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La primera leche del novio

en Hetero: Infidelidad

Yo no había sido un ejemplo de fidelidad durante nuestro noviazgo. Me gustaban las mujeres y disfrutaba aprovechando las ocasiones que se me presentaban, que tampoco es que fueran demasiadas.

Por lo demas, el noviazgo iba bien. Llevabamos 2 años y un poco. Nos lo pasábamos bien, nos reíamos mucho, estábamos muy a gusto juntos. Además Eva no era posesiva. Me permitía hacer mi vida. Nos veíamos cuando nos apetecía, que era muy a menudo. Supongo que por eso estaba a gusto con ella, porque puestos a elegir, prefería casi siempre su compañía a la de otras personas y además, los pocos días en que eso no era así, ella no se enfadaba. Ya he dicho que yo no era muy fiel, pero ella tampoco se enteraba. Estábamos muy bien.

Sin embargo, no acabo de entender todavia el motivo, llegó un momento en que pensé que tocaba sentar la cabeza y me convencí de que lo que la vida en comun con Eva me podía ofrecer era mejor que lo que teníamos hasta el momento.

Una vez le hube propuesto casarse conmigo, me puso condiciones: "Se acabó esto, aquello y lo de mas allá" (nada importante). "Consultar fechas de salidas con los amigos y similares por si ella tenía otros planes" (me pareció razonable). De "no follar con otras" no dijo nada, pero se sobreentendía.

Pese a toda esa seriedad a la que no estaba acostumbrado, me sentí inesperadamente cómodo con la situación. Eva parecía nerviosa organizando cosas, pero yo pronto me di cuenta de que mi papel en aquellos preparativos se limitaba a decorar dentro de mis modestas posibilidades y, sobre todo, a no estorbar.

El aspecto formal de la boda, ceremonia, banquete y demás no me apetecía en absoluto. Discutimos. Poco, porque pronto me quedó claro que era una batalla perdida. En mi rendición intenté negociar una cosa rapidita y en la intimidad, pero Eva ya había decidido que si lo hacíamos iba a ser con todas sus consecuencias. Pues bueno. Como mínimo todo el gasto lo iba a pagar su padre.

La noche antes de la boda recibí mis ultimas instrucciones acabadas en un lapidario: "y si no apareces, te mato". Mensaje recibido alto y claro. Ademas hubo menciones a mi atuendo para la ocasión, sobre el que habia tenido en algun momento esperanzas de que fuera algo con lo que no me avergonzara salir a la calle (pobre de mi, no tenía la mas mínima oportunidad). Tambien me instruyó sobre formalidades a respetar, con claras órdenes al respecto, varias de las cuales empezaban por "ni se te ocurra...", todas ellas de fácil respuesta: "Señor! Si señor!(a)". Pese a aquella sensación de estar bajo las órdenes del mando único (allí yo no parecía pintar nada), seguía sintiéndome muy convencido de que aquello era para mi. Bueno, bastante.

Llegado el día y el momento, la ceremonia se desarrolló segun lo inicialmente previsto. Todo siguió su curso y al final estampamos nuestras firmas.

Concluido el ritual, pasamos por una ceremonia de sumisión sobre la que no me habían avisado: nos sometimos a recibir besos de todo el mundo que se había acercado a la iglesia, incluidos muchos de los que iban a comprar el periódico al quiosco cercano. Ademas de familiares y amigos, más de una beata madura aprovechó la situación para besarme simplemente porque ella pasaba por allí y yo era el novio.

Despues de las formalidades, los compromisos seguían (familia, amigos, negocios, mezcla de las tres cosas...). Buena cara a todo el mundo, esto tambien me lo había dejado claro Eva la noche antes. De lo que yo tenía ganas era de desaparecer y pasar las dos semanas siguientes viajando y follando, pero todavía no podía ser.

Es sorprendente como en situaciones así el cerebro tiene la capacidad de ponerte en "piloto automático". Ni que me fuera la vida en ello sería capaz de recordar cuantas tópicas estupideces dije en respuesta a tópicas estupideces mayores que me dirigieron, ni cuantas sonrisas repartí. Empezaba a tener cada vez menos claro que aquello realmente fuera conmigo, pero lo achaqué al estress provocado por la situación y por los besos de invitadas maduras y beatas espontaneas que me dejaban las mejillas llenas de carmín. Por lo menos hasta el momento ninguna se habia atrevido a pellizcarme el culo.

En el restaurante, comimos muy bien. Estuve muy a gusto. Comimos, bebimos, hablamos y nos reimos (no pensaba que en una mesa con mis padres y mis suegros eso fuera posible, pero sucedió). Eva y yo nos besamos cuando el "¡Que se besen, que se besen!" de los invitados lo pidió. Cortamos el pastel, con sable largo (o espada, lo que sea que tienen los restaurantes para eso, la esgrima no es lo mio). Por mucho que fuera el de mi boda, no pude evitar pensar que sabía a pastel de boda. Incomible. Afortunadamente me pude escudar en la calidad y la abundancia del menú que habíamos ingerido para dejar la mayor parte de mi porción sin tocar. Me disculpé con Eva, mis padres y mis suegros y me dirigí al servicio.

Era mi primer momento íntimo despues de la ceremonia. Estaba casado. Que fuerte. Un instante de pánico, que rápidamente procuré quitarme de la cabeza. Cosas que suceden en situaciones especiales.

En el urinario del servicio de caballeros, descargue parte de la tensión (al menos, la que se habia acumulado en mi vejiga). Entre cocktails en el brindis, vino en la comida, champagne con el postre (helado, seco, delicioso, que hacia olvidar el empalagoso sabor del pastel) y un montón de agua con todo ello, cuando finalmente empecé a orinar no pude evitar soltar un suspiro de satisfacción y relajarme apoyando mi hombro contra la pared del urinario.

La puerta del servicio se abrió, inoportuna. Me incorporé por reflejo y concentré mi mirada en el muy poco interesante fondo del urinario que estaba recibiendo el chorro claro y potente que habia estado aguantando dentro tanto rato. Ni siquiera había bolitas de aquellas contra el mal olor que algunos establecimientos ponen. Por no haber, ni una mala colilla de cigarrillo que empujar con el chorrito.

Levanté la mirada y volví la cabeza para ver quién había entrado, aparentemente solo a lavarse las manos.

Me sorprendí al ver que era Cristina, una amiga de Eva.

Estaba haciendo algo con su muy corto vestido. Supuse que se había confundido de baño y volví a escrutinar con fingido interes el fondo del urinario en el cual seguia cayendo con fuerza mi meada.

En el instante en que apartaba mi mirada de ella, los ojos de Cristina captaron los mios. Sus labios formaron una amplia sonrisa que hacía destacar sus dientes muy blancos.

"Perdona, es que me he manchado con el pastel y el servicio de señoras está lleno"

Mi cabeza giró de nuevo hacia ella y pude ver a traves del espejo que estaba frotando una mancha que oscurecia aun mas su vestido rojo oscuro a la altura de la cintura.

"No pasa nada" le sonreí un poco incómodo. Me esforzaba por mantener mis ojos en su mirada y su sonrisa, pero se me escapaban ojeadas al resto de su cuerpo.

Cristina es morena, de cabello negro, lacio, largo y piel oscura. Bajita, apenas alcanza el metro y medio de altura. Delgada. Yo a menudo había pensado que tenia cara de muñeca. No me refiero a la idea angelical que esa imagen puede sugerir, sino a algo mas literal. Es una cara que recuerda a aquellas muñecas de plástico duro de no muy buena calidad. Es atractiva, pero no se la podria llamar guapa. Tiene algunos rasgos duros en la nariz y el mentón. Su sonrisa muestra juntos dientes blancos y encías amplias, pero sus labios y sus ojos son dulces y sensuales.

Para la boda había elegido un atuendo explosivo. Un vestido cortísimo que, pese a ser cerrado hasta el cuello por arriba, ceñía sus pechos y dejaba al descubierto su bronceada espalda hasta donde esta pierde su nombre... y casi un poquito más. Segun como se movia, me parecía adivinar la parte superior de un tanga tambien rojo.

Ese era el panorama que tenía en aquel momento ante mi. Para ser preciso, lo tenia detrás de mi. Lo que mis ojos veian era directamente la piel bronceada y desnuda de la espalda de Cristina interrumpida solamente por unas delgadas tiras de tela de color rojo oscuro que unian una minúscula falda con la parte delantera del vestido. A no ser que los fabricantes de sujetadores hubieran sacado al mercado un nuevo modelo capaz de desafiar varias leyes de la física, Cristina no llevaba.

El espejo del baño me revelaba que la continuación de aquellas tiras de tela roja era una collar alrededor de su cuello y, por el frente, el vestido ceñia los pechos más bien pequeños de su propietaria y llegaba hasta la parte frontal de aquella minuscula falda que, además mostraba un corte en el centro para permitir todavia una mayor visión de sus piernas delgadas, morenas y bien formadas.

El chorro de mi orina estaba disminuyendo de caudal. En parte porque ya empezaba a estar cerca de haber vaciado lo que tenía que soltar y en parte por la erección que la visión de Cristina me provocaba de forma involuntaria.

La sonrisa de Cristina subió un punto de picardia. Se mordió el labio inferior mientras con descaro dirigia su mirada en la dirección de mi polla.

Me apreté contra el urinario y aparté la mirada de ella.

Al cabo de unos segundos, sin permitir que mi cuerpo se apartara ni un centimetro del urinario, volvi a girar la cabeza.

La manera en que sus ojos me sonreian mientras sus labios se esforzaban por mantener una linea mas o menos seria, me dejó claro que me había visto el pene erecto.

Ya que estábamos... no pude evitar sonreir de nuevo y, en cuanto vio que mis labios se expandian, su boca me regaló tambien con una amplia sonrisa acompañada de un simpático movimiento de su lengua que salió a recorrer sus labios rápidamente, en un gesto que no se si lo pretendía ser, pero que a mi me pareció muy sexy.

Yo ya había acabado de mear, pero mi erección estaba a tope. No estaba en condiciones de intentar volver a abrocharme los pantalones como si no pasara nada.

Cuanto más segundos pasaban, más me fijaba en el cuerpo de Cristina y en como aquel vestido minúsculo destacaba lo mejor de sus atributos. Recorriendo la parte de atras de sus piernas, bronceadas, estilizadas, cortas pero deliciosamente formadas, me di cuenta de que ademas llevaba unos zapatos de fino tacon muy alto, del mismo color del vestido. Por eso me había parecido menos bajita de lo que la recordaba. Su altura no cambiaba, pero el aspecto del conjunto continuaba mejorando a cada instante.

Cristina había dejado ya hacia un rato de frotar la mancha de su vestido. Se dio la vuelta y, apoyándose contra la repisa de marmol que formaban los lavamanos, me miró directamente. Su sonrisa había pasado de picara a desafiante y el grado de sensualidad de su mirada había aumentado varios grados.

La repasé de arriba a abajo descaradamente con mi mirada. Mi cuerpo continuaba cerrándose tan herméticamente como me era posible contra el urinario. Mi pene estaba tan duro que casi me dolia y me costaba un gran esfuerzo no empezar a masturbarme alli mismo, pero aguanté.

Cuando mis ojos volvieron a encontrarse con los suyos despues del viaje que acababan de hacer recorriendo su cuerpo, nuestras miradas lo dijeron todo. Su sonrisa perdio picardia y la mia descaro.

Estaba muy claro que a los dos nos apetecía, pero todavía más claro que aquel no era el momento ¿Yo me había buscado esto? ¿Una situación que me obligaba a rechazar algo así? Me costaba aceptarlo pero procuré apartar la idea de mi mente.

Antes de volver a concentrar mi mirada en el anodino fondo del urinario, a la espera de que bajara mi erección, mis ojos volvieron a buscar a los de Cristina para intentar acabar con aquella situación de la mejor manera posible.

Nuestras miradas se encontraron y ella no desvio la suya. Intente decir algo apropiado, pero no me salió nada. Mi erección seguía a tope. Ella tambien tenia ganas. No era posible. No nos íbamos a atrever. Finalmente, sin ser capaz de decirle nada, aparte mis ojos de ella por ultima vez y mi mente empezo a aceptar que debía olvidar aquella situación.

Pude oir como Cristina se movia. Esperaba el sonido de la puerta indicando que había abandonado el lugar. En lugar de eso, me llegó su voz susurrante a pocos centimetros de mi.

"Déjamela ver"

Mi cabeza giró nuevamente de golpe. La tenia detras mio. Coloco sus manos en mi cintura. Se mantenia apartada de mi cuerpo pero su mirada había pasado de la sensualidad y la calidez a la pura lascivia. No dejaba ninguna duda respecto a lo que quería ver. Si mi pene se había empezado a relajar pensando que aquella situación había acabado unos instantes antes, ahora había vuelto a su máximo exponente de excitación.

Solo unas horas antes había firmado pasar el resto de mi vida junto a Eva. Serle fiel y mas cosas. Sobre todo, mas cosas, eso era lo importante ¿No? Y serle fiel ¿En que me había metido? Aquello realmente no iba conmigo.

Me aparte del urinario y, no sin sentir verguenza, le mostre mi polla erecta a Cristina. Su sonrisa se hizo aun mas amplia si era posible. De manera inconsciente, volvió a hacer ese gesto de morderse el labio inferior que tanto me excitaba. Ver su mirada fija en mi pene me excitó aun mas y me hizo sentir mas cómodo con la situación. Fue mi turno de sorprender a Cristina y le robe un humedo beso en sus labios antes de volver a esconder mi miembro contra el urinario. Se rio.

"Déjame tocarte"

Esta vez no me sentí ni sorprendido ni intimidado por sus palabras. Nuestros ojos mantuvieron nuevamente un breve y dulce desafio. Sin decir nada, mi cuerpo se movió lo justo para permitir que su mano pasara por el espacio dejado con el urinario.

Cuando sentí que los dedos de Cristina contactaban con mi polla, me aparté aun más del urinario y mis brazos la abrazaron. Su mano se cerró alrededor de mi pene y empezó a masturbarlo lentamente. Mis labios buscaron los suyos de nuevo y esta vez fueron recibidos con entusiasmo. La lengua de Cristina era menuda, rapida y cálida y jugaba con la mia que torpemente intentaba devorarla. Su mano seguía masturbándome y poco a poco ganaba terreno hasta acariciar mis huevos, aumentando mi excitación.

En aquella situación, me costaba mucho mantener cualquier tipo de control. Mi mente intentaba enviar mensajes a mi cuerpo respecto a lo que debería estar haciendo. No llevaba ni cuatro horas de casado y me estaba dejando hacer una paja por una amiga de mi reciente esposa, por la cual ni siquiera había sentido una atracción especial antes de aquel momento. Aquello estaba mal. Algo me hacía pensar que ademas no me importaba que estuviera mal y eso no era buena señal.

Aparté sin brusquedad la mano de Cristina. Mis huevos lo lamentaron de inmediato. Sus dedos rozaban todavia la punta de mi pene.

"Perdona Cristina, pero esto no está bien" le dije lo más formalmente que pude. Se limitó a sonreirme con dulzura. Mi mano continuaba sujetando su muñeca y su dedo índice continuaba acariciando la punta de mi pene jugueteando en círculos rapidos que lo mantenian excitado.

No quería que dejara de acariciarme como lo estaba haciendo ni tenía argumentos en contra de disfrutar de aquella situación. Me había equivocado. Aquello no era para mi. Lo de Cristina si. Lo del matrimonio y la fidelidad eterna, no. Estaba clarisimo. ¿O sería cosa de aquel matrimonio? Ya intentaría aclararme mas tarde.

"¿No está bien?" sus dedos seguían rozandome el pene erecto y su boca estaba tan cerca de la mía que me costaba no comersela a besos.

"Me acabo de casar. Me tienes loco ahora, pero no está bien"

"La primera corrida de un novio despues de la boda. No la he tenido nunca. Tiene mucho morbo"

"No es por eso. Tiene mucho morbo como nos hemos encontrado en esta situación, pero no está bien" intente racionalizar.

"Estoy segura de que cualquiera de las invitadas me daría la razón a mi. Es cuestión de protagonismo. El novio en una boda es deseado por todas... Yo ni siquiera lo sabía hasta ahora" añadió con un guiño.

"No creo lo que dices. La verdad es que tampoco lo entiendo demasiado. Me tienes tan caliente que no puedo ni pensar". Tuve que admitir besando sus labios.

Su boca respondió a mi beso con calidez.

"Córrete conmigo. Cualquiera de las invitadas querría estar en la misma situación" insistió.

Dado el trato que su mano estaba dando a mi polla, lo de correrme con ella o no, no era realmente algo que yo fuera a poder controlar durante mucho más rato.

Abandonándome al placer que Cristina me estaba produciendo, mi lengua recorrio su boca y mis manos se introdujeron bajo su minúsculo vestido, sintiendo la calidez de sus muslos y la humedad de su coño. La piel suave de sus nalgas invitaba a jugar con la tira roja de su tanga.

Besándome apasionadamente y con su cuerpo muy apretado contra el mio, no paso mucho rato antes de que la manera en que Cristina me estaba pajeando me hiciera correr. El primer espasmo de mi orgasmo hizo que se apartara de mi, sin que su mano dejara de masturbarme, pero rápidamente su boca se separó de la mía y bajó a buscar mi polla, recibiendo de lleno una buena parte de mi corrida que tragó con ganas.

"La primera leche del novio" me dijo mientras sus ojos se clavaban en los mios. Tenía un poco de semen en la mejilla y sobre la nariz, pero aquella mirada la hacía irresistible y yo volvi a pensar que había cometido un gran error al casarme.

Cristina estaba a punto de introducirse mi pene en la boca para acabar de recoger los restos de mi corrida cuando se abrio la puerta. Era una prima de Eva, de nombre María Asunción que había quedado reducido a Maya por la irritante costumbre de mi ahora familia política de usar diminutivos para todas integrantes de la linea femenina del parentesco.

"No es lo que parece" dijo Cristina, sin que su mano soltara mi pene.

Negar la evidencia. Como linea de defensa resultaba bastante patética, pero las circunstancias tampoco daban para mucho más. Por lo menos había reaccionado rápido. Bien por Cristina.

"Es que le acabo de hacer una paja y quería tragarme los restos de leche que quedan"

Vaya, no iba por el camino de la negación precisamente. Lo de la honestidad total, tampoco era una mala opción para algunos casos, pero algo me decía que no iba a funcionar muy bien en aquel momento. Mi pene, con buen criterio, fue disminuyendo de tamaño y acabó escapandose entre los dedos de Cristina y refugiándose, reducido a su mínima expresión, en la bragueta desabrochada de mi pantalón. Solo la puntita asomaba curiosa, como no queriendo perderse del todo lo que iba a suceder a continuación. Yo con gusto me hubiera escondido del todo, mejor aun, hubiese querido que me tragara la tierra.

La confesión descarada de Cristina por lo menos había tenido el efecto de sorprender a Maya y dejarla sin saber como reaccionar. Ni nos había montado un escándalo ni había salido corriendo a explicar lo que estaba sucediendo.

"Es la primera corrida del novio despues de casado ¿A ti no te da morbo?" insitió Cristina.

La cara de Maya seguía reflejando solamente sorpresa. La mia, no lo se, pero supongo que pavor. La mirada de Maya iba de la cara de Cristina a la mia, pasando por ojeadas a la mínima expresión de mi pene que sobresalía aun fuera de mis pantalones. Ahora si, ahora Maya iba a salir corriendo, iba a montar el gran escándalo y lo mejor que podría pasarme es que dentro de unos meses la historia de lo que había sucedido el dia de mi boda fuera considerado por la mayoría como una leyenda urbana sin fundamento. Menudo desastre...¿O no?

Pero Maya no salió corriendo. Su mirada empezó a fijarse más en la de Cristina, sin pasar por la mia (ni por el cobarde de mi pene, tan recogido él en la calida protección de la bragueta).

Yo aproveché para mirarla a ella mejor. Antes de la boda había coincidido con ella como mucho media docena de veces. Tan pronto como me la presentaron, me cayó mal. Pija, snob, no querría llamarla estúpida, pero si tuviera que definir la primera impresión que me causó con una sola palabra, me temo que sería esa.

Cristina se pasó el dedo índice por la cara, recogiendo los restos de mi semen que quedaban en ella y alargó su mano hacia Maya "¿No quieres probar?" La cara de Maya, no reflejaba ninguna intención de salir corriendo a crear ningún escándalo. Más bien mostraba sorpresa y curiosidad. Seguía mirando más a Cristina que a mi, como si estuviera considerando su oferta.

Maya tenía además esa irritante característica, que a menudo tienen mujeres que no nos caen bien: estaba buena. Que fuera una pija resultona, era fácil de perdonar, de esas hay muchas, pero Maya estaba realmente buena.

Estaba buena y además hoy iba vestida para matar en un estilo entre juvenil y conservador (tipo algo así como fan de Julio Iglesias). Irritante, pero morbosa.

No se que edad tendria, de 26 a 28 diría yo. Era la primera vez que la veia vestida con una falda por encima de la rodilla. La falda en si, no mostraba gran cosa, pero se ceñía a su cuerpo como una segunda piel. Una blusa blanca, semi-transparente bajo la que se podía ver que llevaba un sujetador tambien blanco.

Tenía unas formas más que interesantes, había que reconocerlo. Su melena negra, corta, ondulada, enmarcaba una cara muy atractiva, de piel bronceada (rayos UVA, supongo que especiales para la boda). Tenia una nariz respingona deliciosa que valía sin duda el precio que le debía haber costado en el cirujano plástico y una boca, esa si totalmente natural, en la que se podrían fundir icebergs. Su cuerpo tenía todas las curvas que uno pudiera desear, ninguna de ellas demasiado peligrosa pero entre todas, tenía que admitirlo, irresistibles.

Mientras yo tomaba nota del aspecto de Maya y de la complicidad que parecía establecerse entre Cristina y ella, mi pene, supongo que precisamente por el mismo motivo, decidió volver a asomarse con más decisión.

Cristina se dio cuenta antes que Maya de mi recuperada erección. Su dedo índice que todavia contenía los restos de mi corrida desapareció rápidamente dentro de su boca. La mirada de Maya siguió el movimiento sorprendida.

"Perdona" dijo Cristina "pero aqui aun quedan restos" sonrió a Maya, indicándole con los ojos mi pene que volvia a estar como una piedra.

La cara de Maya reflejaba más deseo que sorpresa o indignación. No me lo podía creer, pero parecía que había alguna oportunidad de escaparme del escándalo.

Ahora los ojos de Maya estaban fijos en mi polla y, quizás fue mi imaginación, podría jurar que se acababa de relamer pasando lentamente la lengua por sus deliciosos labios... No, no me lo había imaginado. Se relamía y además sonreía. Sentía mi polla como si fuera el niño pelota del colegio pidiendo al profesor que le eligiera: "a mi, a mi, a mi!"

Y Maya, puesto que no tenía más donde elegir, me eligió a mi. Casi ni me miró. Yo si la miré a ella. Por primera vez desde que la conocía su sonrisa era simpática. No aquella mezcla entre arrogante e impertinente que tanto parecía reflejar su personalidad. Ni viciosa ni lasciva, simpática, pero que guapa que estaba. La complicidad que se había establecido entre ella y Cristina me hacía sentir como si yo casi no fuera parte de eso. Yo era un elemento necesario, pero accesorio. Me recordó los preparativos de la boda. En cuanto sentí la calidez de la boca de Maya cerrarse sobre mi pene, tuve que reconocer que aquello era sin duda mucho mejor que los preparativos de la boda. No se conformó con limpiar los restos de aquella primera corrida que tanto morbo le había dado a Cristina. Al final incluso compartió con Cristina el resultado del magnífico trabajo de su boca. Que maravilla. Que desastre.

Pocos minutos más tarde volvía a la mesa presidencial del banquete. No había nadie sentado. Todo el mundo estaba hablando con otros invitados. Un camarero me acercó una copa de champagne helado. Los puristas dirían que demasiado frio. A mi me sabía a gloria (y a Cristina y a Maya y...). Me senté a disfrutarla. Estaba como en una nube de anuncio de compresas. La situación me parecía completamente irreal. Eva vino a buscarme al cabo de poco. "Por fin te encuentro! Ya pensaba que te me habías escapado" Mi cerebro volvió a colocar el piloto automático y respondió por mi "Que va, la gente, que me ha entretenido. Estaba a punto de irte a buscar".