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La escritora de relatos - i

en Fantasías Eróticas

                                LA ESCRITORA DE RELATOS                                          

                                PRIMERA PARTE

Cuando mis labios se disponían a saborear el néctar de su concha, Isabel alargó sus manos tomando mi cara entre ellas, y tirando suavemente la acercó a su boca. Me miraba a los ojos con ternura, rozó mis labios con los suyos.

- No quiero que me hagas el amor. Quiero que me cojas fuerte sin pensar en mañana

- No te preocupes - le respondí depositando con los labios un suave  beso en los parpados - Yo tampoco quiero complicarme la vida.

-  Entonces -respondió con una tierna sonrisa- fóllame fuerte como si me estuvieras haciendo el amor.

 

Todo había empezado aquella misma tarde de Jueve  en el café Molar de Madrid, una cafetería que es al mismo tiempo librería y tienda de vinilos. Un encantador local donde se pueden encontrar cantidad de libros autoeditados.

Allí se había organizado un encuentro de autores indies, con una convocatoria vía twitter y facebook, para conocernos e intercambiar experiencias. Aprovechando que estaba en Madrid por cuestiones de trabajo me decidí a acudir, más por la curiosidad de conocer a algunos contactos de twitter que otra cosa. La cita era a las siete y media de la tarde, pero yo llegue sobre las ocho: Fue un poco embarazoso porque al llegar me di cuenta que todo el mundo estaba ya enfrascado en conversaciones, así que yo tendría que hacer un esfuerzo para integrarme.

Un poco cohibido, empecé a presentarme. Enseguida me encontré mejor, pues tuve la suerte de encontrar enseguida a Damadecuentos, una excelente escritora con la que tenía contacto en twitter y que enseguida reconocí, gracias a las fotos que había visto en su perfil.  Ella, después de abrazarnos, y celebrar el conocernos, empezó a presentarme a otros colegas, y enseguida me fui moviendo como pez en el agua. A fin de cuentas, comprendí que todos estaban tan cohibidos como yo, lo que facilitaba entablar conversaciones.

Me acerque a pedir un gin-tonic, cuando me fijé en un grupo de tres personas, dos mujeres y un hombre que charlaban animadamente en uno de los extremos de la barra. Una de las mujeres llamó mi atención, mejor diría que sentí una magnética atracción. Era de mediana altura, vestía un traje chaqueta jaspeado con falda de tubo que le llegaba hasta unos centímetros por encima de las rodillas,  en color blanco, gris y negro , conjuntado con  una blusa rosa claro con escote halter que  dejaba adivinar unos pechos no muy grandes pero tersos. Un bolso de mano rojo, a juego con zapatos de tacón de aguja, completaban el conjunto.

"Una autentica burguesa madrileña" - pensé haciéndome el despistado y mirándola de arriba abajo desde la distancia. Lucia media melena de liso cabello teñido de entre lila y pelirroja, que enmarcaba una cara tipo cuadrado con un cutis perfecto, y ojos negro. Sonreía de una forma que transmitía proximidad y sinceridad.  Su perfume, que nunca le pregunté la marca, no era dulce ni seco, no sabría definirlo pero respirarlo colmaba los sentidos causando una sensación de sensualidad y paz al mismo tiempo.

"Se nota que dedica mucho tiempo y dinero a cuidar su cuerpo" - volví a pensar con admiración. Sinceramente, no me fije en ella con ideas depredadoras, solo me apetecía buena conversación y conocer gente diversa.

Yo no estaba pasando una época de gran autoestima como para pensar en conquistar a una mujer de alrededor de cuarenta, luego supe que tenia cuarenta y tres años. Yo acababa de cumplir los sesenta, y anímicamente me había afectado. No sabría explicar porque a mí, que siempre he sido consciente de mis fortalezas y debilidades, ahora me había afectado simplemente el hecho de cambiar de numero, hasta el punto de que ni siquiera pasaba por mi imaginación que ya una mujer pudiera interesarse por mí ¿A dónde iba yo? a mis sesenta, con el pelo gris y algún kilo de más. No yo no soy de esos maduros que se conservan atléticos y que van de dandis por la vida. Nunca fui un hombre del que las mujeres se quedaran prendadas a la primera impresión. Mis éxitos en ese campo siempre habían sido en las distancias cortas, o sea por mis valores personales más que por el portento físico.

Aquella mujer parecía interesante, tenía cierta magia que te atraía, y me decidí a llegar a ella, conocerla e intentar comprobar si su nivel de conversación se correspondía con su belleza y elegancia. Pero sin ninguna otra intención.

Con mi gin-tonic en la mano, saludando a unos, recibiendo la presentación de otros, pero con la clara intención de llegar hasta aquel extremo de la barra donde continuaba aquella mujer, pasaron unos quince o veinte minutos hasta que alcancé aquel grupo de tres personas, que sorprendentemente no se habían movido del sitio.

La norma era presentarse con el nombre y el titulo de alguno de los libros publicados.

- Hola, soy Gonzalo   autor de La Reina de Panamá...entre otras novelas.

- El caballero me saludo efusivamente, presentándose al mismo tiempo como Mario no sé qué. Era el autor de un ensayo que yo no había leído. La otra chica, se llamaba Celia y escribía novelas de tipo erótico como yo.

Cuando fue el turno de acercarme a la atractiva burguesa, ella avanzó a darme dos besos con una gran sonrisa.

- ¡No me lo puedo creer! Tú eres Pelayo.

Me quedé sorprendido y descolocado. Ese era el seudónimo que yo utilizaba en una página de internet donde se publicaban diferente tipo de relatos, principalmente eróticos.

- ¿Perdona? - respondí sintiendo como mis mejillas se incendiaban.

Aquello me resultaba embarazoso. De acuerdo que mis novelas son de tipo erótico, a veces de erotismo muy subido, pero los relatos que publicaba en aquella página eran, muchas veces, casi pornográficos. Nunca pensé que me iba a encontrar con una lectora cara a cara. Y menos con ella.

Creo que el tal Mario se dio cuenta y enseguida decidió cambiar de aire. Se lo agradecí.

- Bueno... encantado, Gonzalo. Yo voy a seguir conociendo a los colegas. Ya hace rato que nos habíamos apalancado aquí y el objetivo es conocernos todos.

- Sí, yo también - coincidió Celia- Nos vemos luego.

- Encantado, hasta luego - respondí cortésmente

-  Sos vos, ¿No?  - me dijo con un meloso acento argentino, cuando nos quedamos solos.

- Sí, creo que… sí - acepté finalmente.

- Yo soy Isabel Filippo, o sea... La Gata Multicolor. Tu admiradora y colega en "Relatos para Todos".

- ¡No puede ser, que alegría conocerte! - me relajé de golpe.

- Lo mismo digo. Tú eres la última persona que esperaba encontrar acá - me dijo mientras nos abrazábamos de nuevo.

Los dos publicábamos relatos en aquella página de internet y nos comentábamos el uno al otro. Incluso alguna vez habíamos hecho alguna colaboración a cuatro manos. Sus relatos eran mucho más incendiarios que los míos. Era difícil leerla y no sufrir "efectos secundarios".

-¿Pero qué haces tú aquí? Si no quieres publicar. - le dije -

- Pues me enteré del encuentro, y decidí venir a conocer gente.  Además no tenía otra cosa que hacer - dijo sonriendo y mirándome a los ojos- como sabes soy una autentica burguesa.

- Bueno, eso lo he leído en muchos de tus relatos.  Pero una cosa es la literatura y otra la realidad - sonreí también.

-Tienes razón, ya lo he dicho muchas veces, no todo lo que escribo es biográfico. Solo… algunas cosas - sonrió de nuevo y me guiño un ojo- pero lo de que soy una burguesa, es verdad.

Ambos reímos divertidos. Era una mujer fascinante, empezamos a hablar y ya no nos movimos de aquel rincón. De un tema pasábamos a otro, como si fuésemos dos amigos que llevaban tiempo sin verse y necesitaban ponerse al día. Su voz era calidad y envolvente, quizás ayudaba aquel meloso acento argentino. Siempre miraba a los ojos mientras hablaba, transmitía sinceridad y cercanía. Yo procuraba mantenerle la mirada, pero no podía evitar que mis ojos se fueran de cuando en cuando a contemplar los pechos, atraído por los pezones que se marcaban a través de su blusa. A pesar de la agradable conversación, y de no buscar ninguna aventura, no podía evitar pensar como sería desnuda, como sería perderse debajo de sus bragas. Si escribía de forma tan envolvente y con tanta realidad, me preguntaba cuanto habría de experiencia personal.

Volvimos a la realidad cuando algunos de los allí presentes empezaron a interrumpirnos para despedirse y decir aquello de "me alegro de haberte conocido". Miré el reloj y eran casi las nueve de la noche, y me di cuenta que solo había conocido a cuatro o cinco colegas obnubilado en aquella esquina charlando con La Gata Multicolor.

- Wauu son casi las nueve - dije

- ¿Ya?, se me ha pasado el tiempo volando charlando contigo. ¡ Oh que lastima! me alegro tanto de haberte conocido - parecía sincera.

- Yo también. Espero que tengamos más ocasiones de vernos.

-¿Que planes tienes esta noche? - me sorprendió su pregunta.

- Pues ninguno en particular. Estoy en Madrid por trabajo y... oye! ¿Te apetece que cenemos juntos, y seguimos charlando? - creo que me salieron las palabras antes de pensarlas.  Está claro que no somos conscientes de las consecuencias de las palabras que decimos sin pensar

- Sí, dale. Mi esposo está de viaje toda la semana, y hoy el servicio tiene fiesta. Así que estaré encantada, pero me dejas que invite yo.  No admito discusión, vos escoger el restaurant.

- Ningún problema. Me encanta que me inviten las mujeres - dije divertido, con la intención no solo de escoger el restaurant, como me había pedido, sino de pagar la cuenta también ¿Como un caballero va a permitir pagar a una bella mujer, que además presume de burguesa?

Fuimos al Rincón de Esteban, un elegante restaurante muy cercano al Congreso de los diputados, donde hacen el mejor marmitako y el mejor bacalao al pil-pil de Madrid.  Ella pidió una ensalada y una lubina salvaje. Yo no me resistí al marmitako y al bacalao.Todo ello lo regamos con un excelente tinto Viña Ardanza, y...algo de agua, claro. Pero lo más importante, acompañamos la cena con la más amena, variada y divertida conversación. Me sentía cómodo, a gusto, y creo que ella también, me sentía como si fuésemos viejos amigos que se reencuentran

Cuando nos trajeron el café, ella retomó la conversación sobre nuestra afición a escribir.

- Tú no te ganas la vida escribiendo, ¿verdad?

- Desde luego que no.  No soy tan bueno, y además no creo que escribiendo erotismo uno se pueda ganar la vida.  Para mi es divertimento.

- También para mí. Así lleno mis horas vacías de burguesa aburrida - Dijo riendo.

- Tú eres muy buena escribiendo y tu imaginación no tiene límites.

- Bueno, no lo sé. Tú también escribes muy bien, en tus relatos hay mucho romanticismo y ternura. Me preguntó muchas veces cuánto hay de verdad, de experiencias personales.

- Nunca escribiría una historia real. Pero qué duda cabe que en todo lo que escribimos hay una parte de vivencias personales, una parte información externa y mucho de fantasía.

- Pues yo creo que eres un hombre que tiene muchas "vivencias personales" - lo dijo con cierto sarcasmo.  Es más... creo que sos un hombre muy interesante. Muchos de tus relatos me han puesto muy cachonda.

- No te burles. Soy un hombre de sesenta años recién cumplidos y con el pelo gris, mi época de galán ha quedado muy atrás.

- Vos sos bobo, yo te encuentro muy interesante.  Nos hemos conocido esta tarde y... ¿Cuántas horas llevamos juntos? Conversar contigo es una maravilla, sos inteligente y divertido.

- Muchas gracias.  Pues llevamos casi cuatro horas, pero el merito es tuyo. No recuerdo cuando había estado con una mujer charlando tanto tiempo y de tantos temas diferentes. Y por cierto, a mí me pasa lo mismo con tus relatos. Y si hablamos de relatos, creo que tú tienes muchas más "vivencias" que yo.

- No me digas que... has tenido "placeres solitarios" con mis relatos - Me estaba provocando.

- Seguramente ni más ni menos que tú con los míos - Le devolví la provocación sonriendo.

- Oye, yo no sé qué haremos cuando salgamos de aquí pero me gustaría conservar nuestra amistad, sin compromisos, sin preguntas.

- Será un placer. Como en mi novela "No te preguntaré".

- Exacto. Me encantó ese relato largo. En realidad me calentó mucho

- Nos vamos, ¿Y que la noche nos guie..? - hice como que no había escuchado su último comentario.

- Por cierto, llevo toda la noche deseando decírtelo: tienes unas manos preciosas - era cierto, me habían cautivado, dedos largos, las uñas muy cuidadas y pintadas de color fucsia.  Era una muestra más de su holgada vida de burguesa, dedicaba mucho tiempo y dinero a cuidar su cuerpo.

- Muchas gracias, eres un encantador adulador - respondió a mi halago con una sonrisa y ofreciéndome su mano que tomé con la mía como ayudándole a incorporarse.

- No es adulación. Yo siempre digo lo que pienso, aunque... no siempre diga todo lo que pienso    - sonreí apretando suavemente su mano en la mía.

- Vamos, como te dije, hoy nadie me controla y estoy disfrutando de la compañía de un caballero acomplejado de sus sesenta - quise notar en sus palabras una picara insinuación, al tiempo que cierto torno de sarcasmo sobre mi problema con el recién estrenado seis.

Me dispuse a acompañarla a su casa... Aunque tentado estaba de ofrecerle acompañarme a mi habitación en el hotel. Pero a pesar de ser tan encantadora ¿Cómo me iba a atrever a hacerle tal proposición a una mujer diecisiete años más joven que yo? Además ese no había sido mi objetivo aquella noche. Esas historias ya habían terminado para mí...

 

(Seguirá si, tú lector, te interesa conocer el resto de la historia).