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Un aprendizaje con ganas

en Amor filial

Un aprendizaje con ganas.

Para Myriam había sido fácil (Ver "Un debut poco probable"), pero yo me quedé con las ganas de seguirla, así que me inventé un nuevo objetivo: el bombón de su hermano…, pero antes tenía que hacer una "escala".

Luego de la hermosa experiencia con Gianni, en la que ambas perdimos la virginidad, por decisión propia, vale decirlo, Myriam pudo concretar la promesa que le había hecho: tres semanas más tarde pudo coger con él sin la "molestia" del forro…, pero yo me quedé "bañada, en bolas y de consigna". ¡Es qué Gianni no quiso saber nada conmigo! Durante la semana siguiente a su nuevo encuentro con Myriam fui sola a visitarlo, con el conocimiento de ella, claro –nosotras no hacíamos nada sin que la otra lo supiera-, pero sin que supiera mi abuelo que Myriam lo sabía… Luego de la cena, como siempre, me trajo hasta casa. Nos desviamos unas calles, nos estacionamos en una estación de servicio, para evitar susceptibilidades… y conversamos largo y tendido.

-Abu, yo te quiero, no me hagas daño olvidándote de mí.

-No está bien lo que hicimos, Katya, no está bien…

-Tú no eres el responsable, yo lo soy, yo lo quise. Yo quise que fueras tú, el hombre que más quiero en la vida, quien me hiciera mujer, no otro. ¡Sólo tú! Yo no te pido nada más… pero no te olvides de mí…

-¡Cómo me voy a olvidar! ¡Eso nunca! Tú sabes muy bien que yo doy mi vida por ti…, siempre fuiste mi preferida…

-Sí, lo sé, pero lo que digo es que no me consideres solamente tu nieta. ¡Ahora soy mujer y te sigo queriendo! ¡Quiero que volvamos a estar juntos!

-No puede ser, tienes que entenderlo, es por ti misma…, y por mí también, porque sé que si no… no podré mirate en la cara cuando tengás tu hogar, tus hijos… ¿Qué le vas a decir a tu marido cuando te pregunte con quien dejaste de ser virgen? ¿Le vas a mentir?

-Y… sí, que me importa… Falta un montón para eso. Le diré que fue el hombre más maravilloso que hasta ese momento había conocido… o que conocía hasta que llegó él, mi marido, claro… ¡Verás lo contento que se pone!

-Bueno…, pero yo no me siento bien estando con vos…

-¿Qué, no te gusto?

-¡Cómo dices eso! ¡Claro que me gustas, eres preciosa! Por eso mismo, ¿y si después no te puedo sacar de mi cabeza y de mi corazón? ¿Tú quieres hacerle daño a tu abuela?

-¡No, por favor, nunca!

-Bueno, eso, mientras el intercambio sea sexual, todo bien, pero si vamos más allá, ¿qué?

-¿Y con Myriam no pasa eso?

-No, no es lo mismo. En primer lugar no es mi nieta, en segundo lugar no tengo compromiso de afecto con ella…, quiero decir, la quiero mucho y es maravillosa, simpática, hermosa, inteligente, como vos… y terriblemente sensual…, pero yo no tengo que andar amparándome de nada, hace muy bien el amor y punto. ¡Tú eres mucho más que eso! ¡Así lo siento yo, Katya, mi amor! No quiero que sufras nunca, nunca… ¿sabes?

-Pero ahora me haces sufrir… Yo quiero estar una vez más, aunque sea una sola, contigo, solos, sin terceros… Myriam es mi amiga del alma, y la quiero muchísimo, y nos prometimos que íbamos a dejar de ser virgen las dos, juntas, con el mismo hombre, pero ahora estoy celosa, ella te hizo cosas que… yo… bueno, no me diste oportunidad… ¡Por eso prefieres estar con ella!

-¡No, no es por eso, no! Además tú sabes que con ella tuve que usar preservativo y con vos no. En eso tienes ventaja…

-Bueno, entonces, si es así, estemos juntos una vez más… Sólo una… y no te jodo más, ¡te lo juro! ¿Quedamos así?

-Está bien, contigo no puedo decir no… ¿ves como me manejas? Vamos a casa, te llevo y en la semana pensamos como hacer…

Nuestra conversación no tuvo nada de dramática, hasta fue con sonrisas y buena onda, donde yo, por supuesto, me sentí triunfadora. ¡Lo volví a seducir! Cuando llegamos a casa le dije si quería bajar, pero se negó, mis padres notarían algo raro. Me fijé que no hubieran moros en la costa y le di un soberano beso en la boca… y sin el menor disimulo le apreté el bulto…

-¡Katya, eres tremenda!

Y me bajé a las carcajadas.

Bueno, ahora sabía que esto terminaba, no estaba triste ni contenta, sabía que era así, que no podía ser de otra manera, y que de otra forma me amargaría la vida al amargársela a mis abuelos, así que apunté para otro lado. ¡Claro que no dejaría pasar la nueva oportunidad que me ofrecía Gianni! Había ciertas cosillas que yo las quería hacer con él, primero que con ningún otro, porque sabía que me enseñaría mejor que nadie, y entonces podría demostrar a cualquiera lo bien que yo sabía fornicar, sus prolegómenos y sus epílogos… y…, bueno…, ¡eso es la base de la felicidad!

Le conté a Myriam cada una de las palabras que intercambié con Gianni, incluso lo que él opinaba de ella… «la quiero mucho y es maravillosa, simpática, hermosa, inteligente, como vos… y terriblemente sensual…», lo que la puso de la cabeza…

-¡Ay, me lo como, me lo como! ¡La próxima vez lo destrozo todo, lo dejo de cama, de pulmotor, le sacaré hasta la ultima gota…!

-¡Hey, espera! ¿Quieres matarlo? No te olvides que no es un pibe…

-Otra que pibe… ¡es un súper pibe! ¿Sabes cómo me "movió los fideos" el miércoles pasado? Pero no te preocupes, será después que esté con vos, así todavía estará enterito…

-Así es, le saqué una cita más, aunque todavía no sé dónde…

-Y…, seguro que es en el mismo lugar donde me llevó a mí, la quinta de un amigo, compañero de trabajo… ¿Sabes qué? Creo que tu abuelito es un buen pillín…, me parece que esa casa la conoce bastante bien, sabía dónde estaban todas las cosas… Debe ir bastante seguido, supongo que no será para jugar al truco. Es muy linda, ya vas a ver…

-¿Qué hicieron? No me dijiste.

-¿En la casa? De todo, todito…, pero es mejor que no lo sepas, así es una sorpresa. Mejor, tú haz lo que quieras, como quieras, y después nos contamos cada una lo que pasó, tal cual.

-Bueno, pero ahora quiero plantearte otra cosa. Gianni ya fue, ¿no? Las dos dejamos la virginidad al mismo tiempo y con el mismo hombre, ¿no? Cumplimos nuestro mutuo acuerdo. ¿Qué te había dicho antes, y tú no quisiste? ¿Te acuerdas?

-No, ¿qué era?

-No te hagas la desmemoriada, sabes muy bien…

-¿Qué cosa? No me acuerdo.

-¡Tu hermanito mujer, el bombón de tu hermanito!

-¡Pero mi hermano tiene novia!

-¿Y con eso qué? ¡Mi abuelo tiene esposa!

-Pero Katya…, ¿te quieres voltear a mi hermano?

-Y… sí, ¿por qué no? ¡Si está buenísimo! Ahora no puedes poner pretexto, a menos que estés celosa…

-No, ¿qué dices? Es cierto que mi hermano está muy bien…, yo también lo sé…, lo espiamos juntas… Pero viste como es con nosotras, bastante antipático, sobrador, nos considera unas chiquillas idiotas…

-Pero… ¿sabes qué? Lo tengo que encarar sola, por mi cuenta, como cosa mía, sin que tú tengas nada que ver, ni de lejos… Creo que la cosa pasa por ahí. Es más, tenemos que pensarlo, ver como se da, pero es muy posible que, incluso, tú tengas que sentirte molesta porque tu hermano me lleva el apunte…, creo que es así…

-Tienes razón, puede ser. Con tal de contradecirme…

-No, a la inversa. ¡Tú tienes que llevarle la contra a él! Nosotras somos amigas, él lo sabe, por lo tanto si despotricas contra mí se dará cuenta de que es arreglado. ¡Tienes qué mostrarte algo celocita! Pero algo…, nada más, como al pasar, creo que es así.

-Bueno…, pero si te jode no te quejes…

-¡Si lo qué quiero es que me joda! Es más, no me interesa que deje a su novia ni nada de eso. Quiero que sepa que podemos coger un montón sin ningún compromiso, nada más que por el placer de hacerlo…

-¡Pero pensará qué yo soy igual!

-¿Y qué problema te haces? ¿Es alcahuete? ¿Te meterá de monja? No creo que le importe demasiado con quien usas tu concha.

-Espero que no te cause problemas…, porque sino serán problemas míos también.

-Bueno, Myriam, te agradezco tu preocupación…, pero no me meteré en la boca del lobo…, en todo caso me meteré el lobo en la boca…

-¡Cochina! ¿Qué le piensas hacer a mi pobre hermanito?

-Tú no digas nada, ¡qué buena mamada le hiciste a mi abuelo…!

-Pero él me dijo…

-¡No dijo nada! Cuando estaba acostado, en la cama, boca arriba, y yo sentada a su lado, tú te agachaste por atrás mío para chuparla…, niñita dulce…

-¡No puedes quejarte! ¡Te lo puse a punto! ¡Y estaba de rica!

-Bueno, hagamos nuestros planes. -¡Y largamos la carcajada!

Antes que nada tenía que esperar la "segunda sección" con Gianni, después vendría todo lo demás. Como pasaron 10 días y no tuve noticias de mi abuelo –extrañamente tampoco habló con mis padres-, resolví pasar "casualmente" por su casa, ¡para que no se olvidara! Como Myriam me dijo que fue un miércoles cuando estuvo con Gianni en esa casa, por las dudas, si es que eran los miércoles el día adecuado…, y el fin de semana no habíamos tenido ningún contacto, resolví visitarlo el martes…, para tenerlo fresquito. Estuve conversando con mi abuela, una mujer preciosa y encantadora, con una piel de doncella, que a los 54 años, parecía tener 40. Cuando llego Gianni no se sorprendió de mi presencia, por lo menos no lo demostró, y… como al acaso… me "invité" a cenar, cosa que por otra parte a ambos siempre les encantaba. Cuando me llevó a casa ataqué a fondo.

-¿Cuándo nos encontramos, Gianni? ¿Puede ser mañana?

-¿A qué hora te viene bien?

-La que tú digas, la que te venga bien a ti me viene bien a mí…

-Bueno, puedes tener algún compromiso…

-Todos los compromisos son secundarios ante la posibilidad de estar contigo…

-Katya…, no empieces a seducirme…

-Ah… ¿te gusta, eh? Gianni…, cualquier hora es buena, en serio. La que quieras.

-A las tres… ¿está bien?

-¡Sííí…, linda para después dormir la siesta…!

-¡Cállate, pícara, siempre me haces quedar como un gil! ¿Por dónde te paso a buscar?

-A las tres estaré en la esquina del colegio, como siempre. Tantas veces me viniste a buscar que a nadie asombrará que me suba al auto de mi abuelo…

Y así fue. El miércoles a las tres de la tarde subí al auto con una sensación muy distinta a lo que habían sido todas las veces anteriores, cuando mi abuelo, al igual que algunas pocas veces mi papá, me venían a buscar. ¡Iba a una cita de sexo con un hombre! No sé porque se me habían ido todos los atrevimientos. ¿Sería por qué creía que realmente mi abuelo no me llevaría el apunte, qué no me diría que sí? Íbamos hacia el sudoeste de la ciudad, una zona de quintas y casa de descanso. Myriam tenía razón, seguramente sería el mismo lugar donde la llevó a ella. Luego lo sabría, pero ahora no me importaba. La verdad, estaba bastante más nerviosa de lo que creía.

-¿Estás nerviosa y preocupada? –Mi abuelo se dio cuenta.

-No…, nada. Bueno, tú sabes muy bien que es la primera vez que voy a una cita con un hombre. –Y recalqué la palabra "hombre", para darle un acento más impersonal.

-¿Creías qué no te daría el gusto, que solamente era un escarceo? Si quieres damos la vuelta…

-¡Nooo… qué vuelta! ¡Quiero ir! –Aquí me incliné hacia él y lo besé. –Ni se te ocurra escapar, eres mío y no te suelto…

-Ah, volviste a ser la Katya normal, la que conozco… Me habías asustado…

-No me quieras engrupir. El que estaba preocupado fuiste tú, que creías que yo me había arrepentido. ¡Estoy decidida a todo! ¡Te voy a demoler! –Y volví a besarlo, ahora apoyando mi mano en la entrepierna, para convencerlo de que no hay marcha atrás, ni de mi parte, ni de él.

-Bueno, Katya, si te quedas tranquila puede ser que tengamos suerte y lleguemos…, porque si sigues con tus arrebatos… ¡nos haremos papilla…!

Nos sonreímos y simulamos un beso con la trompita. El momento de tensión había pasado. Se fueron las dudas y los nervios. En quince minutos llegamos. Yo estaba vestida con el habitual uniforme de la escuela, que cubrí con una capita durante el viaje para evitar posibles identificaciones. La casa era un lindo chalecito, sin ostentación pero con calidad, con un amplio terreno, de algo más de media hectárea. Gianni, bajó, abrió el portón de entrada, ingresó con el auto, y estacionamos bajo un alero que hacía de guardacoches. Sacó las llaves y entramos, pasando yo primero. Muy tranquilamente cerró con cuidado, llaves y cerrojos, se dio vuelta y me miró.

-¿No preguntas nada? ¿No te interesa saber de dónde saqué esto? Eres menos curiosa que Myriam porque, seguro, ella te contó, ¿no?

-Sí, me contó, pero de todas maneras no me interesa, solamente quiero estar contigo, en cualquier lado. Myriam me dijo que era de un amigo, o compañero de trabajo, algo así, ¿no?

-Sí, efectivamente, me lo presta. Incluso hemos venido en verano con toda la familia, tu abuela también, a disfrutar de la pileta.

-¿E hiciste un lindo asadito?

-Para que sea lindo no tenía con quien, sólo fue "asadito". –No le gustó mi "sobrada".

-No te enojes, no me importa nada, ahora a disfrutar. Ya que esto es tan lindo, supongo que habrá música. ¿Se puede?

Fui hasta el equipo de música mientras Gianni cruzaba hasta el barcito. Busqué entre los discos. La verdad que eran intérpretes desconocidos para mí.

-¿Qué es esto, Gianni? ¡No conozco a nadie!

-Ja, no es música demasiado actualizada para una jovencita como tú. Busca el que dice John Coltrane con Johnny Hartman, no existe mejor música para hacer el amor…

Lo busqué y pronto lo encontré; se ve que estaba a mano, para estas ocasiones. Le voy a preguntar a Myriam si también lo escuchó ella…

-¡Es bueno! ¡Qué hermosa voz que tiene ese negro! ¿Por qué es negro, no? Sólo un negro puede cantar así. Es cómo si te estuviera acabando en la boca… -Yo misma me asombré de mi audaz vocabulario.

-¿Y tú qué sabes de acabadas en la boca?

-No sé…, pero me han contado… y voy a aprender… ¿no?

-¡Esta Myriam, que alcahueta! –Mi abuelo estaba contento y había perdido todos los prejuicios. Traía dos vasos con hielo y algo adentro.

-¿Qué es eso? ¿Me vas a emborrachar?

-Whisky…, con hielo, si no quieres, déjalo, te doy una coca, también hay.

-No, no, no…, si va a ser una orgía…, que lo sea con todo…

-No haremos nada que no haga cualquier pareja, a menos que tú no quieras. Tenemos varias horas…

-Pues no la desaprovechemos. –Me quité la capa y me iba a sacar el ridículo trajecito de la escuela cuando mi abuelo, dejando los vasos en una mesita se acercó.

-Eso lo hago yo.

Me bajó los breteles y desprendió el broche de la cintura. Cuando cayó al suelo yo temí que se notara demasiado la humedad de mi tanguita y apreté las piernas.

-No vas a tener vergüenza ahora, ¿verdad? Ya no es tu primera vez.

-No… es eso. Tengo vergüenza pero por otro motivo… ¡No quiero que notes que estoy demasiado ansiosa!

-Vamos, preciosa, todo irá a su debido tiempo… -Me acarició apenitas los glúteos, lo que me hizo estremecer, y comenzó a desabotonar la blusa, sacando antes el corbatín que requería el uniforme.

-Déjame a mí… -¡Quería desnudarlo ya mismo!

-Un momento, primero yo. Cuando estés desnuda será tu turno.

Quedé en tanga y corpiño. No sé porque, pero cuando estábamos en el cuartito del fondo de casa, con Myriam de mirona, no me sentía tan "desnuda". Me abrazó y le correspondí. ¡Pero yo quería tirarlo en la cama y chuparlo todo! Nos besamos húmedo, largo y profundo, recorriendo las lenguas desde el paladar a los dientes… Gianni tenía una lengua tremenda, casi como el pene. ¡Me llegaba a la garganta! Sentí sus manos donde comenzaban las costillas, bajo las tetas, empujando hacia arriba arrastrando las tazas del corpiño hasta hacerlos saltar cuando se desprendieron de los pezones. Quise soltarme el broche, pero Gianni me detuvo.

-Déjalo, luego lo hago yo. Me gusta verte el corpiño así, arriba de las tetitas, es muy erótico. -Gianni era tan atento que a mis tetazas las llamaba "tetitas".

Y comenzó a besarme, centímetro a centímetro, bajo los globos, donde yo sentía que me corrían gotitas de sudor. Gianni me las lamió todas, y luego subió hacia los pezones.

-¡Aaahhh! ¡Me viene papito, me viene! ¡No puedo más! ¡Aaahhh! -¡Qué calentura, mi Dios!

Cuando sintió mi estremecimiento, puso una de sus manos sobre los glúteos y la otra entre mis piernas, apretando la vagina, con tanga y todo. ¡Dios mío! ¡Cómo me hace gozar este hombre! Tenía uno de mis pezones entre sus labios, más bien dentro de su boca, con teta y todo, cuando me sacudí en mi primer orgasmo. ¡Y casi no me había tocado!

-¡Mi reina, que linda que estás!

-¡Papito, papito lindo, quiero sentirte! ¡Adentro, quiero sentirte, adentro mío!

-Ya lo vamos hacer, tranquila. Descansa un poquito, aquí, nos sentamos…

-¡Si no estoy cansada, quiero que me cojas, carajo! –No reconocía mi propia voz.

Gianni me besó, me abrazó y me "depositó", prácticamente me obligó, a sentarme en el sofá.

-Primero beberemos el whisky, nos haremos caricias, te besaré toda y te llevaré a la cama…

-¡Oh, Gianni! ¡Qué guasa que soy! Lo que te dije, perdóname…

-No seas sonsa, bebamos y a disfrutar con tiempo. Si todo se hace rápido termina pronto. No tenemos problemas con el período, ¿no? Me olvidé de preguntarte…

-Uy, creo que sí. ¿Te acuerdas que cuando lo hicimos la vez pasada, hacía cuatro días que se me había ido… Ahora me vino el fin de semana pasado, no éste, el anterior, así que estoy por entrar en el período fértil…, me olvidé, ¿trajiste forros?

-Si…, tontita, por supuesto, está todo previsto.

-Bueno, igual te voy a sentir…, pero en algunas otras partecillas…

-Uy…, ¿qué me estás prometiendo?

-Ah, es un secreto…, a esperar, ya que no quieres apurarte.

Ahora Gianni me desprendió el corpiño, que me molestaba bastante para beber, y se agachó a mis pies, bajándome la tanguita. ¡Estaba totalmente mojada!

-¡Qué linda, es para saborear! –¡Y se la llevó a la boca!

-Cochino, ¡no hagas eso!

-¿Por qué no? Voy hacer más todavía…

Gianni bajó rápidamente la cabeza hacia mi pubis, me abrió las piernas y las colocó sobre sus hombros. ¡Casi tiro el vaso al piso! Metió alguno de sus dedos en mi raja y con la lengua comenzó a buscarme el clítoris, lamiendo mis labios. Luego, no sé cómo lo hizo, pero sentí uno de los dedos sobre el clítoris, acariciándome, y su lengua penetrándome, recorriendo las paredes de la vulva, mientras sus labios sorbían mis jugos.

-¡Aaahhh, Dios, diosito, que lindo! ¡Gianni, papito, mi amor! –Yo gemía y gritaba, no podía parar. Sentía la llegada de otro orgasmo. Sacó los dedos, puso su lengua sobre el clítoris, pasándola una y otra vez en círculos, chupeteándolo con los labios de su boca, apretados, que tironeaban… ¡Me volvía loca!

-¡Ay, ay, ay, ahora, ahora, acaboooo…! –Y me vino con frenesí. Siguió chupando hasta que no me dejó ni una gota, aunque era imposible que anulara toda la humedad. Se irguió dejándome algunos dedos dentro de la concha, y me miró sonriente a los ojos.

-Esto merece un brindis, no, Katya?

Hicimos tintinear nuestros vasos bebiendo un largo sorbo del licor. Traté de levantarme, quería estar a su altura, es más, yo quería hacerle algo, un poquito aunque sea, pero Gianni se alejaba, sonriente. Me temblaban las piernas, se me achochaba la vagina, latiendo intermitente, sentía como si los labios hablaran, moviéndose.

-Ahora, tesoro, vamos a la cama.

-¡Mira, mira! ¡Cómo dejé el sofá! ¡Qué enchastre!

-No hay drama. Mañana vienen a limpiarlo.

-¿Siempre es así? –Quería sacarle algún secreto a mi abuelo.

-Ah, no lo sé. Yo sólo vine con Myriam y contigo. Lo que hacen los demás no lo sé.

Me tomó de la cintura, no solamente por afecto, sino porque efectivamente me caía, y no por borracha. Por suerte la casa era de una sola planta, porque escaleras no habría podido subir. Cuando pasé frente al espejo, antes del pasillo que llevaba a los dormitorios, vi un espectáculo ridículo, por lo menos a mí me produjo mucha gracia: yo completamente desnuda, con zapatos abotinados, los de la escuela…, y mi abuelo con aspecto de bancario.

-Gianni…, y después me dices apurada, ¡ni siquiera te sacaste la corbata!

-Es que no te podía dejar con las ganas…

Cuando llegamos al dormitorio, al borde de la cama matrimonial, todavía me temblaban las piernas.

-Bueno, ahora yo, sin protestar. –Y me agaché a sus pies.

Le desprendí el cinto, le bajé el cierre, desprendí los ganchitos de la cintura y le bajé los pantalones, así todo de golpe antes que dijera o hiciera nada. ¡Ahora te tengo! El slip tenía cierto bulto, pero no tanto como yo suponía. ¿Cómo haría para permanecer tan impasible mientras yo hervía de deseos? Bueno, luego lo sabría. No estaba muy segura en lo que hacía, todo era lo que había visto en algunas películas porno. ¿Sería así, o eso sólo sucedía en la ficción? Por suerte Gianni me dejó hacer y se sacó los zapatos y el pantalón. ¡Y la corbata! Antes de seguir por abajo, le desabotoné la camisa.

-¡Ahora estamos más parejos! –Y le di un beso en la boca.

Dicho esto le puse mi mano sobre el slip y lo sobé con cuidado de arriba hacia abajo, de abajo arriba, mientras sentía en la palma como el bulto crecía y crecía. Gianni entrecerró los ojos y gimió despacito. ¡Estaba gozando! ¿Me animaría, cómo Myriam? Todavía con su miembro enfundado en el slip, apoyé los labios sobre él, abrí la boca todo lo que pude y sorbí el paquete, con tela y todo, como para sentirlo y que él también lo sintiera. Estaba un poquito húmedo. Era la primera vez que olía el aroma a sexo macho. ¡Me encantó! La dureza del tronco y el tamaño que había adquirido era impresionante, por lo menos para mí. Me parecía mucho más grande que la vez anterior. ¿Será que cuándo ya tiene un uso anterior queda mas chica?

Él bajó despacito el slip, tratando de que no se enganchara el elástico con el pene, pero igual saltó un poquito. No sé si lo que más me impresionó fue la sacudida junto a mis ojos o el tamaño. Ahora me di cuenta que la vez anterior había sido demasiado rápido y sin gozar plenamente, más allá de la penetración y la acabada. ¡Ni siquiera había podido contemplar su pija! Yo no tenía la menor idea de tamaños, y aunque Myriam me había dicho que era hermosa y entraba bien en la boca, tampoco supo decirme si era grande o chica. ¡Me pareció inmensa! Lo cierto es que, en definitiva, tal como lo comprobé en el transcurso de la "velada", la poronga de mi abuelo entraba perfectamente en todos los agujeros en la que tenía que entrar y ocupaba perfectamente todos los huecos que tenía que ocupar. ¡Yo quería metérmela ya en la boca! Pero… siguiendo sus consejos…, para no apurar, comencé a lamerle los huevos, primero uno, luego el otro, los chupaba y los metía en la boca, mordisqueando, mientras Gianni gemía y suspiraba… Miraba hacia arriba, con el tronco entre mis labios mientras pasaba la lengua. Gianni me miraba también, con la boca entreabierta y los ojos soñadores, un hilillo de saliva le corría por la comisura… y así llegué al glande. Todavía lo tenía cubierto por el prepucio. Hice como lo había visto hacer en las películas. Puse el pene de punta apoyado en mis labios y entreabriéndolos fui desplazándome hacia atrás, hacia la base, mientras sentía como el glande se introducía en mi boca. Tomé la pija con la mano, para verla bien, de cerca, y gozar también del espectáculo. La cabeza estaba hinchada, roja y húmeda. ¡Era preciosa! Puse la punta de la lengua en el agujerito, saboreando el juguito, y la fui introduciendo, mientras recorría con la lengua ese calentito caramelo. Más y más, recorrí con el glande mi paladar, inclinándome hacía un lado y otro, guiando el tronco hacia cada rincón de mi boca, llenándola, hasta llegar a la garganta. Comencé a entrar y salir, cuando llegaba a la cabeza, a veces la cubría con el prepucio, a veces la dejaba afuera, apretando el frenillo con los labios. ¡El placer que sentía era inmenso! No sé porque, yo no tenía experiencia en esto, pero cuando Gianni me tomó la cabeza con las manos, apretándome contra él, y sentí el latido de su corazón en el choto, me di cuenta que estaba por acabar y aceleré la chupada. En el momento que el semen me inundó la garganta le acaricie con ambas manos los huevos y escuché el ronco grito de Gianni.

-¡Aaaahhhh…, aaaahhhh…! ¡Cómo me hiciste acabar, Katya querida, mi amor…!

Yo no podía hablar, tenía la boca llena de semen. No sabía si tragarlo o escupirlo. Me acordé que había visto en las películas como algunas chicas lo dejaban caer por las comisuras sobre sus pechos y luego se lo daban a chupar al hombre. Hice eso mientras me levantaba refregándome contra su cuerpo. Cuando llegué a su boca ya lo había derramado todo y entonces lo besé. ¡Fue el beso más loco que había dado hasta entonces, mezcla de saliva y semen, excitándome tanto que ese orgasmo que estaba titilando a las puertas de mi ansiedad se derramó totalmente, sintiendo correr la húmedad entre las piernas… ¡Fue gloriosa la primer mamada que hice en mi vida!

Gianni me alzó con sus brazos y me puso en la cama, boca arriba. Comenzó a besarme y chuparme todo el cuerpo, centímetro a centímetro. Yo estiraba cada músculo, para relajarme, y a medida que lo hacía, se me ponía la piel de gallina, allí por donde pasaba la lengua de mi abuelo, todavía hoy, seis años después, la lengua más experta que conocí nunca.

-¿Te gustó, mi amor? ¿Gozaste?

-No podrás imaginarte nunca el placer que me diste… Te lo juro Katya, te lo juro, de verdad, hacía muchísimo tiempo que no acababa tan bien… -Gianni, agotado, se echó a mi lado.

Tenía que dejar que se recuperara. Myriam me había dicho que tenía que esperar un poco para poder seguir cogiendo. Gianni le había dicho cuando tenía que volver a acariciarlo, para darle tiempo al organismo para producir no sé que cosa, algo que hacía que la pija vuelva a erectarse. Me pareció un buen momento para conversar de sexo con mi abuelo. ¡Nunca lo habíamos hecho!

-¿No cojes bien con la abuela? –Yo miraba hacia el cielorraso.

-¡Mira lo que me preguntas ahora! –Mi abuelo saltó, apoyándose en el codo.

-Bueeeno…, no te pongas así…, no es para tanto… -Gianni me miraba entre asombrado y enojado. Estábamos tirados en la cama, desnudos, luego de una fenomenal acabada que me había hecho en la boca, y yo le preguntaba por mi abuela. ¡Era para qué me matara! Pero en realidad mi intención era otra.

-Lo que te quiero decir, no es para que te enojes o te sientas culpable de algo, es que a mí me gusta mucho saber que ustedes siguen haciendo el amor como hace veinte años…, bah, por lo menos diez u once, cuando yo empecé a darme cuenta…

-¿¡Qué dices!? ¿Nos espiabas?

-No, no. No es así. Cuando me quedaba en tu casa, bueno, cuando me quedo, hasta ahora, y espero que pueda seguir haciéndolo…

-¡Por supuesto, Katya! Siempre seguirás siendo mi nieta, aunque ahora seas mi amante. –Gianni recalcó "amante". –Eso no tiene discusión.

-Bueno, lo que te decía. Cuando estoy…, bueno, un día, hace muchos años, en una siesta… iba al baño y sentí ruido en tu dormitorio. Yo sabía que estaban durmiendo, eso creía, pues la abuela me había saludado, antes de irse a acostar ella, contigo… Yo sentí ruido pero no tenía la menor idea de porqué, qué era eso… ¿sí?

-Ah, y después te diste cuenta, ¿eh? ¿Me quieres decir cómo te diste cuenta? –Ya se le había pasado el enojo y me miraba divertido.

-No me di cuenta por ti, o por ustedes, más bien. Sino por papá y mamá. También por esa época, o antes, tal vez, yo había oído lo mismo en el dormitorio de tu hijo… y mamá, claro. Pero tampoco sabía porque. Un día, y esto sí me acuerdo, luego de haberlo oído en tu casa, tal vez estaba la puerta mal cerrada, o eran más fuerte, también oí gemidos, grititos, que sé yo, cosas así. Bueno… ¡los mismos que hacemos nosotros! A mí me dio un poco de miedo, pensé que les estaba pasando algo, algo malo, digo, y me quedé parada, escuchando con más atención… Y bueno, ya sabes, eso… «papito, mamita…, métemela, dale, chúpala…, que rico, acabooo…», todo eso, que ahora yo conozco muy bien, pero que por aquel entonces no sabía que era…, pero me di cuenta que sufriendo, lo que se dice sufriendo… ¡no estaban!

-Ay, Katya, eres tremenda, de verdad, las cosas que dices…

-Pero Abu, menos mal que me di cuenta que no pasaba nada malo. ¡Imagínate si entraba a ver! ¿Qué quilombo, no? Bueno, también empecé a prestar atención en tu casa… ¿y sabes qué?

-¡¿Qué?!

-¡Qué la abuela y tú decían lo mismo!

-¡Caradura! –Mi abuelo y yo nos reíamos a dúo, abrazados y sacudiendo la cama de las carcajadas.- ¿Y cuándo te diste cuenta de qué se trataba?

-Algunos meses más tarde. En principio pensé que estaban jugando, no sé a qué, pero que se divertían con algún juego, que por alguna razón que desconocía lo hacían a solas, pues esas palabras y gemidos no las oía en ningún otro juego, con nosotros…, entre todos…

-¡Lo único que faltaba es que organizáramos una orgía!

-¡No estaría mal!

-¡Cállate, atorranta!

-¡Claro qué sí! ¡Contigo quiero ser una atorranta!

-No digas eso, tú eres mi princesa, mi única princesa…

-¿Tu única? ¿Y Myriam? ¿Ella sí es tu atorranta?

-No, tampoco. Es divina, pero yo te quiero a ti. ¡No jodas!

-Vamos Abu, no te enojes otra vez. A mí me parece bárbaro que hagas jueguitos con la abuela, que se te ponga durito si tienes una chica linda cerca, y también si yo te rozo con el culito, o con las tetitas y todo eso. A mí me gusta que te guste el sexo y tengas ganas de hacerlo siempre, como ahora, ¿no? Porqué ahora tienes ganas, ¿no? -Y se lo agarré para acariciarlo, y antes que diga nada me agaché y comencé a lamérselo suavemente…, suavemente…, y él comenzó a acariciarme, y me pasó la mano por atrás, por la raya del culo hasta llegar a mi conchita, que estaba nuevamente húmeda, porque me había calentado mucho con la conversación, porque era eso lo que yo quería, calentarlo y calentarme, pero en realidad me calenté mas yo que él, pero ya lo lograba, lo estaba logrando gracias a mis lamidas y como le pasaba la lengüita por la cabezota… ¡y ahora todo bien!

-¿Me dejas jugar un poquito a mí? –Me incorporé, poniéndome en cuatro patas sobre la cama.

-Lo que quieras…

Esto también lo había visto. ¡Todo lo qué había visto quería ponerlo en práctica! Me di vuelta hacia sus pies, y pasé mi pierna sobre él, quedando con la concha sobre su cara. Comencé a menear el culo, como si estuviera bailando, flexionando algo las rodillas para llegar casi hasta él, pero cuando sacaba la lengua para lamerme, y apenitas me rozaba, me levantaba, fuera de su alcance. El abuelo ya estaba súper al palo y a mí me chorreba un juguito entre los muslos, algunas de cuyas gotas caían sobre su cara, que él rápidamente trataba de recoger con su lengua.

-Ponte la almohada bajo la cabeza, así estás más cómodo, Abu. –Había decidido llamarlo "Abu", así simplemente.

A esta altura me resultaba más morboso y eso me calentaba más todavía, ahora que había decidido hacer de todo con él. Se acomodó y yo me apoyé de rodillas, para estar más cómoda y que él pudiera llegar mejor. Puse mi cabeza entre sus piernas y me la tragué toda, subiendo y bajando, ayudada por los brazos, y por el abuelo, que curvaba la ingle siguiendo mi ritmo. En el otro extremo pasaba lo mismo, claro. Sentía como él me la comía, a cuatro carrillos, poniendo toda la vagina dentro de su boca, mientras su poderosa lengua me horadaba como si fuera una víbora. Sentí escalofríos y noté la proximidad de un nuevo orgasmo.

-¡No acabes Abu, todavía no, aguanta! –Se lo decía para que sepa que me venía… Gemía y aullaba como loca… Me acordé como lo hacían mamá y mi abuela y me dio más ganas todavía. Fue un tremendo sacudón… Diez litros de jugo ahogaron al abuelo, que succionaba y tragaba al ritmo de mis contracciones…

¡No quise esperar más! Tenía miedo que no pudiera aguantar y acabara nuevamente. Me levanté de un salto, me puse a horcajadas y amarrándola me la enterré de un saque, ¡toda adentro!

-¡No, no! ¡Espera, tengo que ponerme el forro! ¡No quiero que quedes embarazada!

Recapacité, mi abuelo tenía razón. Yo también lo sabía, no porque temiera quedar embarazada de mi abuelo, sino porque eso generaría tal escándalo, que destrozaría a mi abuela.

-Aguanta, no vayas acabar afuera…

-No, no, alcánzamelo, esta en el pantalón.

Me levanté y fui a buscarlo. Palpé los bolsillos hasta que note la forma del paquetito, lo saqué, lo abrí y lo preparé para colocárselo con la boca.

-Ahora te lo pongo así.

-¡Apúrate, que yo también quiero ponértela a ti!

Lo acomodé entre mis labios, como correspondía, y teniendo el pene con una mano, con dos deditos el forro para que no se torciera, lo fui empujando hacia la cabeza, ocupando mi boca. Ayudándome con los dedos lo desplegué todo y…

-¡Ahora sí, listo, a la carga! -¡Y me ensarté de un golpe!

-Espera un poquito. Date vuelta, despacito, sin salir, quédate de espaldas hacia mí. ¿Ves? Me corro hacia el borde… -Yo me di vuelta, siempre con la poronga bien clavada, sin salir ni un cachito. Gianni se desplazó despacito hasta el borde de la cama, hasta bajar las piernas. Yo entonces, ahora, estaba sentada sobre él, ¡justamente cómo si estuviera en su falda!

-¿Ves? Ahora sentís el bulto como Myriam…

-Pero ahora es más lindo, ¿no?

-Y va a ser mejor todavía. Mira el espejo.

Había visto el espejo, claro, cuando quedé sentada sobre mi abuelo, al borde de la cama. Nos veíamos hermosos, yo a upita de él.

-Ahora vas a ver mejor. Levanta un poco las piernas, para que te agarre de los tobillos.

Recogí las piernas y Gianni me tomó de los tobillos, tirándose un poco hacia atrás, levantó más mis piernas. ¡En el espejo se veía perfectamente, como si fuera una película porno, como tenía la pija de mi abuelo enterrada en la concha!

-Ahora sí, ¡a jugar! –Comenzó a bambolearse, como si fuera una hamaca, y yo veía como entraba y salía, hasta el fondo, todo el choto, cubierto por el forro, pero lo más lindo es que veía a los labios de la vagina resbalar a lo largo del tronco. Acompañé al abuelo, meciéndome, hasta que logramos un ritmo parejo, encantador. El abuelo se empezó a arquear, empujando cada vez más, con tremendas sacudidas que me parecían que me iban a despedir por los aires hasta el cielorraso…

-¡Ahora, ahora, me viene…, vaaaa…! –Me agarró bien fuerte de los tobillos, las piernas bien abiertas, como manubrios, mientras jadeaba y gemía.

Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo y al bombazo final -una sacudida más violenta que las anteriores-, lo acompañé con mi estremecimiento, chocando su semen, aunque aprisionado por el latex, contra mi catarata. ¡Un verdadero cortocircuito sexual!

-¡Qué lindo es coger, mi Dios!

Exhausto, el abuelo me soltó y se tiró hacia atrás, de espaldas, en la cama. Me gustaba quedarme así, ensartada encima de él, pero pensé que le pesaba demasiado. Metí la mano bajo mi cuerpo, tomando la base del miembro y me levanté despacito apoyada en el piso. No dejaba de mirar el espejo; me fascinada verme allí, desnuda, con la pija de mi abuelo en mis manos, sacando el preservativo para no chorrear, agachándome a sus pies mientras miraba de reojo, y cuando lo lamí para limpiarlo bien ya estaba nuevamente caliente, lista para volver a empezar. ¿Aguantaría otra más? ¿No sería mucho? ¿No le haría mal? No sabia que hacer. Eso pensaba cuando hice el nudo, como nos había enseñado la vez anterior y lo llevé al baño. Cuando volví se había acomodado a todo lo largo y respiraba agitado, con cierta dificultad.

-¿Te pasa algo Abu? ¿Te sentís mal?

-¡No, qué mal! Me siento fenómeno, pero tengo que descansar un rato, luego seguimos.

-Mira que si no quieres no te voy a exigir nada más, no quiero que te sientas mal.

-Vas a ver que voy a poder, ya vas a ver…

Me tiré a su lado, boca abajo, poniendo una de mis piernas sobre él, más precisamente entre las suyas, sobre la ingle, para sentir el miembro y que él me sienta, que no piense que ahora que ya me había cogido, no me interesaba nada más.

-Abu, ¿te puedo preguntar algo?

-Uy, no, no empieces con tus ideas raras…

-Dale, sé buenito, a mí me gusta aprender, que tú me enseñes… y aprendo bien, ¿viste?

-Bueno, pero cosas que te pueda contestar.

-Claro, no te voy hacer preguntas obvias…

-¿Cómo cuáles?

-¿Quién te gusta más, quién es la más linda, quién coge mejor…?

-¡Por supuesto qué son obvias!

-¿Viste qué te conozco los gustos?

-Dale, ¿qué me quieres preguntar?

-¿La abuela fue tu primera amante?

-No, no. Antes de conocerla a ella tuve otras novias…

-Pero para coger, ¿tenía que ser tu novia, únicamente así?

-No…, bueno, eran otros tiempos. Cuarenta años atrás las chicas tenían más prejuicios que ahora, y los padres muchos más, por lo cual, todos teníamos más miedo de lo que podría pasar si nos agarraban. Tampoco había muchos lugares donde los jóvenes pudieran ir para hacer el amor. La moralina perseguía bastante, no era fácil.

-Pero, de todas maneras, tanto la abuela como mamá quedaron embarazadas antes de casarse…, ¿no?

-¡Cómo sacaste la cuenta! Sí, a los tres meses de conocernos ya hacíamos el amor…

-¡Uy, que idiota que soy! ¡Todo lo que me perdí!

-Bueno, si no tuviste oportunidad es porque no quisiste, con lo hermosa que eres debes tener un batallón atrás tuyo.

-Sí, pero todos estúpidos. No tengo ningún chico de 20 años atrás mío, como tenía la abuela. Y si tú te enamoraste de ella es que además de ser hermosa es alegre e inteligente. Yo no soy tanto…

-No digas pavadas, tú tienes mucho de la abuela… y también de tu mamá, que es tan linda e inteligente como ella…, sino no sería la mujer de mi hijo…

-¡Vaya modestia! Bueno, a mi pobre mamita, tu hijo le llenó la cocina de humo a los…, bueno, antes de casarse ¡Qué flor de vivillos ustedes dos! ¡Conquistando a inocentes jovencitas!

-Por eso tenemos mucho cuidado en no olvidarnos los condones… ¡Ya metimos la pata una vez!

-¡Qué la pata! ¡Lo que metieron fue la verga!

-¡Qué boquita!

-Soy una grosera, pero me calienta decir palabrotas. ¿Por qué tú no dices malas palabras cuando haces el amor?

-A ti no te las diría nunca, jamás. A la abuela tampoco. Quiero decir, todas las parejas dicen palabrotas, yo también, pero lo que no le diría a una mujer, lo que no le digo nunca, es "puta", "perra", "reventada"… Son palabras que…, para mí, claro, por los demás no hablo, son ofensivas y degradantes, humillantes en una palabra, y no me gusta humillar a la mujer, a ninguna, incluso a prostitutas.

-Dime algunas palabrotas, así me calientas.

-¡Pero si para calentarte no necesitas palabrotas! ¡Ves un calzoncillo y ya tienes un orgasmo!

-¡Qué lindo! Eso me gustó. Y veo tu pija y me da ganas de chuparla…

-Y yo siento el olor de tu concha y me la quiero comer…

-¿Y no me comerías el culo? ¿No tienes ganitas?

Me paré, me di vuelta, me agaché y le puso el orto en la cara. La visión que tenía frente a sus ojos lo puso nuevamente al palo. ¡Estaba funcionando! No quería ni mirarle la pija para no desear mamarla y poder hacer que tuviera toda la potencia necesaria para metérmela por el culo. Gianni pensó lo mismo.

-Ponte en cuclillas, al borde la cama.

Hice como me dijo. Apoyó sus manos suavemente sobre mis nalgas, y me acarició en círculo, pasando cada vez más cerca del ano. Me separó los glúteos y comenzó a lamerme, a besarme, a pasarme los dedos, siempre muy dulcemente, sin apretar. Yo veía por el espejo. Mi abuelo me había puesto en el otro costado de la cama, no en el que habíamos estado cuando me alzaba, por lo que ahora también veía, levantando un poco la cabeza que, generalmente, para no cansarme, tenía apoyada en la cama.

-¡Tienes el culito más lindo del mundo!

-No, eso no es cierto. El de Myriam es más lindo.

-Si lo es no lo sé. No la tuve así.

-¿No se la metiste por el culo?

-No, no me lo pidió. Esto es algo que no hay que forzar.

-¡Qué bueno, se lo voy a reprochar!

-¿Se lo vas a decir? –Seguía chupando y lamiendo, con abundante saliva, metiendo de vez en cuando los dedos en la concha y luego pasándolos por el agujero, para lubricar. Yo sabía que esto puede ser doloroso, todo depende de cómo se dilata el esfínter, pero bueno, ¡no me lo quería perder!

-Sí, por supuesto, nosotras no nos ocultamos nada.

-¿Y no te dijo lo que habíamos hecho?

-No, no. Me dijo que mejor que fuera sorpresa y que tú me ibas hacer lo que yo quisiera.

Empezó un suave masaje en la zona aledaña al ano. Dejó caer saliva de su boca y presionó con la puntita de un dedo. ¡Menos mal que el abuelo tiene las uñas cortas! Varias veces hizo lo mismo, masajeando e introduciendo un poquito el dedo.

-Relájate todo lo que puedas, no tengas miedo. Cuando sientas dolor dime.

Cuando sintió relajado el esfínter metió medio dedo, sintiendo la presión en la pared del recto. Lo sacó y lo volvió a meter. Noté cierta molestia pero no quise quejarme. Quería aguantar hasta donde pudiera.

-Acuéstate un ratito y relájate. Voy a buscar vaselina. –Fue al baño, sentí como orinaba y luego de hacer correr el agua abrió el botiquín. Al momento vino con un potecito, aunque ya no tenía dura la pija.

-Abu, estoy súper relajada. ¿Quieres que te la ponga dura de nuevo?

-Como quieras. Hazme lugar.

Se acostó a mi lado, boca arriba y me dijo que me pusiera en cuclillas.

-Apunta con el culo hacia mi cara, así te pongo la vaselina.

Mientras me pasaba por el orto la pomadita, que sentía bastante fría, sobre todo porque yo lo tenía muy caliente, luego de las frotadas de sus dedos, me puse el choto en la boca y comencé a succionarlo, menearlo, moverlo y sobarlo, con la lengua, los labios y las manos. Prontito estuvo nuevamente en forma.

-¿Me acomodo, Abu?

-Bueno, dale. –Se levantó y se quedó parado esperando que me pusiera en posición. Por el espejo veía que había empuñado el miembro con las dos manos, erecto, magnífico, y apuntaba hacia mí. Para ayudarlo me tomé las nalgas y las separé todo lo que podía.

-Así se hace tesoro, muy bien, muy bien, ahí va…

Sentí la cabeza contra el orificio, como presionaba y como se habría. Cuando lo sentí entrar me estremecí. Me dolía.

-Te la saco.

-No, no, no por favor. Dale, seguí, más…, ya… pasa… seguí así.

Yo lo alentaba porque tenia miedo que no quisiera entrar todo si me dolía demasiado. La verdad es que me dolía pero no quería aflojar. De pronto me acordé de un chiste y me dio risa.

-¿De qué te ríes?

-Dale, seguí, después te cuento…

Y siguió empujando, hasta que al fin entró todo. Yo veía por el espejo como hacía fuerza, como me tomó fuerte de las caderas para sostenerme y que no me fuera para adelante, a pesar que yo tenía bien apoyadas las rodillas.

-¡Ahh, ahora sí! –El dolor estaba siendo vencido por el placer. Solté los glúteos y me toqué la concha con una mano. Me encontré con la mano de Abu. Nuestros dedos se cruzaron y entre ambos, tres o cuatro, no sabía cuantos, frotábamos los labios de la vagina, el clítoris, la penetraba, hacia arriba y hacia abajo, como cuando me masturbaba con ambas manos. Al sentirlo a él, utilicé el otro brazo para apoyarme bien en la cama.

Comenzó con el bombeo. La sacaba un poco y la volvía a meter. Cuando parecía que la cabeza iba a ser expulsada por los músculos, como si estuviera con ganas de mover el vientre, el abuelo empujaba hasta el fondo, haciéndola latir adentro. Yo estaba en la gloria, con su choto en el culo y su mano junto a la mía en una masturbación compartida, cuando me vino el primer orgasmo. En esta sesión maravillosa, él seguía con su meta y ponga, y me vino otro y otro, no sé cuantos, cada vez que sentía el latido en el fondo del recto. Sentía sus testículos colgados, junto a mi mano y mi vagina. Él me dejaba lugar para que se los tocara y acariciara.

-¡¡¡Ahora, Katya, mi vida, que hermoso que es cogerte, ahoraaaa… me viene… aaahhh…!!!

Era como si me hubiera llegado hasta la boca. No tuve más remedio que apoyar mis brazos en la cama, y él se aferró ferozmente a mis caderas…, pero así y todo, sin manos ni caricias… acabé nuevamente.

-Abu, divino, ¡Creo que tuve cinco orgasmos en esta culeada!

La sacó despacito, en reposo, y la leche caliente corría por mis nalgas, por los muslos, por las piernas, mezclándose con mis propias secreciones.

-Ahora sí, ¡no doy más! -Se tiró sobre la cama, totalmente agotado, jadeando… y suspirando…-Fue mucho mejor de lo que nunca me hubiera imaginado.

-Tienes razón, ¡maravilloso!

-Pero tú no puedes saberlo. No tienes con quien comparar…, eso creo…, ¿no?

-No, claro que no, pero pronto lo voy a saber… (Continuará.)