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Orgias en el africa tropical

en Grandes Relatos

ORGIAS EN EL AFRICA TROPICAL (1)

 Un viaje al norte del edén

(Asalto 1º)

 Mi familia tenía hace ya unos cuantos años una gran finca en el límite entre el Africa negra y árabe, hemos sido de esas familias que se han dado en llamar "Pied Noir". 

En esa frontera entre la esbelted de las tribus negras  y la cultura de los pueblos beréber pasé mi infancia y parte de mi adolescencia, en aquella inmensa plantación de naranjos, café y frutas tropicales  Una inmensa finca de no sé cuantas hectáreas que papá tardaba casi semanas en recorrer, aunque pienso que hacía algo más recorrer y visitar sus posesiones.

 Cuando estaba entrando en esa edad de la adolescencia, donde una va descubriendo que los esbeltos cuerpos son algo más que máquinas de trabajo, que hay algo entre las entrepiernas que nos llaman la atención  que nos hacen delirar en esos tórridos y que a una le apetece que venga un ejército de hombres a hacerla suya, mi padre resolvió que lo mejor para mí era enviarme a Francia a estudiar y desconectarme de todos aquellos mundos y submundos que estaba a punto de descubrir y por supuesto de entrar en ellos.

 Pues ya llevaba unas semanas jugando a esos medio inocentes juegos con las niñas batusi y los excitadísimos niños árabes , aprovechábamos cualquier lugar  para meternos mano de una manera inocente y para ir mostrándonos  unos a los  otros esos incipientes pelos del pubis o como los huevecillos de mis amigos iban tomando un tamaño más que considerable, en ese punto estaba cuando mi padre me envío a Francia.

 En la Propiedad quedaron mi rubicunda y blanquecina madre, mi hermano  mi fina tía y por supuesto mi padre, ya cada vez más perdido en sus faenas de gran propietario, y que ya cada vez se dejaba ver menos por la gran casa de la hacienda, yo creo que con gran regocijo del resto de la familia, pues podía así campar a su gusto por las  inmensas construcciones que mi abuelo había mandado construir para unos y otros.

 Mi vuelta  de París, parece que no fue del gusto de mi padre, aunque se asombró de encontrar una mujer ya con 25 años, formada de cuerpo y mente; mi madre se alegró de reencontrar de nuevo a su hijita después de tantos años de separación, mi hermano con el cual había mantenido mucho contacto por carta  y teléfono pronto me dio la bienvenida a la vez que se apretaba contra mí y me sobaba el culo, lo cierto es que no había perdido las buenas costumbres hogareñas...

 Mis antiguos amigos, que en el fondo no eran nada más que los trabajadores de la Propiedad, pues el resto eran unos panolis hijos de los propietarios y terratenientes, que solo veía una vez cada tropecientos mil año; mis amigos de la infancia y de la adolescencia de juegos nocturnos se alegraron igualmente de verme, aunque estaban un poco cohibidos, ante una "damita parisina"  que había adquirido unas buenas proporciones de altura y volumen nada desdeñables y que les ofrecía unos generosos escotes y achuchones...

 En París, no perdí el tiempo hice una auténtica carrera no solo universitaria en antropología sino que  me dediqué a investigar el mundo del erotismo en todas su vertientes, y en el cual terminé casi obteniendo una auténtica tesis doctoral, pues conocí a todo tipo de hombre y  mujeres , negros, amarillos, de sangre azul, plebeyos, podría decirse que habían pasado bajo mis piernas unas cuantas pollas y chochitos de muy variada pelambre y dimensión.

 Y con esas ansias llegaba a mi tierra, con ganas  de saborear  in situ, todos esos cuerpos impregnados de la más natural y primigenia inocencia y no como en País que quiérase o no, la ciudad lo había invadido todo; nada más llegar me dediqué a descansar de tan largo viaje, pues desde la costa mediterránea hasta la propiedad de mi padre, había que viajar durante días y en diversos medios de transporte  sino se quería realizar el viaje en avión haciendo interminable transbordos, aproveché pues que había un viaje de un antiguo amigo por las fronteras de mi tierra  cuestión vino en mi ayuda para  conocer zonas nuevas al norte de mi país y como no a los distintos  personajes que la pueblan y transitan , lo cual me podría venir muy bien para mis estudios de antropología.

 Comencé el viaje desde donde me dejó el vapor que me trajo desde Marsella, en la caravana de Hamez Haz Reir, un árabe un tanto esmirriado y sibilino, que sabía tratar bien a sus mujeres a tenor del harén que arrastraba en su viajes caravaneros y de cómo desde la libertad que les confería, cosa extraña para un árabe, le servían y cuidaban de su persona y enseres.

 Era una caravana muy curiosa , pues en ella había muy poco hombres, los justos para la defensa el resto de los conductores de camellos eran las reales hembras de Hamez y algunos eunucos y por supuesto en esta ocasión yo misma, como viajera, cosa infrecuente en dicha caravana.

 Apenas habíamos andado dos jornadas, cuando ya lo sabía todo del tal Hamez, sus mujeres me lo alababan y me aconsejaban no perder la ocasión si me invitaba a su jaima, de probar la exquisitez de su polla, la verdad es que el tal Hamez de edad imprecisa más bien feo, un tanto rechoncho, no me apetecía nada como amante, pero todos los cuentos que me llegaron de él   hicieron tal mella en mí , que apenas transcurridas las dos jornadas y recibida la invitación a pasar la noche en su jaima, me apresuré a ponerme como correspondía a tal alto honor.

 Me vestí a la usanza egipcia de la danzas del vientre , con vaporosos vestidos que dejaban entrever mi marcados volúmenes nalgatorios y como no mis espléndidas tetas, creí que iba a sorprender a mi anfitrión y juro que la mayor sorprendida fui yo misma.

 AL llegar a la Jaima, donde me condujo Azymira, una de sus mujeres, quedé estupefacta tres de aquellos  eunucos dejaban ver sus espantosos aparatos totalmente depilado y sin sus colgantes atributos, Hamez sentado a la usanza dejaba entrever igualmente por entre sus recogidas piernas un larguísimo y fino pirulazo del cual me era difícil apartar la vista; de esta guisa con Azymira al lado empezó la cena a base de cuscus y dulces higos y dátiles y extraño brebaje que me hizo apetecer aún más saborear aquellos inmensos aparatos.

 No sé como comenzó todo , pero cuando tuve algo de conciencia pude verme tendida sobre unos cojines a los pies de Hamez, lo justo para poder tocar con la punta de lengua su fino pirulo, mientras sus dos eunucos ponían en mis manos sus dos inmensas pollas y me masajeaban  las carnes con abundantes aceites olorosos, detrás de mí sentía como Azymira, habría unos espléndidos dátiles  cuyo destilación dejaban caer entre mis nalgas y que luego iba repasando con su lengua, la cual masajeaba  toda mi concha y como no mi delicado culito.

 Sentir como aquella delgadez de polla de Amez  iba cobrando muy poco a poco su rigidez lo cual hacía que cada vez se acercara más a mi boca, y la lengua de Azymira rebuscar el ansiado almíbar de los dátiles por entre mis agujeritos que poco a poco se iban abriendo y dejando que aquella lengua me entrara hasta las propias entrañas, todo iba adquiriendo un clímax a punto de estallar, pero todo estaba calculado, cuando la polla de Hamez llegó a mi gaznate y pude suspirar en toda su dimensión y regocijo aquella polla, Azymira, estaba ya con su lengua o algo parecido introducida en mi tierno ósculo que se abría aquella delicada succión, nunca había tenido aquella sensación me habían lamido pero que me jodiesen por el culo con una lengua era algo que no me esperaba mientras los eunucos me acariciaban las tetas y yo apretaba con entusiasmo sus fofos y tremendos pirulos.

 Estaba llegando al orgasmo más increíble, cuando me vi en un santiamén cambiada de sitio y postura, ahora estaba sobre una montura de camello y tenía más aún en pompa mis nalgas, cuestión que aprovechó Hamez sacando su larguísima y rugosa polla de  mi boca y abriéndome las nalgas comenzaba a bucear en mi abierto ano que pedía ahora algo más que una lengua, uno de los eunucos me tapó de lleno la boca con su gorda polla mientras sentía como el alfiler de Hamez con su fea cabeza buscaba hueco, luego como centímetro a centímetro, como si de una lombriz se tratara  me llegaba de un momento a otro más arriba hasta no sé donde, cuando creí que iba a escupir aquella polla y el orgasmo se presentía, Azymira me introducía un extraño utensilio a modo de vibrador que tras un pequeño dolor hizo que mi clítoris se alargara aún más y buscase ya no la introducción de la polla de Hamez sino aquel nuevo inquilino, en ese intento aún sentía avanzar más a Hamez y como descargaba un río de semen que caía por en entre mis piernas, estaba a punto de correrme pero me faltaba aún pequeño empujón.

 Me dieron vuelta y ahora Amez me dio su pringosa polla para ser limpiada a conciencia mientras Azymira, habría mi choco y procedía a meter una de aquellas morcillonas pollas de los  eunucos en mi ansiado chocho, sentir aquella monstruosidad y fofa polla entrar y agrandar mi estrechita almejita, hizo que gritase de dolor y aún pidiese más carne, aunque aquel formidable eunuco se empeñaba en meter más aún su mocha polla , no podía ir más allá y fue reemplazado por su otro compañero, si la primera polla era inmensa esta rayaba ya en lo extravagante, y aunque no me lo creía fue succionada por un chocho en busca del orgasmo que llegó en medio de gritos y el placer de verse inundada y poseída por aquellos formidables morcillones, nada duros sino blandongos y rellenando todos mis huecos, Hamez me dio un largo y apasionado beso, mientras me dejaba en compañía de los eunucos y de su fiel Azymira para que me lavasen y me asearan, cosa que hicieron a la perfección mientras me llevaban una y otra vez al placer más intenso.

 El viaje continuó y llegué a la Propiedad de mi padre hecha unos zorros y deseando unos días de paz y relax para ponerme a tono y poder saborear todo aquello que se pusiera a mi alcance.

 El ver ahora a mis compañeros de juegos, bronceados y ellos con aquellos bultos bajo los taparrabos o los pantalones, ellas con aquellos turgentes pechos, o aquellas otras inmensas tetas, con las que me gustaba jugar de pequeña.

 Los días fueron pasando y les fui tomando el pulso, fisgoneando y poniéndome a tono con aquellas escenas, como la de mí hermano: aquel día subí al viejo desván de la casona, cuando me hallaba allí en medio de toda aquella barahúnda de recuerdos me quedé recordando viejos tiempos y creo que medio me adormilé, pues de repente me sentí sobresaltada por unos pequeños murmullos que sin ser gritos, eran protestas más o menos airadas, me acerqué pues al viejo ventanal y desde allí observé la escena, mi hermano apoyado el quicio de la escalera iba sobando a una de nuestras prietas criadas ocupadas en fregar la escalera, según ésta se agachaba mi hermano aprovechaba para meterle bajo la amplia falda una mano y tras pasarla por su aguileña nariz  y absorber aquel olor que le ponía a tono,  le susurraba a la doncella, algo que no llegaba a escuchar lo que ya ponía fuera de sí a la dulce criada de impresionante grupa.

 El juego iba subiendo de tono y mi hermano entretenía cada vez más su mano entre las telas de la morena que se revolvía como guepardo, sin poder alcanzar a mi hermano, ambos ya habían llegado al punto que a cada uno le ponía en el disparadero, mi querido congénere se quito un largo pañuelo al cuello y pareció irse, cuando la moza ya estaba creída que el impertinente se había ido con viento fresco, sintió un empujón y un continuo revolotear de sus faldamentos y como alguien le pasaba a modo de  ronzal un fino trapo por su boca, de esta manera era como mi hermano Frazier tenía medio amordazada a la mozuela que se revolvía de mala  manera en aquella postura, y ya había venido con fina pirula en posición de ataque, levantó el faldamento de la joven que no llevaba bragas y dejó un inmenso higo rabiosamente abierto y rojo en medio de aquella negritud, y sin contemplación alguna le arreó un auténtico zurriagazo a su violada amante, ésta entre tanto movimiento por liberarse de aquel ardoroso atacante y violador, se iba encalomando cada vez más el dulce vástago que debía ir llegando al punto fatídico en que una sucumbe, y así Frazier sin apenas moverese solo intentando estar de pie y con las piernas bien abiertas lograba que aquella encantadora violada le fuera ordeñando sin más esfuerzo por su parte.

 Lo cierto que a la negra brujita debía gustarle el sarao, porque una vez le llegó en toda su dimensión el zurriagazo de Frazier está echo manos atrás y se abría el nalgataorio para que le entrase aún más aquel pirulo, tan fino como largo, y allí me quedé pasmada viendo como aquellos rosados huevos tan descomunales para aquella fina polla, badajeaban aquellos rojos labios que ya a punto del orgasmo empezaban a espumar, me faltó un pelín para salir a dar un sorbo a todo aquel recalentado conjunto que deje a su solaz; mientras les observaba embelesada me fui haciendo un buena pajita que dejó pues tranquilos de momento mis ardores.

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