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El placer del morbo

en Amor filial

La familia García Torres está compuesta por cuatro miembros:

Sara Torres, la madre, tiene 36 años, tiene unas tetas grandes y algo caídas, un culo grande y respingón, unas piernas largas y torneadas, un vientre con algo de grasa, con el pelo liso y moreno, es muy guapa. Es la típica mujer que todos los hombres voltean a ver. Es ama de casa.

Emilio García, el padre, tiene 43 años, es un hombre alto y fornido, se cuida haciendo deporte, se dedicó a trabajar para una empresa importante, y tiene su propio negocio. Aún tiene bastante éxito con las mujeres, cosa que a su mujer le saca de quicio.

Álvaro García, el hijo, tiene 18 años, es el único hijo del matrimonio, es un muchacho normal, estudioso y deportista, algo introvertido, se cuida mucho físicamente sin llegar a ser atlético.

Eran una familia muy unida y cercana. Sara se encontraba en su casa, esperando a su marido, junto con su hijo, que no paraba de mirarle las tetas de reojo. Sara llevaba un pantalón corto de estar por casa y una camiseta blanca sin sujetador, que se transparentaba mucho y su hijo aprovechaba para deleitarse con las vistas que su adorada madre le ofrecía. Emilio se había ido a trabajar como todos los días y llegaba a la hora de comer, se volvía a ir en la tarde y volvía para la cena. Como cada día hablarían de sus cosas mientras comían y cenaban.

Ese día, Emilio se dio cuenta de que su hijo miraba mucho a su madre, embelesado y cuando siguió la mirada de su hijo se dio cuenta de qué miraba: el cuerpo de su madre. Concretamente se comía con la mirada las tetas y el culo de su madre. A Emilio le pareció gracioso y como tenían mucha confianza en la familia, decidió tomárselo a cachondeo.

Emilio: ¿Dónde tienes los ojos, pájaro? – dijo riendo - ¡Deja de mirarle las tetas y el culo a tu madre que se los vas a desgastar!

Sara: ¡Deja en paz al niño! – regañó divertida a su marido creyendo que era una broma.

Emilio: ¿Crees que miento? – dijo mirando a su mujer a los ojos - ¡Tu hijo te estaba devorando con la mirada! – dijo señalando con sus ojos el bulto que asomaba por los pantalones de su hijo a su sorprendida mujer – Y no me extraña, estás buenísima, mi amor – dijo sonriéndole pícaramente y mirándola queriendo comérsela.

Sara: ¿En serio me mirabas, cielo? – dijo algo incrédula de que su hijo se fijara en ella.

Álvaro: Sí, mamá – dijo abochornado y con la cabeza gacha - ¡Perdón! – se apresuró a decir antes de recibir un regaño.

Emilio: No pasa nada, campeón – dijo sonriendo mientras le daba un golpe amistoso a su hijo en el hombro – eso solo demuestra que estás creciendo y te fijas en mujeres, aún que la única que tengas delante sea tu propia madre – dijo restándole importancia – Debo felicitarte, ¡tienes muy buen gusto! – dijo guiñándole un ojo a su hijo con complicidad.

Álvaro: Gracias, papá – dijo sonriendo aliviado por librarse de una bronca.

Sara: Sí, tienes razón amor – le dijo a su marido – no pasa nada, cielo.

A partir de ese momento, Álvaro no se contenía en mirar todo lo que quisiera a su madre y ella no le privaba la vista a su hijo, vistiendo igual que siempre. Un día, después de unas semanas de lo ocurrido en la comida, Sara estaba tendiendo la ropa mientras era observaba por Álvaro desde la ventana de la cocina. Era tanta la calentura que tenía que se fue al baño y se bajó la calentura a base de una buena paja en honor a su sexy madre. Sara entró a dejar la cesta de la ropa sucia en el baño, cuando al abrir la puerta se encontró con su hijo en plena paja.

Álvaro: ¡Mamá! – dijo gimiendo mientras la miraba sorprendido por la interrupción.

Sara: ¡Perdón! – dijo tras reaccionar, pues se quedó unos segundos observando la escena.

Sara cerró la puerta del baño, aún sorprendida. Se sentó en el sofá del salón rememorando lo que acababa de ver: a su hijo, con los pantalones cortos de estar por casa bajados por los tobillos, sentado en la taza del váter, con la polla bien dura y pajeándose con los ojos cerrados. Se imaginó en quién estaba pensando: en ella. No podía creer cómo se había desarrollado su hijo: tenía una polla grande para su edad y gorda. En eso pensaba cuando Álvaro salió del baño, completamente colorado.

Álvaro: ¡Perdón por lo que estaba haciendo! – dijo cohibido.

Sara: No te preocupes, cielo. Masturbarse es algo natural – dijo quitándole importancia – Anda, vete a hacer los deberes – dijo sonriéndole.

Álvaro, sorprendido por no ser regañado, se fue a su habitación a hacer los deberes. Allí pensó que sus padres no eran como los demás, eran más enrollados, le entendían mejor que él mismo, siempre le ayudaban y consolaban. Pensó hasta dónde podría llegar: su madre pajeándole, follándosela, que se la chupara. Quiso probar suerte unos días más tarde, cuando provocó que su madre lo pillara pajeándose hasta 5 veces el mismo día.

La primera vez fue mientras se hacía el dormido. Su madre iba a despertarlo si se remoloneaba más de 15 minutos en la cama cuando le tocaba el despertador. Ese día, cuando fue a despertarlo, se lo encontró con los pantalones bajados hasta los tobillos, desarropado, y con la polla en la mano pajeándose y gimiendo bajito “¡Mamá!”. Sara se fue sin decir nada, luego de cruzar su mirada con la de su hijo y ver que la paja no cesaba. La segunda fue cuando llegó de clases. Se fue a su habitación después de saludar a su madre y dejarla terminar de colocar la ropa en la suya, que estaba al lado. Dejó la puerta a nadie cerrar. Sara la vio así y pensó en preguntarle que tal el día, cuando le encontró igual que por la mañana, con su polla en la mano y gimiendo “¡Mamá!”. Sara se fue sin decir nada, como pasó antes, luego de cruzar su mirada con la de su hijo, pero esta vez con una sonrisa pícara.

La tercera fue después de comer, cuando Emilio se fue a su negocio. Álvaro estaba en su habitación cuando escuchó a su madre ir hacia la suya. Esperó un rato y se fue hacia la puerta de la habitación de su madre y la vio acostada en la cama, en tanga. Esa visión le puso muy cachondo, y sin que le viera su madre comenzó una paja en la puerta. Sara oyó ruido en la puerta y miró a ver, pillando a su hijo pajeándose mientras la veía a través del espejo. No dijo nada y lo dejó hacer, “total, mientras solo miré y se pajeé” pensó. Álvaro se fue al baño a acabar la paja. La cuarta vez, fue mientras merendaba Álvaro en el salón. Sara estaba limpiando la cocina, cuando se asomó al salón para llamar a su hijo y encontrárselo en el sofá, pajeándose mientras miraba una foto en su móvil. Al principio pensó que era porno, pero cuando se asomó un poco más se dio cuenta de que era una foto que su hijo le había tomado esa misma tarde en la cama. Álvaro se corrió al poco tiempo ante la atenta mirada de su madre, que estaba sorprendida de la cantidad de pajas que se hacía su hijo en un día. Volvió a la cocina sigilosamente y lo llamó desde allí para que le ayudara.

La quinta y última vez, fue cuando Álvaro, se metió en el baño a lavarse los dientes para ducharse e irse a la cama, mientras Emilio veía la televisión. Sara fue a llevar unas toallas a su hijo al baño para cuando se duchara y lo encontró desnudo, pajeándose, con la puerta medio abierta. Esta vez no esperó a que su hijo acabara su paja, entró a hablar con él.

Sara: Cielo, ya sé que te he dicho que es normal pajearse, pero podrías cerrar la puerta, ¿no? – dijo entrando y dejando las toallas.

Álvaro: Sí, mamá – dijo gimiendo, pero sin parar la paja - ¡Perdón! – se apresuró a decir antes de correrse mientras miraba lascivamente las tetas de su madre, soltando una gran cantidad de leche.

Sara: Pero, ¿aún te queda leche? – dijo incrédula al ver la cantidad de leche que acababa de echar su hijo - ¡Pero si te has corrido por lo menos cinco veces hoy!

Álvaro: Es lo que tiene la juventud – dijo sonriendo travieso – lo necesitaba, y más después de aparecer así vestida, mamá – dijo señalando su ropa.

Sara: Siento calentarte tanto, hijo – dijo mirando su atuendo, pues llevaba solo un camisón transparente que no dejaba nada a la imaginación.

Álvaro: No te preocupes, mamá, así es más divertido – dijo riendo.

Sara salió del cuarto de baño, dejando que su hijo se duchara tranquilo, pero ella no estaba nada tranquila. Le preocupaba que su hijo se masturbara tanto. Decidió esa noche hablar con su marido. Pero antes, dejó bien ordeñado a su amado marido cuando se fueron a dormir. Ambos dormían desnudos.

Emilio: Bueno cariño, ¿quieres juerga o prefieres dormir? -dijo con una mirada traviesa.

Sara: Tu puta siempre quiere juerga -dijo cachonda perdida por como la miraba su marido.

Emilio besó a su mujer apasionadamente mientras la metía mano, sin aguantar la calentura. Le tocaba sus preciosas tetas y el culo. Sara se dejaba hacer encantada mientras ella también lo tocaba en el pecho y el culo. Cada vez estaban más calientes.

Sara: Mi amor, esto necesita cuidados de tu puta -dijo pícara.

Emilio: Y a qué esperas zorra ¿una invitación? -dijo cogiéndose la polla con la mano.

Sara empezó a masturbarlo.

Sara: Mi amor, me encanta mi vida -dijo lujuriosa mientras la lamía.

Emilio: vamos zorra demuestra lo bien que la chupas…

Sara: Agárrate mi amor que vienen curvas -dijo empezando a comerle la polla.

Emilio: ¡¡ Sara!! ¡Si mi amor, sí! ¡Qué bien lo haces, mi vida, sí, así puta!

Sara: ¿Te gusta mi amor? -dijo parando de chupársela y volviendo a chupársela ahora más profundo.

Emilio: ¡Oh sí! Eres la mejor chupapollas ¡Sí! Vas a hacer que me corra, ¡puta! ¡Sí!

Sara quería llevar a Emilio al límite, quería que la tratase como lo que se sentía, una puta, su puta, su mujer, su esclava sumisa, su todo. No dejaba de chuparle la polla cada vez más rápido y profunda haciéndolo enloquecer.

Emilio: ¡Sí puta, sí! ¡Te vas a llevar mi leche en tus tetazas! ¡Oh sí! ¡Toma leche, puta, tómala toda! ¡Oh sí, me vacío en tu boca de puta! ¡Sí, toma leche!

Sara no se apartó, sino que siguió chupándosela aún más rápido y profundo hasta que sintió la corrida de Emilio en su garganta. Se tragó toda la corrida gustosa, como un manjar. Cuando Emilio terminó de correrse se colocó abrazada a él en la cama.

Sara: ¡Umm, oh sí que rica leche mi vida! ¿Te ha gustado mi amor? -preguntó curiosa.

Emilio: Mucho mi vida, gracias por chupármela, lo necesitaba -dijo excitado y agradecido.

Sara: Lo que sea por mi hombre mi amor -dijo amorosa y tierna- te amo y lo haré siempre. Soy tu mujer, tu puta, tu esclava sumisa, tu zorra, tu todo, soy tuya, siempre lo he sido, te amo, soy tu puta, mi amor -dijo cachonda.

Emilio: Por supuesto puta- -dijo metiéndola mano y viendo lo encharcado que tenía el coño – pero esto no va a quedar así perra -dijo con deseo.

Emilio la empezó a tocar las tetas mientras la besaba apasionadamente. Sara se dejaba hacer encantada. Emilio la tocaba todo el cuerpo delicadamente, la besaba el cuello y bajaba a sus tetas, las comía, mordía, lamía, estrujaba, pellizcaba, le hacía de todo mientras con la otra mano la tocaba el coño.

Sara: ¡Sí, mi vida, sigue, así! ¡Cómeme el coño, sí, que gusto mi amor! ¡Qué bien lo haces, sí, me encanta!

Emilio seguía a lo suyo sin dejar de comerle las tetas, empezaba a bajar poco a poco hasta su coño. Cuando llegó a su coño comenzó a lamerlo de arriba abajo hasta el culo disfrutando de los gemidos de su puta. Sara gemía de placer, estaba muy caliente.

Sara: Mi amor me matas de placer… ¡Sí! Por favor, ¡cómemelo, sí! ¡No pares…más más! ¡Sí! ¡Qué bien usas la lengua, mi amor! ¡Más, más, no pares, así, sigue! ¡Me corro!

Emilio le comía el coño con gula, con ímpetu, llevando a su mujer al límite una y otra vez. Sara se corría sin parar disfrutando de la comida de coño que le daba su macho.

Sara: ¡Sí! ¡No pares…más más! ¡Sí! ¡Más, más, no pares, así, sigue! ¡Me corro!

Emilio se tragaba la corrida de Sara con gusto. Luego de unos minutos Emilio se colocó encima de ella y la penetró de una estocada, despacio para no hacerla daño.

Sara ¡Sí, mi amor, sí! ¡Fóllame! ¡Folla a tu puta! ¡Sí, así, no pares, sí! ¡Qué bueno eres follando a tu puta, mi amor! ¡Sí, más, más, no pares, más duro, más! ¡Me corro, sí!

Emilio se la follaba cada vez más rápido, a un ritmo salvaje, duro, sin descanso y sin dejar de comerla las tetas. Sara no aguantaba más y colocó a Emilio debajo suyo con habilidad y sin sacar su polla de su coño comenzó a cabalgarlo a una velocidad endiablada. Emilio seguía comiéndole las tetas y tocándole el culo.

Sara: ¡Si, mi amor como me gusta, sí! ¡Sigue mi amor, no pares, sí mi vida, más, más! ¡Me corro! ¡Vamos amo, dame tu leche en mi útero, dámela toda dentro de mi coño! ¡Llénale el coño con tu deliciosa leche a tu puta, amo! ¡Oh sí!

Emilio: ¡Toma polla, puta! ¡Qué buena estás, puta! ¡Sí toma polla, sí, que apretadito lo tienes y que gustazo follarlo, puta! ¡Oh sí! ¡Te lo voy a llenar de leche! ¡Sí! ¡Oh sí! ¡Te voy a llenar de leche! ¡Sí! ¡Me corro!

Tras la corrida, copiosa y abundante de él, y la corrida simultanea de ella, ambos se tumbaron en la cama abrazados.

Sara: Ha sido fantástico mi amor.

Emilio: Si que lo ha sido, pero todo puede mejorar ¿no? -dijo sonriendo.

Sara: ¿Quiere más mi dueño? -dijo amorosa y contenta.

Emilio: Si -dijo mirándola con tanto deseo que su mujer pensó que se correría con la mirada intensa de su marido- mereces un castigo, uno ejemplar: te voy a follar el culo, puta -dijo con lujuria mientras le daba un azote.

Sara: Es tuyo mi amor, úsalo cuando quieras mi vida -dijo sumisamente y deseosa de que lo hiciera.

Emilio comenzó a comerle las tetas mientras Sara le masturbaba. Se colocaron en posición de 69 y mientras Sara le comía la polla dejándola bien ensalivada para cuando la follara mientras le tocaba los testículos, Emilio le comía el coño y le metía dos dedos por el culo haciéndola gemir. Él después de unos minutos le metía prácticamente el puño por el culo, ella gritaba de placer.

Sara: ¡Oh si mi amor, como me gusta! ¡Sí, sigue mi vida, no pares!

Emilio le mordía el clítoris mientras le lamía el coño haciéndola correrse.

Sara: ¡Oh sí mi amor, más, más! ¡Me corro!

Sara se corrió en la boca de Emilio mientras lo masturbaba. Cuando se corrió, José la colocó a cuatro patas sobre la cama y se puso a jugar con su polla en su culo. Cuando empezó a meterle la polla por el culo Sara suplicaba más.

Sara: ¡Mi amor, folla mi culo, amo, dame bien fuerte por el culo! ¡Vamos mi amor, lo estoy deseando mi vida! ¡Folla mi culo! ¡Oh sí, dame, dame, dame más, mucho más, no pares!

Emilio estaba muy caliente oyendo a Sara suplicar que se la follara por el culo. La penetró despacio, pero de una sola vez. Sara comenzó a gritar mientras Emilio la follaba despacio al principio para poco a poco aumentar el ritmo de la follada a un ritmo vertiginoso, endiablado, salvaje a petición de ella mientras la azotaba el culo y le pellizcaba los pezones.

Sara: ¡Oh sí, mi amor! ¡Qué placer, mi vida, sigue, dame más duro, sigue, no pares por favor! ¡Oh sí! ¡Me corro, sí! ¡Qué bien follas amo, dame polla, así, sigue, más duro, así, azótame, pellízcame! ¡Oh sí!

Emilio complacía a Sara mientras la follaba el culo, prácticamente la taladraba el culo con su polla.

Emilio: ¡Toma polla, puta! ¡Qué culazo tienes zorra, que estrecho! ¡Oh sí, toma polla! ¡Qué apretadito lo tienes y que gustazo follarlo, puta! ¡Oh sí! ¡Te voy a llenar el culo de leche, por puta! ¡Sí, me corro!

Sara se corría una y otra vez, sin descanso, cuando sintió que Emilio la rellenaba el culo de leche caliente y espesa se corrió por última vez y ambos cayeron rendidos a la cama.

Sara: ¿Se ha quedado a gusto mi dueño, amo y señor? ¿O quiere más? -dijo deseosa y complaciente.

Emilio: No ha estado mal cariño, pero antes de dormir quiero que me hagas una cubana con esas tetas grandes que tienes -dijo con deseo mientras la acariciaba.

Sara: Con mucho gusto mi amor -dijo sensualmente.

Después de unos minutos de descanso Sara se colocó entre las piernas de Emilio y le rozaba con las tetas su polla. Comenzó a chuparla con pasión, a lamerla con fruición y deseo, cuando estuvo bien lubricada se la metió entre las tetas y empezó con la cubana mientras le lamía la punta de la polla.

Emilio: ¡Oh sí, puta, así! ¡Qué buena zorra eres cariño! ¡Oh sí, como me gusta, no pares, sí!

Sara poco a poco aumentaba el ritmo y la presión que ejercía en la polla de Emilio.

Sara: ¿Te gusta mi amor? Ahora verás mi vida -dijo con picardía y travesura.

Sara comenzó a comerle lo que sobresalía de la polla de Emilio mientras lo masturbaba con sus tetas llevando a Emilio al cielo. Emilio se corrió en la boca de Sara que se tragó la leche de Emilio con gula, pasión y deseo.

Emilio: ¡Oh sí, trágatelo todo, puta! ¡Oh sí, qué bien lo haces, oh sí, sí, así! ¡Toma leche, puta, sí!

Cuando Emilio se corrió se tumbaron en la cama abrazaditos y desnudos ya dispuestos a dormir.

Sara: Mi amor, te amo mi vida, espero que nunca dejes de hacerme esto, lo quiero siempre -dijo enamorada.

Emilio: Yo también te amo mi vida- dijo enamorado.

Luego se acurrucaron para dormir, pero Sara vio a su hijo espiarles en la puerta y juraría que se estaba pajeando, de nuevo. Se sorprendió por su aguante. Decidió hablar con su marido de lo sucedido con su hijo.

Sara: Mi amor, tengo algo que contarte.

Emilio: Dime.

Sara: Hoy he visto a Álvaro pajearse, ¡seis veces!

Emilio: ¡Vaya! Como se nota la juventud – dijo riendo - ¿Y todas se las hizo a tu salud? – dijo curioso.

Sara: ¡Sí! Todas se las hizo o espiándome, o con una foto que me ha hecho hoy – le dijo.

Emilio: No me extraña mi vida, estás buenísima – dijo besándola y agarrando su culo.

Sara: No me parece bien que se pajeé tanto – dijo preocupada.

Emilio: Sí, yo pienso igual – dijo pensativo – ya tiene 18 años y es una hormona con patas. Lo único que hay que hacer que se pajeé menos, porque si no cambia ese hábito, su vida sexual en el futuro se basara en eso: pajas.

Sara: ¡Eso no puede ser! – dijo preocupada – Hay que hacer algo.

Emilio: Sí, y lo primero es privarle de privacidad. Si no puede hacerse la paja mejor – dijo pensando – tenemos que estar uno siempre con él para evitar que se masturbe tanto. Pero eso sí, una paja o dos como mucho al día se la dejaremos hacer.

Sara: Me parece bien. Buenas noches, mi amor, que descanses.

Emilio: Buenas noches, mi vida, que descanses.

Ambos se quedaron dormidos pensando en lo mismo: cómo conseguir que su hijo dejara de masturbarse tanto.