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Africa Tropical aventuras (2)

en Orgías

Africa Tropical (29

Empecé a buscar mis viejos escondrijos y a preguntar, en aquellos tenues escarceos con mis añorados amigos, por los mejores escenarios para poder contemplar a la parejas en su natural coyunta. Y así fue como alguien me indicó que si quería ver a mi viejo padre en acción, no tenía nada más que ir a la casa de los huéspedes y observar y así lo hice.

 Me preparé el escondrijo y allí estuve casi una hora, cuando ya estaba dispuesta a irme , apareció mi padre con su paipai, sacó al recoleto jardín uno de los inmensos sillones de mimbre a lo Emanuel  y se sacó un rechoncha pija  al tenue solecillo, y medio se quedó dormido, aquello me parecía aburrido, cuando aparecieron por la esquina dos adolescentes, con cara de niñas o dos niñas con cara de adolescentes y se pusieron a revolotear alrededor de la inmensa pija de mi señor papá, la levantaban como con asco y le escupían en su agujerito, y la frotaban por entres sus ropitas, luego cuando la polla iba tomando color y tamaño, acomodaban el culito entre las piernas de señor de la casa y levantando por detrás la faldita se iban colocando sobre tan mullido príapo, para consuelo de mi padre que iba soltando espumilla por las comisuras de sus labios mientras le venía a la cara una picara sonrisa de dormido en pleno delirio.

 La jovencita más joven tiraba de su amiga, para que le dejara hueco, cuando lo hubo logrado en vez que colocarse sobre las piernas se arrodilló y cogiendo la hermosa polla que había perdido firmeza pero en cambio había obtenido un color brillante se la llevó a  su tierna boquita y como si se tratara de un helado llevó al viejo verde  a su más puro deleite, pues como despertando cogió la cabeza de la niña y la empujaba más y más para que tragara todo el mástil, a punto estuvo de ahogar a la pequeña que se agarraba a los negros cojones del Coronel, mientras su amiguita le introducía su pulgar en el culito para deleite de los tres; luego dejaron al bello ejemplar descansar de la tremenda mamada.

 Los juegos alrededor del anciano proseguían , le tiraban de aquí de allá, le hacían cosquillas y terminaron medio atándole a la silla y para su rabieta le vendaron los ojos, y aquello ya fue el delirio el Coronel revolviéndose para librar, la rabia le iba subiendo en la misma escala que las niñas ya desprovistas  de toda vergüenza se levantaban sus ropas y metían uno de los dedos del Coronel en sus distintos agujeritos, éste quería alcanzar aquellos bellos y menudos chochos y manosearlos a su antojo y las niñas jugaban con él, llegaron  a medio echar un polvo con su deda gorda .

Cuando se hubieron divertido de lo lindo, tumbaron la silla de espaldas  y tras los vociferas voces de mi padre, ambas dos jovenzuelas le echaron unas largas meadas en plena geta, cuestión que dejó a mi padre estupefacto y medio relamiéndose con tal dulce néctar;  y allí le dejaron tumbado atado y ciego y con la polla que tras la meada ofrecía una interesante forma y postura, no lo pensé dos veces dada la imposibilidad de que mi padre ,ó sea el recio Coronel, me conociera, salí de mi escondrijo me acerqué al asustado hombretón que no sabía que estaba pasando, y quintándome los calzones me dispuse al calzarme el orondo príapo que presentaba mi papaíto.

 Y así fue como para su sorpresa, pues algo le decía que aquello no formaba parte del guión, se fue poniendo en alerta y fue preguntando si aquella que se lo estaba trajinando era  ésta o aquella, y por la  larga relación parecía tener una buena legión de amantes, entre las que se encontraba hasta la estrecha de mi tía, y así asiéndome a los laterales del sillón me encalomé el cantimpalo aquél que no era que fuera un fuera de serie, pero su morcillez unido a su dimensión pronto hicieron que mi chochito rezumara de pasión  y alcanzara el deseado orgasmo, no contenta con ello abrí de nuevos mis labios y le eché una ácida meada y una dulce cagadita, como recuerdo y venganza por aquella recta e hipócrita actitud que tenía para conmigo; y allí también lo dejé perdido en espumarajos  y  vociferios.

 Fue sonado el asunto, pues aunque parece que lo encontró gente de su confianza, no se sabe cuanta gente pudo acercarse al oír sus gritos, y además quien era el guaperas que iba y le desataba exponiéndose a cualquier cosa, quien procedió alertado por trabajadores de la finca fue, su mucamo que yo creo que de vez en cuando se lo debía beneficiar mi padre, a juzgar por su actitud servíl.

 Sabiendo pues que mi querida tía entendía más de lo que aparentaba, tracé un pequeño plan para trajinármela pues me apetecía probar sus rubios ricitos y ver como subían a sus dulce mejillas el rubor del placer y de ser descubierta, y allí me fui hasta sus lejanos aposentos a salvo de miradas indiscretas, era media noche y tenía pensado abrir su cuarto y meterme en su cama, pero la sorprendida fui yo misma; al acercarme a la su puerta no solo vi luz  sino que susurradas palabras de orden; acerqué pues el ojo a la gran cerradura y allí atisbe a mi cincuentona tía en pelota picada a lomos de un bestial negro que lo acabalgada como si de un caballo se tratara  ataviada con botas de montar  y con fusta que utilizaba de vez en cuando sobre Erice un criado negro de casi dos metros y 130 kilos, tan grande como escaso de luces;  de vez en cuando mi ti echaba la mano atrás y por entre las nalgas del tonto, palpaba si el monstruoso instrumento del semental que también arrastraba por el suelo,  iba cogiendo  tamaño y firmeza.

 Lo cierto es que nuca había visto una polla de aquel tamaño y no me gustaba mucho probarla, pero al menos si tocarla y sobarla un ratito, ó sea que esperé a que el jueguecito diera a su fin y comenzara la fiesta que no tardó en producirse. Mi tía se puso ella  cuatro patas y pidió al bobalicón de Erice que ahora le tocaba a su caballito hacerle las delicias, y así fue como el  inmenso negro medio se puso como un puente con el badajo colgando y mi tía pasando bajo é, frotándose y dándole lametadas a tan bello artilugio, cuando ya lo tenía como ella quería pidió a su mozo de cuadras que se le llenara su preciosa vaina, Erice cogió pues el mandoble con ambas manos y siguiendo en la postura del puente se la fue hincando a mi tía en su almejita linda,  Edmunda a cada mandoblazo reculaba más para poder absorber lo más vorazmente   tal vergajo, ya la tenía más de la  mitad metida y mi tía daba hayes de placer y de perdón por tan loable castigo, para delicia del tonto que se reía con su bobalicona risa mientras le daba grandes palmadas en  as ancas a mi tía.

 En ese momento que estaban de espalda entré yo, muy sigilosamente y cogiendo la verga de Erice se la metí hasta casi la empuñadura en le cochito de mí tía, las reacciones fueron impresionantes, el bobo debió sentir la alegría de su vida, otras manos le sobaban las pelotas y la picha y además había metido hasta la empuñadura su polla, mi tía se sintió desfallecer con tanta carne dentro y además su sofoco fue en aumento cuando se sintió sobada; una vez se hubieron repuesto del susto, les impuse mis condiciones y así una a cuatro patas y el otro a modo de puente, me deslicé bajo ellos para ver en primer plano como una almejita tan rosada y dulce podía comerse un bizcocho tan monstruoso como aquél, de vez en cuando les ayudaba con una lengüetada para que aquello no se recalentase en exceso; y así pude ver a muy pocos centímetros como una polla negra de casi cuarenta y cinco hacía estragos en un chochito como el de Edmunda que estaba ya fuera de control

 Si la polla era enorme el escupitazo del semen fue hasta con sonido estéreo, y allí fue todo saliendo a borbotones, una leche suave y melosa como el aceite de coco, que me fui untando por las tetas y el culito; una vez concluida la faena del mozo de cuadras,  le puse en la cama y le ordené que estirara la polla sobre su barriga, cosa que cumplió al punto, me puse a horcajadas sobre él y rozando aquel pedazo de tubo por mi hendidura logré junto con las lamidas a mis tetas del negro y las delicias de mi tía con su lengua en mi culito uno de mis mejores orgasmos; lo cierto era que aquella polla cada día me iba gustando más pues su tacto, su longitud y morcillera junto con la imbecilidad del sujeto , todo ello unido les hacía un objeto especial para el juego más perverso, sin tener que aguantar la insolencia del macho .

 El resto de los días fueron los clásicos encuentros u juegos, hasta que me fui enterando que pronto se celebraría el día del Gran Rey, cuestión que  no supe muy bien que era o quien participaba, pero que tenían como premio y regalo por mi vuelta y feliz cumpleaños.

 Alguien también me susurró mientras me clavaba su vergajo que igual  era conveniente supiera como se entrenaba mi madre para tal evento,  y puesto que mi padre marcharía unas semanas podía comprobar ciertos preparativos por parte de mi querida mamaíta, y con esa idea me fui adormeciendo mientras mis dos amantes pugnaban por introducir sus dos finas pollas en mi saciado chocho, cuestión que les dejé hacer mientras me fui abandonando en las dulces escenas con el árabe y soñando lo que mi madre haría para su entreno, y lo que mi padre haría durante esas dos semanas de largo viaje.

 Ha partir del susurro empecé a  vigilar más de cerca de mi madre, tras la partida del Coronel.

 Sandra de mi querida y amantísima madre, tras la partida de su marido lo que hizo fue recoger su más queridas mascotas del jardín, donde las relegaba mi padre y meterlas con ella en sus alejados aposentos del ala Norte que daban sobre el Lago, y allí en pasaba la horas nocturnas fumando y saliendo a tomar el aire cálido de la noche a su majestuoso balcón acompañada de sus dos mascotas.

 Por más que me empeñé y vigilé desde mi habitación no vi subir a hombre  alguno, ni blanco ni negro, ni desde la plantación ni desde el lago hasta los aposentos de mi madre, lo que me tenía sorprendida e intrigada; apreté un poco más el circulo del espionaje y tampoco vislumbré gran cosa, pues la servidumbre se replegaba a sus barracones salvo la lozana Traganta que  se  quedaba a dormir a los pies de la cama de mi madre, desde que yo recuerde, salvo cuando el Coronel visitaba a  Sandra, aunque sospecho que más de una vez también se quedó y lo que ya ignoro es si participaba en los escarceos del Coronel.

 Estaba más que intrigada sobre los entrenos de mi madre, y salvo los largos paseos no encontraba yo que preparara nada extraordinario; ó sea que rebusqué pues su habitación  cuando salió a una de sus largas caminatas, y salvo un pequeño consolador anal de marfil,  y unos cuantos  gruesos calcetines de lana  de mi padre poca cosa más encontré..; busqué pues un posible lugar o escondite para vigilar a ambas mujeres en su más intimo espacio que encontré tras un ropero que mi madre apenas utilizaba y que tenía otra puerta medio falsa por donde hacía años mi padre metía  a sus amigos y amigos cuando faltaba mi madre.

 Cuando me dio anocheció me acurruque en el reducido cubículo, y allí me quedé dormida pues  mi madre yo creo que esa noche se demoró en exceso.

 Como digo, estaba dormida, cuando me sobresalté por un ladrillo de Caimán el gran danés de mi madre que ladraba en mi dirección; creí ser descubierta pero Tranganta llamó al animal y con ello pude ya disponerme a observar lo que pasaba al otro lado de los bambúes.

 Lo que allí observé me dejó un tanto estupefacta y ahora comprendía algunas cosas: Tranganta y Sandra habían esparcido por la mullidas alfombras algunos cojines y llamaban ahora a sus mascotas: a Caimán a quien mandaron echarse y empezaron a calzarle los gruesos calcetines de mi padre en sus patas delanteras, así como a los perritos falderos de mi madre y terminaron la faena soltando de su cadena a Romualdo el gran orangután.

 Se reunió pues todo el conjunto, animales y mujeres en el centro de la habitación, entre los cojines, en una escena que ya conocían por la rapidez con la que se producía y la adaptación al lugar que cada uno le correspondía, las madamas empezaron por ponerse ligeritas de ropas, ósea se quedaron en sostén y braguitas y comenzaron a poner a tono a los dos perrillos falderos, que pronto pugnaron por deleitarse con el sabor  que había tras la telas de las dos mujeres, éstas se abrían pues de piernas y dejaban juguetear a los perrillos con sus hocicos por entre los pliegues de las bragas , de vez en cuando dejaban que estos llegasen a sus dos almejas, cuestión que ponía más que a tono a ambos animales, que ya pugnaban por otra fase como era dar cabida y calor a sus nada despreciables nabos, teniendo en cuenta su tamaño.

 Mientras Romualdo buscaba pulgas a Caimán por su barriga y le masajeaba los enormes huevos, y este le iba dando largos lametones a las babillas que salían de la vaina del orangután; eran un circulo perfecto y así funcionaban.

 Mi gordita madre enseguida se dio vuelta y tras poner un cojín bajo su barriga, abrió las piernas e invitó a  viejo perro cooker  a darle un sobeo por la puerta trasera, le valió tan solo la posición para que Andranás que así se llamaba, babeara unos larguísimos lengüetazos por el culo de mi madre y pusiera en órbita una polla que ya pugnaba por encontrar  su agujero, tanteaba  cogiéndose al nalgatorio de mi madre mientras ésta se entretenía en besuquear los instrumentos de los otros acompañantes, que seguían medio haciéndose pajas uno al otro, uno a base de sus largas manos y el otro a base lametazos.

 En ello estaba cuando Andranás consiguió su objetivo sin ayuda y clavó a mi madre hasta la misma cebolleta, que Sandra se encargaba de enseñar a su negra criada como diciéndole hasta donde había llegado ya el condenado. Di tú que Tranganta no estaba en peor disposición pues tenía metida en la almeja hasta la embaladura de la polla del otro cooker, sin que hubiera salido un solo suspiro.

 Aquello me puso a cien y comencé a pajearme mientras no le quitaba ojo a todo aquello.

 Cuando los dos perrillos se hubieron corrido a su gusto y antojo, las dos sátiras colocaron de nuevo sus trapitos y se dispusieron como a dormirse entre aquellos cojines, en ello estaban cuando los dos grandes monstruos dejaron de pajearse mutuamente y se acercaron a las madamas; Romualdo muy lentamente se acercó a mi madre y metió uno de sus larguísimos y peludos dedos por entre la cinta de la braga de mi madre, esta se reubicó un poco mejor y dejó que aquél largo dedo le fuera entrando en su concha más y más, hasta empezar a hacerla suspirar de placer, mientras Romualdo con la otra mano maniobraba sobre su propio instrumento que iba cogiendo forma y tamaño.

Traganta, a quien ya había despojado Caimán a mordiscos de su tanga se abría las nalgas para que el perrazo pudiera clavarle su dardo, las embestidas eran tremendas y aunque la tenía bien cogida por la cintura  y culeaba de forma endemoniada su puntiagudo dardo no hacía nada más que chocar con sus nalgas sin encontrar el maldito agujero, en una de éstas el inmenso pero clavó su dardo hasta la misma vaina, Traganta daba grititos y pedía más y más, cuestión que Caimán estaba dispuesto a darle pues terminó clavándole hasta la misma cebolleta en pleno chocho, lo cual hizo que más enloquecidos los gritos de la mucama de mi mamá.

 Esta al ver que Caimán ya se daba la vuelta sobre su pata trasera, llamó al perro que se arrancó brutalmente de la criada, para su satisfacción , pues no gritó para nada, y encima se refocilaba con todo aquel mejunje, llamando a los perritos falderos para que le terminaran la faena.

 Sandra una vez consiguió que Caimán se acercara le echó sobre su espalda y cogió pues el instrumento del animal y lo apretó con fuerza por la parte de debajo de la cebolleta, esta se hincho aún más presentando un aspecto impresionante, mi madre se acaballó sobre el instrumento y se lo introdujo lentamente, su choco abría las valvas hasta  abrazar la polla del perro, en esto que el animal quiso levantarse y lo que consiguió fue que la cebolleta entrara en toda su dimensión, yo ya estaba fuera de mí y retorcía mi clítoris en busca del orgasmo..

 Sandra ya fuera de sí le hizo una seña a Romualdo y éste que hasta ahora tan solo echaba grandes babadas sobre la espalda de Sandra, se colocó detrás de ésta la empujó un poco y empezaba a intentar meter su polla de mono en donde pudiera, el angüilla de la  polla de Caimán y la propia baba del orangután hacían que todo estuviera lleno de fluido y  así fue como mi madre se tragó las dos inmensas pollas  en  el chocho, ante lo cual se apretaba más al perro  para que no se le saliera  y echaba una mano atrás para animar a que el mono apretara un poco más..

 La escena era impresionante mi madre ensartada se dejó caer sobre Caimán el mono ahora encontró el negro agujero del culo y sin encomendarse ni a dios sacó su polla y se la clavó directamente allí donde tenía metido un dedo, Traganta era limpiada a conciencia y yo ya iba por no se cual orgasmo, tan excitada estaba que no era consciente de mi propios gritos, y fui descubierta por los animales que salieron de sus respectivos agujeros y se abalanzaron sobre el vestidor.

 De allí me sacaron mi madre y Tranganta, y tomándome ambas de brazos y piernas me llevaron a al centro de la habitación,  e invitando al mono mientras me sujetaban a que me montase, me resistía de tal manera que me pusieron panza a bajo poniendo un cojín debajo de mi barriga, con lo cual mi coño quedaba ahora a buena altura, y así mi madre haciendo de mangorrera   untó sus propios mejunjes  en la polla del simio y la  enfiló directamente a mi chocho, Romualdo debía estar muy entrenado pues fue metiendo lentamente su largo y extraño instrumento que ascendía y ascendía hasta parecer que me iba a romper en dos, pero el gusto era tan intenso, y más cuando se retiraba lentamente y luego volvía otra vez a empezar y así me fui desvaneciendo; hasta aparecer al día siguiente en mi propia cama..

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