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Guía de Sombras (12)

en Grandes Series

Guía de Sombras 12.

-Usted me dijo que no había tenido relaciones con ninguna compañera de trabajo, luego apareció la docente. Ahora hay otra. ¿También fue la única excepción?

-Sí, claro. Me había olvidado… Pero hay otra más, luego me acordé.

-Son varias las excepciones…

-No es para tanto. Al fin de cuentas el acoso sexual aparece cuando a la acosada no le gusta el acosador…

-Es es machismo…

-¡Termínela con eso! A toda mujer, y a todo varón también, le gusta seducir…, a menos que sea histérica o enferma… Vamos al grano… Al fin la Nena creció. ¡Pero tardó como un año! Eso me pareció a mí, pero fueron sólo ocho meses… Cuando cumplió dieciocho, todos lo festejamos en la oficina. Supongo que todos teníamos la idea fija. El asunto era quien llegaba primero. Pero me estoy adelantando. El día que la ejecutiva aceptó ver el show de las películas, me enteré porque me lo dijo la Nena. Vino a donde yo estaba trabajando y fue cuando me lo dijo. No me dio la impresión que estuviera despechada o algo así porque a ella no la invitaron. Le acaricié las mejillas y le di un beso en la nariz. Se apoyó sobre mi hombro y nos quedamos pegaditos, así. Estaba sentado en un sillón de trabajo normal, no en un taburete. Sentía sus pechos apoyados sobre mi hombro y su cabeza contra la mía. Por la altura relativa, mi abrazo no fue alrededor de la cintura, sino alrededor de la base de los glúteos. La sangre en las sienes me golpeaba como un tambor. «¿Cuándo cumplís dieciocho?» «Dentro de tres meses.» «Bueno, tenemos que salir a festejarlo, vos y yo.» No vi su rostro pero supongo que sonrío. Se apretó más… y yo también apreté más. Sentía cada curva de su cuerpo, entre la cintura y los muslos. Pasé mi brazo bajo su pollera y palpé su carne y la tela de la bombacha, una mínima bikini. Le acaricié la cola y ella me besó los cabellos. Sentía que se entregaba. Aquí paré. «No, ahora no, no vamos a poder parar, y puede salir alguien.» Era un pretexto estúpido… pero no quería hacerlo con una nena de diecisiete. Pura hipocresía de mi parte, porque cuando tuviera dieciocho la diferencia sería la misma. En realidad no quería ser yo el responsable. La responsabilidad la quería compartir con ella. Era la única oportunidad en mi vida de tener entre mis brazos un bombón así y la desperdicié. ¡De puro cobarde! Además estaba seguro que saldría de la oficina y se iba a bajar al primero que encontrara en la calle. ¡Si estaba ardiendo! Pero tuve suerte. La suerte del bobo. La ejecutiva salió de la oficina del contador bastante ofuscada, así me pareció. Nos miramos con la Nena y nos reímos. ¿Qué suerte, no? ¡Quedé como un canchero lord inglés! Fue rápidamente donde estaba su compañera y se quedaron cuchicheando. Después lo supe. El viejo se la había querido bajar ahí mismo -por supuesto, yo también lo habría intentado- pero a ella le pareció demasiado baboso. Y encima medio violento. No le gustó, así que lo dejó chorreando. No sé si lo volvió a intentar. Pero la actitud de la ejecutiva cambió. Cambió con respecto a mí. Empezó a ponerse mimosa, especialmente amable conmigo… y la Nena a ponerse celosa. Otro absurdo que no comprendí. Ambas sabían que yo era casado. Nunca lo había ocultado. Además mi esposa fue un par de veces a la oficina, así que la conocían y tenían buena onda con ella. ¿Cómo era eso? Se celaban entre ellas, cuando a lo sumo podrían haber sido mis amantes… y no les importaba que estuviera casado. ¿Quién las entiende?

-Es afán competitivo. Contra su esposa no podían competir, lo sabían. Pero entre ellas, aunque aparentaban ser buenas amigas, no podían dejar de querer ser la número uno. Es común. Tal vez la chica no aflojó con el contador, si es que eso es cierto, porque sabía que usted estaba afuera.

-Puede ser lo de la competencia, puede ser. Pero no sé si no aflojó por eso. Yo creo que si entró es porque quería. También lo creí en ese momento, pero no lo dije. No tenía ningún motivo para decirlo. Y pasaron los tres meses… no muy tranquilos, pues donde estaba la copiadora, que usaba mucho para preparar las hojas del plegado de chapas que mandaba a la fábrica, también estaba el archivo, al cual venía la Nena cuando me veía sacar copias. Además de algún besito furtivo no pasaba nada, hasta el día que subió a una escalera a buscar el más alto bibliorato en el estante más alto. No podía dejar de hacer lo que hice, que además ella estaba esperando. Le pasé las manos entre las piernas y la acaricié. «Mirá que todavía no cumplí dieciocho…» Me cargaba, además, pero dejó que mis dedos investigaran entre su vello. Se acomodó, entreabrió un poquito las piernas y se dejó acariciar. Cuando sentimos un ruido, volví a la copiadora y ella bajó. Cuando me chupé los dedos hizo un mohín de disgusto pero se río…, «asqueroso…», y salió de la habitación a las carcajadas. Por entonces, hacía unos seis meses que trabajaba allí, venía la época de las entregas de la facultad. Como había mucho lugar en la oficina, que era un gran departamento, un piso completo, le pedí permiso al dueño para reunirme después del trabajo con mis compañeros para hacer los dibujos y planos. No tuvo ningún problema. En algún momento algunos de los muchachos, y chicas también, éramos cinco en total, tres y dos, vinieron más temprano. El arquitecto les dijo que si querían ponerse a trabajar no había ningún problema. Había varias mesas de dibujo y escritorios que solo se usaban parcialmente y no todos al mismo tiempo, además a él le gustaba ponerse a opinar sobre nuestros trabajos, así que estábamos muy cómodos. Por supuesto, yo seguía con mi trabajo hasta las siete y luego colaboraba con mis compañeros. Todo este introito vale por lo siguiente: yo había abandonado la facultad casi cinco años, en ese momento estaba cursando entre tercero y cuarto, por lo que mis compañeros andaban entre los veintitrés y veinticuatro años.

-¿No le preocupaba que alguno de los más jóvenes se enganchara con una de las chicas?

-No, para nada. Ya le dije que yo no buscaba nada en particular. Si salía…, bien, si no, no había problemas. Pero lo que pasaba era al revés. Las chicas de la oficina se ponían increíblemente mimosas cuando venían mis compañeros. Parecía que yo tuviera un harén. Siempre eran muy dispuestas para colaborar en todo lo que pidiera, pero en estos momentos eran más todavía. La Nena venía a mi lado a ver, supuestamente, lo que hacía, me acariciaba la cabeza, me preguntaba si necesitaba algo, todo así. La ejecutiva era más discreta, pero también, ofreciéndome cosas. Me hacían poner incómodo. Al final mis compañeros, las chicas también, me tomaban el pelo. ¿Qué les daba yo para tenerlas así? Lo que quería decir, que luego tendría su importancia, es que cuando se fue el director técnico, ese puesto lo ocupé yo y el arquitecto me pidió que tomara un dibujante para que me ayudara. Le dije a uno de mis compañeros, le pareció bien, y entró a trabajar conmigo. Esto fue a comienzos de 1973. En noviembre del 72 la Nena cumplió dieciocho, al fin. Por supuesto que el día del cumpleaños no salimos juntos. Se lo festejaron en la casa. El día siguiente era el gran día. Habíamos quedado así. Salimos juntos como tantas otras veces, cuando ella se iba a su casa, a seis o siete cuadras de allí, frente a la Embajada del Vaticano, calle Suipacha, creo. Esta vez doblamos hacia otro lado. Fuimos al cine, al cine, así es, a ver Romeo y Julieta, la versión de Zeffirelli…, para colmo era increíblemente parecida a Julieta, Olivia no se que…, luego a cenar, me confesó que era la primera vez que la invitaban a cenar… A pizzerías, a cervecerías, si, pero a cenar, en un restaurante con una copita de jerez al principio y una carta para elegir, nunca. Me sorprendió, claro, pero era muy joven, y por entonces no era muy común que los jóvenes fueran a restaurantes. Yo mismo creo que la primera vez que fui a un restaurante fue con Ella, cuando tenía dieciocho años… y después, por mucho tiempo no volví a ir, salvo a los bolichones de La Plata. Tomamos un taxi y fuimos a un hotel muy bacán, que conocía por referencias de algunos compañeros. Todo muy bien. Estaba haciendo el amor con una criatura de dieciocho años yo, un tipo de treinta y tres y un montón de buenos y malos momentos. Además de ser hermosísima, era la más dulce de las mujeres. Por momentos tenía miedo de hacerle daño. No era virgen, por supuesto, pero para mí era como si lo fuera. Luego, luego… de varios minutos, u horas, no sé, conseguí abstraerme de su condición de nena… o yo creí tener quince años menos, y todo fue muy bien. Nos entregamos integralmente a todo tipo de fogosas manipulaciones y gimnasia sexual, con una alegría y placer que hacía mucho que no sentía, por lo menos desde la época de Virginia. Y me acordé de Virginia, probablemente por su desinhibición y placer por el juego, sin pudor y sin trauma, sintiendo que el sexo es eso, la felicidad, que no hay antes ni después, esa suma de instantes que se hacen eternos… y que sirven para que mucho, pero mucho tiempo después, puedo volver a creer que, después de todo, vivir valió la pena.

-Habla como si se fuera a morir mañana…

-¿Por qué no? Mañana o dentro de treinta años. Nada asegura que se tenga comprada la vida. En una oportunidad Carrizo, el locutor, le preguntó a Alicia Moreau de Justo que opinaba de la muerte, ella, que la tenía tan cerca. La Moreau tenía como cien años. Y la vieja, que no era ninguna estúpida, le dijo, "¿Por qué yo tan cerca? Usted puede salir de aquí y atropellarlo un colectivo…" Glup. Y es así. Este tipo siempre fue medio nabo. Una vez le preguntó a Borges que le gustaría ver si recuperaba la vista. Borges le dijo que no volvería a ver jamás. Insistía. "Pero si la recupera, una suposición» «No voy a recuperarla". Y así como diez minutos. Hasta que Borges se hartó. "Si recupero la vista me gustaría ver mujeres hermosas." ¡¿?! ¿Qué esperaba que le contestara, "quiero ver a Joyce…"?

-¿Le gustan los reality show? Tienen bastante sexo, últimamente.

-Me dan asco. Es una devaluación del sexo. Es más humano ver a una pareja de perros copulando que a esos engendros ensuciando el sexo. Prefiero una película pornográfica, aunque tampoco me gustan, pero por lo menos es explícito que eso que ocurre en la pantalla no tiene nada que ver con el deseo ni el amor. Esta gente, los productores, los que pagan a esas pobres chicas y muchachos, estos mismos, son los taliban del sexo, mienten la pasión por un ícono para hacerlo mierda. Además se convierten en eternamente viejos, han perdido la vergüenza.

-Pero… ¿usted habla bien de la falta de pudor…?

-En la pareja, sólo en la pareja. O por lo menos, si son más de dos, sin audiencia, solos con ellos mismos, gozando de su propia desvergüenza en la compañía de los cómplices participantes. Yo cambié también. No creo que volviera hacer, no digo ahora que no puedo, sino hace treinta años atrás, lo que hacía cuando adolescente o joven, esas multitudinarias sesiones… Era algo que me preocupaba cuando estaba en la fábrica de carpinterías, una relación simultanea con las dos secretarias. Por suerte no se planteó.

-¿Que pasó luego de la primera vez con la Nena?

-No hubo segunda vez. No se lo propuse más y ella tampoco. Creo que tenía miedo de un peligroso metejón. Era muy difícil sustraerse a su belleza y seducción. No quería quedar desarmado e inerme. Además amaba a mi esposa y pronto tendría mi tercer hijo que, significadamente, fue engendrado muy cerca, cerquísima, a la fecha en que salí con la Nena. ¿Curioso, no? En agosto me robaron el auto, el primero que compré. ¡Tenía seis meses y 10.000 kilómetros! Cuando nació mi hija, me puse tan contento, luego de dos varones, que me importó un bledo el robo del auto. Cobré el seguro, devolví el dinero que me había prestado mi padre y me anoté para otro. Aquí tiene que ver la suerte que empezó a cambiar mi vida. Me anoté en un plan de ahorro y préstamo para un auto igual al que me robaron. Algunos de esos planes eran muy truchos. A las diez cuotas salí en el sorteo y me congelaron la cuota…, y a los pocos meses ocurrió el rodrigazo, todo 100% más caro, ¡y yo con la cuota congelada! Bueno, por todo esto, lo de mi hija, mi temor a perder la cabeza…, es que no insistí más…, viviría de recuerdos, que sé yo… Tengo ganas de contarle algo. Una disquisición intelectual, pero necesito decirlo…, no tiene nada que ver con el sexo…

-No todo es sexo en la vida del hombre…

-Y en mi caso, menos. Por entonces no lo sabía. Yo conocía a Cortázar, la existencia de su obra, pero sólo había leído algunos cuentos. Mucho tiempo después, cuando me lo prestaron, leí Rayuela. Ahora es uno de mis libros preferidos. Lo tengo en dos ediciones. Cuando conocí a la Maga… se me puso la piel de gallina, ¡es la Nena! Pero no por lo que le conté. Por todo lo que hubo alrededor. En algún momento… intenté con ella el Pigmalion… pero abandoné inmediatamente. Un par de semanas después de nacer mi hija, las chicas me pidieron conocerla. Vinieron a casa a cenar. Ya había desechado definitivamente una nueva posibilidad con la Nena. En un momento, cuando la ejecutiva estaba conversando con mi esposa en la cocina, tenían casi la misma edad, la Nena se quedó mirando a mi hija que estaba en el moisés, en el living. Esa escena no la olvido más. Yo estaba en un sillón, de un lado de la cunita, con la mano apoyada en un lateral. La Nena estaba en cuclillas del otro lado, también con una mano sobre el moisés. Se le humedecieron los ojos. Puso su mano sobre la mía. «¿Sabés que yo tuve una nena?» ¿? «Murió a los cinco días. No pude sacarla del hospital. Yo tenía dieciséis años.» No me dijo otra cosa. Cada vez que leo la muerte de Rocamadour recuerdo esa escena…

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-En 1973 entró a trabajar Daniel, mi ex compañero de la facultad, en realidad de una materia. Como cursaba parcialmente, solo tenía compañeros de determinadas materias, y sucedía que generalmente ellos se adelantaban rápidamente. La Nena lo conocía, de cuando venían a trabajar conmigo. Tres o cuatro semanas después me planteó algo insólito. «¿No té molestás si salgo con Daniel?» ¡Me pedía permiso! ¡Por supuesto que no! Luego caí en la cuenta… yo, siempre tan rápido. En realidad me estaba pidiendo que no dijera nada de nuestro asunto. Por supuesto jamás, ni una palabra. Cuando se hizo formal el noviazgo los felicité, como un caballero. Y así fue todo. No le contaré en detalle todas las macanas que hizo el dueño para fundir una empresa que venía muy bien. Además de creerse inventor, se creía financista, sociólogo y mago. Iba sumando, sin pausa, a medida que la empresa crecía y tomaba más compromisos, delirantes disparates para aprovechar mejor la fuerza de trabajo. Hacia mediados de 1974 llegué a la conclusión que más temprano que tarde, todo iba a estallar. No había posibilidad de cumplir con todos… y cada vez se perdía más tiempo y dinero en locos emprendimientos tecnológicos, que distraían la aplicación de esfuerzos en lo que hacía ganar plata, la fabricación de carpinterías metálicas. Comencé a orientar las antenas para conseguir otro trabajo. Y nuevamente me favoreció la suerte. Ganamos una licitación para proveer de carpinterías y herrerías de importante porte a una destilería petrolera, por cuenta de una de las principales empresas de ingeniería. Mis diseños resultaron tan buenos que nos llamaron nuevamente para proveerlas a la más importante petroquímica que se construiría en el país. No recuerdo si alguna vez le dije que cuando elegí quedarme en el estudio de arquitectura, ese, en el que conocí a Beba, en lugar del otro en el que estaba trabajando simultáneamente, me equivoqué, porque después me quedé sin trabajo. En este caso decididamente maniobré para que no volviera a sucederme eso. Esto es medio técnico, pero créame, me siento muy orgulloso de haber actuado así, entre tantas agachadas, una buena. Las especificaciones técnicas con las cuales la empresa de ingeniería estaba contratando las carpinterías para la petroquímica estaban mal hechas, por lo cual si nosotros respetábamos esos documentos y planos tal cual, cumplíamos exactamente con el contrato… pero la carpintería no iba a durar un año…, justamente al lado del mar. Me fui a hablar con el gerente de Activación, un invento de los yankees, la empresa era norteamericana, y le dije esto mismo. No me llevó el apunte. Fabricamos la carpintería… y a los tres meses de colocadas, el comitente, la Petroquímica, reclamó a la empresa por las deplorables condiciones de las carpinterías. Perdóneme todo este rodeo, pero es también parte de lo que pasó luego. Simultáneamente a la suposición que la fábrica se fundía, junto a otro ex compañero montamos un pequeño estudio en un departamentito muy piola, en la calle Ravignani, la parte curva, entre Santa Fe y Luis María Campos. En este estudio realice los diseños para modificar las carpinterías por mi cuenta, se los presenté al dichoso Gerente, le dije que así tendrían que haber sido… y cuando me contestó que la Empresa no tenía especialistas en esos temas… fue sencillo. «¡Contráteme a mí!» Y así fue, con exactamente el doble de salario que en la fábrica… a los treinta y cinco años y sin poder recibirme todavía. ¿Se entendió lo de la suerte? Y no fue poco. Todo, en la fábrica de carpinterías, terminó trágicamente. Al poco tiempo echaron a las chicas y a Daniel, sin pagarles un peso a nadie. Más adelante salí de testigo de la ejecutiva en el juicio que les hizo. Que yo sepa la Nena y Daniel no hicieron nada… pero eso no fue todo. El contador se pegó un tiro en la oficina de la calle Maipú… y el dueño original, aquel del primer tallercito en Moreno, ¡se mató destrozándose la cabeza con la guillotina, la máquina de cortar chapas! Jamás pagaron un impuesto a nada y nunca hicieron los aportes sociales y jubilatorios. No sé si en la fábrica pasaba lo mismo, es factible que algo curraran. Era la forma de pagar mejores salarios. Esos tres años y pico de trabajo mío no existen registrados en ninguna parte. Por suerte quedó registrada la Nena. Nada más.

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-No son muchos los que han pasado por semejante experiencia. Digamos… que si sobrevivió a todo eso… usted es bastante sanito. ¿Hay más?

-Un poco. La facultad, nuestro estudio, mis compañeras y la extraña y nunca bien entendida atracción que ejercía sobre mis compañeros de materias. Algo insólito. Y puedo decir que me porté muy bien.

-¿Recuerda lo que le dije días atrás sobre lo de su grata compañía? ¿Cómo es eso de la atracción?

-Es raro. Naturalmente siempre tuve cierta inclinación docente…, desde mi época de profesor en la escuela secundaria, además de tener diez años de experiencia en la construcción… Ayudaba en lo que podía a mis compañeros más jóvenes, por lo cual siempre estaba rodeado por ellos, chicas y chicos. Me hacía sentir muy bien eso. Además estaba permanentemente actualizado en materia de músicas y lecturas. Sabía, lo sentía, que nada me costaría tener algún asunto con algunas de las chicas, pero no quería intentarlo. Hasta rechacé la posibilidad, o no la aproveché, cuando una de ellas, que no era directamente compañera en materia alguna, pero que conocí casualmente cuando trabajaba en el estudio del arquitecto, inteligente, hermosa y simpática, me dijo explícitamente, que se había peleado con su novio, con quien estaba desde hace varios años… y me besó, así, tal cual. Sentí como si hubiera puesto los dedos en el enchufe… pero no di un paso en esa dirección, y ella sabía que era casado. Tiempo después volvió con su novio, con el cual se casó. Usted saque las conclusiones.

-Les tiene miedo a las mujeres inteligentes…

-Puede ser…, no lo había pensado…, mis fracasos siempre pasaron por ahí, creo. Recuerdo un caso que también me preocupé en arruinar, Laura…, también Laura, como la nena que conocí a los siete años… Esta Laura tenía diecisiete años. Yo dieciséis. Fue la única chica que conocí en un baile de la cual llegué a enamorarme. Había ido con amigos y compañeros. Era de otra barrita. No la conocía. Me gustó en cuanto la vi, aunque de acuerdo a los cánones clásicos, no era bonita, aunque a mí me parecía preciosa. Supongo que quince años después, en plena época del boom de Barbra Streisand, habrá sido super deseada, pues justamente, lo que supuestamente la afeaba, era su nariz, que a mí me encantaba. Bailamos juntos casi toda la noche. Esbelta y menuda, 5 pies y 2 pulgadas era la canción de moda entonces, "Un metro cincuenta y siete y ojos tristes". Estudiaba danza. Hermosos ojos de extraño efecto. El iris, verde claro junto a la pupila, se aclaraba más hacia el exterior, tornándose verde profundo en la última línea del círculo. Su personalidad era fascinante, sobre todo para mí, quien hasta entonces no había conocido a nadie que me impactara más allá de su belleza exterior. A los dieciséis años lo más probable es que se digan estupideces… Como…, por algo que no recuerdo, no pensaba ir a ese baile, tuve la original expresión, «no pensaba venir. Debe ser el destino». «No creo en el destino. Soy atea.» Recuerdo que bajábamos por una escalera. Me tomé del pasamanos. Por entonces mi paso por las huestes eclesiásticas estaba bastante olvidado, pero semejante expresión me chocó… pero traté de no quedar descolocado. La cuestión fue que le ofrecí la posibilidad de un dialogo inteligente. Eso le gustó. No bailamos más. Salimos al balcón y conversamos hasta las cuatro de la mañana. Por entonces los horarios eran normales, de 22 a 4. Dada mi inclinación por las cuestiones sociales, me prestaría un libro bastante famoso entonces y bastante olvidado hoy, La cuestión social y los cristianos sociales, La cuestión social y un cura, de Lisandro de la Torre, con lo cual, para mi contento… ¡nos volveríamos a ver! ¿Demasiado largo? No sé porque hablo de todo esto. No tiene nada que ver con lo nuestro.

-Tiene mucho que ver. Tanto tiene que ver… que usted se acordó de todo esto. Si no tuviese que ver no se habría acordado. Eran muy jóvenes para plantearse esas cuestiones…

-Era común… o relativamente común -por lo menos entre muchos de mis amigos y compañeros- tener este tipo de inquietudes. Era 1955… más o menos por la época de los golpes militares contra Perón, y había un despertar de las inquietudes políticas entre los jóvenes…

-Lo que quiero decir es que el plantear esas cuestiones… está escamoteando otros problemas o inquietudes… como las sexuales, por ejemplo. Con esta chica todo fue platónico…

-Sí… bastante platónico…, sí… platónico… no sé porqué…, ella me gustaba, me gustaba mucho, físicamente digo. Las cosas no fueron más allá de las caricias… y no porque Laura se negara o se mostrara esquiva…, no sé porqué… Nunca me lo plantee. Probablemente fuera… porque yo me sentía abrumado por su madurez… Una vez más me achiqué ante un desafío adulto…

-¡Pero si tenía dieciséis años! ¡Usted pretendía crecer demasiado rápido!

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-Hablo del "amor platónico", pero en realidad no sé que es eso. Nunca leí a Platón. Lo que sé es que en distintas etapas de mi vida amé de distinta manera. Incluso creo, creo, que amé sin deseos sexuales. Tal vez… eso fue cobardía, como le dije antes. Es notable. A los treinta años el amor, eso que yo llamaba amor, suponía digo, que era para toda la vida. Ahora, treinta años después, supongo que no tiene porque ser más allá que el presente. Por supuesto que mi visión del amor, o de la pasión, no tiene porque ser eterna ni universal. Es mía y… basta. ¡Qué sé yo lo que pasa por el alma o la mente de los demás! Incluso de las mujeres que supuestamente me amaron. No lo sé. No sé si algunas de esos apasionados momentos de sexo y ternura…, porque nunca, nunca, dejé de ser cariñoso en esos momentos, fueron solamente expresiones de deseo o de amor.

-¿No cree que puede existir grandeza en el amor?

-Sí, por supuesto. O mejor… hay grandeza en el ser que ama. No existe el amor. Existen amantes. Y existen amantes que hacen de su amor un acto de grandeza. No todos…, pero no me considero capaz de juzgar. Considero más importante saber si el que gobierna es un ladrón que si es un gran amante. Al fin de cuentas, la historia la hacen los pueblos por tener la panza vacía… y no por tener la cama vacía. Y hay más mártires por fidelidad a ideologías o creencias, que al amor.

-¿Y la pasión?

-No intenté hacer diferencias. Me apasioné por algunas mujeres… pero yo le llamo calentura, derecho viejo. Pero siempre existió un gran componente de cariño, de afecto. Jamás pude acostarme con una mujer si no me encontraba afectivamente a gusto a su lado, incluso en mi adolescencia, donde aparecían las chicas como caídas del cielo, como Alicia, por ejemplo… , o con Chela, la hermanita del chico de la escuela, también me sentía bien, a pesar de lo escabroso de la situación. De adulto también, incluso con la "histérica", sus arranques eran antes o después, nunca mientras tanto, cerraba los ojos y se convertía en un ángel. A propósito, la chica de Azul, Zully, lo hacía todo con los ojos bien abiertos.

-¿A ella también la amó?

-No sé si la amé. Pero le tenía afecto, cariño, cuando le acariciaba los cabellos creo que pensé si mis caricias podrían hacer que cambie. No me importaba que fuera lesbiana. No soy un estudioso del tema, hablo por boca de ganso, pero tengo entendido que en alguna época los hombres se complacían en compartir una cama con mujeres bisexuales. Hoy mismo, ya le digo, no soy estudioso del tema, pero no me molesta ver en alguna película escenas de lesbianismo, incluso me excita, pero sí me molesta ver homosexuales varones…, teniendo sexo, me refiero. O es un rasgo de machismo … o de homosexualidad reprimida… digo.

-Todos los varones y mujeres tienen ese componente…

-Sí, claro. Los griegos y romanos no hacían diferencia en los usos sexuales. Eran bisexuales y no tenían drama. En los gineceos, durante las guerras o no, durante las largas ausencias de los varones, las mujeres no se quedaban desojando la margarita. El uso del cuerpo no tenía límites y todos contentos. Y la prostitución era entre sagrada y deportiva. En los últimos dos mil años la cultura judeocristiana nos ha llenado de tanta culpa que hasta el sadomasoquismo se ha disfrazado de rito expiatorio. Eso sí: quemar brujas, asesinar palestinos o estrellar aviones contra edificios de oficinas, es un designio de Dios.

-No es lo mismo. A los judíos los expulsaron de sus tierras.

-Entonces tirémosno al mar y dejemos este territorio a los araucanos, mapuches, calchaquíes…

-No digo eso. Creo que en esa cuestión hay algo más que un asunto religioso. El Estado de Israel, en su origen, tenía un carácter eminentemente laico. Las guerras con sus vecinos fortalecieron a los sectores más religiosos…

-Justamente esa es la barbaridad. Los palestinos…, los árabes y judíos…, los semitas que vivían en ese territorio llamado Palestina por Adriano, conformaban la sociedad más progresista y laica del oriente medio, en medio de los trogloditas jeques que ocupan todavía hoy los territorios petroleros de los alrededores. Antes de 1947, antes de las bandas terroristas sionistas de la guerra de liberación, no existían las sectas fundamentalistas islámicas en esos territorios… ¡Pero nos fuimos a los caños! ¿Usted es religiosa?

-No, pero quien hace preguntas soy yo…

-Pero le tira la sangre ¿eh?

-¿Tuvo amantes judías?

-¿A qué viene eso? Sí, tuve, y hablé de ellas…, y también correntinas, porteñas, tucumanas… ¿y con eso?

-¿Le molestó la pregunta, no?

-Y… claro. ¿Qué tiene que ver? La sonrisa vertical es universal…, eso creo. Japonesas no conocí. Soy RH universal. Cualquier sangre me viene bien.