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LA ESCRITORA DE RELATOS - Iv

en Fantasías Eróticas

                                       LA ESCRITORA DE RELATOS

                                       CUARTA PARTE

Mi respiración iba volviendo a normalizarse, ya no sentía los latidos desbocados del corazón retumbar en mi pecho. Había dejado de sudar.

Sentía el tibio roce de los pechos de Isabel rozando mi costado, mientras no paraba de darme besos en silencio, manteniendo su mano sobre mi pecho. Me empecé a tranquilizar, "Hoy no vendrá la noche fría", pensé. Por lo visto mi corazón estaba más fuerte de lo que parecía, pero ahora con la cabeza fría comprendía que había sido un inconsciente, había un esfuerzo que ni siquiera de joven había hecho nunca.

- Ya estoy bien - dije, besándole la frente- Cosas de la edad... no se pueden hacer ciertos esfuerzos - sonreí-

- No digas tonterías ¿Vos sos consciente de la cabalgada que me has hecho? No recuerdo cuando había sentido tanto placer, y durante tanto tiempo. Creo que nunca.

- ¿Eso es adulación?

- ¡No! es la verdad. Ya quisieran muchos jovencitos. No quiero volver a oírte hablar de tu edad, ¿Okey?

- Está bien, pero esta noche... o nos dormimos, o... trabajas tú.

- Yo me dormiría ahora mismo como un angelito, pero no voy a permitir que tú no disfrutes.

- Como ves, ya cuesta encontrarla - sonreí.

- ¿Y tu cabeza que dice?

- Que quiero sentir el placer de tu precioso cuerpo . Creo que se está despertando - señale hacia mi entrepierna, mi verga empezaba a levantar la cabeza de nuevo.

Isabel se incorporó sobre un brazo y, procurando no cargar su cuerpo sobre mi pecho, buscó mis labios con su boca, mientras su mano libre tomaba mi polla, acariciándola suavemente como suaves y tiernos eran su besos en mis labios. Poco a poco la pasión se desató de nuevo, pero ahora era ella la que llevaba las riendas.

Cuando mi pija estuvo dura se subió a horcadas encima de mí, la agarró con una mano y se la introdujo despacio. Sentir la cálida humedad ir absorbiendo todo el troco hasta notar como la punta tocaba el fondo me produjo una especie de calambre subiendo desde mis testículos hasta mi cabeza, por toda la espina dorsal.

Alargue mis brazos a moldear sus pechos entre mis dedos, al tiempo que ella comenzó un suave subir y bajar, acompañado de movimientos circulares de su pelvis. Evidentemente tenía una gran experiencia, sus movimientos eran sincronizados, sabía exactamente cómo combinar los movimientos de su pelvis, el subir y bajar deslizando su coño sobre mi polla, y como contraer los músculos vaginales en el momento preciso. Afortunadamente, el contratiempo que había sufrido hizo que mi excitación desapareciera, y ahora era como empezar de nuevo. Con aquella perfecta sincronización de movimientos, verla cabalgarme, el olor a sexo y sus tetas entre mis mano  me estaban haciendo gemir de placer, aunque presentía que mi orgasmo tardaría. Ella había cerrado los ojos y echado la cabeza hacia atrás, cabalgaba frenética concentrada en el ritmo. Gemía y, de cuando en cuando, se le escapaba alguna palabra  en argentino subida de tono.

Sentí como se formaba un nudo en su coño. Se iba a correr. Yo cerré los ojos y me concentré en el placer que sentía con la polla presionada en su interior. Cuando empezó a tener espasmos, estaba corriéndose,  se echó sobre mi pecho y  volví a sentir el calor de sus tetas sobre mi piel. Busque su boca, al mismo tiempo que ella comenzó a mover su culo, haciéndome un autentico tuerking. El placer que empecé a sentir era algo nuevo, increíble. Aquella mujer sabía cómo dar placer a un hombre, conocía el ritmo exacto, dominaba la presión de los músculos vaginales a la perfección.

 Con sus movimientos sincronizados de culo, levantaba hasta que solo quedaba el capullo dentro de su coño me la follaba así dos o tres veces, a continuación bajaba metiéndola hasta el fondo, y vuelta a empezar. Yo me abandoné al placer, me encantaba sentirme poseído, ser pasivo de aquel tuerquink. Hasta que sentí que me iba a correr.

-  ¡Isabel! - le grité- me voy a correr 

Sentí la necesidad de advertirla, por si no quería recibir mi semen en su interior. Sin embargo, ella se la introdujo toda, yo sentía el glande rozar en el fondo de su coño. Sus movimientos eran casi imperceptibles, pero rápidos, y sus músculos contraían y descontarían al mismo ritmo.

-¡ Me corro, amor! - Se me escapo aquella palabra.

Descargue en su interior. La corrida era abundante. Ella la recibió aminorando el ritmo pero siguió moviéndose, como exprimiéndome hasta la última gota, hasta que la polla empezó a ponerse flácida.

Nos abrazamos, nos besamos, nos reímos de nosotros mismos, de mis "pajas mentales" con la edad.

- Tengo que ir a hacer pis - dijo Isabel

- Es verdad, yo también lo necesito antes de dormirme.

Nos levantamos y nos fuimos juntos al cuarto de baño. Le cedí a ella la taza, mientras yo aproveché para cepillarme los dientes. Cuando sentí el ruidito de su orina en el wáter, sonreí para mis adentros. Con aquella complicidad y tierna intimidad nadie diría que aquello era la aventura de una noche. Cuando terminó nos intercambiamos los sitios.

Nos metimos entre las sabanas y, acomodando las almohadas, nos dormimos abrazados con la promesa de que el primero que se despertara, despertaría al otro con alguna "agradable sorpresa"