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Rocío, ¿la criada? (6. Un Ama para Tres Esclavas)

en Dominación

6. Un Ama para Tres Esclavas

Lentamente, todavía con un poco de cansancio cerrándome los párpados y sintiéndome acalorada por completo, logré abrir los ojos, despertarme, aunque tardé un poco más en ser consciente de dónde estaba.

Cuando lo hice, me alarmé: ¡Me había quedado dormida! Rápidamente, como un resorte me levanté y me quedé sentada en el borde de la cama. Ésta todavía mostraba en las arrugas de las sábanas el recuerdo de Sergio y yo, haciéndolo… Pensar en él me hizo estar rápidamente excitada… Y más cuando me dí cuenta de que ya pensaba en mí de manera femenina y con total naturalidad…

Pero en cualquier caso, no tenía tiempo para entretenerme. ¿Qué hora sería? Para mi disgusto, el reloj mostraba ¡las dos de la tarde! ¿Cómo podía haber estado tanto tiempo durmiendo? ¿Es que mi Ama no había vuelto? Me parecía difícil, pero esperaba que no. Seguro que se disgustaría, pensé.

De la forma más rápida que pude, arreglé la cama y me compuse bien el vestido, que tras la aventura con Sergio y mi improvisada siesta había quedado algo arrugado, además de volver a ponerme mis braguitas, que todavía estaban en la esquina de la cama dónde él las dejara antes al quitármelas.

De Sergio no había ni rastro. Se había ido y me había dejado ahí, sin despertarme. La verdad es que me había parecido muy desconsiderado por su parte. Como lo volviera a ver, decidí, se lo diría. En cualquier caso, si mi Ama no me había despertado debía ser porque no había llegado. Era imposible que me dejara gandulear… Con ese pensamiento intentaba aliviar mi preocupación, pero también surgió otra idea aún más inquietante… Y si mi Ama se había quedado sin poder entrar, al no tener llaves y al no oír yo la puerta ni el timbre… Seguro que estaría muy enfadada… No, me dije, Sergio le habría abierto, mi Ama no le dejaría ir sin comprobar que había hecho el trabajo a su gusto.

Bueno. Preocuparse de esa forma realmente no tenía sentido. Lo único que podía hacer era salir y comprobar por mí misma si había pasado algo. Una vez que hube terminado en mi habitación salí de mi cuarto. Al salir el pasillo me llegó, aunque muy flojo, el sonido de la televisión desde el salón. ¿Qué estaría pasando? Lo más probable es que fuera Sergio… Sí, él estaría viendo la tele, esperando que mi Ama regresara y con el volumen muy bajo para no despertarme… Puede que no fuera tan maleducado como hace un momento había pensado.

Me equivocaba. Bueno, no del todo, pero lo cierto es que lo que me encontré en el salón no lo habría podido adivinar en ningún caso…

Había acertado en cuánto a que era Sergio el que estaba mirando la tele, sentado en el suelo frente a ella y con el sonido casi al mínimo. Y llevaba lo que parecía… No pude seguir fijándome en él, porque la figura de mi Ama, sentada, como no, en el sillón de mi madre, leyendo una revista, concentró al segundo toda mi atención. Estaba allí… Parecía tranquila, concentrada en la lectura,…, pero sabía que debajo de su esa aparente normalidad podía estar muy enfadada… Yo trague saliva… Retrasar lo inevitable no me iba a servir para nada, así que avance y entre en el salón. Ambos me miraron al momento.

-¡Ah, Silvia!-ese saludo, que esperaría en Sergio, vino en realidad de mi Ama-Veo que ya estás despierta, y espero que descansada.

Yo, no sé si porque no estaba todavía del todo despejada o sencillamente porque no terminaba de entenderlo, pero que mi Ama me tratará de repente en femenino y, llamándome “Silvia”… De todas maneras, sólo pude musitar una breve respuesta.

-Sí, gracias, mi Ama-ella no parecía enfadada, sin embargo, yo me sentía… ¿culpable?-Lo siento, mi Ama-dije de repente-No sé como he podido dormirme.

-No ocurre nada-contestó ella para mi alivio-Digamos que ha sido un fallo que, con mi generosidad, te voy a disculpar. Además, no ha habido ningún problema, puesto que has tenido una sustituta.

¿Una sustituta? Y fue entonces cuando me di cuenta, cuando Sergio se levantó y se dio la vuelta… Y sí. Era lo que me parecía haber visto al acercarme antes: Vestía otro traje de doncella prácticamente exacto al mío…

-¿Sergio?-apenas pude decir, asombrada como estaba… Realmente era algo que no habría imaginado.

-Mejor llámame Sonia-replicó él… o ella. Yo estaba boquiabierta.

-Mi querida Sonia-intervino mi Ama-Es otra de mis esclavitas, igual que tú, Silvia.

Yo sabía que en el fondo tenía sentido. Yo ya sabía que mi Ama había tenido otros esclavos… O esclavas por lo visto. Y no tenía nada de raro que les usará para trabajos como aquel, al menos por lo que me decía mi breve experiencia. Y sin embargo, seguía un poco desconcertada.

-Sonia-siguió diciendo mi Ama-Ve a la cocina y prepárame un té con leche, y ya que estás, hazle un bocadillo a Silvia. Seguro que está hambrienta.

-Sí, mi Ama-asintió “ella”, yendo inmediatamente a la cocina. La expresión ya no me causaba ninguna extrañeza, pero si el oírla en boca de otra persona.

-Y tú ve también-me ordenó a mí a continuación-Así aprenderás como debes prepararme el té.

-Sí, mi Ama-asentí, obedeciendo.

Cuando entré en la cocina, Sergio/Sonia ya estaba trabajando.

-Ah, Silvia, ¿te manda nuestra Ama a ayudarme?-me preguntó.

-A aprender a hacerle el té-le respondí.

-Pues fíjate bien-me contestó-Luego te haré un bocadillo. ¿Tienes hambre?

-Una poca, sí-le contesté. Lo cierto es que tenía bastante, no había tomado nada desde el desayuno.

Estuvimos un momento en silencio mientras “ella” seguía con lo suyo y yo procuraba quedarme con el método. Finalmente, no pude contener mis dudas:

-Así que…-no sabía bien como plantear la cuestión-¿Sonia?

-Te notó muy sorprendida.

-Es qué,…, después de lo de ésta mañana no me hubiera imaginado que fueras…

-Entiendo-dijo riendo-Pues ya ves.

-Lo de antes… ¿Lo de antes ha sido un trabajo que te encargó nuestra Ama?

-¡Ah!-me miró un momento-¿Te preocupa el hecho de que lo hiciera sólo por deber?

Realmente no lo había pensando así, pero ahora que lo decía…

-En parte-afirmé.

-Pues puedes estar tranquila. Lo he hecho por mí misma, aunque es verdad que nuestra Ama lo esperaba. Pero en el fondo, habrás comprobado que ella no necesita ordenarnos todo lo que quiere obtener de nosotras.

-Ya veo-asentí. Ella siguió trabajando y se estableció un silencio qué me pareció incómodo… Busqué algún tema alternativo…-¿Y por qué el nombre de Sonia?-le pregunté de repente. No es que fuera una pregunta muy interesante ni que me importara especialmente, pero fue lo mejor que se me ocurrió.

-Realmente no lo elegí yo-respondió tras un segundo de duda. Luego, como temiendo que nuestra Ama le escuchará, se acercó un poco más a mí y bajo la voz-No creo que pase nada si te lo cuento-empezó diciendo-Fue haciendo un trabajo para nuestra Ama, el primero que realicé para ella, y fue con lo que supongo es algún tipo de amigo-puso una cara que expresaba perfectamente que lo que sentía al recordarlo era más que nada, asco-Un tío gordo y feo llamado Manuel-al oír eso nombre casi di un respingo, esa historia me estaba resultando muy familiar-Ese tío quería cumplir una fantasía, llevarse a la cama a un jovencito disfrazado de enfermera. Él me dijo-puso una voz más grave, que supongo pretendía imitar la de Manuel-“Yo seré un paciente y tú, ¿qué puedes ser tú? Tu vas a ser mi enfermerita particular, una enfermerita muy falta de disciplina llamada,…, llamada Sonia”-en efecto, el estilo de la frase era inconfundible-Eso es lo que dijo. Ese nombre ya se me quedó y no sé por qué, pero cuando empecé a sentirme mujer lo acepte.

Yo asentí. La historia era calcada a la mía, salvo en el disfraz y en el nombre.

-Lo mismo me paso a mí-le confesé-Sólo que Manuel quería en esta ocasión un disfraz de colegiala y me llamó Silvia.

Entonces fue el momento de ella para asentir antes de volver a quedarnos en silencio. Yo pensaba en la historia que acababa de oír… Y en lo de Manuel. Lo había contado y parecía que fuera hace siglos, pero en realidad había sido ayer, ayer por la noche cuando lo había hecho con él… No había pasado ni un día. Realmente todo había ocurrido muy rápido.

Entretanto, ella había terminado de preparar el té y me tendió la taza.

-Llévaselo a nuestra Ama mientras te hago el bocadillo-dijo.

Yo asentí, cogiéndola. Aún por debajo del platillo y en el asa de la taza noté el calor. Me pareció que debía estar hirviendo… Mi Ama seguía ojeando aquella revista en el salón y no alzó la mirada hasta que deje el té sobre la mesita del salón, frente a ella.

-Espera, esclava-me dijo cuando me volvía a la cocina.

-¿Sí, mi Ama?-pregunté.

-Como recordaras-dijo ella tomando un primer sorbo-Esta noche tengo un plan importante.

-Sí, mi Ama.

-Lo primero es que, cuando me vaya, que será cuando me terminé el té, Sonia se quedará aquí contigo, aunque vestido con ropa normal. Cuando tu madre llegué le presentarás como un amigo. ¿Entendido?

-Sí, mi Ama.

-Tú me avisarás con un mensaje al móvil cuando tu madre llegué y cuando vaya a salir. ¿Sabes hacía que horas será?

-No podría afirmarlo, mi Ama, pero no creo que llegué antes de las siete y media, y suele salir hacia las ocho y poco, después de cenar algo ligero.

-Bien. Supongo que ya intuirás cuál es mi objetivo.

Yo había intentado no pensar en ello pero, teniendo en cuenta las fantasías con las que había jugado tanto ayer como esta misma mañana, sus preguntas por mi madre y fuere lo que fuere lo que Sergio/Sonia hubiera hecho en el dormitorio de ella… Estaba claro.

-Entiendo que mi madre, mi Ama-contesté.

-Sí-confirmó ella-Ya está todo preparado. En mi ausencia, haz todo lo que Sonia te diga. Ella te irá trasmitiendo mis instrucciones según sea necesario.

-Sí, mi Ama.

Yo no podía hacer otra cosa que asentir, aunque lo cierto es que no terminaba de verme realmente con mi madre… En los últimos días ella había insuflado en mi mente el morbo del incesto pero no había terminado de calar y, la verdad, veía difícil que mi madre se sometiera a mi Ama, como suponía que era lo que ésta quería… Aunque, la verdad, es que habría dicho lo mismo de mí hasta hace unos días.

-¿Tienes algún problema, esclava?-preguntó repentinamente, sin dejar en ningún momento de tomar su té.

-No, mi Ama-respondí casi de inmediato, sin pensar.

-Bien-dijo terminándose su bebida de un trago y tendiéndome la taza vacía-Cuando vuelva, será que mi plan está en marcha y no aceptaré dudas, ¿entendido?

-Sí, mi Ama.

En ese momento entró Sonia.

-Tienes tu comida en la mesa de la cocina-me dijo.

En ese momento no pude dejar de pensar que mi Ama había dicho que Sonia se iba a quedar,…, ¿estaría implicada en su plan para mi madre? Ella con un gesto me indicó que me pusiera a su lado, a su izquierda. Yo, que pensaba que debía ir a la cocina, me coloqué a su lado. Sonia, por otro, se situó en el otro, a la derecha, quedando nuestra Ama sentada entre las dos.

-Espero que las dos estéis preparadas para lo que pasará está noche-dijo.

-Sí, mi Ama-asentimos las dos casi al mismo tiempo.

Ella llevó sus manos a nuestras rodillas, empezando a subir al poco, acariciando nuestros muslos. Ninguna de las dos decía nada, ambas nos dejábamos hacer. Y entonces noté su mano sobre mi miembro, que ya estaba despertando… Su otra mano, entrando también bajo las faldas de Sonia, debía estar sobre aquella enorme lanza…

-Las dos sois muy putitas-dijo.

Su mano bajó lo suficiente la tela de mis braquitas para rodear directa con sus dedos mi polla. Yo dirigí la mirada hacia las faldas de Sonia, donde su verga empezaba a dar señales de su gran presencia. Tuve un pálpito en mi pollita al recordar el placer que me había proporcionado no hace mucho.

Y empezó a masturbarnos. Primero suavemente, luego aligerando y, finalmente, apretando. Sus dedos ceñían mi verga, y supongo que la suya, con firmeza, arrastrando la piel no de forma continua como en un masaje, sino a saltos, con movimientos rápidos y bruscos, interrumpidos con interludios de uno o dos segundos en que dejaba la mano quieta.

-Levantaos las faldas-nos ordenó.

Respondimos al momento, yo teniendo que dejar la taza vacía que todavía sostenía en la mesa, y quedaron así nuestros erectos falos a la vista. A mí me dio un poco de vergüenza, pues la suya era realmente inmensa comparada con la mía. En cualquier caso ni mi Ama ni Sonia dijeron nada, para mi alivio.

Entonces mi Ama se acercó a ella y se introdujo su glande en la boquita, empezando a chupársela durante un rato sin dejar de masturbarnos en ningún momento. Sonia la ayudaba, dirigiendo la punta de su polla hacia su boquita. Estuvo un rato con ella antes de venir hacia mí.

Igual que Sonia, yo también le ayude a dirigir mi pollita hacia su boquita, que se la tragó en un primer momento enterita antes de centrarse en mi cabeza… Sentí su lengua recorrer mi mástil, ensalivándolo, antes de que se quedara un buen rato jugando en torno al rosado glande. Yo, como Sonia antes, ya empecé a gemir suavemente por el placer que me estaba dando su mamada.

En ese momento, tras separarse de mí, nos soltó y se recostó contra el sillón, abriéndose de piernas.

Sonia, sin pensarlo dos veces, cogió su pierna derecha y, arrodillándose y empezando por el tobillo, fue lamiendo y besando su pierna, subiendo por la rodilla y el muslo. Yo no necesité más para hacer otro tanto con la izquierda. Agachándome la cogí y, tras besarle el tobillo lo coloqué sobre mi hombro derecho, por dónde fue deslizándose su pierna según subía, saboreándola y lamiéndola. Él llegó antes que yo a la entrepierna, que quedó expuesta cuando ella se subió el vestido, y comenzó a besarlo y a devorar con ansía su rajita. Yo quedé un poco a la expectativa mientras nuestra Ama acariciaba nuestras cabezas.

Un rato después Sonia se apartó y noté la mano de mi Ama atraerme hacia ella para sustituirle, lo que hice sin tardar. Su conchita estaba húmeda por sus propios jugos y por la saliva de Sonia, pero me dio igual y me puse, con igual ansía que él, a devorársela. Mi lengua recorría su vulva, los pliegues de sus labios, rodeaba y relamía su monte de Venus, entraba en su interior… Nuestra Ama ya gemía de placer y en ese momento vi un dedo de Sonia acercarse para entrar en su culito. Yo seguí con mis juegos de lengua en su coñito mientras Sonia fue explorando con sus dedos, uno, dos y tres. Mis dedos también aparecieron entonces, usaba los izquierdos para penetrarla, y recorrer la superficie mientras con la mano derecha presionaba su monte de Venus y lo masajeaba lo más rápido que podía…

Ella entonces me movió y Sonia apareció a mi lado justo cuando nuestra Ama alcanzaba su orgasmo… Nuestras lenguas se disputaron el disfrute de sus fluidos, cruzándose en el camino de la otra, buscando llevarse más… Realmente pensé, en ese momento éramos como dos perritas a los pies de nuestra dueña. 

Entonces ella se levantó y, nos hizo levantarnos y quedar de pie, espalda contra espalda.

-Ahora, poneros a cuatro patitas mis perritas-nos ordeno.

-Sí, mi Ama-respondimos nuevamente a la vez.

Ella fue a la mesa y la vi sacar algo de su bolso. Cuando se dio la vuelta para venir hacia nosotras llevaba un grueso consolador de dos puntas… Ya imagine lo que iba  a hacer…

Se coloco a nuestro lado, y note su mano izquierda en mi culito. Noté primero como acariciaba mis nalgas antes de que sus dedos, húmedos, empezaran a buscar abrir mi culito. Éste todavía recordaba los efectos de la verga de Sonia y cedió fácilmente a sus presiones. Al poco, tenía tres deditos en mi interior. Estuvo un rato más así, imaginando yo que esperaba a dilatar también el culito de Sonia antes de usar el juguete con nosotras…

Y al poco, lo sentí. La punta de aquella cosa, aunque no tan gruesa como la polla de Sergio, entró con dureza en mi culito. Un suave pero incontenido gemido de mi compañera me hizo ver que ella también estaba siendo penetrada.

La imagen debía ser morbosa… Las dos a cuatro patas, una contra la otra, con nuestros uniformes de criadas, unidas por ese vibrador de dos puntas. Y nuestra Ama, por si fuera poco, lo conectó. Sentí de repente aquella polla de goma vibrar y moverse, acariciando con su ondulación mis entrañas… Era la primera vez que lo notaba y,…, ¡of! Me encontré gimiendo de placer…

Y Sonia, además, comenzó a moverse. Lo noté en el creciente movimiento de aquel doble falo y lo constaté al mirar atrás. Yo le acompañé, profundizando así aquella doble y excitante penetración. Nuestra Ama, al tiempo, agarró nuestras pollas y volvió a masturbarnos…

Y así, con esa verga vibrando en mi interior, con el movimiento de penetración que hacíamos Sonia y yo y con la mano de nuestra Ama masturbándonos… Ninguna aguantó mucho… Yo intente resistir, pero fui el primero en anunciar que iba acabar…

-¡Voy a acabar, mi Ama!-dije.

-Sí, yo también-me secundó entonces Sonia, como si hubiera estado esperando que yo lo dijera primero.

-Venga, acabad las dos, putitas-nos dijo nuestra Ama.

Y de repente, mientras su mano apretaba e iba más rápido en sus movimientos, me vine, regando el suelo del salón con mi semen. Yo jadeaba, disfrutando cada gota del intenso placer que recibía en mi culito y en mi verga y está seguía mientras palpitando y vaciándose en la mano de mi Dueña. Aunque apenas podía percibir otra cosa que mi éxtasis, los suspiros de Sonia me dieron a entender que ella estaba igual que yo.

Y, viéndonos así, a cuatro patas pero casi recostadas sobre el suelo, agotadas de estar apoyadas en nuestros brazos, con ese vibrador aún entrando por nuestros culitos, apartadas las bragas y subidas las faldas, con nuestro semen sobre el suelo, lo único que dijo fue:

-Ya sabía yo que erais unas putitas pervertidas.

Me sobresalté cuando oí el reloj de la pared. Hora punta. Y eso sólo podía significar una cosa: Ya era medianoche.

-No creo que nuestra Ama tardé ya mucho más-comentó Sonia.

-Sí-asentí.

Todo había ido transcurriendo según nuestra Ama quería. Después de irse, tras tomarse el té, me había quedado sólo con Sonia toda aquella tarde. No habíamos hecho nada más que ver la tele y tomar algo. Yo pensaba que me revelaría algunas cosas del plan de nuestra Ama, pero lo único que me enseñó fueron dos ligeros paquetes que había dejado antes bajo la mesita del salón y que yo no había visto.

Mi madre había llegado a las siete y cuarto, un poco más temprano de lo habitual. Ella se sorprendió un momento cuando le presenté a mi “amigo”, pero no le dio más importancia. Como esperaba y conforme a los deseos de mi Ama, mi madre, tras hacernos la cena, me dijo que iba a salir aquella noche después de arreglarse un poco. Yo no dije nada, como solía, pero tras hacer el cálculo le mande el mensaje a mi Ama de que mi madre saldría de casa hacia las ocho y media.

Y no me equivoqué. Casi sólo con dos minutos de retraso, mi madre, arreglada como solía, con un ligero pero elegante vestido negro que le cubría hasta poco más allá de las rodillas y con un bolso y zapatos a juego, mi madre se despidió de nosotros desde la puerta y salió a la calle.

Y desde entonces estábamos las dos esperando. Nuestra Ama sencillamente había dicho que, cuando volviera, era por qué su plan ya estaba en marcha. Pero ni siquiera sabía lo que eso significaba.

-¿Y lo de los paquetes?-pregunté. 

-Todavía no. Nuestra Ama me avisará con un mensaje si debemos estar ya preparadas antes de que lleguen.

-Vale-me limité a asentir.

Quedamos en silencio. Sonia estaba ojeando la misma revista que antes había estado leyendo nuestra Ama. Yo no tenía muchas ganas para leer o hacer otra cosa. Pensar en lo que ahora mismo estaría haciendo mi Ama por ahí… En lo que tenía previsto para mi madre… En lo que podía querer que le hiciera a mi madre…

Las imágenes, a cuál más encendida, venían a mi cabeza. Veía a mi Ama cogiendo a mi madre… O a Sonia, con esa magnífica dotación que tenía,…, lo cierto es que era excitante… Aunque todavía no me veía del todo a mí con ella…

Y, entonces, llegaron.

Estábamos en el salón, sentadas en el sofá, cada una a lo suyo, cuando la puerta se abrió. Sonia alzó la cabeza, pero yo mantuve la mirada fija un poco más allá de la televisión. Ella entonces, me dio un ligero codazo, como si pensará que no me había dado cuento del ruido y de lo que pasaba.

Miré por encima del sofá, finalmente, como ella. La verdad es que no hacía falta. Ninguna de las dos iba precisamente en silencio. Mi Ama y mi madre iba, apoyadas una en la otra, mi madre parecía un poco bebida. Y reían.

-¿Has visto? Te dije que seguirían los dos aquí-le dijo mi Ama a mi madre.

-Es cierto-asintió mi madre-Igual que dos,…, igual que dos,…, ¿cómo dijiste? Hiciste una comparación muy graciosa antes.

-Como dos muchachitas a las que el novio deja plantadas.

-Eso, como dos muchachitas-río mi madre.

Yo no entendía que pasaba. ¿Ese era el plan de mi Ama? ¿Emborrachar a mi madre?

-He ganado la apuesta-dijo mi Ama.

-Sí, lo que es justo es justo-asintió mi madre-Esta noche estoy a tus ordenes,…, mi Ama.

Realmente estaba desconcertado. ¿Una apuesta? ¿Ese había sido el método empleado por mi Ama? ¿Era lo que llevaba planeado o más bien había improvisado? Y mi madre, mi madre seguro que no tenía ni idea de lo que involucraba lo que acababa de decir,…, bueno, lo cierto es que yo tampoco la primera vez…

-Eso, esta noche serás mi esclavita-le dijo mi Ama, sentándose en el sillón-Venga, esclava, al suelo a mis píes.

-Sí, mi Ama-dijo mi madre, riendo, sentándose junto a ella.

Yo estaba desconcertado ante lo que estaba sucediendo. Algo así nunca lo habría imaginado ni como la más remota de las posibilidades… Estaba claro. Había emborrachado a mi madre, eso sí no le había echado algo en la bebida, y se estaba aprovechando de ella…

-Vosotras dos-la llamada de nuestra Ama me hizo perder el hilo de mis pensamientos-¡Eh! Muchachitas abandonadas, venid también a mis píes, que también vais a ser mis esclavas está noche.

-¡Eso, bien hecho!-comentó mi madre riendo.

Sin embargo, su risa (y mi respiración) se cortó cuando mi Ama le sacudió uno de, los para mí ya conocidos, bofetones, que la dejo tirada contra el suelo.

Mi madre se levantó y volvió a quedar sentada, acariciándose la mejilla dolorida.

-Oye, Rocío, que eso ha dolido.

La respuesta fue otro bofetón.

-¿Es qué no sabes que a tu dueña la tienes que tratar con respeto?-le espetó aquella.

Mi madre quedó un momento en silencio. Yo contuve el aliento. Pero, finalmente, lo que dijo fue:

-Lo siento, mi Ama.

Yo cada vez estaba más perdido, sin entender nada de lo que pasaba ni como podía estar pasando. Pero, recordando su orden y que no le gustaba esperar, fui rápido a ponerme a sus pies, al lado de Sonia.

-Mira, tienes que aprender de estas perritas tan obedientes-le dijo.

Ella nos miró. Yo desvía la vista, sonrojada, pero Sonia no parecía tener nada de vergüenza. No imaginaba lo que podía estar planeando en su mente para nosotras pero sí recordaba que, al menos en teoría, yo había sido sumiso todos estos días para que ella no le mostrase los videos que tenía a mi madre, para que no le dijera lo putita y pervertida que era… ¿Y ahora se lo va a decir delante de mí?

-Aunque no lo parezcan así vestidas, las dos son muy putitas-le siguió diciendo mi Ama.

Yo ya estaba del todo colorado y sentía la mirada de mi madre clavada en mí.

-¿O me equivocó?-preguntó mi Ama en voz alta.

-No, mi Ama-contestó al segundo Sonia sin tener que pensarlo-Somos muy putitas. Tus putitas, mi Ama.

-Muy bien, Sonia-asintió ella, acariciándole la cabeza como haría con un perro que hubiera hecho bien un truco. Y no se olvidó de mí-¿Y tú que dices, Silvia?-su mano fue hacia mi barbilla y me obligó a subir la mirada-¡Vaya! ¡Pero si estás toda colorada, putita! ¿Qué te da vergüenza por estar ante tu mami?

-Lo siento, mi Ama-fue todo lo que pude musitar.

-¿Silvia?-preguntó mi madre.

-Sí, Silvia-repitió mi Ama-Es su nombre de putita. ¿No lo conocías, no? Ahora conocerás la nueva faceta que le ha salido a tu hija. ¿O es que me equivoco, Silvia?-añadió, con su mano firme en mi mentón.

-No, mi Ama-dije, no sé como, puesto que la vergüenza me quemaba por dentro-Somos tus putitas, mi Ama.

-¿Lo ves?-le preguntó mi Ama a mi madre.

-Sí, mi Ama-asintió ésta-Esta noche parece que todas somos tus esclavas y putitas.

-Así es-confirmó mi Ama, satisfecha.

Sin embargo, por el tono de mi madre, me pareció que creía, por suerte para mí, que estábamos interpretando un papel, como ella. Ya descubriría lo en serio que hablaba su nueva Ama, nuestra Ama.

-Levántate-le dijo mi Ama a mi madre. Esta lo hizo y nuestra Ama le hizo dar un par de vueltas, observando todo su cuerpo, manoseando sin pudor sus nalgas y sus partes. Mi madre soltó unos breves gemidos al notar una mano explorando su entrepierna. Yo miraba, fascinado y ya calentándome, los movimientos de mi Ama… Saber que había nacido por esa entrepierna le daba un toque mayor de morbo-Tú ya estás lista, esclavita-le dijo-Pero vosotras dos, será mejor que os cambiéis-nos ordenó.

-Sí, mi Ama-asentimos las dos, levantándonos.

Sonia cogió los dos paquetes y me arrastró hasta el aseo para cambiarnos. Allí finalmente vi lo que contenían éstos. Eran dos vestidos, iguales. Ella me ayudo primero a ponerme el mío, que me llegaba hasta la mitad de los muslos, tras lo cual me quede un segundo mirándome frente al espejo… La verdad es que era bonito. Era de un suave color entre blanco y crema, con un diseño oriental de dragones a tonos verdes y plateados y un ribeteado dorado por los bordes. Junto al vestido iban unas braguitas blancas y unos zapatos de tacón también blancos y dorados. Casi me sonroje… Me veía bien… No estaba del todo acostumbrada a esa sensación… Me distraje de esos pensamientos ayudando a Sonia con el suyo, que era idéntico.

Así, ya vestidas, volvimos al salón. Pero ya no estaban allí… Las encontramos en el dormitorio de mi madre… Ésta estaba recostada en la cama, al lado de nuestra Ama, y se besaban. Mi Ama llevaba la voz cantante, metiéndole la lengua a mi madre mientras una de sus manos se metía descaradamente bajo el vestido de ésta, hasta su entrepierna. Mi madre se dejaba hacer, sin atreverse a tener alguna iniciativa.

Cuando entramos, nuestra Ama y mi madre nos miraron. Aquella dijo:

-Míralas, ya están aquí nuestras putitas-yo casi no pude evitar volver a ponerme colorada-Están monas, ¿eh?

-Mucho-asintió mi madre-Supongo,…-quedo en silencio un momento-Mi Ama-añadió rápidamente-Que para ti es…-se veía que trataba de hacer memoria-Silvia y para mí la otra.

-La cosa es que todas sois para mí, todas mis putitas-la corrigió mi Ama dándole un suave cachete en la mejilla-Pero, ¿es que tienes alguna reticencia a jugar con Silvia, Ana?

-Bueno, es mi hi… Mi hija, mi Ama-le respondió. Su voz empezaba a estar algo nerviosa. Ya veía que la cosa era cada vez menos en broma y el efecto del alcohol parecía ir cediendo.

-¿Y qué?-se limitó a replicar mi Ama-Ven, Silvia-me llamó a su lado.

Yo me acerqué y me iba a poner de pie a su lado cuando ella me cogió de los brazos y prácticamente me hizo caer contra la cama, entre las dos.

-Venga, se una buena hija y dale un beso a tu mamá-me ordenó.

Yo, quedando a cuatro patas sobre la cama, me fui aproximando a mi madre. Ella me miró, dudando, pero yo le di un beso en la mejilla. Mi Ama se río al verlo, para luego, cogiéndome de la cabeza, dirigirla de forma que mis labios se posaran sobre los de mi madre. Ella intento retroceder, pero nuestro Ama lo impidió…

En ese momento los escrúpulos que sentía contra el incesto saltaron, intentando un último y gran “ataque”. Pero como una gran ola que repentinamente fuera arrastrada en dirección opuesta por el viento, mis escrúpulos sucumbieron cuando mi Ama se acercó a mí y me susurro al oído:

-Venga, métele la lengua a tu mami.

No sé todavía como pudieron tener un efecto tan demoledor en mi mente, pero lo tuvieron. Lleve mis manos a las mejillas de mi madre, cayendo encima de ella, tumbados los dos sobre su cama, y la bese, abriendo sus labios con los míos, introduciéndole le lengua en su boquita, saboreándola por completo. En sus ojos empecé viendo rechazo a lo que le hacía, pero luego los cerro y, al poco, sus manos rodeaban mi nuca y mi espalda, acariciándome…

-Eso si que es un buen beso de hija a madre-comentó nuestra Ama.

Sonia en ese momento me sujetó de los brazos y me hizo quedar de rodillas… Su mano se metió por debajo de mis faldas y, bajando un poco mis braguitas alcanzó mi polla, que estaba ya dura por completo, empezando a masturbarme suavemente.

Mi Ama, mientras, le quitó el vestido y el resto de la ropa a mi madre, dejando su bien conservado cuerpo a nuestra vista… No pude dejar de mirar sus redondeados y suaves senos, que había tenido entre mis labios de bebé,…, y esa rajita que otrora se abriera a mi paso…

-Vaya, vaya-oí la voz de Sonia a mi espalda-A Silvia le gusta lo que ve, le pone calentita su propia mamaíta, mi Ama.

-¿Sí?-preguntó ésta.

-Sí, mi Ama. Mi mamita me pone a cien-contesté.

-¿Lo has oído?-le dijo nuestra Dueña a mi madre al oído-A tu niñita la tienes calentita…-pero mi madre parecía todavía reticente-¿Qué? No me digas que te da cosa… No te reprimas, putita, es malo hacerlo… Y teniendo tan buena compañía en casa, si aprendes a aceptarla tus carrerillas nocturnas esa que tan poca satisfacción me decías que te daban podrás dejarlas. ¿Qué dices, qué le digo a Silvia, a esa putita ansiosa de su mami?

Mi madre alzó la vista para mirarme un segundo. Finalmente, miró a la que se había erigido en nuestra Señora y asintió:

-Mi Ama, que venga. Dile que venga.

No terminó de decir estas palabras cuando Sonia me empujó hacia ella. Quede un momento tumbado y, cuando intente alzarme, ésta me hizo poner la cabeza entre las piernas de mi madre, quedando mi boquita justo,…, justo sobre su coñito.

Yo no dudé a pesar de que algo en el fondo de mi ser todavía insistía en que eso no estaba bien, pero el morbo y la excitación me anegaban cada vez más, amenazando con inundarme, llenarme por completo…

Me acerqué a esa vagina que me había echado al mundo. Tenía un olor distinto al de la de mi Ama, más suave,…, me gustaba. Acerqué un dedo a su entrada… Ya estaba algo mojadita. Acerqué mi lengua y, de un rápido movimiento, recorrí casi entera su abertura, catando por primera vez su conejito.

Su sabor y él de sus jugos me entusiasmo y volví a pasar mi ansiosa lengua por su coñito. Y no era sólo el disfrutar de un coñito delicioso, sino que el morbo de que fuera el de mi madre lo hacía más excitante. Empecé a chupar como un hambriento, recorriendo su vulva, sus pliegues, sus labios mayores y menores, el monte de Venus… Y una mano empezó de repente a apretar mi cabeza contra la caliente conchita de mi madre… Creía que era la de mi Ama, pero cuando pude fijarme… ¡Era la de mi madre! Era ella la que quería que profundizara más en la comida de coño que le estaba haciendo…

Seguí chupando un buen rato y, entonces, le introduje un dedo en su conchita… Estaba caliente como el fuego, tan mojada que mi dedo, luego tres, entró con terrible facilidad. Su coñito se engullía mis dedos casi como aspirara de tan lubricada que estaba. Y, entonces, decidí ir a más y presioné con toda mi mano… Ésta costó más, pero acabé por introducírsela completamente… Mi mano quedaba completamente dentro, saliendo mi muñeca de su almejita casi como un tallo desde la tierra… Y ella gemía intensamente, sintiendo mi mano moviéndose en su interior, con mis dedos agitándose en su coñito…

Cuando miré, mi Ama le estaba mordiendo los pezones a mi madre mientras Sonia le comía a ella respectivamente su coñito. Fue cuando ella me vio cuando también paso a meterle todo su puño en el coñito a nuestra Ama, que respondió arqueándose de placer al sentirla…

Mi madre, así, no tardó en llegar a su primer orgasmo de la noche y yo pude tomar sus jugos con boquita sedienta… Estaba totalmente excitado y mi miembro palpitaba… Él también quería acción y pensé que esta vez era una buena oportunidad… Mi Ama, como leyendo mis pensamientos, me favoreció:

-Venga, Ana-llamó a mi madre-Devuélvele a tu pequeña el favor que te ha hecho.

No le tuvo que repetir la orden. Mi madre se levantó y, apoyándose en mis hombros, me hizo caer, tumbado boca arriba. Ella, quedando sobre mí, empezó besándome de nuevo en la boca mientras sus manos palpaban mi cuerpo a través del vestido.

Después de comerme la boca un rato fue bajando hacia abajo y, al llegar a mis muslos, con sus manos y con mi ayuda, me bajo y me quito las braguitas. Se quedó un momento miraras y, para mi sorpresa, las lamió.

-¿Qué? ¿Te gustan?-le habló mi Ama-Las compré especialmente para tu hijita, aunque ella tiene ya una buena colección, luego puedes ir a mirar en su cajón.

Mi madre, tirándolas sobre la cama, se metió entre mis piernas, subiéndome el vestido. Su mano rodeo ahora mi duro miembro y, mirándolo con clara lujuria en los ojos, comenzó a desplazar la piel abajo y arriba. Nunca pensé que vería lo que ahora veía: mi propia madre masturbándome…

Primero comenzó a meneármela suave y tranquilamente. Con una mano acariciaba mi duro mástil mientras con la otra fue masajeando mis testículos. Poco a poco fue cogiendo ritmo y velocidad, ya arrancándome pequeños suspiros de placer… Suspiros que se convirtieron en gemidos cuando, de repente, mi madre se metió mi pollita en su boca.

Sentí el dulce y caluroso tacto de su lengua en torno a mi glande y mi dura verga según se la fue introduciendo, hasta que sus labios rozaron mis huevos. Al poco se la saco y empezó a recorrerla con la lengua… Bajaba hasta mis testículos, que lamía, que acariciaba con sus dientes y amasaba… Luego recorría mi dura polla, subiendo lentamente, regodeándose… Y finalmente rodeaba con sus labios mi cabecita y succionaba con intensidad. Su lengua jugaba bailando en torno a la rosada cabecita de mi glande, ensalivándola, metiéndola en mi agujerito…

Yo ya gemía, jadeaba por el placer que recibía…

-No olvides su culito-oí a mi Ama.

-Sí, mi Ama-fue la respuesta de mi madre.

Y tal como dijo, sus dedos aparecieron entre mis nalgas, explorando, al principio con mucho cuidado, hasta que mi Ama le dijo:

-Puedes ir con más ritmo, esta putita de tu hija ya es una tragapollones.

Eso pareció convencer a mi madre, que al instante me penetró con un dedo, para pasar en la siguiente a meterme tres, sacándolos y metiéndolos lo más rápido que podía. Después de lo de esta mañana y esta tarde, mi culito no estaba tan cerrado como lo hubiera estado en otros momentos, pero había pasado bastante tiempo como para que me doliera cuando sus tres dedos entraron por primera vez. Ella fue en mi culito alternando los deditos con la lengua, lamiendo la entrada del ano, para así facilitar el juego de sus dedos mientras con la otra mano me masturbaba una pollita que, por otro lado, ella no dejaba de chupar.

Estaba así, gozando de los favores de mi madre, cuando Sonia apareció sobre mí y, sin mediar palabra, puso su glande sobre mi boca. Yo no le hice esperar y abrí mis labios. Él enterró su enorme glande y parte de su verga en mi boquita, dejándola quita un rato para que se la chupase y la ensalivase bien y yo, por supuesto, estaba encantada de tener otra vez ese gran biberón en mi boquita.

Y en ese momento, con la polla de Sonia en la boca, no pude aguantar más y me corrí. Al tener la boca llena no pude avisar a mi madre y ésta recibió mi corrida repentinamente en su boquita. Pero, por lo que noté, no se aparto y recibió mi lechita toda en su boca, tragándosela lentamente… Y luego noté su lengua lamiéndome el debilitado miembro para limpiármelo.

-¿Qué?-oí la voz de mi Ama-Se han cambiado las tornas, ahora la hija le da de mamar a la madre, ¿eh? ¿Qué te ha parecido?

-Deliciosa, mi Ama-escuché responder a mi madre.

Y entonces Sonia me la saco de la boquita, y le vi alejarse. Yo me levanté, quedando sentado, y pude ver como nuestra Ama ponía a mi madre a cuatro patas, con los pies saliendo por el borde de la cama. Sonia subió encima de ésta, detrás mi madre, y dirigió su enorme miembro al coñito de mi madre. Y de un golpe, algo que me parecía increíble, le clavo la mitad de su verga. Ante esa invasión, mi madre no pudo contener un grito de dolor, que cortó apretando los dientes, aunque éste aumentará según Sonia fue introduciéndole toda, lentamente pero sin detenerse. Y aún se quedo un momento quieto antes de empezar a cogérsela, cuando ella ya no pudo aguantar y empezó a gemir de placer…

Y estaba ahí, viendo a mi madre ser follada con mi pollita recuperándose cuando noté a mi Ama cogiéndome de la cintura. Me dejé llevar y ella me manejó a su gusto. Me puso de rodillas sobre la cama, enfrente de mi madre y, entonces, ella se subió, poniéndose sobre mí… Yo estaba tan absorto todavía, contemplando a mi madre, que no noté la punta del consolador de mi Ama hasta que introdujo la cabeza de éste en mi culito…

Mi madre ya me había dilatado el ano con sus dedos, pero no lo suficiente para que mi Ama me la clavara de un sólo y rápido golpe, como de hecho, lo hizo, arrancándome un grito de dolor. Sentí mi carne abierta de golpe, invadida de golpe, brutalmente desgarrada por la “polla” de mi Ama, que aún fue acelerando en sus embestidas.

Ahí estábamos, madre e hija siendo folladas en la misma cama… El morbo era inmenso, y más cuando mi Ama y Sonia, agarrándonos por el cabello respectivamente, nos acercaron nuestros rostros para que volviéramos a fundirnos en un apasionado beso, cosa que hicimos. Fue magnífico sentirme follado, con mi Ama petándome el culito mientras mi madre me besaba apasionadamente,…, quería comerse realmente mi boca, nunca nadie me había besado así.

Para cuando nos separamos, las dos ya gemíamos y nos estremecíamos de placer… Y de repente, mi Ama decidió hacer un cambio.

-Vamos, Sonia, cambio-le dijo-Quiero el culito de mi última putita.

Entonces note el consolador de mi Ama salir de mi culito para dirigirse a coger el de mi madre… y eso significaba, vi con claridad, que la gran verga de Sonia venía hacía mí…

En efecto, Sonia no tardo en ponerse a mi espalda. Yo temblé… Sabía que si el consolador de mí tía me había dolido… El gran pene de ella sin duda me haría temblar de verdad…

Y así fue. Sonia, como nuestra Ama, me enterró sin piedad su gruesa verga en mi culito. Éste, tras mi Ama, estaba abierto, pero no lo bastante para acoger tan rápido su gran pollita… Mi madre también volvió a expresar su dolor cuando nuestra Ama le inauguró su culito con su verga.

Yo, ansioso nuevamente de su boquita, me acerqué y la callé, besándola al tiempo que empezaba a gozar con la polla de Sonia, que me taladraba ya limpiamente el culito, entrando y saliendo.

Pero Sonia no aguantó mucho y, de repente anunció que se venía…

-Dale tu leche a estas dos zorritas-le ordenó nuestra Ama.

Ella la sacó de mi culito y se puso de rodillas junto a las dos, masturbándose a toda velocidad… Las dos giramos para acercarnos a su verga, empezando a lamerla…

Y no tardo en correrse. Su semen, como la vez anterior, salió disparado en espesos borbotones que, como una lluvia, cayó sobre nuestros rostros, bañándonos con su abundancia las mejillas, la nariz, la frente… Por todas partes… En un momento dado le metió la punta en mi madre y siguió echando esa ruada de semen en su boca… Aunque, como si viera mi envidia, en los últimos segundos la sacó y me la metió a mí, pudiendo yo disfrutar de notar sus últimos pero igual de abundantes borbotes de lefa en mi boquita.

El dejo ese largo mástil entre nuestras cara, que nos encargamos de limpiar de todo rastro de su corrida antes de lamernos mutuamente los manchados rostros… Entonces, sí que no pude contener mi deseo…

Sin dejar que mi madre se moviera, me tumbe boca abajo y me introduje bajo ella.

-Mi Ama, ¿puedo?-le pregunté, ella seguía cogiendo a mi madre por su culito.

-Adelante, Silvia.

Obtenido mi permiso, acerque mi palpitante pollita a la entrada del coñito de mi madre, donde se la introduje de una sola vez… ¡Oh! Estaba cálido y suave.

Una vez me acomodé en aquella difícil posición, empecé a penetrarla al tiempo que lamía sus ricos pezones…

-Sí, sí-gemía ella-Oh, Silvia… ¡Sí! Mámame, cómeme las tetas como cuando eras mi bebita… sí…

A mí me excitaba todavía más oír eso y aceleré mis movimientos, y así, finalmente, mi madre llegó a su segundo orgasmo, siendo doblemente poseída por mí y por nuestra Ama.

Los dos salimos, quedando mi madre sobre la cama, jadeante y cansada tras sus dos orgasmos,…, pero mi pollita todavía estaba en píe…

Y fue entonces cuando mi Ama me agarró y me empujó contra la cama, haciéndome quedar tumbado boca arriba… Ella se colocó sobre mí, acariciándose su coñito… No podía creerlo, nunca pensé…

-¿Qué me dices esclavita? ¿Lo quieres?-me preguntó.

-¡Sí, mi Ama!-contesté… Yo pensaba que nunca me lo daría.

Pero ella sin inmutarse se agachó sobre mí y se la introdujo en su coñito… ¡Oh! Finalmente iba a tener ese conejito cuyo anhelo había causado todo esto… Era estrecho, menos suave pero más caliente que el de mi madre… Sentí mi pollita devorada por esa concha, siendo apretada, casi diría que masticada…

Se clavó mi Ama hasta el fondo y, acto seguido, empezó a cabalgarme briosamente. Nunca había sentido nada parecido. Era ella la que, aún con todo, me estaba follando de una manera bestial… Sentía mi pene engullido por su cálido interior, como absorbido… Las corrientes de placer llegaban en torrenciales a mi cerebro, haciéndome gemir…

-¿Estás disfrutando, eh, putita?-me preguntó mi Ama.

-¡Sí, mi Ama!-apenas pude decir entre mis gemidos.

Estuvo un rato más sobre mí, cabalgándome como una amazona a su montura, hasta que se estremeció en su orgasmo, bañando mi miembro en sus fluidos. Y así yo tampoco pude aguantar mucho más…

-Mi Ama,… voy a terminar…

Ella entonces, ya saciada, salió y me hizo levantarme, quedando de rodillas. Se colocó detrás de mí y, mientras con una mano empezó a masturbarme rápidamente, con la otra atrajo a mi madre para que se pusiera delante de mí…

-Quiero la leche de la hija en la cara de la madre-dijo… Y yo, por un momento, me vi transportado al pasado… De hecho, había sido apenas el día de ayer cuando me imagine, con mi Ama masturbándome en una posición similar y sobre aquella misma cama, corriéndome sobre la cara de mi madre al vaciarme sobre su foto..

En esta ocasión, era mi verdadera madre la que se acercó a mi palpitante polla mientras mi Ama me masturbaba…

-Tu mami espera, Silvia, ¿te queda mucho?

-No, mi Ama-contesté…

De hecho, apenas pronuncié estas palabras y, con una gran exclamación de placer que no pude reprimir, mi pene empezó a eyacular con fuerza… No pude dejar de mirar como mi semen broto de mi vibrante polla y los borbotones fueron saltando sobre el rostro de mi madre… Pero al poco ella no aguantó más y se acercó para meterse mi glande en su boca, dónde seguí y terminé de correrme, con el tacto de su lengua recorriendo mi rosado glande, haciéndome derretirme de placer…

Seguí notando los brazos de mi Ama alrededor, abrazándome y acariciándome por debajo del vestido mientras mi madre terminaba de limpiarme y de tomarse mi leche… Yo me limitaba a respirar,…, jadeante tras mi nueva corrida y tras la experiencia… Mi Ama me estrechó más contra ella y me susurró:

-¿Y ahora qué tal, esclavita, mi Silvia putita?

-Muy bien, mi Ama.

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