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Despues de la batalla de los 5 ejercitos (8)

en Grandes Series

CATORCE

Desde el fortín del paso y desde las avanzadillas de la legión se divisaba perfectamente la columna de humo proveniente de KAMAR AL FUTURA, los legionarios comprendieron que el ataque había comenzado. La columna de humo era visible desde bastantes leguas a la redonda y el decurión a cargo de la primera posta reten, siguiendo las instrucciones que había recibido del legado, despachó un correo hacia la ciudad para poner en alerta a toda la línea y llevar la noticia a la Regente y al maestre de armas.

Así las cosas Turnes comenzó a ejecutar el plan que había concebido.

Una centuria de caballería ligera y varias decenas de guardias de la frontera cruzaron el vado y se dirigieron al trote hacia el campo de batalla, a menos de una legua del fuerte los jinetes se desplegaron en una línea para peinar la mayor cantidad de espacio y separados varios pasos entre ellos, cada jinete lleva atado a su cabalgadura un manojo importante de ramas secas y arbustos, con lo que el polvo que levantaba esta columna en la reseca tierra del desierto era muchísimo mas importante que lo que podía corresponder a dos centenares de caballos.

Visto a la distancia parecía que varios miles de jinetes avanzaban al trote en línea contra los atacantes por la retaguardia. El jefe de los atacantes gritó enardecido y ordenó a parte de sus columnas dar media vuelta para enfrentar el ataque, pero a mas de mil pasos de los invasores los legionarios hicieron sonar sus cuernos de guerra – contestados por los cuernos y la gritería de los defensores del fuerte - cambiaron bruscamente de dirección, incendiaron los haces de ramas y al galope tendido se dirigieron directamente hacia el campamento invasor débilmente defendido por algunos cientos de orcos, sirvientes y esclavos débilmente armados que fueron literalmente barridos por la sorpresiva carga de caballería. Las ramas encendidas fueron incendiando el campo a su paso y dentro del campamento contagiaron su fuego a carretas y carpas, provocado el desbande de los bueyes y espantando a los elefantes de combate que gritando enloquecidos por el fuego huyeron a campo traviesa contribuyendo al desorden general. Los legionarios tenían la consigna de no detenerse a presentar combate, solo causar la mayor cantidad de daños sin arriesgarse y dirigirse rápidamente mas allá del campo de combate, en dirección contraria al paso, varias leguas.

La estrategia era simple, los atacantes si decidían perseguirlos se alejarían del vado. El ataque fue un éxito. 190 jinetes se reunieron luego de una feroz carrera a más de tres leguas del campamento atacado en un pequeño oasis del desierto fuera de la vista de los invasores. El campamento de los atacantes quedó totalmente destruido, uno de los elefantes herido, cientos de carpas y carros con provisiones o armamento incendiados o dañadas, todos los bueyes de arrastre y los elefantes dispersos por el campo y varias decenas de orcos y servidores muertos o heridos.

Todos, incluso el Jefe Orco y los legionarios sabían que esto no detendría el ataque pero que seguramente lo retrasaría y – sobre todo – complicaría el uso de las grandes maquinas de guerra (Arietes, torres y catapultas) ya que en el medio del desierto no era posible conseguir troncos y otros elementos para reparar o reconstruir las que resultaron dañadas y los carros de transporte.

Pero el mayor daño a la invasión lo provocaría el incendio. En el tórrido verano cualquier pequeño fuego se extiende rápidamente sobre los pastos y arbustos secos, aun sin un viento que avive las llamas y el incendio provocado por los legionarios avanzaba por el flanco izquierdo de los atacantes que se vieron encerrados entre el fuego y el cañón del río, varios centenares de orcos perecieron al intentar huir por las laderas del cañón y otros tantos alcanzados por el incendio o por las ballestas de los defensores del fuerte. Los jefes orcos tuvieron que detener el ataque para ocuparse hasta el anochecer en reorganizar sus fuerzas y disciplinar a sus salvajes soldados.

QUINCE

En el palacio de la Regente, cerca de media mañana, todo era silencio.

La regente dormía, después de la agotadora cabalgata del día anterior hasta que los guardias de la muralla hicieron sonar sus cuernos, que repetidos a lo largo de las murallas pusieron en alerta a la Ciudad. El maestre de Armas recibió en el cuartel a uno de los correos, que traía un despacho desde la línea de postas donde el decurión de la mas avanzada comunicaba que el ataque al puente – fuerte había comenzado.

Volvieron a sonar las trompetas y campanas de alarma y los que formaban el consejo del reino se dirigieron a palacio. La regente revitalizada con más de doce horas de sueño y un baño en las tibias aguas de la fuente se envolvió en varios paños de algodón y se dirigió a presidir la reunión en la gran sala del concejo.

A diferencia de otros reinos, en el palacio de la regente el consejo se reunía alrededor de una gran mesa de piedra rectangular de mas de 30 codos de largo por 5 de ancho, cuyo origen se remontaba al principio de los tiempos y que estaba tallada en la roca viva, es más, cuentan los pergaminos de la época que en realidad la mesa es anterior al palacio, y que este se construyó alrededor de esta mesa.

Las leyendas dicen que fue tallada por los antiguos (Tal vez enanos, elfos u otra de las razas anteriores) para sus festines antes de que los hombres ocuparan la zona. En los largos bancos tallados en la roca, a ambos lados de la mesa, se ubicaron los consejeros, en una de las cabeceras, en una butaca tapizada en cuero de búfalo blanco se ubicó la regente y en el otro extremo se ubicó el maestre de armas. Frente a él había varios pergaminos. En aquellas lejanas épocas solo pocos de entre los hombres conocían los secretos de la escritura y la lectura: los legados, centuriones y unos pocos decuriones de la legión, algunos de los jefes de marcha de las tropas de frontera, los maestres de armas y de las casas de salud, los sacerdotes y algunos nobles y -por supuesto – los escribas del palacio, de la biblioteca y de los templos.-

Junto al maestre de armas, a su derecha, se sentaba un jovencito, casi un adolescente, ataviado con la típica túnica blanca y verde de los sacerdotes del templo.

La llegada de la regente y – sobre todo – los golpes que sobre la mesa con la espada ceremonial efectuó la Dama Rimael (La regente) acallaron las conversaciones, gritos y murmullos de la concurrencia.

- Que nos traes Maestre, se escucho la voz fuerte y clara, pero a la vez musical - como el fluir del arroyo entre las cañas - de la Señora del reino.-

- Señora, el ataque comenzó, los correos de la frontera informan que se ven nubes de humo en el puente de KAMAR – AL - FUTURA y hay varios despachos escritos que llegaron desde ayer a la noche hasta hace a algunos instantes.

El joven sacerdote se puso de pie y tomando los pergaminos comenzó la lectura seguida atentamente por la concurrencia.-

- Correo entregado ayer por la tarde/noche, no es de tropas del reino, fue entregado al decurión a cargo de la octava posta - reten por una guerrera medio – elfo que portaba una espada histórica con la indicación que "era urgente" y que venia de lejos, está firmado por "Urlik, hijo de Jardón"

- ¿Quién es ese Urlik? Pregunto la Regente.

Los asistentes se miraban, no parecía que el nombre fuera conocido.

- Nadie sabe quien es mi Señora, suponemos que es el jefe de alguna de las Tribus Nómades más allá del valle Trunerón.

Una de las Sirvientes de la Regente que silenciosas estaban ubicadas detrás del escaño se acerco y susurró algo al oído de su señora.

- Que se lea el despacho, ordenó.-

El escriba comenzó la lectura de dos rollos de pergamino, escritos en prolijas runas élficas modernas en el idioma común:

-"Urlik, hijo de Jardón, Jefe del Clan Silmari de los pueblos del Sur a la Dama Rimael, Regente del Reino, saluda y hace saber: que hace ya dos lunas los clanes de pastores y montaraces del Sur que estábamos allende el Río que Hierve nos comenzamos a replegar a los valles escondidos de las montañas verdinegras ante una gran invasión de las fuerzas maléficas que han salido de sus inmundas cuevas con grandes armadas de orcos, olifantes de combate, y cientos de carros. Son una Tribu completa de orcos, la de Jarsinor el tuerto, con treinta docenas de aliados y centenas de esclavos. Algunos de esos esclavos escaparon de la caravana durante el cruce de las montañas despeñándose por los desfiladeros y heridos y maltrechos fueron acogidos en mi campamento. Rigobel, hijo de Anabel, hijo de Jaruk el viejo, uno de los redimidos, contó que esta invasión es la cabeza de una más grande que se prepara en lo profundo de las cuevas del mal para destruir los reinos de los hombres, esclavizar a sus habitantes y entregar la tierra a Sauron, príncipe de las montañas nubladas. El objetivo de esta fuerza es tomar los pasos del Río Hirviente para permitir el avance de una fuerza mucho mayor que atravesará el desierto una vez que tenga franqueada la ruta a las ciudades y fértiles campos por el mágico camino de piedra de los Lores del Imperio Anterior que lleva a tu ciudad. Yo Urlik, Hijo de Jardón, nunca vasallo de señor alguno, salvo de los dioses, te envío este mensaje en manos de mi nieta para poner en aviso a los hombres de bien. Que Illuvatar y los dioses te protejan y que tu estirpe se prolongue en el tiempo."

Esta última frase era de uso y práctica en los saludos entre los antiguos cuando un noble se dirigía a otro del mismo rango, con lo que – sin duda – Urlik se colocaba a si mismo en igual nivel que la regente. Hecho que no pasó inadvertido para algunos de los asistentes.

- ¿Y bien? Dijo Sharten Dregobar, noble de una de los condados cercanos, que ya había llegado a la Ciudad con sus gentes. ¿Este mensaje es confiable?

- Si, lo es - afirmó la Dama Rimael: Jardón, "yelmo de bronce", padre de este Urlik al que no conozco, fue jefe de marcha de las avanzadas exploradoras del ejército de mi padre en la batalla de los tres pasos, hace ya muchos años en la guerra contra Tercón, súbdito de Sauron.

- Maestre, ¿donde está la portadora del despacho? ¿Era la guerrera medio – elfo?, quiero interrogarla.

- No mi señora, la portadora era otra mujer que cabalgaba con ella, mucho mas joven y de menor estatura (Según el mensaje sería la nieta Urlik, una montaraz sureña, seguro) entregaron el mensaje en la octava posta y partieron al galope hacia la frontera a unirse a la Legión, de esto hace ya dos días. Deben estar en la frontera.

- Maestre, que se lean los restantes despachos.

El joven escriba comenzó la lectura de más de diez pergaminos mucho más cortos y sin el vuelo poético del anterior donde el Legado informaba sobre el avance de la fuerza invasora y el ataque al fuerte de Kamar – Al Futura y de algunos de señores de las marcas que informaban sobre la movilización y el avance hacia la Ciudad.

- Maestre, cuando estará reunido el ejército?

- En dos días mi Señora, estaremos en condiciones de ofrecer batalla a campo abierto en territorio cercano, si debemos defender el paso, será necesario una semana para llegar allí, no creo que esto sea posible, ya los Orcos deben haber doblegado a la guarnición y en tres o cuatro días estarán a la vista de nuestras murallas. Si todos los nobles cumplen con su juramento, podremos tener unos 6.000 jinetes y unos 8.000 infantes sobre las armas creo que – con la ayuda de los dioses – podremos echar a los invasores al fondo del valle del río hirviente y reconstruir Kamar–al-Futura para detener la invasión que presagia Urlik

- Con la ayuda de los Dioses y de todos los que nos puedan ayudar Maestre, que se envíen correos a los clanes de enanos de la montañas, a las tribus de elfos de los bosques y a los reinos vecinos con copias del mensaje de Urlik. En dos días marcharemos al encuentro de los invasores. Maestre ¿tiene un plan de batalla?

- Si mi señora lo permite aquí está el que sugiero: Un gran bloque de infantería en el centro, conformado por los guerreros feudales y los convocados, formados en falanges móviles de tres filas, con las picas de distinta medida, a la usanza de los elfos, y dos alas de caballería a los flancos y una tercera fuerza de caballería pesada por detrás de la infantería. El plan es simple, cuando la fuerza invasora ataque después del primer choque las falanges se abrirán a los lados como dos puertas dejando pasar a la fuerza invasora que será recibida por una carga de la caballería pesada y las falanges atacaran los flancos mientras las alas de caballería ligera atacará la retaguardia.

- Mi señora - se oyó la voz de uno de los asistentes – lo que propone el Maestre implica el sacrificio de los defensores de Kamar-Al-Futura y del primer cuerpo de la Legión que marchó a la frontera!!!

- Lamentablemente si - contestó el Maestre – pero una vez que este preparado el ejercito enviaremos correos ordenando el repliegue de todos los sobrevivientes, con táctica de campo arrasado y guerrilla contra las columnas atacantes. Son gentes valientes, aguerridas y bien montadas, seguramente más de la mitad sobrevivirá y podrá unírsenos para la batalla.

Un pesado silencio sobrevoló el salón. Los presentes sabían que el cálculo del Maestre era errado. No era posible que los 800 hombres - que entre guardias de la frontera, legionarios y defensores del fuerte - en ese momento sostenían la frontera contra la invasión pudieran sobrevivir al ataque de 10 o 15 mil enemigos. Solo lo podrían hacer con la ayuda de los dioses, y esa sería su única esperanza. Lo único que se podía hacer era rogar que resistieran dos o tres días para poder preparar el ejército.

- Maestre, se escuchó la voz de la Regente, comience a organizar el ejercito… pero quiero sugerir algunas modificaciones a su plan

Los presentes dirigieron la mirada a la Regente, todos sabían que si bien era una joven mujer, desde su infancia había participado en reuniones de su padre con los nobles y guerreros, había estudiado los pergaminos de la biblioteca y era una conocedora del arte de la guerra.

- Te escuchamos Señora

- Las formaciones de infantería pesada se colocaran a 100 pasos delante de una zanja lo suficientemente ancha y profunda para que se dificulte el paso de los Olifantes de combate. La zanja deberá estar disimulada para que desde los castilletes de esos maléficos animales no sea divisada. La mitad de la Caballería pesada estará formada unos 500 pasos detrás de la zanja cuando la fuerza invasora cruce la zanja cargará dividida en dos alas, para que el plan funcione deberemos elegir cuidadosamente en que lugar presentaremos batalla. Si la invasión viene por el camino real, como es lógico y lo sugiere la carta de Urlik, debemos esperarlos en la zona de las colinas de Berilón, allí se cortará el paso con la zanja, el valle es bastante amplio para que los atacantes no sospechen, y las formaciones ocuparán todo el ancho del valle, la otra mitad de la caballería pesada, dividida en dos cuerpos se esconderán detrás de las colinas. Y una vez que los infantes retrocedan hacia las colinas, simulando de huyen, dejando el paso franco al invasor las columnas montadas atacaran desde la retaguardia del invasor y los infantes darán media vuelta de su presunta huida y cargan descendiendo. La idea es que el grueso de la fuerza invasora quede retrasada por la zanja y permita que desde las colinas se la fustigue con flechas, dardos y virotes, y sea atacada por infantería y caballería ligera que baje de las colinas y caballería pesada que ataque por detrás. Las dos alas de caballería pesada estarán al mando: la de la izquierda del Maestre de Armas y la de la derecha a mi mando. La estacionada detrás de la zanja al mando del Legado del segundo cuerpo de la legión.

La Dama Rimael hizo una pausa… La presencia de la Regente al mando de una de las alas de caballería sorprendió a la concurrencia. Pero nadie dudó que su presencia en la línea de batalla animara más a las tropas.

- Señora, interrumpió el Maestre de Armas, encabezar una carga de caballería como la propuesta es un lugar muy riesgoso, le sugiero que delegue el mando y se mantenga con las formaciones de retaguardia.

- ¿Sugieres que debo esconderme como una vieja cobarde? Tronó la Regente.

- Para nada Señora, pero si somos derrotados quien dirigirá la defensa de la Ciudad y quien seguirá guiando al Reino?

- Si somos derrotados… la Ciudad la defenderá el Maestre de la Ciudad, y si somos derrotados no habrá reino que guiar…

El Maestre de armas asintió con la cabeza, la concurrencia estalló en aplausos y gritos de apoyo a la valentía de la Líder, pero acusó la dura aseveración – por demás cierta según pensaron todos – sobre la desaparición del Reino en caso de una derrota.

- Además, prosiguió la regente, deberán prepararse unos 30 a 40 leñadores, de los más rápidos y vigorosos que puedan reclutarse armados de las mejores y más afiladas hachas que se puedan conseguir. Deberán ser transportados a la grupa de valientes jinetes y se deberán infiltrar al galope entre los olifantes de combate, su misión será cortar a hachazos los tendones detrás de la rodillas de las patas traseras de esas bestias infernales, según le contaron a mi padre los ancianos de los clanes de enanos de las montañas, que supieron lidiar con ellos en el pasado, es la mejor forma de ponerlos fuera de combate. Debemos ver la forma de llenar la zanja de fuego en el momento oportuno para que el avance se detenga, por lo menos unos instantes para permitir el ataque de los hacheros. Sin esas maquinas de guerra la velocidad y fuerza del ataque será menor y estará limitada a infantes que son más lentos y siendo nuestras fuerzas mucho mas móviles tenemos una buena posibilidad de detenerlos. Si la invasión no pasa la zanja, la caballería de retaguardia deberá franquearla, para eso la zanja deberá tener 4 o 6 pasos conocidos por los centuriones por donde cargarán divididos en centurias reforzadas por guerreros feudales. Alguna sugerencia más señores?

- No Señora

- Entonces a trabajar, que el Maestre de la Ciudad reclute los trabajadores necesarios para el zanjeo, que el Legado lleve sus centuriones para conocer los pasos y que el Maestre de Armas se quede, debo hablar con él.-

La reunión se disolvió, en pequeños grupos los participantes se fueron retirando hablando en baja voz a cumplir con sus misiones. Solo quedaron en el salón la Regente y sus sirvientas, el Maestre de Armas y el joven sacerdote-escriba al que no se le había asignado función alguna.

- Maestre

- Si Señora?

- Desde cuando hay en el Reino "Guerreras Medio elfo"??? , yo jamás tuve semejante información.

- Yo tampoco Señora, mucho me sorprendió el mensaje, pero con el gran apuro que estamos pasando no le presté demasiada atención.

- Quiero que se averigüe quien es, de donde viene, que es eso de la "espada histórica" y quiero conocerla, no sea que se trate de alguna infiltrada de Saurón, espía o bruja.

- Señora, si el mensaje de Urlik es valido, tal como todo hace presumir, se trata de una súbdita del reino, todos sabemos que hay todavía algunos medio-elfos entre nosotros, sobre todo en las zonas alejadas y en los bosques. No se olvide mi Señora que entre sus ancestros corrió también sangre élfica de la casa de Mahedros.

Cierto… y bajando la cabeza con evidentes signos de tristeza, preocupación y lágrimas en los ojos, la Regente se retiró del salón, seguida por sus sirvientas rumbo a sus habitaciones, no sin antes ordenar al joven escriba que la siguiera