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Aventuras de un Benedictino (III) y ultimo

en Grandes Relatos

“ QUIEN LA HACE LA PAGA..” (III)

 Me reuní días más tarde con Beldane y una de sus leales siervas para celebrar nuestra venganza, que ya campeaba por todas las bocas de la Comarca.

 Nos reunimos en la pequeña casita que me habían  otorgado mis anfitriones y allí me dispuse de gozar de nuevo de la anfitriona y una sierva tan leal como lujuriosa.

Estaba en plena faena de dar placer a las dos mujeres que una encima de la otra se me ofrecían una con su bello culito en pompa  el de Beldane que ya se había hecho en forma y moldura a mi zanahoria y la otra encima con unas prominentes ancas entre las que daba gusto hundirle el zurriagazo en  el gran chochazo a la vez que uno  se agarraba  a aquellas carnes que pedían a gritos ser  cogidas y masuñadas; estaba como digo en plena faena de mete y saca de un culo a un chocho y del chocho al nefando agujero,  prácticamente desvencijados por el placer, cuando se oyó un portazo  entraron de  repente con armas en ristre el cornudo marido de Beldane  D. Silo de  Canaval acompañado a su vez de otros dos soldados.

 Así me pagas la hospitalidad y el asilo que he te dado bellaco, metiéndole ese negro pollón a mi mujer, caro lo pagareis tanto tú como ella y su sierva.

Al fraile ponerla una soga al cuello y atarla a  la viga pues ha de morir en la ahorcado y ellas ya veremos como pagan su repudiado pecado.

 Mientras todo esto decía se le iba creciendo el bulto tanto a él como a los soldados, pues al ver aquellas dos señoras allí desnudas mi polla enhiesta los ojos les hacían chirivitas..

 Ahora empezaba a reconocer las fugaces figuras que siempre espiaban mis movimientos y transportes.

 Implorara Beldane: hacernos lo que queráis tanto a nosotras como a él , pero no lo matéis pues un hombre de iglesia y puede desatar maldades sobre nosotros, decía Beldane mientras exponía más su chocho para reblandecer a aquellos rústicos soldados y al fino de D. Silo , al cual se acercó y le mordisqueba la polla por encima del jubón .

 Aproveché aquél momento para hacer la seña de los “ Compañeros de la Orden de  los Caballeros y de las Ninfas Rojaslo cual me salvó momentáneamente de la horca pero no así de los suplicios.

 Puesto que eres uno de los “compañeros” te salvarás de momento de la horca, pero antes has de purgar tus pecados, fraile lujurioso;  me pusieron de rodillas con las manos atadas a la espalda y me apretaron la soga lo cual me hizo abrir la boca buscando el aire, momento que aprovechó uno de aquellos rústicos para introducirme una minúscula polla llena de cicatrices y nauseabunda que no tuve nada más remedio que chupar y lamer hasta que aquel desgraciado se corrió , para mi asco y náusea, lo que hizo que el fino notario se bajara el calzón y con aquella fina y larga punta se dedicó a insertársela a la sierva de Beldane en aquel majestuoso culo  y pasármela a mi por los hocicos para que oliera los efluvios de la maldad y la pestilencia.

 Agacháronme y allí en pleno  culo me la insertó el condenado notario, que se movía a las mil maravillas con aquel largo pirulí y me hacía gozar mientras me obligaban a chupar a Beldane en su suave conejo ahora  lleno de espermas de los rústicos.

 En ello estaba cuando sentí un olor a carne quemada y un terrible quemazón en mi propia nalga, Así aprenderás que cuando tengas que bajar el calzón o subirte el habito , a lo que te expones; el dolor fue intenso pero en vez de menguar mi gordo vergajo este se engrosó aún más, mientras el notario me marcaba en la otra nalga y se corría en mis entrañas.

 Osea aún no tienes bastante eh socabrón de fraile; decía fuera de sí D, Silo que refociló por mi cara su untuosa polla de semen y excrementos, a la vez que metía sus dos manos en los chochos de mis amantes.

 Me puso el gazapo de la sierva a la altura de mi polla y me empujaron dentro de ella, la verdad es que  gozaba de la mujer de forma inaudita pues se movía endemoniadamente , pues no quería que ni la ensartaran por detrás ni la marcaran, lo que hacia que mi verga se sintiera aprisionada y retorcida en su lubricado cubículo, en un momento  dado me soltaron de tan dulce contacto y cogiéndome el vergajo a punto derramar su esencia, me aplicaron el hierro candente  “Un gran ojo dentro de un triángulo” y allí nos dejaron en medio de nuestros estertores y sufrimientos, mientras lamíamos las lacerantes quemaduras en busca de calmar el dolor unos a otros.

 Iba encima de mi rucio, cuando medio  me desperté perdido en las fiebres y heridas que me habían seguido infringiendo durante los día que en los que fui sometido  a torturas y martirios por el sádico D. Silo .

 Me desperté en  una densa oscuridad medio rota por finillos rayos de sol que se colaban por los barrotes de lo que parecía una lóbrega estancia con paja por el suelo y una enormes argollas en el suelo  a las que estaba atado por gruesas cadenas; un poco más allá pude vislumbrar a mi pollino y un enorme perrazo que cuando me vio moverme, gruñía y sacaba sus amenazantes  dientes; nada se oía fuera , no sabía donde estaba, aunque me llegaba un   lejano efluvio a incienso y cera virgen .

 Estaba recordando mi monasterio  y al padre Isidro, cuando se abrió la puerta, una gran sombra se acercó a mí, de un manotazo abrió mis piernas  y me cogió el dolorido falo el cual untó de aceites y cataplasmas. Me ayudó a recostarme y me dio de comer y de beber; y así permanecí durante varios días.

 Una mañana se acercó mi conocida sombra, inmensa  y maloliente,  me masajeó el zurriagazo  que empezó a dar muestras de reverdecer de nuevo, lo que satisfizo a mi nueva ama, una enorme madre abadesa , peluda y un tanto cogolluda , no sabía si todo aquello eran fruto de mis pesadillas producidas por las fiebres o estaba realmente muerto y este era el purgatorio.  

 Algunas noches llegaba la freila  con una tenue vela y se sentaba allí en la paja arremangándose el habito y dejando ver sus voluminosos muslos tapizados de pelos y un triángulo oscuro del que sobresalían unos hambrientas carnazas rojas , y así mostrándome aquél espectáculo pasaba  horas en lenta masturbación y en completo silencio,  refocilándose  el inmenso coño con cuanto comía, para que el gran perrazo le lamiera hasta el mismo cetro.

  Cada noche se abría la puerta y me deparaba un nuevo espectáculo; A veces llegaba y se ponía a masejear a  Celedonio el cual empezaba a sacar su enorme polla , momento que aprovechaba la monja para colocar un estrecho banco y ponerse encima de éste y frotarse el pollón a la vez que  se introducía poco a poco  la punta de tan formidable nabo; rebuznaba Celedonio por tan inesperado festín y dejaba escapar chorros de agüilla mientras enseñaba los dientes y el gran danés sorbía tan abundantes caldos .

En otras ocasiones la lobuzna monja se arrodillaba ante mis piernas y me chupaba con fruidez mi pirula mientras llamaba al gran dogo, éste se  echaba tras ella  y lenguetaba a la pérfida madre bajos sus hábitos, el goce de la monja lo sabía yo en función de las lenguaradas que a mí me proporcionaba; luego cuando creía que estaba bien lubricada arremangaba  el habito y dejada toda su peluda grupa al aire, llamaba con un silbido al Gran Dogo que se subía encima y le hincaba  el estandarte hasta la propia bola , en esos momentos la reverenda me mordía de placer y se abría  las nalgas para que le entrase bien tan descomunal instrumento, una vez dentro a medida que le iba creciendo el tumor al canino animal, ésta se dejaba caer sobre mis piernas y continuaba lamiendo mi secreciones.

 Tan enseñado tenía al animal que éste no se daba vuelta como otros , sino que se echaba sobre su dueña, a esperar que aflojara tan fuerte trabazón que a la monja  le ponía bizca de impudicia  y placer , cuando ya el bulto menguaba, la monja atrapaba al can y con el vergajo aún caliente y un poco más menguado se lo insertaba  contranatura  a lo que el perro reanudaba sus violentos transportes  que hacían a la freila delirar y arañarme y moderme donde podía y cogía.

 Solo de vez en cuando la Sor cogía  mi vergajo que  era introducido en alguno de sus agujeros, de los que pronto salía  pues no debían reunir las dimensiones adecuadas ni  en el tamaño ni el grosor, rsultaban pequeños para  las medidas  que requerían sus  distintos hoyos

 Pronto se cansó del juego conmigo, pues para poco le servía, por lo que optó por ir pasando el denso serrallo que tenía bajo su mando por entre mis entrepiernas y sus distintos amigos entre los que se encontraba el Gran Dogo y mi pequeño rucio Celedonio.

 Y así amigos llegué casi hasta la extenuación en este viejo convento donde aún sigo como confesor , ya sin dientes y sin ganas ni sitio donde ir , y siendo un débil juguete del destino que paga con creces sus pecados de jodienda.

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