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Del Cuarteto Amadeus al Trío de Viena

en Amor filial

Del Cuarteto Amadeus al Trío de Viena.

Luego de aquella maravillosa noche en que "celebramos" el triunfo del torneo de voley (ver "Un final con todas las pelotas"), la vida para Myriam y Bruno cambió totalmente. Y mi fundamental contribución a que fuera así, fue generosamente compensada.

Mi amiga y su hermano no tenían más reparos para estar juntos las veces que quisieran. Sus padres trabajaban, y aunque ellos también cumplían con sus tareas –estudio, trabajo, deportes, etc.-, no dejaban pasar semana sin gozar un buen par de horas en la cama. Y, siempre que fuera posible, yo era "la invitada de honor".

Pero… "vamos por parte"… dijo Jack el Destripador.

Habíamos terminado en la casita de fin de semana de los padres de Marcos como a las 4:00 de la madrugada, y para no preocupar a nadie resolvimos "ver amanecer" en nuestras viviendas. Marcos nos "distribuyó" prolijamente y, para evitar suspicacias y miradas indiscretas, regresamos ubicados tal como habíamos ido: Myriam con Marcos y yo, atrás, con Bruno. Los besos y las caricias no se interrumpieron por eso, pero todo fue más calmo, por lo que al llegar estábamos fresquitas. Esta vez le di a Marcos el verdadero número de teléfono (ver "Una experiencia intelectual"). ¡Se lo había ganado! Y quedamos en seguir en contacto.

Durante el fin de semana siguiente a la "fiesta", Myriam vino a mi casa –lo que era habitual-, y repasamos todo lo sucedido. Sería importante que Bruno no demostrara demasiado el repentino "afecto" que le había tomado a su hermana, por lo que ella lo conversaría con él. ¡Pero estaba dispuesta a seguirla! Y Bruno no se mostraba disconforme. Entre otras razones porque él seguiría con su vida de "relaciones normales" con otras chicas, aunque resolvió no llevarlas más a su casa, por lo menos hasta que tuviera una "novia" estable. Era muy importante para ambos, eso lo conversamos también, sobre todo para una buena salud sexual y afectiva, que cada uno de ellos, y yo me incluía también, desarrolláramos vínculos propios, fuera del círculo familiar o de costumbre.

Tres o cuatro días después, Myriam me contó las incidencias de la primera "encamada" con Bruno en su casa.

Sin decirle nada o ponerla sobre aviso, regresó más temprano que de costumbre, cuando Myriam no tenía ninguna tarea específica que realizar –inglés, natación, etc.-, y cuando faltaban un par de horas para el retorno de sus padres.

Ella estaba ordenando algunas cosas en su habitación, libros, discos, revistas, ropa…, todo eso que una desparrama durante dos o tres semanas hasta que se hace imposible moverse, cuando sintió la presencia de Bruno en la puerta de su habitación. Levantó la cabeza y vio a su hermano, sonriente y hermoso como siempre.

-Hola, ¿cómo estás? –Luego de un momento de indecisión, Bruno fue el primero en hablar.

-Bien, bien… ¿y tú? –Myriam percibía cierta incomodidad en su hermano. –Qué raro, tan temprano…

-Es que… quería hablar contigo…

-Pues claro, pasa…, ¡no te quedes ahí parado!

-¿Y dónde quieres que me siente? ¡Está todo ocupado!

-Hombre… siéntate en la cama, algún rincón queda libre… -Myriam apartó alguna ropa, se sentó en el borde y le hizo un lugar a Bruno. -¿No me saludas con un beso?

Bruno se inclinó para darle un beso en la mejilla. Myriam dejó hacer y luego, bruscamente, le tomó la cabeza y le dio un beso en la boca.

-¿Tienes miedo o complejo?

-Es que…, bueno… las cosas que hemos hecho…

-¿No te gustaron? –Myriam le sonrió mimosa y sugestiva.

-¡Sííí… claro! ¡Cómo no me van a gustar! –Bruno seguía sin tocarla y no la miraba. –Pero… ¡es que te quiero mucho Myriam! ¡Tengo miedo de hacerte daño!

-No seas sonso. ¡El qué me hizo daño fue el bruto de tu amigo Marcos! –Myriam quería desacartonar la conversación, hacerla más frívola.

-¡No me refiero a eso! –Bruno se dio vuelta y sonrió.

-Así estás más lindo, cuando te ríes. –Y lo volvió a besar.

-Escucha. –Se puso serio nuevamente, mirándole los ojos. –Eres preciosa, divina y deseable. ¡Estás para comerte toda! ¡Pero eres mi hermana! Si así no fuera me importaría un carajo. Pero lo eres… y me importa. Y no estoy hablando de incesto, o amor prohibido o cualquiera de esas pelotudeces. Me importa…, porque además de ser mi hermana… ¡te quiero! ¡Y no quiero arruinar tu vida… y arruinarme la mía! ¿Entiendes?

-Bien…, entiendo. ¡No soy estúpida!

-Ya sé. Ya sé que durante mucho tiempo yo creí que tú y Katya, eran dos soberanas boludas… y además… tortilleras. ¡Esa es la verdad! ¡Es así! Perdóname la franqueza…

-Bruno…, querido…, yo también hablo en serio. También te quiero… ¡y mucho! –Bruno había vuelto a mirar el piso. Myriam le pasó el brazo por los hombros y recostó su cabeza sobre él. –Entiendo perfectamente lo que dices y lo que te pasa. Todo esto lo planteamos en su momento. Antes de que pasara lo que pasó. Nada fue casualidad, lo buscamos con Katya.

-¿Cómo? ¿Eso hicieron? –Bruno la miró asombrado.

-Es claro. Hace rato que te teníamos ganas, y queríamos, de verdad te digo, queríamos que fueras tú quien nos hiciera mujer, pero sabíamos…, en realidad sabía yo, que no querrías y te pondrías furioso. Katya quería hacerlo contigo, sí o sí.

-Pero… es que…, bueno… jamás lo hubiera pensado… -Bruno estaba entre confundido y halagado. -¿Y quien fue?

-No te vamos a decir… Pero fue por tu implícita negación… -Myriam fue dura, pero algo de culpa tenía que descargar sobre su hermano. -Tú no hubieras querido…, ¿no es así?

-Bueno…, ahora no sé. No me lo pidieron…

-¡Bruno…! ¡Sabes muy bien que no nos dabas bola y nos hubieras sacado cagando!

-Y… a lo mejor…, bueno… yo no sabía…

-Tú creías otra cosa de nosotras, está bien, pero también nos espiabas…

-Ustedes también…

-Claro, por eso te queríamos tener, era lo mejor que conocíamos y tú también espiabas, lo confirmaste con Katya, ella me lo dijo… ¿Por qué mirabas?

-Por que son preciosas…

-¿Aunque fuéramos lesbianas?

-Sí, claro, aunque lo fueran. Buenas pajas me hacía cuándo las veía haciendo el 69… Son preciosas…, no tiene nada que ver. –Bruno sonreía y parecía que ya se estaba relamiendo. –Pero… ¿así qué todo fue preparado…?

-Así es. En algún momento, cuando esté Katya, te contaremos todo lo que tramamos…

-¿Y Marcos? ¿También es parte del juego?

-No. Él fue una casualidad. Katya te lo dirá. Pero… ahora estamos solos, ¿no? Tenemos una horita para nosotros…

Myriam lo besó en la boca buscando su respuesta. Bruno le correspondió. Sus labios se entreabrieron y sus lenguas se acariciaron. No había pasión todavía, solamente cariño, ternura, amor… Myriam esperaba, no quería apurar el trámite. Quería que fuera Bruno quien la llevara hacia el lógico remate de las caricias y los besos.

Estaban sentados en el borde de la cama. Myriam tenia su camisetita sin mangas, sin corpiño, como normalmente usaba en su casa, una pollerita muy corta, y descalza, para estar cómoda mientras ordenaba su cuarto. Bruno, tal como había llegado y como se vestía normalmente, con sus jean, ajustados, y una liviana camisa, con varios botones abiertos en el pecho. Comenzaron las caricias.

Como te dije, como me contó Myriam, ella esperaba y dejaba hacer. Bruno acariciaba sus cabellos, luego el cuello, le besó los lóbulos, la abrazó, la apretó contra sí…, parecía que todavía no se animaba a ir más allá. Myriam seguía esperando, correspondiendo a cada una de las caricias de su hermano. Sabía que si ponía su mano en la entrepierna de Bruno, no pasarían más de tres segundos en estar tirados en la cama, pero quería que eso surgiera de él. Quería saber sí efectivamente sería así, para no ser únicamente ella la "corruptora".

Bruno continuaba con sus caricias. En la espalda, bajo la camiseta, sus dedos tocaban, desde el otro costado, el nacimiento de una teta. El otro brazo lo apoyó sobre el vientre, metió la mano bajo la camiseta y la subió. ¡Al fin llegó a las tetas! ¡Al fin va avanzando! Myriam lo besó en la boca, más fuerte, más apasionada, en otra etapa de la relación, se acentuaba el sexo y disminuía la ternura…

Entonces ella también lo abrazó, tomó su cabeza y la apretó contra su boca. También acarició su pecho, deslizando sus manos sobre el vello masculino. Él estaba sobando las tetas, para arriba, para abajo… y acariciaba sus pezones, duros como garbanzos.

Myriam me contó que cada uno de estos pasos se le hacían larguísimos. Si por ella fuera, ya se habría quitado la camiseta o ya lo estaría mamando, pero quería que Bruno tuviera la iniciativa. Al fin le levantó lo brazos y retiró la ropa. Sucedió lo esperado. Bruno se abalanzó sobre sus pechos besándolos con pasión y gozo. Ella no pudo esperar más. Aflojó el cinturón de Bruno y le bajó el cierre. ¡Ya llegaba! Sentía como ardía su piel y como entre las piernas de Bruno se elevaba una carpa impresionante. Lo acarició sobre el slip. Él desabrochó la pollerita de Myriam. En pocos segundos ambos quedaron casi desnudos, solamente con las prendas que cubrían el sexo. No se habían movido del borde de la cama. Se besaban y acariciaban cada centímetro de la piel. Todo era maravilloso. Bruno la paró frente a él y besó sus tetas. Bajó suavemente la tanga y mientras lo hacia besaba el pubis de la hermana. Cuando Myriam levantó una pierna para pasar la prenda, él se inclinó más y cubrió de besos el sexo. Myriam apoyó la pierna en la cama para facilitar la tarea. La lengua de Bruno recorrió los labios de la vagina y se detuvo sobre el clítoris, acariciándolo. Myriam se estremeció y tomó la cabeza de su hermano apretándola contra sí. ¡Era el primer orgasmo de la tarde! ¡Luego vendrían muchos más!

Cuando dejó de temblar, Bruno se levantó y la hermana bajó el slip, enganchado en el hermoso pene que a mí tanto me había gustado y que esperaba, muy pronto, compartirlo con mi amiga. Se agachó, lo besó, pero antes de poder introducirlo en la boca, Bruno le indicó que se acostara. Así lo hizo, sobre toda la ropa que estaba desparramada, abrió sus piernas y el varón se echó sobre ella, penetrándola inmediatamente, de un intento, hasta el fondo. Myriam gozaba hasta el delirio, no solamente por tener dentro la pija de su hermano, sino, sobre todo, por que era la primera vez que lo hacían sin intermediarios, por la voluntad de Bruno… ¡y en su propia casa! ¡Era el preludio de infinitas sesiones de sexo sin dudas ni tapujos! Cruzó sus piernas sobre los riñones de Bruno y apretó. Él la abrazaba y besaba… y comenzó el bombeo. Dos o tres sacudidas y Myriam acabó nuevamente. Los gemidos y jadeos eran muy suaves, de amantes clandestinos. No demoraron demasiado. Bruno aceleró las sacudidas y tras un nuevo orgasmo, Myriam sintió el violento latido de su hermano. Estaba a punto. Lo aferró lo más fuerte posible.

-Así, así…, mi amor, mi tesoro, mi vida… ¡Así me gusta… muchoooo! –Myriam acabó al mismo tiempo que el líquido espeso y cálido se derramó en su interior.

-¡Aaaahhhh… aaaahhhh…! ¡Cómo gozo mamita! ¡Qué hermoso es estar contigo!

-¡Cuánto tiempo que perdimos! –Myriam y Bruno quedaron abrazados, jadeando y besándose. Hubieran seguido así toda la vida…, pero el tiempo es tirano…

-Myriam, mi amor, tenemos que separarnos. –Bruno besó sus ojos. –Es mejor que vaya a mi cuarto, pueden llegar en cualquier momento…

-Sí, tienes razón. –Se miraron a los ojos. –Quiero repetirlo todas las veces que podamos, cuando tú quieras…

-¡Y cuándo tú quieras también! –Bruno se levantó e iba a vestirse.

-¡Espera! ¡Deja que te limpie! –Myriam se dio vuelta y acercó su cabeza al borde de la cama, hacia donde estaba parado Bruno.

Le tomó el miembro y lo lamió, prolijamente, a lo largo y lo ancho.

-Myriam, mi amor, me gusta…, pero hay que dejar…, es mejor que no nos pesquen. ¡Ya tendremos oportunidades!

-¿Lo prometes? –Myriam se sentó y lo besó. -¡Es un compromiso de honor!

-Por supuesto. ¡Siempre! –Besó a su hermana, recogió la ropa y salió rápidamente.

Myriam trató de recomponerse lo más rápido posible. Fue al baño, se lavó y cuando regresaron sus padres cada uno estaba en su dormitorio… ocupados en su propias cosas. Y así fue. ¡La felicidad inundó el hogar de los hermanos!

¡Y ahora aparezco yo! ¡No lo perdería por nada en el mundo! A esta altura de los acontecimientos nada podría ser "casual", así que resolvimos, de común acuerdo con Myriam, que luego de un par de "encuentros" más a solas con su hermano, le propondría "invitarme". ¡Ambas ardíamos de deseo por estar juntas con Bruno!

Dos semanas después, al final de una "sesión" con Bruno, Myriam se lo propuso. Estaban "tirados" en la cama de Bruno, completamente agotados, luego de dos horas de sexo "furioso".

-¿Sabes, mi amor? Katya me pidió, si tú quieres, estar con nosotros, una tarde de estas. Me dijo que le gustaría mucho. ¿Qué opinas?

-¡Sí, por supuesto! –Bruno tembló de alegría… -Pero siempre que estés de acuerdo. Katya me gusta mucho. ¡No te pongas celosa!

-¡Nooo…, cómo voy a tener celos! ¡Gracias a ella estamos juntos ahora! Se lo debo…

-Bueno…, pero que no sea solamente para complacerla…

-No, qué va. ¡Me encantaría! Recuerda lo bien que estuvimos las dos, cuando fuimos con Marcos…

-Bien. Acuerda cuándo, y me lo dices…

-En un par de días lo arreglamos…

Y así fue. En el primer día en que coincidimos los tres en no tener ninguna actividad "extra", y la seguridad que los padres de ellos estarían "muy ocupados", resolvimos encontrarnos lo más temprano posible. A las 2:00 de la tarde yo estaba en la casa de los hermanos. Bruno llegó 15 minutos más tarde. Lo estábamos esperando en su dormitorio, adecuadamente dispuestas, para no demorarnos en demasiados prolegómenos. Estábamos en su cama "cubiertas" por mínimas tanguitas, nada más para que él las pudiera sacar…

Cuando Bruno se paró en la puerta, su cara era un poema a la felicidad.

-Uy… ¿quién será la reina y quién la princesa?

-Ninguna. ¡Las dos seremos tus esclavas! –Me levanté a besarlo. -¡Harás con nosotras todo lo que quieras!

Nos besamos con pasión, más de mi parte, sin duda, pues él estaba más al día en materia de sexo que yo, quien no había sentido una pija desde la reunión de los cuatro. Myriam miraba sonriente, sentada en la cama.

-¡Vengan para aquí! ¡Te tenemos que desnudar! ¡No hay tiempo que perder! –Myriam daba saltitos de alegría. -¡Las tres horas pasan rápido!

Cuando nos acercamos ya le estaba desprendiendo el pantalón. Me arrodillé a sus pies, y mientras Myriam le sacaba la camisa yo le bajaba el pantalón.

-¡Caramba! ¡Venías preparado! –El soberano bulto del slip demostraba a las claras que Bruno sabía como se iba a regodear con estas dos hembras…, o sea… ¡nosotras! -¿A quien venías "apoyando" en el bus?

-¡No exageres! Sólo me puse al palo cuando las vi…

¡Basta de palabras! Lo bajé y en cuanto quedó libre, frente mis ojos, metí todo el choto en mi boca.

-¡Déjame algo para mí!

-Ya tendrás. ¡Ahora me toca a mí! ¡Hace tres semanas que no lo veo! –Y me puse a chupar frenéticamente.

Bruno se recostó boca arriba, conmigo siguiendo sus movimientos sin soltar un centímetro, y Myriam se acomodó sobre su cara, como en la "fiestita". Ninguna de las dos íbamos a dar "órdenes" o indicaciones. ¡Sería como Bruno quisiera!

-Acomódate arriba, que te la meto… -Bruno entendía lo necesitada que estaba yo de sentir su garrote adentro.

Monté a caballito y bajé prestamente, cuando sentí la cabeza ubicada en el lugar correcto. Nos besamos con mi amiga y comencé el "trotecito".

-¿Puedo acabar así? ¿No hace falta forro?

-No, hoy no, para nada… -Estaba en la gloria. -¡Qué lindo, papito, cuántas ganas qué tenía!

-Ahisito…, ¡te inundo mi amor…! –Myriam llegaba a su primer orgasmo. Me abrazó, nos besamos en la boca y largó sus jugos sobre el rostro de su hermano, al tiempo que yo hacía lo mismo, en este caso bañando la poronga.

-Nenas…, ¡qué bien lo hacen! –Sus palabras llegaban amortiguadas por la concha de Myriam… Se sacudía cada vez más rápido. -¿Quieres que te acabe en el culo?

-¡Sí, claro! –Myriam dejó libre el rostro de Bruno, nos levantamos y me acomodé a lo perrito, en el borde.

Bruno recorría la raja con la pija humedeciendo el ano. Me acarició con los dedos haciendo presión.

-Esperen, acá tengo la vaselina. –Luego de su "experiencia" con Marcos, Myriam no se apartaba de la pomada por nada del mundo.

Nos untó con delicadeza, sintiendo sus suaves deditos en mi hoyito, mientras con la otra mano, la pasaba sobre el glande del hermano.

-¡Ya está listo! ¡A la carga! –Dejó la pomada y se acostó boca arriba, con las piernas abiertas, frente a mí. Mientras Bruno penetraba, abriéndose paso delicadamente con su ariete, me agaché sobre la pelvis de Myriam y comencé a pasarle la lengua por el jugoso chocho. ¡Estaba riquísima!

El pene penetraba sin dificultad. Si hubiera sentido alguna molestia, estaría mediatizada por el inmenso placer de chupar a Myriam y sentir el tronco de carne en el recto. Fue llegar al fondo y provocar el orgasmo. Myriam también acabó en esos momentos. Bruno me acarició el clítoris, mientras comenzó con el bombeo. Iba muy suave, como para hacerlo largo, mientras seguía acariciándome. La otra mano recorría mi espalda y las nalgas. Al comenzar el latido, soltó mi vagina y me tomó con ambas manos de las caderas. ¡Venía el cimbronazo! Los tres gemíamos de placer.

-Uummm… que rico es… -Myriam se arqueó, para facilitar mi chupada. -¡Aaaahhhh, Brunito, mi amor, me lo rompes… tan bien…!

-¡Ah, ah, ah, aaaahhhh… aaacaboooo…! –¡La sacudida fue bestial, maravillosa! Sentí en mis tripas el fuego de su leche. ¡Hacía una eternidad qué me faltaba "calcio"!

Pero lo más lindo de todo era el acoplamiento perfecto. ¡Los tres acabamos al mismo tiempo!

Nos desensartamos, y nos recostamos. ¡No me dolía nada! Myriam y yo nos "apilamos" sobre Bruno.

-¡No me aplasten, turritas! ¡Dejen que me recupere!

Quedé sobre él y lo besé. Myriam se puso sobre mí, con su húmedo chocho en mi nuca y se dedicó a lamerme prolijamente el culo. Abrió mis nalgas con sus manos y sorbía todo el semen que expulsaba por el ano. ¡La muy cochinilla no se quería perder nada! Y luego, por si quedaba algo, se metió entre mis piernas, tomó el pene del hermano, lo apoyó en mis labios… ¡y lamía todo junto! ¡Es una obsesiva de la limpieza!

-Ustedes tiene los sabores más ricos del mundo…

-¡Y tú eres una golosa! –Bruno nos abrazó, apoyando sus manos en los glúteos de Myriam. -Ahora sí, salgan que me muero…

Nos levantamos y acostamos a ambos lados del muchacho. Nos abrazaba a ambas. Nosotros besábamos su pecho, sus pezones, mordisqueábamos el vello.

-Bueno niñas perversas, ahora cuéntenme como organizaron la trampa.

-¿Qué trampa? –Myriam le dio un piquito y lo miró, pícara.

-La que me tendieron, para que "cayera en vuestras redes"…

-No fue una trampa… Fue un plan "perfectamente organizado" para seducirte… -También le di un beso, algo más que un "piquito"…

-Así es… y la culpa es tuya. Nosotras habían decidido dejar de lado manos, lenguas y artefactos varios…, para conocer una verdadera herramienta varonil… y tú tienes la adecuada… ¡Pero no querías! –Myriam se recostó sobre su pecho y lo miraba a los ojos.

-Ustedes no me preguntaron…

-Es que no era tan fácil. –Acaricié sus cabellos y puse mi rostro a 10 centímetros del suyo. –Nuestro compromiso, el de ambas, era abandonar juntas la virginidad y creíamos, firmemente, que tú serías el mejor "desvirgador" del mundo… ¡Pero Myriam tenía miedo! ¡Nos sacarías a patadas…! Eso decía ella…

-¿Y no es cierto, acaso? –Besaba y lamía los pezones de Bruno. -¿Acaso nos dabas bola? Nada, absolutamente. Para ti nosotras no existíamos…, aparentemente, eso querías hacernos creer. ¡Pero nos espiabas, cómo nosotras a ti! Pero estaba seguro que nos rechazarías y de muy mala manera…

-No es cierto, no podría rechazarlas nunca…

-No te creo… Bueno, le pedí a Katya que buscáramos otra forma… y la conseguimos…

-¿Marcos…?

-No, en absoluto…

-¿Quién entonces?

-Eso no te lo diremos.

-Marcos se convirtió en parte fundamental del plan…, pero de pura casualidad… -Le iba a explicar. Mientras nuestras bocas hablaban, nuestras manos recorrían tiernamente el cuerpo de Bruno. Estaba completamente relajado y disfrutaba de nuestras "explicaciones" y nuestras caricias. –Luego de cumplir el "acuerdo" decidí que te seduciría por mi cuenta…, pero tu perversa hermanita hizo un "planteo": si colaboró conmigo para que fuéramos desvirgadas…, pues yo tenía que colaborar con ella… ¡para cogerte! ¡Te imaginas qué maldad!

Y los tres lanzamos la carcajada. Bruno nos acarició y nos beso en la boca a ambas. ¡Estábamos requetebién!

-¿Y cómo apareció Marcos?

-Espera, no seas impaciente. –Con toda alevosía prolongaba el suspenso. -¡El objetivo, mí objetivo, eras tú! Marcos fue un "incidente", con suerte, pero incidente al fin. Mi propósito era encontrarte a solas, solos… solitos los dos…

-Aahh… ¡ahora caigo! ¡Por eso apareciste en el bar cuándo esperaba a mi amiga!

-Efectivamente, por eso.

-¡Con razón estabas tan sexy y sugestiva! ¡Esa era la trampa! ¡Haberlo sabido!

-¿Te gusté?

-¡Pues claro! Si no hubiera esperado a la chica te hubiera invitado a que te quedaras conmigo… ¡Estabas preciosa! –Bruno se reclinó sobre un codo. –Pero… ¿cómo sabías qué esperaba a alguien? Porque lo sabías, ¿no?

-Sí, por supuesto. –Nuestros besos y caricias comenzaban a surtir efecto. Las lamidas de Myriam habían logrado erguir nuevamente la verga, magnífica y brillante. Bruno me besó las tetas… -Me… parece que no voy a poder terminar de explicar…

-No…, ahora no… -Bruno terminó de erguirse. –Myriam, por favor, ven aquí.

Myriam, obediente siguió las indicaciones de su hermano. Se acostó de espaldas. Bruno, de rodillas frente a sus piernas abiertas, las colocó sobre sus hombros y se inclinó para penetrarla. Yo guíe el choto hacia la concha de ella. Coloqué el capullo entre los rojos y palpitante labios de la vagina y Bruno comenzó a recorrer el camino al paraíso. Mientras lo hacía besaba mi boca. Me paré sobre la cama y levemente inclinada, de espaldas al rostro de Myriam, por sobre su cuerpo, ofrecí el húmedo chochito a la lengua de Bruno. Este hacía ambas tareas a conciencia. ¡No era cómo Reagan que no podía mascar chicle y caminar al mismo tiempo!

-¡Qué hermoso espectáculo! –Myriam se regodeaba de la vista que le ofrecían mi culo y mis piernas abiertas.

Bruno, con las manos sobre las tetas de Myriam bombeaba lentamente, mientras su lengua acompañaba lamiendo mi sexo.

-Ay chico malo, ¡cómo la clavas! ¡Siento los huevos contra el culo!

-¡Y si vieras que bien chupa! –Eso lo dije yo. Bruno no podía hablar… ¡Coger, chupar y hablar al mismo tiempo ya era casi imposible!

En un momento soltó las tetas de Myriam y se tomó de mis nalgas. ¡Sabía lo que pasaría! ¡Flor de orgasmo! ¡Bruno la había percibido! Estaba sorbiendo mis jugos cuando acabó Myriam. Me soltó y nuevamente puso las manos sobre la tetas aferrándose como a dos pomos de puertas. Se clavó fuerte y paró el meneo. Cuando las contracciones de Myriam aflojaron volvió a bombear… ¡y a lamer cada vez más fuerte! ¿Tendríamos tiempo de llegar a otro antes que acabara?

-¡Te viene! Bruno querido…, ¡siento que te viene!

-¡Sííí…, acaboooo! –Y nuevamente se aferró a mi culo, apretándome contra sí. Eso provocó que yo derramara una nueva catarata sobre su boca…, mientras Myriam, aferrada a mis tobillos, se sacudía violentamente. ¡Habíamos acabado los tres!

-¡No lo saques! ¡Espera! –Yo quería que terminara de sorber todo el flujo para no perderme nada de los suyos.

-¡Yo también quiero lamer! –Myriam adivinó mi intención.

Bruno estaba con los ojos cerrados chupando. Cuando terminó, cambié de postura, colocando mi rostro sobre la vagina de Myriam. Cuando Bruno salió me lancé a chupar la exquisita raja de mi amiga, bebiendo el esperma que fluía, mientras él se ubicó sobre la boca de ella para que lo lamiera, tal como quería. ¡No necesitábamos más palabras! ¡Nos entendíamos perfectamente!

Algunos minutos más tarde estábamos nuevamente acostados. Bruno nos acariciaba y besaba… ¡cómo si tuviera algo que agradecernos! ¡Nosotras éramos las complacidas!

-Bueno… chicas…, creo que es hora de retomar nuestras "vidas normales".

-¿No quieres que te sigamos contando? –Yo insistía en preparar un nuevo polvo.

-¡Y yo quiero que me la des por el culo! –Myriam nuevamente comprendió mi intención.

-¿Estás loca? ¡Luego de lo que pasó con Marcos!

-Eso ya pasó. Ahora no me duele más y no estoy para nada lastimada…

-¡Y yo quiero que me llenes la concha!

-¡Están locas! ¿Me quieren destrozar?

-Hagamos mitad y mitad. Se la clavas a Myriam y acabas en mí. ¿Estamos?

-Está bien…, pero esperen algunos minutos… ¿Cómo sigue la historia que me contaban? Quiero más pormenores…

-Bueno… ¿por dónde dejamos…?

-Cuando nos encontramos en el bar. –Bruno tenía buena memoria.

-Cierto. Bueno…, sabía que te ibas a encontrar con una amiga…

-…porque yo te había oído hablar por teléfono… -Myriam completó la frase.

-Ah…, que bien… ¡Con qué espiando!

-Era parte del plan. Solamente en esa oportunidad… y…, bueno… algunas otras, en que te oía arreglar una cita… para encamarte con algunas de esas loquitas… ¡y me daba una envidia!

Bruno, riéndose, nos besó a ambas. Nosotras también reíamos de nuestras "picardías".

-¿Y qué más? ¿Qué pasó luego?

-Y… lo sabes… -Myriam puso blanco sobre negro. –A partir de ese momento tu actitud hacia ambas cambió. ¡Te convertiste en un ser humano!

-Es que… me di cuenta que tenía a mano un par de mujeres rebuenísimas…, y el que entonces tuvo miedo fui yo.

-Te convertiste en un mirón descarado. ¡Me mirabas el culo en todo momento!

-¡Pero tú te exponías a mis miradas! Pero… la verdad… -Bruno me atrajo contra sí. -¡…yo quería cogerme a Katya!

-¡Y yo nada, claro!

-Bueno… ¡tú eres mi hermana!

-Y si querías cogerme… ¿por qué no me lo propusiste? -¡Lo qué me había perdido!

-Porque tenía miedo… Por eso. Tenía miedo… de algún "desencuentro" familiar. ¿Cómo sabía yo qué Myriam no se enojaría? –Ahora atrajo a la hermana contra sí.

-¡Qué sonso que eras! –Myriam le dio un beso.

-Prosigue con la historia… Quiero saber cómo aparece Marcos…

-Muy sencillo…, fui a la facultad para "pescarte"…

-¿Y…?

-Conocí a Marcos…

-¡Y te olvidaste de mí!

-¡No! ¡Para nada! –Habíamos comenzado nuevamente con las caricias. Bruno ronroneaba de placer. Le dijimos que seríamos sus esclavas… ¡y era él el esclavizado!

-¿Cómo fue entonces?

-Bueno… ya sabes… ¡Marcos está muy bien! ¡Y "la carne es débil"! ¡A los diez minutos de conocernos estábamos cogiendo en la biblioteca!

-¡¿En la biblioteca?! ¡Este Marcos es tremendo!

-Es tremendo, sin duda. ¡Vaya sí lo sé yo! –Myriam puso los ojos en blanco y se reía.

-¡Y el guachito no me dijo nada! ¡Lo guardó muy bien!

-Es un caballero. ¿Andarías contando tus aventuras?

-No, por supuesto. ¡Hizo muy bien! ¡Es un gran tipo!

-Bueno, así fue. Cuando lo vimos juntos en el partido me dio terror. ¡Si te contaba algo no te acercarías más a mí!

-No, no digas eso. De todas maneras fue mejor así…

-¡Claro! ¡Todo salió perfecto! –Ahora era yo quien estaba saboreando su pene. ¡Lo erguí a lengüetazos! -¿Cómo quieres que me ponga?

-Espera, empezaré con Myriam. ¿No habíamos quedado así?

-Correcto. Muy bien. ¿Qué hago? –Myriam se levantó. Se iba a instalar en el borde, en "cuatro patas"…

-Espera. –Bruno se paró y la puso de espaldas, contra él. La tomó de la cintura. –Agáchate, todo lo que puedas, como si hicieras flexiones de cintura.

El pene estaba entre las piernas de ella.

-Ábrete bien, te pongo la vaselina. –Tomé el pote y unté a ambos, con gran cantidad sobre el ano de Myriam. El orificio lo tenía perfectamente sano. Apreté las yemas contra el centro. -¿Te molesta? Dime la verdad.

-Para nada. Aprieta más, introdúcelo un poco. –Myriam quería probar si sentía algo.

-Deja, lo hago yo. –Mientras yo masturbaba a Bruno, éste se dedicó a introducir suavemente sus dedos en el ano de su hermana. -¿Te duele?

-No, para nada, me gusta. –Myriam tenía la cabeza a la altura de las rodillas, mientras su manos separaban las nalgas todo lo posible.

Bruno introdujo el glande. El esfínter se dilató perfectamente. La pomada quedaba acumulada en el aro que se formaba alrededor de la verga, a medida que se introducía.

-Apoya las manos en el borde de la cama. Ahora voy a empujar. –Bruno la tomó firmemente de la cintura.

-Deja que me siente en el borde, así te apoyas en mí. –Me senté frente a Myriam y la sostuve de los hombros. Ella me acarició entre las piernas. Nos miramos y sonreímos. ¡El placer sería mutuo!

Bruno entraba con cuidado.

-Si te duele me dices. No quiero hacerte daño.

-Estás muy bien. Me gusta. –Me sonrió lamiéndose los labios. Entendí que quería.

Bruno nos miraba, con la boca entreabierta y seguía empujando.

-¡Ya está, toda adentro! –Los huevos de Bruno apoyaban sobre la raja.

Comenzó, muy suavemente a salir.

-¡No la saques! –Myriam pegó un grito.

-No, te recorro, para que te acostumbres… -Bruno entraba y salía, muy despacio…

Yo esperaba que no se olvidara de mí, pero si acababa dentro de su hermana no pensaba reprocharle nada. ¡Siempre habría una vez más! Me acomodé con las piernas bien abiertas, apoyando el culo a medias en el borde para dejarle a Myriam la posibilidad de meter su cabeza. La colocó allí y entonces, mientras aguantaba la arremetida con los hombros en mis muslos, con las manos tomaba mis pantorrillas y con la lengua recorría la vagina.

-¡Ay, no me muerdas! –Myriam llegaba al orgasmo apretándome el clítoris con sus labios. Bruno se rió y el efecto resultó apropiado. ¡Yo también acabé!

-¿Quieres qué siga? –Bruno me miró. Le hice seña afirmativa.

-Dale hasta que puedas. Tengo ganas de acabar de nuevo. –Myriam separó la boca de mi concha y contestó a su hermano. –Cuando no aguantes más clávasela a Katya…

Siguió unos minutos con el saca y pon. Con una mano la sostenía y con la otra la acariciaba. Bruno estaba arrebolado mirando el magnífico culo de Myriam…, realmente perfecto.

-Detente un momento. –Bruno paró de moverse. Me tiré hacia atrás, sobre la cama y puse mis piernas sobre la espalda de Myriam. Esta ahora podía chupar mejor. –Ahora estoy más cómoda.

Bruno reanudó el trabajo. Myriam meneaba el culo para excitarlo más y para sentir el bastón de carne más intensamente. Tendría otro orgasmo, seguramente. Yo también…

-¡Ay guacho, me haces cosquillas! –Bruno había besado las plantas de mis pies. -¡Maldito, me quitas concentración!

Resultaba cómico verlo sacudirse de risa dentro de Myriam. Luego se puso serio. Comenzó a jadear y a controlar sus movimientos. Evidentemente quería que acabáramos las dos antes de sacarla de Myriam para penetrarme. Ocurrió así.

-Aaaahhhh…, otra más… sííí… -Myriam se descargó con su lengua penetrando la vulva hasta el fondo… Me alivié de la tensión al mismo tiempo.

-¡Arrodíllate! ¡Al suelo Katya! –Sentí la urgencia de Bruno.

Me puse tal como lo pidió y me la enterró sin prolegómenos ni alternativa. Sentí la penetración profunda, hasta el útero. Bruno estaba de rodillas, tras de mí. Hizo poner a Myriam a su lado, agachada, para poder lamerle el orto mientras me clavaba. Enterró la boca en el culo de su hermana y la pija en mi concha. ¡El sacudón fue impresionante y la cantidad de semen también! ¡Casi caigo de cabeza contra la alfombra! ¡Cómo aguantó, pobrecito! Los gemidos de Bruno fueron apagados por las nalgas que se apretaban contra su rostro. Los míos y los de Myriam no tenían control. ¡No daba más! Cuando se ablandó pude levantarme. Las piernas me temblaban. Me desplomé sobre la cama cual larga era.

-¡Cuelga las piernas en el borde, por favor! –Era Myriam quien suplicaba.

Se arrodilló para beber lo que había quedado dentro mío. Bruno, a su grupa, hacía otro tanto, en su ano y en su vulva. ¡La fiesta había concluido! ¡Ni tiempo para recuperarnos! El reloj marcaba las seis de la tarde. Los padres llegarían en minutos. Tomamos las tangas y corrimos al dormitorio de Myriam. ¡No podíamos ni bañarnos! Nos limpiamos como pudimos, nos vestimos, arreglamos nuestros cabellos… y nos perfumamos bien, como para que no se perciba el olor a sexo. ¡Nos besamos, felices… y nos relajamos! ¡Cuántas maravillosas tardes seguirían a esa!