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Guía de sombras (17)

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GUÍA DE SOMBRAS (17)

-¿Qué le estaba contando?

-Como Sofía había decidido seguir haciendo el amor con usted esa madrugada…

-Ah… sí. Bueno, practicamos todos los acoplamientos posibles. ¡Todos! Parecía que ella sabía cuando yo estaba a punto de… eyacular… pues me pedía que aguantara… que quería cambiar… de otra manera, otra pose… Tenía que hacer extraordinarios esfuerzos para evitarlo, incluso pensar en otra cosa a veces… Acabamos igual que la primera vez… Al anunciarse el orgasmo su boca mordió frenética mi boca, enlazándose con sus piernas, que nunca supuse tan poderosas y firmes, a mi cintura, sus brazos ciñeron más fuertes mi espalda, clavándome las uñas… pero el dolor no lo sentí hasta más tarde… Estaba totalmente agotado y Sofía no me soltaba. Quedamos en silencio, desfallecientes. ¿En qué pensaría? Yo estaba convencido…, en ese momento me convencí, que sería la última vez…

-Sin duda Sofía lo había decidido así.

-Sí, efectivamente. No me lo dijo, pero su actitud me lo dio a entender. No dije nada, por supuesto. Ella me había dado mucho más de lo que yo hubiera pretendido… ni siquiera supuesto nunca. No tenía ningún derecho a pedir nada. Me besó suavemente y me corrió con sus manos. Fue al baño sin ningún comentario. Salió con un nuevo desabillé, más discreto, sin exhibir nada… «¿No vas vos?» «Si, claro.» Me levanté y me dirigí hacia el baño. «Ahora te alcanzo la ropa.» No quería que saliera desnudo. Golpeó con discreción y entorné la puerta. Me sonrió cuando me entregó la ropa, pero había en sus ojos esa mirada desde muy atrás…, creo que muy triste en ese momento… no sé… Así me pareció. Me sentí mal. ¡Quería salir corriendo! No sé porqué. No había ningún motivo. Cuando salí, Sofía estaba vestida y la cama nuevamente ordenada. Había tomado el espejo para ponerlo donde estaba. «No sabía que era tan pesado.» ¿Me estaba diciendo qué nunca lo había usado? Entre los dos lo pusimos en su lugar. Todo estaba en orden. «¿Vamos?» Miré el reloj con disimulo, eso creía. «Son las siete y media…» «Bueno, vamos. Lo que tu digas…» Salimos por donde entramos. El mismo proceso que al entrar. Me indicó que no me moviera. Bajó a abrir el portón, luego a cerrarlo y nos fuimos por donde habíamos venido. Sofía rompió el silencio. «Perdóname que no te haya invitado a desayunar…» «Sí, comprendo. Es tarde.» «No, no es por eso. El tiempo no me importa.» ¿? «¿Lo comprendes? No quería demorarme más en la casa…, no por ti…, por mí.» «Sí, comprendo.» En realidad no entendía nada. En ese momento no entendía nada. Luego, la verdad, tampoco me hice demasiado problemas. Había entrado en crisis con mi carrera y estaba pensando en abandonarla. Tal vez haya sido lo que hundió todo esto. Sofía me preguntó dónde quería yo que me dejara. «Donde quieras. Donde te sea más cómodo y seguro… para vos, claro.» Estaba lejana, como ausente. ¿Por qué será que tantas relaciones sentimentales mías hayan terminado así?

-Porque usted nunca tomaba ninguna decisión. Siempre deja que resuelvan otros.

-¿Y qué podía resolver yo aquí? Es más. Creo que procedí correctamente al no pretender nada de Sofía. La hubiera puesto en un apriete gratuitamente.

-¿No se le ocurrió pensar que a ella le hubiera gustado que la apretara?

-¿Y cómo? ¡No le iba a pedir que se casara conmigo!

-Pero… es probable que le hubiera gustado oírle pedir que se volvieran a ver. Aunque ella tuviera que decirle que no. Las mujeres a veces necesitamos tener que decir que no. Es parte del juego de la seducción. ¡Usted se deja seducir y luego se queda lo más tranquilo! Es demasiado ombliguista…

-Le aseguro que en este caso no dije nada para no molestarla o comprometerla. También puede ser que no me gustaría oírle decir que no. ¡Nunca me gusta que me digan no! ¿A quien le gusta? Ahora que lo pienso… pero es un poco tarde ¿no? Si le hubiera comentado que abandonaba la carrera y me pasaba a arquitectura, se hubiera sentido más tranquila, digo…

-No, no es eso. Por todo lo que me relató, por la manera que se comportó Sofía, por lo que le dijo, creo que la cosa iba más allá…, otra cosa.

-¿Cómo?

-Bueno…, por lo que me dijo. ¿Recuerda? Cuando le habló al oído…, usted estaba dormido. Ella le dijo que lo amaba…

-¡Es una suposición gratuita!

-No. Conozco a las mujeres un poco más que usted. No tendría nada de raro que fuera así. Y lo que hizo luego, con el alejamiento lo confirma. No le habló más en forma personal ¿no es cierto? En la facultad, digo.

-No, jamás. Es cierto. Pensé que estaba molesta por algo… o que no quería despertar ninguna sospecha…

-No quería volver a tenerlo cerca, no quería aflojar, volver a desearlo, eso es lo más probable. Se sentía molesta con ella misma, no con usted. ¡Cómo podría llegar a enamorarse de un chico de veinte años! ¡Una locura! Eso era lo que pasaba por su mente y eso era lo común por entonces. Ahora también sería complicado, pero menos obligado a ocultarlo… Por eso le digo que no tiene nada que ver que se haya cambiado de carrera. Si su interés fuera solamente acostarse con usted y pasar una noche de placer, podrían seguir encontrándose. Como fue una vez podrían haber sido otras. Sofía se enamoró, por eso no quiso que fueran más. Se sentía culpable y humillada.

-¿Humillada? Si en ningún momento le falté el respeto ni le propuse u obligué a hacer algo que ella no quisiera… Es más, ella era la que iniciaba todo…

-Justamente por eso. Tenía vergüenza ante usted y ante ella misma. Lo que comenzó como una noche de sexo se convirtió prácticamente en una orgía…

-¡Ehhh… no inventamos nada que no existiera ya!

-A sus ojos me refiero. Todo lo que hizo con un muchacho prácticamente desconocido, y quien además ni siquiera se ocupaba de enterarse de sus propias cosas…, bueno, no resulta muy edificante… ¿Usted creyó en algún momento que Sofía era tan devoradora con todos sus alumnos…?

-No, en absoluto… Es narcisismo lo mío, claro. ¡Sólo se entregaba a mí! Nunca pensé otra cosa.

-¿Por qué? ¿Era frecuente eso para usted?

-¡No! ¡Ni por la tapas! Pero en ningún momento, antes ni después pensé que Sofía se encamaba con cualquiera que le echara el ojo. Para nada. ¡Ni se me ocurrió!

-¿Por qué? ¿Qué le hizo pensar que era así?

-No, nada. Nada me hizo pensar en eso… Es al revés, en realidad. Ni se me ocurrió pensar que fuera de otra manera de lo que era. Que era yo, que estaba conmigo, bueno. Ya le dije, mero narcisismo. En ningún momento, luego tampoco, por supuesto, pensé que no me daba más bola, porque ya había encontrado a otro, o algo así. Ni me lo plantee…

-Pero no me contestó. ¿Por qué Sofía no le hizo pensar en ningún momento que era una calentona que se acostaba con todos los alumnos que le gustaran? Porque si era tan atractiva no le faltarían proponentes o candidatos… para seducir, digo. ¿Entiende lo que quiero decir? Estoy hablando de usted, no de ella. ¿Por qué por su mente no pasó nada de eso?

-¿Y usted me lo pregunta a mí? ¡Qué sé yo!

-Porque usted es, justamente lo dijo, narcisista, ombliguista. Sus mujeres son sólo para usted y no existe ninguna competencia. ¡Por eso no es celoso! Porque ni le importa que tengan otros, o se vayan con otros. Usted lo dijo en algún momento. Si no están conmigo es que no me merecen. ¡Es el colmo del narcisismo!

-¿Y qué quiere que haga? Después de todo, eso impidió que me haga demasiado mala sangre…

-Claro. Usted supone que una mujer lo puede dejar por algo que usted hizo mal, pero no porque le gusta otro hombre…

-En una de esas es una mera coraza, para disimular mis debilidades…

-¿Por qué no se le ocurre que puede ser probable, o ne-ce-sa-rio, que su esposa requiera que la cele, que la conquiste?

-¿No le dije que así como tuve que inventar supuestas aventuras para que no me traté de mentiroso, tuve que inventar celos, también?

-No digo que invente nada. ¡Qué lo sienta!

-No sé. Eso es más difícil. Ahora no tengo ganas de nada de eso…

-Bueno, veremos que pasa…

 

-Mire…, oiga digo. Hace unos días me enteré de algo que ignoraba totalmente. Tal vez sirva para que no piense que soy un ombliguista.

-¿Hace unos días?

-Sí, justo. No se lo conté porque estaba con lo de la profesora. En realidad me olvidé. Si no me hubiera dicho lo de recién, ni me hubiera acordado…

-¿Qué fue?

-No recuerdo porque motivo estábamos hablando sobre el tema de la seducción con mi mujer y una pareja amiga. Allí me enteré que una amiga de ella, una compañera… ¿recuerda cuando le hablé del tema de ese trabajo que hicieron en Corrientes? Cuando mi esposa hizo una escenografía para una presentación en un teatro de Corrientes…, bueno, esa chica. Mi esposa había venido muy enojada porque ella se había intentado bajar a todos los tipos que encontraba…, bueno, probablemente se acostó con varios…, digo, eso creo, mi mujer no fue muy clara al respecto… Bien, cuando preparaban el trabajo, quisieron que yo fuera a la casa de ella con otra amiga a armar la parte poética-musical, para decirlo de alguna manera. Mi esposa se quedó en casa haciendo los telones. Fuimos con la chica que leería una poesía con la música que la otra había elegido para bailar, o para hacer la danza expresiva, o algo así. Bueno, querían que yo hiciera el montaje sonoro, la combinación de los temas para que sonaran bien, lo más coherente posible…, bueno eso pensé que sería. Ella tenía un excelente equipo de audio, la bailarina, digo, y fue lo que hice. Música, poesía, danza, los telones apropiados, todo muy piola… y original, por entonces. Era 1984…, 85, creo. Quedó muy bien. Bueno…, la cosa fue que ahora me enteré que, según le contó la otra amiga, la que leyó la poesía, la bailarina había intentado seducirme… ¡y yo ni cuenta me di! ¡De eso me enteré casi veinte años después! ¡Qué pelotudo! ¡Y usted dice que soy ombliguista!

-¡Pero eso es propio de usted! No se dio cuenta porque estaba interesado en un trabajo intelectual. Me lo imagino… ¡totalmente metido en la música! Todo lo que pasaba alrededor carecía de importancia. Su objetivo era otro, no levantarse a la amiga de su esposa…

-Pero ya le dije que no me dedicaba especialmente. Pero si venía… venía…

-Claro, pero el objeto de su interés es usted mismo, simplemente… No le dije que era narcisista solamente con las mujeres… ¡lo es con todos! Eso es lo que pasa… ¿Y cómo sabe que su mujer no pensó que realmente ella lo había seducido? ¿Cómo sabe que usted, efectivamente, se hizo el desentendido pero que en algún otro momento no se acostó con ella? ¿Y si lo que le dijo sobre lo que pasó en Corrientes era para que usted pensara que a esa chica todos le venían bien y no era usted el único?

-Claro…, no se me había ocurrido…

-Tal vez en Corrientes no pasó nada y sólo fue para molestarlo a usted…

-Puede ser…, claro. Eso no lo había pensado…

-¿Y si se hubiera dado cuenta del intento de seducción…, que hubiera hecho?

-Bueno…, no lo sé. Realmente no lo sé. Eso pasó… hace mucho tiempo. No puedo decir cual era mi situación afectiva-sexual o de calentura por entonces. Sucedió lo que sucedió, otra situación no puedo imaginarme. Lo pasado, pisado ¿no?

 

-¿Sabe qué me llama la atención…? Usted da muchos detalles de algunas situaciones… y de otras se calla.

-No. Doy detalles porque me lo pidió… y porque me acuerdo. Si no me acuerdo no hablo. No voy a inventar…

-No es eso. Casualmente, casualmente, lo que me llamó la atención es que no diera detalles sobre su relación con… quien llama Ella…, con Isabel… y con la Nena…

-¿Cómo que no di detalles? Le conté todo lo que me acuerdo. Lo que pasó, lo que hablamos…, si me acuerdo. No le puedo contar todo lo que hablé con Ella…, estaría tres meses… y eso resumiendo. Con Ella nos la pasamos hablando, meta hablar…

-No me refiero a esas conversaciones, me refiero a los detalles de las relaciones, las sexuales, las referidas al sexo y al erotismo. Usted la tiene muy clara en otros casos. ¿Por qué no en estos? A eso me refiero… y justamente en los casos…, con las mujeres con las que parece tener mayor deferencia…, para llamarlo de alguna manera…

-Bueno, pero… si con Ella no pasó nada… nada de lo que yo quisiera que hubiera pasado…

-Si… pero hubo prolegómenos… ¿no? ¿Cómo se acercaron al sexo? No me lo contó. Y en el caso de la Nena me contó los prolegómenos… pero no cómo lo hicieron… y tampoco con Isabel…

-Con Isabel no hubo prolegómenos…

-Pero sí con Ella. Además cuando estuvieron solos, en una cama me refiero, usted no utilizó ninguna de las cosas que sabía hacer… ¿No quiso o no pudo?

-No quise ni pude. La situación no se prestó para eso. Estabamos muy mal, eso es lo que pasó. Si quiere decir que me regodeo en recordar las cosas lindas…, bueno, es cierto. Los que son tristes recuerdos ¿para qué? No vale la pena…

-Todo vale la pena. Si no fuera así ¿qué sentido tiene hablar de usted, de toda su experiencia sexual? Lo que le sucede ahora puede venir de sus fracasos, no de sus éxitos… ¿Está claro?

-Pero… no entiendo. Si es así hay muchos fracasos, muchísimos fracasos, muchos más que lo que usted llama éxitos. La cuestión es que los fracasos… son las decenas de veces que me quise levantar a una piba y no me dio bola. Así de simple. La cuestión pasajera… al primer beso, a la primera apretada… chau, si te he visto no me acuerdo. Hay un montón de casos así. ¡Pero es qué tampoco me importan! No me crearon problemas ni frustraciones. Lo que pasaba, pasaba…, y a otra cosa. A la que le propuse ser mi amante y no quiso. La que se enojó porque pasé por su ciudad rumbo al IVº Congreso, en Córdoba, y no me bajé ni para saludarla. Las que no querían dejar el baile para ir a franelear por ahí… hay un montón así. Las que se ofendían porque les tocaba una teta… que sé yo… ¡Hay un montón! No me interesaba salir con una chica para hacer el novio. Unicamente me interesaron aquellas de las que le hablé. O las que, por alguna razón, me engancharon. Luego, de adulto, como decía mi compañero, no me dediqué.

 

-¿En qué piensa?

-¿Sabe que esto había quedado oculto? Se me pasó totalmente por alto, y fue cuando tenía 16 años. Ni en la lista que le dije, ni en ninguna parte de mi memoria había aparecido hasta ahora. Raro. No sé porque. Bueno, es así.

-¿De qué se trata?

-Es que… nuevamente son dos…, sí nuevamente.

-¿De qué se ríe?

-Es que me acuerdo del sketch de Les Luthiers…, el que andaba tras la abuela, para conocer a la hija y acostarse con la nieta. Algo parecido. Sucedió así, más o menos. No recuerdo porque motivo acompañé a un amigo a la casa de una familia conocida de él, supongo que a buscar algo, no me acuerdo. Tenían una hija, de mi edad…, bueno… en realidad tenían dos. En ese momento conocí a una. Muy linda, lindísima. Aunque medio tontita, eso creía yo, por lo menos. Por entonces yo era tan soberbio que siempre pensaba que los demás eran tontos, sobre todo las chicas de mi edad. Pero de todas maneras me gustó, estaba buena y le causé buena impresión. De eso me di cuenta. No me acuerdo si por entonces andaba con alguna…, de todas maneras no me importaba demasiado. Solo sé que en ese momento no tenía ningún amorío…, pero me acuerdo que no quería dejar mal parado a mi amigo, y a sus padres, que eran amigos de la familia. La cuestión es que le dije que me gustaba y que quería verla de nuevo. A mi amigo, digo, no a ella. Inventó una nueva visita… y allí fuimos. ¡Y apareció la hermanita! 13 años… ¡un bombón! No sé si alguna vez se lo dije, pero como todo chico yo tenía mi amor imposible, de esos que se conocen en el cine, en una pantalla, y asume la forma de la mujer que uno quisiera tener. Esa era Marina Vlady, la de "Antes del Diluvio", "La bruja", esas cosas. ¡Esta chica era igual! ¡Igualita! No lo podía creer.

-No vi esas películas…

-Es que usted tiene 15 años menos…

-Pero la vi más grande, una señora… Estaba un poco gorda… No lo digo para desmerecer…

-Si ya sé. Yo también la vi, en algunas películas de los ochenta, creo. No crea que me desilusioné demasiado. Los años pasan para todos. Pero la imagen de entonces era… casi etérea. Bueno… era la imagen de la pantalla. La cosa es que quedé obnubilado, medio estúpido. Y lo peor es que… no tenía la menor idea de cómo zafar de la hermana, no quedar mal con la familia y no joder a mi amigo. En otro caso podría haber arreglado con él que se agarrara a la mayor… y yo me ocupaba de la hermana. Pero en este caso no podía ser. ¡Estaba listo! ¡Justo cuando encontré lo que buscaba!

-¿Y la hermanita no era tontita?

-A eso iba. Para peor parecía más piola que la mayor. ¡Y a mí se me había ido totalmente la calentura con la más grande! De eso sí me acuerdo. Cuando la conocí a la otra perdí todo interés por la primera. Sólo tenía ojos para ella. Pero pensaba que no podría desairar a una sin perder a la otra. Bueno, para hacerla más corta, si salía con la mayor estaba listo con la segunda. Era lo único que tenía claro y no sabía como hacer, porque era obvio que yo había regresado para salir con ella, y no con la hermana. No sé si me explico.

-Entiendo. Perfectamente. Y la hermanita también sabía que usted estaba allí por su hermana. Y a usted a ahora no le gustaba la que supuestamente era el motivo de su presencia allí. ¿Sí?

-Exactamente. Lo más sencillo hubiera sido desaparecer y listo… ¡y me perdía a las dos! Para mí la situación era la siguiente: con las dos no podía andar, por consideración a la familia de mi amigo, no quería que anduvieran diciendo que yo era un degenerado o algo así. Tampoco podía andar a las escondidas de una u otra, pues estaba seguro que la menor estaba allí porque la hermana le había dicho que viniera a conocer al muchacho que le gustaba. Bueno, me quedaba salir con Clara y pensar en Sarita para calentarme, y hacerle los cumplidos a la mayor. Aunque sea eso, y después veremos. Y eso fue lo que hice. Salí un par de veces con Clara, fuimos al cine, a pasear, besos, abrazos, caricias…, esas cosas, pero no más. Tampoco había oportunidad. No era fácil por las calle en ese entonces, además el barrio en que vivían era muy paquete y no como el mío que estaba lleno de baldíos abandonados. Y así fue, hasta el día en que hubo una confusión, que creo que provoqué a propósito. Había quedado en pasarla a buscar a una determinada hora y fui como una hora antes. Creo que con la secreta esperanza que no estuviera o que sé yo, irme, no volver…, ver a Sarita si se daba. Que sé yo. Y resultó. No estaba Clara, pero sí la hermanita. «Clarita todavía no llegó. Hoy iba a inglés.» «Ah, cierto, me había olvidado.» No era cierto pero…, bueno…, esto y aquello… «¿Y vos como andás?» «Bien ¿y vos?» Todo eso. Estábamos en la puerta de la casa, un hermoso chalet con un jardín adelante. «Vení, pasá y esperala adentro.» Como ya había ido varias veces ni siquiera pregunté por los padres. Los suponía adentro, por lo menos a la madre. «¿Tu mamá? Así la saludo.» «No está, viene más tarde.» ¿Y ahora que hago? «¿Querés tomar algo?» Esto y lo otro. «¿Cuántos años tenés?» Yo lo sabía, pero de alguna manera quería llevar la charla a algo personal. «Trece.» «Estás muy linda.» Yo le estaba diciendo "estás muy bien…" y ella lo entendió así. Se sonrió. «No digas esas cosas.» «Sos todo un minón.» Yo quería ser grosero, casi a propósito, para que se sintiera más mujer. Largó la carcajada. «Sí, de veras. Volvés loco a cualquiera…, a mí también.» Había dado en la tecla, se sintió halagada. «Vos no podés decir nada. Estás ocupado.» Yo sabía lo que quería decir, pero me hice el sota. «No, que va. Ahora tengo tiempo.» «Pero…, no digás cosas…» «No me digás vos que no tenés muchos novios.» «No. No tengo.» «Sí que tenés, seguro, un montón. Una mujer como vos no puede dejar de tener diez galanes atrás.» «¿Si vos lo crees?» Se había puesto colorada. «Claro, estoy seguro.» Tal vez pensó que si reconocía que tenía novio yo iba dejar de abordarla…, pero optó por otra estrategia. «Pero…, yo soy más chica que Clarita.» Ahí entró en el terreno que yo quería. «Pero la verdad… que parecés, por lo menos igual, no más chica. No se lo digás. Pero tenés el cuerpo más… desarrollado.» Estaba caminando sobre clavos… que se estaban doblando. «No, vos que sabés.» «Bueno, me lo imagino.» «¿Acaso nos viste desnudas, acaso?» «No, pero lo imagino. Yo tengo mucha imaginación, pero con vos no se necesita demasiado.» Como no quiere la cosa, nos habíamos sentado juntos en un sofá. Se había olvidado de "tomar algo…" Sarita miró de reojo un reloj que estaba en la pared. «Pero si recién hace cinco minutos que estoy. ¡Falta un montón!» Ella sabía a que me refería. «Vos le gustás a Clarita. No te hagás el vivo.» «¿Y por qué no me podés gustar vos también?» Me miró fijo y no bajó los ojos. Algo en su mirada me dijo que podía… y pude. Le tomé la cabeza entres las manos y la besé. No ofreció ninguna resistencia. Y aunque al principio no respondió a mi beso, solo puso su boca, cuando comencé a entreabrir los labios con mi lengua abrió la boca y me respondió con todo. La resistencia estaba vencida y ahora era el momento. Comencé a acariciarle lo que podía, lo que tenía más a mano… y se entregó. Los pechos, las nalgas, las piernas…, llegando hasta su pelvis. Sarita se acomodaba para que me fuera más fácil. Nos tiramos sobre el sofá y cuando traté de sacarle la bombacha me paró. «No por favor, ahora no.» «Pero es que no va haber otra oportunidad.» «Pero tengo miedo, no quiero.» «No te la meto, te la pongo entre las piernas, nada más. Dejame.» Ese hice. Abrí la bragueta y me descubrí, mientras trataba de acariciarla para que aflojara y abriera bien sus piernas. Me moría de ganas. En cualquier momento me venía e iba acabar afuera. Así fue en realidad. Había introducido un dedo en su vagina, y trataba con la otra mano de conducir el pene hacia ella. Antes que la pudiera penetrar llegó al orgasmo y yo acabé en su bombacha. Quedó muy avergonzada. Temblando. «Esperá, me voy a limpiar.» Me acomodé y me quedé sentado esperando. En realidad yo no me había ensuciado nada, pues todo el semen había ido a su ropa. Vino muy turbada. No me miraba a los ojos. «Nunca me hicieron eso.» «Cómo…, ¿nunca te acostaste con un chico?» Se lo dije como si fuera lo más común del mundo, algo natural y que yo me las sabía todas… «No, de veras. Tengo miedo. Pero bueno, no me veas más. Andate ahora.» «¿Y Clara?» «Yo le digo que viniste y me avisaste que no podías quedarte. Que no sabías que ella no iba a estar.» Esto sucedió al final de la primavera de 1955. Me acordé por lo que sucedió luego.

-¿Luego? ¿Y entonces?

-Así fue. Nada más. El 14 de diciembre viaje a Ushuaia…

-¿A Ushuaia?

-Sí, a Ushuaia. ¿Raro, no? Bueno, para todos fue raro, para mí también. El 14 de diciembre me iba a encontrar a la tarde con Clara. El 13 a la noche me enteré que al día siguiente, a la mañana, salía para el sur. Una bomba. Ni me lo esperaba…

-¿Cómo fue eso?

-Bueno… fue. No le voy a decir como ni porqué. Fue así. En verdad, ni me acordé de esa cita. A esa hora estaría volando por Comodoro, creo… Fue una odisea. Me sentía como un piloto de la RAF volando en un bombardero de la segunda guerra mundial. Y era algo así. El avión era un DC3 de dos hélices, que se movía para todos lados. Ni siquiera era de pasajeros. Carga y yo, y dos o tres personas más. No me acuerdo. ¡Y paraba en todas! Bahía Blanca, Trelew, Comodoro, Río Gallegos, Río Grande… Lo mejor ocurrió cuando estábamos llegando. Tenia un reloj que me había regalado mi hermano mayor. Me fijo y eran las diez. De la noche, supongo. ¡Era de día! Después lo supe. Allí en verano los días son larguísimos y en invierno muy cortos. En los últimos días de diciembre y en los primeros de enero no oscurece nunca, y yo no podía dormir, porque no sabía cuando era de noche y cuando de día. Pero pasó. La cuestión, como no podía ser de otra manera, sino no lo estaría contando, conocí a una chica. Algo menor, creo que quince. También una ricura. Rellenita. No digo gorda, sino que tenia de todo y todo muy bien puesto. Incluso mejor que Clara. Y…, como pasa siempre que llega un forastero, "este es para mí". Con las chicas pasa lo mismo. Claro. Llega una nueva al barrio, o de paso, y todos se van al humo. Por suerte esta chica estaba muy bien y me gusto inmediatamente…

-¿Por qué, sino no le daba bolilla?

-Ah, no sé. Bueno, no le voy a ser asco a nada si ando falto de combustible. Todo vale. La cosa que enganchamos inmediatamente… pero en los tres meses que estuve allí no hubo una sola oportunidad de estar solos. Nunca, ni por casualidad. No había caso. A sol y a sombra. Hasta en el cine estábamos acompañados. Solo besos y caricias furtivas, nada más. Y no porqué no quisiera. Nada de eso. No hubo una sola, solita oportunidad…, un desastre. Hasta el día en que me fui. Igual que cuando fui para allá, o peor. A la mañana temprano tuve la noticia. «Dale, levantate que te vas.» «¿Cómo?» «Dale, apurate.» «Pero…» «Andá a saludar a los vecinos.» Por lo menos eso. Así fue. Estaba en la cama durmiendo. Pero no crea que me metí en la cama. Ni a la pieza entré. La mamá le avisó. Se levantó con un baby doll, transparente y liviano. Casi me vuelvo loco. Vení, me dijo. Ahí nomás nos metimos en el baño. Con la puerta entornada, claro. Por lo menos para despedirnos nos dejaron solos. ¡Menos mal! Cuando la abrace ardía, ardíamos. Sentí todo su cuerpo, desnudo bajo el camisón. No había posibilidad que nos vieran. Se lo levanté, desenfundé, nos acomodamos y se la metí. Ni cinco segundos, que sé yo. Lo más rápido de mi vida. Terminamos a los sacudones y más secos que nunca. «No te olvidés de mi.» «Por supuesto.» ¿Qué otra cosa iba a decir? Bueno, fue como la mona. Me quedé con más ganas todavía. En fin, así fue.

-¿No la volvió a ver?

-Sí, muchos años después. Una señora gorda, casada, con tres hijos, igual que yo, claro. No iba a seguir siendo Brad Pitt.

-¿Y no hay más?

-No ahora no. Nada más.

-No se acordaba por que no resultó.

-Supongo que por eso.

-Al final fueron bastante más que diez.

-Pero estas no cuentan. Son fracasos, o casi.

-¿Fueron los únicos fracasos?

-No, bueno, hubo muchas otras pero no pasaron a mayores, creo que le dije, solo franela, caricias y nada más, por una cosa u otra, porque no me animé en algunos casos, supongo, bueno. No pasó nada. Ni las cuento. De las que efectivamente estuve enamorado…, de esas sí le hablé. Las demás no existen.

-Está bien. Pero volvamos a lo que le pregunté. ¿Por qué faltan los detalles que faltan, de su relación con Ella, Isabel y la Nena? A eso voy.

-¿Qué es lo que falta?

-¿Empezamos de nuevo? Los prolegómenos en algún caso, y el sexo en otros.

-Es que… bueno, me cuesta. La verdad, me cuesta. Sí. Es probable… que tenga más… deferencia. Es lo que pasa. Creo que se lo dije. Es como si estuviera violando algún secreto.

-Acá se viene a violar secretos. A eso vino.

-Trataré. Con Isabel no hubo ningún drama. Estaba sorprendido, al principio, digo. Yendo en el taxi al hotel no hicimos ningún comentario. Nos tomamos de las manos… y así llegamos. Me dio el dinero discretamente y pagué. Ingresamos, se quedó a un costado, pedí la habitación, me indicaron el lugar y fuimos abrazados. Siempre en silencio. Estabamos de acuerdo en no hablar del pasado… ni del futuro… Solo existía ese instante, nada más. Nos besamos, nos acariciamos y comenzamos a desnudarnos. Era una ceremonia sagrada, tierna… y erótica. Cada centímetro de su piel, anhelantemente dulce, lo tuve en mis labios. No teníamos ningún apuro. Se entregó totalmente a mis caricias y mis besos… y me respondió de igual manera. ¡Isabel era toda una mujer! Le pedí bañarnos juntos. Era la primera vez que yo lo haría con una mujer. Aceptó y fuimos a la ducha. Fue como si nos hubiéramos sacudido la angustia. Jugamos y nos reímos, al fin. Froté el jabón por sus pechos, pequeños y duros, por su pelvis, le acaricié la vulva, los glúteos… y ella hacia otro tanto. Cuando me enjabonó el pene le pedí que se diera vuelta y se inclinara hacia delante. Lo hizo… y la penetré. La sujeté de las ingles y ese fue nuestro primer climax. Nos besamos en todo el rostro mientras corría el agua sobre nosotros. No dijimos nada. Nada de palabras dulces, de amor…, nada. Ninguna referencia a lo que estaba pasando. Nos secamos y nos acostamos. Nuevamente las caricias y los besos. Abajo y arriba. En cuclillas, aupados, sentados sobre la cama, bebiendo cada instante. Una, dos veces más. Isabel siempre con los ojos cerrados. Yo no. Quería dejar esas imágenes, esa imagen de la Venus de Boticelli, eternamente en mi memoria. Cuando nos quedamos abrazados, no sé cuanto tiempo después… las lágrimas se deslizaron por las mejillas de Isabel… y yo también comencé a llorar. No lo pude evitar. ¡En la garganta tenía estopa! Nuevamente en silencio, Isabel se levantó, tomó alguna ropa y fue al baño. ¡Nunca más la vería desnuda! Cuando regresó tenía el cabello recogido, puesto los pantalones y el corpiño. Yo también me había vestido. Fui al baño. Sabía que cuando saliera… todo habría terminado. Fue así. Eso es todo.

 

-Así fue. No tengo otra cosa que decir.

-Está bien. No diga nada.