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Un pase de lenceria

en Dominación

El jueves cenamos Yolanda, Nuria, Jaime, Juan y yo. Habíamos estado hablando de ir a pasar el fin de semana en la casa que Jaime tenía en la montaña. El no podía ir, pero nos dejaba las llaves y todas las instrucciones de la casa.

La casa de Jaime en las montañas, que ya conocíamos, era bastante precaria, pero el entorno era paradisíaco. Habíamos previsto ir todos juntos, pero a la que Jaime dijo que no podía, empezaron las propuestas de posponer la salida.

Al final de la cena yo dije que si me dejaban, iría igual. Me apetecía mucho salirme de la rutina de cada fin de semana.

Eramos un grupo inusual. Solíamos salir los cinco juntos casi siempre desde hacía mucho tiempo y, quizás por eso, no se habían llegado a consolidar parejas. Jaime y Nuria parecían la pareja ideal pero algo había que les impedia conectar. Juan y Yolanda tambien, aunque a Yolanda le encantaba provocarnos a los tres y Juan no dejaba de ejercer su encanto con Nuria.

Yo era el colgado del grupo, pero tanto Nuria como Yolanda parecían pasarlo bien flirteando conmigo a menudo.

Jaime me dió las llaves de la casa. Justo entonces Yolanda dijo que ella tambien procuraría unirse a mi escapada.

Hubo las bromas facilonas previsibles por parte del resto del grupo.

"Si vamos los dos solos, te voy a hacer un pase de lenceria" Me dijo delante de todos al final de la cena. Los comentarios de Juan y Jaime expresaron de forma grosera sus supuestos celos y pretendida envidia y Nuria manifestó que el pase de Yolanda no sería nada comparado con lo que ella podría mostrarme si tuviera ocasión de acompañarnos. "Promesas, promesas!" rei yo.

Al final, Yolanda decidió acompañarme de verdad. Salimos a medio día del sábado. El trayecto en carreteras de montaña fue muy agradable. Nos detuvimos un par de veces en pequeños pueblos con encanto y cenamos en un restaurante muy agradable.

Llegamos a la casa de Jaime ya de noche. Hacía más calor dentro de la casa que fuera. Abrimos todas las ventanas y balcones.

Tanto la oscuridad como el silencio eran casi perfectas. Rotas solo por sonidos de insectos y resplandores de estrellas.

Salimos a la terraza y nos sentamos en el suelo. La piedra de la casa desprendía el calor que había acumulado durante el dia. Era un agradable contraste con el aire fresco de la noche.

Estuvimos un buen rato sentados asi en el balcon charlando. Al final decidimos que era hora de ir a dormir.

"No es por hacerte proposiciones indecentes, pero ¿te importa si duermo contigo?" me preguntó Yolanda "no tengo miedo pero tampoco me hace gracia dormir sola". Me burlé lo justo y le dije que podíamos dormir como ella quisiera. La cama del dormitorio principal era enorme.

Se me ocurrió añadir: "¿Ya vamos a dormir? ¿No me ibas a hacer un pase de lencería?"

Su cara reflejó sorpresa, pero su mirada me dejó claro que la sorpresa era por habérselo recordado, no porque no lo esperara.

"Si te atreves, te lo hago" sonrió, más desafiante que otra cosa.

"A ver" le seguí el juego.

Me hizo sentar en un viejo sillón del salón. "Espérate aquí. Ahora verás" sonrió con un guiño. Puso un CD y desapareció por el pasillo que llevaba al dormitorio principal donde había dejado su equipaje.

Ahora me toca reafirmar lo que no se va a creer nadie: Yolanda es una chica de muy buen ver, pero que a mi no me ha atraído físicamente nunca. Una amiga.

Su cara es un reflejo de su personalidad. Ojos azules atractivos, rasgos muy marcados, casi agresivos. Cabello claro, lacio, no muy largo. No es muy alta. Atlética. Practica el judo de competición. Sus hombros y brazos son algo más potentes de lo que a mi me gustan. Su actividad deportiva también le da un estómago plano y definido, con marcados abdominales que hacen que su estrecha cintura resulte sexy y unos muslos firmes y bien formados, muy atractivos.

Eso, que está muy bien, pero no me va especialmente ¿No cuela? Bueno. Es la verdad, pero entiendo el escepticismo.

Llegó con su primer conjunto de lenceria. Bragas y sujetador blancos con bordados. Su cuerpo necesitaría un bronceado más intenso para destacar lo mejor del conjunto, pero redescubro lo que ya sabía: tiene muy buen tipo.

Se pasea un momento ante mí. La situación me parece absurda. Ella parece darse cuenta.

"Esto no está bien" dice. "Tu también tendrías que estar al menos en ropa interior"

No es lo que me esperaba. Tiras y aflojas más tarde, me convece.

Mantengo la camisa, por mantener algo de dignidad, y me quito los pantalones. Me quedo en calzoncillos sin que me importe mucho.

Yolanda llega con el segundo conjunto de la noche. Azul oscuro. Sujetador completo con algún bordado y bragas que se ajustan a sus nalgas, cubriéndolas por completo. En la mano lleva el conjunto que vestía antes en el primer pase. Antes de salir del salón, lo deja en un sofá cerca de donde estoy sentado.

No se que espera que yo haga. Tomar su ropa interior y olerla o así, no va conmigo. No hago nada. Contemplo las piezas arrugadas que ha dejado allí.

Vuelve a entrar en el salón. De nuevo lleva el conjunto anterior en la mano. Ahora viste un combinado negro que, sin ser transparente, le marca mucho los pezones.

Se me acerca más y lo que hasta ahora me ha parecido simplemente una tontería sin mucha gracia, me empieza a parecer divertido.

Lanza el conjunto azul sobre el mismo sofá donde había lanzado el primero. Yo no digo nada.

"Espera. Esto está muy aburrido" dice. "¿Te atreves a que lo pongamos más interesante?" me pregunta.

No respondo, pero mi mirada la invita a seguir adelante con el plan que tenga.

Me hace levantar del sillón y me pide que pase mis pies dentro de las bragas de los dos conjuntos que ha vestido antes.

Coloco el pie derecho dentro de la pernera de sus bragas blancas y el izquierdo dentro del de las azules.

Ella a continuación procede a enroscar la otra pernera de ambas en la pata del sillón donde me siento.

Quedo atrapado, pero poco. No me importa.

Con una sonrisa sugerente me empieza a atar una mano al brazo del sillón con el sujetador blanco.

Casi protesto, pero su mirada me convence de no hacerlo. Su sonrisa me besa ligeramente los labios y me callo.

Mi otra mano queda también atada al brazo del sillón con el sujetador azul oscuro.

Es una situación cómoda. Estoy atado, pero me podría liberar cuando quisiera. Si quisiera.

Yolanda desaparece de nuevo.

Su siguiente conjunto vuelve a ser negro. Brilla como si fuera de seda o satén, no soy capaz de distinguirlo. Es más conservador que el anterior, pero contrasta muy bien con su piel blanca.

Parece que nota que me resulta dificil reconocer el tejido porque se me acerca mucho.

Moviéndose al ritmo de la música se sigue acercando a mi hasta colocarse entre mis piernas separadas. Sus muslos rozan el sillón y el interior de los mios.

"Este sujetador me cuesta mucho de abrochar y desabrochar ¿Me ayudas?" me dice "Perdona, me olvidaba de que no puedes" añade enseguida con la mirada más provocativa que recuerdo.

Gira sobre su posición para marcharse y se agacha un poco antes de irse. Lo justo para clavar sus nalgas en mi pene semi-erecto.

El contacto provoca la completa erección.

Desaparece. Respiro hondo. Yo pensaba que esto sería un juego inocente, pero me está poniendo a mil.

Cuando vuelve, no lleva en sus manos el conjunto anterior. Viste un modelo que no me atrae especialmente. Blanco, sujetador con body, mucha puntilla, bragas menudas por delante y completas por detrás.

Me concentro en sus movimientos y en sus ojos. Veo que su mirada busca mi polla. Sigo erecto, pero que Yolanda lo vea me corta pese al morbo de la situación y se reduce mi tensión.

Lo nota y su mirada desafía la mía. Se acerca más. Sus manos me acarician el pelo, la cara, los brazos...

Me besa en los labios suavemente y su lengua los acaricia burlona. La mia sale en su búsqueda, pero se encuentra con un vacío. Se me ha escapado. Sus ojos sonríen burlones.

Sus dedos jugetean en mis muslos desnudos y en mi cintura. Mi erección vuelve a ser total.

Podría deshacerme de sus precarias ataduras sin ninguna dificultad, pero me reprimo. Yolanda lo nota. Me sonríe provocadora una vez más y sus labios vuelven a rozar los míos.

Si estuviera atado con cadenas de hierro, la excitación que me está provocando me daría la fuerza para romperlas. Limitado por unas minúsculas piezas de tela que ni siquiera están colocadas de forma que seriamente busquen restringir mis movimientos, no me atrevo a moverme.

Los hermosos ojos azules de Yolanda parecen aprobar el resultado de mi lucha interna cuando me mira mientras desaparece una vez más en busca de un nuevo conjunto.

Pese al aire fresco de la noche que corre a través de ventanas y balcones abiertos, sudo un poco.

Yolanda vuelve a entrar en el salón. Su sonrisa indica que espera una reacción importante por mi parte. Su primer tanga. Que culo tiene!!! La parte superior del conjunto, un sujetador de triángulos naranjas, no destaca su pecho de la mejor manera posible, aunque se le marcan los pezones.

El tanga es perfecto. Minúscula tela naranja que cubre su pubis y se ciñe a sus labios vaginales. Por detrás... nada. Unas nalgas deliciosas. Entre ellas adivino un hilo naranja que ayuda a dar consistencia al resto de la pieza.

Quiero devorarla y ella lo sabe.

Juega conmigo. Segura de que no me voy a desatar, su cuerpo se frota contra el mio. Mis manos acaricían lo que pueden desde su reducida movilidad. Mi boca la busca mucho. Busca la suya. Busca sus pechos. Busca su cintura... Yolanda no rehuye ningún contacto de mis labios ni mi lengua, pero no les permite alcanzar lo que buscan.

Sus dedos siguen jugando en mis muslos y mi cintura, rozándome los huevos y la punta de mi erección.

Me vuelve loco. Quiero desatarme. "Vamos a la cama" le digo.

"No. No rompas esto ahora. No te gusta?" comenta con cara decepcionada. Claro que me gusta. Me vuelve loco. Por eso quiero más.

"Pues haz lo que yo te diga"

La irresistible mirada de sus ojos azules sigue siendo irresistible, pero se ha hecho más dura. Asiento con poca convicción, pero los dedos que desabrochan mi camisa, su boca en mi ombligo y la lengua que contacta levemente con la piel de mi capullo que sobresale de mis calzoncillos me hacen estremecer de gusto y contestar inconscientemente. "Si, Ama"

Se rie a carcajadas rompiendo el encanto que tenía el momento.

La miro sorprendido por su reacción. Hasta se me baja la erección.

Sin dejar de reirse me besa profundamente en la boca. Siento el calor de sus labios y nuestras lenguas se encuentran electrizantes.

Se separa de mi. "Déjate hacer y haz lo que te diga, no hace falta que digas tonterías" me dice sonriente antes de volver a desaparecer hacia el dormitorio.

Nunca había sido partidario de aceptar los designios de nadie en el sexo, pero esta situación me ha rebasado. No puedo esperar a la siguiente aparición de Yolanda. Estoy a punto de explotar.

Cuándo vuelve, no baila al ritmo de la música. Su conjunto es sensual, color salmón, sujetador bajo de copas firmes y tanga muy excitante. Avanza hasta donde sigo sentado y atado con sus prendas.

Me besa los labios.

Sus manos recorren mi cuerpo. Respondo a sus besos. Sus dedos juguetean otra vez con la piel de mi pene que sobresale de mi ropa interior y me enloquece.

Quiero abrazarla, manosearla, introducir mis dedos en todas sus aperturas...

Me baja los calzoncillos y se arrodilla ante mi.

Su mirada se clava en mi polla y alterna con mis ojos.

Tengo que soltarme y poseerla, pero esos ojos azules y esas promesas de placer que desprenden me impiden hacerlo.

Sigo atado y apenas puedo acariciarle la cabeza. Se sacude como si mis manos la molestaran.

Me besa los testículos y me estremezco de gusto.

Su boca succiona mi polla por unos instantes. Me encanta.

La lengua de Yolanda recorre todo mi glande. Me agito, mi respiración va descontrolada.

Con la mano me acaricia los huevos. Sus largos dedos me hacen cosquillas. Noto sus uñas en la bolsa de mis testículos y se me escapan exclamaciones de placer.

Rendido por completo al control de Yolanda, agradezco su benevolencia. Traga mi pene hasta el fondo mientras exploto de placer en su boca. Me corro en uno de los orgasmos más intensos que he sentido nunca y ella se traga hasta la última gota.

Me desata sin perder la sonrisa de la que gotea todavía un poco de mi semen...