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La saga de Katya - Con las piernas abiertas (5)

en Hetero: General

La saga de Katia - Con las piernas abiertas (V).

Y la historia termina así; cuatro años más tarde, luego de una rutina de tres o cuatro sesiones de sexo semanales… descubrí que Roberto, si bien seguía siendo un amante encantador, no podía seguirme el tren en ese ritmo… ¡Y eso era lo que yo necesito para ser feliz! ¡Una poronga dentro de mí por lo menos cuatro veces por semana! Y cuanto más pasaba el tiempo, ahora tengo 36 años y Roberto 43, más deseos de sexo tengo. Para colmo, como el trabajo se había puesto duro, Roberto tenía que viajar dos por tres a localidades de las cuales no podía regresar en el día, por lo cual yo me quedaba con un "queso" de órdago. De noche ni hablar de traer alguien a casa, o salir con un tipo; tenía a los niños a quien cuidar y ni pensar en dejarlos en manos de otra persona, aunque teníamos una chica muy buena que en muchas oportunidades se quedaba hasta nuestro regreso si salíamos con Roberto o con amigos. Pero no, la oportunidad tenía que ser de día. Y es eso lo que hago, lo que te dije. Cuando encuentro algún tipo que me gusta, lo seduzco, o le hago creer que me seduce, y nos vamos a la cama. Por supuesto, con total discreción y el tipo sabiendo cual es mi situación y que eso no será algo de cualquier momento, sino cuando yo lo quiera…

Y ten bien presente, que para Roberto yo siempre estoy disponible. No paramos ni cuando tengo la menstruación, pues él me la da por el culo y yo se la chupo… ¡y siempre contentos! No sé si Roberto tiene compañía las noches que duerme afuera. Si es así, no me preocupa. Lo amo y sé que me ama. ¡Cuándo vuelve a casa nos matamos! Si regresa un mediodía, arreglo para no tener que ir a la facu o al instituto de investigación, que son mis dos trabajos, y nos quedamos en la cama hasta la mañana siguiente. Anita, nuestra empleada, lleva los chicos a la escuela, uno al jardín y el otro a la primaria, los va a buscar, les da de comer y, en los casos en que nos reencontramos con Roberto, ya sabe que tiene que salir a pasear por los parques, plazas o cines… o lo que sea, para no interferir, que los chicos no nos interrumpan. Y que a la noche estén bien cansados para que duerman profundamente.

La primera vez que sucedió, quiero decir, la primera vez que tuve sexo con otro que no sea Roberto, luego de nuestro primer encuentro, hace mucho y a lo lejos, fue cuando tuvo que viajar a más de 600 kilómetros de casa, un lunes a las 6 de la mañana. ¡Y no regresaba hasta el viernes a la noche! ¡Me quería morir! Esa madrugada de lunes nada de sexo, naturalmente. Andábamos a las corridas. El avión no espera. A la noche, el domingo, fue medio a las apuradas, un polvito y nada más…, había que dormir… ¡El miércoles yo no daba más! ¡Sí o sí necesitaba coger con alguien, sino ni el perro del portero se iba a salvar!

En las tardes de los miércoles yo estoy en el instituto de Ciencias Sociales, donde hago tareas de investigación, no docentes. Como sucede con frecuencia, las PC necesitan atención, y vienen de la empresa que instala los programas y realiza el mantenimiento de los "fierros". Como otras tantas veces vino uno de los muchachos –a veces son dos o tres, en este caso solamente uno-, y va pasando por todas las compu verificando su estado. ¡Te juro que en la puta vida me había fijado en él! Ese día sí. ¡Y estaba muy bueno! Morochito, 23 o 24 años, algo más alto que yo, esbelto, con lindos ojos y hermosas manos, simpático y conversador, muy atento en el trato con nosotros y nuestro personal…, en fin… ¡una maravilla! ¿Me crees? No le había dado bola nunca…, ¡nunca! Esa tarde algo tenía que maquinar, porque seguramente él ni siquiera se acercaría a mí con ninguna otra intención que no fuera la profesional, por el elemental criterio de que yo era "el cliente" y él, "el servidor", además yo era "la profesora" o "licenciada" –y así nos llamaba a todos y cada uno de nosotros-, ¡y le llevaba nueve o diez años! ¡Todas en contra! Además éramos cinco en la sala, y aunque cada uno tenía un box individual no había manera de tener privacidad. Pero no me iba a dar por vencida fácilmente. Cuando noté la presencia del "bombón" (para mí se había convertido en el hombre más deseado del mundo), haciendo su trabajo en la estación de otro compañero, discretamente me saqué el chalequito que tenía…, pero pensándolo bien fui rápidamente al baño… y me quité el corpiño! ¡Empezaríamos por ahí! Me volví a poner el chaleco, listo a desabrochármelo en el momento oportuno, pues no quería que mis compañeros notaran nada raro, y esperé pacientemente que terminara con los otros. En un momento vino hacia mi box, pero le dije con mi mejor sonrisa y encanto, que terminara con todos pues yo necesitaba un poco más de su tiempo… y no quería que desatendiera a los demás. Por supuesto que no creo que se imaginara que estaba tramando. Era justamente eso, que terminara con todos, que se pasara el tiempo, que se fueran por que era la hora… ¡y yo me encargaría hacerlo trabajar más allá de su horario laborar! ¡Y se dio como pensaba! Normalmente hubiera terminado conmigo en el tiempo de siempre, pero yo estaba dispuesta a hacerle "perder tiempo". Le dije que necesitaba que me explicara algunas secuencias de unos programas recientes, "porque había tenido ciertas dificultades", y él muy gentilmente, lo cual era su costumbre, se instaló en una silla a mi lado… Pero mis intenciones eran otras. Le pedí que se sentara en mi lugar, que yo me quedaría parada.

Así lo hizo… y mientras comenzaba con el tecleteo de aquí y de allá, me puse a su espalda, contra el respaldo e inclinándome muy "interesada" en lo que hacía, con el chaleco ya desprendido y la blusita conteniendo mis pechos sin corpiño… me apoyé sobre su cabecita… Julito, pobrecito, tuvo un estremecimiento… pero se quedó quietito, como yo esperaba…, siguiendo con sus teclas y explicaciones, que a mí me importaban un pito… Desde arriba yo miraba su entrepierna, mientras suavemente le frotaba sus cabellos con el bulto de mis tetas… Cuando noté algunos "errores", sus tímidas disculpas, el montecito que iba creciendo entre las piernas… y ya habían saludado todos retirándose, comencé mi arremetida final. "¿Julio, me dejas a mí, a ver si aprendo?" "Sí, claro profesora, siéntese, por favor." Me había acomodado la blusa de manera tal que era imposible que Julio no me viera hasta los pezones cuando se parara a mi lado, pues yo había corrido la otra silla bastante lejos de su alcance… Efectivamente, se paró a mi izquierda mientras me daba algunas explicaciones insustanciales, que tampoco me importaban, mientras con mi codo busqué golpear el bodoque que se había creado a mi costado, justo en la altura propicia.

-¡Oh, perdóname! ¿Te hice daño? -Julio estaba hirviendo, por adentro y por afuera. Yo también, por supuesto. -¿Qué tienes aquí, a ver?

Yo sabía que el golpe era más aparatoso que otra cosa, pero Julio, para disimular que estaba empalado, se lo había cubierto con las manos, como si le doliera.

-¡No, no fue nada, disculpe usted!

-¡Cómo que yo te disculpe! ¡Te golpeo y encima me vas a pedir disculpas! ¡Déjame ver!

Fui imperativa, como una orden, para que dudara y me dejara hacer. Le aparté las manos y antes que hiciera el menor movimiento le bajé el cierre de un tirón. Se encogió, más por instinto que por que yo le hiciera daño…, pero eso me permitió meter la mano por la bragueta y aferrarle el zocotroco con energía. Julio estaba paralizado. Sin soltarlo me puse de pie, le tomé la cabeza con la otra mano… y lo besé. Entonces reaccionó. ¡Por suerte no era un pelmazo! Me abrazó por la cintura y los glúteos y me devolvió un beso de lengua que me quitó la respiración. Ambos miramos hacia la mesa de los papeles…

-¿Tienes con que cerrar la puerta? Por si aparece alguien, digo.

-Sí, ponle el pasador.

Mientras Julio caminó, o corrió, los cinco pasos hasta la puerta, yo busqué en mi cartera el preservativo. Cuando volvía y me lo vio en la mano se sonrió.

-Parece que estabas preparada…

-Bueno, nunca se sabe cuando aparecerá un bombón como tu…

Mientras me abrazaba y besaba me tiró sobre la mesa, con las piernas colgando.

-¡Si hace cinco meses que vengo acá!

-Claro, bobo, ¡y nunca me dijiste nada!

-Pero…, bueno, eso no importa…

Me levantó las piernas, me sacó la tanga, se bajó los pantalones y apenas si tuve tiempo de ponerle el forro… Con ese hermosísimo ariete me atravesó hasta el orto… eso es lo que yo creí en ese momento sublime, la cuestión es que antes de que empezara a bombearme…, ¡yo había acabado! ¡Qué ganas qué tenía! Me tomó las tetas por debajo de la blusa y comenzó con el mete y saca, mete y saca… aaahhh, y yo que sentía la llegada de otro orgasmo… ¡y fue junto con su acabada! Nos sacudimos los dos al mismo tiempo. ¡Eso me gustó muchísimo! La primera vez con Julio y logramos acabar juntos. ¡Una maravilla! No lo iba a dejar escapar tan fácil. Para mí la cosa recién empezaba, sobre todo con un muñequito como Julito. Él creía que ya estaba, todo había concluido…, ja! Se sacó el preservativo e iba a ponerse la ropa…

-¿Eh, qué haces?

-Y… me visto…

-No, no, no… que yo no me quedo satisfecha tan fácil. Recién empezamos…, ¿qué, no te gustó?

-¡Síííí, cómo qué no!

-¿Y entonces? ¿Por qué te vistes? ¡Ven para acá!

Estaba sentada en la mesa. Lo atraje con la mano y le enrosqué las piernas por la cintura… y mientras nos besamos me saqué la blusa. ¡Qué por lo menos me viera bien las tetas!

-¡Ahora tú a la mesa!

Me incliné y mis lamidas y besitos en el glande le fueron poniendo duro el choto. Le corrí el prepucio hacia atrás con los labios y Julio comenzó a gemir y suspirar.

-¡Espera, espera, no acabes todavía!

Mientras le chupaba me humedecía las manos en la vagina y me las pasaba por el culo. Quería lubricarme lo más posible para que me la ponga sin dificultades. Sé que a los chicos sin mucha práctica por el ano, le suele doler un poco cuando el prepucio se estira totalmente…

-¡Ahora, Julito! Ahora, bájate rapidito…

Apoyé el torso sobre la mesa parando bien el culo. No se necesitaba mayores explicaciones para saber lo que quería. Le tomé con una mano la pija y coloqué su cabeza en el ano… Julio me tomó bien fuerte de la cintura, yo me aferré al borde de la mesa… y empujó con energía. Uhggg… se quejaba Julito.

-¡No aflojes precioso! ¡Dale, dale, bien adentro!

Me la clavó toda y comenzó el camino al paraíso. Julito comenzó a moverse rítmicamente, mientras yo lo acompañaba con las caderas y la pelvis. Sentí sus testículos contra las nalgas y el chicotazo del último empujón… ¡Ahí me largó toda la lechita! Yo me contuve, me mordí los labios para aguantar. ¡Le tenía preparado un regalito! Ahora tesoro, déjame que me siente… ven arrodíllate… toda para ti… Mientras me chorreaba por los muslos su semen y mis jugos, Julio, con la pija fláccida, colgando, se agachó y le agarré la cabeza con ambas manos enterrándosela entre mis piernas. Sentí sus labios y su lengua en mi vagina y ahí me largué…

-Aaahhh… cómela toda! -¡Y toda fue para Julito! -¿Viste tesoro, todas las cosas que se pueden hacer?

-¿Cuándo…, cuándo te puedo volver a ver?

-Oh, no, tienes que esperar. Yo lo hice contigo por que me gustas y estaba muy caliente, pero no soy mina para coger todos los días… -En esto le mentí, pero fue una mentira piadosa, para que no se entusiasmara. -Dame tu teléfono que cuando tenga ganas te llamo…, y aquí ni una palabra, nunca, sabes?

Bueno, esta fue la primera de una larga serie que se prolonga desde hace tres años, pero siempre, siempre, cuando Roberto no me puede dar el suministro correspondiente… y cuando ya no aguanto más…, y encuentro al hombre apetecible. Es lo que recomiendo para todos, varones o mujeres: un buen polvo, si es posible una buena serie de tres o cuatro, cada dos o tres días, siempre con el machito o la hembrita que te guste y de verdad te caliente, y vivirás mucho más feliz, no importa que te depare el trabajo, el estudio, los jefes o los vecinos. Un millón de besos a todos… y sigan mis consejos