo la televisión. No tenía nada que hacer, puesto que mi Ama no me había asignado ninguna tarea en su ausencia. Sergio se había encerrado en el dormitorio de mi madre después de llevar no sé cuantas canastas, cajas y un maletín de herramientas. No sé que estaba haciendo, pero oí el sonido de un taladro y varios más que no terminaba de identificar… De todas formas, intente no hacerle mucho caso…

Hasta que, después de un prolongado silencio, escuché la puerta y él salió al salón. Me levanté por si quería algo y me quede sin palabras… Se había quitado la camiseta, mostrando un pectoral y un cuerpo en general de película… Ya antes me había llamado la atención pero es que… No sé que me pasaba. Nunca antes había mirado a otro chico así… Al verme, él me volvió a sonreír de una forma que me casi me hace estremecerme.

-¿Puedo ofrecerte algo?-pregunté, más que nada para pensar en otra cosa.

-Agradecería un vaso de agua mineral si tenéis-respondió.

-Claro-dije yendo a la cocina para servírselo.

Cuando volví el se había sentado en el sofá y veía la tele. Yo le tendí el vaso y el casi se lo bebió de un trago.

-Parece que tenías sed-comenté-¿Qué tal el trabajo?

-Por suerte ya está casi acabado.

-Ah, bien-asentí. Él terminó de beberse el agua y dejo el vaso sobre la mesa.

Yo me iba a volver a sentar en el suelo cuando él habló:

-¿Vas a sentarte en el suelo?

-Sí.

-Mejor ponte aquí, ¿no?-me dijo, dando unas palmaditas en el sofá a su lado.

Yo dudé…

-Ah. ¿Tu ama te lo tiene prohibido o algo? Pues si hace falta dile que yo te lo ordené, que te dije que tu ama me había dicho que tenías que obedecerme.

-¿Ha dicho eso?

-No. Pero, ¿me creerías si te lo dijera?

-No sé, pero supongo que si me lo hubieras dicho no me hubiera arriesgado.

-Pues haremos como que te lo he dicho-concluyó-Ven, siéntate a mi vera.

Yo no sabía de qué iba esto, pero no tenía razones para negarme, así que le hice caso y me senté junto a él.

-¿Sabes qué estoy haciendo?-me preguntó de repente.

-La verdad es que no-contesté.

-¿Y querrías que te lo dijera?

Yo no dudé. A mi Ama no le gustaría… Y lo cierto es que no tenía real interés… Ya lo descubriría.

-No, gracias-dije.

-¡Vaya!-comentó-Eres una esclavita muy leal y obediente.

-¿Perdona?-esa “a” me había hecho saltar-Esclavito-le corregí-Un esclavito leal y obediente.

-Ah-se limitó a decir, riendo-Y yo que te había tomado por una linda criada.

-Ah-dije entonces-Que estás de broma-respondí también, buscando no molestarme.

-Para nada-dijo, sin embargo él-A mi me pareces guapetona, aunque no estés muy arreglada.

Yo miré hacia otro lado. Pero no sólo porque me seguía molestando que me hablara como si fuera una chica, sino también para ocultar que estaba algo sonrojado. No me esperaba esto.

-No me hace gracia-me limité a decir-No soy una chica, esto es sólo un capricho de mi Ama.

-Ahora tu ama no está.

-Pero podría volver en cualquier momento.

-Sí. Bueno-asintió-Pero a mí me da igual, ¿sabes?-le miré, no sabía por qué decía eso-Tengo mucho calor y me voy a quitar también los pantalones.

Tal como dijo, así lo hizo. Se levantó y se los bajo, quitándose también las sandalias que llevaba. Quedó únicamente en calzoncillos y se sentó de nuevo, en realidad más tumbado que sentado. No pude dejar de mirar… Su pene quedaba marcado claramente contra la tela… Él se dio cuenta.

-¿Qué miras? ¿Te gustan las pollas?

Yo volví a mirar hacia otro lado pero en esta ocasión él me agarro del brazo y, tirando, me hizo volver de nuevo la vista.

-¿Es que tienes vergüenza, niña?

-Suéltame-le pedí.

-De acuerdo-me soltó-Pero responde a la pregunta.

-Sí me da un poco de corte, la verdad.

-A esa pregunta no-dijo riendo suavemente-A la primera es a la que quiero que respondas, quiero saber si te gustan las pollas.

-No-respondí. No me terminaban de gustar sus maneras.

-Sí, claro. No te gustan, por eso te has quedado mirándome el calzón y la marca que me hace el miembro-dijo sobándoselo descaradamente-Pero no te voy a negar el placer de verlo mejor.

Dicho esto, no dudo en bajarse y quitarse también los calzoncillos. Ahora si que me quede de piedra. No estaba erecta, pero ya era casi como la mía, estando claramente flácida. En firme debía ser inmensa. Nunca me había imaginado que hubiera cosas tan grandes en la vida real…

-¿Qué te parece? Y no esta todavía en marcha-dijo agitándola.

Yo, olvidado de vergüenzas o masculinidades, sólo podía mirar aquella gran cosa… Pensé que sería fantástico verlo en todo su esplendor… Y hacer algo más que verlo también.

-Bueno, di algo, ¿no?-insistió.

-Es muy grande-apenas pude musitar.

-Ya te digo, y ya verás-empezó a masturbarse, y su polla a reaccionar, endureciéndose…-Venga, guapa, ¿por qué no lo intentas tú?

-¿Yo?

Él, sin responder me cogió la mano izquierda y, tirando de mí para que me acercara lo máximo posible, la llevo a su pene. Yo, aunque me daba un poco de corte, no me pude negar a la oportunidad de tocar esa barra de carne que tanto empezaba a llamarme.

Ya empezaba a estar dura cuando mis dedos la rodearon. Cuando pareció que terminaba de ponerse erecta, constate que era mucho más gorda y grande que la mía y que la de Manuel. Pensé que casi necesitaría las dos manos para masturbarse…

Comencé a hacerlo, bajando y subiendo la piel de aquel verdadero trono.

-Así, así, gatita-comentó.

A mi seguía sentándome un poco mal ese femenino, a pesar de que a una parte de mí le gustaba… Pero en cualquier caso, el morbo mandaba, el morbo y el deseo que había inflamado en mí aquella cosa enorme que tenía Sergio entre las piernas.

Para tener mejor acceso me coloque ante él, arrodillado en el suelo de cara al sofá. Él se abrió bien de piernas para que pudiera situarme mejor. Así pude llevar mis dos manos a su caliente verga y comenzar, suavemente pero con fuerza a pajearle.

-¿Qué te parece ahora?

-Es inmensa-musité, sin dejar de movérsela. Los líquidos preseminales empezaban a hacer brillar su desnudo, rosáceo y enorme glande

-¿Te gusta, eh?

-Mucho.

-Amiga, no te cortes-me instó-Deja el mero juego de manos y usa esa boquita tan rica. Yo lo deseo y tú lo deseas. Dejemos de fingir. Quítate los prejuicios que puedas conservar y chúpamela.

-Sí-asentí.

Me acerqué y abrí la boca todo lo que pude para introducírmela… Noté el glande entrar y, tras él, casi la mitad de su largo mástil… Pero no cabía más. Era demasiado grande para que me la metiera toda de una vez…

Así que desistí y me centré en la cabecita, lamiendo el inmenso glande y, a veces, recorriendo esa gran palanca de carne con la lengua, hasta los huevos, también extraordinariamente gordos.

-Muy bien, gatita-me dijo, acariciándome el cabello-¡Oh, gatita!

Lo cierto es que estaba disfrutando más de lo que nunca habría imaginado que lo haría… ya ayer, al probar la de Manuel, había gozado chupando mi primera polla, pero, tener en esta ocasión ese inmenso y rico pene todo para mí… Me tenía loco. Mi propio pene estaba ya en armas, recordando que mi Ama antes me había dejado con la espada en alto.

Jugaba con la lengua entorno a la cabecita, introduciendo la punta por el agujerito, ávido de tomar las primeras gotitas que empezaban a salir mientras una de mis manos masturbaba, agitando, ese gran falo y la otra acariciaba y masajeaba sus testículos.

-Nada más verte intuí que eras una auténtica putita,…, una putita maravillosa…

Eso me excitó… Lo cierto es que tenía razón… Era una putita… Una putita… Y, en aquel momento, disfrutando con esa pollita en la boca y vestido… o quizá vestida, pensé, aunque me dio cierto escalofrío, de doncella, no lo podía negar. Era una putita golosa y quería que me diera lo que me merecía por ello.

Seguí chupando un buen rato hasta que, de repente, él me atrajo hacia sí, quedando de rodillas sobre él, me agarro la cabeza con las manos, acariciando mis mejillas y, acercándome a su rostro, me besó. Me besó en los labios, abriéndomelos e introduciéndome su lengua…

En ese momento, mucho más que antes, mucho más que en cualquier momento de mi polvo con Manuel, me sentí… Me sentí femenina. Al ser besado, o más bien, al ser besada por aquel hombre me sentí, más que putita, gatita o cualquier otro adjetivo que Manuel u otro pudiera usar… Algo más. Era algo que trascendía del mero morbo que se da en un polvo, era una sensación que me embargaba y llenaba por completo, que iba más allá… Cuando Sergio me besó me sentí… Me sentí una auténtica mujercita… Y me gustó.

Aquel beso duró lo que me parecía una eternidad. Yo me sujeté de sus hombros para no caerme y me dejé hacer por completo mientras su lengua exploraba a voluntad su boca y las manos de él, entrando por debajo de mis faldas, acariciaban, amasaban mis nalgas.

-Ahora que lo pienso, preciosa-me dijo cuando nos separamos por fin-Ni siquiera sé como llamarte.

-Eso de preciosa se lo dirás a todas-le dije, en parte en broma, en perta para que supiera por mi “todas” que ahora aceptaba sus maneras y, también, lo confieso, para pensar en lo del nombre.

-Sólo a las que lo merecen-contestó.

Yo me sonrojé… No estaba acostumbrado y esos piropos no terminaban de hacerme sentir un poco rara…, raro…, Bueno,… así. Él, entonces, volvió a besarme y mientras su lengua jugaba con la mía y dominaba mi boca comencé a sentir la punta de su enorme falo rozando mis braguitas.

-Pero no seas remolona-insistió al volver a salir-Dime tu nombre, nena.

-Bueno… Puedes llamarme…-lo pensé un momento-Silvia-concluí.

-Silvia… Un nombre bonito-afirmó-Como tú, guapa.

Al besarme por tercera vez sentí sus brazos rodearme… Y de repente me encontré alzado del suelo. Rodee su cuello con los brazos mientras el ponía mis piernas entorno a su cintura, para que sujetara mejor.

-¿Cuál es la puerta de tu dormitorio?-me preguntó.

-Por el pasillo, la última a la derecha-contesté.

Él se puso en marcha y me llevó, así, en volandas, hasta mi cuarto, echándome sobre la cama boca arriba. Él se subió encima de mí y volvió a besarme con mayor pasión mientras sus manos acariciaban todo mi cuerpo con desenfrenada lujuria… Después de volver a poseer mi boca y ensalivar mis labios, paso a lamer mi cuello…

-¡Oh, Sergio!-Me sorprendí a mí mismo gimiendo, nombrándole como una auténtica chica a su amante…

-Silvia, mi linda gatita-me dijo-Voy a prepararte.

Él bajó y se coloco entre mis piernas… Yo mismo… o mejor dicho, yo misma me subí las faldas y él deslizó con suavidad mis braguitas por mis piernas hasta retirármelas. Luego se volvió a colocar y, al poco, sentí su lengua recorriendo y explorando el interior de mis nalgas…

Y al tiempo que su lengua buscaba mi agujerito su mano izquierda apareció, rodeando mi pollita, que estaba totalmente dura, comenzando a masturbarla.

Yo comencé a gemir, sentía su mano masajeando mi pollita suave pero rápidamente y su lengua ya presionaba para entrar en mi ano. En ese momento no pude dejar de preocuparme… Si el consolador de Clara me había hecho estremecerme de dolor al inaugurarme, si el vibrador de mi Ama lo había vuelto a hacer al día siguiente y si la polla de Manuel había hecho otro tanto,…, ¿qué no sentiría ante aquella cosa tan,…, tan enorme?

Entonces noté un dedo empezar a explorar mi culito… y luego fueron dos y tres. Mi culito, acostumbrado ya a tragar, se fue abriendo ante sus avances según iba metiéndomelos. Él, para mi sorpresa, mientras con una mano exploraba mi recto, con la otra dirigió mi pollita a su boca, empezando a chuparla y lamerla…

¡Oh! Sentía su lengüita rodeando la cabecita de mi pene y luego bajar, recorriendo mi pequeña batuta. Me estremecía de placer… ¡cómo me la chupaba! Noté qué se la metió por completo en la boca mientras su mano masajeo mis testículos… Estaba gozando, pero en ese momento yo quería otra cosa:

-Sergio, termina con esos preliminares y métemela ya-le pedí, casi suplicante… El tamaño realmente me preocupaba, pero el deseo de que me follara era ya insoportable…

-Así que la quieres toda dentro de ti… Toda mi pollita… ¿Eh?

-¿Tu pollita?-me burlé-Quiero que me partas en dos con ese mascarón de proa que llevas entra las piernas…

-Así será, Silvia-asintió.

Se volvió a colocar sobre mí… Yo no sabía si en esa posición se podría, pero no dije nada. Le permití hacer… Me abrí de piernas todo lo que pude… Él estaba sobre mí, apoyado en su brazo izquierdo mientras con el derecho guiaba la punta de su gran polla. Fue pasando sobre mí y… De repente lo noté.

Ese gordo glande que había gozado de tenerlo en mi boquita apareció entre mis nalgas. Sólo notarlo abrirlas, camino de mi agujerito, me hizo estremecerme… Pensé en decirle que mejor ni lo intentará… Supe en ese momento que me haría ver las estrellas. Pero únicamente dije:

-Sergio, fóllame con cuidado…

-Silvia, tranquila-me dijo-Te voy a hacer muy ricamente el amor.

Oírlo decir eso me termino de encender. Ya quería que siguiera, pasase lo que pasase.

Notaba perfectamente el glande junto a mi ano, mis nalgas abiertas para que ese grueso mástil pudiera sumergirse en mí. Y Sergio empezó a entrar.

Casi lloré de dolor cuando la cabeza, en un supremo esfuerzo, rompió la resistencia de mi agujerito, doblegándolo y entrándome con fiereza… Me sentía como si me estuvieran intentando abrir realmente en dos,…, casi podía notar como si me estuviera desgarrando… Unas pocas lágrimas empaparon mis mejillas.

Él estaba sobre mí, apoyándose sobre las manos, a ambos lados de mi cuerpo. Con una de ellas me acarició la húmeda mejilla.

-Tranquila, bebita-dijo-Pronto todo este dolor va a pasar. Ya lo verás.

Pero lo siguiente que vi o, mejor dicho, sentí, fue como, poco a poco, centímetro a centímetro, esa inmensa mole fue sumergiéndose en mi cuerpo, taladrando mis entrañas, abriéndome por completo… Me estaba empalando por completo… Me sentí casi morir del tremendo dolor de sentir aquella verga entrar por mi estrecha entradita…

Apreté los dientes y cerré los ojos, hacía todo lo posible por aguantar pero,…, la tenía tan grande… Cuando ya creí que no podía soportar más palpe con cuidado y me sorprendí viendo que en realidad me había metido apenas un poco más de la mitad.

-No creo que puedas seguir más-le dije, conteniendo los gemidos de dolor que mi cuerpo me quería arrancar.

-Pues yo creo que te la puedo meter entera, gatita-respondió él tan tranquilo.

Y así como había dicho, siguió empujando, cada vez más fuerte… Notaba su verga avanzar, llegando a un punto en que nunca nadie había estado, penetrándome más profundo que nunca nadie… Yo ya no pude aguantar y mi boca empezó a lanzar los quejidos mis ensartadas entrañas… Él sólo respondió a mi expresión de dolor acelerando la clavada. Y entonces, cuando creí que ya me desmayaría, escuche su voz a través del dolor.

-Ya. Ya la tienes toda dentro, pequeña. ¿No es lo que querías?

Mi visión estuvo nublada durante unos segundos, pero su rostro estaba sobre el mío. Iba a decir algo cuando me lo impidió, besándome y volviéndome después a lamer las mejillas y el cuello.

Mientras, mi recto, que sentía totalmente lleno, plenamente invadido y poseído, conquistado por su enorme miembro, se iba abriendo y adaptando a éste. Y lo hizo más rápido de lo que lo había pensando posible,…, no sé cuando fue, pero el dolor se fue aliviando y, mientras él seguía besando y lamiendo mi cuello, la sensación de terrible desgarre fue sucedida por una de plenitud completa.

Empecé a gemir, ahora de placer y él no dejo de percibirlo…

-¿Ves, Silvia? Ahora te llegó el momento de disfrutar, pequeña.

Entonces, aquella cosa empezó a desplazarse en mi interior. Lo notaba enorme, sentía hasta cada milímetro de aquella gruesa verga salir y entrar, rozándose contra mi interior, presionando cada centímetro de mi ser para que se sometiera a su paso…

-¿Te gusta, gatita?-me pregunto.

-¡Sí! ¡Sigue!-le pedí-¡Sigue, por favor!

-Claro que sí, Silvia, voy a hacerte el amor al máximo.

Comenzó a acelerar y a tener un ritmo de duras embestidas en las que salía lentamente, haciéndome bien notar su polla saliendo de mí y luego entraba de un golpe, clavándome su glande en lo más hondo de mí cuerpo.

¡Oh! Como lo estaba disfrutando… Mi pene temblaba ante sus embestidas, sentí mi culo llenó, mandándome millares de señales de placer que colapsaban mi cabeza, llevándome a una cumbre de placer como nunca la había conocido… Sólo podía pensar en esa polla que me estaba llevando al séptimo cielo y desear que me follara más, más y más rápido.

-¡Oh!, ¡sigue, sigue! ¡Más, más rápido! ¡Oh, Sergio! ¡Fóllame!

Y, de repente, noté como me hacía rodear su cintura con mis piernas y en un momento me volvió a alzar. Quedó él de pie y yo agarrado a él, rodeándole con mis brazos sobre sus hombros y con mis piernas por su torso. Mi culo, totalmente caído sobre él, tenía su polla enteramente clavada.

Y volvió a besarme y entonces, con él nuevamente estrechando sus labios contra los míos, con su suave y cálida lengua entrando en mi boquita, la mía en la suya, con su cuerpo, sudoroso contra el mío… Él desnudo, yo todavía de doncella… Y su pene hasta lo más hondo de mi cuerpo… Volvió nuevamente con gran intensidad esa sensación, ahora todavía más profunda, de ser una verdadera mujercita. Y me sentía plenamente satisfecha por ello… Sí, satisfecha, pensé, sonriendo mentalmente.

Comenzó a hacerme botar con hábiles gestos. Me notaba salir y volver a caer, clavándome en aquella verga enorme…

-¡Silvia, que gozada es metértela!-me dijo al separar nuestras bocas.

Yo ya no podía ni hablar, sólo gemidos podían salir de mi boca. Estaba totalmente embriagado por el placer. Y después de unos breves minutos de cabalgarle de esa forma note que no podía más… Me llegaba el orgasmo…

-¡Oh, Sergio! ¡Me corro!-le anuncié.

Entonces él rápidamente se sentó en la cama y se tumbo, haciéndome quedar sentado sobre él, levantado. Y mientras yo seguí cabalgándole, metiéndome toda aquella rica verga hasta el fondo de mi culito, él comenzó a masturbarme briosamente…

-¡Venga, Silvia! ¡Dale, preciosa! ¡Vacíate, suéltalo todo!-me dijo.

Yo no pude aguantar más y, con un gran estremecimiento, me corrí…

Mi corrida cayó sobre su vientre mientras yo me deshacía en un placer que me parecía infinito sin dejar de temblar… Los primeros borbotones salieron, espesos y abundantes, hasta casi su pecho, los demás fueron derramándose sobre su mano y sus dedos.

-¡Oh, Sergio!-gemía como una verdadera putita al correrme.

-Así, así-decía él sin dejar de masturbarme hasta que brotaron de mi glande los últimos hilillos…

Me quedé un momento quieto, con su polla todavía metida, clavada hasta el fondo. Él, mientras yo respiraba lentamente, buscando recuperarme de aquél éxtasis de placer en que me había sumergido, fue recogiendo con sus dedos el fruto de mi corrida y se lo fue llevando lentamente a la boca, disgustándolo y tragándolo…

Cuando terminó, me atrajo hacía sí y me besó nuevamente, empezando al tiempo a moverse para seguir follándome. Sentí el sabor de mi néctar en su boca, pero no me importó.

-Yo tampoco aguantaré mucho más-dijo al cabo de un segundo-¿Tienes sed, gatita?

-Estoy sedienta de tu leche-le dije.

-Así me gusta.

Y nada más decir eso, agarrándome por los costados, me hizo rodar y quedamos tumbados en la cama al revés: él encima y yo debajo. Y él entonces me la sacó. Yo sentí un gran vacío en mi culito, tan abierto y lleno y de repente sin nada.

Y se colocó sobre mi pecho, comenzando a masturbarse, pero no tuvo que esperar mucho. Yo alcé la cabeza y contemplé aquel enorme glande nuevamente ante mí, salido después de haber profundizado hasta lo más hondo de mi cuerpo… Y así estaba, mirando esa rosada punta carnosa cuando su agujerito se abrió y el primer chorro de su semen salió despedido.

Su primer borbotón impactó contra una de mis mejillas, y los demás, saliendo con igual fuerza me fueron llenando la cara… Algunos entrando en mi boca abierta y cubriendo mi lengua… Y no paraba. Me asombró la gran cantidad de leche que estaba expulsando, me estaba llenando la cara por completo con su venida… él sólo gemía, sin dejar de eyacular… Y cuándo, al llevarse la mano a la verga, pensé que habría acabado, lo que hizo fue metérmela en la boca y seguir corriéndose.

Ahora su semen caía directamente dentro, y pronto me desbordó, cayendo por mi garganta con toda la velocidad que era capaz de tragar y por mis labios… Pensé que me ahogaría cuando, por fin, la sacó, dejándome la boquita llena de su lefa,…, que degusté poco a poco porque estaba deliciosa… Y cuando hube tomado todo lo que me había dejado, él, con los dedos y con la polla, fue arrastrando hacia mi boca todas las gotas que había esparcido por mis mejillas y por mi cara.

-Toma toda la lechita, gatita-me dijo.

Yo no podía hablar, llena como estaba mi boca de su rica corrida. Y, todavía me metió al final para que se lo dejará limpió por completo, como así hice.

-Ha sido… ¡Dios!... Fantástico-dijo él, tumbándose a mi lado-Como he dicho, Silvia, eres una putita maravillosa.

Y sí que tenía razón, pensé, cansada pero sonriente. Era una putita. 

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