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Guía de Sombras (8)

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Guía de Sombras 8.

-Cuénteme algo que lo ponga bien. ¿Terminó el año 1959?

-No, para nada. Estábamos en la mitad. Regresé a La Plata a fin de julio. Repasamos todas nuestras intervenciones proselitistas. Como se sabe, fracasamos, pues la ley de la Enseñanza Privada fue aprobada por el Congreso. No era la primera vez ni sería la última en la que los gobiernos se cagan en la opinión del pueblo. Utopías del 45 las mías. Perdone mi digresión.

-Entonces… ¿cómo siguió?

-Totalmente loco, como no podía ser de otra manera. Cuando pienso…, ni yo mismo puedo creer que sea posible. ¿Por qué siempre justo a mí?

..................

-Ah, pero antes tengo otra, no es peor pero bastante divertida por eso… de la casualidad permanente… ¿Cómo le digo? Fue en el viaje, justamente, el viaje hacia mi pueblo, en las vacaciones de invierno, como le dije… Había una compañía de ómnibus…, el tren fantasma le decían…, luego verá porque…, que hacía un recorrido no muy ortodoxo, digamos…, salía de La Plata al atardecer para llegar a su destino final en las primeras horas de la mañana. Todo era así, medio aleatorio…, pero era mucho más barata que cualquier otra, y además era directo, bueno, no tanto, pero no había que cambiar de compañía ni de ómnibus. Era raro, no debería tener licencia o algo por el estilo…, que sé yo, pero los estudiantes la usabamos mucho, sobre todo… -en realidad por lo único-, que el pasaje valía, entre pitos y flautas, cerca del cincuenta por ciento menos, así nomás. Bien, salimos a eso de las siete de la tarde, no iba completo, algunos asientos vacíos, casi todos estudiantes, un par de parejas mayores y algunos hombres solos, seguramente viajantes, unas treinta personas. Después comprobé que éramos exactamente treinta y dos. Llevaríamos unas tres horas y pico de viaje, habíamos entrado en una localidad y luego puro campo y noche. Salvo un par de muchachos que conocía de vista, los demás me eran totalmente desconocidos…

-¿No viajaban chicas?

-Espere, no se apure, ya llegaremos… Sí, claro, viajaban chicas, tres o cuatro…, ya aparecerán en el relato… suspense… Bueno, a eso de las once…, no duermo, más bien tengo una dormivela…, el ómnibus se detiene al costado de la ruta, lo único que se veía es que la ruta era de asfalto… Nada más. Comienzan los cuchicheos, los típicos cuando uno se despierta sin saber donde diablos está y que diablos pasa… Unos minutos interminables, los choferes abajo, van y viene por el costado, por atrás, por adelante… «No podemos seguir, se rompió el embrague…» Alguien comentó que siempre pasa algo…, por eso lo del "tren fantasma"… Para mí era el primer viaje, pero ya estaba mordiendo bronca y maldiciéndome por haberlo tomado… «Bueno, muchachos, dijo alguien, a tomarlo con calma, la noche está en pañales.» Los choferes explicaron que nos íbamos a demorar "un poco", en realidad nadie sabía cuanto, porque supuestamente en una hora y media… o dos… "tendría" que pasar otro coche de la empresa y podríamos viajar allí… Flor de futuro… No se olvide… era 1959… Los comentarios y propuestas iban desde quemar el ómnibus ya mismo… o bajar y hacer un fogón criollo… La noche parecía calma y de buen talante, sin viento ni frío, no más, por lo menos, que el que suponíamos que pudiera ser un mes de julio… Luego de quince minutos, media hora… hartos de la inmovilidad y de que algunos preferían dormir antes que hacerse problemas, varios bajamos a estirar las piernas… y a buscar algún lugar para orinar… El grupo de cuatro o cinco, pronto creció hasta los quince. Fue el momento de presentarnos o, por lo menos, de vernos las caras. De los que bajamos, doce estudiábamos en La Plata… y tres venían desde 300 km antes! Esos estaban mucho más jodidos. ¡Hacía más de diez horas que estaban viajando! Primero bajaron dos chicas y al ratito tres más. Cuatro estudiaban y una estaba trabajando en una gran tienda que tenía sucursales en toda la provincia e iba hacia otra para hacer una auditoría o algo así. Por supuesto, que todo esto lo supe en el transcurso de la noche… Debo reconocer que los dos primeros a quienes se les ocurrió bajar tuvieron una gran idea… La charla, los comentarios, los cigarrillos, el conocernos, nos fue animando y haciendo más corta la espera. Alguien se puso a cantar y varios lo seguimos. Por entonces estaba muy de onda el folklore, Los Chalchaleros, los Fronterizos, Yupanqui, Falú… y todo eso, y enseguida nos prendimos casi todos, empezaron las propuestas… "una que sepamos todos" y así estuvimos…

-¡No dé más vueltas! ¿Y las chicas? ¡No me haga enojar!

-Sí, ya sé, lo hago a propósito… Bueno, no se enoje… Ya aparecen. Eran cinco, no? Sí, claro. Cinco. Tres muy ricas… dos más o menos…, una un poco grande para mí… aunque no para algún otro… por lo que pude colegir. Esta era la contadora, o lo que sea… Luego lo supe. En fin, entre canción y canción se fue formando camaradería, conversaciones, "vos que hacés", "de dónde sos"… todo eso… y a la que me miraba seguido… me acerqué en cuanto pude… No sé si era la más linda, tampoco había demasiado claridad para saberlo, pero estaba bien, era rica y simpática…, en fin, daba el piné… No fui el único, por supuesto. Los que primero nos animamos conseguimos algo… ¡es así nomás! Estudiaba danza en la escuela de Bellas Artes de la Universidad, ya era "profesora", de esas "academias" pueblerinas, pero quería aprender en serio, así me dijo. No era de mi pueblo, tenía cien kilómetros más que yo…, pero, según me dijo, venía seguido al mío a dar "clases" a otra "academia"… Bueno… nos gustamos, por lo menos para que la noche sea más corta. A propósito, efectivamente, a la hora y media, más o menos, pasó otro ómnibus de la empresa. Había nueve asientos libres. El que quería podría ir, aunque sea parado, y el que no, podría esperar que desde la próxima localidad, a unos ciento veinte kilómetros, mandaran un coche a buscarnos. Parece que los parates de esta empresa eran tan comunes, que ya tenían previsto, en varias ciudades, algún vehículo para acarrear pasajeros. Casualmente, todos los que estábamos acompañados decidimos esperar, de común acuerdo…, las parejas mayores se fueron, algunos de los hombres solos también, y alguno de los muchachos…, la mayoría de los que no habían pescado nada. Nos había quedado casi todo el ómnibus para nosotros solos… por lo que muy pronto decidimos ingresar… y acurrucarnos en el fondo…, eso fue. Liliana, se llamaba la bailarina… Muy delgada, no podría haber sido de otra manera, pero muy buen culo y lindas tetas, eso parecía… Nos fuimos directamente a los últimos asientos… pero nos habían ganado de mano. Bueno, allí era más cómodo porque estaban cinco juntos…, pero el asentimiento de Liliana para ir al fondo fue una buena señal, aunque no lo logramos. Nos instalamos en el inmediatamente anterior, con la sospecha, creo, aunque no expresada, por supuesto, que nuestros vecinos del fondo no iban a estar pendientes de nosotros… Así fue, claro. Liliana me dijo que tenía frío. Tenía puesto un saquito o campera cuando estábamos abajo, pero supongo que la habría colocado en el portaequipajes cuando subimos. No le iba a decir que se buscara el saco, no. La abracé y la apreté contra mí, para sacarle el frío… y sacármelo yo. No necesitamos ningún comentario para comenzar a besarnos. Primero suave, dulce, tiernos, y fueron aumentando de intensidad… y calentura. En esa etapa de los besos ardientes comenzaron las caricias, por sus piernas, que las tenía dentro de unos pantalones, por desgracia, pero no importó, la espalda, el vientre, hasta que llegué a las tetas, por fuera primero, hasta que metí la mano por el escote, ella dejaba hacer… y también hacía, porque desde mi cuello bajó hasta la entrepierna…, yo estaba totalmente al palo, pero no sabía como hacer… el espacio era escaso, sin muchas comodidades, pero Liliana supo como… Su pantalón se desabrocha desde el costado, lo bajó y me abrió el mío, mientras seguimos con besos y caricias. «¡Sacatelo ahora!» Me retorcí un poco, me apoyé en los talones, levanté el culo del asiento y conseguí bajármelo. Y se puso a caballito..., apoyada en las rodillas, con las piernas dobladas…, mientras con su mano se corría la bombacha, con la mía guié el pene hasta el interior… bien adentro… se apoyó con todo y comenzamos a movernos sin dejar un segundo de besarnos y mordernos… y sin decir una palabra, mientras nuestros gemidos se confundían con los de la pareja de atrás, que sin dudas estarían más cómodos. Pero no me importaba…, ya la tenía ensartada y fue fenómeno. Antes de mandar el chorro me acordé de preguntarle si podía. «Sí, claro, no hay drama.» Cuando acabamos nos quedamos quietitos tratando de regular la respiración con la mayor discreción posible. Se retiró algunos minutos mas tarde, se limpió con un pañuelo y se acurrucó sin hablar. Abrían pasado quince minutos o una hora… no sé, estábamos medio dormidos…, «ahora van a venir a buscarnos, hagámoslo de nuevo». Bueno, me dijo, y se sacó la bombacha, se la bajó mejor dicho. «Creo que se va a romper, son tan finitas...» y se sentó sobre mí de espaldas, para que se la clavara. Así fue más cómodo porque la tomé de las tetas y me movía un poco mejor. Aunque no la podía besar le chupaba el cuello. Metió la mano entres sus piernas hasta llegar al pito y lo acarició con los dedos, mientras yo se lo movía, y ella se hamacaba, subiendo y bajando… Un largo y tenue gemido me dijo que había acabado, aun antes que yo. Pero no tardé demasiado. «Ahora se me acabaron los pañuelos, está sucio este». Le di el mío... y fue el recuerdo que se llevó de mí. No habíamos terminado de acomodarnos, arreglarnos, ponernos la ropa como dios manda, cuando el chofer dijo que había llegado el ómnibus a buscarnos. La noche se había hecho cortísima.

-Escúcheme… ¿esa chica no tenía cara? ¿No tenía ojos, o boca, o pelo? ¿Lo único que vio fueron las tetas y el culo?

-No, espere… en realidad ni eso le vi. Siempre estuvimos en la penumbra, los choferes nunca prendieron las luces interiores, supongo porque sabían lo que estaba pasando y no querían interrumpir…, digo, qué sé yo… La vi mejor en el otro ómnibus, mejor iluminado…, bueno, en realidad demasiado… No se pudo hacer nada…

-¿Y cómo era? ¿Fea acaso?

-No, para nada. Ya le dije que era bonita…

-Bueno…, pero cuando a usted le gusta habla maravillas…

-Sí, ya sé. Era linda, no le digo que mataba, pero era linda. Lindos ojos, marrones, cabello castaño, enrulado, rizado más bien, supongo que se pondría un rodete postizo para hacer de bailarina…, digo, no sé, no le pregunté, ahora se me ocurre… Lo que pasa que fue todo tan rápido, tan sin prolegómenos que no tuve que fijarme mucho, me pareció que estaba buena, que me daba bola… y allí fui. Y le digo, de verdad, que mucho no vi, o no me fijé, más bien. Y las tetas no se las vi, se las agarré, no eran muy grandes, nada exuberante, pero estaban bien, había con qué…

-¿Y no hablaron de nada? ¿Fueron mudos el resto del viaje? ¿Por qué le tengo que sacar todo a los tirones?

-Si hablamos…, luego hablamos, de todo un poco, de las incidencias del viaje…, pero parecía que no quería hablar de lo que había pasado… o no queríamos hablar… Bueno, lo que me acuerdo. Un poco más de lo que hacíamos cada uno de nosotros, donde vivíamos, adonde íbamos, cuanto tiempo, esas cosas. Liliana era linda, sí, muy simpática y dulce, resultaba agradable estar con ella. Tenía mi edad, era normal, bah… nada raro… todo bien… Conocía mi pueblo, iba un par de veces por mes, así me dijo, y quedamos en volver a vernos. Pero no me dijo que fuera a donde ella vivía, no me lo dijo en ningún momento, más tarde reparé en eso, nos íbamos a encontrar en un lugar, una confitería que conocía, en realidad conocía más de la ciudad ella que yo, aunque allí vivieran mis padres, pero yo no iba nunca y además… no me acordaba. Quedamos en un día y una hora de ese mes de julio. Y yo fui… pero ella no. Allí fui que pensé que no le interesaba, que por eso no me había propuesto ir a su pueblo, debería tener novio o algo así, supongo, además no me preocupé mucho…, ya había conocido a Isabel, aunque no había pasado nada todavía, sólo las discusiones, pero… qué sé yo… en ese momento preferí que fuese así, no me hubiera gustado que me viera con esa chica, no sé, no había ningún motivo, pero así lo sentía…

-Otra vez una única oportunidad…

-Sí, ¿vio…? parece que no las hago gozar lo suficiente, por eso luego de la primera vez… desaparecen. Será así nomás. Las chicas que querían darle y darle… era cuando yo tenía dieciséis o diecisiete años…, luego parece que perdí virtudes…, o sería que tenían más para comparar…

-Pero usted dijo que había tenido orgasmos…

-Eso creo…, pero la mujer lo puede simular…, el hombre no, no hay manera… De todas forma no me quejo, cuando joven, con primera vez o más, las mujeres se me pegaban sin que yo hiciera algo…, tampoco para evitarlo, claro…

-¡Pero si se queja! ¿No decía por qué justo a mí?

-¿Cuándo?

-Cuando dijo que el año 59 terminó totalmente loco…

-¿Yo dije eso?

-Claro. Tal vez usted tenga la particularidad de atraer sobre sí… tensiones que andan dando vuelta por el aire… y se le pegan al cuerpo… ¿Por qué no? ¿Cómo fue?

-¿Me está tomando el pelo, no?

-No, no… No lo tome a mal. Es para que no lo tome a la tremenda… y se angustie.

-No lo tomo a mal. Entiendo que usted también se debe poner en tensión por las cosas que digo… o que me pasan… y… tampoco quiero hacer drama. En este caso no fue ningún drama, sino más bien una comedia de enredos hipersexuales, provocada por mi sempiterna tendencia a tratar de no desperdiciar oportunidades… y no defraudar, en principio, a quien se moleta en darme calce. La situación fue así: por el sistema "departamental", que parcialmente funcionaba entonces en la Universidad de La Plata, hacía que materias más o menos comunes a distintas carreras, se cursaban en los Departamentos respectivos, independientemente de la Facultad a la cual uno perteneciera. Por ejemplo, los estudiantes que en cualquiera de las facultades, tenían materias matemáticas, cursaban las mismas en el Departamento de Matemáticas…, los que tenían algo que ver con la física en el Departamento afín, y así todo. Bueno, en esta materia, que… si mal no recuerdo, era Geometría Descriptiva y Analítica, o algo por el estilo, había varios alumnos de otra facultad que no era la de Ingeniería, donde estaba yo. Consecuencia importante: los alumnos de ingeniería, en cualquiera de las ramas, teníamos mayor formación sobre el tema, por lo cual nos podíamos dar corte ayudando a las chicas de otras carreras, con los beneficios que cabe suponer. Además, en mi caso particular, mi formación técnica del secundario, me daba, todavía, mayor ventaja. Así es como, con discreción y como no quiere la cosa, me acerqué con aire de sabiondo a dos chicas divinas… que andaban medio confundidas con el tema. Me acerqué a las dos, por la sencilla razón que no se separaban por nada del mundo y no tenía más remedio que aceptar la situación si quería estar cerca de la que más me gustaba, una rubiecita misteriosa, melena a lo Doris Day, no sé si se acuerda, que no parecía tener nada de boba, de sonrisa a lo Mona Lisa, que hablaba muy quedamente… y que no le daba bola a nadie. Cuando intuí que tenían dificultades, le resolví algunas cuestiones y a partir de eso se sentaban siempre junto a mí. Alguna vez Zully, la rubia, a mi lado, otra vez Maricarmen, la morocha o… a veces, una de cada lado. Todo muy light y… sin poder avanzar hacia ningún lado. Eran de la ciudad de Azul y vivían juntas, como tantas otras y otros del interior de la provincia. A esta altura, dado que las dos eran lindas, la rubia más suave y flexible, la morocha más graciosa y armada, todo lo que esperaba era agarrar a una, cualquiera, sola, para tantear el terreno. Al fin se dio, un jueves. Nos veíamos lunes y jueves en el primer turno de la tarde. Avanzaba la primavera. El bosque platense y, por ende, la zona de las facultades técnicas, se estaba poniendo precioso. Maricarmen vino sola. «Zully se siente mal. Está indispuesta…» y no más comentarios. Confieso que me llamó la atención, en ese momento, la mención "indispuesta". Por entonces las chicas eran muy celosas de su intimidad orgánica… y en presencia de varones no mencionaban el tema. En el mejor de los casos, tenían jaquecas… o dolor de hígado… Bien, en tal situación me puse especialmente afectivo, brindándole algunos piropos, que se merecía por otra parte, y que aceptó complacida, acercándose más, mucho más, a mi lado, mucho más de lo que lo hacía cuando estaba con Zully. Esto me dio ánimo y le sugerí ir a caminar por el bosque luego de las clases. No aceptó… porque no quería dejar a Zully «sola, justo cuando se siente mal». Me pareció razonable, al fin y al cabo eran amigas y compañeras, pero le pregunté si no habría alguna posibilidad que a la noche, en realidad al atardecer, a eso de la siete y media, pudiéramos ir al cine. Aceptó encantada y quedamos en encontrarnos en una esquina, en la zona de los cines. A la hora convenida allí estaba yo, con todos los motores encendidos, para decolar en el momento oportuno. A las ocho no había aparecido… y yo estaba furioso esperando tener la oportunidad para mandarla a… cuando apareció casi corriendo y pidiéndome mil disculpas. Zully estaba realmente mal y no quería dejarla hasta que se sintiera un poco mejor. Bien, ¡qué vamos hacer! ¿Qué vamos hacer, justamente? Al cine no podíamos ir en esta sección… pues se había pasado la hora…, además yo tenía otra idea. Ir temprano al cine estaba generado por la intención de invitarla, luego del correspondiente ablande en la penumbra de la sala, ir a un hotel. Le propuse ir a la última sección, casi sabiendo que no iba a aceptar, por el mismo motivo por el cual vino tarde. Fue así efectivamente. Estábamos en pleno centro. El bosque estaba a más de diez cuadras. Ir a una confitería me parecía perder el tiempo… o no. ¡Qué sé yo! Maricarmen resolvió: «Vamos a tomar algo y después vemos.» No había otra. Sin más vueltas le pasé un brazo por el hombro y la besé en la boca. Me respondió bien y comenzamos a caminar. «Maricarmen… ¿sabés? Me gustás. Durante la espera estuve pensando… ¿y si vamos a un hotel?» «Bueno… me gustaría, me gustaría mucho estar con vos.» Y fuimos. Por supuesto que no se puede esperar que una chica, que vive sola en La Plata, lejos de su pueblo y de sus padres, sea virgen…, pero no suponía que Maricarmen tuviera tanto talento y falta de inhibiciones. Como en alguna otra oportunidad, aproveché los conocimientos que aquella señorita, allá en el barrio, cuando tenía trece años, me había transmitido, y los besos que le di, cuando ella me puso las piernas como collar, sin que yo le pidiera nada, fueron muy bienvenidos, festejados y admirados…

-¿Cómo como collar?

-Sí, como collar… ¿no me diga qué no sabe?

-Sí que sé, claro, ¿pero cómo fue eso de que usted no le pidiera nada?

-Claro…, ella estaba boca arriba en la cama, y cuando yo me iba a tirar sobre ella, me agarró con las piernas… y, bueno…, me di cuenta que quería que la besara… y ahí se la chupé toda…, por eso le digo que se puso contentísima por lo bien que lo hice…, y yo también, por complacerla y por sentirme fenómeno… Si Maricarmen vestida insinuaba todo lo que tenía, desnuda era espectacular… y se entregaba con todo el cuerpo a las más inverosímiles acrobacias, como si quisiera demostrarme algo que yo no supiera…, o encarar poses que no había practicado antes. ¡Un fenómeno! Le tenía que pedir que se quedara quietita un poco, para poder acabar tranquilo… ¡Le gustaba cambiar de pose en todo momento! La primera acabada me encontró montado sobre su grupa mientras le tomaba las tetas y en la segunda a lo clásico, con ella apretándome la cintura con sus piernas y sacudiéndose como en una tarantela… Le aclaro que acá sí usé forros, pues ella me lo pidió, pues podría estar en el período fértil. Cuando ya andábamos por el tercero, ensartada sobre mí, de frente, sentados en la cama, con la posibilidad de besarnos, mordernos y acariciarnos, me pidió que me sentara sobre su vientre y me masturbó con increíble placer, hasta que acabé entre sus pechos. Le encantó. Cuando vi que pasaba sus dedos por el semen para chuparlo, iba a pedirle hacer el 69, pero me pidió que dejáramos allí, porque vio la hora y no quería dejar mucho tiempo a Zully… a quien yo, a esta altura ¡ya odiaba por lo hincha pelotas que era!

-Por de pronto, lo veo nuevamente inspirado.

-¡Maricarmen era capaz de resucitar a un muerto!

-Pero… ¿qué tiene de "loco" todo esto?

-¿Cómo?

-Usted me dijo que esto que me iba a contar era una cosa loca o algo así. Yo entiendo que es una relación sexual absolutamente normal entre un hombre y una mujer que se gustan y se desean. No le veo nada de "loco".

-No, no. No terminé todavía… Ahora viene lo mejor… para llamarlo de alguna manera.

-Ah, pensé que concluía así.

-Eso sería demasiado normal para mí. El tema comenzó el lunes siguiente, durante la clase. Vino Zully… y no vino Maricarmen. Zully no me dio ninguna explicación… y estaba lo más dicharachera y sexy. Se sentó muy juntito a mí… En pocas palabras, estaba haciendo algo parecido a lo que había hecho Maricarmen. Aunque le parezca mentira, suponiendo lo degenerado que soy, no me gustó. Sentí algo raro. Zully se dio cuenta… y se calmó. Transcurrió el resto de la clase bien, sin novedad. Como siempre trataba de explicarle lo que no entendía o tenía dificultades. Había abandonado su sobreactuación del comienzo y eso me gustó. Me resultó más normal, lógico… y Zully volvió a ser, a mis ojos, la encantadora rubia de la melenita de la semana anterior. No podía hacerme el gil. Le pregunté por Maricarmen. «Tuvo que viajar a Azul, por un problema de salud de la madre. El fin de semana regresa.» Nada más. Entonces… ¿por qué no? No tuve tiempo de inventar nada. «¿Sabés, podés explicarme algunas de estas cosas con un poco más de detalle? No me quiero aprovechar ni robarte tiempo… pero creo que si vos me lo explicás bien, de aquí a fin de año no te tengo que molestar más«No es ninguna molestia…» etc., etc. Pensé rápidamente. A la pensión no podía llevarla… Le pediría un turno a los amigos de la calle 116. No tendrían problema.

-¿Cómo es eso del turno?

-En las casas de los estudiantes, las que alquilaban directamente, se cumplían una serie de reglas. Cuando uno quería llevar una chica había que avisar y de esa manera todos estaban enterados, se determinaba un horario y nadie molestaba. Eso era el turno. Le dije a Zully que no tenía ningún problema y que el jueves, luego de la clase, viniera a mi casa, que le iba a explicar… Mi casa no era mi casa, pero los muchachos que vivían allí eran muy buenos amigos míos…

..................

-¡Qué pasa, por qué se calló?

-Es que… no, no tiene nada que ver, pero… me acordé… sí, eso también es parte de mi vida…

-¿Qué cosa?

-De mis cuatro amigos y compañeros que vivían allí, tres están muertos…, murieron…, murieron… ya hace muchos años…

..................

-¿Qué me decía?

-¿Qué le decía de qué?

-Lo de la casa, del turno…

-Ah, eso… sí, tenía tres días…, y como era dentro de tres días se podría arreglar el turno. Así fue, efectivamente. Llegado el jueves nos sentamos juntos, como siempre y al finalizar nos fuimos para la casa. ¡Todo viento en popa! ¿Y por qué? Porque existía un código, que nadie podía alegar ignorar, que establecía que cuando un grupo de chicas y muchachos van a la casa de alguno de ellos a estudiar… efectivamente es para estudiar…, pero…, cuando van sólo una chica o un chico, o sea van a estar solos… se puede estudiar, si es necesario… pero se termina con sexo…, así de simple. ¡Y ella había aceptado venir sola-conmigo-solo! ¡Era pleno!

-Astutos los estudiantes platenses. Lo tenían todo estudiado.

-No era de entonces. Era de siempre. ¡Dardo Rocha lo debe haber inventado! Bien, entramos, puse la escoba cruzada en la puerta, señal que el turno efectivamente se estaba usando… y manos a la obra. Primero estudiamos, claro, aun cuando no veía demasiado interés en Zully, pero no quería apurar el trámite. Ya llegaría. Y llegó. Cuando se agotaron las explicaciones, dado que no me preguntó nada más, intenté el avance, acariciando suavemente su mejilla. ¡Frenada en seco! «Quedate tranquilo, por favor.» «¿Qué pasa? ¿Qué pasa, eh?» Traté de mantener la calma. ¿Me estaría tomando el pelo? «Sentate, por favor y dejame que te explique… y no te enojés, te lo ruego. No quiero molestarte ni hacerte daño. Eres muy bueno y sé que nos querés… a las dos. Lo sé. Me lo dijo Maricarmen… pero quiero que sepas… es necesario que sepas… que somos pareja…» ¡! ¡¿Le parece…, le parece que justo me venga a tocar a mí?! ¿Será posible? Me quería morir... De vergüenza, yo tenía vergüenza. Una cosa de locos. Lo único que me faltaba. Pretendía levantarme a una mina y resulta lesbiana. No sabía dónde meterme…, me quedé mudo. «No te pongás así. Vos no lo sabías pero…» «No me di cuenta.» «Y mi compañera es Maricarmen.» Encima. Como sí con ella…, sí, justamente. «Eso es lo que pasa. Por eso te quería hablar. Sé lo que pasó. Cuando llegó tarde al cine es por que estuvimos discutiendo. Cuando me dijo que tenía que encontrase con un compañero para hacer un trabajo no me preocupé, pero la vi tan ansiosa… que me di cuenta que eras vos.» «¿Por qué?» «Porque sabía que le gustabas. Y me puse celosa. Celosa de vos… y envidiosa de Maricarmen.» Cosa de locos. Nunca me había ocurrido algo así…, tampoco después. No recuerdo exactamente cuales fueron las palabras. Hace ya cuarenta años, pero nunca me olvidé del asunto y del orden o carácter de la conversación. «Maricarmen me contó todo. Todo. Y yo me puse muy mal. Desde que estamos juntas es la primera vez que está con un varón y encima le gustó.» «Perdoname Zully, pero no quiero crear ningún conflicto, pero… no entiendo. Ustedes… son un verdadero desperdicio, como puede ser. Eh, ¡cómo puede ser! Dos hermosas mujeres…, un desperdicio. Como me voy a dar cuenta. Pero bueno… soy un pelotudo.» «¿No la pasaste bien?» «Sí, y…» «Eso es lo que pasa, ella también.» No sabía que decir. «No tenés la culpa, nosotras no te lo dijimos… hasta ahora.» «Pero…, no entiendo, sigo sin entender. ¿Por qué?» Yo no quería entender. «Tenemos muy malas experiencias y además la pasamos muy bien juntas y no queremos separarnos y…» «¿Por qué no querés a los varones? No todos somos malos…, digamos.» Yo no quería forzar la mano. Realmente no quería crear conflictos entre ellas. Además, por entonces, el lesbianismo me era tan extraño como el apareamiento de las anguilas… Para mi Maricarmen fue un hermoso momento y nada más. Tal vez la quisiera para amante, haciendo el amor era fantástica, pero nada más. No tenía porque seguirla, pero de alguna forma quería justificarme… «Lo sé, vos no lo sos. Maricarmen dice que sos el tipo mas dulce y cariñoso del mundo. Pero yo no quiero saber nada. Nada con los hombres. Y Maricarmen tampoco… hasta conocerte a vos. No quiero que se repita, por favor. No.» «No sé cuál será tu triste experiencia, pero… ¿Qué pasó?» «Me violaron…» «Ah…» Otra cachetada más. Ahora, ahora lo pienso, creo que podría ser un mero pretexto. ¿Qué podría decir? «Cuando tenía trece años, tres tipos, grandotes. No quiero saber nada más con los hombres. Nunca más. Probablemente la violación fue lo que detonó mi costado homosexual…, pero no me da vergüenza ni me arrepiento. Y a Maricarmen… la conquisté yo. Viste como es, lo sabés muy bien.» «Sí, un incendio, una maravilla.» «Bueno, conmigo también… y no la quiero compartir.» «Bueno, bueno, está bien, será as텻 «Pero… te dije que la envidio.» «¿Cómo?» «Lo que le hiciste.» «Bueno, que se yo… sí querés…» «No, no… lo que hiciste con ella, al principio… me contó…» «¿Qué hice?» En ese momento sólo me acordaba que me había acostado con Maricarmen y nada más. «Pues… tus caricias, tus besos, como me lo contó…, la volviste loca. Y me lo reprochó… o tiró en la cara…, mejor que yo. ¡Vos, mejor que yo!» Ahora entiendo. «Pero no fue nada que no haga con cualquier otra chica que lo merezca.» Fanfarroneé…, lo que me había enseñado la señorita de mis trece años…, era la primera vez… o casi… «Bueno. ¿Por qué no conmigo?» «Pero Zully, no soy un muñequito, necesito estímulo. Nunca estuve con una prostituta, por ejemplo, nunca pagué por una mujer, por una rutina, necesito que me haga sentir… bien, necesito sentir que me recibe con gozo, cariño, placer… Quiero decir, vos sos absolutamente deseable, como mujer digo, sos divina… pero… con todo lo que me estás diciendo…, bueno, medio se me van las ganas, digo, no? ¿Entendés?» «¿Y por qué no yo? ¿Por qué no puedo darte ganas?» «Pero con todo lo que me dijiste… ¿qué puedo sentir? Mucha bronca conmigo mismo, por no darme cuenta, o ser tan gil.» «No es así. Sos maravilloso y en eso estoy de acuerdo con Maricarmen. Yo voy a hacer que tengas ganas» y acá comienza otra historia.

..................

-¿Se la cuento o paro aquí?

-¿Por qué va a parar?

-Digo, que sé yo, sé que es su trabajo, pero por ahí se cansa de tanto sexo.

-No, no me canso… oírlo, claro.

-No digo otra cosa. A esta altura ya me parece que la tengo a usted a mi lado cada vez que hago el amor…

-No exagere… ¿Lo hizo últimamente?

-No, no…, me refiero cuando le cuento a usted estas historias. Es como si ya fuera parte de las mismas.

-¿No encontró la manera de acercarse a su esposa?

-No encontré la manera que ella cambie de actitud y lo quiera hacer. Siempre hay algún pretexto o, lo peor, directamente no tiene ganas. No le resulto excitante o atractivo, será por eso.

-¿Puede ser que su esposa tenga un amante?

-Sí, puede ser. Todo puede ser. No hay en el mundo nada que se lo impida a nadie. A mi no me parece… pero, como dicen en la feria, "el marido es el último en enterarse".

-Me dijo en algún momento que estas historias nunca se las contó a su esposa ¿no? Debería hacerlo. Para usted es muy importante el estímulo de la palabra. Lo excita y transmite sus sensaciones con gran realismo, tal vez más que si fueran imágenes.

-Nunca quiso que se las contara. Cuando comenzaba alguna conversación sobre eso, siempre se iba a otro tema. En realidad, muy pocas veces puedo contar algo de mí, siempre tiene algo suyo más importante. A esta altura, la verdad, sólo me interesa volver a tener sexo normal… y punto.

-Lo que me iba a contar ¿es normal?

-Sí, siempre. Siempre es normal, para mí, salvo que sea con algún aparato o cosa así. Mientras el varón o la mujer utilice su cuerpo… es absolutamente normal. Lo que sea. Claro, yo tengo aprensión a la violencia en el sexo. Me desagrada profundamente el sadomasoquismo. No lo soporto ni en el pensamiento. El cuerpo humano, el sexo, es tan hermoso… que no comprendo a los que se hacen daño.

-¿Por eso dicen las chicas que usted es tan dulce y cariñoso?

-Debe ser por eso. Nunca ejerzo violencia. ¿Vio que a veces se ve en películas, o se sabe por conversaciones o referencias, en su caso lo debe saber por pacientes, que incluso en los momentos más ardientes… el hombre o la mujer cargan como si estuvieran con el enemigo…? Bueno, no practico esos modos, no me salen.

-Ahora… bueno, cuando lo hacía, ¿era cómo lo cuenta, de esa manera?

-Claro… pero sin tanta acrobacia por supuesto. ¡Son muchos años y muchos kilos!

-Me da la impresión que usted está en mucho mejor estado de lo que quiere hacerme creer…

-¿Cómo qué quiero hacerle creer? ¿Duda de lo que digo? Entonces…

-No, no dudo. No me interprete mal. Me expresé mal. Mucho mejor de lo que usted cree que está.

-Yo creo que estoy como estoy. Que no puedo tener sexo. Eso.

-Está bien. Creo lo que usted dice, pero creo que está mejor de lo que dice. Ya lo veremos.

-Eso espero.

-¿Qué dice?

-Eso. Ya lo veremos ¿no?

-Bueno. Seguiremos en la próxima.