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Despues de la batalla de los cinco ejércitos (11)

en Grandes Series

DESPUÉS DE LA BATALLA DE LOS CINCO EJÉRCITOS

(Capítulos 18 y 19)

Esta es una historia de mediados de la segunda edad, donde todavía en la tierra habitaban numerosos Elfos, los reinos de los Hombres recién nacían y las fuerzas del Mal asechaban.

En antiguos pergaminos, escritos en el idioma común, con partes borrosas escritas en runas élficas se cuenta la historia de la defensa de los pasos del Río Hirviente y las andanzas de algunos de los Jefes Guerreros de los reinos de los hombres, de los que aun se nombran en las canciones y de algunas de sus mujeres, recordadas por su belleza y valentía.

DIECIOCHO

Después de largas horas de marcha, la caravana de los Hombres del Bosque, con Drina y Tarsia llegó al fortín del paso.

El vigía de la atalaya dio la alarma sonando su cuerno y los legionarios se prepararon para resistir un ataque corriendo a la estacada del paso, pero nada se veía allende el cañón en el crepúsculo del caluroso día que estaba finalizando. Ante la sorpresa general, el vigía señaló hacia la senda que venia del camino real, pero por la señal, todos sabían que no era un correo. Entre las dos luces del anochecer se veía la pequeña tropa, encabezada por dos mujeres montadas, con la cabellera cubierta con los rojos pañuelos de la legión. Hildergarth montó y seguido de una decuria se adelantó a recibir a los recién llegados.

- Salud – Gritó Drina – traigo despachos de la Ciudad para el Legado Hildergarth, y espoleando su caballo se adelantó al encuentro de los legionarios.

- Salud – contestó Hildergahrt – cuando ambos jinetes se encontraron. ¿Quien eres?

- Soy Drina, hija de Rulfo de Riobrand de las Peñas y traigo un zurrón de los correos reales para el Legado que me entregaron en la última posta reten del camino de los antiguos. ¿Y tú quien eres?

- Yo soy Hildergarth, legado del primer cuerpo de la legión. ¿Y ellos?

- Son hombres del Bosque que vienen a matar a Jarsinor el Tuerto, el jefe orco.

- Vamos, vamos… Hildergath contestó entre las risas de los legionarios… y solo 20 hombres van a derrotar a 15.000 orcos?? Bueno, como chiste es bueno.-

- No te rías tanto, terció Barandhir; venimos a matar a Jarsinor, y lo vamos ha hacer, es un juramento.

- ¿Rulfo de Riobrand? – agregó el Legado que trotaba en silencio pensativo – ¿Es el mismo que hace años dirigió los exploradores en la campaña de la marca del norte? ¿Y tu debes ser la jovencita que hacia de correo y nos guió en el ataque a las granjas del valle del Río Aterión?

- Esa soy yo, agregó Drina ante la sorpresa de los legionarios, de la gente del bosque y la sonrisa de Tarsia

- Volvamos al fortín, hay mucho que hablar.

- ¿Guiaste un ataque de la legión? Preguntó incrédulo "el oso".

- Si, le contestó Drina mirándolo con suficiencia, eso fue cuando tenía 15 años, más o menos… Y se alejó al trote seguida de Tarsia, el Legado y la decuria de legionarios.

Ya en el fortín, cerca de una hora después, Hildergarth estaba reunido con sus centuriones, los jefes de marcha de los guardias de la frontera, Gruner, Barandhir y Drina. En pocos minutos se leyeron los despachos, el maestre de armas ordenaba que al amanecer de segundo día, séptimo día desde la alarma, todas las tropas de frontera debían replegarse hacia la ciudad, en formación de combate y quemando el campo, para retrasar lo mas posible el avance de Jarsinor y unirse al ejercito que aguardaba a los invasores, debían hostigar a la fuerza invasora sin dar combate frontal. Hasta el momento del repliegue debían sostener sus posiciones. Los despachos informaban que Famar había recibido la misma orden y señalaban el lugar de encuentro. Ya cerrada la noche una nueva alerta desde el atalaya señaló la llegada de los jinetes que venían de Kamar – Al Futura. Crión "el manco" informó sobre la situación desesperante del fuerte y el resultado de su incursión.

En este breve concejo de guerra, a la luz de las fogatas Hildergarth informó a sus gentes sobre los planes. Esa noche nada se haría, al amanecer abandonarían el fortín, y avanzarían hacia el fuerte para proteger la retirada de los defensores y comenzar desde allí la guerra de guerrilla contra Jarsinor. Se ordenó a todos que se prepararan para una campaña de por lo menos 10 días de lucha y minutos después se envió una pequeña caravana de carros protegidos por un grupo de guardianes de la frontera evacuando a los heridos con ordenes de marchar día y noche hasta informar a la línea de postas sobre la situación actual y la decisión del legado. Los hombres se distribuyeron en las hogueras a comer, charlar y descansar, sobrevolando en todos la idea que - tal vez – esta sería su última noche.

El legado retuvo a Drina y a Brandhir.

- Drina, ¿Rulfo aún vive?

- Gracias a los dioses, aun está fuerte y sano, ya debe haber llegado a la ciudad guiando a nuestros vecinos, cuando yo salí del pueblo, él ya había partido con toda nuestra gente.

- En el ataque del río Aterión, yo era el jefe de la tercera centuria y recuerdo perfectamente tu cara de susto cuando empuñando esa espada élfica galopaste guiando a la legión contra los orcos.

- Yo no te recuerdo legado…

- Te entiendo, te veías muy cansada, recuerdo tu pelo y tu ropa manchados de sangre y durante años me pregunté de donde esa chiquilina había sacado fuerzas para actuar como lo hizo.

- De los dioses y la sangre de los antiguos, legado.

- Y que es eso Barandhir, de que van a matar a Jarsinor?

- En los asnos traemos "Fuego del cielo" y "tronadores", debemos matar a Jarsinor para vengar la muerte de nuestros parientes que esa bestia maligna provocó cuando atacó nuestro bosque el verano pasado.

- ¿Que es eso?

- Venga legado, que le muestro.

Y a la luz de las antorchas, Hildergarth, Gruner, Barandhir y un grupo de guerreros se reunieron alrededor de los bultos descargados de los animales de carga. Se desempacó un tronador y "el oso" explicó como funcionaba.

- Me gustaría verlo funcionando, pero de noche no creo que sirva, mañana veremos, comentó incrédulo el legado.

- Mañana veremos.

Drina y Tarsia se enteraron que en el campamento había un grupo de mujeres-guerreras y uno de los centuriones las guió hacia su hoguera y al llegar las presentó como "dos correos de la regente", título que si bien no era totalmente exacto, tampoco estaba totalmente errado.

DIECINUEVE

En la Ciudad, al sexto día de la alarma, todo estaba preparado para resistir el ataque de los invasores, aun seguían llegando pequeños grupos de aldeanos de los lugares más alejados y ya había retornado los correos enviados a todas las marcas. En las afueras de la Ciudad, más de tres mil jinetes de la Marca del Norte habían acampado en una colorida colección de carpas y los miles de caballos pastaban tranquilamente en improvisados corrales de sogas. La regente, luego de reunirse con el maestre de armas y el señor de la marca del Norte mandó ensillar su yegua y se retiró a sus habitaciones, allí sus asistentes luego de desnudarla y vestirla con una gruesa túnica de algodón blanco la ayudaron a vestir nuevamente su armadura de cota de malla, casi una hora después y llevando la espada ceremonial en la cintura se dirigió a la explanada donde la aguardaba una decuria de la legión, el maestre de armas y varios de los señores que habían traído sus gentes a reunirse con el ejercito.-

- Montemos

- A la orden señora

Y el grupo se dirigió al trote hacia la puerta del norte. La regente al frente en el sol de la mañana que daba directo sobre las cadenas de plata de su armadura daba la impresión de un objeto sobrenatural o divino, su largo cabello sujeto nuevamente con un rojo pañuelo de la legión. La comitiva salió por la puerta norte saludada por los cuernos de guerra de los guardias de la muralla, fue recibida, como en ocasiones anteriores, por los gritos y vítores de los guerreros - acampados a lo largo del camino mágico de los antiguos - que golpeaban sus lanzas y espadas en los escudos. En menos de una hora de galope llegaron a las colinas donde se preparaba el lugar de la emboscada. Allí cientos de trabajadores habían terminado la zanja y estaban cubriéndola de hojas, ramas secas, arbustos y rociando la misma con aceite mineral. El maestre de la Ciudad se acercó al galope.

- Salud Señora, todo está listo

- Bien Maestre, excelente trabajo, felicite a sus hombres y que vuelvan a la Ciudad a descansar y dirigiéndose al Maestre de Armas: Mande correos a la frontera ordenando el repliegue y ordene las tropas para que desde mañana ocupen sus lugares esperando el avance del invasor.

- Así se hará

La comitiva volvió grupas y al galope regresó a la Ciudad. Mas allá de las banderas y los gritos de los soldados y la multitud que vivaba a la regente, en la Ciudad se percibía el temor ante la incierta situación.

Todos conocían que la fuerza invasora era muy importante, nunca habían atacado a la Ciudad 15.000 orcos y menos aun con elefantes de combate y tantas armas como contaban los partes de la frontera.

Partieron los correos a la línea de postas con las ordenes de repliegue y varios destacamentos ligeros para desplegarse en escalera a lo largo del camino para proteger la retirada de los grupos retrasados de pobladores y las topas de la frontera que volvían y – entretanto - mantener una rápida información sobre el avance de al invasión. Las ordenes eran precisas, los destacamentos de las postas reten debían esperar el regreso de los defensores de la frontera y unírseles en la retirada, luego de quemar cuanto encontraran a su paso en su marcha de regreso a la Ciudad, mientras tanto el servicio debía mantenerse.

La dama Gemayel luego de la salida matutina se retiró a sus habitaciones. Una hora tardaron sus asistentes en quitar su traje de plata y desnuda y sudorosa la Regente del Reino se introdujo en la tibia fuente del patio interior donde varias de las sacerdotisas también desnudas la rodearon.-

- Mi señora, que le sucede? Preguntó Rosaluz , una de las más bellas, viendo que su señora tenia los ojos llenos de lágrimas

- Lloro por los cientos de hombres que mañana morirán defendiendo la Ciudad, lloro por los cientos de viudas y huérfanos, por la destrucción de nuestras tierras y sembrados que dejará esta terrible guerra y lloro por todos nosotros si no logramos detener la ola del mal que se acerca.

- Mi señora, Illuvatar y los espíritus de nuestros ancestros nos guardan, la invasión será derrotada y mi Señora dirigirá a nuestro pueblo en la reconstrucción del reino.

Y lentamente se acercó a su señora y comenzó a besar sus ojos y abrazándola introdujo su lengua en los apetecibles labios de la Dama Gemayel, que se dejó llevar por las caricias de sus siervas. Las manos de su amante recorrieron el bello cuerpo de la Regente y fueron acariciando todas y cada una de sus partes hasta llegar a sus senos, los labios de dos hermosas sacerdotisas acariciaron los pezones erectos de la Guía del Reino, mientras entre todas la sacaban de la fuente y la secaban con suaves paños de lino. Llevada prácticamente en andas la Dama Gemayel se recostó en su lecho, donde sus dos amantes favoritas le acompañaron. Mientras Rosaluz se entrego a la placentera labor de besar a su amante y lograr que las leguas de ambas entablaran un largo combate, Ariadna – Otra de las amantes de la Regente - se fue ubicando entre besos y caricias entre las piernas de ambas y con la maestría de años de aprendizaje con dedos y lengua fue logrando llevar a ambas al éxtasis. Sus dedos se fueron introduciendo en las ya dilatadas vaginas de las amantes, mientras la lengua se repartía entre los puntos de placer de ambas. Las amantes, abrazadas y besándose recibieron largas caricias en su sexo de las lenguas de varias de la sacerdotisas que se turnaban en dar placer a su Señora y a su amante principal, mientras el resto, excitadas por el espectáculo, se masturbaban solas o en grupos, besándose y cojiendose con su dedos y toda clase de consoladores esparcidas por las alfombras del dormitorio de la Regente.

Pocas veces la Dama Gemayel se había sentido tan excitada estando en la cama con alguien... mientras chupaba los senos de su amante, teniendo los ojos cerrados porque no quería sentir otra cosa que el olor del cuerpo de su amante, Rosaluz boca arriba, disfrutando del espectáculo del cuerpo de su Señora, recorriéndola con sus manos desde los senos bajando por el vientre y jugueteando con los escasos vellos del Monte de Venus, sintiendo en sus piernas el calor que emanaba de la vagina de la Regente, que también se estaba recreando viéndola. Rosaluz subió a lo largo del cuerpo y se fundieron en un beso apasionado, una guerra de lenguas, mientras las manos de ambas se afanaban en el cuerpo de la otra, reconociendo cada rincón, sin dejar ni un solo centímetro de piel sin tocar.

- No aguanto más - murmuró la Dama Gemayel, que se movía debajo de Rosaluz, haciendo que esta se volviera loca.

Rosaluz no se hizo esperar, rápidamente bajó para colocar su cabeza entre las piernas de la Guía del Reino y atrapar el clítoris hinchado de la muchacha con su boca, chupandolo, y trabajando con la lengua dentro de la vagina mojada, emborrachándose con la mezcla de aromas que emanaba del cuerpo joven Regente, ahora totalmente a su merced... elevó la mirada y la cara que tenía la volvió loca...apuró el trabajo de lengua y chupado, hasta que el orgasmo le llegó a la Dama Gemayel en forma violenta, quitándole el aliento. Se quedó con la cabeza echada hacia atrás y los ojos cerrados, mientras sentía como Rosaluz subía lamiendo su vientre hasta llegar a su cuello, con el cuerpo pegado al suyo, moviéndose.... invitándola a seguir con el juego amoroso.

DIECINUEVE

En la Ciudad, al sexto día de la alarma, todo estaba preparado para resistir el ataque de los invasores, aun seguían llegando pequeños grupos de aldeanos de los lugares más alejados y ya había retornado los correos enviados a todas las marcas. En las afueras de la Ciudad, más de tres mil jinetes de la Marca del Norte habían acampado en una colorida colección de carpas y los miles de caballos pastaban tranquilamente en improvisados corrales de sogas. La regente, luego de reunirse con el maestre de armas y el señor de la marca del Norte mandó ensillar su yegua y se retiró a sus habitaciones, allí sus asistentes luego de desnudarla y vestirla con una gruesa túnica de algodón blanco la ayudaron a vestir nuevamente su armadura de cota de malla, casi una hora después y llevando la espada ceremonial en la cintura se dirigió a la explanada donde la aguardaba una decuria de la legión, el maestre de armas y varios de los señores que habían traído sus gentes a reunirse con el ejercito.-

- Montemos

- A la orden señora

Y el grupo se dirigió al trote hacia la puerta del norte.

La regente al frente en el sol de la mañana que daba directo sobre las cadenas de plata de su armadura daba la impresión de un objeto sobrenatural o divino, su largo cabello sujeto nuevamente con un rojo pañuelo de la legión. La comitiva salió por la puerta norte saludada por los cuernos de guerra de los guardias de la muralla, fue recibida, como en ocasiones anteriores, por los gritos y vítores de los guerreros - acampados a lo largo del camino mágico de los antiguos - que golpeaban sus lanzas y espadas en los escudos. En menos de una hora de galope llegaron a las colinas donde se preparaba el lugar de la emboscada. Allí cientos de trabajadores habían terminado la zanja y estaban cubriéndola de hojas, ramas secas, arbustos y rociando la misma con aceite mineral. El maestre de la Ciudad se acercó al galope.

- Salud Señora, todo está listo

- Bien Maestre, excelente trabajo, felicite a sus hombres y que vuelvan a la Ciudad a descansar y dirigiéndose al Maestre de Armas: Mande correos a la frontera ordenando el repliegue y ordene las tropas para que desde mañana ocupen sus lugares esperando el avance del invasor.

- Así se hará

La comitiva volvió grupas y al galope regresó a la Ciudad. Mas allá de las banderas y los gritos de los soldados y la multitud que vivaba a la regente, en la Ciudad se percibía el temor ante la incierta situación.

Todos conocían que la fuerza invasora era muy importante, nunca habían atacado a la Ciudad 15.000 orcos y menos aun con elefantes de combate y tantas armas como contaban los partes de la frontera.

Partieron los correos a la línea de postas con las ordenes de repliegue y varios destacamentos ligeros para desplegarse en escalera a lo largo del camino para proteger la retirada de los grupos retrasados de pobladores y las topas de la frontera que volvían y – entre tanto - mantener una rápida información sobre el avance de al invasión. Las ordenes eran precisas, los destacamentos de las postas reten debían esperar el regreso de los defensores de la frontera y unírseles en la retirada, luego de quemar cuanto encontraran a su paso en su marcha de regreso a la Ciudad, mientras tanto el servicio debía mantenerse.

La dama Gemayel luego de la salida matutina se retiró a sus habitaciones. Una hora tardaron sus asistentes en quitar su traje de plata y desnuda y sudorosa la Regente del Reino se introdujo en la tibia fuente del patio interior donde varias de las sacerdotisas también desnudas la rodearon.-

- Mi señora, que le sucede? Preguntó Rosaluz, una de las más bellas, viendo que su señora tenia los ojos llenos de lágrimas

- Lloro por los cientos de hombres que mañana morirán defendiendo la Ciudad, lloro por los cientos de viudas y huérfanos, por la destrucción de nuestras tierras y sembrados que dejará esta terrible guerra y lloro por todos nosotros si no logramos detener la ola del mal que se acerca.

- Mi señora, Illuvatar y los espíritus de nuestros ancestros nos guardan, la invasión será derrotada y mi Señora dirigirá a nuestro pueblo en la reconstrucción del reino.

Y lentamente se acercó a su señora y comenzó a besar sus ojos y abrazándola introdujo su lengua en los apetecibles labios de la Dama Gemayel, que se dejó llevar por las caricias de sus siervas. Las manos de su amante recorrieron el bello cuerpo de la Regente y fueron acariciando todas y cada una de sus partes hasta llegar a sus senos, los labios de dos hermosas sacerdotisas acariciaron los pezones erectos de la Guía del Reino, mientras entre todas la sacaban de la fuente y la secaban con suaves paños de lino. Llevada prácticamente en andas la Dama Gemayel se recostó en su lecho, donde sus dos amantes favoritas le acompañaron. Mientras Rosaluz se entrego a la placentera labor de besar a su amante y lograr que las leguas de ambas entablaran un largo combate, Ariadna – Otra de las amantes de la Regente - se fue ubicando entre besos y caricias entre las piernas de ambas y con la maestría de años de aprendizaje con dedos y lengua fue logrando llevar a ambas al éxtasis. Sus dedos se fueron introduciendo en las ya dilatadas vaginas de las amantes, mientras la lengua se repartía entre los puntos de placer de ambas. Las amantes, abrazadas y besándose recibieron largas caricias en su sexo de las lenguas de varias de la sacerdotisas que se turnaban en dar placer a su Señora y a su amante principal, mientras el resto, excitadas por el espectáculo, se masturbaban solas o en grupos, besándose y cojiendose con su dedos y toda clase de consoladores esparcidas por las alfombras del dormitorio de la Regente.

Pocas veces la Dama Gemayel se había sentido tan excitada estando en la cama con alguien... mientras chupaba los senos de su amante, teniendo los ojos cerrados porque no quería sentir otra cosa que el olor del cuerpo de su amante, Rosaluz boca arriba, disfrutando del espectáculo del cuerpo de su Señora, recorriéndola con sus manos desde los senos bajando por el vientre y jugueteando con los escasos vellos del Monte de Venus, sintiendo en sus piernas el calor que emanaba de la vagina de la Regente, que también se estaba recreando viéndola. Rosaluz subió a lo largo del cuerpo y se fundieron en un beso apasionado, una guerra de lenguas, mientras las manos de ambas se afanaban en el cuerpo de la otra, reconociendo cada rincón, sin dejar ni un solo centímetro de piel sin tocar.

- No aguanto más - murmuró la Dama Gemayel, que se movía debajo de Rosaluz, haciendo que esta se volviera loca.

Rosaluz no se hizo esperar, rápidamente bajó para colocar su cabeza entre las piernas de la Guía del Reino y atrapar el clítoris hinchado de la muchacha con su boca, chupandolo, y trabajando con la lengua dentro de la vagina mojada, emborrachándose con la mezcla de aromas que emanaba del cuerpo joven Regente, ahora totalmente a su merced... elevó la mirada y la cara que tenía la volvió loca...apuró el trabajo de lengua y chupado, hasta que el orgasmo le llegó a la Dama Gemayel en forma violenta, quitándole el aliento. Se quedó con la cabeza echada hacia atrás y los ojos cerrados, mientras sentía como Rosaluz subía lamiendo su vientre hasta llegar a su cuello, con el cuerpo pegado al suyo, moviéndose.... invitándola a seguir con el juego amoroso.

(Continuara)