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Los Misterios del Vaticano (2)

en Grandes Relatos

LAS INTRIGAS DE MONSEÑOR (II)

Paseaba Monseñor Ciardi en compañía de la Sra. Helía por el recoleto y tranquilo jardín de los "castrati", y aunque el lugar no era ideal para el espionaje, pude ir siguiendo a la pareja por caminos paralelos, escuchando jirones de la intensa conversación que se traían el clérigo y la esposa del Capitán de la Guardia Suiza, de los cuales era confesor espiritual el Sr. Obispo

- -" Mi querido Ciardi, estoy desesperada en esta especie de jaula en la que apenas si puedo salir,  de este recinto y de ésta vorágine de habladurías y rencillas que se están tejiendo a mí alrededor y de mi esposo.. Hace unos días me enviaron un folio escrito de puño y letra de mi esposo, en el cual se  evocaba el cuerpo de un joven efebo y sus atributos, ante lo cual he empezado a revisar con más detenimiento sus papeles y he encontrado fotografías de fornidos hombre desnudos con jóvenes efebos en posiciones y actos contrarios a la Ley de Dios.. ¿Qué puedo hacer Padre..? - Llevamos sin acostarnos por una u otra razón casi 4 meses, y ya sabe Padre lo difícil que es para mí vivir sin tener cerca un hombre.. su excelencia lo sabe bien. ya que supo sacar provecho de ello cuando usted envió a mi marido como guardaespaldas de s Santidad por lo largo y ancho de este mundo.."

Lo cierto es que la Sra. Helía, era una bella filipina ya metida en la cuarentena, que aún conservaba esas curvas un tanto rollizas y unos ojos embrujadores que tanto entusiasma a los hombres de Iglesia. No es que fuera una escultural mujer, pero aquellas contenidas carnes tenían la virtud de que sus santidades volvieran la vista a su paso para contemplar aquel prominente culito que parecía pedir guerra con sus morbosos movimientos.

Como esposa del Capitán de la Guardia Suiza, tenía todo el derecho a vivir en las dependencias vaticanas, pero su llegada había despertado y desatado dormidas pasiones entre algunos clérigos y prelados, y había quién  la deseaba  como parte de su peculiar serrallo; como ello no parecía posible, había quien tenía interés en deportarla a algún lugar fuera de la curia, para así doblegar su voluntad.

Pero el inmenso poder del Prelado Ciardi, maestro archivero y conservador de los secretos vaticanos, la habían protegido de males mayores y de algunas incursiones amorosas no adecuadas o queridas, facilitándole toda suerte de caprichos y deseos cuya consecución se cobraba Monseñor en la consecución de secretos devaneos de cardenales y prelados a través de la bella filipina, y algún que  peculiar encuentro.

- -" Mi querida amiga, es una pena que esas bondades que el creador ha tenido a bien regalarte, se marchiten de tan cruel manera, como  bien sabes tú marido desde hace tiempo tiene perdido el norte y no es tan malo, como tu sugieres, pues está más o menos controlado, te sugiero que mientras hablo con él y lo reconduzco, tú me hagas el gran favor de no marchitarte y cuidar de un nuevo pupilo, que deseo entregarte para que lo entrenes, de ésta manera los dos podremos disponer de un retazo de cielo con grandes destrezas y herramientas..  -Como siempre te serán recompensados dichos servicios, no solo de forma material, sino alejando por una temporada a tú marido a una misión en Guinea Papua,  para que tu mientras  te desquites de tanta hambruna.."

Se fueron ambos a un apartado rincón del espeso jardín, junto a la balaustrada de mármol de Carrara la filipina se apoyó para ver con más detenimiento el extenso campo de golf de su santidad, que en ese momento de la caída de la tarde, jugaba su habitual partido acompañado de su Capitán de la Guardia Suiza y algunos chupacirios de la cohorte vaticana; aprovechó Monseñor Ciardi que la dama quedaba absorta en la contemplación del juego papal y de las finas evoluciones de su marido, para ir desabotonando unos cuantos botones de la sotana y dejar al descubierto su badajo que aunque medio flácido por la edad y la reciente paja, no por ello  dejaba de realizar más de un prodigio, más bien a causa de la viagra,  que a otra cosa.

Saludó el prelado con su mano izquierda  a su santidad, mientras con la otra subía la amplia falda de la filipina que en esos momentos no llevaba bragas, la maniobra de  insertarle aquella áulica polla palatina dada la situación y la postura no eran de lo más propicio, pero ambos no  desistieron de su juego, es más se enzarzaron en conseguir unos medianos resultados que al cabo de unos minutos dejaban sus huellas por los muslos de la filipina, pues el obispo se había corrido sin apenas catar coño.

Todo aquello me puso cachondo, ósea que me fui a mi casa, que era precisamente la Casa de las Hermanas Desamparadas  de la Caridad, y allí encontré a Sor Angélica amasando el pan enfrascada en sus potenciales planes y devaneos, le metí la mano bajo el hábito llegando en un segundo a su peludo chocho que aún chorreaba pasión..

- -"Diablos de chiquillo, te voy a dar con este amasador para que sea menos pícaro y juguetón.. ¡ .-  Querida Angélica que me das si te cuento lo visto y oído de boca de tu "querido y santo prepucio" como yo llamaba al Monseñor Ciardi..Supongo que ya se lo que deseas bribón, aunque te tengo preparada unas sorpresa para tu personita, que te serviré en bandeja, si tú me cuentas las cuitas que con tanto misterio me traes."

Le relaté a la inmensa reverenda Angélica, lo que había visto sin dejar detalle y sumándole alguno más de mi propia cosecha.

- -"Pillín, no sé como puedes enterarte y ver lo que ves, pero como has cumplido conmigo,  esta noche te pasas por mi celda a eso de "Completas" y allí disfrutarás de la sorpresa que te tengo reservada, y ahora puedes irte que está al caer la Reverenda Madre y además tengo que pelar unas patatas."

Hice como que me iba, y volví a gatas hasta colocarme debajo de la gran mesa de cocina, ante la cual Sor Angélica estaba ahora  sentada pelando  patatas,  tenía las piernazas abiertas y un tanto remangado el hábito, lo cual me facilitó la contemplación de aquél inmenso triángulo de las bermudas, que apenas podía vislumbrar entre tanto muslamen y pelo; acerqué lentamente la mano y empecé a abrirme camino buscando el chumino de la sor, que al notar mi mano, hizo como si nada pasase amén de ir plegándose a mis demandas táctiles. Fue abriendo aquellos poderosos diques y dejando asomar unos carnosos labios con los cuales pronto comencé a jugar metiéndole un dedo, cuando dos, y de vez en cuando acercaba mi cabeza; entonces aquella gran tenaza se abría desmesuradamente para que pudiera llegarle con mi lengua y poder así sorbetearle no solo aquellos grandes y carnosos labios, sino también chupetear aquel pirulillo que le nacía en la parte de arriba de su vagina.

Estaba en plena faena masturbatoria, mi lengua paseaba de abajo arriba la gran raja, e estaba  introduciendo un dedo en el ojete de la Sor, cuando oí la voz de la Superiora que entraba en la cocina y ordenaba a Sor Angélica que se ocupara de la novicia Matilde, que había regresado de un largo viaje y necesitaba ayuda.

La situación era tensa, yo allí, amorrado al pilón, Sor Angélica apretando mi cabeza para no perder la apreciada  lengua que le estaba llevando a los mil cielos de santo Job,  la Reverendísima sin enterarse de nada, se sentó a la gran mesa mientras yo sorbía y sorbía a falta de aire, aquellos caldos salinos que la Sor me ofrecía.

" Le pasa algo Hermana, la noto un tanto afriebada y tensa, es que acaso se encuentra mal.. .- No es nada Reverenda Madre es que este calor me está matando a sofocaciones.. Siga usted  revenda madre sentada unos momentos y tómese un té helado mientras me pasan las sofocaciones y termino de pelar estas patatas.

Repántigose la Reverenda y subióse también los hábitos en busca de un poco de frescura para su entrepierna; Sor Angélica bajó una mano y me indicó que continuara en mi labor, pues a buen seguro que la cegata no debía haberse enterado de nada. Estaban pues en una amigable charleta las dos freilas, cuando vi al lado de la mesa una cesta con grandes pepinos; para vengarme por el intento de asfixia de la Sor le ensarté un pepino de grandes dimensiones que se resistía a entrar en el chumino, tal impresión llevó mi querida celestina que alzó un pié que fue a incrustarse bajo los hábitos de la Reverenda, pensé que se iba a armar la gorda, pero estaba claro que la Superiora le gustaba el trance y se hacía la boba, abriendo los muslazos para que aquél pie le llegara a dónde tenía que llegarle.

Lo cierto es estas monjas no debían gastar mucho en bragas y sostenes a juzgar por lo allí visto; el pié iba haciendo su trabajo y pronto la Reverendísima bajó una mano he hizo que la gran deda de su subordinada se incrustara en el vejestorio chumino de la Superiora.

Yo seguía masturbando a Sor Angélica pepino en mano mientras pajeaba mi hermoso nabo que estaba a punto de escupir su caliente bramido, no se me ocurrió nada más que apuntar directamente al chumino de la Reverenda Madre Superiora que ya estaba en un extraño trance.

Debió sentir algo extraño,  debido a mi corrida recibió la superiora  la  quemazón de mi “lechada”  en pleno chocho, pero cuando quiso reaccionar y mirar que era lo que allí había sucedido, no encontró nada pues me salí escopetado puesto que  el físico podía peligrar, pues nada sabía tan reverenda madre de mis cuitas por esos lares y en tan distinguidos trances,  y además una lesbiana tan celosa como ella podía ser un  peligroso enemigo.

Sor Angélica, que debió percatarse de la situación debía estar mondándose de risa, al ver la cara de panoli que se le había puesto a la Reverenda, al sentirse embadurnada con tan raro líquido y de tan extraño sabor. Ella que a buen seguro nunca había probado polla, no sabía si es que "su chumino" se estaba pudriendo por su perfidia, o que allí había habido un milagroso orgasmo, o que la deda de Sor Angélica era prodigiosa, el caso es que se marchó con cara de circunstancia, mientras me imagino a la picarona Angélica partiéndose el chocho de risa, allí en la cocina.

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