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Ella, Claudia (2. Manos Mágicas)

en Dominación

Capítulo 2. Manos Mágicas.

Si me había sentido extrañamente perturbado por la extraña conversación que había tenido con Claudia la mañana en que coincidimos en el pasillo, lo visto aquel viernes desde la cocina iba a ser aún más incendiario. Realmente no le encontraba sentido a lo que había pasado y las preguntas bullían en mi cerebro sin que lograra dar con ninguna respuesta. ¿Sabía ella que la estaba observando?... ¿Qué se proponía si era así? Ya desde que hablé por primera vez con ella sentí cierta inquietud y había visto bastante para constatar que esa mujer no parecía como las demás que había conocido anteriormente. La acababa de conocer, si es que podía decir que la conocía, pero ya se había adueñado de una parcela de mi mente y no me era posible dejar de pensar en ella... Sobre todo visto lo visto.

Aquella tarde la pasé en la cocina. Hacía como que estudiaba, ya que realmente no podía centrarme en la lectura ni en mis apuntes, esperando a ver si la vecina volvía a aparecer. Si, siendo consciente de mi presencia y de que la veía se exhibía como la vez anterior, sabría que realmente quería algo conmigo. No me atrevía a adivinar el qué querría, pero no me importaría averiguarlo... Pero mi espera fue en vano. No volvió a encenderse la luz de la cocina, ni siquiera para ir a preparase la comida o la cena... Quizá no tenía nada de comer todavía, por lo reciente de la mudanza, y había ido a una cafetería o a un restaurante... Pero es que tampoco fue ni a por un vaso de agua. Estuve toda la tarde y la noche, hasta que tuve que acostarme y pese a la extrañeza que le causó a mi madre el encontrarme con las cosas en la cocina y no en mi habitación.

Me bullía la cabeza de ideas que no sabía si eran razonables o completamente disparatadas: ¿Y si había esperado, cuando me enseñaba sus atributos, que yo le devolviese otro tanto como respuesta? ¿Y si quería verme masturbarme, verme excitado y terminando por su inspiración? ¿Y si lo había esperado en algún momento, envuelta en la oscuridad, deseando verme de forma discreta mientras yo le enseñaba...? Deseché esas ideas. Sabía que yo no me atrevería a nada de eso, por muy excitado que estuviera, al menos sin tener la completa seguridad de que debía hacerlo.

A la mañana siguiente quería encontrarme con ella tanto como el día anterior había querido esquivarla. Normalmente los sábados eran los días que dedicaba completamente al ocio, sobre todo a los videojuegos, pero no aquel. Estuve esperando junto a la puerta, mirando y vigilando el pasillo a través de la mirilla, como una vieja cotilla, en espera de verla aparecer. Quería salir entonces y hacer como que coincidíamos por casualidad. Hasta pensé en llamar directamente a su puerta, pero ninguna de las excusas que se me ocurrían para hacerlo me parecían convincentes... Estaba nervioso e impaciente por mi próximo encuentro con ella. Quizás no pasara nada o quizá pasara de todo... La razón me decía que sería lo primero, pero mi deseo ansiaba lo segundo.

Pero nuevamente estuve esperando en balde,..., hasta la cena. Era tarde, ya había caído la noche, y estaba un poco decaído. Pensaba en Claudia y seguía aún, aunque más cansado, con las mismas preguntas sin respuesta que llevaban atosigándome desde el “espectáculo” del viernes; y mientras comía no sin algo de desgana los macarrones que había preparado mi madre para cenar. Ella y yo no solemos hablar durante la cena,..., ni, bueno, en general, pero aquella vez iba a ser diferente:

-Cariño-me llamó-Te noto distraído y desganado. ¿Estás bien?

-Sí, mamá-respondí.

-A mí me parece que te pasa algo...-siguió diciendo, no obstante y como en cierta forma era previsible-¿Es por alguna chica? ¿Alguna linda jovencita que has conocido en la universidad?

Lo cierto es que, estando equivocada, se había quedado bastante cerca. Pero desde luego no iba a decírselo.

-No he conocido a ninguna chica en la universidad-respondí.

-Entonces, ¿en algún otro sitio?-insistió ella.

-No. No me pasa nada.

-De acuerdo-pareció ceder, dando pasó a un momento de silencio que ella misma volvió a romper-Creo que has conocido a la nueva vecina, Claudia, la del 3º B.

-Sí-respondí-Me he encontrado un par de veces con ella en el pasillo.

-Yo la conocí el jueves por la noche. Ya sabes que me gusta bajar a la cafetería de la esquina a tomar una copa con algunas amigas del trabajo y coincidí con ella. Parece agradable.

-Sí-me limité a responder.

-Y te cuento esto por una cosa-hizo una pausa-Le prometí que el domingo, es decir, mañana, le ayudaríamos a subir unas cajas que le van a traer. Ella dijo que no eran muchas, pero yo insistí en que le podíamos echar una mano. ¿No hay ningún problema, no? Tú de todas formas nunca tienes planes, así que...

-No hay problema-afirmé, como con un fastidio mal disimulado, pero realmente me sonreía por dentro, pensando que quizá mañana podría averiguar algo.

Y con eso mis fantasías ya tenían nuevo material para elucubrar... Me imaginaba en su casa, dejando una caja en su dormitorio, junto a su cama, y a ella viniendo por detrás, buscando con sus manos mi miembro mientras su aliento primero y después su lengua me recorren la oreja, la mejilla,..., me costó dormirme, ansiando ya que llegará el domingo.

Al día siguiente a las siete y medie ya estaba en pie. Normalmente los domingos no solía despertarme pronto, y siempre solía quedarme de todas formas un buen rato en la cama, disfrutando del calor de las sábanas, pero hoy me hubiera sido imposible no levantarme... Mi madre se sorprendió al verme tan madrugador, pero yo me justifiqué diciendo que tenía un trabajo que terminar y que quería ponerme a ello cuanto antes.

Según iban pasando los minutos y observaba con creciente impaciencia el lento arrastre de las agujas sobre la superficie del reloj intenté prepararme mentalmente para lo que fuera a pasar... Pero me costaba pensar cómo hacer tal cosa o qué decir cuando al final lo único que podía fijar con precisión en mi mente era la imagen de las fantásticas tetas de Claudia recorridas por hilos de agua que llegaban hasta un endurecido pezón que pedía a gritos ser atrapado por mis labios...

Finalmente, poco después de las diez, alguien llamó a la puerta de casa. Salí de mi habitación y me asome por la esquina del pasillo mientras mi madre se dirigía desde la cocina a abrir. Debía ser ella, pensé, descartando con disgusto la idea de que pudiera ser cualquier otro... Y en efecto, cuando mi madre abrió allí estaba ella. Llevaba un chándal, como el viernes, puestos el pantalón y la sudadera, aunque ahora completamente limpios. Supuse que se había vestido con ropa cómoda para la tarea de cargar las cajas...Yo también llevaba un chándal. Era lo que me solía poner cuando estaba en casa.

-Buenos días, Susana-saludó Claudia, rompiendo el hilo de mis pensamientos.

-Buenas, Claudia-le respondió mi madre, antes de que las dos, como si fueran amigas de toda la vida, intercambiaron dos besos en las mejillas-¿Vamos ya a eso?

-Sí. Las cajas están en el vestíbulo. Son pocas pero pesadas.

-¡Federico!-me llamó mi madre, que no debía de haberme visto.

Yo esperé unos segundos y salí del pasillo como si viniera de mi habitación, acercándome hasta donde estaban ellas.

-Buenas, Federico-me saludó Claudia.

-Hola-fue mi seca respuesta.

Ella, ni corta ni perezosa, se acercó a mí y me estampó otros dos besos en la mejilla. El tacto de sus labios era suave y su cuello despedía un suave aroma afrutado que llenó por un momento todo mi olfato. Creo que durante un momento me puse rojo, pero por suerte pasó en seguida.

-La verdad es que-empezó a decir Claudia-Que sólo hacen falta dos personas para encargarse de las cajas. Con que baje uno de vosotros es suficiente.

-Ah, mejor-asintió mi madre-Al final te vas a librar-me dijo, mirándome.

-Bueno-intervino rápidamente Claudia, antes de que tuviera siquiera tiempo de pensar en si me alegraba o no por eso-Es mejor que me ayude él. Al fin y al cabo, es el “hombre de la casa”. Además, tengo una recompensa para él si lo hace bien.

-¿Sí?-dijo mi madre con tono de interesada-Pues sí, que te ayude él-concedió.

-Vamos, Federico-me llamó Claudia, saliendo por la puerta y tomando el pasillo, rumbo al ascensor.

-¡Hasta ahora!-dije, despidiéndome de mi madre, que me devolvió el saludo antes de cerrar la puerta a mi salida.

La alcancé en el ascensor justo cuando éste se abría y entramos los dos juntos. Cuando empezamos a bajar yo permanecí en silencio. No sabía que decir y mis dudas acerca de sus objetivos me hacía difícil intentar una insinuación... Esperaba que ella diera el primer paso.

-Quiero volver a agradecerte tu ayuda-dijo ella-Veo que eres tan buen vecino como estudiante.

-Lo intento-me limité a decir.

-Y siempre modesto-dijo, igual que la primera vez-Así me gustan los chicos a mí, humildes... ¿O debería decir los hombres?

-...

-Bueno, de momento no, pero pronto quizá sí-dijo, con un tono que no sabía si era neutro o insinuante. En cualquier caso, no pude preguntarle porque ya llegamos al rellano, que en ese momento estaba vacío. El portero debía estar haciendo alguna cosa en alguno de los apartamentos-Esas son las cajas-me indicó.

Realmente no eran gran cosa. Yo había esperado cuatro o cinco cajas grandes, que hubiera que levantar entre dos, pero lo cierto es que había poco más de veinte, pero relativamente pequeñas, al menos lo bastante para que las llevara una persona.

-Ve subiéndolas y dejándolas en mi puerta-me indicó-Mientras iré a tomar un café.

-¿Te vas?-le pregunté, sorprendido.

-Claro. Lo vas a hacer solito, y si tu madre te pregunta, disimúlalo.

Yo no sabía como tomarme lo que decía... ¿Debía hacer lo que ella me decía o largarme a casa y revelarle a mi madre lo descarado de la vecina? Ella pareció percibir mi debate interno y se acercó a mí:

-Recuerda que tienes una recompensa esperándote.

Lo cierto es que ya no tenía dudas de que planeaba algo y ese algo era sexual... Mis pensamientos sólo podían procesar que haciendo lo que me pedía obtendría sexo. Quizá si lo hubiera pensado mejor habría visto que la cosa no era tan sencilla ni mucho menos tan clara, pero entonces la sangre no me llegaba en suficiente cantidad al cerebro.

-Me pondré a ello-me limité a decir al tiempo que me dirigía hacia una de ellas.

-Así me gusta-asintió ella-Un buen chico-añadió antes de desaparecer por la puerta de la calle.

No sé cuánto tiempo me llevó subir las veintiséis cajas que en total había en el vestíbulo, todas bastante pesadas a pesar de lo que me pareció en un primer momento, aunque no lo suficiente como para que no pudiera levantarlas yo sólo. La tarea se me hizo muy lenta y dura, y ya al estar con la décima sentía el cuerpo completamente acalorado y la frente empapada por el sudor... En un primer momento no entendí porque había dicho que bastaría con que yo la ayudará... Primero pensé que así mi madre no vería que ella se había ido a por un café pero luego quise creer que era para poder “recompensarme” cuando hubiera terminado todas las cajas.

Agradecí que no pasara en todo el tiempo que estuve con las cajas ningún vecino, ni saliendo ni entrando, pero casi hubiera querido ver al portero. Él podría haberme ayudado, pero tampoco apareció. Por otro lado mi madre tampoco salió, o al menos yo no la vi en ningún momento en que fui del ascensor a la puerta de Claudia para ir dejando las cajas, que se fueron acumulando junto a ésta. Lo cierto es que, cuando subí la última caja y me quedé sentado un momento en el pasillo, estaba totalmente agotado, pero hice un esfuerzo en espera de mi recompensa, que esperaba que fuera... “movidita”.

Una vez subidas todas las cajas no supe bien donde debía esperarle, quedándome finalmente en el pasillo, junto a la puerta, para cuidar de sus cosas, y aún tuve que esperar quince o veinte minutos hasta que llegó por el ascensor. Aunque había tenido tiempo para descansar, lo cierto es que la impaciencia podía más que cualquier otra cosa y en cuanto la vi aparecer me puse en pie de inmediato, casi esperando que me invitase sin más dilación a ir a su dormitorio. Ni siquiera me di cuenta de que evidentemente las cajas no podían quedarse en el pasillo.

-Has hecho un buen trabajo-dijo cuando llegó a mi lado-Ahora falta que las metas en mi piso-añadió mientras abría para ello la puerta.

-¿Dónde debo dejarlas?-le pregunté-¿En el salón?

-Sí-respondió-De momento es lo mejor, pero lo más ordenadamente que puedas.

-Claro-asentí.

-Así me gusta, Federico-dijo, sonriendo de una forma particular que yo quise interpretar como promesa de lo que me iba a dar.

Eso implicó otro rato, aunque menor dado que la distancia a recorrer era mucho más pequeña, de arduo trabajo. Lo cierto es que, si ya antes me estaba utilizando, ahora, con ella mirando tranquilamente sentada en el sofá mientras me iba indicando donde dejar cada caja. Y finalmente, cuando cogí la última caja de las que había en el pasillo y la coloqué junto a las demás, cerrando la puerta detrás de mí, casi no pude evitar sonreír, nervioso por lo que yo esperaba recibir. Me quedé de pie, frente a ella, esperando que se decidiera. Ella estuvo un momento como pensativa hasta que me miró y dijo:

-Vaya, Federico, estás casi bañado en sudor-se levantó y se acercó a mí-Deberías quitarte algo o te asarás.

“Ya está” Pensé “Quiere que me desnude para hacerlo”. Pero decidí, con todo, ser cauto y sólo me quite la sudadera, dejándome la camiseta interior y lo demás.

-Estoy acalorado-dije.

-Ve a la cocina y tráenos un par de refrescos de la nevera.

Yo, que lo había dicho con total intención, me vi un poco decepcionado, pero hice lo que me pedía. Entré en la cocina, la misma habitación en que había visto su “show” desde la de mi piso. Estaba oscuro pero se veía lo suficiente para abrir el frigorífico y coger dos latas de Nestea, con las que volví al salón.

-Aquí está-dije, tendiéndoselo.

-Muy bien-asintió ella, abriendo la lata y tomando un sorbo, cosa que yo imité.

-Entonces, ¿hay algo más que hacer?-le pregunté, aunque sabía que podía ser arriesgado. Si me decía que no tendría que irme-¿O me voy ya?

-Bueno-hubo un tenso y torturante momento de silencio en el que yo temí que me mandará a casa-No-casi rechinó de dientes-No te vayas todavía. Aún hay algo que hacer. Y no olvides tu recompensa.

-Ah. Es verdad-respondí como si no hubiera pensado en ella.

Claudia se levantó y dio una vuelta, inspeccionando las cajas por encima.

-Mira-me indicó una de ellas-Ésta llévala a mi dormitorio-me señaló el pasillo-Es la última puerta.

-Voy.

Cogí nuevamente la caja, que por suerte era de las más ligeras, y fui cruzando el pasillo hasta la última puerta. Estaba entreabierta, por lo que sólo tuve que empujar un poco y se abrió.

-Ponla al lado de la cama-oí que me decía desde el salón.

Con el codo le dí al interruptor y la luz me descubrió una pequeña habitación en que sólo había una cama, aunque grande, una mesilla de noche y una ventana con las persianas y las cortinas cerradas. Y algo más. Sobre la cama había unas braguitas negras... Mi vista se fijo en ellas nada más se encendió la luz, pues resaltaban sobre la colcha de color canela que cubría la cama...

Dejé la cama en el suelo, junto a la mesilla y fui como a recogerlas, dudando en el último momento... ¿Las habría dejado allí aposta? Miré a través de la puerta entreabierta y solo vi el pasillo vacío... No tenía mucho tiempo para pensar, debía decidir...

Las cogí. Nunca había tocado ropa interior femenina y el tacto me resultaba desconocido... En un primer momento pensé que estarían limpias, pero luego tuve la sensación de que no, de que las había llevado puestas, y eso me excitó... No sin mirar a mi alrededor antes, me las acerqué a la cara, casi pegándolas a la nariz, y las olfateé. Un olor extraño pero extrañamente excitante me llenó la nariz... Si lo hubiera pensando más, quizás no lo habría hecho pero no era el caso. Me las metí en mi bolsillo... Y justo cuando abrí la puerta ella estaba a mitad del pasillo. Durante un momento me inquieté, pensando que me pillara, pero ella no pareció sospechar.

-¿Has dejado la caja, Federico?

-Sí-asentí.

Ella siguió hasta el dormitorio y echó un vistazo desde la puerta. Yo casi estaba temblando, pero finalmente se volvió hacia mí y dijo:

-Lo has hecho muy bien,..., ¿te encuentras bien?

-Sí, claro.

-Eso es el baño-me señaló una puerta-Creo que lo necesitas.

-Puede-respondí-Pero no quiero molestar, puedo ir al de mi casa.

-Tonterías. Usa este.

-Sí. Gracias.

-No hay de qué.

Entré al baño. Hubiera querido cerrar con pestillo, pero no había. De todas formas me senté en la taza, diciéndome que estaría unos minutos, tiraría de la cadena y saldría... No iba a conseguir lo que en un principio me había motivado y eso me deprimía un poco... Me había entusiasmado tanto imaginándolo... Lo cierto es que estaba muy caliente... Saque las bragas de mi bolsillo y volví a aspirar su particular aroma... El olor del que suponía era el sexo de ella me atraía y excitaba... Pensé que no pasaría nada y me baje los pantalones y los calzoncillos... Mi verga ya estaba erecta y comencé a masturbarme suavemente... ¡Oh! El hecho de estar tocándome con sus bragas y en su baño, con ella en la casa, ahí mismo, al lado, era auténticamente morboso, nunca me había imaginado hacer nada así...

Pero todavía no había comenzado a fantasear realmente cuando ella golpeó suavemente la puerta. Llevado por un repentino pánico ante las perspectivas de ser pillado arrojé la prenda en una cubo que había que debía funcionar de papelera e intenté subir la tapa del baño para sentarme en él al tiempo que me subía la ropa... No había terminado cuando, sin más, ella entró.

-No hace falta que te tapes-me dijo, ahora sí claramente sonriendo. Yo me quedé quieto, medio levantado y medio sentado, la tapa levantada detrás de mí y los pantalones y calzoncillos por las rodillas-No hay nada de lo que avergonzarse. He visto a muchos chicos así, como tú estás ahora.

Yo no sabía que decir, simplemente pensaba que había llegado el momento...

-Siéntate-dijo, cosa que hice-Como no oía nada pensé que no estabas usando el servicio, pero veo que sí estabas ocupado.

-Esto....-realmente estaba mudo.

-Tranquilo. En un chico de tu edad es casi obligatorio. Claro que una mano experimentada lo hace mejor, ¿no te parece?

-Sí-apenas pude murmurar, aunque ya estaba esperando que me dijese de hacerlo...

-¿Quieres que te lo demuestre?

-¡Claro!

-Imaginaba que querrías-asintió-Ven-me hizo un gesto para que me levantará y la siguiera.

Salió del baño y, como sería de esperar, fue hacia el dormitorio. Yo la seguí rápidamente, intentando que mi inexperiencia y mis nervios se notaran demasiado. Estaba seguro de que había llegado el momento. Nos desnudaríamos y haríamos el amor sobre su cama. Cuando entramos en su habitación ella cerró la puerta y, señalándome la cama, me dijo:

-Túmbate boca arriba, nene.

Al margen de la sorpresa por ese “nene”, yo no estaba seguro de para qué quería que lo hiciera. Supuse que porque quería estar ella encima –y al pensarlo la imaginé cabalgándome, con sus pechos moviéndose al compás de su ritmo y de sus gemidos—, o algo así. En cualquier caso, lo hice.

Entonces ella me fue desatando los cordones de los bambos, que luego fue retirando lentamente, como hizo también con mi pantalón y mi ropa interior.... Sólo el morbo de sentir sus manos en mi cuerpo, retirando la ropa, acariciando mi piel, dejándome desnudo de cintura para abajo ante sus ojos... Era bastante para que mi amigo reaccionase erigiéndose en todo su esplendor...

-Muy bien, nene-dijo-Ahora vas a ver lo que pueden hacer unas manos experimentadas.

Yo tragué saliva, nervioso, esperando a ver que hacía... Ella se acercó, parcialmente tumbada sobre la cama. Sus manos volvieron a mi piel. Acariciaron mis pies y luego sentí sus dedos recorriendo mi pierna, desde mi tobillo hasta la ingle, lenta y suavemente. Finalmente sus dedos rodearon suavemente mi miembro, palpitante a la espera de ver lo que iba a hacer... La vi sonreír justo cuando empezó a, lentamente, mover la piel de mi falo...

Su mano era más grande, más cálida y más suave que la mía. Recorría mi pene cogiéndolo con firmeza pero sin llegar a apretar mientras con la otra rodeó mis testículos y comenzó a amasarlos, cogiéndolos en la palma y jugando sobre ellos con los dedos... Mientras hacía todo esto no dejaba de mirarme a los ojos.

Estuvo así un buen rato en el que un suave y dulce placer se extendió por mi cuerpo, como paralizante, mientras yo cerré los ojos ya que así me parecía que aumentaba...

-Vamos a hacer algo más-dijo ella de repente.

Entonces noté de repente el calor de su aliento sobre la cabecita de mi verga. Abrí los ojos y ahí estaba. Por un momento pensé que me iba a hacer una felación, pero sólo dejo caer un hilo de saliva sobre mi polla. Sus dedos se apropiaron de él y lo esparcieron alrededor de mi miembro... Otros hilos de saliva siguieron al primero mientras ella iba lentamente acelerando y mis primeros gemidos comenzaban a salir...

-Dime-la oí de repente-¿Estás pensando en alguna chica que te gusta? ¿Alguna de tu clase?

-Lo cierto es que sólo disfrutaba del momento-contesté con sinceridad.

-Tu madre me comentó que no te conocía ningún amigo,..., ni amiga-dijo sin dejar de masturbarme en ningún momento-¿Es así?

-Sí.

-¿Y no hay ninguna chica de tu clase que te llame la atención?

-No.

-Vaya. Pues sigue disfrutando.

No hacía falta ni que lo dijera... El ritmo de sus manos había aumentado y la lubricación la había hecho más ágil,..., y aún no había terminado. Su mano izquierda, que había estado acariciando mis testículos, empezó a bajar más allá... Pensé en decir algo, puesto que imaginé qué pensaba hacer, pero no me atreví a hablar... Y había acertado.

De repente uno de sus dedos empezó a presionar en la entrada de mi culito. La notaba entrar entre las nalgas, decidida, sabiendo lo que buscaba. En un primer momento apenas si pudo rozar la puerta, aunque presionó suavemente, como tanteando... Retiro la mano y la vi llevárselo a la boca, para humedecerlo. Al poco lo volvía a notar en mi entrada y por la forma en que ella presionaba supe que no lo volvería a retirar sin haber entrado... Finalmente, su dedo entró en mi culito, no sin algo de dolor...

-Tranquilo-me dijo ella-El dolor pronto pasará.

Notaba perfectamente su dedo introduciéndose hasta el final, explorando mi recto, moviéndose, restregándose contra el interior de mis entrañas. Yo nunca me había tocado ni me había metido nada, ella me lo estaba estrenando.

-¡Oh!-no pude silenciar un gemido.

-¡Sí! Sabía que te gustaría-dijo ella-Gime, que quiero oírte mientras te estreno tu tierno culito.

-Sí...-suspiré mientras el placer me arrancaba suaves gemidos de mi garganta...Su mano iba ya a gran velocidad, arriba y abajo, masturbándome con mayor fuerza mientras la otra presionó y me introdujo un segundo dedo...

-Relájate, bebito-dijo, poniéndome cada vez más cachondo con esos términos-Y será mejor...

Pero no tuve la oportunidad ni de relajarme ni de tensarme, al poco el placer llegó al culmen y, como había fantaseado hacía unos días, empecé a correrme... ¡Oh! Me había masturbado muchas veces en mi vida, pero nunca me había conmovido así de placer, desde los dedos del píes hasta cabeza y nunca había eyaculado con tanta fuerza y abundancia... Los primeros borbotones casi me llegaron al cuello y los demás, como una manguera que se va cerrando, fueron cayendo por mi pecho, mi vientre, y finalmente en su mano, brotando entonces como agua de un vaso que se desborda...

-¡Um! Justo como me gusta-comentó ella-Espeso y calentito.

Y sin añadir nada más se llevó la mano a la boca y lamió el semen que le había caído...No pude apartar la mirada mientras, como una gata que se lamiera la patita, se iba limpiando la mano y la muñeca, buscando con la lengua atrapar cada gota, que luego saboreaba lentamente, como si fuera un manjar...

-¿No te importa, no?-dijo antes de empezar a recoger con su mano todo lo que me había caído encima... Notaba sus dedos recogiendo ansiosos los restos de mi corrida.... Me hubiera gustado que los lamiera directamente, pero ya era bastante excitante. Siguió hasta dejarme totalmente limpio-Vístete rápido, bebito-me indicó-Tu madre ya se preguntará por qué tardas tanto en volver.

-Sí-dije levantándome, todavía un poco en shock por la experiencia que acababa de vivir. No era como lo que mis fantasías habían esperado, pero desde luego no tenía queja ninguna. Ella salió mientras yo, en unos minutos, me volvía a poner el calzoncillo, el pantalón y los bambos. Cuando terminé de vestirme ella había vuelto y traía un pequeño paquete envuelto en papel de regalo, que te tendió-Gracias-dije, cogiéndolo.

-Es tu pequeña recompensa-dijo-Un frasco de colonia que tenía por ahí. Pero es mejor que no saques la botella delante de tu madre.

A mí esa indicación me pareció extraña, pero asentí.

-Puede que tengas que hacerme otros trabajitos. Pronto.

-Estoy a tu servicio-dije, casi sin pensarlo.

-Lo sé-asintió-Y dentro de poco tú también lo sabrás.

Lo cierto es que esa frase me resultó un tanto inquietante, pero contento como estaba tras aquella experiencia y deseoso de más, no pensé mucho en ello en ese momento... Volví a casa, donde mi madre ya estaba un poco intranquila aunque se relajó al verme volver. Le enseñé el regalo, quitando el papel a la caja, pero no la abrí, y menos mal. En mi cuarto fui a sacar la botella por ver la razón del secreto y, al lado de ésta, estaban las braguitas de Claudia... 

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