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Caia la lluvia

en Hetero: Infidelidad

Recuerdo aquel sábado que librabas en el Hospital. Cuando aquella mañana me desperté no se me pasó por la imaginación, ni de largo, el día de amor y sexo que íbamos a disfrutar juntos en el paraíso de los amantes, donde el amor nunca muere y donde el sexo siempre es pasión y placer.

Tu marido se había ido a ver a su familia y no iba a volver hasta el domingo por la noche. Yo había estado por trabajo en esa zona. Decidí pasar también solo el fin de semana, hacia tiempo que no visitaba mi aldea y mi vieja casa solariega. Le había dicho a mi mujer que aprovechando que estaba por allí, pasaría el fin de semana desconectando.

Me atreví a invitarte a acompañarme, prometiéndote un inolvidable fin de semana en un maravilloso paisaje del interior, buen vino, buena comida y buena música, sinceramente no pretendía nada más que una buena compañía. En contra lo que yo imaginaba que seria tu respuesta, un no claro y directo como siempre, por el contrario aceptaste dejarte llevar por la aventura y me acompañaste a mi vieja casa de campo en la sierra lucense. Es una casa de piedra y cubierta de negra pizarra, en una pequeña aldea en medio de campos yermos en loa que algún tiempo resplandecía el centeno, las patatas y el maíz.

Cuando llegamos, lo primero fue encender el fuego y atizarlo con troncos de encina. Pronto el pequeño salón se caldea, en el equipo de música suena una canción de Serrat que dice: "paraules d’amor,

sencillez y tendrás, teniem quinze anys…..".

Abro una botella de vino y sirvo dos copas, ofreciéndote una.

Nos acercamos a un gran ventanal y desde detrás de los cristales vemos caer la lluvia, con fuerza sobre la hierba verde y sobre las ramas de un bosque de castaños que se agitan con la fuerza de las gotas de agua sobre sus hojas y del aire arremolinado. A lo lejos las verdes montañas se repiten una detrás de otra como las olas del mar hasta perderse en el horizonte.

La estancia esta calida y se oye el crujir de las astillas consumiéndose en el fuego. Tu estas con los brazos apoyados sobre la repisa de piedra del gran ventanal, dando pequeños sorbos a tu copa de vino. Debe de ser el ambiente intimo del fuego, el día gris y lluvioso, no se como ocurrió, pero yo te abrazo por detrás y te presiono suavemente, haciendo notar mi cuerpo al tiempo que beso tu cuello por los lados y con la cara aparto tu pelo para besarte la nuca. Tú reaccionas echando tu cabeza hacia atrás para devolverme una caricia. Yo aprovecho esa postura para coger cada uno de tus pechos con mis manos y masajearlos suavemente. Tus pezones reaccionan enseguida a mis caricias. Siento que mi corazón empieza a latir aceleradamente. Los besos que me das son, suaves, tranquilos, llenos de ternura, lo que me indican que también te salen del corazón.

Sigue lloviendo. Tú tienes la vista fija mirando como caen las gotas de agua sobre los castaños, tan seguidas que parecen hilos de agua tejiendo una alfombra sobre la hierba. No tenemos prisa, no se puede salir, está todo encharcado. Pero tenemos todo lo necesario para un día feliz: el fuego de leña, la música, una botella de buen vino y nuestro abrazo. La casa huele a leña quemada y a maíz. Ese olor me transporta a la época de mi niñez. Solo se oye el silencio, roto por el tecleteo de la lluvia sobre el tejado de negra pizarra, se siente la paz de la soledad.

Te sigo besando y paso mis manos calidas debajo de tu blusa negra, acariciando tu piel suave como el terciopelo; presiono suavemente tus pechos por encima de tu sujetador, tu vuelves a echar la cabeza hacia atrás buscando mi boca con tus labios.

Negras nubes anuncian que no cesará la tormenta y que el día permanecerá en cierta y sosegada penumbra, típica del otoño gallego. Deslizo mis manos, despacio desde tus pechos hacia tu espalda. Desabrocho tu sujetador, para acto seguido volver a acariciar tus pechos, uno en cada mano, libre ahora de la prenda opresora; suaves caricias sobre tus pezones, que se endurecen, hacen que vuelvas de nuevo tu cabeza a buscarme detrás de ti. Ahora en el equipo de música suena "Have you ever really love a woman…" de Bryam Adams en el equipo de música.

El agua sigue tocando una sinfonía indescriptible, con los instrumentos que le dan el tejado de pizarra, los cristales de las ventanas, la hierba verde y las hojas de los castaños. Una de mis manos se desliza por tu vientre suavemente mientras la otra se divide para seguir acariciando tus senos, desabrocho tu pantalón de hilo rojo y sigue bajando para introducirse debajo de tus bragas, se entretiene jugando con el pelo negro azabache de tu pubis hasta presionar un poco más abajo, ahí me doy cuenta que abajo del pubis lo llevas depilado, me encanta!. Tú vuelves a echar la cabeza hacia atrás, buscando mis besos y en ese movimiento echas hacia atrás tus caderas; tus nalgas presionan mi bajo vientre notando la firmeza de mi polla ardiendo de deseo. Mi mano ya esta acariciando tu clítoris suavemente, a tiempo que tu separas las piernas, para facilitar que con la palma de mi mano pueda acariciar todo tu coño, que en esa zona esta depilado y lo noto mojado, como noto mojada la punta de mi polla que ansia por sentirse libre para extender toda su dureza al aire libre. Finalmente y respondiendo a tus besos apasionados, introduzco mi dedo dentro de tu coño que ya esta totalmente lubricado. Lo saco cuando noto que los músculos empiezan a tener pequeñas contracciones, no quiero que tengas aun un orgasmo

Los hilos de lluvia siguen tejiendo su manto ante tus ojos verdes, el fuego ilumina tímidamente la estancia, la música nos acompaña y nos hemos olvidado del vino. De repente te giras, me abrazas y con cierta brusquedad me giras a mi; ahora mi espalda esta contra la peana de la ventana y tú enfrente mío, de cara a la lluvia. Me besas, nuestras apasionadamente, nuestras lenguas se aman en loco frenesí mientras nuestras manos palpan cada rincón de nuestros cuerpos calientes. Nos quitamos, casi nos arrancamos, la ropa el uno al otro. Miles de besos y caricias recorren nuestros cuerpos. Perdemos la noción del tiempo y por un momento nos olvidamos de la lluvia, de la música y del fuego.

Bebemos a borbotones la roja copa de vino destilado por nuestra pasión, en la mayor de nuestras intimidades. Alternamos nuestras posiciones. Primero mi boca en tu coño mientras yo estoy de rodillas y tu con las piernas abierta apoyas una en mi hombro para facilitar el fácil acceso de mi boca a tu coño, para luego ser tu la que te arrodillas delante de mi, yo abro mis piernas todo lo que puedo para facilitar que me chupes los testículos y luego pases la lengua suavemente por mi polla hasta alcanzar el capullo que pasa a llenar tu boca. Siento como tu lengua la acaricia mientras poco a poco la vas introduciendo toda en tu boca. Creo morir de placer cuando siento la punta tocar en tu campanilla.

Con inmensa ternura te levantas, y con fuerza segura me vuelves a gira. Ahora estas tú de espaldas a la ventana con mi polla fuertemente sujeta en tu mano que la sigue masajeando, por poco tiempo porque quieres ver la lluvia y con una picara sonrisa y con cierto fingido desaire haces otro giro brusco y me das la espalda. Otra vez contemplas la lluvia caer sobre la hierba verde, sobre las hojas de los castaños y como la alfombra de agua se va tejiendo. En la chimenea el fuego sigue desprendiendo su tenue luz y su calido manto. Ahora nos acompaña "My Sweet Lord…." De Georges Harrison

Vuelves a apoyar los brazos sobre la repisa de piedra, echando hacia atrás tu preciosos culo y ofreciéndome tus entreabiertas piernas, invitándome a entrar en el hogar de calido coño depilado que asoma hinchado entre tus nalgas como la entrada a un inmenso mundo de placer, lo hago despacio pero con paso firme hasta sentir que mis testículos tus nalgas. Tú sientes tu coño lleno de polla y empiezas a moverte. Siento como las paredes húmedas de tu coño aprisionan mi polla que siente un inmenso placer que empieza en la punta y se distribuye por todo el cuerpo. Te vuelvo a abrazar mientras mis labios y mi boca acarician tus hombros y besan tu espalda desnuda, al tiempo que tanto gusto que siento me hace perder la vergüenza y te digo palabras que no repetiría en condiciones normales, a las que tu contestas con la misma intensidad. Una de mis manos vuelve a acariciar tus pechos, tus pezones y tu garganta. La otra baja acariciando tu vientre, hasta el mismo sitio donde se encuentra con la otra parte de mí, que ya nos es mía sino tuya. Ahora mi polla esta dentro de tu coño y mi mano acaricia tu clítoris, tu me gritas "fóllame hasta que me corra como una loca, fóllame y dame tu leche caliente", "te follare hasta que te corras y te tiemblen las piernas, pero luego te daré mi polla a chupar y me correré en tu boca", "si..siii. quiero tu leche" respondes tu que también has perdido el sentido del pudor, inundada por el inmenso placer que sientes en tu coño y que recorre tu cuerpo haciéndote estremecerte.

Tus ojos verdes siguen contemplando los hilos de lluvia pero ya no los ven porque estas ciega de placer y tu cuerpo, si al principio se acompasaba con el suave vaivén de las ramas de los castaños al recibir los impactos de las gotas de lluvia en su manto de verdes hojas, ahora cabalga como yegua desbocada con mi polla dentro, hasta que sientes que se te nubla la vista. Cuando me dices "métela bien hasta el fondo y cabálgame" siento explotar tu coño, apretando mi polla con espasmos que acompañan el arqueo de tu cuerpo y con una corrida húmeda que baja por tus piernas y moja las mías. En ese momento empujo hasta el fondo y cuando noto que la punta de mi polla toca el fondo de tu coño exploto tambien, siento como fluye por la punta la leche que inunda tu coño.

Sigo metiéndola y sacándola ,mas despacio, mientra sigo besándote la espalda y masajeando tus tetas con una mano, mientras con la otra estiro de tu pelo hacia atrás como si estuviera agarrado a la crina de mi yegua.

Cuando saco la polla, la leche asoma por entre los labios de tu coño y empieza a bajar por tus muslos, esa visión me da un morbo enorme y te beso en la boca como si me fuera en ello la vida.

Vamos a lavarnos al cuarto de baño y cuando te sientas en el bidet, yo

Me pongo gel íntimo en la mano y empiezo a lavarte el coño, mientras te beso en la boca y te chupo los pezones….."me encanta!" –me dices con voz entrecortada. El masaje de mi mano con la espuma del jabón y el agua tibia te vuelve a poner a cien. Abres más las piernas, buscas mi boca y me succionas mi lengua. Sigo lavándote

Y meto un dedo dentro de tu coño, buscando los puntitos de placer debajo de tu monte de Venus. Aúllas de placer, y no me importa porque nadie puede oírnos, hasta que te corres de nuevo mientras muerdes mi brazo desnudo.

Después me lavas tu a mi y me devuelves el placer, masturbándome mientras me sigues besando en la boca. Me dejo hacer, me gusta cuando bajas la mano y sin soltar la polla me acaricias los huevos. Por fin me corro y el agua se lleva mi leche por el desagüe.

Nos acercamos al fuego y agotados nos estiramos en la alfombra de lana que cubre el suelo delante de la chimenea. Tomamos sorbitos de vino, mientras nuestras manos acarician suavemente nuestros cuerpos.

"Al final te has corrido en mi coño y no en mi boca…eh? No has podido aguantarte…" me dices con voz picara. "eso son cosas que se dicen cuando se esta tan caliente…no me hagas caso, me ha encantado llenarte el coño de leche". "Entonces…. no te gustaría que te la chupase y correrte en mi boca", me susurraste al oído al tiempo que te insinuabas metiendo la punta de tu lengua en mi oreja y tu mano ya había conseguido poner dura mi polla de nuevo. Me calle, sonreí y te bese en los labios para volver a tumbarme sobre la alfombra.

Como tu seguías masajeando mi polla suavemente, empecé a sentir otra vez placer en el capullo y disimuladamente abrí las piernas y empecé a hacer suaves movimientos con el culo para que te dieras cuenta que estaba caliente y disfrutando. Cerré los ojos y te deje hacer hasta que sentí tu boca chupando mi polla, abrí los ojos y vi tu coño a dos centímetros de mi cara. Te habías puesto a horcajadas encima mío, de forma que mientras mi chupabas la polla, tu coño quedaba al alcance de mi lengua que no tardó ni un segundo en lamer, chupar e introducirse en tu coño. No se el tiempo que pasamos así, solo recuerdo que me corrí cuando mas dentro de tu boca sentí mi polla y que seguiste chupando hasta que mi lengua consiguió que apretaras las piernas tan fuerte que casi me aplastas el cráneo, tu también te habías corrido, aun recuerdo el olor y el sabor de tu coño rosado y dulce.

Nos abrazamos desnudos sobre la alfombra sin decirnos palabras, solo

Manteniendo nuestros cuerpos abrazados, tu encima mío, sentía tus pechos sobre mi pecho y el pelo de tu pubis sobre mi vientre.

Pasó el tiempo, no sabíamos cuanto. Seguía el tecleteo de la lluvia sobre la pizarra del tejado, había caído la noche porque solo el resplandor del fuego alumbraba la penumbra de la estancia. Entonces algo se vuelve a despertar entre nuestras piernas, tu te vas acomodando hasta conseguir que mi polla, aun no muy dura, se vuelva a introducir dentro de tu coño.

Sigue cayendo la lluvia, sigue brillando el color del fuego, suena "J’ai t’aime…" y la sinfonía de nuestros cuerpos desnudos continua con su acompasado vaivén, ahora sin prisas, con tiernos besos y movimientos lentos que nos permiten saborear cada centímetro de piel que nos intercambiamos entre nuestras piernas, en nuestros abrazos y con nuestras caricias. Así, sin prisa, seguimos hasta que nuestras nubes se rompen y descargan una inmensa lluvia de placer que nos moja a los dos.

Van desapareciendo las nubes y empieza a brillar el sol, en plena noche. Ahora quisiéramos que las nubes, la lluvia, el fuego y la música duraran tantos años como tienen esos centenarios castaños. Que no termine nunca la noche con sol.

Nos juramos que algún día volveremos al viejo caserón a disfrutar del otoño.

Al despedirnos, me pediste que te escribiera el relato de nuestro fin de semana, para no olvidarlo y eso es lo que he hecho. Yo tampoco lo olvidaré.