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5 días con Maria Sharapova. DIA 3

en Grandes Series

Vale. Ya me he ganado la ira de todas las lectoras y de un buen número de lectores. Esa no era la intención. La frase no es mía y no la suscribo. Si me acuerdo de quien la pronunció, ya lo pondré luego.

Antes de ponerme verde, pido que lean el relato... así podrán hacerlo con toda la razón del mundo.

Lo que quería decir era que con Maria he caído en un estado entre el síndrome de Estocolmo y el agotamiento.

Me había saltado la información del principio: La introducción a la serie está en "Cinco dias con Sharapova" en la categoría de Fantasías Eróticas y los dos relatos que anteceden a este (DIA 1 y DIA 2 en la categoría de Grandes Series). La frase "jugar cinco dias seguidos con mi cuerpo no es nada fácil" que dijo tras ganar el Masters de tenis la adorable tenista rubia de 17 años, es la culpable de que iniciara esta serie (todo el resto, culpa mía).

Tras dos días intensos gozando del fabuloso cuerpo de la deliciosa tenista, me despierto cansado.

Verla tumbada boca abajo, desnuda en la cama junto a mi, cabello rubio a un lado, amplia espalda, caderas suaves, glorioso culo, muslos inacabables y bronceados separados de forma que puedo ver claramente su vagina cubierta por una leve capa de un muy corto vello púbico rubio, hacen que se me pase el cansancio de golpe.

Vaya, esto es nuevo. Una cosa es que se me reboten los personajes y otra es que yo mismo me vaya por otro lado. Pensaba que ya tenia lo de sexo, sexo y más sexo totalmente agotado.

Le he cogido cariño además de deseo. Debe ser el "Síndrome de Estocolmo", aúnque técnicamente no puedo decir que me tenga secuestrado. Sólo hechizado y además eso no es culpa suya sino de mi hada madrina.

Seguro que si lo hubiera expresado así, el principio del relato hubiera quedado mucho mejor que con la introducción que he hecho a este tercer día. Un poco tarde para darme cuenta, pero a ver que pasa.

Miro y admiro su cuerpo dormido. Revivo lo que hemos hecho en los dos días anteriores y pienso que quiero repetirlo todo otra vez y hacer aún más.

Es que un cuerpo así da para mucho.

Le beso dulcemente el hombro y abre los ojos. Me sonríe. Es una sonrisa dulce, adormilada, que invita más a besarle castamente la mejilla que a meterle la lengua en la oreja. Llego a un compromiso conmigo mismo y, ni una cosa ni la otra, le beso suavemente el cuello.

Perezosa, se encoge al sentir mis labios en su piel. Mis labios besan su nuca y mi lengua la acaricia ligeramente. Se estremece, casi ronronea. Me coloco medio encima suyo. Un muslo sobre sus nalgas y mi pene que se aprieta contra su cadera.

La reacción a la calidez de su piel no se hace esperar y pronto mi erección hace que mis besos en su cuello pasen de suaves a lascivos.

La respiración de Maria se acelera y lo que eran perezosos ronroneos se convierten en profundos suspiros. Mi polla se frota contra su nalga. Me pongo a buscar su agujero trasero, pero ella se gira, poderosa. Su boca encuentra la mia y nos besamos. Lenguas cálidas y labios apasionados.

Maria, resistiéndose a ser penetrada analmente otra vez, se ha dado la vuelta. Sentir su corto vello púbico frotándose contra mi pene me hace aceptar de buen grado el cambio de planes. Cuando mi polla se introduce en su vagina, es bien recibida por los humores cálidos que segrega.

Follamos lentamente durante un buen rato. No dejamos de besarnos. La deseo como el primer día (pues vaya mérito, mal iría la cosa si no fuera así al tercero!).

Incluso cuando llegamos al orgasmo, nuestros cuerpos se estremecen apretados y nos abrazamos con más fuerza, buscando aún mayor complicidad.

Orgasmados en silencio, nos seguimos besando. Maria tiene la cara perfecta para seguir besándola eternamente. Y los pechos. Y los muslos. Y... es que no hay manera de olvidar todas esas "Ys".

Siento tentaciones de compartir esos momentos fabulosos con quien tambien sepa apreciarlos. Soy así de generoso. O tal vez no es generosidad.

En realidad, lo que se me ha ocurrido ahora es algo que me da mucho morbo. A mí y seguro que a millones de hombres más, poco originales pero con buen gusto. Intento ponerlo en práctica:

Aparece, por obra y gracia de mi imaginación, ante nosotros, Ana K. Tambien tenista y uno de los mayores mitos sexuales de la sociedad actual. Sobre todo lo segundo. Menos alta, menos joven, pero más rubia, con formas al menos igual de deseables y seguramente más deseada en general.

Nos besamos los tres y yo disfruto de los segundos en que nuestras lenguas están en contacto.

Me interrumpe bruscamente mi hada madrina. "El regalo era solo Maria. Esto no vale".

Mi gozo en un pozo.

Intento discutir. Le argumento que en una situación similar, cualquier aficionado al tenis como yo (es decir, poco aficionado y más bien por los extras que el tenis femenino reporta que por el deporte en si), apreciará la situación en la que las dos tenistas más deseables de los últimos años compartan lujuria.

No cuela. Mi hada madrina fue generosa en el regalo, pero ahora es muy estricta. Vaya rollo.

Estoy por pedirle que me de el ticket de caja para poder ir a cambiar mi regalo por un equipo de música o algo parecido.

Reflexiono y me reprimo. Si devuelvo este regalo, mi hada madrina no me va a regalar nunca más nada. Los dos primeros días con Maria han sido fabulosos. Hoy ya he follado muy a gusto (que es más de lo que puedo decir habitualmente) y me quedan dos días más con la impresionante tenista rusa para mi sólo.

Es una lástima no poder hacer que Ana comparta al menos un día con nosotros, pero se me ocurren cosas mucho peores que seguir en la intimidad con Maria.

Despedimos a Ana con besos lascivos y no puedo resistirme a tocarle el culo y colocarme su mano en el paquete ante la mirada ligeramente reprobadora de mi hada madrina.

Maria me mira. Sus ojos reflejan celos, pero no se si son por la atención que le he dedicado a Ana o porque ha tenido ocasión de sentir su cuerpo pero no de gozarlo. La mirada de Maria no se separa del culo de Ana mientras se aleja de nosotros.

Me da la impresión de que incluso mi hada madrina se ha puesto cachonda, pero no transije. Justo antes de que desaparezca me parece ver que coloca su varita mágica entre sus muslos. El mango de la varita es bastante más grueso de lo que uno imagina normalmente. Vaya con mi hada madrina.

Todavía caliente por la frustrada situación con Ana, decido ser directo y preguntarle a Maria si ese deseo que sus ojos reflejan hacia ella es real o forma parte de mi imaginación. .

No me contesta. Sólo sonrie.

Insisto. Su mirada se hace un poco triste y sigue negándose a responderme.

Por fin creo que comprendo. Siendo mi fantasía, Maria no quiere decepcionarme, pero no hay tampoco forma de que me vaya a decir lo que a mi me gustaría oir. Finalmente lo admite. Que no la desea y que no fantasea con un 69 con Ana. Debe ser la excepción que confirma la regla.

Ya que he llegado a ese punto, le pregunto más sobre esas cosas con las que hemos fantaseado tantos y me responde:

No. Las tenistas que juegan dobles ni se duchan juntas ni se consuelan de sus derrotas o celebran sus títulos a base de lengua en vagina de la compañera de forma habitual. Tampoco la vencedora humilla a la derrotada obligándola a comerle el coño y a dejarse follar el culo por uno de los recogepelotas que, curiosamente, suele tener gran parecido físico con los propietarios de las fantasías.

Me lo temía pero no deja de ser una decepción.

Me empieza a explicar como llegó a jugar los primeros partidos que la llevaron al tenis profesional. Lo que me cuenta debe ser interesante, pero mis oidos se cierran y mis ojos se concentran en su boca. A duras penas oigo lo que me dice, ignoro su historia. Mis ojos siguen hipnotizados el movimiento de sus cálidos labios y poco a poco su voz se hace titubeante, casi imperceptible. Veo que sus ojos tambien están fijos en mi boca. Cómo atraídas por imanes, nuestras cabezas van acercándose lentamente y acabamos besándonos.

Nuestros labios primero se rozan con suavidad pero enseguida nuestras bocas se buscan de lleno y tras unos segundos de besos apasionados, acabamos haciendo el amor una vez más.

Este set es para ella, pero quedan dos más. No todo está perdido.

Mañana voy a sacarla a pasear para que nos vean juntos. Me la había imaginado de muchas maneras, pero nunca hubiera creido que Maria fuera exhibicionista. Debe ser que no lo había imaginado lo suficiente...