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Guía de Sombras (5)

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Guía de sombras 5.

-Me llama mucho la atención como recuerda tantos detalles.

-No es así. En estas últimas semanas…, pero fue en realidad a partir de la fractura del peroné y el reposo obligatorio…, comencé a rebuscar en mi memoria todos estos acontecimientos, porqué tomé la decisión de realizar este tratamiento. En esos momentos, no tenía otra cosa que hacer que pensar…, no me interesa ver televisión, no me podía concentrar en los libros… y la música siempre me ayudó a pensar. ¿Por qué no, entonces, hacer un repaso integral de mi vida sexual, dado que ese es el problema que tengo? O el problema que tengo y que yo podría solucionar. Los otros, los económicos y profesionales, estoy convencido que no están en mis manos, desgraciadamente. Le confieso que mi reflexión estaba encaminada a una autoterapia. No pensé en principio en apoyo externo. Ya le dije que no tengo buena experiencia en el tema. Pero la situación era distinta. Al fin llegué a la conclusión que solo no podía hacer nada… y mi esposa no iba a hacer nada por mí en este tema. Ese es le punto. Tal vez me muera mañana. Tal vez dentro de treinta años. No quiero dejar de aprovechar vivir de todas maneras si es que físicamente estoy en condiciones. Y creo que lo estoy. Por el momento su ayuda pasa solamente por escucharme… ya me di cuenta.

-Usted se siente muy cómodo hablándome. Solamente algunos instantes ha tenido dudas. Creo que ya sabe todo lo que me piensa decir. Casi no tiene incertidumbre. En este caso yo solo siento ser un espejo de usted mismo. A veces me pongo en su propia piel, para tratar de asimilar sus sensaciones. No es común que me suceda, pero es así. Quiero que se sienta plenamente convencido que le hace bien hablar, y quiero que sienta confianza.

-Le agradezco. Me hace sentir bien…

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-¿Que sigue luego?

-Luego… ese año no pasó nada, por suerte. No me mudé y estuve en una sola escuela, cerca de donde vivíamos. Mis padres, sobre todo mi madre, estaban dedicados completamente a mi hermano. Supongo que eso me habrá traído algún conflicto, eso dicen ¿no? En Navidad, como siempre, regresamos… no, no regresamos…, por primera vez fuimos de visita a nuestra ciudad. Nuestra mudanza y establecimiento en un solo lugar parecían definitivos. En esta oportunidad, el 25 de diciembre, con gran alegría de mi parte, fuimos a visitar a los vecinos de nuestra antigua casa, que mi padre había, al fin, resuelto poner en venta. Allí estaban Cachi, Mecha y Gladys, quienes se pusieron muy contentas. Almorzamos con ellos y nos quedamos hasta la cena, también. Al atardecer resolvimos jugar a las escondidas, cosa aparentemente estúpida para chicos de nuestra edad pero, tal como se le había ocurrido a Cachi, nos permitiría escondernos a dúo, primero con ella y luego con Mecha. La que salía perdiendo era la menor…, quien siempre tenía que buscarnos. Así se alternaban en estar conmigo en algún rincón, con besos, caricias y todo lo demás que fuera posible, le levantaba las polleras, me abría el pantalón, le ponía el pene entre las piernas o las nalgas, le metía un poco los dedos, ellas me masturbaban rápidamente, todo de apuro, pero nos divertíamos y las chicas actuaban de campana una de otra, sin ningún drama, antes que llegara Gladys a descubrirnos… piedra libre…

Nunca más volví a verlas. Un par de años después, en que fui hasta la casa para encontrarlas… se habían mudado… y no me animé a preguntar adonde. Así fue. Al año siguiente, en Navidad, como le conté, fue la primera vez… y luego, hasta 1959, no volví a tener ningún asunto en la ciudad. En 1954 falleció mi abuela… y hasta que mis padres volvieron a mudarse, una vez más, no volví a mis pagos.

-No fue tan terrible su infancia, digamos, en este tema, digo. No tenía primas de su edad… pero no desaprovechó a las amigas.

-Menos mal que las tenía, pues al vivir en Buenos Aires… pasaron tres o cuatro años sin tener relación con chicas de mi edad. Nadie me daba bolilla… o yo era muy tímido, no sé. Ya le dije que pensé que no era así. Hasta hace poco tiempo creía que no había sido así, pero… durante mucho tiempo no pasó nada, no en la medida que yo lo creía… o que me hubiera gustado.

-¿Dijo que no había tenido relaciones con chicas de su edad…? ¿Con quién fue entonces?

-No lo dije en ese sentido… pero parece que usted tiene un sexto sentido. Sí, efectivamente la cosa vino por otro lado. En 1951 terminé la escuela primaria, pero… con una mudanza en el medio. Luego de la venta de la casa de la provincia, mi padre se dedicó a buscar una para comprar. Se decidió por un chalet muy lindo en un muy lindo barrio, el que fuera mi barrio desde entonces…, en realidad el único que tuve en toda mi infancia, adolescencia y juventud. ¡Viví casi siete años seguidos! Una hazaña. Era un verdadero barrio jardín. Originalmente, no tenía calles internas, aunque luego de los sesenta, con el auge del automóvil, todos querían tener su coche dentro del living, por desgracia, y lo arruinaron. Por entonces, cuando yo vivía, se salía de las casas interiores directamente hacia jardines o la plaza, con senderos peatonales y nada más. Para los chicos y los padres era algo absolutamente ideal. Ningún peligro. En síntesis, eran dos manzanas, con una plaza interna y dos pasajes peatonales. Cincuenta y cuatro chalet en cada manzana. Saliendo de mi casa, con un pequeño jardín al frente, hacia la izquierda, veinte metros, estaba la calle que dividía las dos manzanas. Hacia la derecha, otros veinte metros, el pasaje peatonal, hacia el que daban otros chalet. Este pasaje unía las dos calles exteriores que cercaban el barrio. Cómo sería el suburbio, que los pasajes estaban cerrados por molinetes ¡para qué no entraran los caballos! Yo vivía exactamente frente a la mitad de la plaza que correspondía a mi manzana. Una maravilla.

Era primavera de 1952. Un sábado a la mañana. Normalmente los encargos de mi madre me llevaban hacia la izquierda, hacia la calle, en la esquina de la cual, terminando el barrio, estaba la despensa y los otros comercios minoristas clásicos. Ese día, no recuerdo porqué, ¡y nunca lo pude recordar!, salí hacia la derecha, hacia el pasaje. El camino peatonal, como le dije, terminaba frente a otra vivienda, y allí doblaba, o se cortaba, con el otro que unía las calles exteriores. O sea, uno chocaba contra otro chalet… y giraba. Cuando caminaba hacia allí, vi que en el jardín que estaba justo frente al sendero, alguien, agachado, arreglaba plantas, o sacaba yuyos, o hacia algo por el estilo.

Eso fue lo primero que percibí… pero pronto vi… que era una mujer, que no conocía… joven, con una blusa muy suelta…, con un escote muy amplio… y sin corpiño, por lo cual sus pechos lucían espléndidos ante mi mirada golosa… hasta que llegué, levantó la vista y… «¿Qué tal, como te va? Vivís aquí, no?» Todo eso…, y yo paralizado y rojo como un tomate… Balbucí cualquier cosa… y casi salgo corriendo hacia la calle donde me dirigía, repito, sin tener idea por qué. Regresé por el mismo camino… con la esperanza de ver el mismo espectáculo… y no ponerme colorado, ni salir corriendo. Nunca había visto a la joven, veinticinco años, más o menos…, pero a mi edad cualquier mujer de más de dieciséis… podría tener cualquier cosa. Sabía que allí vivía un matrimonio de la edad de mis padres, pero no había visto a nadie más. En este caso, caminando por el sendero lateral, frente a las casas, no se veía quien estaba en el jardín hasta llegar justo al frente. Yo me movía como si estuviera pisando huevos. ¿Estaría o no? Estaba. «Te pregunté si vivías por aqu텻 «Sí, allí, en el tercer chalet.» «¿No querés hacerme un favor?» ¡Cualquier cosa…! Pero no…, fui más discreto «…y sí… ¿Qué cosa?». «¿Me ayudás a sacar los yuyos…? Te pagaré por supuesto. No quiero que pierdas el tiempo gratis.» No estaba yo con ánimo de negarme a nada. Si bien se había parado… y la visión onírica no era tan notable, aunque los pezones se marcaban muy bien en la blusa, el sólo pensar que podía estar a un metro de esas tetas maravillosas, me hacía capaz de cualquier sacrificio… «Voy a dejar algunas cosas en casa…» «Vení prontito…» No supe nunca que cosa había llevado… ni si fui y vine en el aire, caminando, arrastrándome… ¡qué sé yo! A los doce segundos, más o menos, estaba de vuelta. Ni me plantee porqué eso me ocurría a mí. Más adelante me preguntaba por qué no me pasó a los dieciséis o diecisiete años… ¿eh? Y así me puse yo, con mi jardinera del industrial, que me hacía hombre, eso creía, agachado y sacando yuyitos…, nada más que para estar lo más cerca posible de una mujer que no me iba dar otra cosa que la calentura de verle las tetas de cerca…, cosa que yo hacía prolijamente… y ella no evitaba… Así las cosas se le ocurrió que hacía calor y que convenía tomar algo. Calor hacía, por lo menos yo sentía como cuarenta grados, pero no me daba ganas de interrumpir mi visión por tomar un jugo. Pero insistió y fue a buscarlo.

Cuándo se paró en la puerta y me dijo tomá… casi me muero ¡yo no podía pararme! Tenía el pene tan duro que iba a romper el pantalón…, además de una vergüenza interminable. Puse algunas excusas, pero insistió… en que entrara con ella a tomar el refresco. No me quedó otra. Haciendo el ridículo con extraños pasos de baile, para que mi situación se notara lo menos posible, conseguí llegar hasta la puerta de la casa e ingresar al hall. Eran todas muy parecidas, el hall, la cocina a la derecha, el living-comedor a la izquierda y el pasillo hacia los dormitorios y el baño. Había una agradable penumbra y un sillón de tres cuerpos de espalda al ventanal del jardín. Me pidió que me sentara y me dio un vaso. Yo trataba de adivinar en su rostro alguna burla…, algo raro, pero no, me sonreía afablemente, y me trataba con muchísima suavidad, cuando me tomó del brazo para que entrara, cuando me guió al sillón, cuando se sentó a mi lado… A los trece años yo no había estado al lado de una mujer así ni en sueños. Era justo como las que se ven en las revistas, en el cine…, algo de otro planeta…, y eso era lo importante. No puedo reproducir lo que me dijo… si es que algo me dijo. Yo estaba obnubilado, navegando en el espacio… Creo que tenía calor…, ella o yo, no sé. Me desabrochó los tiradores de la jardinera… y se sacó la blusa. Todo, todo al aire, ahisito nomás, a diez centímetros de mi cara… Se me seca la garganta al recordarlo…

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-¿Quiere parar? Seguimos después.

-Entonces no sabía lo que vendría después. Ahora sí. Es raro. No sé que llevó a esa mujer a comportarse así conmigo... ¿Por qué no buscó uno más grande?

-Le gustaban los chicos...

-Es posible, pero raro. Una chica así no tendría problemas de conseguir lo que quisiera. Ahora..., y antes también, dirían que era una corruptora de menores ¿no? Es un mundo al revés. El grandote, el primo de los dos hermanos, también lo era. A mí me importaba un pito que me corrompiera..., ni me preocupaba por ese término. Pero... sin duda..., el otro tipo, socialmente, era mucho más repudiable. Si lo vemos neutralmente, el caso es similar. Tampoco a aquellos chicos les importó nada. Pero si un muchachón se mete con una chica... es piola... y, como me pasó a mí, al final los amigos lo envidian. Si una mujer de veinte se mete con un muchacho de dieciséis... ¡la que se arma! Salvo que el padre lo envidie... Si fuera al revés... el padre quisiera matar al varón, al que se bajó a su hija. O lo peor es el caso de aquellos padres que no les importa demasiado... ¡siempre qué la nena no quede embarazada! Y lo mismo pasa en el caso de los adultos. Un tipo cincuentón se mete con una piba de veinte... y es un héroe..., salvo si tiene plata. Entonces todos dicen que la chica le dio bola por la guita. Si es al revés... "¡mirala a esa... se hace la pendex!" Creo que todo esto es producto de la sociedad machista... y las mujeres hacen lo que pueden por defenderse. La discriminación al homosexual viene también de este criterio. Si no existiera el machismo, tampoco existiría la discriminación sexual. Los hombres y las mujeres usarían su cuerpo como les viene en gana y nadie haría problemas…

-¿Usted no se metería con una de veinte, si tuviera oportunidad?

-Sí... pero es irreal. No existe esa oportunidad. No existe. Si me sucediera algo así yo pensaría que esa mujer anda mal de la cabeza. Por la razón que sea. Por la belleza física, ni hablar. Por cuestiones intelectuales... hay tipos treinta años menores que yo, que seguramente hoy en día pueden dar respuestas a cualquier inquietud, mucho mejor que yo…

-¿Cómo se llamaba esa mujer?

-¿Por qué me lo pregunta? Nunca me preguntó como se llamaban las otras.

-Justamente por eso. Es distinto.

-No sé. No se lo pregunté... y ella tampoco a mí. Nunca lo supe. Último tango en París, ¿no?

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-¿Le volvió la saliva a la boca? ¿Por qué no continúa?

-Fue más de todo lo que yo podía imaginar. «¿Estuviste antes con una chica? Con una chica en serio, como hombre ¿me entendés?» «Sí, por supuesto. Hace un año, en la Navidad pasada.» Pero... «¿Bien, bien? ¡Muy bien!» «Varias veces, durante varios días... y la pasamos fenómeno y a ella le gustó mucho... y a mí también.» Me envalentoné. «Bueno, bueno, me parece bárbaro. Parate.» Me temblaban las piernas. Me bajó el pantalón con calzoncillo y todo. Tenía caído el miembro, por el susto, supongo. «¡Bárbaro, una belleza!» ¿Me estaría tomando el pelo? «Te voy a ayudar para que te pongas bien... y no te asustés. Agarrame los pechos, sin miedo. A las mujeres nos gusta mucho que nos acaricien, ¿sabés? ¡Así se hace!» Me acarició con suavidad y la erección se produjo inmediatamente. «Ya estás a punto. Pero antes te voy a enseñar algo que te va a volver irresistible con todas las chicas.» Sin levantarse se sacó el pantaloncito quedando totalmente desnuda. «Ahora hacé lo que te digo y vas a ver que lindo.» Yo estaba dispuesto hacer cualquier cosa. Me indicó que me agachara delante de ella, que me pusiera de rodillas, sobre la alfombra. Abrió las piernas y las puso sobre mis hombros, alrededor del cuello. «Ahora besame.» Al principio no me animaba. «Dale, no tengás miedo.» Casi me meto de cabeza... y le provocó un gritito de placer. En realidad no sé si era puro teatro. Tampoco lo pensé. Yo le daba besos en la vulva, entre el vello… los pendejos. «¡Muy bien! Así me gusta. Ahora sacá la lengua y metela lo más profundo que puedas. Yo te voy a decir como. Así... ahora hacia arriba… y hacia fuera… ¿ves? ¿Sentís como un pequeño dedito, el dedito de un bebé, una cosita…, como la campanilla de la garganta? Eso es el clítoris, lo que nos hace gozar a las mujeres cuando los hombres son tan inteligentes como vos, y saben hacer las cosa muy bien.» Se tiró hacia atrás, me dijo que la tomara por la cola y apretara y no dejara de pasar la lengua por eso. Comenzó a acariciarme la cabeza y a contraerse y estirarse... cada vez más rápido, gimiendo y suspirando a la vez. Yo ponía toda mi energía en hacer lo que me había dicho… y sentía en la lengua esa cosita... y la lengua y los labios cada vez más húmedos…, hasta que me apretó la cabeza con las piernas... y tuve que contener la respiración para no ahogarme... Entonces se relajó y aflojó..., respiré hondo, al fin. Sentí la boca pastosa, húmeda y cálida. No era un sabor que pudiera identificar. Ni siquiera puedo decir que me gustaba..., pero era... distinto. «Lo hiciste maravillosamente bien. ¡Sos bárbaro!» ¿Y ahora? Porque yo estaba cansado... y no me había pasado nada. El miembro se había bajado y colgaba tristemente fláccido. ¿Qué haría ahora? «Ahora te toca a vos. No me olvido. Parate.» Comenzó a masturbarme..., lo sostenía con una mano, moviéndola, y con la otra me acariciaba los testículos, mirándome sonriente. Cuando estuvo erecto se levantó y se dio vuelta inclinándose sobre el sofá. «Pasamela despacito entre los cachetes de la cola y andá bajando. Cuando llegués yo te digo como hacer.» Me paré y me incliné sobre ella, rozando el pene entre las nalgas, bajando hacia la vulva, mirando el botoncito rojo de su ano. «Agachate sobre mí y agarrame las tetas.» En un momento sentí que me tomaba con dos dedos, como si fuera un cigarrillo y me indicó que empujara. Eso hice y la penetré. Estaba tan excitado que no terminé de entrar cuando ya había eyaculado. «Pobrecito, como te estabas aguantando, sos divino.»

-¿Recuerda todo?

-Sí, eso sí. No me lo olvido jamás. Probablemente las palabras no fueron exactamente así. Tal vez me dijo muchas cosas más. Hablaba casi continuamente... mientras gemía... supuestamente. ¡Qué sé yo! ¡Ni en la peor, o mejor, película porno vi nunca algo así.

-¿Vio muchas?

-No..., algunas, nunca me entusiasmaron demasiado. Cuando estudiaba en la facultad... algunas. Cuando íbamos con mi esposa a los hoteles, luego de casados, para huir un poco de la casa de sus padres, donde vivíamos, no había videos por entonces. Luego, cuando viajamos a Europa, vimos unas pocas. En una época, nos reuníamos ex compañeros de trabajo para cenar y alquilábamos algunas. ¡Para volver a casa y ser cariñosos con nuestras esposas, decíamos! Pero nunca me importaron demasiado. En serio. Es que… bueno. Se sabe que los actores no están para actuar, sino para coger… pero…, bueno, una o dos escenas me pueden excitar, pero luego me aburro. ¿Qué quiere que le diga? No es por moralina, pero no me agrada cuando hay más de dos… o a lo suma un hombre y dos o tres mujeres…

-¡Pero eso es machismo!

-Y sí, será. Pero es así. Cuando hay más de un hombre con una mujer… no me agrada. Debe ser porque a mí no me gusta compartir. Tampoco me gusta ver a la mujer en una situación de sometimiento. Y me gusta más ver cuerpos desnudos de mujeres que de varones. Además… que quiere que le diga…, me dan envidia esos tipos con un sexo tremendo…, yo no soy muy dotado…, por eso…

-Bueno, el sexo no es solamente el tamaño…

-Claro…, pero además… creo que necesito algunos prolegómenos. Quiero decir que las únicas que… digamos…, me agradaron fueron las que tenían argumentos. Con argumento es distinto, sea en serio o en broma. Se genera una situación que termina en el coito…, pero cuando la cosa… va directa al grano, bueno, me parece una estupidez. Claro, con el tiempo entendí que la pornografía es justamente eso: que el coger sea una acción y nada más. Lo otro, la relación sexual entre la gente, producto del deseo… creo, no es pornografía… para mí, digo.

-Por lo que cuenta, no tenía mucho que aprender...

-Probablemente..., pero... como nunca tuve relación con una prostituta, o por lo menos, que yo sepa, ninguna de las mujeres con las que me acosté lo era, nunca me excitó el sexo mecánico. Siempre necesité ser atraído por la mujer con quien me acostara. Ahora mismo, creo que también pasa por eso mi inhibición.

-¿Su esposa no le atrae?

-Sí, pero ella tiene tantos problemas, crea tantos conflictos antes y después... que muchas veces se me van las ganas. Pero no de ahora, exclusivamente. Durante los primeros años de casados siempre tenía problemas para hacer algo nuevo, para gozar integralmente, para tener sexo imaginativo, con alegría y sin complejos. Que esto está mal, que lo otro no me gusta, así siempre. Para buscar una pose nueva, un movimiento no clásico, algo distinto, era una lucha permanente. Una interminable sesión de palabras y palabras. ¡No se puede así!

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-Esa experiencia tan fuerte, con esa mujer digo, ¿cómo terminó?

-Así terminó. Me dijo que me vista y fue al baño. Cuando volvió, vestida, yo también lo estaba. Me dio un beso en la boca... ¡hasta la campanilla me metió la lengua! Me dijo que yo era fantástico y que me fuera... ¡y me pagó! Sí, me había dicho que me iba a pagar por mi trabajo... y lo hizo. Yo no quería saber nada, pero me puso dinero en el bolsillo... «Por tu ayuda con los yuyos, ¿eh?» Y me llevó hacia la puerta. No la vi más, nunca más. Me fui... como en una nube. Cuando llegué a casa... fui al baño a lavarme... y terminé masturbándome…, varias veces…

-Usted nunca se agotaba... parece.

-Tenía trece años, faltaba poco para los catorce, y hubiera querido seguir... Me dio dinero... que me alcanzó para tres discos..., de esos viejos 78 r.p.m., pero era mucho para mí. Un montón de veces volví hacia esa casa tratando de encontrarla. Volví a ver la pareja que vivía allí, que serían sus padres, supongo…, pero de ella nada... Y así terminó. Con respecto a que iba a ser irresistible con todas las chicas... no lo pude probar hasta los cinco o seis años más tarde, pues aparte de los hermanos, las dos amigas y Ella... nunca había estado en la cama con chicas... y en esos momentos no se me ocurrió utilizar esa técnica. Además, luego, mucho tiempo después, supuse que lo que hicimos era porque ella sabía que de otra manera... yo no le iba hacer ni cosquillas..., dado que tendría varios grandes premios corridos. De la forma que hizo que la chupara... bueno, se equipara más a lo que podría hacer uno más grande.

-¿Cómo fue el caso en que probó la técnica?

-Si se lo cuento ahora, usted ya sabe como termina. Vayamos a algo más liviano.

-Le gusta crear el suspenso... Dele con lo que quiera, entonces.

-Enero de 1953, cumpliría catorce años. La Sociedad Vecinal organizó un pic-nic con la gente del barrio y otros vecinos y allegados. Por entonces mis principios sobre la relación con las chicas... no eran tan estrictos... y Teté no vivía exactamente en el barrio. Hay una película, Tacones Altos, con Susú Pecoraro y Miguel Angel Solá, que pinta muy bien esta situación, los vecinos que van en camión al pic-nic, el asado, las bromas, los muchachos atrás de las chicas, los más grandes digo..., y los más chicos haciendo las boludeces de siempre. Algunos estábamos entre ambos..., la edad del pavo... y varias lindas pavitas. Un rato de fútbol... y escapé por el foro con cualquier pretexto. Le había echado el ojo a Teté, una morochita de mi edad, muy graciosa y con swing. En el barrio no tenía conmigo ningún trato preferencial.

Aquí, en Ezeiza, pintaba distinto. La había pescado en un par de oportunidades mirándome picaronamente y riéndose a hurtadillas con alguna otra chica. Tal vez... tal vez..., la cosa podría andar. Como se imagina, y supongo que en alguna oportunidad se habrá encontrado en esta situación, en un pic-nic, con mucho campo, muchos árboles y mucho pasto alto, la intención de los varones suele ser una sola... y esa era mi intención. Pude hacerle señas para ir hacia adentro del monte... y me respondió que sí. Me fui, como no quiere la cosa... y en cien metros sólo se sentía el ruido de las hojas. Esperé hasta que apareció. Le di un beso y comencé a acariciarla. Me pidió que fuéramos mas lejos, por las dudas. Caminábamos juntos, haciendo zigzag... y besándonos... y oyendo los chistidos y silencios jadeantes de otras parejas que intuíamos andaban tiradas por ahí. ¡No éramos los únicos! Cuando nos pareció bastante seguro... reanudamos los besos y las caricias.

Teté estaba preocupada por no ensuciarse la pollera. Preparamos una camita con pasto, me saqué el pantalón y lo puse abajo, sobre el pasto y Teté se acostó. Hicimos el amor dos veces..., en forma clásica, sin demasiada acrobacia, y nos quedamos quietitos, acariciándonos... Por entonces no sabía distinguir si una chica era virgen o no, ni me lo planteaba. Más tarde me di cuenta que Teté no lo sería. Cogimos muy bien y sin ningún cuidado. ¡Ni idea de lo qué podría pasar! Ella se sacó la bombacha, se acostó boca arriba y abrió las piernas. Como tenía un calzoncillo de los que ahora se llaman boxer, no tuve que sacármelo, y así la penetré. Me apretó fuerte con las piernas y a los pocos bombeos, acabamos juntos. El problema era que teníamos que mordernos para no gritar ni jadear demasiado. Nos quedamos acostados mientras nos acariciábamos, aunque ella tuvo el buen tino de traer un pañuelo para limpiarse. Luego de algunos minutos, cuando sus caricias surtieron efecto, lo hicimos de nuevo.

En este caso nos revolcamos durante más tiempo, gozando mucho más. ¡Teté lo sabía hacer muy bien! Queríamos hacerlo una tercera vez..., mientras yo tenía la secreta esperanza de poder llegar a chupársela, aun qué, aunque se limpió nuevamente, me inquietaba encontrarme con el sabor de mi propio semen, cuando sentimos los pasos de alguien o algunos que venían hacia donde estábamos… y salimos corriendo hasta que un buen pastizal nos permitió ocultarnos y vestirnos. El caso es que era otra pareja... que utilizó la cama que le dejamos. ¡Menos mal que tomé mi pantalón! Regresamos muertos de risa y cerca de donde estaba la gente nos separamos estratégicamente. No hubo ningún problema. Habíamos ido al baño. La vi muchas veces más a Teté, incluso fuimos a bailes juntos con los otros chicos, pero nunca hubo otra cosa entre nosotros y siempre fuimos buenos amigos, incluso nos presentamos nuestras respectivos parejas. Desde entonces no pasó nada hasta el invierno de 1954.

-¡Al fin le tocó algo normal, para dos adolescentes de catorce años!

-Es cierto, y creo que por eso siempre fuimos amigos. Fue algo lindo y divertido, de lo que ninguno de los dos intentó sacar partido o creyó que el otro estaba obligado a algo. Varias veces, las cosas fracasaron o no llegaron a donde yo quería, por esa pretensión de exclusivismo permanente. Esta actitud de posesión privativa no es exclusiva de las mujeres. Los varones también suponen, aun hoy, en que hay una sociedad bastante más liberal en lo sexual, que… lo que pueden hacer ellos, la mujer no puede. Un desastre. Mi esposa, que es una celosa enfermiza, se ofende permanentemente conmigo... ¡por qué no la celo! Ella dice que eso es desamor, cuando es todo lo contrario, pues respeto, siempre, su libertad... ¡y eso es amor! Y el tema de los celos es recurrente. Todavía hoy día, necesita que me arrepienta de algo que no he hecho, para tratar de no arrepentirme de algo real.

-Parece que se negara a ser feliz. Después veremos.