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Espiando a mis Queridos vecinos (2)

en Sexo con maduras

 Por el precio uno, la familia..”

 Había oído Gilberta, que una vecina de la citada calle Concepción buscaba una señora educada y de buenas costumbres para cuidar, durante sus ausencias, de un “chico mongol” y que tras intensas búsquedas, se había ofrecido una conocida de Gilberta,  la cual según ésta, era una largata de mucho cuidado,  y que  a buen seguro lo que perseguía era el  rabo del “inocente”, para quedar más que  cumplida.

 Y con ese cuento me vino  Gilberta, me indicó pues el  nuevo objetivo para mis potentes telescopios, un discreto chalecito allá cerca de la ría, que a pesar de su aislamiento, los ventanales del salón y de las habitaciones  eran como transparentes para nuestros aparatos,  y así estuvimos espiando a la familia  durante varios semanas; tengo que decir, que por dicho motivo poco le faltó a mi amiga Gilberta, para terminar viviendo en mi casa, pues cada dos por tres la tenía metida en casa y  como no en la cama; llegué a pensar que todo  era un estratagema para quedarse a vivir conmigo y mandar al garbancero de su marido a tomar aires, pero tan larga espera y vigilancia dio sus frutos.

 Veíamos a través de nuestros aparatos, que la “nurse” del niño se iba dejando y acercando a cada uno de la familia cada vez con mas familiaridad, cuando veíamos un pellizco del señor de la casa, cuando una caricia de la señora y como no la continúa persecución del mongol pija en mano a  través de la casa; con todo estos escarceos teníamos para todo el día, pues cada uno actuaba en su momento.

 El día empezaba con la llegada de Gilberta a mi casa y la preparación del campo de operaciones, cuestión que ella aprovechaba para ponerse “cómoda” y ponerme a mí “incómodo”;  se enfundaba en una especie de kimono que enseñaba más que cubría, y que tras los primeros planos de teta y pompis que me enseñaba, como que no quiere la cosa, me dejaban con el remo más que hinchado.

 Hubo una mañana que el espionaje le tocaba a Gilberta, la cual relataba lo que veía, por si fuera interesante intercambiar el teleobjetivo o disponer del otro telescopio, que tenía en la parte trasera de la casa para poder llevar una observación   más diversa.  Lo bueno y lo malo de la observación del chalecito es que nos llevaba al agotamiento, pues al estar el campo visual frente a la cama, la observación se hacía desde éste útil utensilio..

 Aquella mañana,  como casi todos los días, el “mongol” con sus ya avanzados 25 años,  perseguía  a la lujuriosa cuidadora, y así me lo contaba Gilberta sentada en la cama pegada al telescopio, mientras yo  atado de manos a la espalda estaba amorrado a su pilón.. Sigue capullito mío sacando  lustre a ese chochito, que el hijoputa de tu amigo ayer puso de chupadomine queriendo meterme eso que tiene por picha.. sigue bendito de dios.. ah mira, ahora “gogol”- que así lo bautizamos -, está con ese armatoste de polla que tiene, entre las manos detrás de la lagarta, generalmente ésta le hacía una paja, o le hacía un sobeo rápido y la cosa quedaba  tranquila para  toda la mañana, pero según lo que me narraba mi amiga, aquél día por alguna razón era especial.

 Mientras yo seguía , sorbe que te sorbe, por entre aquellos pelos rubios, mi amiga me narraba lo que acontecía.. parece que la lagarta hoy está cabreada , pues  ha puesto a “gogol” atado las manos como a ti, pero a la cabecera de la cama y allí le ha dejado, desnudo y con el  rabo pidiendo guerra ..Hostia con la lagarta como se lo monta, ha traído un buen tarro de miel  que está untando por todo su cuerpo para que “gogol” se lo chupe, y mira como le repasa el retrasado las tetas, ya podías aprender lo que es un buen trabajo; será retrasado, pero aprende el condenado  ciertas cositas rápido ..

 Y  así seguíamos, yo haciendo las delicias de mi amiga,  y ella degustando mis caricias y la contemplación de las evoluciones de los vecinos.  Llegó a tal culmen la cuestión que Gilberta, decidió soltarme para que no la molestase más a preguntas de lo que pasaba; cuestión que aproveché para darle el mismo tratamiento, y atarla al pie del telescopio y en posición  arrodillada.. con la grupa en pompa.

 Lo cierto es  que la lagarta ya  le había dado de chupar todo lo chupable al retrasado, y ahora se disponía a darse el festín; untó pues el inmenso nabo del chaval  con una especie de vaselina o algo  parecido, y se dispuso a trajinarse el montaraz artilugio; viendo el espectáculo y las lecciones hice yo lo propio, teniendo a Gilberta en tan sublime posición, me acomodé bien en la cama ,la espalda contra  el cabecero de la cama, las piernas abiertas y la polla pidiendo gol, un par de escupitajos en una mano y el consabido restriegue por los bajos de Gilberta hicieron que esta se encabritase y sus agujeritos se pusiesen a hormonear un “fru fru” que los hacía penetrables, me acochiné bien sobre el telescopio y no perdí pista de lo que al otro lado acontecía, la lagarta que a todo esto no se había quitado las braguitas multicolor, de fino hilo , hizo a un lado la prenda, dejando ver una quilla frondosa que colocó encima del armatoste.

 “Gogol” boqueaba con el espectáculo que tenía delante, y más cuando de sopetón la muy bruja se dejó hacer sobre la polla del “imbécil”  que pronto comenzó a dar alaridos y dar bamboleadas para gusto de la lagarta que se aferraba a la cabeza de “Gogol” so pena de salir disparada, los cebollazos del pollón debían ser de órdago, pues aún a pesar de todo ello, solo había  entrado una parte, aun restaban  como unos 10 centímetros que pugnaban por encalomarse dentro, la Lagarta echaba mano atrás y palpaba el cacho nabo que aún faltaba por tragarse,

 Estaba en el momento más interesante del polvazo, pues entre el vaivén de pollonazos,  y la teta que “gogol” tenía en plena boca, opté por encalomársela a mi querida Gilberta, fue también un buen pollonazo, la coloqué   sobre mi fiel amigo y en un salto hacia delante se la encalomé en pleno chocho, estaba en medio del vaivén cuando, observé que alguien entraba en la casa, grité pero inútil la lagarta iba a ser sorprendida en pleno polvo.

 Así se lo dije a mi amiga, que se reclinó sobre mi y dimos alternativamente vigilancia a lo que allí acontecía.  Aunque estaba ensartado en mi amiga, apenas si nos movíamos, en espera de la reacción de lo que en el chalecito aconteciera; quien apareció fue la madre de la criatura, que como ya debía sospechar algo, se acercó  a la habitación con sigilo  y observaba por la puerta entreabierta como la morcilla de su hijo hacía las delicias de la cuarentona, ya en pleno demarraje, el “imbécil” se corría a borbotones y la Lagarta echaba la mano atrás cogía a puñados aquella cremosa leche merengada y le daba a chupar a “gogol”, la madre de la criatura, no quitaba ojo de  lo que allí sucedía y cuando la observé mejor, ya tenía metida una mano por la falda y hurgaba en su pepitilla.

 Por algún suspiro  más alto que otro, o por alguna otra  cuestión,  el caso es que la Lagarta se dio cuenta de su presencia , se arrebató del pepino que tenía dentro, que seguía como la Cibeles echando líquido sin parar, y se fue hacia la madre del muchacho, que quedó de piedra al  ver aquella escultural mujer que se había tragado el nabo de su hijo,   en un santiamén le había largado a ella misma un beso metiéndole la lengua hasta la tráquea a la vez que le echa mano al felpudo y con una rapidez inusitada, le  había clavado en pleno chocho dos dedos, mientras le sorbía el paladar a lametones.

 No aguanté más dos  emboladas y mi querida Gilberta apenas sin empezar a notar mi pija, ya sintió mi caliente leche, borbotonear por entre los pelos del chocho. La desaté y dispusimos en la zona de observación dos telescopios, mientras espiábamos a los vecinos nos íbamos pajeando al unísono; ahora la Lagarta había empujado a la señora madre, hasta la polla de su hijo y le había obligado a chupar aquel caño cibelino, que se obstinaba en seguir de enhiesto, la señora parecía ya más cómoda dándole lamidas  a  aquella berenjena de polla, mientras la lagarta le daba también sus buenos repasos a la fondona madre que lucía una espectacular trasera y un felpudo más que poblado.  Gilberta apretaba pues mi dolorida polla y pujaba en su arriba y abajo, mientras yo le metía en su chocho todo lo que podía.., estábamos a punto de dejarlo todo y dedicarnos a nuestros quehaceres, cuando apareció en el quicio de la puerta el señor de la casa,  al oír los suspiros y los ayes se acercó a la poblada habitación y fue ver el panorama y quedar en un santiamén en bolas,

 Ver aquellas dos adocenadas mujeres acodadas, una sobre el eje de su hijo y la Lagarta sorbiéndole el retruécano a su señora, fue espoleta  que disparó su príapo y que decir que aquí se cumplía el refrán de “tal palo tal astilla” pues la herramienta del buen señor era también de armas tomar.

La Lagarta como si todo hubiera sido urdido de antemano , al ver aquella especie de mandril con cebollón colgante se abrió el ojete negro  medio afeitado, al que agregó una de las pringues de su amante, y dejó que el mandril la taladrase hasta el mismísimo infierno; “gogol” parecía ya en el séptimo cielo, babeaba y con las manos ya sueltas, pujaba porque su señora madre le tragase toda la polla y por agarrarle las pendulares tetas a su “tita y nurse”.

 La estampa me puso más que a cien, pasé de seguir el desenlace y tumbé a un lado a Gilberta que  aún conservaba aquellas diminutas bragas que había cogido prestadas de mi mujer, con un sugestivo agujero en la parte trasera, sin mirar donde la metía la encañoné hasta el fondo, debí dar en diana, pues el bramido fue largo a la vez que la muy cabrona se retrepaba para conseguir más longitud, los pollonazos que le endiñé iba acompasados de una tira y afloja de la braga que a pesar de que a mí me hacía daño, a  Gilberta , esto la llevaba al último éxtasis, y así fue como me dejé caer sobre Gilberta que también se corría, mientras le comentaba que la familia había cambiado de posición y que la Largarta se estaba haciendo encalomar por los dos mandriles de largo pollón, y la señora madre, medía , lubricaba y masajeaba  todo aquel aparatamen de pollas que pugnaban por romper en trozos a la Lagarta que en absoluto parecía incómoda.

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