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Guía de Sombras (11)

en Grandes Series

11.

-¿Lo tiene claro de qué es absolutamente normal?

-Es que la cosa no terminó allí. Cuando escuché que mi madre se había levantado, convencí a Teresita que tenía que irse, con la promesa que otro día seguiría leyéndole las historietas. ¡Ese día fue el siguiente! El siguiente en que estuve a la tarde… ¡Ella apareció de nuevo! Y parecía decidida a no dejarse convencer. De entrada nomás me dijo que le gustaba que yo la tuviera upa… y ahí nomás se me sentó encima. Y allí cometí un error tremendo. Primero, no me opuse…, y segundo, como hacía mucho calor me había puesto un pantaloncito corto, de gimnasia, de los que se usaban entonces, sin suspensores… y sin calzoncillos…, con lo cual a sus primeros movimientos… comenzó mi erección. Me daba vergüenza, mucha vergüenza, el suponer que ella lo iba a notar, aunque teóricamente no tendría que saber por qué, qué era lo que pasaba. Eso era lo que yo creía. ¡Fue una sorpresa mayúscula! «A mi papá le pasa lo mismo cuando mi mamá se sienta upa.» ¡Yo me quería morir! «¿Qué estás diciendo? ¿Cómo sabés?» «Cuando está mi papá, mi mamá se sienta upa y mi papá la hace levantar cuando estoy yo… pero yo me doy cuenta que eso que tenés vos está duro y mi papá no me deja sentar… y me mandan a dormir la siesta…, pero yo me hago la dormida y después espío… y entonces veo lo que hacen mi papá y mi mamá.» Imagine lo que me pasaba. Además de sentir a Teresita refregándose contra mí, me contaba lo que veía hacer a los padres, con lo cual aumentaba mi excitación.

-La nena quería que su papá le hiciera a ella lo que le hacía a la mamá… y ante la imposibilidad de concretarlo… lo eligió a usted para remplazar al padre…

-Esa es una explicación psicologista… pero a mí, en ese momento…, por la cabeza y la sangre me pasaban otras cosas…, además de no tener la menor idea de la existencia de semejante explicación…

-Trato de decirle que la nena no era una depravada…, ni que usted tampoco. Sólo… que los padres deberían haber tenido un poco de cuidado y no subestimar a su criatura.

-Eso es cierto. Teresita quería hacer conmigo lo que el papá hacía con la mamá. Eso me lo dijo concretamente. Yo era como el papá y ella quería ser como su mamá… y si los dos se divertían y se reían cuando jugaban, por qué no lo podíamos hacer nosotros… ¿eh? Bueno, ese día, el que le contaba, fue el primero de la escalada. Cuando sintió el bulto contra sus nalgas, que yo trataba infructuosamente de disimular, mientras me decía más o menos lo que le conté, metió su manito por la pierna del pantaloncito y me tocó. ¡Sentí una descarga eléctrica, lo juro! «¿Me dejás que te lo toque? Mi mamá se lo agarra a mi papá y así lo lleva a la cama. Mi papá le mete la mano por atrás de la pollera y cuando llegan a la cama se desvisten y se acarician todo y se besan todo…» ¡Yo no daba más! Solo el sentir la punta de los deditos de la nena que me rozaba el pene y pensar lo que se acariciaban y besaban los padres… Desesperadamente me agarré el miembro con la mano de Teresa y todo y acabé sacudiéndome, apoyando mi cabeza sobre su cabecita, con enorme vergüenza y culpa… Teresita sintió el derrame sobre su manito y me dijo muy tranquila que «a mi mamá le gusta mucho cuando mi papá le deja la lechita sobre la mano… y también entre las tetas… y también en la cara. Dice que es como cremita para bebés. ¡Y es linda, de veras!» Yo me sentía muy mal. No sabía como limpiarme, como ponerme para no chorrear, que hacer o decirle a la nena…, en fin, un desastre. Al fin me serené, no se cómo, le pedí a Teresita que me alcanzara un pañuelo que tenía por ahí, y me limpié como pude, tratando que no me viera, que no viera el pene, quiero decir, no quería ser exhibicionista encima de todo… Ella insistía que a la mamá y al papá le gustaba mucho jugar así… y comenzó a contarme que otras cosas hacían… Le pedí de la manera más suave posible que por ahora no me contara nada más y que otro día podría contarme todo lo que quisiera. ¡Yo sólo deseaba tirarme en la cama y relajarme, poner en orden mi cabeza y pensar como diablos salía de esto! Todo esto debería haber ocurrido en diez o quince minutos, por lo que tuve que esperar que se levantara mi madre. No quería dejarla sola y no sabía que decir para que no se fuera de boca. ¡Si llegaba a hablar me mataban! A mí me resultaba imposible saber que pasaba por su cabecita, que opinaba de lo que hacían sus padres, que opinaba de lo que quería hacer conmigo, si tenia idea del juego o de lo prohibido, si lo contaría como una gracia o se callaría porque suponía que estaba mal. Era una locura y no sabía que hacer, además de tener miedo y de haber gozado con su caricia y la eyaculación.

-Dejémoslo descansar.

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-Ahora ya no vale.

-¿Cómo qué no vale?

-Claro, usted me dijo que se lo contara como iba apareciendo en la memoria. En estos días estuve haciendo memoria. Armando los detalles. Así no vale. Ya está.

-No me venga con eso. Hable de todo lo que se acuerda. ¿Cómo se la sacó de encima?

-No lo hice. No hice nada. Solo esperé ver que pasaba. No sabía que hacer, por otra parte.

-Como siempre, víctima de las circunstancias…

-Más o menos, aunque no lo crea o le cause gracia. En ese momento, como en tantos otros, no supe que hacer. En los días siguientes, inventé algunas reuniones con compañeros para no estar a la tarde en casa, dibujaba de noche…, en pocas palabras, me escapaba. ¡Pero lo peor era que me había gustado! Sólo esperaba que no hablara, esa es la verdad. Y mi madre me decía que una vez más había venido Teresita a ver como dibujaba… De pronto caí en la cuenta que si decía eso, que venía a verme dibujar…, era que estaba ocultando lo otro. De alguna forma sabía que no tenía que hablar y decir que me había pasado. ¡Era lo que yo necesitaba para acabar con los escrúpulos! Me sentí muy basura… pero con la esperanza de pasarla bien. ¡Si yo no la estaba obligando a nada! Era mi justificación.

-Lo que le dije antes, y usted también lo dijo en algún momento, a los quince años los chicos son capaces de cualquier cosa con tal de tener sexo. No solo las vecinitas, sino también los hermanitos, primitos, lo que sea, hasta los padres. Es parte de la experiencia sexual. En occidente es tabú, pero en la mayoría de las culturas no contaminadas por las religiones monoteístas es práctica habitual, y lo que es hábito no es prohibido. Y vale tanto para chicos como chicas. Por supuesto, me refiero a los chicos de su edad, no a las nenas de cinco años. En este caso Teresita tenía en su cabecita los juegos de sus padres. Sabía que no podía participar, porque el papá no quería que estuviera en sus rodillas cuando tenía una erección, y era algo que no podía ver, porque la mandaban a dormir.

-Todo eso lo supe mucho después. En ese momento sentía que lo que hacía estaba mal… pero no quise evitarlo. Al fin volvió a ver como dibujaba. Como si no hubiera pasado nada, volvió para contarme como jugaban los papás. Tuve un pequeño gesto de pudor, no me puse los pantaloncitos, sino el calzoncillo y el pantalón, como para evitar, o por lo menos disminuir, las tentaciones. Fue inútil. A medida que Teresita relataba las cosas que hacían sus padres, siempre sentada sobre mí y con su meneo recurrente, yo sentía que no habría cinturón de castidad que pudiera evitar mi erección… y por lo tanto la incomodidad que eso significaba, con tanta opresión. ¡Peor el remedio que la enfermedad! Teresita notó, o mejor, dejó de notar lo que había sentido la vez anterior y… ¡encontró la solución! «Mi mamá le abre el pantalón a mi papá para que esté más cómodo, le dice…» y metiendo sus manos entre las piernas comenzó a desabotonarme la bragueta. No ofrecí ninguna resistencia. Abrí las piernas para que le sea más fácil y dejé que haga su tarea. Cuando lo logró se encontró con el calzoncillo… y el bulto. «Mamá le dice a papá que cuando esté en casa no use calzoncillo, así es más rápido…, porque se muere de ganas, así le dice.» Yo también me moría de ganas, pero no quería mover un dedo para activar la cosa. Todavía creía que estaba mal hacer exhibicionismo ante una nena. Cuando después de hurgar llegó al pene, se encontró con que la cabeza estaba húmeda. «Ya te está saliendo el juguito, como a papá…, así le dice mi mamᅻ Y al fin lo sacó. «¡Es igualito al de mi papá!» Para evitar que me agarrara desprevenido, tomé el pañuelo que tenía en el pantalón y me preparé para lo que viniera. «¿Qué hace tu mamá cuando se lo saca a tu papá?» «Ya te dije, lo lleva a la cama.» «¿Siempre?» «No, a veces se sienta encima, a caballito y se abrazan y comienzan a moverse, como hago yo, viste, y después mi papá se sacude como vos y mi mamá lo aprieta fuerte y dice que siente como "la llena" y que le gusta mucho.» «¿Y después?» «Después se baja y le da un besito.» «¿A tu papá?» «Si, en el "pitito precioso", como dice mi mama, y le pasa la lengüita y se ríe…» No pude más. Como una manguera de jardín que se tiene doblada para evitar el chorro, así salió el esperma hacia el pañuelo que había puesto. Teresita miraba encantada. «¡Qué lindo! ¡Cómo sale la lechita por el agujerito! ¿Me dejas tocar?» Me tocó con sus deditos el glande mientras me limpiaba. «¿Te puedo pasar la lengüita como hace mi mamá?» «No, ahora no. Después.» No quería ir más allá. Ya había acabado y por ese momento estaba hecho. No quería más nada. Le pedí que se quedara quietita y se pusiera a mirar revistas. Si venía mi madre quería que encontrara todo natural. Le dije que otro día me contaría más cosas. Teresita aceptó, por suerte.

-La nena había aprendido a conocer los límites.

-Según lo que me contó, la mamá era un incendio inagotable, y el padre también pedía tregua… «Dejame descansar un poquito, mi amor…», era el ruego del papá. Ella decía que muchas veces le agarraba sueño de tanto mirarlos y tenía que irse a la cama. Cuando se despertaba los encontraba desnudos y dormidos. Como sabía que no les gustaba que ella los viera, tenía que hacer ruido en su pieza para despertarlos. Los padres eran bastante irresponsables en esas cosas.

-¿Qué más hizo con la nena?

-Bueno…, ya le conté. Además yo no hice nada. Todo lo hacía ella.

-Y usted dejaba hacer… ¿Qué más hizo? Porque no terminó allí, supongo.

-No…, pero no era muy distinto. ¡Ella quería que hiciéramos todo lo que hacían los padres!

-¿Todo? ¿Y usted lo hizo?

-Ya sé lo que quiere decir. No. No la penetré ni le hice ningún daño. Eso no. Algo de conciencia me quedaba todavía. Me bastaba con llegar al climax y acabar…, y sus relatos eran tan detallados que no necesitaba mucho más. Hasta me llamaba la atención que viera todo tan bien. A veces creía que estaba inventando. ¡Pero no podía ser! ¡No podía una nena de cinco años tener tanto conocimiento teórico del sexo! ¡Ella veía! Un día le pregunté como hacía. Como podía ver con tantos detalles. Me explicó. Tenían un espejo grande en una pared y un ropero con tres puertas con espejos, que acomodaban para verse mejor. Desde la puerta entreabierta, que dejaban así para oírla a ella, según me dijo, Teresita veía como se reflejaban los cuerpos en varias imágenes… y podía apreciar todos los detalles. La nena no era ninguna tonta, eso sí. Para que no la vieran, no se ponía junto a la puerta, sino en el vano del pasillo que daba al baño, justo enfrente, que estaba en sombras. Se agachaba en un rinconcito y desde allí tenía todo el panorama. ¿Recuerda que le conté que con Beba nos habíamos puesto sentados en la cama delante de un espejo para que viera como la penetraba? Bueno, eso lo aprendí de lo que me contó Teresita…

-Observadora la nena…

-No se le escapaba nada. Y lo que no entendía me lo preguntaba.

-Bueno, continúe con el relato. ¿Cómo sigue?

-No…, no me gusta hablar de esto. ¿Para qué más? Ya le conté todo.

-No. No me contó todo. Me dijo que le nena quería hacer todo lo que veía. Lo que me contó hasta ahora es bastante poco. Supongo que habrá intentado otras cosas.

-Sí, claro. Pero ya le dije, no hicimos todo lo que ella quería. Nada de eso.

-Pero seguro que hay más. No quiero que me cuente solo lo que a usted le gusta. Lo que le molesta también. Eso es importante. No solo lo que le causa placer o es sexualmente excitante. Lo que duele, lo que molesta, lo que descubre ciertos lados oscuros de la personalidad o lo que se quiere olvidar porque duele o denigra también es parte de la vida y la experiencia. Hable sobre eso. No creo que sea tan malo. Usted mismo lo dijo: no llegó hasta el final.

-Si…, no llegué hasta el final… pero anduve cerca. Demasiado. Esto lo veo ahora, cuarenta y cinco años después. Nunca antes había pensado en ese episodio. Nunca. Lo tenía bien oculto, evidentemente… Pero… lo que le dije de… Beba… y el espejo… ¿Cómo lo sabía? No comprendo. Le juro que no me acordaba… para nada…

-El subconsciente, claro. Cuente ahora y quédese tranquilo.

-Qué… ¿me dará veinticinco padrenuestros y quince avemarías?

-Nada de eso. Hable de una vez. No dé más vueltas.

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-Seguimos así varias veces. Ella contaba…, yo escuchaba… y acababa. Así era.

-¿Qué contaba?

-Lo que veía. Cuando la mandaban a dormir se quedaba un ratito quieta hasta que oía los murmullos, risitas o gemidos de sus padres… En realidad, era la mamá quien llevaba la iniciativa, parece. «Mi mamá lo desnudó a mi papá y después se agachó sobre la cama. Mi papá se puso atrás, le levantó la pollera y se acomodó bien juntito a mamá. Mamá le dijo que le gustaba mucho como "se la ponía desde atrás", y papá entonces comenzó a moverse y a desvestirla. Mamá no tenía la bombacha puesta y papá le desabrochó la pollera y luego le sacó la blusa. Mamá no tenía nada abajo y como le colgaban las tetitas papá se las agarró con las dos manos. ¿Por qué yo no tengo tetitas grandes como mi mamá? Tampoco tengo pelitos en la cachuchita como mi mamá. Vos sí tenés pelitos como mi papá.» «Porque sos muy nena. Cuando seas más grande vas a tener tetitas y pelitos como tu mamá.» «¿Pero tan grande tengo que ser? Vos no sos tan grande como mi papá y tenés el pitito y los pelitos como él.» Ya no me pedía permiso ni me preguntaba. Directamente me agarraba el pene y comenzaba a acariciarme «como hace mi mamá.» Le aclaro que directamente decidí usar el pantalón de gimnasia porque todo era más cómodo. De todas maneras yo quería que el trámite fuera lo más rápido y placentero posible. A esta altura, con sus relatos y sus caricias, yo eyaculaba rápido, lo que a Teresita le encantaba. Ella ya sabía que era lo que iría a pasar. Un día me preguntó por qué. Traté de explicarle que a sus papás, y a todos los papás, les gustaba mucho hacer eso, y que al varón le pasaba eso… y a la mujer también pero se notaba menos porque era dentro de la cachuchita… etc., etc., pero no se conformaba con poco. Fue cuando me contó lo del espejo. Que había visto como el papá metía y sacaba el pitito de la cachuchita de la mamá… y los dos se reían mucho y ella quería que yo le hiciera lo mismo. «No puedo con vos, Teresita. Yo soy más grande y vos chiquita y te voy a lastimar. Cuando seas más grande y tengas pelitos como tu mamá vas a poder dejar que un nene te la meta y entonces no te va a doler y te va a gustar. Ahora no.» No la convencía fácilmente. Ella insistía que «un poquito. Si me duele te digo. ¿Por qué tengo que esperar tanto, si me va a gustar, eh?» «Lo dejamos así y otro día vemos.» Era lo único que se me ocurría decirle.

-¿Y qué más? ¿Por qué no lo dice?

-¿Qué cosa?

-Lo que ahora sí se acuerda. Porque ahora se acuerda de todo ¿no?

-Creo que sí. Lamentablemente. Es duro…, y no es chiste…

-Dele, de un tirón…, y acabe. De contar, digo.

-¿Le interesa, eh?

-Sólo profesionalmente. Cuente.

-…entonces apareció con otro juego. Por algún mecanismo que desconozco, Teresita también se excitaba.

-Es normal. El sexo existe aun en el útero.

-Un día vino aceleradísima. Para ella era nuevo. «¿Sabés que después que mamá se subió a caballito de papá, le pidió que parara…? Pará, pará, le decía, aguantá un poquito y deja que me tire en la cama. Parece que a papá le pasaba lo mismo que a vos. Se agarró fuerte, con una mano se agarró el pito, y mamá se acostó. Mi papá se acostó encima pero no como siempre, ¡sino al revés! Puso la cabeza entre las piernas de mi mamá y mamá se puso el pito de papá en la boca. Papá comenzó a sacudirse y a mamá le salía la lechita por el costado de la boca. Yo lo vi bien porque una de las puertas del ropero estaba cerquita de la cabeza de mamá y lo veía por el otro espejo de la pared. Mamita lo lamió bien y después le dijo ahora te toca a vos. Mamá dobló un poquito las piernas y papá se las agarró con las dos manos con la cabeza entre las piernas de mi mamá. La que empezó a sacudirse y a moverse fue mamá, mientras papá movía la cabeza y parecía que la iba a meter no sé dónde. Eso no lo podía ver bien porque me lo tapaba las piernas, pero mi mamá decía que lindo, que lindo, hasta que se sacudió fuerte y se quedó quietita. Papá se levantó lamiéndose los labios y diciendo que también le había gustado mucho. ¡Yo no se como quieren que duerma con todo el ruido que hacen!» Creo que todo este relato no duró más de un minuto, pero Teresita me había sacado el pene entre las piernas del pantaloncito, y mientras hablaba me pasaba suavemente los deditos por el tronco. En un momento dado, y eso lo debía haber visto hacer a su mamá, o a mí mismo, tal vez, tiró del prepucio para atrás dejando descubierto el glande. Fue hacer eso y salir el chorro disparando sin que me diera tiempo a nada. ¡Fue ella la que puso su manito adelante para que no me ensuciara! «Yo vi que muchas veces a mi papá le sale igual y mamita se lo agarra. Mamita dice que es un desperdicio. Que mejor es tenerlo adentro, para no ensuciar, dice.» ¡Yo imaginaba que querría ahora! La calmé con mimos y la convencí que por el momento no más relatos. «Pero otro día te sigo contando.» No se daba por vencida.

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-¿Nunca la echó?

-No. En realidad, después de esos primeros días que traté de desaparecer no lo intenté más. Al principio no sabía como hacerlo…, bueno, yo creía que no sabía como hacerlo. Pensaba que podría molestarla, que haría algún despelote, que hablaría, ¡qué sé yo! Luego no. ¡Me di cuenta que no quería que dejara de venir! ¡La deseaba! Dentro de esos parámetros que me había impuesto… pero la deseaba. Era inevitable. ¿Qué otra cosa podría querer? Tenía varias eyaculaciones por semana, sin preocupación, sin trabajo, sin drama… y sin masturbarme. Me calentaban sus relatos, sentir su cuerpito sobre mí, sus caricias, sus mimos, ¡era un juguete del cielo! Había llegado al colmo que ni siquiera me interesaba ir a bailar a ver si pescaba alguna chica. Y no termina aquí. Parecía que a medida que avanzaba en sus relatos, se hacía más minuciosa en los detalles. Ella también se regodeaba en ellos.

-Celaba desesperadamente a su padre…

-Como en "Querida Julia…" Menos mal que no le dio por matar a la madre…

-¿La vio cuándo creció?

-No, no. Ya iba a eso. Quería decirle como siguió… y terminó. Teresita quería hacerlo. Quería eso y no había manera de evitarlo. Yo no sabía como evitarlo. Como disuadirla. Después de la escena del sesenta y nueve se puso más cargosa. Como no conseguía convencerme que se la metiera «como papito se la mete a mamá», quería chupármela, así de simple. Yo casi no quería… pero era solamente eso, casi. Sentía que en algún momento no iba a resistir la tentación. Hasta ahí podría llegar…, un poco más degenerado de lo que había sido hasta entonces… no era demasiado más. Eso pensaba. Pero sin acabar. ¡Eso no quería hacerlo! Pero sabía, por desgracia, que mis límites eran flexibles. Por eso intentaba que ni siquiera acercara su boca a mi pene. Pero no aflojaba. Ella no aflojaba. Yo era manteca. Cada vez me derretía más antes sus mohines y sus súplicas. Y un día sucedió. Cuando yo estaba hirviendo, con el glande inflamado de deseo, saltó al suelo y se lo llevó a la boca. Justo en eso momento ocurrió… y lo que vio hacer a su mamá lo hizo ella como la cosa más natural… ¡por la comisura de sus labios comenzó a chorrear el semen que yo había descargado! ¡Y me miraba con sus inmensos ojos marrones! Me había tomado del tronco con las dos manos y no me soltó hasta el final. Le limpié los labios, la boquita, la pera, todo… Lo más campante me preguntó «¿Te gustó? A mí me gustó mucho. A mi mamá y a mi papá también les gusta mucho…» ¿Qué podía decirle? ¡Qué sí!

-¿No le dijo ahora te toca a vos?

-Ni se me pasó por la cabeza que eso iba a ocurrir. Pero así fue, efectivamente. «¿Cómo qué me toca? ¿Qué me toca?» Quería hacerme el gil. «Mamá le dice a papito, después que se lo chupa, ahora te toca a vos, y mi papá la besa entre las piernas, en la cachucha, yo lo vi, te lo cont酻 «Pero Teresita, te dije que sos muy chiquita, que no puedo, te va a doler…» «No, eso no. La besa, te dije que la besa… y le pasa la lengua. Eso no duele nada, como va a doler. ¿A vos te dolió cuando te besé?» «Pero nosotros no podemos tirarnos en la cama, vos sos más chiquita, no alcanzamos…» Yo inventaba cualquier cosa. También me salió mal. ¡Ella se las sabía todas! «Yo vi que un día, cuando estaban en la cocina, antes de irse a la cama, y mi mamá había estado a caballito de papá y después se bajó y se arrodilló adelante para pasarle la lengüita, papá le dijo que se subiera en la mesa y entonces mamá abrió las piernas y mi papá puso la cabeza entre las piernas y mi mamá le agarró el cuello con las piernas y papito le dijo que ese era el collar más lindo del mundo y mamá le decía que así estaba bárbaro y que le gustaba y que sentía la lengüita de papá adentro, bien adentro decía, y papá estuvo un rato largo hasta que mamá se sacudió toda y le dijo que había acabado de nuevo y… bueno, le gustó. ¿Qué es acabar? ¿Por qué no me haces vos así?» Traté de explicarle. «Acabar es lo que me pasa a mí cuando me acariciás…» «¡Y cuándo la chupo también!» «Claro, cuando me das un besito también me pasa y a tu papá y a tu mamá también, ya te lo dije, pero a vos te va a pasar cuando tengas pelitos entre las piernas, cuando seas más grande, ahora no, así que no sirve que yo te bese…» «Pero igual me va a gustar, yo se que me va a gustar, se buenito, dale…, subime a la mesa, ¿si?» Sus mohines y ojitos eran tan dulces y seductores que no pude negarme… y también lo quería. ¿Por qué no? La acosté sobre la mesa y ella levantó la pollerita. «¡No tenés la bombachita!» «No, claro. Siempre que vengo a verte me la saco sin que mamá sé de cuenta. La escondo abajo del colchón. Pero vos no te diste cuenta porque nunca me tocaste, por eso no te diste cuenta.» No tuve que darle ninguna indicación. Se acomodó, abrió las piernas, puse mi cabeza y me rodeó con "el collar mas lindo del mundo". Tengo que reconocer que era preciosa. Suave y dulce, con un gusto y aroma a alguna esencia oriental, eso parecía…, me parecía. Recorrí con la lengua todo lo que pude tratando de no forzar nada y Teresita me acariciaba los cabellos con increíble seducción, tanto que tuve que tomarme el pene con las manos para no acabar…, intento vano, pues al fin tuve otra eyaculación, esta vez entre mis dedos. Maravillosamente ella se dio cuenta y me pidió que la bajara para lamerla de nuevo… Teresita estaba eufórica. «¡A papá le pasa lo mismo! Yo vi como muchas veces mientras la besa a mi mamá se tiene que agarrar para no manchar el suelo. Y mi mamá después se lo limpia todo como hice yo. ¿Te gustó? A mí mucho ¿y a vos?» «También, me gustó mucho.» «Yo sentía como me acariciabas con tu lengüita. ¡Mucho, mucho, me gustó!» Y así siguió varias veces más…, pero por suerte terminó. Por suerte, de veras. Esto había comenzado en marzo, más o menos. En los primeros días de junio se mudaron. Fue en algún día que estuve en la escuela pues no los vi. Me dijo mi madre que me dejaron saludos y que Teresita estaba triste porque no se podía despedir de mí. Entonces me enteré que pasaba. El papá trabajaba en YPF y había venido a un curso en la Central, con la esperanza que lo trasladaran definitivamente a la Capital. Pero no resultó, y cuando concluyó tuvieron que regresar a Río Negro o Chubut, no me acuerdo. Sé que era en el sur. Nunca más supe de ella, por suerte, porque cuando creció y tomó conciencia de lo que pasó, me debería estar puteando infinitamente…

-No crea. Tal vez estaba agradecida… y esperando que le crezca el vello en la pelvis para seguir sus consejos…, o encontró a alguien sin tantos escrúpulos que no le permitió llegar virgen a la pubertad… Creo que si los padres no tuvieron un poco más de discreción, la nena seguiría buscando con quien practicar los juegos de adultos… Si es así, seguramente fue una mujer con sexo mucho mejor y más saludable que la mayoría… y sin complejos.

-Bueno, eso me tranquiliza. Quiere decir que hice una obra de bien…

-¿Por qué no? Después de todo no se comportó distinto a lo que se comportaría un adolescente, sea varón o mujer, ya se lo dije. Además, lo que hizo a los quince años no lo quiso repetir veinte años después. Eso tiene su lógica. Si su adolescencia no hubiera sido como fue, con tantas experiencias sexuales, muy probablemente cuando adulto sería, lo que se dice en pocas palabras, un cagador. Y no lo fue. Tuvo consideraciones casi victorianas, digamos.

-¿A qué se refiere?

-A lo que había comenzado a contarme hace un par de semanas…

-¡¿Cómo se acuerda?!

-Profesionalismo. Me refiero a la chica menor de edad, la de la empresa…

-Ah…, la que tenía menos de dieciocho años.

-La que tenía que crecer...