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Ella, Claudia (8. Agua, Miel y Leche)

en Dominación

Capítulo 8. Agua, Miel y Leche

 

Eran casi las once en punto cuando finalmente regresé a casa. Me encontraba bastante cansado pero, con todo, notaba una extraña sensación que no dejaba de ser incómoda. Desde hacía un rato me repetía mentalmente que lo que había pasado con Leonor no tenía ninguna relevancia. Había obedecido a mi Ama y había satisfecho la fantasía de esa mujer y ahora lo mejor era olvidarlo y seguir adelante, con los próximos trabajos que mi Ama pudiera encargarme. Pero no era tan fácil. Durante el acto no había podido dejar de imaginarme con mi madre…Y aunque al principio había desechado la idea, ésta había logrado terminar fructificando y me había ido encontrando cada vez más embargado por distintas fantasías incestuosas con ellas, tanto que temía que me siguieran acosando en sueños.

Lo cierto es que la fantasía de Leonor sólo era el canto de cisne de una larga cadena de actos que, de haber sido un poco paranoico, habría pensado encaminados a hacer que tuviera una atracción por mi madre, empezando por el repentino interés de ésta por mi vida sexual y su nueva actitud tan liberal en nuestras conversaciones. Y ayer mi Ama me había hablado de las “necesidades” de mi madre y de que tendría que hacer algo al respecto…No sabía lo que podría estar pensando hacer, pero no quería ni suponerlo.

Quise abrir la puerta de casa con cuidado pero desistí cuando con sorpresa vi que mi madre seguía allí. Había imaginado que, siendo tan tarde, ye se habría acostado. Pero sólo acerté en parte ya que, cuando me acerqué a ella tras cerrar la puerta, me di cuenta de que estaba dormida. Estaba sentada en el sillón frente a la televisión apagada y con la cabeza ladeada. Al verla así, llevando sólo un largo camisón azulado bajo el que se percibían bien sus cuidadas formas, se encendió de nuevo mi calenturienta mente, aunque a duras penas logré desviar mi pensamiento. En cualquier caso pensé que no podía dejarla ahí por lo que, poniéndole la mano en el hombro, la agité suavemente para que despertara.

-¿Qué pasa?-dijo bostezando cuando abrió los ojos.

-Te has quedado dormida en el sillón-le dije sin más.

-¿Eh?-estuvo todavía unos segundos claramente desconcertada hasta que recordó donde estaba-¿Ya has llegado, cariño?-me preguntó tras comprobar la hora en el reloj de la pared.

-Sí-asentí.

-Creí que te habías ido de marcha, pero es pronto para volver, ¿no?

-Sólo he dado un paseo-no se me ocurrió una mentira mejor, pero me pareció creíble.

-¡Ah, sí!-exclamó de repente-Toma esto antes de que vuelva a olvidárseme-me tendió un pequeño papel en que había algo escrito-Me he quedado esperándote para dártelo.

Yo lo miré. Había un número escrito.

-El teléfono de Sabrina. Esta mañana estaba muy emocionada por haberlo conseguido, pero después con el trabajo se me ha ido de la cabeza.

-Bueno, no pasa nada-dije y, aunque no lo sabía expresar, estaba profundamente alegre de que lo hubiera logrado para mí.

-¿Vas a llamarla?

-¿Ahora?

-¡Claro!, ¿por qué no?

-Creo que es mejor mañana, mamá. ¿Y si ahora está durmiendo?

-Los adolescentes normales no suelen acostarse tan temprano-dijo ella, como para picarme.

-Pues yo si estoy casi dormido-le repliqué, indiferente a su burla-Tengo mucho sueño.

-Pensaba que ella te había gustado bastante.

-Y me gusta.

-Pues no se nota.

-Es que ahora estoy cansado, no tengo la mente clara…

-¿Y qué? No es examen, no necesitas ir preparado. Sólo saludarla, preguntarle qué tal está, pedirle una segunda cita, en cinco minutos lo tienes hecho.

-Pero es que…-ya ni sabía que decir.

-Pero nada-me cortó-Además. Te digo que la llames y demostrarías ser un buen hijo si, por una vez, obedecieras a tu madre. Yo sé lo que te conviene mejor que tú.

Lo cierto es que oírle repentinamente decir eso y con la dureza que lo hizo…Por un segundo me quede como una estatua a causa de la sorpresa. No pude dejar de pensar en mi Ama, lo que unido a las fantasías que había estado teniendo…Me contuve y logré reaccionar.

-De acuerdo. La llamaré-accedí.

-Así me gusta-asintió ella de nuevo con su tono maternal de siempre, sonriente-Y yo me voy a la cama. Dale recuerdos de mi parte a tu novia.

-Es un poco pronto para pensar que es mi novia, ¿no, mamá?

-No me quites la ilusión de poder decir que, por fin, tienes novia-me replicó, riéndose, mientras se marchaba por el pasillo.

Me quedé sólo en el salón, pensando en si llamar o no a Sabrina. Pero finalmente, por no arriesgarme a que mi madre se enfadará si se enteraba de que no lo había hecho, no sin desear en parte que no lo cogiera, cogí mi móvil y tecleé los números del papel. Me senté. Estaba un poco nervioso pero no tuve tiempo de pensar mucho, ya que al poco oí su voz al otro lado del auricular.

-¿Sí, quién es?

-Hola, ¿Sabrina?-pregunté, aunque la había reconocido.

-¡Federico! ¡Buenas! ¿Qué tal estás?

-Bien, ¿no te habré despertado?-le pregunté.

-No, hombre, estaba viendo una película, ¿y tú?

-Estaba a punto de irme a la cama cuando mi madre me ha dado tu teléfono y he pensando: “voy a llamarla”-decidí mentir por quedar mejor.

-Pues muy buena idea.

-¿Y tú qué tal estás?

-Muy gracias.

-Mi madre me ha dicho que te salude de su parte-le dije, sobre todo porque no se me ocurría nada mejor.

-Dilo que yo también-oí su risa cristalina-He temido que no lo hubieras pasado bien, puesto que no me llamaste, hasta que recordé que no nos dimos los teléfonos ni nada. Menos mal que nuestras madres se conocen.

-Sí, porque de hecho, lo pasé muy bien.

-Lo de que se metiera tu vecina fue inesperado, pero morboso.

-Sí.

-Sinceramente, ¿te habías acostado antes con ella? Se la veía muy lanzada.

-…Bueno…

-No me voy a enfadar ni a asustar, Fede, dime la verdad.

-Alguna cosa hemos hecho, sí.

-Una vecina viciosilla, te sentirás afortunado, ¿eh?, es guapa para su edad.

-Mucho-asentí.

-Pero, dejando de lado a,…, ¿cómo se llamaba?

-Claudia.

-Sí. Lo cierto es que me gustaría que volviésemos a quedar. Lo pasé muy bien y no sólo con el sexo.

-Y yo. Me gustaría verte de nuevo-le dije y, pensando que no perdía nada por arriesgarme y aunque me daba cosa decir lo que consideraba ñoñerías, le dije-La verdad es que me pareciste perfecta.

-¡Oh! ¡Qué tierno! Pero tengo muchos defectos, que lo sepas.

-No te vi ninguno.

-Entonces tendremos que quedar aunque sólo sea para que puedas echarme un vistazo…más completo.

-Estoy de acuerdo. ¿Cuándo te vendría bien?

-Este viernes podríamos tener mi casa para los dos sólitos. Me daría morbo hacerlo contigo en la cama de mis padres, ¿te apuntas?

-Desde luego.

-Bien. Mis padres se irán sobre las nueve, así que a y media te espero, ¿no?

-De acuerdo.

-Y una última cosa: ¿Pensarás mucho en mí?

-Seguro-respondí de inmediato.

.

.

Pero lo cierto es, a la mañana siguiente, la primera mujer en la que pensé no fue Sabrina, ni mi Ama, sino mi madre. Un mal sueño me había hecho encontrarme despierto a una hora tan temprana como las cuatro menos cuarto. No recordaba que había soñado, pero casi lo prefería así. Y mientras me arropaba de nuevo entre las sábanas no había podido dejar de recordar las fantasías que, a raíz de las de Leonor, embargaban mi mente.

Su dormitorio estaba al lado del mío y, aunque sabía que no era así, imaginaba su cama al otro lado de la pared en que se apoyaba la cabecera de la mía. Podía verla acostada, poco arropada porque todavía no había llegado el frío, con el camisón arrugado…Como había dicho mi Ama, era una mujer más que atractiva. También había hablado de sus “necesidades” y caí en que realmente nunca había pensado en serio en que mi madre también era una mujer y que, como cualquier otra persona, tendría sus deseos. Según mi Ama “apenas ha echado una cana al aire desde el divorcio”…Eso significaba que lo había hecho, pero, ¿con quién? Nunca la había visto con ningún hombre, claro que ella debía ser discreta en ese asunto…Aunque vista su actual actitud, quizá me lo dijera si se lo preguntaba. Me reí pensando en esa posibilidad que, aunque fuera cierta, no sucedería porque nunca tendría el valor de preguntarle a mi madre por sus experiencias ni por sus “necesidades”.

Pero, mientras el sueño se resistía a volver, no pude evitar imaginarla haciendo el amor.  Me pregunte si, como Leonor, mi madre buscaría el consuelo de jovencitos con la ilusión de pensar que lo hacía conmigo…Lo consideraba poco probable, pero no me costaba tanto verla ligando con hombres maduros en algún bar y acostándose con ellos en sus camas o, directamente, liándose en los aseos del local. Incluso con mis compañeros de la universidad, dejándose coger en mi misma cama…Lo cierto es que, morbo aparte, no podía evitar sentirme molesto al pensar en los amantes imaginarios que le atribuía a mi madre…Como si tuviera celos…Pero deseché toda idea extraña. No es que sintiera nada raro, pero es que no me gustaba que nadie tocara a mi madre. Logré finalmente desechar estos pensamientos. Aferrándome a la idea de que eran fantasías imposibles y gracias a que me volví a dormir, no pensé más en ello. De momento.

.

.

El martes había comenzado con lluvia. Cuando me había despertado el ligero e incesante golpeteo de las finas gotas contra el cristal de la ventaba había sido lo primero que había oído. Por suerte para mí, mi madre debía de haberse ido ya al trabajo, pues no estaba cuando me levanté. Para evitar una recaída me concentré en Sabrina y en la cita que tendría el viernes. Lo cierto es que pensar en ella me animaba y no sólo por “eso”.

Por otro lado me preocupó no tener noticias de mi Ama. No me había dado más instrucciones antes de que me fuera de su casa y, aunque estuve unos minutos esperando en el pasillo, frente a su puerta, no dio señales de vida. Me preocupaba seriamente no haber oído alguna instrucción, pero deseche esa idea por imposible. Mi Ama no me habría dejado desatender una orden.

Suponiendo que, en cualquier caso, lo que debía hacer era ir por la tarde y limpiar su casa, como el día anterior, intenté dejar de lado todos los asuntos eróticos, ya del Ama, de mi madre, o de Sabrina, y atender en clase, cosa que sólo logré apenas. Me repetí a mí mismo que necesitaba un poco de disciplina, pero era más fácil pensarlo y sentirme mal por mi impotencia que realmente esforzarme por ella.

De hecho, de las dos últimas horas de clase decidí pasar completamente, ocupándome de una de las pocas cosas que aún podían absorberme y que no tenía relación con mi nueva vida amatoria: la última novela que había comprado del comisario Brunetti. Y aún estaba leyendo, deseando alcanzar ya el final, cuando llegué a casa. Pensé en ir directamente a casa de mi Ama pero, afortunadamente, decidí ir primero a la mía para dejar mi mochila y las demás cosas. Afortunadamente porque, cuando entré, me encontré que en el salón estaban mi madre y mi Ama, sentadas en los sillones, hablando. Más allá del hecho de sorprenderme que mi madre estuviera aquí fue el hecho de hallarlas juntas, aunque sabía ya que solían hablar y suponía que eran amigas.

-¡Hombre!-me saludó mi madre-Ya has vuelto, ¿eh?

-Hola, mamá-le saludé, cerrando la puerta y, mirando hacia mi Ama-Claudia-me resultaba difícil dirigirme a mi Ama por su nombre pero ella, como consciente de mi problema, asintió como disculpándome.

-Me estaba contando Claudia-empezó diciéndome mi madre, aunque me sorprendía que lo hiciera, como si quisiera incluirme en su conversación-Que ha tenido un serio problema en casa.

-¿Un problema?-repetí.

-¡Oh, sí!-asintió mi Ama-Resumiendo: una cañería rota en la pared y todo el piso del dormitorio inundado.

-Vaya-me limité a decir.

-Dentro de un par de días vendrá un amigo mío de confianza que me ha dicho que podrá ayudarme pero mientras no sé si dormir en el sofá como sea o buscarme una habitación para pasar estas dos noches.

-No, mujer-le cortó mi madre-Quizá aquí podríamos hacerte un hueco.

-Os causaría muchas molestias-lo desestimó mi Ama, pero ya me imaginaba que la veracidad de su historia de la tubería era poco y que quería, por alguna razón, venir a mi casa.

-No sería ninguna molestia, ¿verdad, Federico?-me preguntó mi madre.

-No, mamá-respondí, pensando en que sería lo que querría mi Ama-Ninguna.

-¿Tenéis un cuarto de invitados o algo?-preguntó mi Ama.

-Pues,…, no-reconoció mi madre y pareció pensar una solución-Pero puedes dormir en la cama de mi hijo y que él comparta la mía.

-¿Qué?-no pude evitar preguntar al oír semejante idea.

-¿Por qué no?-mi madre se encogió de hombros-Al fin y al cabo cuando eras pequeño dormiste alguna vez con migo y con tu padre y no pasó nada, ¿no?

-Ya, pero entonces era un niño, mamá.

-Para mí lo sigues siendo, así que no veo ningún problema. Y será sólo dos noches. ¿O no quieres hacerle el favor a Claudia?

-Bueno, por mí no quiero…-empezó a intervenir mi Ama.

-¡No! Ya lo he decidido-la cortó mi madre-Se hará así. ¿De acuerdo?

-Bueno…-acepté al final, pensando que mi actual situación de casi continuo calentón precisamente lo que menos necesitaba era que mi Ama estuviera en mi casa y que tuviera que dormir con mi madre.

-Pues os agradezco mucho el favor que me hacéis-dijo mi Ama.

-No hay nada que agradecer, mujer. No es nada-dijo mi madre.

-Con vuestro permiso-mi Ama se levantó-Tengo que hacer una cosas-se digirió hacia la puerta-¡Nos vemos!

-¡Hasta luego!-nos despedimos a la vez de ella mi madre y yo.

Por mi parte, estaba convencido de que mi Ama había buscado esto, pero todavía no terminaba de intuir que era lo que había detrás de aquello. ¿Debía seguirla y averiguarlo? ¿Era eso lo que quería? No me había hecho ninguna señal ni nada por el estilo que me indicara que quisiese algo de mí o que hiciera algo.

-Ya que estás aquí, cariño, una pregunta-las palabras de mi madre entraron en mi mente, haciéndome olvidar mis pensamientos-¿Llamaste a Sabrina ayer por la noche al final?

-Sí, mamá-le respondí mientras me sentaba en el sillón que mi Ama había dejado libre.

-No te he dicho que te puedas sentar, niño.

Aquellas palabras que fueron casi directas a mi subconsciente me hicieron levantarme como un resorte, pero me detuve a tiempo de evitar llamar “mi Ama” a mi madre, que se río al ver mi reacción.

-Sólo ha sido una broma, cariño. No imaginaba que te levantarías tan rápido, como asustado.

-Pues no me ha hecho gracia-le dije-Sinceramente.

-Bueno. Puedes sentarte, cielo-me dijo, cosa que hice-Y dime, ¿qué hablaste con Sabrina?

-Pues lo típico-y para que no preguntara más fui a lo que supuse más le interesaría-Hemos quedado el viernes por la noche.

-Eso está muy bien.

-Ella te envía saludos también.

-Que maja. Si es que sabía que sería una buena elección.

-Sí, mamá.

-Entonces, ¿pasarás la noche del viernes con ella, no?

-Bueno. No hemos hecho todavía planes específicos.

-Ya. Pero tienes que quedarte con ella. Ya verás lo que es dormir y despertarse junto a la persona deseada.

Eso me hizo recordar algo muy distinto del tema:

-Por cierto, ya que hablas de dormir…He estado pensando que puedo quedarme en el sofá.

-¿Quedarte en el sofá? ¿Dormirás en el sofá de Sabrina en vez de con ella?

-No. Digo hoy y mañana, mientras en mi cama esta…Claudia.

-¿Es qué tienes algún problema en dormir conmigo? Se sincero.

-Me da un poco de cosa, la verdad-le dije mientras pensaba que esa “cosa” no era “poco” y que desagradable sería una expresión que se quedaría corta en el momento en que su madre notase que a él se le ponía firme al pensar en ella.

-Pues no hay razón. Además, mi cama es de matrimonio. Suficientemente ancha para que ni nos rocemos. No te preocupes y no te comportes como un niño. ¿De acuerdo?

-Sí, mamá.

-Bien.

.

.

El resto del día lo pasé en mi cuarto, apenas pudiéndome concentrar ni siquiera en la lectura. No lograba ni intuir qué querría mi Ama…Lo de la tubería no acertaba a saber si era o no verdad, pero algo me decía que ella había buscado la oferta de mi madre. ¿Y si estaban las dos conpinchadas? No era la primera vez que pensaba algo así, pero sí la primera que tenía una sospecha con algo de consistencia…Pero no, no tenía sentido alguno, ¿para qué iba mi madre y mi Ama a conspirar?

Mi Ama, a la que por otro lado esperaba, no volvió en toda la tarde. Dado que el otro día había venido a mi casa cuando vio que yo no iba a la suya al menos sabía que no estaba faltando a una orden suya, pero sentía mis nervios carcomerse en espera de sus ordenes. Estaba seguro de que pronto vería el propósito de su estancia y me impacientaba por su cada vez más larga ausencia. Mi madre, por su parte, dedicó casi todo su tiempo a revisar unos papeles del trabajo y luego se puso a preparar la cena. Dos platos, por lo que mi Ama no nos acompañaría.

De hecho, no había llegado todavía cuando, sobre las nueve y media, mi madre marchó a acostarse. Me explicó que mañana tenía que irse muy temprano y que estaría casi todo el día fuera a causa de un par de reuniones importantes que tenía, por lo que me pidió que tuviera cuidado al acostarme y que, por favor, esperara para abrirle la puerta a Claudia cuando llegara. Lo cierto es que yo, que también tenía algo de sueño, pensé primero en irme a mi cama y en no esperarla, sobre todo al tener en cuenta que ella tenía llaves, pero mis deseos de hablar con ella, por si me aclaraba algo, me hicieron estar en pie hasta que, finalmente, poco después de la medianoche, llegó.

-Buenas noches, mi Ama-la salude cuando cerró la puerta, inclinándome para besar sus pies.

-Buenas noches, bebito. ¿Todavía de pie?

-Le esperaba, mi Ama.

-No había por qué, pero es un gesto que no dejará de ser recompensado-dijo con voz sensual mientras que, estirando una mano, me acarició la mejilla-Pues soy un Ama muy generosa.

-Gracias, mi Ama.

-¿Tu madre está durmiendo?

-Hace ya tiempo que se ha acostado, mi Ama.

-¿Sabes? Te diré que tengo algo preparado para ella.

-¿Preparado para mi madre, mi Ama?

-Ya lo verás. Ahora vete a la cama y procura no despertarla.

-Sí, mi Ama-asentí, obedeciendo y, la verdad, un poco temeroso por lo que me había dicho respecto a mi madre.

.

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Por suerte, si había tenido alguna preocupación respecto a lo que podría pasar aquella noche, se demostró vana. La cama de mi madre era grande y ella dormía de costado en uno de los lados, por lo que me acosté con cuidado, sin que ella reaccionara y, al poco caí rendido. No sabía si estaba decepcionado o aliviado, pero prefería sentirme lo segundo.

De hecho yo tampoco noté cuando ella, por la mañana, se levantó, aunque al principio, cuando me desperté y sentí que alguien me agitaba, pensé que debía ser mi madre. Pero no era ella, sino mi Ama.

-¡Arriba, bebito!

-Sí, mi Ama-respondí mecánicamente mientras me levantaba, aunque casi volví a caerme sobre la cama cuando un bofetón me cruzó la cara, empujándome hacia atrás.

-¿Es qué te crees que soy tu despertador?-me preguntó, aunque su tono sonaba normal y no parecía enfadada-Ve a prepararme el café y un par de tostadas.

-Sí, mi Ama-asentí, aunque todavía no estaba del todo despejado.

-Hoy vas a tener mucho trabajo-me anunció-Hay mucho que limpiar en esta casa y algunas chapuzas que vas a tener que hacer, por lo que hoy no irás a clase, ¿entendido?

-Pero, mi Ama…

Un segundo bofetón  cortó mi protesta.

-¿Entendido?-repitió.

-Entendido, mi Ama.

-Así me gusta. Vamos a ella.

-Sí, mi Ama-dije. Pero cuando en vez de seguirla hasta la cocina me desvié para ir al baño, todavía en pijama y con las zapatillas, ella volvió a encararme y un tercer golpe resonó por el pasillo.

-¿Qué haces, esclavo?

-Lo siento, mi Ama, pero necesito ir al baño.

-No antes de prepararme el desayuno, ¿o pensabas hacerme esperar? Estás siendo muy decepcionante hoy y eso lo deberás pagar con un castigo ejemplar. Vamos a la cocina.

-Sí, mi Ama.

Lo cierto es que no entendía esa agitada mañana. Estaba tan tranquilo en la cama y de repente se había desatado como una tormenta, golpeándome y dándome ordenes aunque todavía no estaba del todo despierto.

Aunque tenía ganas de orinar y sentía necesidad de echarme algo de agua fresca a la cara, la acompañé a la cocina mientras me frotaba los ojos. Ella se sentó junto a la mesa y yo fui directo a la cafetera y empecé a prepararle un café.

-Solo, con dos de azúcar-me señaló-Y dos tostadas con miel.

-Sí, mi Ama.

-Aparte de la limpieza general, para la que tu pobre madre no tiene mucho tiempo por su trabajo y que tú, joven indisciplinado, has desatendido, habrá que revisar el trastero, cambiar la bombilla del baño, mirar el cajón de tu mesa que no cierra bien y puede que alguna cosa más.

-Sí, mi Ama-me limité a asentir, intentando no agobiarme antes de tiempo por lo que estaba escuchando.

-Ahora puedes ir al servicio, si lo necesitas-me dijo poco después, cuando le serví el desayuno en la mesa.

-Gracias, mi Ama-asentí.

.

.

-Ya he terminado, mi Ama-pude decir finalmente, algo cansado, cubierto de sudor, pero satisfecho.

-¿Ya has guardado las últimas cajas en el trastero?

-Sí, mi Ama.

-Bien. ¿Y has barrido después el pasillo? Debe quedar todo impecable para cuando lo vea tu madre, no quiero nada de polvo.

-Sí, mi Ama-asentí.

-Por hoy has hecho un buen trabajo, esclavito.

-Gracias, mi Ama.

Respiraba pausadamente. Nunca me había cansado tanto haciendo algo. No sólo me había hecho limpiar, haciéndome descubrir que mi casa estaba más sucia de lo que en un primer momento pensaba, sino que había tenido que reordenar todo lo que había en el trastero, además de otras chapuzas como cambiar la bombilla del baño, desmontar un cajón para quitar un calcetín que impedía cerrarlo por su lado trasero, incluso cambiar muebles de sitio…Me parecía que mi Ama se estaba tomando muchas libertades, pero yo me limité a obedecer.

-Ven, acércate, bebito-me dijo de repente.

-¿Sí, mi Ama?-dije obedeciendo, quedándome a su lado, estando ella sentada en el sillón principal del salón.

Entonces ella me sorprendió agarrándome para que me acercara más y, acercando su rostro a mi cuerpo, respiró profundamente, como si probara el olor de un perfume.

-Me encanta este olor, esclavito.

-¿El olor, mi Ama?-no sabía a qué podía referirse, pues de hecho apestaba a sudor.

-El sudor, bebito, el olor a sudor es lo que señala al buen esclavo. Por eso me gusta. Es buena señal.

-Gracias, mi Ama-dije, aunque más bien por no quedarme callado que por otra cosa.

-Tengo una duda, esclavito.

-Si puedo responderla, mi Ama…

-Desde ayer, con Leonor, ¿has pensado mucho en tu madre? Y no me des largas, sabes muy bien a que me refiero.

-Sí, mi Ama. He pensado, un poco, pero he logrado evitarlo.

-¿Estás seguro de eso?

-Creo que sí, mi Ama.

-¿Qué pensamientos has tenido?

-Mi Ama, yo preferiría…

-No me importa lo que tú preferirías. Si te hago una pregunta más te vale contestarla.

-Sí, mi Ama. Lo siento, mi Ama.

-Sigue y que no se repita.

-He pensando en los hombres con los que ella podría haber estado.

-¿Y la has imaginado con ellos?

-Sí, mi Ama-admití con vergüenza.

-¿Te has tocado imaginando a tu madre con otros?

-No he llegado a tanto, mi Ama.

-¿Y la has imaginado contigo?

-No, mi Ama.

-Pues no has ido tan lejos como pensaba.

-…-no sabía si debía disculparme-Bueno, mi Ama. Entre otras cosas no quise imaginar porque es un imposible.

-¿Un imposible?

-Mi madre no es como Leonor. No creo que pudiera tener deseos incestuosos por mí, mi Ama.

-¿Eso es lo que crees?

-Sí, mi Ama. Lo creo.

-Puede que te equivoques.

-Es posible, pero no lo considero probable, mi Ama.

-Bueno, eso ya se verá.

-¿Mi Ama?

-¿Recuerdas que tenemos algo pendiente de esta mañana?

-¿Eh…?-el inesperado cambio de tema me desconcertó un segundo, pero por fortuna en seguida supe de que hablaba-Sí, mi Ama. El castigo ejemplar que me merezco.

-Sí. Eso es. Quiero que traigas el tarro de miel del frigorífico.

-Sí, mi Ama.

¿La miel? No tenía ni idea de para que la quería ni si tendría relación con el castigo. También pensaba en mi pregunta que había esquivado cambiando de tema. ¿Insinuaba que sabía que mi Ama tenía deseos hacia mi persona? No estaba seguro, pero en principio es lo que parecía. En cualquier caso, toda especulación cesó cuando volví al salón y ella estaba empuñando una vara de madera. Era fina, no muy larga, pero tenía aspecto de ser muy rígida y contundente.

-Quítate la ropa, esclavo-me ordenó secamente.

-Sí, mi Ama.

Obedecí sin duda aunque era visible su propósito, pero lo cierto es que, por mucho que me fuera a doler, lo cierto es que, al pensarlo, me dije a mí mismo que realmente me lo había ganado, que tenía derecho a hacerlo y yo debía someterme…Sí que me había hecho suyo, me dije. Y no carecía esa idea de morbo.

-Bien-asintió cuando terminé de dejar mi ropa sobre el sofá-Ahora apóyate contra la pared, la espalda recta, el culito sobresaliente.

-Sí, mi Ama-dije colocándome y preparándome mentalmente para lo que se avecinaba.

-Antes del castigo, ¿quieres decir algo en tu defensa?

Me sorprendió esa pregunta pero, considerando que me ponía a prueba, hice un gesto negativo con la cabeza:

-No tengo excusa, mi Ama.

-Es cierto, pero quizá consideres injusto el castigo.

-Creo que es justo, mi Ama, pero aunque no lo fuera me sometería.

-¿Y quieres que te castigue?

-Si tuviera que decir lo que quiero sería que hicierais conmigo vuestra voluntad, mi Ama.

-Has respondido bien-noté como la vara se posaba suavemente en mi espalda y la recorría lentamente-Ahora…Pídelo. Si es justo y te parece bien, pídelo.

-Mi Ama-la complací-Por favor, castígame.

-Muy bien-no la vi, pero la sentí sonreír al retirar su vara, preparando el primer golpe que no tardó en desatar sobre mi espalda. La vara era fina pero restalló contra mi piel con toda su dureza y supe, aunque lo contuve, que si me hubiera pillado desprevenido me habría arrancado un grito de dolor-Una-la oí decir de una manera que no me era desconocida.

Cerré los ojos y los siguientes golpes, dados sin contemplaciones, se fueron sucediendo sobre toda mi espalda y sobre mis nalgas. Sin embargo y a pesar de que el dolor me obligaba a morderme los labios con tal de no gritar, me sentía al tiempo tan excitado por qué me azotara que se me había puesto dura. Estando desnudo mi miembro erecto era fácilmente visible y a mi Ama no se le ocultó:

-¡Ah!, ¿así que te gusta, eh? Pues entonces recibirás el doble de lo que pensaba darte.

Dada la mezcla de intenso dolor y excitación que me provocaba no estaba seguro de si alegrarme o enfadarme conmigo mismo, pero a partir del golpe cuarenta y cinco, bajo el cual no pude contener unas lágrimas de dolor y me pregunté cuánto aguantaría, me preocupe, calculando cuántos golpes me daría.

-Cincuenta y nuevo y…-al oír ese y un brillo de esperanza me cruzó los ojos al tiempo que la vara volvió a hacer temblar mi espalda-Sesenta. Ya está. ¿No ha sido para tanto, eh, esclavo?

-No, mi Ama-dije, aunque realmente sentía dolorida toda la espalda y me preguntaba si me habría dejado alguna marca-¿Me visto ya, mi Ama?-le pregunté.

-No, quédate así un momento-la noté acercarse a mí y, de repente, algo liquido y fresco cayó por mi espalda…-Mi pobre esclavito…He tenido que castigarle porque ha sido malo, pero ha aguantado como le corresponde, por eso ahora puedo ser buena con él.

Al poco sentí como me lamía la espalda… ¡La miel! Era eso lo estaba vertiendo sobre mi dolorida espalda, para lamerla… Repitió esa operación varias veces, especialmente tendía a subir y a besarme el cuello…Aún sentía dolorida la espalda, pero con la lengua me hacía cosquillas…Sobre todo en el cuello…En un par de ocasiones subió más, para mordisquearme suavemente el lóbulo izquierdo…

Y al tiempo que su boca estaba así ocupada, noté una de sus manos en mi culito. Acariciándome las nalgas primero y luego enfocando uno de sus dedos justo contra mi entradita. Por lo que noté estaba impregnado en miel y está le sirvió de lubricante para acceder a mi interior…Mientras me lamía el cuello me metía uno y luego dos deditos, sacándolos y volviéndolos a meter cada vez más rápidamente.

-¿Te gusta, bebito?

-¡Sí, mi Ama!

-¿Quieres que siga?

-Por favor, mi Ama.

Pasó entonces a ir agachándose. No la veía, pero lo note en la espalda según su lengua fue bajando desde mi nuca hasta…Su lengua ocupó el lugar de su dedo y sentí como exploraba mi pequeño agujerito, humedecido ya por la miel.

Y mientras su boca se ocupaba con ansiedad de mi culito sus manos rodeador mi cuerpo para alcanzar mi erecto miembro. Una lo agarró, apretándolo, como queriendo poner a prueba su dureza, mientras la otra rodeada mis testículos y comenzaba a masajearlos. Gemí ligeramente cuando empezó a masturbarme y a apretar mis huevos, casi como si quisiera ordeñarme, mientras profundizaba con su lengua en mi culito, causándome calambres de placer.

-¡Oh, mi Ama!-no pude evitar empezar a gemir por el creciente placer que me hacía estremecer.

-¡Sí, bebito!-me dijo, parando a penas un segundo del profundo beso negro que me estaba dando-Gimes como una putita que está gozando.

-Es que lo estoy gozando, mi Ama.

-¿Ah, sí?-replicó, acelerando el ritmo de sus manos-¿Te imaginas que tu madre llegara a hora? ¿Qué crees que pensaría?

-Pues… ¡ah!...No lo sé, mi Ama.

-Seguro que se pondría a cien…Pero mejor que no venga, ahora te quiero sólo para mí y no te voy a compartir. Eres mío, sólo mío.

-Sí, mi Ama… ¡Soy sólo tuyo!

En ese momento en un rápido movimiento me dio la vuelta y se quedó agachada delante de mí. En un principio siguió masturbándome pero pronto fue a más. Cogiendo de nuevo el tarro de miel cogió mi pene y, sin más, lo mantuvo firme mientras empujaba el bote de manera que quedara dentro…Sentí la miel, todavía fresca, rodeas mi duro miembro por unos segundos…Pero igual de rápida lo saco y, como si el hambre le royera las entrañas, se la introdujo toda en la boca, succionándola y recorriéndola con los labios y la lengua como si quisiera dejarla limpia de una vez. ¡Oh, Dios!

Pero pronto se olvidó de la miel y se quedó en mi pollita…Jugaba con la lengua alrededor del glande mientras me masturbaba que a veces llevaba a más, a una garganta profunda mientras recorría mi verga con el filo de sus dientes y jugaba con mis balones entre sus dedos. Al poco recordó mi culito y uno de sus dedos volvió a recorrer mi caverna mientras no dejaba de succionar…A diferencia de con los golpes de vara ahora no me contuve y pronto estuve jadeando por el placer…En mi culito no tardó en haber dos y luego tres deditos, entrando y saliendo más rápido, al ritmo de la felación…

-¡Oh, mi Ama!-a ese ritmo no aguante mucho más y noté que iba a llegar al orgasmo-¡Ya voy!

Ella, no obstante, no varió sus movimientos y al poco eyaculé con fuerza en su boca. Sentí su lengua sobre la punta de mi glande mientras salían mis borbotones, que se fue tragando sin dejar salir ni una sola gota. Noté como fue quedándose flácida en la boca de mi Ama hasta que ésta, tras haber acabado, la soltó.

-¿Te ha gustado, esclavito?-preguntó, levantándose.

-Mucho, mi Ama-respondí.

-Ahora es tu turno.

Dicho lo cual se deslizó el vestido, que cayó hacia el suelo revelando todo su espléndido cuerpo, ya que no llevaba sujetador ni braguitas. Cogió miel con la mano se la fue, sensualmente, untando por los pechos, el vientre, el ombligo,… No necesité más indicaciones y seguí su rastro. Empecé lamiendo su pecho, succionando su pezón como si fuera un bebé alimentado por su madre…Ésta idea me dio una repentina inquietud por lo que rápidamente seguí lamiendo, bajando por el torso y hasta introducir mi lengua en su ombligo…Ella me acarició el cabello y, tras unos segundos, me empujó hasta que me tuvo entre sus piernas.

Su coñito estaba ya húmedo y cuando pasé mi lengua, recorriendo su rajita, sentí la miel mezclarse con sus jugos. Empecé lentamente, lamiendo el dorado néctar mientras con mis dedos recorría sus labios sin llegar todavía a su botoncito. Ella cerró los ojos y la vi relamerse el labio inferior, lo que me dio ánimos. De momento seguí recorriendo con mi lengua su valle, hasta dejarlo limpio de miel.

Entonces me centré directo en su colina de Afrodita, que sujeté con el filo de mis dientes mientras lo presionaba y jugaba sobre él con mi lengua. Al tiempo mis dedos recorrían sus labios mayores y menores y comenzaban a explorar su interior, palpando su carne interior, empapándose en sus efluvios. Un suspiro de placer volvió a confirmarme que iba bien y pasé a devorar sus labios con los míos, recorriéndolos con mi lengua, buscando penetrarla y succionar su entrada, incluso mordiéndola suavemente. Mis dedos fueron a su monte de Venus, que, como el botón de una radio, gire y gire, apretando…Ella apretaba mi cabeza contra su entradita, como si quisiera introducirme por completo en su coñito…

-¿Qué, te gusta el conejito de tu Ama?...Como sabes comerlo…

-Sí, mi Ama-le respondí-Me encanta.

Entonces decidí probar algo que sólo alguna vez había visto en algún video porno. Empecé poniendo los cuatro dedos alineados sobre la rajita de mi Ama y luego, poco a poco, los fue metiendo…Sentía sus carnes apretar mis dedos…Curvé los dedos e intenté encajar mi dedo bajo estos, apretando para introducir totalmente la mano dentro de su coñito...Pensé que a lo mejor me lo impediría, pero no hizo nada para evitarlo…Fui empujando hasta que, finalmente, había introducido todo el puño y sólo veía mi muñeca sobresaliendo entre los labios de su coñito.

Los suspiros de mi Ama iban aumentando y yo fui moviendo los dedos en su interior y girando mi mano…Sus piernas se estremecieron y, en poco, con un profundo gemido, noté como llegaba al orgasmo y como mi mano se empapaba totalmente por sus jugos. La saqué entonces lentamente mientras seguía lamiendo su coñito y tomándome sus jugos, pero no pude estar mucho tiempo, pues segundos después, cuando su respiración se hizo más pausada y volvió a estar estable, me cogió de los hombros y me hizo alzarme.

-Bien, esclavito, vamos a tu cama.

-Sí, mi Ama-asentí, poniéndome en marcha. Ella no me siguió inmediatamente y supuse que estaba preparando algo, cosa que en efecto, entendí cuando entró en mi cuarto con un grueso consolador colocado en la cintura. Lo cierto es que comiéndole el coñito me había animado de nuevo y estaba bien dispuesto a que me cogiera.

-Ve tumbándote en la cama, boca arriba.

-Sí, mi Ama.

Cumplí rápidamente sus instrucciones, deseoso de volver a sentirme poseído por mi Ama…Recordaba el morbo de su primera cogida estaba loco por repetir. Ella, una vez estuve colocado, se situó ante mí, de rodillas entre mis piernas, tras apartarlas. Se había untado el falso pene con miel y con una mano dirigía la punta hacia mi culito. Yo abrí las piernas todo lo que pude y busqué facilitarle su entrada. Finalmente, cuando ella ya estaba sobre mí, note la punta pasando entre mis nalgas. Noté entonces que era más gorda que la que había usado Judith y tome aire…Dolería.

No me equivoqué. Además ella, aunque debió ver mi rostro de dolor cuando el glande forzó la entrada, empujó y noté como el grueso falo fue entrando, arrasando mi recto a su paso, no paró hasta que me lo hubo metido por completo. Una vez totalmente sodomizado, no lo dejo para que mi culito se adaptara a su presencia sino que inmediatamente comenzó a moverse, sacándola y metiéndomela…Empecé a gemir, poseído a la vez por el dolor y por un creciente placer. Mi Ama, por otro lado, mientras aceleró su cogida, me masturbó, cogiendo de nuevo mi miembro que estaba de nuevo duro.

-¡Oh, mi Ama!...

-¡Sí, esclavito! ¿Te gusta que te coja tu Ama, eh?

-¡Sí, mi Ama!

El dolor dejó paso decisivo al placer y ella aceleró su movimiento.

-¿Te imaginas que tu madre te estuviera cogiendo?

-Pues…mi Ama…

Lo cierto es que no lo había imaginado, pero ahora que me lo había soltado así, a “boca jarro”, no pude evitarlo…Mi madre, desnuda, con el cuerpo bañado en sudor, apareció ante mí, cogiéndome, follándome…Pero descarté esa imagen igual de rápido a como la había llamado.

-Sí, mi Ama-respondí en cualquier caso.

No pude decir nada más pues ella, tras llevar mi mano a mi verga para que me siguiera masturbando yo se inclinó sobre mí y me besó…Su lengua se introdujo en mi boca y me la recorrió, lamiendo y jugando con mi lengua, mientras seguía cogiendo…

Y a pesar de que había terminado hacia poco, volví al poco a sentir que llegaba al orgasmo y me masturbé más rápido.

-¡Ah, mi Ama!-le anuncié-Voy a terminar.

-¡Adelante, esclavito!

Y al poco, en efecto, no pude aguantar más y nuevamente la corriente del orgasmo me embargo y sentí como de mi verga brotaban los borbotones de leche y noté como caían entre nuestros cuerpos…Sentí su juguete más apretado por los movimiento de mi recto y di un prologando gemido de placer…

-¡Ah!...Mi Ama…

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